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Con quien menos lo esperaba III

en Amor filial

     Después de otro intenso fin de semana en familia, volví al trabajo y sentada en mi puesto repasaba la correspondencia, mientras recordaba cómo el sábado por la tarde, mientras las mujeres habían bajado al pueblo, dando un paseo y los hombres veían el futbol mi hermano se coló en el baño donde me duchaba y compartimos ducha.

          — ¿Nos vamos? –la voz de mi tío interrumpió mis pensamientos devolviendo a la realidad

          —Si –le contesté recordando las palabras de mi hermano sobre sus miradas en la piscina.

     Desde ese fin de semana, empecé a ser consciente de esas miradas incontroladas de mi tío,  que de vez en cuando pillaba y algo dentro de mí se encendía y no podía evitar excitarme.

     Íbamos a una reunión y al subirme a su coche cruce las piernas, dejando que la falda subiera, descubriendo casi la totalidad de mis muslos y tras mis gafas de sol disfruté de otra de sus calientes miradas mientras fingía mirar por la ventanilla.

     Unas semanas después, mi hermano me pidió que me quedara al terminar, todos se habían ido, cuando recibí una llamada interna.

          —Desnúdate, deja la ropa sobre tu mesa y vuélvete a sentar.

     Salió de su despacho y vino, se quedó de pie ante mi mesa, imponente, completamente vestido, trajeado. Me encantaba estar desnuda frente a él vestido.

          —Sígueme

     Pasó junto a mí y se dirigió al despacho del tío, retiró su silla y me dijo:

          —Ponte de rodillas –pidió señalando el asiento.

     Me arrodillé en la silla de mi tío y mi hermano dándole a una palanquita la subió, me agarré al respaldo mientras oía como se desabrochaba el pantalón y sin previo aviso me la metió.

     Mi hermano, me conocía como nadie y sabía que estaría excitada, la situación, el sitio…

          — ¿Te pone, ponerle, verdad putita? Te gusta saber que le excitas –dijo agarrándome los pechos.

     Me folló con dureza en la silla, donde el tío trabajaba a diario, hasta que me corrí, luego me folló el culo sobre su mesa y terminó corriéndose entre mis tetas, sentado en su sillón tras mi cuarto orgasmo.

     Al día siguiente, mojé mis braguitas recordándolo, mientras miraba al tío sentado en esa silla, donde mi hermano me había follado la noche antes.

     Unas semanas después, mi padre, el tío y mi hermano, en una comida me pidieron que les reservara un hotel para el siguiente fin de semana, ya que un cliente inauguraba una bodega y estaban invitados. Entre todos decidieron que les buscara un hotelito rural, para que de paso se relajaran un poco el fin de semana. 

     Busqué y encontré en internet un pequeño hotel rural, que además disponía de unas cabañas de dos habitaciones, con jacuzzi. Estaban repartidas cerca de la construcción principal, donde había más habitaciones, el restaurante y la recepción, pero las cabañas gozaban de más intimidad. Me parecieron perfectas, a poco más de un cuartito de hora en coche, de la zona donde estaba ubicada la bodega, les permitiría relajarse. Reservé para que el plan fuera llegar el viernes tarde y relajarse hasta el sábado por la mañana que habían quedado para comer con el cliente y ver sus viñedos, luego podían regresar al hotel y relajarse, hasta la noche para la inauguración y luego volver para dormir y pasar el día también allí, ya que el paquete les regalaba la noche del domingo.

     El jueves, mi padre empezó con un proceso gripal, que empeoró a lo largo del día y ya por la noche se decidió que no podría ir. Ofrecieron su sitio a alguna de las mujeres de los otros dos, pero ya habían hecho planes y entonces vi mi oportunidad.

          — ¿Puedo ir yo?

          —Por mí no hay problema –dijo el tío

          —El tío y yo compartiremos habitación y tú la otra, además conoces al cliente… -dijo mi hermano ante todos.

          — ¿No te aburrirás? –pidió su mujer

          —Que va, me llevaré el ordenador, hay wifi.

     Con todos convencidos, salimos el viernes. Durante el trayecto el tío estuvo de lo más taciturno y lo achaqué a que estaría cansado.

