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Marco, siempre tu...

en Sexo con maduros

Di un repaso a mi apartamento, me encantaba como había quedado. Era la primera casa que consideraba realmente mía.

Por fin sola en mi apartamento era feliz, sola por decisión propia, porque había decidido dejar  a mi última pareja; lo nuestro no iba a ninguna parte.

Mis padres se separaron cuando yo apenas tenía doce años y eso marcó mi vida, no podía entender que no pudieran vivir juntos y seguir con su matrimonio aunque solo fuera por compromiso.

Hoy soy capaz de ver la vida de otra manera y sé que hicieron lo correcto aunque en ese momento no me lo pareciera.

Con  mi madre nunca tuve una relación fluida, aunque hace muchos años que firmamos una tregua y digamos que ahora nos soportábamos.

Con mi padre pasaba algunos fines de semana y partes de las vacaciones y todo el tiempo lo pasaba a caballo entre su casa y la casa de unos amigos íntimos de él. De ellos voy a hablaros un poco más detenidamente.

Ella me aportó un montón de bonitas vivencias, me enseñó a cocinar, a planchar, a vestirme con lo que más me favorecía… y un montón de cosas más.

Él era harina de otro costal, mi relación con Marco estuvo marcada por dos etapas. La primera y más feliz fue desde los doce a los dieciocho y la segunda de los dieciocho a los veintiuno.

En la primera etapa me enseñó el mundo de los libros, con el aprendí a leer todo. Me estimulaba constantemente a leer otro libro y de todos ellos aprendí algo. Con el decidí a lo que quería dedicarme. Fue un gran apoyo en esa etapa en la que solo era una niña enfadada con el mundo. Él era la figura que me transmitía paz y cordura. Pero no por eso era menos divertido, pasaba horas jugando conmigo y llevándome a sitios realmente espectaculares. Me convertí en lo más parecido a un hijo para ambos, puesto que ellos no los tenían.

Ahora viene la segunda etapa, empezó el día de su cumpleaños. Tenía dieciocho años ya y había preparado junto a su mujer un pastel para celebrarlo en una cena con amigos.

Yo tenía un novio por aquel entonces y me fastidió un poco no poder estar con él. Por ello durante el cumpleaños volvió un poco la niña enfadada que había sido. Quería que acabara pronto para poder irme con mi novio, como la adolescente que era, me comportaba de manera egoísta y solo pensaba en mi misma.

Cuando sacamos el pastel, nos juntamos todos para la foto y soplar las velas. Alguien me empujó y decidí sentarme en las rodillas de Marco. Desde el primer momento sentí su incomodidad y su rigidez, pero con mi tontería, seguí buscando su incomodidad. Me sorprendí  al notar como de repente ese hombre al que hasta ese mismo instante había considerado  un tío o casi un padre se había excitado con mi contacto.

Sentí bajo mi culo la rigidez de su miembro y en vez de levantarme me moví sobre sus piernas, acoplando esa erección entre mis nalgas. El incómodo me miró y ante mi sonrisa dijo solo para que yo lo oyera:

-¿Que estás haciendo Silvia?

-¿Y tú Marco que pasa por ahí abajo? –Pregunte con sorna-

De repente me sentía excitada jugando a ese juego, sabía que él no haría un cuadro antes sus amigos y eso me daba alas. Por eso seguí moviendo mi trasero y seguí sintiendo su erección cada vez más dura, con mis movimientos se había subido mi faldita corta y mi piel estaba en contacto con sus pantalones. Sentía la humedad de mi sexo traspasar mis braguitas, sabía que humedecería su pantalón, él lo notaba estaba segura, de lo que no estaba segura es de si eso aún le excitaba más.

La gente a nuestro alrededor no notaba nada, yo no quería levantarme, no quería moverme de ahí, entonces sentí sus grandes manos en mi cintura, me apretaron mientras alguien partía el pastel y su mujer servía los trozos, no sé qué me ocurrió, como pasé por alto quien era y donde estábamos, solo era capaz de pensar en el calor entre mis piernas y en la dureza de ese sexo.

