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La Crisis 8

en Lésbicos

Estaba molida, no era fatiga corporal, era simplemente el estrés que me producía conducir con el piso nevado; si nada más tuviera alguien que me diera unos buenos masajes, realmente sería bueno; ¿pero y porque no tengo a nadie? Oportunidades no me faltan, nada más Carlos, el amigo del novio de Alicia, es apuesto, amable, educado, y lo suficiente tolerante, para no mandarme a la mierda por hacerme la estrecha, no sé, tímida no soy, pero se ve que no cuajo con nadie, hice mis primeros pinitos al empezar la universidad con mi primer novio, y a pesar que no la pase mal, enseguida me di cuenta que lo mío, no era controlar a nadie, ni que nadie me controlara, y ese fue el tiempo que duro mi noviazgo.

 De ahí en más tuve algunos escarceos, pero cuando me dio la gana, nunca ilusioné a nadie, ni me ilusioné con nadie, por lo que tampoco tuve que recibir reproches. Ahora ya hacía tiempo que al sexo ni caso; entre el entusiasmo de poder ejercer mi profesión, y porque no, el desafío en que me metió mi padrino con Ana, tenía mis neuronas súper ocupadas, como para que ahora me vinieran con el rollo de que podía tener algo especial con Ella.

Tenía que admitir, que le tenía un aprecio particular, pero es que me lo decían como si a todos ellos no les hubiera pasado lo mismo.

Ana se hacía querer sin tratar y aun sin darse cuenta, su carita de niña y el drama que acarreaba, era suficiente para ganarse el cariño de cualquiera, su soledad, su total desapego al mundo, provocaba la necesidad de ofrecerle la ternura que nunca tuvo.

Y pensando en la soledad, me imaginé que debía estar sola y aburrida, así que la llame.

-Hola ¿Cómo te va?, si no te llamo yo, tu nada ¿no te aburriste?

-Hola, no te llamé porque pensé que ibas a estar conduciendo. Y que no, no me aburrí; te dije que quería terminar el cuadro que estaba pintando y ya está, lo terminé, no sé si te va a gustar, pero igual este no te lo regalo.

- ¿Será que por fin pintaste algo bonito?

-Pues más bonito que esto no creo que haya, pero tú veras.   

Seguimos hablando hasta que le trajeron la comida, ahí nos saludamos, y hasta el otro día.

El lunes al llegar escondí el roscón; si lo pillaran, no iba a durar hasta el desayuno.

 Llego la hora de la cafetería, y ahí nos juntamos las cuatro, después de contarnos por arriba, todas las intrascendencias, mientras comían el roscón, les largué de que Ana había desbloqueado el móvil, y comenté lo que había hecho y también que me dijo que no habló con nadie, ni tenía a nadie con quien hablar.

 -Joder-dijo Marina- sacárselo ahora sería un golpe muy grande para ella, sobre todo si estuvo conversando contigo.

 -Sería demostrarle una falta de confianza muy grande, y ahora que está progresando como está- comentó Fernanda.

-No podéis sacárselo, imaginaos que podría pensar de Sara, toda la confianza depositada en ella se iría a la mierda, no tenía necesidad de contarlo aquí, después de todo, solo lo hizo por la preocupación de que no le pasara nada malo – aseveró Julia

Quedamos de acuerdo que lo mejor era dejárselo, aparte que pudiera estar comunicada con nosotros, era una tranquilidad.

Me lleve el pedazo de roscón que había sobrado y fui a encontrarme con ella, y saber en directo como lo había pasado.

Nada más entrar, me saludó con euforia, me abrazó y me dio los dos besos acostumbrados, yo disfrutaba el cariño que me demostraba, tan diferente a unas semanas atrás.

-Por fin llagaste, te extrañé mucho, espero la hayas pasado bien.

-Sí, siempre la paso bien con mis padres, sobre todo si puedo hablar con una muy buena amiga, que sabe desbloquear teléfonos.

-Uf, no te enfades, estaba preocupada, con este tiempo puede pasar cualquier desgracia, mira toma el móvil, vas a ver que no lo rompí ni nada.