     El sitio, era aún mejor que en las fotos, salimos del hotel por la parte de atrás, seguimos un sendero lleno de plantas y llegamos a la cabaña. Todo el frontal de esta, era un porche cerrado, en madera y ventanales, entramos. El porche estaba dividido en dos ambientes, a la derecha había unas mullidas alfombras, un enorme sofá, un sillón, una mesa baja y en una esquina una bonita chimenea de piedra. A la izquierda tres escalones de piedra y una tarima de madera y piedra ocultaban el jacuzzi, en el que cabían al menos cuatro personas, alrededor había toallas en cajitas de madera con botellitas surtidas de geles y demás.

          —Esto es espectacular –dijo mi hermano, mirando la estancia de techos altos de madera

     Detrás del salón, un distribuidor llevaba a dos puertas, abrimos ambas una frente a otra, las dos eran parecidas y en cada una había lo mismo. Una enorme cama de madera maciza, dos mesitas una mesa y dos sillones y una tele, mas alfombras y cortinas, dándole a todo un ambiente de lo más cálido y acogedor.

           —Os toca dormir en la misma cama –les dije dejando mi bolsa

          —Chicos yo me quedo en esa, vosotros podéis quedaros en esta

          — ¿Nosotros? –pidió mi hermano, mirando a mi tío, intentando descifrarle

          —Es tarde, démonos una ducha y lo hablamos en la cena, o se nos hará tarde, ya has oído al señor de recepción. –dijo el tío entrando en su habitación

     Mi hermano se duchó en silencio después de tranquilizarme y decirme que esperara a la cena, luego me duché yo y los tres, en silencio caminamos abrigados hasta el restaurante.

     Pedimos una botella de vino y la cena:

          — ¿Desde cuándo lo sabes? –preguntó mi hermano, cuando el camarero se fue

          —El sábado, que tu no ibas a venir a la casa de los abuelos y nos fuimos a la cena de esos amigos, volví a por el móvil… -hacía meses que mi tío sabia lo nuestro, me quedé perpleja

          — ¿Porque no has dicho nada?

          —Porque mi opinión, es solo eso una opinión y porque, piense lo piense es cosa vuestra. Por más que crea que está mal, ¿lo dejaríais solo porque yo creo que está mal?

          —No –contesté sin pensarlo

     Mi hermano sonrió ante mi seguridad.

          —En mi defensa ya que soy el mayor y debería ser el más consecuente, te diré que lo intenté.

          — ¿Vas a contarlo?

          —No, si fuera a hacerlo ya lo habría hecho –se adelantó mi hermano

          —Menos mal que al menos uno me conoce

     La cena transcurrió en un clima extraño, cargado de silencios, miradas y sensaciones raras.

          —No quiero que esto nos distancié –dijo mi tío

          —No lo hará, encontraremos la manera de sobrellevarlo –dijo mi hermano, con la seguridad que le caracterizaba.

          —Claro tío –le abrace intentando suavizar el clima

     Una vez dentro, nos pusimos cómodos, mi hermano sacó las cartas y el tío descorchó la botella de vino que nos habíamos traído. Fuera hacia mucho frio pero allí se estaba en la gloria.

     Poco a poco el vino y las cartas fueron relajándonos y tras un par de partidas fui al baño. Cuando regresaba me quedé en la puerta oyendo como mi hermano le contaba cómo había empezado todo.

          —Nunca había estado tan cachondo y cuando me pidió que se la metiera la reconocí, a pesar de todo me frené, pero sabiéndolo ella volvió a pedirme que se la metiera y no pude más…Dios fue el mejor polvo de mi vida. Volví a frenarlo, pero mis padres se fueron de crucero y volví a caer, todo el tiempo que estuvieron fuera lo hicimos como salvajes. Luego intenté alejarme de nuevo hasta el día que nos viste y desde entonces hasta hoy. Me vuelve loco tío.

     Oír a mi hermano me había puesto a mil, me quité el pantalón y volví al salón, pero en vez de ir hacia ellos fui hacia los escalones de piedra, me senté y empecé a quitarme los calcetines largos como medias de futbolista que llevaba.

          —Voy a aprovechar ese jacuzzi, ¿os apuntáis?

     Los dos miraban, alucinados como me quitaba las medias, me ponía en pie y me quitaba el jersey, quedándome solo con el culote y el sujetador de encaje color malva. Se miraron y el primero en levantarse fue mi hermano, se quitó la ropa y en calzoncillos se unió a mí, metiéndose en el agua calentita y sentándose frente a mí. Unos minutos después el tío se despojó de su ropa y vino hacia nosotros. Antes de cerrar los ojos pensé que no estaba nada mal para sus sesenta años.

     Les oía hablar de fondo, bajito y eso junto con el vino y el agua calentita, me estaban relajando y adormilando.

