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Adios a la ñoña IV

en Sexo con maduros

     La dejé en la estación y volví a mi vida; esa vida vacía que ya nunca volvería a ser la misma.

     Dos días después la echaba tanto de menos que cuando me llamó tuve una erección solo oyendo su voz cantarina al otro lado.

          -Te echo de menos nenita

          -Y yo a ti

          -¿Cuando vuelves?

          -Tengo malas noticias, la chica que me iba a sustituir ha tenido un percance y tengo que quedarme al menos tres semanas más antes de incorporarme en el nuevo puesto allí.

          -Joder tres semanas es mucho tiempo

          -A lo mejor puedo escaparme algún fin de semana

     Colgué descorazonado esperando encontrar la manera de verla antes de tres semanas.

     Me cruzaba a diario con Marta y esta me recordaba a su prima, no porque se parecieran sino porque era el único nexo de unión con Iria. Ese día me saludo con picardía como hacia siempre.

     Ambos mirábamos el correo, se estiró y me fijé en su culito, en ese momento se giró y se dio cuenta que la estaba mirando.

     En ese momento entró otra vecina y se puso a hablar con Marta. Llegó el ascensor, ellas entraron y después yo. Como me bajaba el último me puse detrás y  mientras hablaban noté como Marta pegaba su culo a mi paquete.

     Por más que intenté reprimirlo me excitó el roce y ella pudo notar mi erección pegada a sus nalgas. Me separé unos centímetros, pero de nuevo volvió a pegarse a mí, mientras mi vecina ajena a todo seguía hablándole de otro vecino.

     Me alegré de no estar solos, pensé mientras llegamos a su piso y tras una amplia y pícara sonrisa se despidió y salió del ascensor.

     Llegué a casa empalmado y enfadado por ello, aunque llevara dos semanas sin sexo no era excusa antes de Iria estaba más, mucho más tiempo.

     Ese fin de semana decidí darle una sorpresa e ir a ver a Iria, aunque hable con ella no le dije nada de mi visita.

     Me inventé una salida de pesca con unos amigos, al no conocerlos mi mujer no había manera que descubriera el engaño.

     Nada más llegar a su ciudad le mandé nervioso un Whatsapp:

          -“Me muero por verte”

          -“Yo también” “incluso lo miré, pero tengo una cena el domingo y los horarios de tren no iban bien”

          -“Yo también me plantee  ir a verte”

          -“¿De verdad lo harías?”

          -“Por supuesto mi niña”

          -“Por fa ven a verme la semana que viene, prometo hacer que te valga la pena”

          -“Preferiría no tener que esperar tanto para verte, te mando foto de lo que estoy viendo ahora mismo”

     Hice una foto del portal de su trabajo y se la envié. La doble marca azul me indico que lo había visto, durante unos segundos nada, después vi como se había desconectado del Whatsapp y por primera vez temí haber metido la pata. Aunque me hubiera dicho un día antes que no tenía planes eso no significaba que obviara contarme algo y temí haber sido inoportuno.

     Dos minutos después seguía de pie en la acera sin saber qué hacer y entonces oí la puerta abrirse y la vi un segundo antes de que se lanzara a mi cuello sin titubear.

          -¡Que sorpresa! Con las ganas que tenía –dijo antes de besar mis labios-

     Mi cuerpo se relajó y al momento volvió a tensarse esta vez por su proximidad, su olor, su calor y mi excitación por todo ello.

          -De saber el recibimiento habría venido antes –dije riendo-

          -Me derrito solo de pensar que en un rato podré tenerte entre mis piernas –me dijo al oído antes de pasar su lengua juguetona por mi cuello-

     Dios mi polla dio un respingo dentro de mi pantalón, nada quedaba ya de ese hombre poco expresivo y aun mas poco dado a demostrar cariño en público, allí estaba mi nuevo e irreconocible yo comiéndole la boca a esa chiquilla en mitad de la calle.

          -¿Cuánto te falta para salir?

