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El triángulo imperfecto 2

en Amor filial

¡Adriana te amo! Volví a pasar esa parte del video; pensé que podía estar equivocada pero no quedaba ninguna duda, era eso lo que leía en esos labios.

Quedé anonadada, sin entender el significado, ni para qué se había tomado ese trabajo. Ese video no podía ser para mostrarlo, la involucraba a ella más que a mí, ¿entonces para qué? ¿se imaginaría que esa tarde podía haber sido ella la que me provocara ese orgasmo? ¿estaría en sus fantasías el poder hacer eso alguna vez? Pero si era así ¿por qué me trataba cómo si me odiara?

Lo volví a pasar dos veces más. Tenía que reconocer que no era un video pornográfico, estaba tomado con un gusto exquisito, y si en el momento culminante, mi cara mostraba la más eximia imagen del placer, cuando decía “Adriana te amo” la expresión de la suya era el retrato más excelso del amor.

La había descubierto mirándome de esa forma tan inescrutable. Le atribuía a que pensara que le había arrebatado algo, si así fuera, mucha culpa era de ella. Ahora tendría que pensar que la causa era otra.

Guardé el pendrive, y me enfoqué en el trabajo que me había dejado. Era bastante mecánico, pero también tenía que poner un poco de imaginación. Estuve en eso hasta el mediodía. Después de almorzar me di cuenta que no valía la pena seguir. No iba a salirme nada bien hasta que no llegara a una conclusión. Me hacía un montón de preguntas, lo malo que las respuestas me las tenía que dar yo.

Era indudable que sentía algo por mí, y no precisamente odio. ¿Pero para qué había hecho ese video? No lo había hecho con mala leche, era hermoso.

Aun personas a las que el amor entre mujeres les cayera gordo, tenían que reconocer las virtudes casi artísticas del video. No lo decía porque yo estaba en él, pero la belleza que había plasmado en esa escena, era digna de admiración.

Bueno, a ver si me agarraba un ataque de narcisismo, aunque si lo volvía a mirar, no sería raro que me enamorara de mi misma.

La conclusión a la que llegué, es que las respuestas me las daba el video. Graciela se había enamorado de mí. Si bien eso me daba cierto calorcillo, también me daba para preguntarme ¿cómo tenía que actuar de ahí para adelante? No quería herirla, yo también la quería a ella, no de esa manera, pero no podía negar que todo lo que había hecho por mí, me había calado bien hondo. Estaba agradecida y haría cualquier cosa para que no sufriera.

Los días siguientes decidí mostrarme amable y cariñosa. Empecé a volver a tratarla como la trataba antes, no encontraba ningún eco en su actitud, pero no me importaba, se iba a tener que dar cuenta que era ella la responsable de esa situación. Casi que fue para peor. Cada vez la notaba más ofuscada.

Llegó Carlos del viaje y empezó a disimular un poco. No quería preocuparlo, pero tampoco era tonto, se dio cuenta que el trato entre nosotras no era el más adecuado.

Primero nos levantábamos nosotras dos, Carlos solía quedarse remoloneando en la cama, una mañana cuando se iba al trabajo, la quise despedir con un beso en la mejilla, y me apartó bruscamente

-Tienes a tu marido para besar – en ese momento vio que Carlos venía saludarla también y me dejó besarla, pero su hijo ya se había dado cuenta del maltrato al que yo ya estaba acostumbrada. Cuando se fue me preguntó

- Adriana, ¿Qué pasa entre tú y mamá? Siempre se llevaron tan bien y ahora parece que te odiara ¿le hiciste algo?

- No Carlos, seguramente es algún detalle que le cayó mal, pero vas a ver que se le pasa – se lo decía sin poder mirarlo a la cara. No me gustaba ocultarle nada, pero también era difícil decírselo.

- Adri, por favor, sabes cuál es el detalle, porque no confías en mí, cualquier cosa que haya sido vas a ver que tiene arreglo – me costaba decirlo y él se daba cuenta – anda, cuéntamelo que nada es tan malo como parece.

- Tu mamá está enamorada de mí.

- ¡¿Qué?! ¿pero cuándo te dijo eso?

- No me lo dijo, yo lo sé

- Pero mi amor, ¿no estarás equivocada? mamá nunca tuvo nada con una mujer ¿va a empezar justo contigo?

- Oye, que tampoco soy un bicho ¿por qué no puede empezar conmigo?

- Cariño, ya sé que eres hermosa, es una de las razones porque te quiero tanto, pero me parece que te pudiste equivocar en algo que te dijo ella.

- No me dijo nada, al revés, cuando se dio cuenta fue cuando se empezó a separar de mí y a tratarme de mala manera, pensara que así se le va a pasar.

- Pero a ver, si no te dijo nada no te hizo nada, ¿solamente porque te empezó a tratar mal, supones que está enamorada? – me miraba con una sonrisita como si yo fuera idiota. Me sacó de quicio y se lo dije.

- No me dijo nada, ni me hizo nada, pero hizo un video que me lo da a entender explícitamente

- ¿Te dio un video donde dice que está enamorada? – ya me estaba poniendo furiosa.

- ¡No! no me lo dio, yo lo encontré en su ordenador de casualidad.

- Lo viste en su ordenador, ¿está segura que era por ti? A lo mejor lo miraste de pasada y te equivocaste.

- No lo miré de pasada, lo copié y lo tengo yo – le explique cómo había pasado para que el video estuviera en mi poder.

- A ver, muéstramelo, a ver si es tanto como tú lo tomas.

- No, no te lo muestro, es tu mama y no te va a gustar.

- Pero ¿qué es lo que pueda tener que me escandalice tanto?

- Tiene mucho de lo que tenía el video que te mandé la tarde que andábamos con ganas, ella había llegado y filmó desde la sala y después lo animó.

- ¿Pero si es eso porque no lo puedo ver?

- Porque en la animación es cuando aparece ella, y no te va a gustar.

- Adriana, puede gustarme o no, pero menos me va a gustar el no saber porque dices que está enamorada de ti, muéstramelo, anda soy grande lo voy a superar. – no había vuelta atrás, se lo tenía que mostrar. A mí la situación me estaba superando, quizá a él se le ocurría algo.

 Traje el ordenador a la habitación, si por casualidad volvía, no fuera que nos pillara. Coloqué el pendrive y empezó a pasar el video. Carlos abría los ojos como faroles, lo primero era lo que ya conocía, cuando la vio de espaldas, me preguntó porque sabía que era ella, le pedí que esperara, al terminar la secuencia no le quedó ninguna duda que era ella y que dijo que me amaba. Saqué el ordenador y nos quedamos sentados en la cama. El callado

- ¿Te das cuenta porque no quería que lo vieras? – tenía la cabeza entre las manos.

- Sí claro, pero a lo mejor no es tan anormal, ahora con eso de la feminidad, eso no es nada raro.

- ¿Y quién te dijo que era anormal? El problema es que le pase conmigo.