     Debí quedarme dormida, porque de repente noté unas manos acariciando mis pechos sobre el encaje, entreabrí un poco los ojos y estaba todo oscuro, en penumbras. Me pesaban los parpados y me sentía lánguida, caliente y excitada por esas caricias cada vez más insistentes. Pensé que el tío debía haberse ido a dormir y sonreí preparándome para una sesión de placer con mi hermano.

          —Siéntate en el borde nena…así túmbate en la tarima… preciosa, relájate… –hice lo que me pedía, dejándome llevar, por la voz de su figura oscura en la habitación casi a oscuras.

     Solo mis pies rozaban el agua, mientras sus manos ahora recorrían mi cuerpo, insistentes y de nuevo su voz ronca invadía mis sentidos:

          —Es tan suave, caliente y excitante, me enloquece –ronroneó

     Apartó el encaje descubriendo mis pechos, liberando los duros pezones del roce de la tela, para premiarlos, con el roce de su lengua, caliente y húmeda. Pero no se conformó con lamerlos y pronto sus dientes, se clavaron en mi carne sensible, me retorcí bajo su boca, porque lo que empezó siendo simples mordisquitos, pronto se tornaron mordiscos, aunque alternados de tiernos lametones y golosas succiones, que hacían que mi cuerpo temblara como una hoja.

     Mi sexo ardía de anhelo y necesidad, cuando su mano fue bajando y lo palpó sobre el encaje, gimoteé pidiendo más y su mano apretó la tela metiéndola entre los pliegues de mi vulva. Su boca dejó mis pechos y fue descendiendo por mi vientre hasta llegar a mis bragas, entonces tiró fuerte de la tela clavándola en mi rajita y lamió los labios que sobresalían, antes de lamer la tela. Sacó la tela de mi rajita y marcando el bultito de mi sexo lo mordisqueó junto al encaje.

     Me estaba poniendo a cien su juego, deseaba tanto sentirle directamente, que quería llorar de desesperación.

          —Chúpame, chupa mi coño –supliqué desesperada

     Vi en la penumbra, como se apartaba ligeramente y temí que me abandonara, en ese estado, pero lo que hizo fue colocar mis pies en sus hombros, abriéndome aún más y apartando mi braguita bien a un lado, bajó de nuevo a volverme completamente loca con su lengua.

     No podía dejar de gimotear lo más flojito que podía por no despertar a mi tío, esa lengua no paraba y no dejaba un solo rincón sin tocar, pasaba por toda mi rajita, lamia mi ano, la entrada de mi vagina, chupeteaba y tironeaba de mi clítoris… me corrí tres veces en su boca

          — ¿Has notado como se corre, como disfruta del placer…? eso es lo mejor del sexo con ella, nunca dice basta, nunca dice no, siempre está dispuesta a abrir una nueva puerta –dijo la voz de mi hermano

     Las alarmas saltaron, cuando oí la voz de mi hermano a mi lado y supe que no hablaba conmigo, sino con quien estaba entre mis piernas con la respiración acelerada y seguía lamiendo mi sexo palpitante tras tres orgasmos.

     Me apoyé en los codos, mirando como mi tío, lamia mi sexo y metía dos dedos en mi vagina, estaba fuera de sí: yo gemí al sentirme invadida y abrí más las piernas.

          —Quiere más tío, métele otro –le dijo mi hermano con voz ronca

     Mi tío, obedeciendo a esa voz de mando, me miró a los ojos; juntó un nuevo dedo y metió los tres en mi cueva bien lubricada de juguitos, sin apartar la mirada y empujó bien adentro una y otra vez.

          —Ya te dije que no se negaría, mira como disfruta.

      Mi tío, encendido, bajó de nuevo a succionar mi clítoris, mientras me penetraba con sus dedos. No pude más y volví a correrme en su boca.

     Tumbada en la fría tarima de madera, me estaba quedando helada cuando mi hermano, agarrándome, me metió en agua acunándome sobre él como si fuera una niña pequeña.

          —Lo siento nena, sabía que pensabas que era yo, eso me ponía más caliente. Perdóname, debimos hablarlo, pero me pareció más fácil así, pensé que él podía ser tu segunda polla de la que hablamos. Pero si no quieres… él solo iba a tocarte un poco, pero la cosa se nos fue de las manos –me hablaba mientras el tío avergonzado acaba de salir del agua.