          -Aun dos horas, va a ser una eternidad sabiendo que estas aquí –dijo dándome piquitos-

          -Te espero en ese bar en dos horas preciosa –dije dándole una palmada en su precioso y redondo culito-

     Pasó parte de esas dos horas mandándome mensajes incendiarios, mientras los recibía miré a mi alrededor y vi a un grupo de hombres de mi edad, que ajenos a mi escrutinio tomaban unas copas comentando sus días, me recordaron a mi antes de Iria; por un momento  envidié su despreocupación, pasaban de  todo lo que no fuera pasarlo bien sin complicaciones.

     Entonces entró Iria y los cuatro miraron a mi diosa andar hacia la barra contoneándose con una sonrisa en los labios; llevaba una falda estrecha por debajo de las rodillas, arriba a modo de camisa llevaba un chaleco abrochado, que se ceñía a su cuerpo acentuando sus generosos pechos que se intuían por arriba, para acabar unas sandalias de tacón que hacían más largas sus piernas y estilizaban su curvilínea figura.

     Lo que llamó mi atención fue ver que se había desmaquillado y su cara limpia, sus ojos expresivos, sus mejillas sonrosadas y su boca grandecita de labios carnosos contrastaban con la sofisticación del vestuario, pero precisamente eso era lo que la hacía irresistible,  esa mezcla de niña-mujer era enloquecedoramente sexi y ella lo sabía.

     Los cuatro hombres la siguieron con la mirada sin ocultar su admiración y ella ajena a todo se acercó a mí y entonces me sentí el hombre más poderoso del mundo, esa era la diferencia entre yo y esos hombres, ellos tenían la vida tranquila que un día perseguí y yo tenía a Iria el sueño que ellos perseguirían el resto de sus vidas sin encontrar posiblemente a sus “Irias”.

          -Hola cariño –dijo besando mis labios sin cortarse-

          -Hola preciosa, estás espectacular

     Pidió un refresco y se bebió medio de un solo trago, mientras yo no podía apartar mi mirada embobada de sus labios húmedos.

          -Me apetece ir contigo en el metro –dijo de repente-

          -Vamos donde quieras y como quieras pero vamos donde pueda tocarte –le dije desquiciado por la necesidad-

      Me cogió de la mano y mientras dejaba un billete tiró de mí, salimos del local ante las miradas curiosas de esos hombres, al ver a esa chica manosear y besar a un hombre maduro que podría ser cualquiera de ellos.

     Entramos en el metro y nos quedamos de pie uno frente al otro.

          -¿Dónde me llevas Iria?

           -A mi apartamento, me han dejado quince días más. ¿No quieres?

           -Si mi niña, tengo muchas ganas de sacar tus tetitas por ahí arriba –le dije mirando su escote-

      Ella suspiró y vi como cruzaba más sus piernas apretándolas y demostrándome claramente su excitación.

          -¿Quieres saber lo que haré contigo?

          -Si

          -Voy a sobarlas una vez fuera y luego las lameré y morderé hasta que grites…

          -¡basta!

          -¿No quieres saberlo?-pregunte en tono inocente-

          -si quiero, pero…

     Ella se giró agarrándose a una barra a la altura de su cintura, yo dejé mi bolsa en el suelo ante sus pies y me pegué más a ella, quería que sintiera en su culo mi excitación.

          -¿Ves cómo me tienes niña?-le dije frotándome, mientras me agarraba también a la barra-

     La gente sentada justo antes de nosotros nos daba la espalda y no podían ver más que dos personas de pie al fondo.

          -Está muy dura-dijo con voz entrecortada-

     Discretamente bajé un poco el torso y metí mi mano entre sus piernas bajo su falda.

          -Quiero comprobar si de verdad tienes ganas

     Toqué su braguita húmeda y enloquecí de deseo al notar su respuesta, froté mis nudillos y ella jadeo débilmente.