-No, Ana, quédatelo, así me sirve para poder seguir hablando con la amiga que te dije.

-La amiga que tú dices, prometió no molestarte mucho.

-No es ninguna molestia. Pero bueno quiero ver la obra de arte que hiciste, ¿a ver qué es eso tan bonito que pintaste?        

 -No te va a gustar - dijo poniéndose colorada.

-Si no me lo muestras, ¿cómo voy a saber si me gusta?

-Sara, ¿me prometes que, si no te gusta, vas a dejar que me quede con él?

-Pero si Ana, como no te voy a dejar que te quedes con un cuadro que pintaste tú y es tuyo, ¿tan mal te salió que me preguntas eso?

-No… no me salió mal, lo que pasa que a lo mejor no te gusta que haya pintado lo que pinté.

-Anita espero que no hallas vuelto a los cuadros horribles de hace años atrás.

 -No, de verdad esto es muy lindo, vas a ver, pero no te enfades por favor ahora te lo muestro.

Dio vuelta el caballete, miré lo que había pintado y me quedé muda, en el lienzo se veía una mujer desnuda saliendo de un huevo, y agarrando el mundo y un fondo de estrellas, tan bien plasmado en la tela, que daba un contraste al conjunto que parecía sobrenatural: Pero…pero…

- ¡Ana, me pintaste a mí! Esa soy yo - grité

-Te dije que iba a pintar algo hermoso, no te mentí.

- ¿Pero de donde sacaste que yo soy de esa manera?

- ¿Cómo de donde lo saqué, acaso no te veo casi todos los días?

-Me ves, pero no con el culo al aire.

-Que, ¿no te gusta, se ve feo?

-No, se ve muy lindo, pero el mío no es tan bonito como ese; seguro que miraste el tuyo en el espejo, y zas, me lo pusiste a mí, ¿Cómo vas a poder pintar el mío, si nunca me lo viste?

-A claro, si cuando nació Jesús estaba lleno de pintores, por eso hay tantos cuadros.

-En eso tienes razón, pero no es lo mismo; un culo es un culo y todos no son iguales, ese por lo bonito debe ser el tuyo.

-Y tú, ¿cómo sabes si tampoco me viste con el culo al aire?

-Anda que, en verano, andabas con esos pantaloncitos que cualquiera podía imaginarse lo que había debajo.

-Y tú, cuando te sacabas el guardapolvo, llevabas un pantaloncillo, que ni pintado, no había que imaginarse nada, casi que se veía todo

-Oye, oye, que no sería para tanto (algo de razón tenía, pero yo el guardapolvo, me lo sacaba solamente ahí adentro, pero nunca me imaginé que ella prestara atención a eso) - aparte, ¿piensas colgar ese cuadro aquí donde todo el mundo va ver, como según tú, es mi culo?

-Bueno…no, te quería pedir…, si cuando se seque bien, y lo pueda enrollar, te lo llevas, y me lo guardas en tu casa, para cuando salga de aquí, me dijo apenada.

-Si corazón, yo te lo guardo, está muy bien pintado y me gusta mucho, pero me da vergüenza que alguien me reconozca, ¿no le podías cambiar un poco la cara? Hasta le podías poner una cara más linda y te quedaría mejor todavía. 

- No, no quiero poner otra cara, yo lo pinte para que fueras tú la que está agarrando el mundo, mi mundo, y no lo voy a mostrar, porque es para mí sola y si no quieres guardármelo, tratare de guardarlo yo, pero este cuadro, es para mí y para siempre.

 Tenía la carita enfurruñada y casi se le escapaban las lágrimas por esos ojos preciosos que dios le había dado.

-Ana, no te pongas así – le dije mientras la abrazaba – claro que te lo guardo, confía en mí que nunca te voy a fallar, pero no soy tan importante como todo el trabajo que te tomas.

-Para mí, eres importante, eres lo más importante en mi vida, y si algún día no estas más conmigo, quiero tener el recuerdo de la única vez que fui feliz.