     Mi braguita, seguía a un lado y podía notar el bulto de mi hermano, bajo sus calzoncillos rozar mi carne trémula aun y en ese momento, le desee más que nunca.

     Me encantaban todas las aristas de mi hermano, su dureza, su frialdad, su seguridad y esta nueva parte de él, en la que me pedía perdón, por creer haberse pasado. Todo ello le hacía único e irrepetible y terriblemente sexi, sensual y deseable. Pensé sin darme cuenta que me estaba frotando con su polla ya.

          —No seas desvergonzada nena, estoy intentando…

          —Solo un poquito, dame un poquito de esto –le dije sacando su polla del calzoncillo y haciendo un puchero

          —No sé qué voy a hacer contigo –dijo fingiendo cabreo

      Mientras, agarrándome de la cintura y estando como estaba de lado, me levantó con una mano, mientras con la otra guiaba su mástil. Me dejó caer y me penetró. Me abracé a su cuello más fuerte y lo mordí.

     Ahora, me acunaba más deprisa, con más fuerza. Desde cualquier ángulo parecía que me estaba meciendo, pero me estaba follando rico.

          —esto es lo que tienes que hacer conmigo hermanito, follarme como solo tú sabes. ¿Quieres que siga?

          —Me gustaría ver, cómo te da placer

     Tenía las piernas cerradas, pero él metió su mano entre mis muslos y la subió hasta rozar mi botoncito.

     Un minuto después, aun notaba los espasmos del orgasmo entre mis piernas, cuando salí y me lie la toalla, él salió detrás de mí con una malvada sonrisa en el rostro y la polla aun dura.

     Mientras andaba hacia la chimenea, donde estaba el tío, pensaba en mi hermano y en su ansia por dominarme, porque esto solo era una manera más de hacerlo.

     Suya había sido la idea y el deseo de verme entregada al placer de la mano de otro, al que también había elegido él para mí. Porque en todo momento, mi hermanito necesitaba dominar mi placer, para dominarme y precisamente esa necesidad era lo que me enloquecía de él. Su fuerza, su pasión…perder el control conmigo por poseerme…eso me hacía sentir poderosa, no sometida.

          —Lo siento, princesa…como dijo él, se me ha ido de las manos. La culpa es solo mía.

     Dejé que la toalla que cubría mi cuerpo, cayera al suelo, junto a sus pies.

          — ¿Qué haces pequeña?

          —Me senté en la mesa baja, frente a él y separando bien mis piernas le dije:

          — ¿No quieres follarme tío?

          —Más de lo que he querido nunca nada pequeña –suspiro sin apartar la mirada de mi sexo abierto.

     Me acerqué y colocando una pierna a cada lado de su cuerpo, me abrí frente a él. Mientras apoyaba las rodillas a cada lado de su cuerpo y me sentaba en su regazo, liberé su sexo, que quedó entre ambos. Me gustó su glande, mucho más gordo que el tronco, oscuro y brillante apuntaba al techo.

     Me arqueé hacia atrás apoyando las manos detrás de mí en sus muslos y él miró mi pubis embelesado:

          — ¿Estas segura pequeña? –jadeó

          —Si tío, métemela. Fóllate a tu sobrina –le dije excitada

     Suspiró y empujó su polla paseando el glande entre los labios de mi sexo, yo jadeé y encontró la entrada, me agarró de las caderas y me fue clavando en su dura estaca muy despacio. Su gordo capullo rozaba las paredes de mi vagina y me hacía gemir de placer.

     Su mano acariciaba mi vientre y mis tetas:

          —Que buena estas chiquilla

     Me incorporé más y agarró mis tetas y las amasó con ganas, las juntó y hasta se acercó a lamerlas mientras yo movía el trasero, frotándome con los pelillos de su pubis. Me estaba follando a mi tío, que gemía descontrolado dentro de mí, estaba cachondísima. Mi hermano se acercó y vi que se frotaba la polla con algo. Sin previo aviso me empujó contra el pecho del tío y noté la punta de su sexo en mi entrada trasera.

          —Espera… -grité asustada

          —No puedo hermanita, no puedo

     Me aferró de las caderas y fue entrando, en mi culito sin dilatar, notaba como me abría, me escocia, me dolía, pero resbalaba gracias a la crema que se había untado.

          —Joder, noto su polla en tu coño y tu culo esta aún más estrecho

          —Despacio, me duele

          —Tranquila, mi cielo, tranquila –suspiraba excitado

     Me la metió lentamente hasta los huevos, el golpe me clavo más en la polla del tío que respiraba cada vez con más dificultad.