          -No pares Agustín

     No pensaba parar pero ahora no me pararía nada ni nadie, me colé bajo sus bragas y toqué su carne caliente, separé los labios de su sexo y penetré con tres dedos su vagina. Ella se balanceo buscando mayor y más profundo contacto mientras yo le di lo que demandaba hasta que se corrió mirando al suelo y mordiéndose esos labios que tanto deseaba.

     Llegamos a la parada, apenas podía respirar de lo salido que estaba y al entrar en su portal devoré su boca y ella la mía.

     Mientras abría la puerta de su casa saqué sus tetas como le había dicho y a duras penas cerré la puerta con el pie, mientras las devoraba ansioso, mordía y succionaba los pezones, luego agarrando la puntita de estos entre mis dientes tiraba de ellos enloquecido mientras subía su falda y tiraba de sus bragas, ella no se quedó quieta y ya me había sacado la polla del pantalón, me la meneaba con una mano, mientras con la otra sobaba descarada mis pelotas.

     Podía haberme corrido en ese instante, pero necesitaba estar dentro de ella. La empujé por un pasillo, la pared del final era toda de baldosas de espejo y ante la pared una estrecha mesita auxiliar. La llevé hasta allí arrastrándonos ya que sus bragas a medio muslo y mis pantalones igual nos impedían andar bien.

     Apoyó las manos en la mesa y mirándome a través del espejo dijo:

           -Fóllame, necesito tenerte dentro

          -Si preciosa

      Llevé mi sexo a su entrada ella subió las caderas, empujé con toda mi alma, grité mientras mi polla era literalmente engullida por su coñito y una vez dentro la apretaba con los músculos.

     Agarré su carne y apreté mientras empujaba con fuerza, como un poseso mirando su cara de placer en el espejo.

          -¿Te gusta que te de fuerte preciosa?

          -Sí, no pares porque estoy a punto de correrme –dijo meneando las caderas-

    Miré la imagen que me devolvía el espejo, ella con cara de placer absoluto, sus tetas escapando por encima del escote balanceándose a cada arremetida, mis manos aferrando sus redondas caderas, mis dedos clavándose en su carne… era lo más excitante que había visto jamás.

          -No puedo resistirte más niña

         -No lo hagas, quiero tu semen dentro

     No me hice derogar empujé con fuerza y me desbordé en su interior; un primer chorro se estrelló en las paredes sensibles de su vagina y entonces ella se corrió, sus espasmos siguieron  vaciándome, estrujándome, succionándome…

     Fue el primer polvo del fin de semana y a este le siguieron tres más por mi parte y algún orgasmo extra entre los míos para ella, ni yo mismo podía creer mi actividad sexual.

     Volví a casa en una nube de la que no bajé hasta una semana después cuando en una de nuestras llamadas me entere de que al final se anulaba el traslado de momento, ella vino un par de veces, en las que sucumbimos a la pasión casi enfermiza, pero yo no pude volver a escaparme.

     Me encontraba con Marta a diario, verla me recordaba a su prima, no por parecido sino porque era nuestro nexo de unión

     En uno de nuestros pocos encuentros Iria me espetó:

          -Creo que deberíamos darnos un tiempo, estoy liada y creo que ahora no quiero una relación, además esta es demasiado complicado.

          -¿Que ha pasado Iria?-sabía que algo pasaba-

     Después de mucho insistir se sinceró. A una compañera de trabajo la había dejado su marido por una chica más joven, esta estaba destrozada y ella no quería hacer lo mismo. Además apenas nos veíamos y todo era demasiado complicado

     Volví a pensar que para ella solo era un entretenimiento y que se había cansado de su nuevo juguete.

     Estábamos en casa de su prima y esta la llamó recordándole que habían quedado en un rato.

          -Lo siento Agustín, me encantas pero creo que ha llegado el momento de pasar página.

     La miré mientras se cambiaba de ropa y me excitó como siempre. Me odie por ello, porque a pesar de todo seguía deseándola. Querría ser como ella y ser capaz de olvidar. Estaba furioso conmigo mismo.