Ahora a la que le salían las lágrimas, era a mí, le di un beso en la mejilla, mientras la acariciaba la apretaba contra mi pecho; estuvimos un rato así, como mimándonos, y sentí que me gustaba, el gusto era mutuo, porque ella no hacía nada por desprenderse, pero por mucho gusto que me diera, no podía gastar toda la mañana en arrumacos.

Le pedí por favor que no lo mostrara, aunque no era algo que me pudiera comprometer, no me quería imaginar los comentarios del trio de confidentes, sobre todo Julia, que es la que escarbaba más en mí.

Después de eso, nos tranquilizamos. Nos pusimos a digitalizar los archivos, ahora entre las dos hacíamos mucho más rápido, yo le dictaba, ya que ella quería practicar con el tablero, y se notaba que era algo a lo que estuvo acostumbrada.

Cuando paramos, le dije que me iba llevar el cuadro, le pusimos otro marco apoyado en la parte de atrás de la pintura para no lastimarla y la envolví con el mismo papel con que le había traído los lienzos.

-Ana, quiero estar segura de que no lo va ver alguna enfermera curiosa, no es por nada, pero te imaginas que comentarios que podrían correr entre ellas.

-Bueno, llévatela, pero acuérdate que la quiero para mí.

-Y va a ser para ti, a no ser que me enamore de ella, y me la quiera quedar - le dije en broma.

-Yo, no me quiero separar de esa pintura, estés tú con ella, o no.

Me dijo riendo mientras me saludaba

Llegue a mi departamento y lo primero que hice, fue desembalar la pintura, me quede mirando y no podía creer lo bien que estaba hecha, la expresión de mi cara, la claridad que parecía irradiar, las manos (alguien me había dicho que quien pinta bien las manos, pinta bien todo) con unos dedos tan detallados, mi cabello, suelto sobre mis hombros –alguna vez me tengo peinado delante de ella – y un mechón semitapando mi teta, que por lo demás, me encantaría que realmente se vieran así, y el culo, el de la discusión, que no creía ni por asomo tuviera tanto merito como en el cuadro.

Decidí colgarlo en mi habitación, por lo menos hasta que se secara, total no entraba nadie, y si algún día venían mis padres, lo sacaba y ya.

Todavía era temprano, la tormenta había amainado un poco, no sabía lo que me pasaba, pero sentía que la ansiedad me corroía, estaba inquieta y no sabía por qué; o si sabía, pero me negaba a reconocerlo.

Se me ocurrió llamar a Fernanda, como para olvidarme de mis inquietudes; no tardo nada en atender, tenía mi número agendado, por lo que sabía que era yo.

- Hola, ¿Cuál es el milagro que hizo que me llamaras?

- No será milagro, pero aburrimiento ¡si señora!

- Mira, te perdono porque con este día, estoy que me subo por las paredes, por lo menos si estuviera acompañada, vale, sería más llevadero, pero así.

- A mí me pasa lo mismo, estas como tonta, y siempre terminas pensando en lo que tendría que quedar en el trabajo y nada más.

- ¿Por qué no te vienes, que no esta tan lejos?, pedimos unas pizzas y le damos a la lengua tranquilas y calentitas.

- ¿Y porque no te vienes tú, que está lo mismo de lejos? y tengo un conejito con patatas bravas que es algo mejor que pizza, y con un buen vinito, vamos.

- ¡Joder!, con una invitación así, aunque sea esquiando, tu prepara la comida, deja que el vino lo llevo yo, que de ultima a la vuelta me traes hasta casa, o me tiras en un taxi, que igual llego.

-Anda, que, si te pones mala, te quedas en casa y mañana te tiro, pero en el trabajo.

A los quince minutos llegó, mientras tanto, calenté el conejo que había traído de casa, y preparé las patatas.

-Hola, ¿qué tal esta, la reina de las psicólogas?  Entró a los gritos.

- Por favor Fer, mejor hablemos de otra cosa, y dejemos descansar las neuronas, el trabajo en el trabajo, y nosotras a ver si damos cuenta de este conejito mimoso que está esperando por nosotras, pobrecito, que con este frio está buscando calor ajeno.

- Tienes razón, pero tampoco nos vamos a privar de despellejar a alguien si se cuadra.

- Eso sí, pero con altura.