- Y…es que está siempre contigo y tú estás para que se enamore cualquiera, ¡me cago! te tengo que mirar más la cara cuando te corres, no sabía lo que me estaba perdiendo, te pones divina – le pegué un pellizco

- Estamos hablando del problema de mamá, no seas puerco que me miras bastante seguido – aun en el medio del dramatismo de la situación, el video nos había excitado.

- Perdóname, pero es que me la imagino, querer ya te quería, eso lo sabías, verte así acostada en la colchoneta, cualquiera se tiraría de cabeza.

- ¿Tú te tirarías de cabeza?

- Yo me tiro de cabeza, aunque no esté la colchoneta – es un calentón. tratando un problema tan importante, y se le ocurrió tirarse de cabeza, y bueno, quizá después pensemos mejor. Después de hacer un remake del video de Graciela, más algo que le agregó el, quedamos abrazados pensando.

- Sabes, esto es lo que me tiene mal, nosotros felices, gozando de todo lo bueno que tiene la vida, y ella con su soledad y su deseo a cuestas, trabajó, te crio, estuvo toda su vida dándolo todo, después llegué yo, y me tomó a su cuidado haciéndome conocer la felicidad. Todo lo nuestro es fruto del esfuerzo de ella, y ahora no podemos hacer nada por devolverle, aunque sea un poquito de todo lo que nos dio – me emocioné se me salían las lágrimas.

- Bueno, no llores, ya se le va a pasar, vas a ver que no va a avanzar sobre ti, debe estar haciendo esto para poner distancia y no tentarse, realmente no sé si sería capaz de dejarla sola.

- Claro que no serías capaz, yo tampoco, es que, que estemos así me duele

- No llores más, con el tiempo se va a dar cuenta que la culpa no es tuya.

- Pero es que no estoy llorando por mí, estoy llorando por ella, por todo lo que no puede tener. Nos ve a nosotros felices, disfrutando la vida a pleno, ¿y ella? ella en su monotonía dejando que la vida se le escape sin un momento de dicha. No quisiera dejarla sola nunca, pero creo que nuestra felicidad le está haciendo daño. ¿Porque nosotros sí y ella no? haría lo que fuera para hacerla feliz – nos quedamos callados, pensando y sufriendo cada cuál por su lado. Recién habíamos hecho el amor. Aun en los momentos más tristes, nosotros teníamos ese escape. Ella no, debía sentir el vacío y nada para llenarlo. Me dolía imaginarlo, dejé correr las lágrimas, sintiendo las caricias de Carlos.

- No llores por favor, sabes que la quiero mucho a mamá, y tú también la quieres, ya sé qué harías cualquier cosa por verla feliz, pero lo único… sería…pero no, que tontería – se quedó callado abrazándome con fuerza

- ¿Qué es lo único que sería? Cualquier tontería podría dar resultado.

- ¡No, no! es algo que se me pasó por la cabeza cuando dijiste que harías cualquier cosa, pero ya está, te dije que es una tontería, y de las gordas, tu nunca harías eso. – me quedé mirándolo y comprendí

- Te dije que haría lo que fuera y lo voy a hacer, no la querré tanto como tú, pero soy la que puede ayudarla.

- No mi vida, no puedo dejar que hagas ese sacrificio, no quiero que lo hagas.

- Tú no le puedes negar eso a mama. Ella nos dio todo y yo le voy a dar todo lo que pueda, sé que en el sexo no puedo darle mucho, pero amor te puedo asegurar que le voy a dar de sobra, la quiero y la voy a hacer sentir querida.

- Adri, por favor, si te cuesta mucho no lo hagas, no quiero que la amargada seas tú.

- Carlos, si no fuera por mama quizá ya me hubiesen echado, no te hubiese conocido a ti, y hoy vaya saber dónde estaría, tu mamá es lo mejor que me paso en la vida, no me voy a amargar, voy a estar dichosa si la puedo hacer dichosa a ella.

- Tú eres lo mejor que nos pasó a nosotros, sabes que lo que hagas por ella, es cómo si lo hicieras por mí, te voy a estar siempre agradecido por tu sacrificio

- Tonto, quizá no sea mucho sacrificio, mira la cara que pongo en el video

- Uhm…si es así, la vas a pasar mejor que conmigo. Y dime una cosa, ¿cómo vas a hacer? – me quedé pensando

- No sé, quizá tú tengas que ayudarme un poco.

- Pero como, tampoco puedo decirle que tenga relaciones contigo así como así

- No…eso no, tendría que tomar la iniciativa ella, pero después tendría que saber que no te estamos engañando.

- Bueno, creo que lo más difícil es empezar, después veremos. – ¡y sí! lo más difícil fue empezar.

Siempre que estaba Carlos, la recibía o la despedía con un beso en la boca.

Sentía como se ponía rígida, pero no era capaz de negarse, siempre cuando servía la comida, primero iba ella. un día me lo hizo notar

-Eh…sírvelo a Carlos que es tu marido – me decía con una falsa sonrisa

- Él es mi marido, pero la principal de la casa eras tú

- No sabía que teníamos esas jerarquías ¡mira por dónde me entero!

- Pues sí mama, tú aquí eres la reina y señora de la casa, y nosotros tenemos que tenerte contenta.

- Claro que tenemos que tenerla contenta – dije yo – otra más buena que ella no vamos a encontrar, buena y guapa.

- ¿Qué les pasa hoy? Tantos cumplidos me van a emocionar.

- Pues no tendrían que emocionarte tanto, por mi parte que eres buena lo da el hecho de que esté aquí, que eres hermosa no hace falta que te lo digamos nosotros, lo sabes de sobra – se mordió el labio mientras me miraba intensamente.

- Se agradece que tengan tan buen concepto de mí – fue todo como de pasada, pero creo que una espina se le metió en el ánimo.

A la noche si nos quedábamos viendo la tele, a veces Carlos la sentaba en sus rodillas, a veces ella protestaba, pero seguía conque era reina de la casa

Una noche que se sentó a su lado, Carlos me pidió que me sentara al otro para tenernos a una de cada lado, me negué.

-No, la reina de la casa es la que tiene que estar en el medio, y en el medio quedó - le agarré el brazo y lo pase sobre mi hombro, primero me apretó el brazo con fuerza como un reproche, pero de a poco se fue relajando, pasaba mi cara sobre el brazo que me rodeaba, hasta que me deje caer sobre el otro lado sobre su clavícula. Casi estaba sobre su teta y la sentía estremecerse. Terminó la serie y Carlos se fue enseguida, y me encaró.

- ¿Qué te pasa? ¿por qué te tiraste arriba mío?

- Eres la señora de la casa, también tienes tus obligaciones

- No te burles, si te querías apoyar en alguien, tenías a Carlos

- También te tenía a ti y estuve muy a gusto, ni ganas tenía que terminara la serie, podíamos mirarla siempre así cuando estemos las dos solas – se quedó mirándome con cara de sorpresa. No esperé la respuesta y me fui a acostar.

Parecía que se había roto la capa de hielo, pero cuando se fue Carlos volvió a lo mismo. Decidí que no me iba a desanimar, le iba a ganar por constancia. Seguía tratándola con cordialidad, le hacía la comida que le gustaba y todos los detalles que se me ocurrían.