     Se fue al día siguiente sin mirar atrás y no supe de ella en las siguientes semanas, al principio cada vez que me cruzaba con Marta y volvía a recordarla salía a flote mi rabia, pero poco a poco empecé a olvidar y a ver las cosas de manera distinta, empecé a pensar que debía dar gracias porque sucedió y no lloriquear porque se acabó.

     Seguí encontrándome con Marta y ella siguió sonriéndome y saludándome con picardía, pero no pasaba de ahí.

     Llevaba casi un mes sin verla cuando una noche al volver de cenar con mis amigos me paré en el bar y nada más entrar la vi sentada en la barra.

          -Hola Iria estas esplendida

          -Hola Agustín tú también

     Charlamos de banalidades unos minutos, no me importaba que pudieran vernos, total éramos solo dos conocidos charlando.

          -Te he echado de menos –dijo ella de repente-

          -Yo también

          -¿Crees que me equivoqué? –me preguntó-

          -Sinceramente creo que no, creo que se había convertido en algo obsesivo y nos ha venido bien levantar el pie del acelerador, aunque cueste -le dije de repente sabiendo que era la verdad-

          -Estoy de acuerdo, pero me gustaría que pudiéramos ser amigos

          -A mí no me importa, no te he llamado porque creía que eras lo que querías

          -No, mi idea era frenar algo que se nos iba de las manos

     En ese momento se acercó un hombre y se puso a hablar con ella, supe que se conocían desde la última vez que estuvo y sentí celos, me cabreó pensar que el podía ser el siguiente en recibir sus atenciones.

     Media hora después decidí que tenía suficiente.

          -Me voy a casa

          -Yo también –me sorprendió ella-

     Salimos en silencio y entramos igual de silenciosos en el portal. No quería hablar, porque no quería que notara mi cabreo.

          -¿Entonces quieres que seamos amigos? –dijo ella-

          -Iria podemos ser amigos si es lo que quieres

          -Claro que quiero

          -Vale aclarada nuestra relación de amistad ¿puedes hacerme un favor?

          -Claro Agustín ¿qué quieres? –dijo risueña-

          -Sígueme

     Al lado del ascensor había un tramo de escaleras y al final de estas un descansillo en el que había la puerta de los contadores.

     Ella bajó las escaleras tras de mí, empujé la puerta para que no se nos viera desde arriba y le dije.

          -¡Ponte de rodillas Iria!

          -¿Porque? -preguntó incrédula-

          -Porque yo he aceptado tus reglas y estas son las mías. Lo tomas o lo dejas –le dije con rabia-

     Ella creía que me iba a convertir en su amiguito, el que esperaría impaciente un par de palabras amables, mientras ella como acababa de hacer quedaba con otros. Si era eso lo que quería yo quería mi parte del pastel.

     Entonces me dio un bofetón en la mejilla y pensé que me lo merecía volviendo a la realidad, cuando esperaba que se fuera tras el bofetón volvió a sorprenderme y se arrodilló a mis pies, desabrochó mi pantalón y a pesar de todo mi polla saltó como un resorte.

     Sacó la lengua y empezó a lamerme, a cada lamida me sentía más miserablemente excitado

          -¡Para! -le pedí empujando sus hombros-

     Ella me agarró del culo y se metió casi toda mi polla dentro de la boca; en ese momento se encendió la luz y ella no paró de engullir, lamer y hasta mordisquearme. Su boca estaba volviéndome loco.

     Cuando oí el ascensor le dije flojito:

          -Para vas hacer que me corra.

     Me miró unos segundos y volvió a dejar resbalar sus labios por mi estaca, esta desapareció casi por completo en su boquita y estallé llenando su boca de espeso semen, la sacó un poco y otro chorro cayó en sus labios y sus mejillas.

     En ese momento y con esa imagen de su carita llena de semen se apagó la luz. No podía verla, pero si oí como se incorporaba y como subía la escalera. Una vez arriba abrió la luz y me miró.