-Me voy a subir a la silla, cada vez que lo haga.

Fernanda, tiene un carácter tan sociable, que es difícil pasarla mal con ella, estuvimos dándole a la lengua mientras terminábamos la comida; estaba un poco picante, me gustaba ponerle bastante pimienta cuando hacía frio, por lo que del vino; se fue la primera botella, y encaramos la segunda bastante decididas a terminar con ella. Afuera la tormenta no amainaba. Miramos un poco la televisión hasta que ya se hizo una hora bastante aconsejable para irse a dormir.

Llevarla con mi coche, era un peligro con ese día, aparte que, aunque no estaba borracha, el control de alcoholemia seguro no lo pasaba.

-Anda, quédate a dormir, te presto un piyama y si te quieres duchar, usa unas bragas mías, y ya está-

 Fer ya tenía bastante sueño como para no hacerse rogar.

- ¿y donde duermo?

- Yo duermo en la cama grande, duerme conmigo así no me haces armar la otra, te prometo que no te voy a morder.

- Te tomo la palabra – dijo riendo.

- Aquí en este cajón búscate el piyama que más te guste, y en este otro tienes bragas, o lo que necesites.

Me metí en el baño, me lave los dientes y busque un cepillo nuevo para ella.

-Fer, ahí te dejo un cepillo de dientes nuevo – me quede tiesa, estaba mirando el cuadro, que yo me había olvidado que lo deje colgado para que terminara de secarse. Se estaba acercando para mirarlo mejor.

- No lo toques que todavía está fresco – se me quedo mirando.

- Esto lo pintó Ana y no nos dijiste nada - Me puse colorada.

- Recién me lo dio hoy, y quería pensar antes que me agarrara Julia y sacara conclusiones a las que yo todavía no me atrevo imaginar.

-Pero Sara, ¿qué conclusiones va sacar porque halla pintado una mujer desnuda agarrando el mundo?

- Creo que no lo miraste bien.

Teníamos prendida la luz de la mesa de noche, y desde la cama no se distinguía bien.

- ¡Qué bien pinta!, se nota que tiene talento, ¿y de donde habrá sacado el modelo? - Dijo mientras se acercaba más – pero…, esa eres tú…, ¿tú en pelota agarrando el mundo?

- ¿Y cómo me conociste?

- Por el culo no fue que nunca te lo vi ¿no me digas que posaste desnuda?

- Claro que no mujer, si lo pintó estos días que yo no estuve, debe tener alguna fotografía mía y lo demás se lo imaginó.

- Pues lo imaginó bien bonito, menuda imaginación tiene nuestra Ana.

- Te das cuenta porque quería pensar un poco, antes de entregarme a las fieras.

- Sara, creo que Julia tiene razón, y esa chica está bien pillada contigo; el asunto es ver lo que tu sientes por ella.

- Eso es lo que no se, si me preguntas lo que siento por ella… no se…, cariño si… pero ¿quién no se lo tiene, más sabiendo que le pasó?, ganas de protegerla, también… pero estamos en lo mismo, si tu hubieses estado tanto tiempo con ella, creo que sentirías lo mismo que yo, no creo que nadie querría verla volver como estaba.

- En eso tienes razón; tomate todo el tiempo que necesites, para saber cuáles son tus sentimientos, el asunto es si cuando lo sepas te vas a animar a hacerles caso.

- Se porque me lo dices, pero te aseguro que si llego a eso, no tendría ningún empacho en admitirlo; pero también tendría miedo de confundirme y pensar que es mucho más, lo que solamente sea compasión.

- Bueno, tú te tendrás que dar cuenta si es una cosa o la otra, trata de no lastimarla y no lastimarte.

- En eso estoy, tampoco sé si ella cuando se conecte con el mundo, va a seguir tan pilladisima como dices tú, hasta ahora se agarra a lo que tiene más cerca.

- Pues como te pintó ya sé por qué parte quiere agarrarte.    

 - Anda cochina, tienes el cerebro apestado; Fer te pido que por ahora esto quede entre las dos.

- Secreto profesional, sabes que nunca diría nada que no quieras que se sepa; pensar que voy a dormir con un culo tan bonito a mi lado me emociona.