Cuando sentía desanimo, miraba otra vez el video y era como si recargara las pilas. Me daba a pensar que era una ilusión muy fuerte que tenía, y me gustaría cumplírsela. No puedo negar que me alimentaba el ego, sentirme querida hasta ese grado de sensualidad, me hacían correr un gustillo por todo el cuerpo.

Trataba, trataba, pero no podía, no tenía por donde entrarle. Cuando me parecía que se suavizaba un poco, venía la de arena y volvíamos a cero.

Una de esas veces donde se ponía de mala, me reprochó porque no adelantaba el trabajo lo suficiente, que lo necesitaba. Me lo dijo mal y mal me cayó.

Al otro día me levanté a la madrugada y me encerré en el escritorio a terminar el trabajo. No era cosa para un día, pero iba a tratar.

Ella no se dio cuenta, pensó que me había quedado durmiendo. Cuando se fue preparé unos bocados y fui a darle al ordenador.

No paré para almorzar, solamente lo que había preparado. Iba bien, pero a la tarde me empezó a doler la espalda. Podía pararme y descansar, pero quería terminar, que si me pasaba algo la culpa sería de ella.

 Era una especie de autoflagelamiento para convencerla que no merecía que me diera ese trato. El caso que cada vez me dolía más. De la espalda me pasó a la cintura y cuando me fui a levantar para ir al baño, me quedé torcida.

Me faltaba casi nada, tendría que haberlo dejado, pero estaba emperrada en convencerme de lo abnegada que era, que hasta la salud perdía por mi suegra.

Lo terminé. Lo terminé, pero llegué a parir, me costaba moverme, apoyé la cabeza sobre los brazos y así estaba cuando llegó Graciela. Me saludó

-Hola, ahh…estás descansando – ahí me di cuenta cuanto la quería, si no la mandé a la mierda ese día, no la mandaba más. solamente le contesté

- ¡Sí! Ahí tienes el trabajo que necesitabas, yo me voy a acostar – traté de caminar derecha, pero iba medio escorada; no sé si se dio cuenta. Entré en la habitación, me puse el camisón y me acosté. La idea de hacerle una actuación, se me fue de la cabeza. Me dolía bastante para eso. Me quede un poco amodorrada, pero el dolor me impedía dormir. En eso entra preguntando.

- ¿Y ese trabajo quién lo hizo? – estaba boca abajo, di vuelta la cara y la miré como si fuera idiota

- ¡Yo Graciela! ¿quién quieres que lo haga?

- Pero tú estás loca, te pasaste todo el día en esa silla, para colmo te sientas mal, seguro que no comiste, y ahora qué. ¿No vas a cenar?

- No tengo ganas, me duele un poco la espalda.

- Y cómo no te va a doler si estuviste todo el día tiesa ¿por qué se te ocurrió hacerlo todo hoy? – ahí le quise meter el cuchillo

- Porque tú me dijiste que lo necesitabas apurada, por eso

- Bueno… yo te lo dije… pero tampoco tan apurada

- Mira, es igual, ya está hecho y es lo que importa.

- Lo que importa es como quedaste tú, anda ven a cenar, que tendrás hambre.

- ¡No! de verdad que no tengo, cena tú, quizá después vaya yo – me fui a girar, pero me dio una puntada que me hizo exclamar un gemido de dolor.

- ¡Pero tú estás mal! ¿es la primera vez que te pasa esto?

- ¡No! ya me pasó otras veces, lo que pasa es que Carlos siempre me da unos masajes y se me pasa. Los da muy bien

- Qué ¿te los tiene que dar seguido?

- No, pero a él le gusta, sabe que me excita y a él también lo excita y terminamos liados.

- Ah claro, yo se los solía dar cuando venía torcido del balón mano, parece que aprendió bien.

- Si, me dijo que tú los dabas muy bien. Bueno, anda a cenar que vienes de trabajar y debes de tener hambre.

- Y tú también debes de tener, anda ven y comes algo, después te acuestas.

- No, Graciela, no te preocupes, come tú.

- Bueno, entonces si estás tan mal, deja que te dé un masaje.

- Pero vienes de trabajar y te vas a poner a hacer eso, anda vete a cenar que me estás haciendo poner mal – se cabreó y se fue, me quedé pensando que quizá hubiese sido una buena oportunidad, pero me dolía demasiado. No estaba para oportunidades. A lo mejor fue una tontería, si no me doliera tanto, podía haber hecho lo mismo y hacer algo en el masaje, estaba pensando eso cuando llegó.

- A ver, ponte que te masajeo – traía un pote de crema – quítate el camisón

- Pero Graci, mira si te vas a poner a hacer eso, vienes cansada y yo te voy a cansar más.

- Ay, déjate de decir tonterías y sácate el camisón – me lo fui a sacar, pero me dolió. - Quédate quieta que te lo saco yo, - al sacarlo me rozó las tetas, tal vez por lo que estaba pensando, me dio un repelús

- Dime donde te duele que te doy.

- ¿Dónde me duele? Creo que desde la nuca hasta el culo. - y era verdad

- Esos son dolores, tú me dices donde quieres que te los saque – no estaba para cosas raras, le pedí por la espalda y la cintura, con eso me conformaba. Carlos daba muy bien los masajes, pero mi suegra los daba mucho mejor. Empezó por el cuello, me dibujaba las vértebras, y como en círculos iba bajando por la espalda. No es que se me haya pasado el dolor, pero esa suavidad, me lo estaba calmando y mucho. Me hacía acordar cuando me los hacía mi marido, pero estos le ganaban, si no estuviera tan mal, no sé cómo andaría. Llegó a la cintura y mientras me pasaba me dijo

- Oye, que lindas bragas tienes.

- Son las que tu hijo quiere que me ponga.

- ¿Quiere que te pongas o que te saques?

- No, de eso se ocupa el – aun con el dolor no pude evitar reírme con ella

- Tienes con qué lucirlas – había girado la cara para hablar, pude ver su mirada clavada en mi culo con una expresión de deseo, que si no estuviera tan mal, no sé cómo terminaría la noche.

Dios, cómo me puso verla así, entre eso y sentir sus manos, que más que masajes parecían caricias. Me tenía caliente y dolorida. Si pasaba algo que fuera cuando estaba en forma. Tenía miedo que cierta humedad se me pasara a las bragas. Con Carlos me pasaba, el me las sacaba con los dientes; pero ahí no era el caso, por lo menos en ese momento. Casi no podía reprimir los gemidos, tenían varias causas, yo se las cargaba al dolor, pero sabía que no iba por ahí la cosa. Quizá ella también lo sabía.

- Graciela ya está, para ahí por favor – se acercó y me acarició la cara

- ¿No quieres que te haga un poco más? – le agarré la mano y se la besé

- No, gracias, creo que por hoy está bien, tengo sueño, sabes.

- Debes de tener sueño y hambre, mañana te llamo para desayunar – me dio un beso como antes, en los labios, no fue tan seco, o me lo pareció.