          -Nos vemos “amigo”

     No volví a verla esa vez pero tres días después me llamó, no hizo referencia a lo ocurrido y así empezamos a ser “amigos”. Hablábamos casi todos los días, me contaba cosas de sus días, yo de los míos y fue así hasta que volvió dos semanas después.

     Estaba dispuesto a no volver a meter la pata y a no dejarme dominar por la pasión.

     Nos vimos el viernes y tomamos algo en el bar, el sábado por la tarde volvimos a tomar un refresco en una terraza como los amigos que habíamos decidido ser. Por más que me costara estaba decidido a no dejar que me dominaran mis bajezas.

     Me contó que salía esa noche con su prima y unas amigas y yo le dije qué mi mujer también salía. Charlamos un rato más y se fue.

     Esa noche decidí no salir de casa, cené temprano y me puse la tele. A las diez sonó el timbre, pensé en quien sería ya que la vecina estaba con mi mujer y ella estaba con su prima.

     Abrí la puerta y era Iria.

          -Me aburría y he pensado que mi “amigo” estaba solito. ¿Puedo quedarme un rato?

          -Claro se ha ido hace media hora y tiene que llamarme al volver porque tengo que meter el coche en el garaje.

          -Perfecto

          -¿Quieres beber algo?

          -No

     Me senté en el sofá y vi alucinado como ella llevaba las manos a su nuca y tiraba de una punta de tela de su vestido largo, la tela resbaló por su cuerpo desnudando sus pechos, su torso, su sexo, sus piernas y cayo a sus pies dejándola completamente desnuda.

          -Iria no deberíamos…

     Las palabras murieron en mis labios cuando ella dio dos pasos y se plantó ante mí, se agachó y cogiendo mi mano la llevó a su sexo lampiño.

     Aunque estaba decidido a no volver a caer en su influjo me encontré acariciando su pubis, acercando mi cara para oler su sexo y entonces volví a perderme.

     Levantó su pie y lo apoyó en mis muslos mientras agarrando mi cabeza pegó mi cara a su sexo.

          -Chúpame “amigo”

     Perdí mi decencia en ese coñito, degustando el manjar de los dioses con gula hasta hacer que gimiera y se corriera en mi boca, mientras sacaba mi inhiesto sexo que necesitaba unirse al festival  para los sentidos que era su memorable cuerpo.

     Tiré de ella ayudándola a cabalgar sobre mí, apretando su culo mientras aun de sentado subía las caderas para entrar más profundamente en ella.

     Estaba sentado con ella ensartada, me eché un poco hacia atrás y sus pechos rozaron mi boca, mordí con fuerza sus pezones tras lamerlos hasta que gritó, entonces deje sus caderas para azotar su culo con dureza. Ella jadeo, ¿de dolor? No lo supe. Repetí varias veces mientras ella se movía con furia rozándose mi polla sin dejar escapar un milímetro.

     Necesitaba más y la aparté, la puse de rodillas y de pie tras ella volví a penetrarla con dureza, estaba furioso por sentir lo que sentía solo en su cuerpo, sabiéndome a sus pies quería demostrarle que era yo quien llevaba el ritmo.

     Miré su culo rojo por mis azotes y volví a darle, ella gemía sin intentar huir ni de mis arremetidas, ni de mis azotes.

     Salí por completo y volví a arremeter varias veces y en una de mis salidas mojé mis dedos en su vagina y los saqué para meter mi polla y llevar mis dedos a su culo.

     Empujé dos de golpe que lubricados vencieron la resistencia de su ano, a pesar de sus quejas los metí hasta el fondo, no quería ser suave quería que me sintiera bien.

     Ella jadeaba por la doble penetración loca por correrse y cuando estuvo a punto saqué mi polla, luego mis dedos y llevando está a su entrada posterior espoleé con la misma dureza que antes había usado con mis dedos y ella dio un alarido.