- Justamente estaba pensando lo mismo, que por culo no te quedas atrás, y por lo que pudiera pasar, podía empezar a entrenarme.

- Ay. Ay. Ay., no se el riesgo que estoy corriendo, mejor me duermo, y que sea lo que dios quiera.

Nos echamos a reír y al rato nos dormimos.

Me desperté con el ruido de la alarma, como estaba de mi lado, Fer no se despertó.

-Eh ale, despiértate que ahora preparo el desayuno -.

- Déjame un poco más.

- Anda levántate, que vamos a tener que andar a las corridas.

Se hacía la remolona, la sacudí y nada, al fin le metí la mano en el culo, pegó un salto y preguntó.

- ¿Y eso que fue?

- Ah ¿ahora te despiertas? ¿Cómo no te despertaste esta noche con todas las cosas que te hice?

- ¿Qué me hiciste?

- Mira que bien, la señorita se corrió como tres veces, pero ahora no se acuerda de nada.

- Que me hayas hecho correr tres veces, te lo agradezco, pero que no me hayas despertado para poder disfrutarlos, no te lo voy a perdonar nunca.

 Nos reímos a gusto, saltó de la cama y se fue a dar una ducha, yo mientras tanto preparé el desayuno, cuando salió ella, entré yo a arreglarme; desayunamos, no mucho, total a media mañana lo complementábamos en la cantina del hospital. Le presté alguna ropa porque la de ella, estaba todavía húmeda del día anterior.

 Llegamos, y enseguida cada cual partimos a visitar los pacientes que teníamos a cargo. Luego de la rutina, tocaba los del consultorio externo, algunos fijos, y otros por consultas ambulantes.

Ya era mediodía cuando nos encontramos en la cafetería. Conversamos un poco de todo, y al fin el tema se volcó para el lado de Ana.

- ¿Y, como la pasó estos días sin verte? -. Me preguntó Marina

-Pues bien…, estuvo pintando y me dijo que se entretuvo bastante, tu sabes que las enfermeras la cuidan en todo momento.

- ¿Y los cuadros como los ves?

- Te diría que tiene un talento innato, creo que algún cuadro quiere que quede en el hospital para cuando se vaya.

- ¿Ya está pensando en irse? -. Preguntó Julia.

- Pues sí; tanto así que me dio uno, para que se lo guardara para cuando saliera.

- ¿Y qué hiciste con él? Porque por aquí no lo vimos.

- Es que no quiere que lo vean, todavía recuerda los comentarios de sus cuadros anteriores.

- Pero si son otra cosa, podríamos verlos y analizar cómo va avanzando en su enfermedad.

- Pero si ella no quiere, y se siente traicionada por la persona en que más confianza tiene, no creo que le haga mucho bien.

- Yo estoy de acuerdo con Sara, aparte si está pintando cuadros para dejarlos aquí, lo que más vamos a tener, es oportunidad para ver como progresa. - Comentó Fernanda.

- Si debes de tener razón. Pero y tú, ¿no la extrañaste? – me expuso Julia.

- Si… también las extrañe a todas, con el tiempo que estamos juntas, la falta se nota.

- Anda, si no me quieres decir no me digas, pero sabes lo que te estoy preguntando.

- Hay julia, no me hagas la autopsia antes que me muera, que si averiguo algo te lo digo.

Nos reímos, pero para mí fue un alivio quitarle hierro al asunto, de ahí tenía libre para dedicarme a Ana. Me fui a la habitación de ella, entre, estaba pintando, soltó todo y vino a abrazarme; cada vez me gustaba más esa muestra de cariño, pero hacía lo posible por no demostrarlo, aunque me parece que a veces se daba cuenta, el efecto que causaba en mí.

-Y… ¿cómo está mi pintora favorita?

- Esperando a mi maestra favorita, para que me enseñe a pintar paredes.

- Eso es maldad, por cosas así se troncho mi carrera -. Dije con cara compungida mientras me sentaba en la cama. Vino hasta mí y se me tiró encima, haciéndome acostar con ella arriba.

