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Adios a la ñoña III

en Sexo con maduros

Mi mujer llegó a media tarde y ya estaba puesta hasta la colcha, a pesar de tener una excusa por si no estaba.

No quedaba ningún rastro de Iria en la casa, pero cuando me senté en el sillón frente a la puerta del salón, me excité al recordar allí a esa chiquilla de mejillas arreboladas, ojos brillantes y cuerpo de escándalo, al menos para mí.

Era martes por la noche y aún no había podido cruzar con ella más que un par de saludos fugaces, llevaba dos días mirándola en la distancia, incrementando a cada minuto las ganas de ella.

Se sentó en la mesa de al lado con su prima y ambas nos saludaron.

No podía dejar de escuchar su conversación mientras lanzaba miradas a sus piernas desnudas y las recordaba alrededor de mis caderas.

-Mañana puedes irte tranquila prima; yo iré al centro y luego nos vemos para cenar.

-¿Estas segura de que no te aburrirás?

-Seguro prima –dijo mirándome de reojo-

Durante unos segundos pensé como escaparme y encontré la excusa perfecta.

-Por cierto recuerda que mañana no voy a comer en casa –le dije a mi mujer sabiendo que Iria me escuchaba-

-¿Y eso?-dijo esta sin prestar demasiada atención-

-Te lo dije hace unas semanas vamos a la casa de ese amigo a ayudarle a mover unas cosas –vi como Iria sonreía entendiendo la jugada-

-Vale –dijo girándose hacia su amiga, para a continuación quedar con esta-

Cuando salí de casa por la mañana y me fui al bar, estaba nervioso como un chaval. Ella ya estaba en la barra y me puse a su lado.

Por si alguien conocido miraba nos saludamos como siempre, fría y cortésmente como cualquier vecino.

-¿Me sigues o te sigo? –preguntó bajando la voz-

-Sígueme Iria

Salí del bar y fui hacia el garaje donde estaba mi coche, dos calles después me metí en el garaje publico oyendo el repiqueteo de sus pasos a mi espalda. Me paré en el ascensor y ella paró a mi lado. Juntos entramos en el ascensor y allí a solas tiré de ella y devoré su boca.

Cuando paró sin ganas dejé de besarla y le dije:

-¿Dónde quieres que te lleve?

-Me da igual, a un sitio donde podamos follar –se avergonzó al pronunciar la última palabra-

Me encantaba esa faceta tímida que a veces hacia aparición. Cuando me miraba así, recordaba momentos en los que perdía por completo la vergüenza.

-Poder, poder; podemos aquí niña. No creas que me costaría demasiado –llevé su mano a mí duro sexo-

Ella jadeo y apretó mi paquete por encima del pantalón mirándome con inocencia. La deseaba tanto en esos momentos que no pensé en quien pudiera vernos, la llevé al rincón más oscuro de mi plaza de garaje y metí mi mano bajo la falda de su vestidito de flores veraniego. Aparté la braga y jadeé al encontrarme con su coñito de lo más dispuesto, mojado y caliente…

-Sí que podemos corazón, desabrocha mi pantalón –dije entre jadeos flojitos a pesar de que por ahí no había nadie-

Ella en un suspiró tuvo mi polla en su mano, un minuto después la meneaba con suavidad mientras gemía con mis dedos ya bien dentro de su sexo.

No más de diez minutos después gemía mientras empezaba a correrse y yo no podía más, la apoyé en el capo del coche, la senté y sin quitarle ni las bragas se la metí hasta el fondo de su vagina.

Ambos jadeamos totalmente entregados al frenesí, nos movíamos juntos buscando más y mejor unión.

-No pares Agustín voy a volver a correrme. Te he echado tanto de menos estos días…

Di un alarido antes de vaciarme en su coñito oyendo y sintiendo en mi polla su propio orgasmo.

Un minuto después tras limpiarnos con unas toallitas húmedas nos colocamos la ropa y aun con las respiraciones entrecortadas nos subimos a mi coche.

Ella se recogió el pelo en un gracioso moñito alto y se puso unas gafas de sol extra grandes que la hacían parecer una actriz de los ochenta.

-Este día no podía haber empezado mejor –dijo mientras se escurría en el asiento del copiloto-

Conduje una hora y paramos a tomar algo cuando nos alejamos. Charlamos de todo un poco, quería saber más de ella. Así fue como me enteré para mi felicidad absoluta que no se iba tras el verano.

-Que noticia tan buena, me veía llorando de tren en tren para ir a devorarte –dije riendo-

-¿Hubieras venido?