Me costó dormir, un poco por el dolor, pero también, pensando en cómo me gustaron esas caricias (decirles masajes era desmerecerlas). A la mañana me despertó para el desayuno.

- Adri. Ni se te ocurra hacer nada hoy, te dejo ahí comida hecha, descansa y si quieres ver la tele lo puedes hacer en el sillón estirada, yo voy a tratar de venir más temprano.

- Huy…no te preocupes, ya no me duele tanto, seguro que hoy se me pasa.

- Ojalá, pero no hagas tonterías, hasta luego – me dio un beso un poco más largo y más húmedo. Me quedé meditando lo que había pasado e imaginando lo que pudiera pasar cuando volviera.

 El dolor ya se me había pasado bastante, pero todavía me molestaba. Si esta noche me viene a dar otros masajes, le haría notar que me excitaba. Aunque no se animara, por lo menos le daría esperanza de que si insistía podría llegar a buen puerto. No creía que me iba a costar mucho hacer que estaba excitada, si le veía la cara como la noche pasada, creo que no me iba a costar nada.

Me pasé el día aburrida. Era el día que daban la serie que nos gustaba, podía verlo en la tele de la sala con ella.

Llegó temprano, había pasado a hacer la compra, y trajo algo preparado. Me dio un beso que cada vez me parecía más cariñoso.

-Hola ¿cómo estás, se te va pasando? Si te duele hoy te hago otro masaje

- Se me va pasando, pero con un masaje como el tuyo se me pasa antes. Cenamos temprano, queríamos ver la serie. Pasamos a la sala.

- Ponte estirada en el sillón grande, que yo me siento en el pequeño.

- ¿Por qué mejor no te sientas en la punta así tengo donde apoyar la cabeza

- Si claro, vas a estar más cómoda – se sentó y apoye la cabeza sobre sus piernas. Estuvimos viendo la serie en silencio, era interesante. Me estaba haciendo rulitos en el pelo distraída, me gustaba, la otra mano sobre mi hombro se aproximaba al cuello, se la agarré y sin sacar la vista de la tele la llevé a mi cara, me estaba acariciando yo sobre su mano, creo que en ningún momento nos miramos. En una escena de suspenso, metí dos de sus dedos en mi boca y los mordí suavemente. No dijo nada, ni me miró, solamente me enruló el pelo con más energía. Me quedé con los dedos en la boca pasándole la lengua hasta que terminó la serie. Nos miramos con una sonrisa.

- Qué pasa ¿no te gustan tus dedos que me chupas los míos?

- Es que los tuyos estaban más a mano, y con los nervios si los mordía te iban a doler a ti – le dije riéndome

- Ah sí, pues ahora a ver cómo te va cuando te haga los masajes.

- ¿Vas a ser muy mala con una pobre enfermita?

- Vamos a ver como se porta la enfermita – pensé que le iba a tener que pedir que me los hiciera, pero ya lo tenía asumido. Estaba con la chaqueta del pijama y abajo unas bragitas aún más bonitas que las del día anterior. Me saqué la chaqueta y me acosté esperando que viniera con la crema

- Uhm… ¿compras las bragas más bonitas que hay, o es tu culo que las hace tan bonitas?

- Bueno, un poco y un poco, que las bragas son bastante delicadas, por favor fíjate que no se manchen con la crema que por ahí no le sale.

- ¿Y si te la saco por las dudas?

- Y sácamelas, total el culo me lo puedes embadurnar que la crema le sale – nos pusimos a reír a coro. Como el día anterior, comenzó por el cuello y fue bajando. Yo soltaba gemiditos que ya era difícil confundirlos con los de dolor. Había tratado de acordarme como gemía cuando estaba caliente, trataba de hacerlo lo mejor posible y creo que lo estaba logrando. No era un libreto tan difícil. La verdad que cada vez me era más fácil, se juntaba lo que quería simular y lo que salía solo.

- Te voy a pasar un poco por las nalgas, vas a ver que te va a hacer bien –  no sé si fue porque estaba pensando en cómo tenía que hacerle creer que estaba excitada o era tan buena actriz que hasta me lo creí yo, pero sentía esos dedos sobre mi piel cómo si fueran de una pianista que hacía vibrar todas las cuerdas de mi cuerpo. No era tan buena actriz. En un momento me olvide del libreto, ya no me acordaba lo que tenía que hacer. Empecé a temblar, miré para atrás y vi la hermosa cara de Graciela que seguía con la vista fija en mis glúteos mientras los seguía acariciando. La llamé despacio, no me salía la voz, me vio y se arrimó a mi cara

- ¿Qué quieres preciosa?

Yo…yo no aguanto más mami – la agarré de atrás del cuello y la atraje, esta vez el beso fue un beso, me giré sujetándola contra mis labios, no quería que se despegara, tomé su mano y la fui llevando hasta mi vagina, la dejé que siga sola. Siguió sola, ¡y como siguió! Ya no sentía que era una pianista, sentía toda una orquesta que estaba ejecutando la más tórrida melodía.

 Todo lo que había pensado para cuando llegara la ocasión quedó en el olvido, le besaba el cuello, la cara, la boca, no sé, sabía que me estaba mirando, pero no quería abrir los ojos, solamente sentir esa mano, esos dedos recorriéndome, haciendo de mi clítoris un culto, buscando dentro mío el resorte que soltara la compuerta que sujetaba mi deseo. Lo encontró, y vaya como lo encontró, una riada regó esos dedos que me habían vuelto loca, quedé temblando sin soltarla. Poco a poco me fui aflojando quedando acostada. Abrí los ojos, me estaba mirando con una ternura que nunca le había visto. Me acaricio la cara

- Chiquilla, creo que tienes que dormir. – me susurró mientras me tapaba

- Gracias mama – la volví a atraer y le di un beso como los de siempre, un poco más jugoso quizá, pero nada más y cerré los ojos.

Cuando me levanté a la mañana, ya se había ido. No me llamó para desayunar, pasé el día pensando como procesaría lo que había pasado. Sabía que me estaba acercando a llevarla a que desnudara sus deseos, pero a lo mejor fue apresurado y sentía la culpa. Tenía que ir despacio, y que fuera ella la que marcara los tiempos.

A la tarde llegó y me saludó sin acercarse, entró en su habitación y estuvo un buen rato. Cuando salió me vio sentada en la sala con la cabeza entre las manos. Se aproximó para preguntarme.

- ¿Todavía te duele la espalda? – me quedé mirándola

- No, la espalda no me duele, me duele que puedas estar enfadada conmigo por lo de anoche.

- ¿Por qué voy a estar enfadada? Fui yo la que hizo lo que no debía

- Tu lo hiciste porque casi te obligué; los besos te los di yo; no pude evitarlo, no sé qué puedo hacer para que me perdones.

- Bueno Adri, por una cosa o la otra pasó, las dos queremos a Carlos y nunca lo engañaríamos, estoy segura que estás arrepentida, olvidémonos y ya.

- No es tan fácil, yo lo adoro a Carlos y nunca lo engañaría, pero también te adoro a ti mamá – la miré fijamente – y de los besos no me arrepiento.