-para Silvia, deja de moverte así

-¿No te gusta Marco?

Me empujó y tuve que levantarme o llamaría mucho la atención. La noche pasó sin más y un rato después me fui. Sin tantas ganas como al principio, de hecho el resto de la noche fue un fracaso absoluto. A las dos de la madrugada regrese a casa de ellos, dormía allí ese fin de semana. Cuando entré estaba todo en silencio, me metí en mi habitación, me desnudé menos las braguitas y me eche a la cama.

Una hora después y completamente desvelada oí unos ruidos y vi a Marco pasar ante mi habitación, miró un momento dentro sorprendiéndose de verme allí. Camuflada por la oscuridad el no vio que estaba despierta y se quedó mirando unos minutos como dormía boca abajo. Después desapareció y oí como bajaba las escaleras, me asomé y vi que se metía en el baño de abajo.

Extrañada pensé en que le hacía bajar a ese baño teniendo uno en su habitación

Bajé con cuidado de no hacer ruido y pegué el oído a la puerta, oí unos gemidos dentro y supe que estaba haciendo, mis braguitas volvieron a mojarse y sin darme tiempo a pensar en las consecuencias de mis actos abrí la puerta y le vi. Estaba sentado y con el pijama a medio muslo meneándosela, apenas pude ver su sexo ya que enseguida se levantó y se subió el pijama, que cómicamente no ocultaba su erección.

-¿No puedes tocar antes de entrar?

-Lo siento –no lo sentía-

-Perdona Silvia no debería hablarte a ti, no es tu culpa. Siento también lo de antes.

Sus ojos me entristecieron y me acerqué a él.

-No es solo culpa tuya, no debería haberte provocado.

-Si es culpa mía, eres una niña y no debería haber pasado.

-No soy una niña, por si no lo recuerdas tengo ya dieciocho años.

-Si lo eres

-Tu paja de ahora, al igual que tu excitación de antes ¿es por esta niña? –dije señalándome-

-Silvia vete a la cama ahora.

-No quiero –dije pegando mi cuerpo al suyo-

Él bajó la mirada para ver mis pezones duros bajo mi camiseta y poniendo sus dos manos en mis hombros intentó apartarme.

Aprovechando un despiste metí la mano en su pantalón y toque su sexo, grande, caliente y algo húmedo en la punta.

-Déjame Silvia

-Déjame tu a mí –dije cegada por el deseo-

Sus manos seguían en mis hombros y la mía agarró su polla, la moví por todo el tronco de carne caliente mientras el con la respiración acelerada y menos convicción a cada movimiento de mi mano sobre su polla, aun así volvió a pedirme que me fuera.

-Por favor Silvia…

Cogí una de sus manos y la lleve entre mis piernas, la coloque sobre mi sexo, sintiendo el calor a través de mis bragas húmedas.

-Yo también estoy excitada Marco

Apretó sus dedos sintiendo los pliegues de mi sexo, mientras mi mano seguía moviéndose sin parar.

-Silvia aún podemos parar esto

-No

Agarré su mano y la metí en mis bragas, sentir el calor de sus dedos entre los pliegues de su carne hizo que una descarga eléctrica recorriera cada rincón de mi piel. El gimió al sentir mi sexo en sus dedos y tras estar quieto unos segundos se rindió a lo evidente, empezó a mover sus dedos, a acariciar mi rajita provocando oleadas de calor en mi cuerpo. Friccionó mi carne trémula y metió la punta de dos dedos en la entrada.

-¿Eres virgen? –pidió jadeando-

-No, Marco

Entonces sentí como sus dedos me penetraban y me llevaba así al orgasmo, no deje de tocarle ni cuando las piernas me flaquearon, ni cuando sentí la humedad y el calor de su semen en mi mano, bajó la cabeza mientras se corría avergonzado.

Tras unos segundos sacó su mano de mi braga y yo la mía de su pijama, entonces me miró y yo lamí el semen de mis dedos ante su atenta mirada.