-Nena iría donde hiciera falta para conseguir un poco más de lo que me diste el otro día y esta mañana.

Ella sonrió y siguió contándome mil cosas.

Intentaba pensar donde parar a comer ya que eran más de las dos, entonces pasamos ante un desvió que indicaba que había una playa, ella me pidió que lo cogiera y obedecí.

Paré el coche ante una arboleda con un camino en el centro que debía llevar a la playa del cartel.

-Vamos a darnos un chapuzón antes de comer

-No llevo bañador –le dije viéndola encaminarse hacia la arena-

-Yo tampoco llevo –la vi  bajarse el vestidito y quedarse en ropa interior-

Saltaba por la arena hacia la orilla mientras se deshacía del sujetador, luego se quitó las braguitas y las dejo también tiradas. Madre mía pensé mientras a toda prisa me desnudaba para reunirme con ella. Mi cuerpo ardía al contacto con el agua helada.

-Ven chiquilla –le grité-

Ella nadó hacia mí y de un salto se subió agarrándose a mi cuello, sentir la tibieza de su cuerpo rodeados del agua helada era una sensación maravillosa.

-Aunque ahora no lo parezca, antes de conocerte era de lo más ñoña

-Pues no lo parece chiquilla –sobé sus tetas redondas-

-Mira, del frio –echo atrás los hombros para que viera bien sus pezones-

-Vaya, ¿solo están así por el frio? –dijo fingiendo desilusión-

-Y por ti… pero más por el frio –dijo nadando hacia la orilla-

Salió del agua y cogiendo su toalla se enrolló con ella, cuando salí la abrió:

-Corre ven –dijo ofreciéndome la toalla y su calor-

Secarnos solo fue la excusa para acariciarnos, una vez secos no hacia frio y estirando la toalla nos tumbamos en el pequeño recodo de arena donde solo estábamos nosotros dos.

Eran tramos de playa salvaje en los que la gente iba para estar solos y cuando alguien veía el coche ya paraba más atrás o adelante buscando la intimidad. Además era entre semana y eso estaba de lo más solitario.

-Me gustaría poder quedarme aquí –dijo ella risueña-

-Puedes hacerlo

-¿De verdad?

-Sí, puedes quedarte media horita sola o venir y luego volver

-Prefiero esperarte aquí

La besé en los labios y me fui, recordé haber visto un sitio de esos de comida rápida. Aparqué fuera, entré y salí en menos de un cuarto de hora y volví donde estaba, desde lejos vi a mi sirenita sobre la toalla completamente desnuda. Mi polla ya palpitó juguetona.

Antes de llegar a su lado se incorporó y me sonrió.

-Um… me vas a malcriar, me follas como un salvaje, me escuchas, me llevas a la playa y ahora me traes mi comida preferida en este lugar paradisiaco, ya si después hay siesta estaré en la gloria

-Pues espera a ver cómo te despierto de la siesta

Comimos entre risas y confidencias varias y después nos tumbamos en la toalla, donde nos quedamos dormidos.

Desperté casi a media tarde con ella pegada a mí, me aparté y separé sus piernas para ver su sexo, aun dormía cuando bajé la cabeza para probar ese rico manjar.

Pronto despertó, oí sus típicos jadeos y no dejé de lamer cada rinconcito, mordí y chupetee hasta que se retorció con un orgasmo.

-Ven –le dije tirando de ella-

La llevé en volandas al agua e hice que enroscara sus piernas a mi cuerpo, su coñito rozaba mi erección y agarrándola del culo la fui bajando, clavándola lentamente.

-Que rico es esto –dijo ella de nuevo dispuesta-

Realmente follar con esa chiquilla era lo mejor me había pasado en la vida, pensé subiendo y bajando su cuerpo con la ayuda del agua.

Nunca había penetrado a una mujer ni de pie, ni en el agua y era buenísimo sentir el frio del agua con el contraste de su interior caliente.

Ella se retorcía mientras ambos devorábamos nuestras bocas sin parar de subir y bajar, llevándome de nuevo al borde del abismo.

Ande con ella hasta la orilla y la baje, me senté en el borde y ella abriéndose volvió a clavarse tan despacio que grite al tenerla sentada sintiéndome completamente en su interior.

Agarré sus tetas y pellizqué sus pezones mientras ella se movía en círculos, gimiendo. Pellizqué con fuerza sus pezones y ahora ella gemía con más fuerza. Separé un poco las piernas y sentí el agua chocar contra mis testículos llenos de nuevo para esa diosa que empezó a moverse más deprisa y más fuerte buscando su propio orgasmo.