Se sentó a mi lado

- Cariño, yo también te quiero mucho, y me gusta cuando me dices mamá, pero esos besos no son los que se le dan a una madre

- Sí, debes de tener razón, pero son los que siento que te tengo que dar a ti, quizá te dan asco ¿verdad? – pude llorar un poquito, creo que me estaba saliendo bien, me abrazó mientras trataba de calmarme.

- No corazón, nada podría darme asco de ti, pero no podemos seguir haciendo eso – me apretó contra sus pechos y me besó la frente

- Es qué te quiero tanto, hiciste tanto por mí, haría lo que quisieras para verte feliz y pagarte un poco de lo mucho que me diste

- Ya me lo estás pagando mi amor, con saber que me quieres así ya me haces inmensamente feliz, yo también te quiero mucho – una lágrima corría por su mejilla, pero esa era verdadera.

- Yo creo que algo más puedo hacer por ti, y voy a tratar de hacerlo – nos quedamos abrazadas un rato sin decir nada. Fue ella la que rompió el silencio.

- Ven, vamos a preparar la cena y después vemos un rato la tele – cenamos y pasamos a la sala.

- ¿Me dejas acostarme como ayer?

- Si no te importa que te alborote el pelo, acuéstate. – la miré sonriendo

- Alborótame todo lo que quieras, pero no te quejes si te chupo el dedo – así nos quedamos viendo una película, ella enrulándome el pelo y yo mordiendo y lamiendo toda su mano. Terminó y nos fuimos a acostar

- Hasta mañana, que duermas bien

- Ahora que sé que no te enfadaste por mis besos, voy a dormir bien; y si me dejas, voy a dormir mejor – y sin más, el beso que le di, son de los que no se les debe dar a las madres, no se resistió y me separó con una sonrisa

- Eres picara, me parece que estás mimosa, gracias que vuelve Carlos pronto

Me acosté pensando que había avanzado bastante. Aún en el caso que no llegáramos a lo que realmente deseaba, esa barrera que nos separaba se había roto. Ahora me trataba con cariño. Sé que quería más, pero con ese poco se conformaba y era un poquito más feliz.

Volvió Carlos. Volvió ansioso, quería saber que había pasado, a pesar que algo le había dicho, tenía ganas de averiguar más.

Le conté a grandes rasgos como nos habíamos llevado, hasta qué punto avanzamos y que no sabía si dejarlo ahí, o tratar de seguir avanzando.

Estábamos seguros que deseaba más, pero estaba creída que era indecoroso. No es que le hiciera caso a los preceptos morales, es que pensaba que estaba engañando a su hijo. Le hice entender que mientras creyera eso, por más que yo la incitara no se iba a animar.

Carlos la quería a su madre, la quería demasiado, y cualquier cosa era buena si con eso la hacía feliz. Desde que le dije que haría cualquier cosa para que lo sea, ya no encontraba ninguna barrera para no cumplir con sus deseos.

-Carlos, lo que quieres tú también lo quiero yo, pero si no le haces saber que estás de acuerdo, no se va a soltar.

- Pero ¿cómo le digo que estoy de acuerdo que tenga relaciones con mi esposa? Sería muy chocante.

- No, no le vas a decir eso, pero si se lo insinúas. Podemos hablar del amor, ahora que está de moda el poliamor, puedes comentar que estás de acuerdo, que se puede querer a más de una persona y no tiene nada que ver el sexo, que el asunto es que lo hagan por amor. Bueno, esas cosas, después vemos.

- Podemos probar. Adri, no te estará pareciendo mal, no es que te esté regalando; pero como tú dijiste; pero si no quieres ya está.

- No, bobo. Te lo dije porque también lo quiero, y si me estás regalando es a quién más quiero que me regales, pero no te va a salir gratis que buena calentura me agarré con mi suegra, así que el hijo va a tener que quitármela. No le estaba mintiendo, hay que reconocer que puso empeño, yo agradecida.

Ya había quedado etiquetada como reina de la casa, por eso la tele la miraba encerrada entre nosotros dos, me recostaba sobre ella y algún besito iba a parar a su cuello, por ahí me miraba sonriendo y me daba un pellizco.

Cuando llegaba a la tarde, delante de Carlos, la saludaba con un beso largo

-Uhmmm…llegó la reina de la casa – se ponía colorada

- Trátamela bien que las quiero ver contentas, que se amen las dos personas que más quiero, es lo que me hace más feliz – si sacábamos conversaciones sobre relaciones dudosas, Carlos ponía como premisa – si hay amor todo está bien, si se quiere ser feliz, no hay que hacerles tanto caso a los formulismos.

El día que lo despedimos, estábamos las dos; me abrazó a mí primero, me besó y señalándome a la madre me dijo.

-Cuídamela, tenla contenta, quiérela mucho que quiero que sea feliz a nuestro lado

- Yo la quiero mucho, hay que ver si se deja querer – la abrazó a ella

- Mamá, cariño, sabes cómo te queremos, por favor déjate querer – la besó y se marchó. En cuanto se fue, Graciela se metió en su dormitorio. No sé cómo llegó a interpretar esa escena. Podía hacerlo cómo más le gustara. Solo el inocente cariño del hijo, o casi un ruego para que diera vida a sus deseos.

Pasaron dos días en que no hice nada. Cuando llegaba me besaba con cordialidad, pero de ahí no pasaba. Llegó el día que pasaban la serie, no podía escaparse sin ofenderme. Cuando fuimos a sentarnos le pregunté.

- ¿Puedo acostarme como las otras veces?

- ¿Todavía te duele la espalda?

- ¡No! me duele el alma de sentir tu indiferencia, como si no fuera nadie.

- Adri, no te lo tomes así, no me eres indiferente, pero estamos andando sobre el filo de una navaja, ¿No te das cuenta que en cualquier momento podemos caernos? – me pegué a ella

- ¿A dónde tienes miedo de caerte? Cáete que yo voy a estar siempre para que no te hagas daño – me fui sobre sus labios, no tuvo voluntad para negarse. Se aferró con pasión, hasta que le dio un ataque de cordura.

- Amor, esto no puede ser, no podemos engañar a Carlos, es tu esposo, y es mi hijo, yo te quiero, pero a él también.

- ¿Qué tiene que ver? Yo también lo quiero, pero también te quiero a ti. Y nunca lo engañaría.

- ¿Y no sería engañarlo si pasamos esa línea?

- Mamá, entiende, él te quiere tanto como yo y tu felicidad es lo más importante, sabe que yo puedo dártela, y si puedo, lo vamos a hacer dichoso.

- Adri, yo no puedo pensar que por mucho que me quiera va a estar de acuerdo con esto

- Pero si te lo dijo cuándo se fue, déjate querer te dijo, y a mí que te quiera

- Sí, lo escuché, pero seguramente no lo dijo en este sentido

- Ah quieres convencerte en qué sentido lo dijo, espera – me fui a buscar el móvil y volví, me miraba temerosa – ahora veras

- ¿Qué haces? ¿qué vas a hacer con el móvil?

- Mira, te quiso evitar una situación delicada, hizo lo posible, pero si no quieres entender, que te lo diga directamente.