-Vete Silvia

Esta vez su voz era una súplica y dándome la vuelta me giré para ver como el hacía lo mismo que yo había hecho y se lamia los dedos que minutos antes habían estado en mi interior.

Subí en una nube las escaleras y me dormí enseguida negándome a pensar en lo sucedido, pero la mañana llegó y con ella la vergüenza de lo ocurrido y la culpabilidad.

No sabía que decirle, no sabía qué hacer, pero una vez más él decidió por mí.

-Lo de ayer no tenía que haber sucedido y no volverá a pasar, creo que es lo mejor para todos

Lo acepté a pesar de no querer que fuera así, lo acepté por él, por ella, por todos.

Ahí empezó nuestro distanciamiento.

Me fui a estudiar fuera y apenas lo vi tres o cuatro veces en los siguientes tres años. Siempre fue frio, distante, pero correcto.

Cuando cumplí los veintiuno los invité a comer a ambos pero solo vino ella y me contó para mi sorpresa que se habían separado

-¿Que ha pasado?

-Que se acabó Silvia, simplemente se fue apagando con los años.

Seis meses después de separarse legalmente ella vivía ya otra relación y se la veía bien. No me contó nada de él, ni si lo conocía de antes. Yo tampoco pregunté.

Desde entonces y hasta hoy he seguido comiendo con ella al menos una vez al mes, sin atreverme a preguntar por él, a pesar de morirme de ganas de saber que estaba haciendo.

Durante este último año he estado tentada a llamarle, a buscarle para pedirle como estaba, pero al último momento me arrepentía y lo dejaba.

Siempre tuve la sensación a lo largo de esos años que habíamos dejado algo a medias y por eso no era capaz de pasar página.

Cuando un viernes a media mañana me dirigí al almuerzo de trabajo organizado no imaginaba la sorpresa que me esperaba, allí entre toda la gente invitada a ese almuerzo vi a Marco, en ese momento él se giró y también me vio a mí.

-Hola Silvia, cuanto tiempo –dijo nada más llegar a mi lado-

-hola Marco, no esperaba encontrarte –dije intentando disimular el temblor-

Así de nuevo el destino volvió a poner a marco en mi camino.

Esa noche sola en mi apartamento, recordé la última vez que le vi a solas. Comparé mentalmente al Marco de ese baño, de esa noche grabada en mi memoria con el Marco de esa misma tarde, siete años después.

Con una sonrisa pensé que me seguía pareciendo tan atractivo como esa noche.

El lunes pensé en pedir su teléfono a la empresa que estaba en contacto con la mía, mientras pensaba en que hacer me llamo mi jefe, este pidió que le acompañara a la sala de juntas ya que la otra empresa se había decidido y mandaban al segundo de abordo para firmar los contratos.

Esperaba que el viniera con ese hombre que esperábamos; para mi sorpresa resulto ser él. Cuando mi jefe nos quiso presentar formalmente el comento:

-ya nos conocemos, somos casi familia –le dijo a mi sorprendido jefe-

Tras las presentaciones y aclarar de que nos conocíamos, firmaron los papeles y sin más se fue después de un simple beso en cada mejilla.

Me dolió su lejanía, pero desde el día del baño se comportó así conmigo, no sé si me culpaba de su “desliz”, si se culpaba el mismo o si nos culpaba a ambos, solo sé que ese “desliz” lo cambio todo y seguía manteniéndonos separados.

Estaba tan cabreada con él, que intenté borrarle de mi mente. Incluso dejé de pensar en ese baño, situación que había recordado claramente a lo largo de los años como uno de los momentos más excitantes y morbosos de mí vida.

Dos semanas después estaba cenando con mi jefe, su mujer y un par de compañeros más del trabajo, celebrábamos los buenos números de ese mes. En los entrantes le oí reír y le busqué entre la gente, nuestras miradas se encontraron y tras unos segundos ambos apartamos la mirada. En el primer plato supe que la mujer a su lado era su pareja y en los postres ya la odiaba.