Este la pilló desprevenida y gritó como una loca, sus espasmos apretaron tanto mi sexo que no pude controlarlo y me corrí de nuevo en su interior mientras sentía literalmente como su coñito estrujaba para sacar hasta la última gota de mi semen.

Durante los diez días siguientes aprovechamos cualquier momento que nos regalara el destino para amarnos descontroladamente en cualquier sitio, era como si tuviera de nuevo veintitantos como ella, ya que me contagiaba su vigor y su entusiasmo en cada roce. Los dos experimentamos juntos cualquier postura y situación que se nos ocurriera como si al conocernos nuestras vidas sexuales empezaran de cero ya que en cierto modo así era porque nunca el sexo había sido así.

Ella se iba pasado mañana y me sentía enjaulado al no poder escaparme ese día, hasta el día siguiente no podría despedirme de ella.

Aunque iba a volver en una semana yo sabía que se me haría eterna sin ella, ya que aunque no pudiéramos escaparnos al menos nos veíamos a diario.

Esa misma tarde nos encontramos en el parque, bueno hicimos de vernos más bien. La esperaba sentado en un apartado banco lejos de miradas indiscretas, porque aunque solo fuéramos a hablar unos minutos, no queríamos hacerlo ante todo el barrio.

La vi llegar a lo lejos y pensé en mi suerte mientras esa criatura se acercaba. Llevaba una faldita ligera de rayas por debajo de la rodilla y una camiseta, ambas prendas no eran nada sexis hasta que ella se las calzaba y entonces esa insignificante falda se pegaba a sus caderas al andar, esas caderas que eran mi perdición. La camiseta era simple, aunque algo escotada y dejaba entrever sus preciosas y redondas tetas. Toda ella era un clamor a la lujuria y para compensar eso, su rostro de grandes y expresivos ojos la hacía parecer una niña buena, hasta que mirabas su boca grande de labios gordos y te hacían desear morderlos hasta hacerla gritar. No llevaba maquillaje y eso acentuaba más su juventud y lozanía.

-Hola cari –se sentó a mi lado-

-Hola preciosa. Tengo ganas de que sea ya mañana

-¿Para qué me vaya?-dijo con un mohín-

-No, para aprovecharme de ti. ¿Algún deseo en especial?

-Algo tengo pensado ¿y tú?

-No se Iria has cumplido todas mis fantasías con creces y todas tan bien que me cuesta quedarme con una.

-Algo se me ocurrirá como colofón final, pero es sorpresa –supe entonces que ya tenía algo planeado-

Los nervios y la ansiedad me tuvieron todo el día excitado a la espera de mi sorpresa.

Al día siguiente mi mujer volvía a irse todo el fin de semana con una amiga y el marido de esta y yo no nos reuniríamos con ellas hasta el día siguiente. Eso me dejaba libre hasta para llevar a mi niña al aeropuerto antes de ir a buscar a mi amigo.

Nada más salir mi mujer por la puerta yo salí tras ella en busca de Iria, aun no sabía que haríamos hasta el día siguiente.

Toqué a la puerta y ella me abrió, solo llevaba puestas unas braguitas rojas de encaje que dejaban ver todo lo que había bajo ellas.

Intenté besarla pero no me dejó, me cogió de la mano y me llevó a la habitación de su prima en la que nunca había estado. Me excitó al instante la idea de follarme a Iria en la cama de su prima. No es que ella me excitara, bueno estaba muy bien la chica pero nunca me había planteado mirarla como nada más que una chica que vivía en mi edificio, mona pero ya está.

No sé lo que ella sabía de mi relación con su prima, si la aprobaba o rechazaba, solo sé que sabía lo que hacíamos porque ella me miraba diferente cuando alguna vez nos cruzábamos. Me miraba con curiosidad, algo que yo sinceramente no sentía por ella, ya que no podía pensar en nada que no fuera su primita.

Nada más entrar vi que había unas cintas colgando del cabecero y supe que Iria quería que la atara o atarme, ambas cosas me pusieron a cien.

-Tú me ataste una vez, ahora me toca a mí.

Sonreí para que viera que me gustaba la idea.

Se acercó y empezó a desnudarme, rechazó cualquier intento por mi parte de tocarla, besarla o abrazarla y eso lejos de cabrearme me excitaba aún más de lo que ya estaba.

-Siéntate  en la cama, apoya la espalda al cabecero y sube las manos –su voz se me antojo de lo más sexi-

Lo hice y me ató las muñecas, luego sacó otras cintas más largas que no había visto y ató también mis pies. Mi polla ya empezaba a apuntar al techo, llevábamos dos días sin sexo y eso no era normal últimamente.