- ¡No! ni se te ocurra llamarlo para eso, te crees que no tengo vergüenza.

- Lo que me estoy empezando a creer, es que no me quieres tanto como había supuesto – casi se pone a llorar

- Qué no te quiero; qué no te quiero tanto; qué sabes tú de querer – ahora fue ella la que me apretujó entre sus brazos, me besó con una pasión de otro planeta, pasó sus manos a mis nalgas y me apretó como para fusionarse. – ven vamos al dormitorio. Nada más entrar me sacó la sudadera, (en casa nunca uso sujetador) se apoderó de un pezón haciéndome delirar, me bajo la cremallera haciendo que la falda se fuera al suelo y me tiró cruzada en la cama. Sentía sus labios en todo mi cuerpo, llegó a mis bragas y aspiró con fruición, fue besando mi pubis a medida que me las iba sacando. Iba despacio, sus labios por mis muslos recorrían una pierna hasta llegar al pie, las tiró y agarró mi otra pierna como escalera para llegar a mi almeja. Me abrió las piernas y ahí se dejó caer.

 Con Carlos también hacíamos sexo oral, no era una novedad. Lo que era una novedad es que lo sintiera como lo sentía. No sé lo que hacía diferente, quizá fuera el morbo de que era mi suegra, pero esto me llevaba a otra dimensión, lo hacía con una lujuria, con un engolosimiento que no podía evitar los gemidos a dúo con los suyos.

- Mamá, mamita me corro mi amor. Ay… divina, te quiero…ahhhhhh – no sé si fue el mejor o no, fue diferente, sé que solamente con ella puedo sentir un orgasmo así, reptó hasta mi cara, me traspasó mi sabor desde su boca, y me preguntó.

- ¿Estás bien?

- ¡No! no puedo estar bien – se quedó tensa

- Mi amor, es mi primera vez, ya voy a aprender

- Tú no tienes que aprender nada, pero no puedo estar bien hasta que no te haga sentir lo mismo que me hiciste sentir a mí – le quité la camisa, le desabotone la falda y se la saqué de un tirón, las bragas siguieron el mismo camino, no tuve la paciencia de ella, le abrí las piernas y allí fui de cabeza. Si siendo la primera vez me lo hizo tan bien, yo no pensaba ser menos, le puse entusiasmo, no sería lo mejor que se podía hacer, pero para ella creo que sí. Me revolvía el pelo, saltaba buscando mi boca cuando le acerté al clítoris empezó a moverse como si me estuviese follando la boca, me tuvo la cara ahí hasta que se tensó, y como si le hubiese pasado una descarga eléctrica, soltó un quejido largo; largo como el tiempo que estuvo expulsando los jugos que se habían cocinado en esa caldera. Me subí a su lado, todavía estábamos cruzadas en la cama, no quise subirme porque respiraba agitada.

- Adri, ¿qué fue eso? No sabía que existía, fue maravilloso.

- También lo fue para mí, y pensar que no querías.

- ¿Qué no quería? Lo estaba deseando desde que te vi desnuda.

- ¿Haciendo qué?

- ¡No! nada, cuando salías del baño

- ¿De verdad no me viste haciendo otra cosa antes? – me esquivó la mirada

- Sí, te vi, y vi la belleza de tu cara en ese momento, que no pude dejar de pensar en ser yo la causa por la que te pusieras así.

- ¿Y hoy me viste la cara?

- No, estaba tan ocupada, que ni se me ocurrió.

- Pues lo que te perdiste, te puedo asegurar que este orgasmo fue mucho más fuerte que aquel.

- ¿Vas a tardar mucho en darme otra oportunidad para verte? – me reí

- Tengo la agenda muy llena, por esta semana tienes solamente hasta que termine, la próxima veremos – ya se le había pasado la agitación me puse arriba de ella, y empezó el ciclo nuevamente, recién a la madrugada nos dimos un descanso hasta el mediodía.

Fueron días maravillosos. La despedía con un beso de verdad y así la recibía, no hacíamos el amor todos los días, pero nada más besarnos y acariciarnos, era una satisfacción inigualable.

Había sido nuestra primera vez entre mujeres. Claro, yo con Carlos la parte sexual la tenía cubierta Graciela no, desde que quedó embarazada le agarró terror a que le pasara otra vez, y después de todo, tampoco había sido tan satisfatorio como para que valiera la pena arriesgarse.

Ahora era diferente, había gozado del sexo como no se imaginó, y con amor,  yo amor tenía para darle de sobra, la amaba.

A pesar de los buenos momentos con Graciela, tenía ganas que llegara Carlos. Tenía miedo que ahora no me gustara follar con él, hay lesbianas que pierden el interés en los hombres. No fue mi caso, era diferente, pero era hermoso lo mismo, así que entonces era bisexual, tenía para todo.

A Carlos le conté todo, menos los detalles, andaba tratando de que le describiera como lo hacíamos, ¡pero no! eran cosas de mujeres.

Me daba pena estar disfrutando, y mama nada, se lo comentaba a Carlos y él se daba cuenta. Al mismo tiempo; pasó tantos años sin nada, que quince días no son tantos

El domingo estábamos los tres desayunando, cuando le dice a la madre.

-Mamá, con Adriana pensamos en tener chicos, pero esta casa es tan incómoda, un baño solo, mal distribuido, te quería pedir un favor – Graciela empalideció, no se lo esperaba, así todo tuvo valentía.

- Carlos, el dinero que tengo lo puedes usar, trata que la hipoteca no sea muy grande. – le admiraba la fuerza de voluntad para no llorar.

- Gracias mamá, sabía que podía contar contigo, pero sabes, lo que te quería pedir es si nos dejabas hacer dos habitaciones con el baño adentro, una para ti y otra para nosotros, para los chicos arreglamos las que hay – se quedó sorprendida y lo que no lloro de pena lo estaba haciendo de alegría, se abrazó fuerte a su hijo.

- Deja que las refacciones las pago yo, y gracias por no dejarme sola.

- Nunca te vamos a dejar sola – dije yo – a no ser que te traigas un novio y nos eches – se vino a abrazarme a mí.

- Estando ustedes dos para que quiero novio. – volvió a hablar Carlos

- Bueno, nos das permiso para eso. Ahora si me dan permiso para ir a ver el partido, después me junto con mis amigos así que hasta la noche no vuelvo. No hagan la cena que a la vuelta te pregunto y traigo algo, aprovechen a hacer cosas de chicas – dijo riéndose – nos dio un beso a cada una y se fue. Graci llevó las tazas a la pileta, las estaba lavando y voy por atrás.

- Qué cara pusiste cuando pensaste que te pedía el dinero

- ¿Qué cara querías que pusiera? El dinero no me importa, pero me iba a quedar sola.

- Pero es que no sé cómo pudiste pensar que te íbamos a dejar sola, ¿cómo iba a arreglarme sin tener a mi suegrita para que me de el gustillo.

- Anda gustillo, qué pasa ¿no te lo da tu marido?

- Son gustos diferentes, lo que me das tú, no me lo puede dar él.