- Hay, perdóname si herí tus sentimientos, pero gracias a eso el mundo tiene la psicóloga más linda y más inteligente (se quedó arriba mío, acariciando mi cara y mirándome a los ojos) ¿me perdonas?

- Ana ¿qué te tengo que perdonar? Si lo que estábamos hablando son tonterías.

- Lo de la más linda y más inteligente, para mí no son tonterías - junto los labios como un conejito, y me dio un piquito, quizá sea porque tenía los labios mojados, que sentí un corrientazo que creo que la factura de la luz me va a venir abultada. Se levantó enseguida, se le notaba la cara colorada, pero trataba de disimular, lo mismo me pasaba a mí, aunque quizá no se notara tanto debido a mi piel más morena, pero por dentro me quemaba lo mismo.

Seguimos conversando y me preguntó, donde había guardado el cuadro, (no quería mentirle, si a lo primero me valí de algunas para poder sacarla de su infierno, ahora consideraba que cualquier mentira podía causarle angustia, sobre todo de parte mía), le dije que lo había colgado en mi habitación para que se secase.

- ¿Y ahí no lo va a ver nadie? -.

- Bueno, eso es lo que pensaba yo, pero ayer tuve visita y si, lo vieron, ni me acordé que estaba el cuadro a la vista.

- Que ¿las visitas entran en tu habitación?

- Todas no, pero si se quedan a dormir pues claro, sobre todo si la otra habitación no tiene prendida la calefacción.

- Ah… claro, tienes novio -. Dijo con cara triste.

- Pero no mujer, no tengo novio, era la doctora Fernanda.

- ¿Estas de novia con la Doctora Fernanda? - Las lágrimas pugnaban por salir de sus ojos.

- ¡No Ana!, no estoy novia con la Dra. Fernanda, somos amigas, y ayer vino a casa a cenar y hablar de lo que sea y a la hora de irse, cayó una nevada que no se podía, sobre todo, que nos habíamos tomado unos vinitos que mejor era irse a dormir, por favor, ni se te ocurra cuando estés con Fernanda sacar a cuento que seamos más que amigas.

- Pero ella vio el cuadro, ¿no lo va a comentar con las demás?

- No te preocupes por eso, es muy buena amiga mía, y aunque no lo sepas, también es buena amiga tuya, si alguna vez que yo no este, tienes algún problema créeme, que si puede te va ayudar.

- ¿Y del cuadro que te dijo? -. Pregunto, ya con la carita más calmada.

- Que pintas muy bien, pero eres una exagerada, que yo tenga todo eso es una exageración, bueno, tener lo tengo, pero no de esa manera.

- ¿Por qué dice eso, acaso te vio el culo?

- No ¿acaso me lo viste tú?

 - No, pero tengo imaginación, y estoy seguro que aún es más bonito.

- Anda, Anda, tienes una imaginación muy cochina.

. - Como dijo una pintora, “Saber encontrar lo hermoso donde este, no es ser cochino”.

. - ¿Y qué pintora dijo eso? -. Se echó a reír.

-Yo, ¿o acaso no puedo?

. - Si mujer, pero todavía no te conocía de filósofa.     

. - Espero que me conozcas de todo.

La miré con una sonrisa, no podía desentenderme de lo que estaba haciendo conmigo, y lo estaba consiguiendo; seguimos conversando, mientras miraba la tela y la facilidad que tenía para   plasmar en ella parte del parque nevado, que se veía por la ventana.

De a poco, iba cayendo la tarde y saber que los caminos están nevados, me asustaban un poco, sobre todo en el oscuro.

. – Bueno Anita, me voy porque los caminos están bravos y de noche peor.

. – Ay sí, vete Sara, que no te pase nada porque me muero, cuando llegues a casa por favor avísame, y gracias.  

. – ¿Y eso, gracias por qué?

. – Yo bien me lo sé -. Me abrazó tomo mi cara entre sus manos. – hasta mañana -. Nuevamente volvió a darme ese besito, con los morritos apretados, mojaditos, me daban ganas de comerlos, de guardarlos para mí, pero me contuve, era una locura, sobre todo sin estar segura de mis sentimientos, y los de ella. Le di un abrazo fuerte y me fui.