          -¿Quieres que pare? -fingí compasión-

          -No –contestó digna-

     Empujé más y más al borde de mi aguante, vi entonces que ella llevaba una de sus manos entre sus piernas y no pude más, me corrí como un loco en su culo y al segundo ella se retorció debajo corriéndose también.

     Unos minutos después se vistió en silencio como la última vez y me dejó con mis demonios, estos me repetían que estaba atado a ella y que mendigaría lo que ella quisiera darme.

 

     Cenamos con unos amigos y al volver a casa mi mujer subió mientras yo aparcaba, al subir me encontré a Marta en el portal, esta me saludó como siempre.

     Entramos juntos en el ascensor, volvió a colocarse como aquella vez y volví a sentir su culito en mi sexo que de nuevo después de  un mes de inactividad cobró vida.

          -Me encanta sentir tu polla  dura

          -Marta deja de jugar, ya sabes lo que hay

          -Sí, Iría me lo ha contado, sé que aunque seáis solo amigos de vez en cuando no puede evitar un revolcón contigo.

     Me dolió verme relegado a un simple revolcón y más saber que era algo que no podía evitar, o sea que lo había intentado.

     Aun así aparté el culito de Marta, por más tentador que fuera no quería mas líos.

          -¿No puedes ser también amigo mío?

          -Marta ve a casa –le dije cuando paró el ascensor-

     Ella se bajó algo reticente y yo subí enfadado de nuevo con Iria, sintiéndome un pelele en sus manos.

     Mi mujer ya se había acostado y fui a beber a la cocina. Mientras bebía vi luz en la cocina de mis vecinas. Marta me miró y yo no disimulé. Ella se desnudó en medio de la cocina, tiró de una silla y separando las piernas empezó a masturbarse, solo yo podía verla por el patio de luces.

     Mi sexo se removió de nuevo, la imagen de Iria volvió a mi mente al igual que las palabras de Marta y la rabia se apoderó de nuevo de mis actos. Saqué mí ya dura polla y empecé a meneármela al ritmo de los dedos de Marta.

     Pude distinguir como metía y sacaba varios dedos de su sexo y recordé cuando mi polla había estado allí.

     Cuando volví a mirarla me hizo una señal con su mano pidiéndome que bajara. Sin querer pensar más solté mi sexo dentro del pantalón y salí de la cocina, y en el salón grité a mi mujer que ya estaba en la cama.

          -Voy a tirar la basura

     No hubo respuesta y deduje que estaba dormida antes de cerrar la puerta y bajar al piso de abajo. Toqué con los nudillos y me abrió Marta desnuda y dispuesta.

     Mientras mis manos aferraban sus pequeñas tetas de pezones diminutos ella desabrochaba mi pantalón y liberaba al monstruo.

     La apoyé en la mesa y sin pausa para no pensar de un solo empujón la penetré, entré y salí de su coñito chorreando. Mi mente me gritaba que no era Iria, pero mi cuerpo quería saciarse en ese cuerpo en que si tenía el poder.

     Su coñito me recibía pero no me engullía, su cuerpo era bonito pero no me enloquecía, sus grititos eran excitantes pero no me hacían perder la cordura y ese era su fuerte. Que no fuera tan arrebatadoramente perfecta para mí como Iria la hacía de lo más excitante.

     No me sentía mal porque ella sabía lo que había y aun así le gustaba arañar un ratito de placer al destino.

     Durante veinte minutos poseí el cuerpo de Marta, disfrutando de el al máximo y dando todo para que ella lo disfrutara.

          -Me encanta como me follas

          -¿Cómo te follo Marta?

          -Como alguien que solo busca el placer del cuerpo dejando la mente junto a la ropa.

     Empujé cien veces, en cien posturas y al final después de tres orgasmos por su parte me corrí en su vientre plano, en sus tetitas y sobre sus rubios pelitos púbicos.

    

     Y como colofón final un ruido nos alertó, me giré y el alma se me cayó a los pies al ver a Iría en el portal.

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