- No sé lo que te pueda dar yo que él no pueda, yo diría al revés

- A él no le puedo tocar el culito, bah, se lo puedo tocar, pero no quiere, igual, no es tan lindo como el tuyo – y en eso le meto la mano bajo la falda.

- Adri, no seas loca, ¿mira si vuelve?

- No va a volver y si volviera primero va a avisar, y si no avisara, nos va a encontrar haciendo cosas de chicas, es lo que él quiere.

- Pero mi amor ¿no estás bien atendida?

- Yo sí, pero tú no, aparte ya te dije no quiere que le toque el culo

- Que te hace pensar que yo quiero.

- Qué te lo estoy tocando y no dices nada, y sécate las manos y vamos al dormitorio.

- Tú decides todo, pues no voy nada – dijo mimosa

- Bueno como quieras, a mí me viene bien cualquier sitio. - Le levanté la falda y le bajé las bragas hasta las rodillas.

- Ay no seas loca – quiso salir corriendo, pero con las bragas en las rodillas poco podía correr, la acorralé contra la mesa, le terminé de levantar la falda, le metí la mano entre las piernas y la levanté hasta que quedó de rodillas sobre la mesa, quedó en cuatro y a la altura ideal, le abrí los cachetes y le pasé la lengua por el ano - ¿Qué haces? No seas cochina – le terminé de sacar las bragas. Con las piernas abiertas parecía una rana.

- Cariño, porque no vamos al dormitorio, me duelen las rodillas.

- Date vuelta, no se desprecia lo que está servido en la mesa, - quedó boca arriba, le empecé a trabajar el botoncito, eso la ponía loca, dos dedos se le iban colando en la vagina, con sus mismos jugos me lubriqué un dedo de la otra mano y fui en busca del otro agujerito, cuando empecé a forzarlo gritó.

- Por ahí no, me duele, me duele, me duele

- Pero cómo te va a doler si no te lo metí

- Es que sé que me va a doler. Ay eres mala, te dije que me iba a doler – no le contesté tenía la boca ocupada, las manos no pararon – ay como me duele, me duele mucho mi amor, me voy a correr, ay me duele ayyyyyy me corro, - y se corrió. Quedó despatarrada sobre la mesa, estaba divina, le fui sacando el dedo del culo, estaba manchado.

- ¿Mira cómo me pusiste el dedo? Eres cochina eh

- ¿Yo cochina? Cochina eres tú ¿quién te mando poner el dedo ahí?

- Yo puse el dedo, la mierda la pusiste tú – me puse a reír por ver la vergüenza que le daba, la ayudé a bajar de la mesa – vamos a lavarnos que tenemos que hacer varias cosas, recién empezamos.

- Adri, ¿estás segura que estamos haciendo bien?

- Aparte que me manchaste el dedo, creo que lo demás está bien o no te gustó.

- No te digo de eso, pero si me hubieses avisado lo que ibas a hacer, me hubiese preparado. De verdad me da vergüenza que Carlos esté pensando en que estemos haciendo esto.

- Pues más vergüenza te tendría que dar si no lo pensara. Sería tonto.

- Lo dices como si esto fuera lo más natural.

- Es lo más natural, lo queremos, el, yo, y tú ¿quién más quieres que lo quiera? – pasamos a lavarnos; yo el dedo y ella el culo – deja que te lo lavo.

- ¡No! que de ti nunca se sabe.

- Por eso, deja que te lo lave así aprendes, sujétate la falda – aunque lo negara le había gustado, se sentó en el bidet y dejó que le limpiara las partes. Claro que la forma como lo hacía era un poco alevosa, se mordía los labios y se dejaba hacer con los ojos cerrados – no sueltes la falda que traigo un toallón. Fui a buscar uno y la envolví, la aupé y la llevé a la cama, la senté para sacarle la camiseta, menos las bragas todavía tenía todo, la hice acostar y le fui sacando la falda.

- ¿Para qué me desnudas?

- Para secarte, no te voy a dejar el coño mojado, a ver si te crían hongos, - le sequé bien por adelante y atrás, le pasé el dedo – eh. te acabo de secar y estás mojada, déjame ver, esta no es del agua del grifo – le pasé la lengua – me parece que la que pierdes eres tú.

- No te burles, eres tú la que me tiene así.

- Entonces lo tendré que arreglar yo, abre bien las piernas así trabajo cómoda

Tardó poco en tener otro orgasmo. Era joven, sana, fuerte, pujante, estaba en lo mejor de la vida. Tenía sus necesidades.

Nos levantamos a almorzar y descansar un poco. Después nos quedamos mimoseando en el sillón, hasta que el deseo nos llevó a la cama.

Teníamos el día libre y lo aprovechamos, estábamos entre arrumacos, cuando sonó el móvil de Graciela, era Carlos.

-Mami, ¿qué quieres que lleve para la cena?

- Lo que tú quieras, a mí me da igual

- A ver, dame con Adri que le preguntó – me lo pasó a mí que estaba escuchando todo

- Trae lo que veas que está más rico.

- Bueno voy a ver. ¿la pasaron bien? yo llegaré en una hora, pero si quieres tardo más.

- No mi cielo, la pasamos bien, y con una hora es suficiente, besos – cortamos

- Ay, yo me muero de vergüenza, nos encontró juntas, estará pensando que nos pasamos el día follando y nos avisa para que paremos.

- ¡Ves! mira que detallista, sabe que eres vergonzosa y no quiere que pases mal momento, vamos a ducharnos y sacarnos estos olores.

- A mí me gustan

- A mí también, y a Carlos seguramente también, pero si es cierto lo de las feromonas, me parece que vas a tener que aguantar a tu hijo – pegó un salto

- Vamos a bañarnos – nos fuimos las dos juntas a jugar un set de cariños.

Fueron pasando los días, como Carlos ya había diseñado donde construir las habitaciones, los trabajos iban rápido, lo que más tiempo llevaba eran los baños. Se fue de viaje y quedamos a cargo de la obra, pero lo hacía una empresa seria que no nos dio problemas. Con mamá (comúnmente ya le decía mama y a ella le gustaba) mejor no nos podíamos llevar, estábamos la una para la otra.

Mientras terminaban la obra, Carlos hizo dos viajes más. terminaron cuando él no estaba y amoblamos los dormitorios antes que viniera.

Mama se compró la cama más grande que encontró (no sé para qué, si cuando estábamos juntas vivíamos abrazadas) La cama nuestra era nueva, pero con algo nuevo también la decoré, lo principal era el baño.

Mi relación con Graciela pasó a ser más natural, aunque estuviera Carlos, había noches que dormía con ella, era la esposa de los dos, y me gustaba.

Cuando Carlos volvió a irse, me pregunta mi suegra

- ¿Por qué no me dijiste que cuando te quedas sola a veces a la noche te dan ataques de pánico? – me quedé mirando sin saber de dónde venía la cosa

- ¿Y eso quién te lo dijo?

- Carlos, ¿quién iba a ser? Quiere que cuando él no está duermas conmigo, ¿porque no quieres? – qué le iba a decir, si ni siquiera me había enterado de los ataques.