Traté de dejar de pensar en esa despedida, por lo menos hasta llegar al departamento, me concentraba en el camino, y más me valía, varios coches en la cuneta me lo aconsejaban.

 Llegué y subí enseguida, prendí la calefacción a tope y me senté a descansar: me acordé que tenía que avisar a Ana, y la llamé, le dije que más tarde iba a volver a llamarla, que ahora quería arreglar un poco, y hacer mi comida, estaba en eso y me llamó Fer para preguntar como estaba, ella había salido primero con Julia, y como sabía que yo estaba con Ana no quiso interrumpir, igual teníamos que quedar, ya que ella tenía mi chaqueta y en casa había quedado la de ella.

Cortamos, y ahora sí, me puse a pensar en cómo se había portado Ana; que me estaba seduciendo, no cabía duda; ahora ¿lo hacía con la inocencia de una adolescente, suspendida en el tiempo?, o como la mujer que realmente era.

Por su cuerpo, por su edad, ¿era una especie de Lolita enredándome con su dulzura? O era una mujer que sabía lo que quería, y como conseguirlo; sea lo que fuera, lo estaba consiguiendo, por lo menos tenía la capacidad de ponerme en dudas.

 Yo nunca había puesto en duda mis inclinaciones, y a pesar que, en nuestros estudios, tratamos exhaustivamente el problema de la homosexualidad, por ser de lo más frecuente, nunca tome en cuenta, que ese podría ser un problema mío; y ese era el tema, si yo estuviera segura de estar enamorada, no tendría ningún inconveniente en reconocerlo, lo que pasaba, es que sabiendo su pasado, era tan fácil sentir compasión, que no era muy difícil confundir esa compasión con amor.

Había quedado en llamarla, pero no lo hice, quería pensar en que podía acabar todo ese enredo que hacía que mi cabeza se pareciera a un lavarropas. A eso de las once llamo ella.

. – Sara, perdóname si te molesto, pero como me dijiste que ibas a hablarme, pensé que tenías algo importante que decirme.

. – Perdóname Ana, solamente era hablar por hablar, pero venia tan tensionada por el viaje, que después de hacer las cosas, me acosté un rato para descansar y me adormecí.

-Bueno, entonces duerme, que necesitas descansar, y perdóname por molestarte.

. – Ana no es molestia, mañana hablamos ¿sí?

. – Está bien, hasta mañana -. Dijo con tono triste.

Me quede con la impresión que había hecho algo mal, pero estaba cansada de pensar en lo que podía ser, sin saber a ciencia cierta lo que realmente era. Ni siquiera llamé a Fer, no quería hablar con nadie, solo quería dormir; tuve que dar unas cuantas vueltas en la cama, pero al fin que lo conseguí.

Al otro día decidí que tenía que aflojar tanta proximidad con Ana, nunca iba a ser como cualquier paciente, pero tampoco podía estar tan pendiente de ella.

Necesitaba poner en orden mis sentimientos, y saber que iba hacer con ellos, y para eso tenía que tomar distancia de Ana.

Cuando nos juntábamos las cuatro en la cafetería, trataba de evitar el tema de Ana.

 Con ella también tuve un cambio en mí comportamiento, tomando cierta distancia; cambio que yo quería que notara, no sabía ni el cómo ni el porqué, pero quería que algo explotara, que me diera una señal, para definir qué camino a seguir.

Fueron días fríos; fríos afuera, fríos adentro, con Ana trataba de excusarme, con la complejidad de otros casos que estaba tratando; algo que yo me daba cuenta que no se lo creía ni remotamente.

 Con mis colegas, Aparte de Fer, que hablamos un rato cuando vino a buscar su chaqueta y traer la mía, evadía el tema, tratando de llenar los vacíos con un montón de tonterías, que a la legua se sabía que eso eran.

Pasaron los días, y ese fin de semana era Navidad, pensé que esa fecha y al estar en familia me iba a ayudar a despejarme, pero a medida que se aproximaba el sábado, una angustia hacía presa de mí. Pensar que Ana lo iba a pasar sin nadie querido a su lado.