Fue una noche extraña, apenas podía seguir las conversaciones de mi mesa. La cosa se complicó cuando en un momento dado, el jefe a mi lado puso su mano en mi rodilla y nada más hacerlo supe que Marco lo había visto.

He de contaros que antes de casarse mi jefe y yo tuvimos un par de encuentros sexuales sin transcendencia. Los dos teníamos claro lo que queríamos y termino sin dramas. No había vuelto a insinuar nada hasta esa misma tarde en la que insinuó que no le importaría retomar nuestros encuentros.

La velada acabó y salimos del restaurante, despidiéndonos en la puerta. Cuando la mujer de mi jefe se fue a por el coche ella, él se quedó y besando mis mejillas como despedida me dijo al oído.

-Esta noche estás impresionante, me encantaría acabarla en tu casa… en tu cama…

-Olvídalo, eso acabó. Sabes que es demasiado complicado, antes éramos libres…

Su mano bajo de mi cintura a mi culo y tras un leve apretón volvió a mi cintura. Se separó un poco al oír la puerta y la sorpresa se reflejó en su rostro al ver a marco salir.

-¿Anda, no te habíamos visto, verdad Silvia?

Se acercó y beso mis mejillas y en ese momento llego la mujer de mi jefe con el coche. Nos quedamos solos y entonces su expresión relajada se tensó y su voz antes dulce, se tornó áspera y seca.

-Veo que tienes mucha confianza con tu jefe, en la mesa te toca las piernas con su mujer al lado y en la puerta te toca el culo ante todo el que quiera verlo. ¿No tienes escrúpulos?

Me dejó helada su rabia y salí corriendo hacia mi coche, me llamó pero no paré. No esperaba su rabia ni en su expresión ni en sus palabras.

Ya en casa no pare de llorar, me desmaquillé, me puse una camiseta y me senté ante la tele. Al momento sonó un wasap, mire y no conocí el número, lo abrí y leí:

-Lo siento Silvia, ¿podrás perdonar a este imbécil? No soy nadie para juzgar tu manera de vivir

Mis dedos volaron por el teclado.

-No todo es lo que parece, no estoy liada con mi jefe y menos me liaría ante su mujer.

-Silvia quería pedirte perdón no discutir esto por wasap. ¿Quieres que tomemos algo? Por favor necesito ver que me perdonas por ser tan bestia.

-No me apetece salir ahora

-Por favor Silvia solo será un ratito.

-Pues ven tu

-Iré donde quieras Silvia.

Le mandé mi dirección con dedos temblorosos y el pidió:

-¿Es un local?

-No, es mi casa

-Dame diez minutos, no estoy lejos –dijo tras unos segundos-

Recogí un poco el salón y sonó el timbre, nerviosa abrí y me aparté para que pasara.

-Pasa y siéntate –le dije sirviéndole una copa de ron-

-Gracias Silvia, no sé qué me ha pasado. Perdóname, no quise hacerte daño.

-No es lo…

-No tienes que darme explicaciones –dijo mirando su vaso-

-¿La de esta noche es tu novia?

-No, es una buena amiga

-Te he echado de menos –le dije arrodillándome ante él-

Marco levanto la cabeza, nuestras miradas se encontraron, mis dedos rozaron los suyos que agarraban más fuerte de lo razonable el vaso.

-No me mires así Silvia, no me hagas esto

-¿Que te hago Marco?

-Me vuelves loco Silvia, como aquella noche.

-¿Te acuerdas?

-Demasiadas veces –dijo apartándose-

-No vuelvas a alejarte Marco, yo no quiero que lo hagas, tampoco quería entonces.

-Eras una niña y ahora que has crecido yo soy un viejo

-¿Puedes dejarme a mi decidir esta vez? –Le dije retándole con la mirada-

Vi como pasaban las dudas por su mente, vi cómo se debatía entre lo que consideraba correcto y lo que no. Pero por unas milésimas vi una pequeña fisura en su determinación y quitándole el vaso de las manos me senté sobre sus piernas, como aquella noche… pero nada era igual, esta vez veía el deseo en sus ojos, estábamos solos, su mujer a la que yo adoraba no era ya su mujer y yo le deseaba tanto o más que esa noche.