-Ahora puedo hacer contigo lo que quiera –dijo poniéndose en pie sobre la cama-

Asentí viendo cómo se acercaba peligrosamente y poniendo un pie a cada lado de mi cuerpo pegó sus braguitas a mi cara.

Saqué la lengua y lamí la tela mientras ella se apoyaba al cabecero y frotaba más su sexo contra mi cara.

-Aparta la braguita –le pedí-

-No, recuerda que soy yo quien decide –esa voz…-

Fingió enfadarse y se retiró. Se arrodilló a mi lado, acercó un poco la cara a la mía y aunque lo intenté no llegaba a besarla, me estiré y me retorcí sin lograrlo, entonces se acercó un poco y yo saqué la lengua para por fin poder rozar sus labios. Pero al momento también me privó de ese placer y se apartó.

-No seas ansioso cariño –dijo lamiéndome una tetilla-

Sin otro roce que su lengua en mis pezones se volcó en excitarlos, lamio, chupeteo y mordisqueo como si no hubiera mañana.

-¿Te gusta?

-Si chiquilla, todo lo que me haces me gusta

Y entonces mordió con fuerza y lancé un chillido

-¿Todo? –dijo mordiendo con fuerza el otro-

Era una sensación extraña pero el dolor hacia que mi polla se inflamara más aún.

-Todo cielo mío –le dije mirando mi sexo-

Siguió con su tortura, besaba, lamia y mordía cada rincón de mi pecho, mi torso y siguió obviando el trozo de mi cuerpo que más anhelaba sus atenciones. Pasó rozando mi sexo y siguió por mis muslos, mis piernas…

Temblaba de la cabeza a los pies por la excitación que esa bruja lograba en mi cuerpo. Al besar mis muslos movía su culito ante mis ojos y aunque intenté soltarme muchas veces no pude hacerlo.

Más de media hora después necesitaba que pasara a la acción más profunda.

-Por favor Iria necesito más

-Y vas a tener más, ¿quieres enfundar tu cosita en un coñito verdad?

Asentía con la cabeza desesperado por sentir el calor de su sexo abrazando mi polla enhiesta y entonces cogió el móvil, sonreí al pensar que quería hacer una foto, pero vi que mandaba un mensaje.

-Venga nena por favor, no seas mala, dame lo que quiero –supliqué sin vergüenza-

Un ruido me sobresalto, miré hacia la puerta y lo que vi me dejo completamente alucinado. En la puerta estaba Marta su prima.

-¿Que…?

Iria volvió a mi lado y sin sacarme de dudas me besó con pasión, al principio estaba demasiado liado pero como siempre esa boca me hizo olvidar el mundo y le devolví el beso con la misma pasión, odiando no poder agarrarla. Aunque eso solo hacía que el beso fuera más salvaje y desmedido.

Su mano bajó a mi sexo y empezó a menearlo con maestría sin dejar de besarme hasta hacerme olvidar que Marta seguía por allí. Mi olvido solo duro un minuto, ya que mientras seguía disfrutando de la boquita de Iria, otra lengua lamió mi capullo.

Di un respingo al sentirla, Iria se apartó y ambos miramos hacia abajo, mirando como su prima lamia mi polla erecta. Esta palpitó ajena a todo bajo esa ávida lengua que le daba la atención que llevaba tiempo demandando. Entonces supe porque Iria no me tocó, vi en sus ojos que había decidido que fuera su prima quien hiciera los honores.

En ese momento vi alucinado como esta desaparecía entre sus labios y se tragaba más de la mitad, la dejaba salir un poco solo para volver a engullir con ganas.

Quería pensar, reaccionar, hablarlo, pero no lo hice porque en ese momento Iria se puso en pie en la cama y quitándose la braguita se puso ante mí y acercó su coñito a mi boca hambrienta. Solo pude devorarla como había deseado antes cuando sus braguitas me lo impidieron. Jadeé sobre su sexo por el placer que otra boca me daba, saqué mi lengua y atrapé su esencia, hasta que noté las pequeñas convulsiones que sabía ya precedían a su orgasmo. Se apoyó al cabecero a los lados de mi cabeza y gimió mientras se corría en mi boca.

Volvió a colocarse a mi lado y vi como agarraba mi sexo y lo apartaba de la golosa boca de Marta, cuando estaba luchando por no correrme en esa boca.