 El personal de guardia en esos días, trataba de complacer lo más que podía a los internos, pero no era lo mismo.  

La semana anterior, cuando me toco guardia no fui a dormir con Ana, ella se dio cuenta, pero no dijo nada, solamente me miraba con esos ojitos tristes, que me jodían más que cualquier reproche, sentía su silencio, como una acusación de abandono, que pegaba dentro de mi como un martillo: el 21 le dije a Marina que no valía la pena seguir con ese cuento de la digitación de los archivos, que en todo caso después de las fiestas, se lo seguía en cualquier escritorio.

Cuando saqué las cosas de la habitación, Ana no lo podía creer, solamente se dio vuelta, pero yo noté sus lágrimas correr por su carita, salí con los archivos llorando yo también.

 Me sentía como un elefante en un bazar, parecía que todo lo que tocaba era nada más para deshacerlo; dejé todo en el cuarto del archivo; me fui con la cabeza baja, trataba de disimular el que había llorado, pero se ve que no era tan fácil, podía hacer cualquier cosa, pero no podía evitar a mis compañeras.

 Mi cuerpo estaba tenso como una cuerda de guitarra, si me tocaban sonaba, me senté en la mesa con ellas, sabía lo que se me venía, empecé a hablar del tiempo, como serían estas fiestas y otras tonterías, para escaparme de lo que pensaran decirme. Asombrosamente nadie toco el tema, todas siguieron la línea de mi conversación como si nada, pero… las miradas.

No de Fernanda, ella ni siquiera me miraba, pero Marina y Julia me estaban ajusticiando, mientras me hablaban con toda amabilidad, en sus ojos leía el veredicto que me condenaba a la peor de las penas; pero al no haber sacado el tema para nada, ni siquiera tenía derecho a defenderme, terminamos de tomar el café y Julia se levantó primero, me dijo seria.

. – Si no nos vemos, deseo que pases buenas fiestas; ¡esta vez te luciste eh!

También se levantó Marina. - La familia de Julia vive lejos, se va mañana; bueno, nosotras nos vamos a ver, yo recién me voy el sábado y tú también -. Y se fue sin más.

Nos quedamos un rato más Fernanda y yo.

. – Sara, ¿estas segura, de lo que estás haciendo?

. – No, Fer, no estoy segura de nada, solo sé que tenía que hacer algo, que, así como estábamos no era bueno, ni para ella, ni para mí, y lo que estoy haciendo me parece que tampoco es bueno ni para ella ni para mí -. Las lágrimas volvieron a asomarse

. – Déjate llevar, no quieras encontrar respuestas hoy, que ya te llegaran a su tiempo.   

Me levanté, y fui a pedirle a Marina si me podía ir, no me encontraba bien para solucionarle el problema a nadie. No me hizo ningún problema, solamente me dijo que tratara de solucionar el mío, y si necesitaba ayuda, también tenía amigas.

Ese día no fui a ver a Ana, pensé que iba a llamarme, pero no lo hizo, no sé porque me cayó bastante mal que no llamara, también podía llamarla yo, pero no sé por qué razón me resistía a hacerlo.

Pase una noche de perros, no pude dormir en casi toda la noche, me quede dormida a la madrugada, y cuando sonó la alarma seguí de largo.

 Desperté como a las once de la mañana hablé con Marina, y le dije lo que me había pasado.

-No es problema, (contesto) si necesitas puedes ir a lo de tus padres, y descansas un rato, y quizá con la ayuda de tu papa, aclaras tu mente.

 – Uy gracias, eres como una madre para mí, o como una madrina. - le dije con doble intención.

 – Me parece que no estás tan mal, no se si no estás como para venir a trabajar.

 – Pues claro que estoy, y te quería pedir si puedo ir a reforzar la guardia de esta noche.

. – Si es para arreglar la cagada que hiciste estos días, puedes venir, Ana está bastante mal.

Tengo que disculparme por no haber agradecido sus comentarios en el capítulo anterior, pero es que estuve tres días, tratando de subirlo y nada, y cuando ni siquiera escribí la introducción, entró el cuento, pero realmente agradezco que se tomen el trabajo de evaluarme, Gracias

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