Bajé mi rostro y busqué sus labios con los míos, estaban calientes y sabían a ron dulce…

Moví las caderas y frote mi pelvis con la suya, él totalmente abandonado apoyó la cabeza en el sofá y con su mano en mi nuca me arrastró para que no se separaran nuestras bocas. No sé cuánto tiempo simplemente nos besamos, pero al separarnos apenas podíamos respirar. Mi cuerpo anhelaba sus caricias desde hacía años.

-Te deseo Silvia, hay mil razones para no seguir con esto…pero ahora no soy capaz de encontrar una sola de ellas.

-Yo tampoco encuentro ninguna, te deseo, necesito sentirte –le dije mientras me quitaba la camiseta moviendo la pelvis para sentir su erección-

El empezó a quitarse la camisa y yo bajé las manos al cinturón apartándome un poco.

-No te apartes, Silvia.

Volví a pegarme a su sexo metiendo mis manos entre ambos para desabrocharle, él me besaba mientras con manos torpes intentaba desabrocharse, como no iba tan rápido como quería, dio tirones y oí saltar los botones de su camisa, su ansia me puso a cien y con rapidez solté el botón y baje la cremallera.

-Levanta un poco –le pedí tirando del pantalón-

Dejé el mismo a mitad de sus muslos y saqué su polla mientras el ahora lamia mis tetas desnudas.

-Silvia son preciosas y tu piel es tan suave… -sus manos acariciaban mis nalgas sobre las bragas-

Sentía el calor de su polla sobre mis braguitas y quería sentirla dentro ya.

-fóllame Marco –le supliqué-

-¿Ya?

-Sí, te necesito ahora

-Y yo princesa

Separó con una mano mis braguitas y empujó con dos dedos su polla, que rápidamente pasó por mi rajita ya mojada y se colocó a la entrada. Entonces yo moví la pelvis y su capullo desapareció entre los pliegues de mi carne caliente.

-Dios, Silvia esto es mejor que mis sueños –dijo entre jadeos-

Volví a moverme para que entrara por completo y jadee al sentir como su duro mástil se alojaba en mi vagina, abriéndome y rozando cada rincón de mi carne trémula.

Apreté mi vagina mientras me balanceaba y sus dos manos aprisionaron mis tetas, las estrujo con ganas antes de friccionar mis pezones erectos, luego los lamio y por último los mordió mientras yo ya había iniciado mi camino sin retorno.

-Princesa sube el culito deja que salga estoy ardiendo cielo.

-No Marco no pares ahora, voy a correrme. ¡Hazlo conmigo!

Apenas se nos entendían las palabras entre los gemidos y jadeos, pero no paré, sentí como su cuerpo se tensaba, bajé mi boca y atrapé la suya mientras sentía como se corría y su semen caliente inundaba mi vagina que ya se contraía apretando su polla con los espasmos de mi propio orgasmo. Los dos chillamos mientras nos corríamos y los dos tardamos varios minutos en recuperar el ritmo de nuestras respiraciones.

No dejó de abrazarme y acariciar mi espalda mientras mi cuerpo se rendía sobre él, hasta que unos minutos después me levanté y sentí su semen resbalar por mis muslos. El miro mi sexo y siguió el camino de su semen por mis muslos. Yo miré como su polla no había bajado del todo y ante su hambrienta mirada volvimos a excitarnos.

Le tendí la mano y él la cogió. Paramos en el baño donde nos aseamos rápidamente sin decir una sola palabra, después volví a coger su mano y le llevé a mi cama.

Me tendió de espaldas y de rodillas a mi lado volvió a besar y lamer mis tetas, bajó por mi vientre y su lengua se perdió entre mis piernas. Lamió cada trocito de mi piel y succionó mi clítoris hasta hacerme gritar de nuevo de placer.