Ambas se miraron y mientras Iria no dejaba de tocar mi sexo, vi como Marta se desnudaba por completo. Tenía un bonito cuerpo, que cualquiera en mi sitio alucinaría con poseer, yo mismo hubiera flipado unos días antes, pero ahora todo se quedaba corto cuando lo comparaba con Iria.

Marta volvió a la cama y mientras su prima me miraba esta se colocó de rodillas, abierta sobre mí, entonces Iria guió mi polla entre las piernas de su prima y sentí como esta bajaba clavándosela lentamente. Mi cuerpo reaccionó a pesar de que mi mente gritaba que parara.

Marta se la enfundó por entero y empezó a mover las caderas, subía y bajaba sobre mi polla y no pude evitar jadear excitadísimo por el nuevo cariz que había tomado la situación.

-Quiero que disfrutes, un día dijiste que habías fantaseado con hacerlo con dos mujeres y este es mi regalo –dijo soltándome las manos después de hacerlo con mis pies-

Estudié la situación unos segundos mientras Marta no dejaba de subir y bajar, Iria miraba embelesada como mi polla desaparecía en el interior de su prima.

Me miró, vi en sus mejillas rojas, sus ojos brillantes y en cómo se mordía los labios que la escena le excitaba aún más que a mí.

Me deslicé hacia abajo tumbándome más en la cama, vi como ambas estaban pendientes de mi siguiente movimiento.

Apoyé los pies en la cama y dispuesto a todo agarré a Marta de las caderas la empujé hacia abajo para que  nuestras pelvis chocaban. Ella dio un alarido al sentirse fuertemente penetrada.

Iria sonrió cuando la miré mientras le daba fuerte a Marta y decidí mi nueva estrategia.

-Cariño dile a tu prima que quiero que se la meta fuerte y que apriete bien la vagina para que pueda sentir bien su coñito envolviendo mi polla.

Ella encantada se lo dijo y Marta hizo lo que le pedía su prima aún más excitada por la manera en la que yo la ignoraba. No quería su alma, solo quería follarme su cuerpo y necesitaba que quedara claro entre los tres.

Durante unos minutos me enloqueció moviéndose como una posesa ante la atenta mirada de Iria.

-¿Te gusta? –me preguntó Iria excitada-

-Si, lo que más me gusta es que veas como lo hago, ¿Te gusta a ti mirar niña?-dije queriendo que afirmara lo que yo ya sabía-

-Mucho

Marta arqueó su cuerpo y se corrió gimiendo sobre mí. La aparté con cuidado pero al instante y se tumbó a mi lado. Me senté en la cama y poniendo los pies en el suelo dije:

-Ahora tu

Iria saltó literalmente y se clavó mi polla, nada más sentir su estrecho huequito desee correrme dentro, pero su mirada encendida hizo que sacara fuerzas de donde no las tenía y aguanté su danza lenta, estiraba y ralentizaba cada movimiento rotando sobre mí, sudaba como un loco mientras ella jadeaba como una posesa, entre jadeos me dijo al oído:

- Quiero ver como se lo chupas

-Quiero correrme dentro de ti –le dije-

-No, esta vez no.

Salió quedándose al borde del orgasmo y dejándome a mí al borde del mío, encendido y rabioso por no dejarme acabar en ella, me puse de rodillas, abrí las piernas de Marta y bajé a lamerla.

Estaba muy mojada y metí tres dedos en su vagina mientras lamia, ella se retorcía como una posesa cada vez que succionaba su clítoris con rabia casi hasta que esta volvió a correrse, me aparté y le di la vuelta como si fuera una muñeca de trapo, me puse de rodillas y de un puntazo se la volví a hundir hasta el fondo.

-Abre las piernas mi niña, quiero tocarte mientras me la follo –le dije a Iria –

Apoyé una de mis manos sobre los riñones de Marta y sin dejar de hundirme en ella estiré la mano y hundí tres dedos en Iria.

Ambas movían las caderas buscando mi contacto y enloquecí al verlas disfrutar, saque los dedos de una, saque la polla de la otra y cuando lloriquearon me hundí en ambas con fuerzas, sentí mi orgasmo y volví a arremeter mientras me corría en ese coñito extraño, mientras sentía sus orgasmos en mis dedos y en mi sexo.

Unos minutos después Marta desapareció dando las gracias y nosotros nos vestimos en silencio y nos fuimos también.

Pasamos el día juntos, dormimos abrazados en mi casa y por la mañana antes de llevarla al aeropuerto desnudé su cuerpo y mi alma para volver a fundirme con ella. “Mi niña”

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