          —Llevo demasiado fantaseando con esto…si no paráis…

          —No voy a parar, hasta llenar su culito de semen, su coñito esta noche es tuyo tío

     Empezó a moverse en mi culo, cada vez más acostumbrado, mi cuerpo resbalaba por la transpiración entre ambos, que se movían al unísono follándome como salvajes, haciéndome sentir ambas penetraciones como nunca…

     El tío aulló y se tensó bajo mi cuerpo, subió las caderas, llegando más adentro aun de mí y se vacío en mi interior, lanzándome a un nuevo orgasmo, mientras mi hermano también llenaba mi culito con su semen y los tres nos movíamos enfermizamente, llegando al súmmum del placer.

     Caí rendida sobre el pecho de mi tío, mi hermano estirando la toalla me tumbo en el sofá, él con otra toalla se sentó en la alfombra y el tío se quedó dónde estaba, la habitación se llenó de suspiros y respiraciones que iban poco a poco acompasándose.

     El frio me despertó, los dos dormían en las mismas posturas. Desperté primero al tío:

          —Tío vamos, te vas a quedar helado

          —Gracias princesa, ha sido la hostia –dijo yéndose a su habitación

      Desperté a mi hermano y nos fuimos juntos a la habitación, el semen me escurría por los muslos al ponerme de pie.

          —Tengo que darme una ducha –le dije señalando mis muslos.

          —Te acompaño

     Nos metimos en la enorme ducha, detrás de una pared embaldosada y él se coló bajo el chorro. Luego apagó el agua y antes de dejar que me mojara me paso el gel.

     Encantada frote su cuerpo con la esponja, mientras me privaba y se enjabonaba la polla y los testículos llenándolos de espuma. Con prisas se aclaró y cuando creí que iba a salir para dejar que me duchara me dijo:

          —Ponte de rodillas, se buena y pónmela durita para que pueda follarte. Me muero por metértela antes de que te limpies, ¿te parece muy depravado?

     Como respuesta, me arrodillé en la ducha y empecé a lamerle, hice que su polla creciera en mi boca tímidamente, lentamente después de la sesión anterior. El separó las piernas y se apoyó en las baldosas y yo lamí sus pelotas, las sobe y volví a su polla sin dejar de acariciarle. Esta se puso dura y entonces me levante y apoyando las manos en las baldosas, separé las piernas y subí el trasero.

     Se colocó detrás de mí y pasó su mano entre mis muslos húmedos, la subió hasta mi sexo y gimió. Me agarró de la cintura y flexionando las rodillas me penetró una y otra vez, hundiendo su falo en mi encharcada vagina. Embistiendo una y otra vez, empujando mí cuerpo contra las frías baldosas, follándome completamente ido, como me gustaba. Mordía mi espalda, lamia mi cuello y no dejaba de asaltar mi cuerpo, empapándose en él. Era como si quisiera borrar cualquier rastro para dejar solo su huella en mí, como si necesitara que su esencia perdurara por encima de todo.

     Mi pelvis se golpeaba una y otra vez con la dura frialdad de las baldosas y su ímpetu, su necesidad me extasiaban, llevando mi cuerpo al culmen del placer, en el que nada importaba, salvo lo que sentíamos, en ese mismo instante, en el que conseguíamos fundirnos en un solo ser. Dejándonos claro que fuera de eso, el resto eran solo juegos sexuales intrascendentes.

     Su mano alejo mi pubis de la pared, sus dedos separaron mi carne y busco el botón que nos llevaría al paraíso, porque nada más rozar mi clítoris estallé y le arrastré conmigo.

     Por la mañana apenas amanecía cuando desperté en sus brazos y hablamos de lo sucedido con el tío, coincidiendo en que nos había gustado la experiencia y la elección del tercero.

          —Supongo que por ser quien es él y porque en todo momento fui parte de todo, me excito muchísimo ver cómo te daba placer y participar en el trio. ¿Te gustaría que lo de anoche se extendiera a todo el fin de semana y que te diéramos placer los dos como quisiéramos?

          —Si –conteste honestamente, recordando sus palabras sobre mi manera de entregarme sin barreras

          —Después de lo de ayer en la ducha, no sé si voy a poder, pero me encantaría al menos ver cómo le convences. Ve primero cielo –dijo besándome en la boca apasionadamente

     Retiré el edredón y desnuda como estaba me dirigí a la habitación de mi tío.

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