-Que rica estas Silvia

Cuando me recuperé, él se tumbó a mi lado y yo subiéndome de nuevo sobre él, empecé a lamer sus tetitas rodeadas de pelitos blancos, mordisquee sus pezones arrancando gemidos de su garganta y seguí como él había hecho antes, dejé de lado ese tronco de carne de nuevo dura que tanto placer me había dado y seguí por sus muslos lamiéndolos, volví a subir por la cara interna y llegue a sus testículos; los lamí con la lengua plana moviéndolos animada ante sus gemidos de placer y los metí en mi boca de uno en uno antes de volver a lamerlos. Me dediqué a ellos un par de minutos antes de subir por toda la base y extensión de su polla, llegué a la punta y tras darle unos golpecitos con mi lengua succioné con fuerza, entreabrí los labios y deje que esta resbalara entre ellos. Sus jadeos crecían mientras su polla desaparecía casi por completo en mi boca. Deshice el camino, succioné de nuevo con fuerza y volví a metérmela en la boca varias veces.

-Princesa, me estas matando de placer

Volví a bajar a sus testículos para que se relajara un poco, pero ahora mientras los lamia meneaba su polla despacio.

Me encantaba oírle jadear cada vez que mi mano se movía y mi lengua lo lamia, seguí más abajo y lamí su ano, hice círculos alrededor con mi lengua mojándolo y la metí dentro.

-Madre mía princesa… no pares cariño, que rico

Subí de nuevo y le acaricié el ano con la yema de un dedo mientras mi lengua subía a sus huevos y de estos de nuevo por el tronco de su polla hasta la punta, succioné y empujé un poco, el grito y yo volví a succionar antes de penetrarle por completo, hundí mi dedo en sus entrañas mientras succionaba fuerte

-no puedo más jamás había sentido nada parecido…no puedo más…

Volví a hacerlo y su cuerpo se tensó, mi dedo se movió en su interior y se vacío en mi boca, tragué hasta la última gota de semen mientras sacaba lentamente mi dedo. Me tumbé a su lado mientras el volvía.

-Ha sido… gracias princesa –dijo besando agradecido mi rostro-

Nos dormimos abrazados y desperté con su mano entre mis piernas, separé más mis muslos y me penetro con tres dedos hasta que me corrí.

-Eso es mío quiero saborearte de nuevo –dijo bajando a lamer mis juguitos-

Tras otro orgasmo por mi parte, se arrodilló a mi lado y vi de nuevo su sexo duro.

-Hoy no sé qué me pasa… si lo sé, tú me pones así, no me canso de gozarte princesa. Tu piel es tan suave

Me dio la vuelta y lamió mi espalda, mis nalgas… tiró de mí poniéndome como una perrita y separando mis nalgas lamio mi rajita, desde el clítoris hasta el ano. Luego sentí su polla en mi vagina y de un solo empujón me penetro, los dos jadeábamos y gemíamos como locos, empujaba dentro de mí con fuerza y salía solo para volver a entrar con más fuerza.

-Seguro que tu culito esta tan caliente como tu coño putita mía –dijo empujando un dedo en mis entrañas-

Yo jadeaba sintiéndome doblemente penetrada, me movía a su ritmo.

-Fóllame el culo Marco

-¿De verdad princesa?

-Si

Metió otro dedo y después saco su polla de mi coño y ayudándose con dos dedos la colocó y empujo metiendo el glande, luego me agarró de las caderas y empujó lentamente, me dolía y me excitaba a partes iguales.

-Dios Silvia que estrechito…

Cuando llegó al final paro un momento para que mi esfínter se adaptara y poco a poco empezó a moverse.

-Tócate Silvia quiero sentir como te corres antes de vaciarme en tus entrañas

Acaricié y friccioné mi clítoris mientras me sodomizaba y un par de minutos después entre gemidos me corrí, al momento sentí el calor de su semen en mis entrañas

-Si Silvia me corro cariño

Caímos rendidos, exhaustos y completamente saciados.

-Ahora después de haber conocido el paraíso en tu cuerpo, ¿cómo voy a encontrar una razón para mantenerme alejado de ti princesa?

-No quiero que te alejes Marco…

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