- Es que pensé que a lo mejor no te iba a dejar descansar lo suficiente.

- Tonta, si hay tiempo para todo – no sé si se creyó lo de los ataques, pero yo feliz, desde ese día dormida o despierta, estuve siempre acompañada.

Era una relación tripartita, bien concebida por el amor que nos teníamos, y mal ejecutada. Carlos me amaba a mí y a la madre. Ella lo amaba a él y a mí, y yo los amaba a los dos, pero la única que disfrutaba del amor de las otras dos partes era yo. Una noche mi suegra me sorprendió con una pregunta.

-Adri, ¿Carlos nunca se pone celoso cuando te quedas conmigo?

- ¡Y sí! Un poco celoso se pone, pero que va a hacer.

- ¿Cómo que va a hacer? Podía negarse a que vinieses a mi lado, es tu esposo

- ¿Y qué arregla con eso? Estaba acostumbrado que vivieras para él, todo tú cariño lo volcabas en su persona, te quiere, te adora y ahora te tiene que compartir, siente que mucho de lo que él había deseado y no pudo tener me lo das a mí, pero se resigna. Quiere que la felicidad que no te puede dar, por lo menos que te la de yo. Si se negara a dejarme me haría infeliz a mí, porque realmente te quiero, me parece que a ti también porque creo que me quieres, y él también sería infeliz porque lo seríamos nosotras y nos quiere.

- Pero ¿me estás diciendo que no está celoso de ti, sino de mí?

- Claro ¿por qué iba a estar celoso de mí, si sabe que lo quiero y lo atiendo? Nos deseamos y nos tenemos, a ti te ama y te deseó siempre y sufre porque piensa que nunca te va a poder amar.

- Pero no puedo creer que te haya dicho eso.

- Pero y claro que no me lo dijo, me doy cuenta y lo sé, tú también lo sabes

- Cielo, me parece que esas son ideas tuyas, ¿de donde las sacas y porque piensas que yo sabía semejante cosa? También tenías la idea de que manteníamos relaciones, porque se te cruzó por la cabeza.

- Mamá, tus bragas sucias con semen, no se me cruzaron por la cabeza, él no las puso para que las viera yo, era para que las vieras tú, y alguna vez las tuviste que ver, así que ya lo sabías – se puso colorada y bajo la cabeza.

- ¡Sí! Lo sabía, pero ¿qué quieres que hiciera? Si hubiese sido otro, bueno, pero era mi hijo.

- Si hubiese sido otro no te importaría, pero él es tuyo lo amas y también lo deseas tanto como te desea a ti.

- Estás loca, yo lo quiero, pero no lo deseo, es mi hijo, sé que no puede ser.

- Eso que no puede ser, es porque te quieres convencer, tienes miedo, pero sabes que si quieres puedes.

- A ver, ¿tú lo harías con tu padre?

- ¡No! no porque con mi padre no haría nada, nunca hubo una pizca de amor entre nosotros, en mi familia eso no existía. De todo lo que sobra aquí, allí no había nada, yo los amo a los dos, tú nos amas a los dos y él también nos ama a las dos, pero si fuera por ti, ni siquiera yo podría demostrártelo.

- Mi amor, eres muy binaria, o sí, o no, en informática está bien, pero en la vida no. ¿te imaginas teniendo relaciones con mi hijo? que podría salir.

- Saldría dos personas felices, dos personas que se aman dando a sus cuerpos el placer de hacer efectivo ese amor. Sabes, no sé cómo queriéndose como se quieren, estando el uno para el otro no lo hicieron, tenías un hombre maravilloso de compañero y estuviste sola por elección. – se echó a llorar, la acogí entre mis brazos – mama, no llores por favor, quizá te dije algo que no debía, es que los quiero, y quiero lo mejor para ustedes, porque, que ustedes sean felices es la felicidad mía.

Esa noche después de semejante discurso, no quedo lugar para hacer el amor, se apretó bien contra mí, como pidiendo ayuda para asimilar, todo lo que le había dicho, le iba a dar su tiempo. Sabía que si iba a pasar algo entre los dos, ahora tendría que ser yo la que lo propiciara.

Estuvo dos días así, medio alejada sexualmente, aunque a la noche buscaba mis brazos, faltaba la pasión de otros momentos. Sentía su mirada analítica, tratando de descifrarme, a veces le pillaba una sonrisa tenue que no me decía nada. Una noche que iba a hacer la cena, me paró

-Deja que esta noche la hago yo, vete a preparar que hoy nos toca disfrutar hasta que se nos ocurra. Ah…, te aviso, no quiero mancharme los dedos

Esperó a esa noche porque al otro día no trabajaba, con la cena nos tomamos una botella de Albariño y nos fuimos a sentar en el sillón para el precalentamiento. No pudo ser, ya estábamos bastante precalentadas, tuvimos que ir a la cama a jugar el partido.

 Esos días que no habíamos hecho nada los estuvimos recuperando con creces. No se manchó los dedos, pero si no me hubiese entrenado Carlos, me hubiese costado sentar por unos días. Fue una noche que probamos todo lo que se nos ocurrió, y todo fue para darnos gusto.

No volvimos a sacar la conversación, pero sabía que le había quedado en el disco duro.

 Los demás días tuvo predisposición para aprovechar todos los momentos que estábamos dispuestas, no pedía, pero se entregaba a gozar, como si por fin estuviera liberada.

Cuando llegó Carlos, lo saludo con un beso largo. No hubo lengua ni nada, pero era un poco más fogoso. Hice uso de mi prerrogativa de pasar alguna noche con ella y no me cuidaba de besarla delante de él. Un día me preguntó

- ¿Te gusta más con ella que conmigo?

- ¡No! son dos cosas diferentes. Lo qué hacemos contigo no lo puedo hacer con ella, pero lo que hago con mamá, tampoco lo puedo hacer contigo.

- ¿Pero con quién disfrutas más?

- Carlos, no es un campeonato, los quiero a los dos y disfruto con los dos. Si tuvieras relación con tú madre, no te iba a preguntar con quién lo pasas mejor, con que la pasaran bien me bastaba.

- Mira qué tontería, a quién se le ocurre, yo follando con mi mama

- Pues si no lo hacen, no será por falta de ganas

- Tú estás loca, mira que voy a tener ganas de tirarme a mi madre

- Y si no le tenías ganas ¿por qué le manchabas las bragas con semen para que las encontrara? – se puso cómo un tomate

- Qué ¿le andabas revisando la ropa interior?

- No le revisaba nada, pero esa ropa la lavaba yo, y el semen no estaba en tus calzoncillos, estaba en las bragas de ella – se quedó un rato callado

- Bueno; es qué tú sabes, está muy buena y la quiero tanto, que me confundí, tú también la quieres es tu suegra y mira lo que haces; ya sé qué no es lo mismo, pero te darás cuenta que fácil es enmarañarse y tener esos deseos.

- Pero si no te estoy reprochando nada; es más, no sé cómo todavía no lo hicieron, con lo mucho que se quieren, y vivieron aguantándose. ¡Viven aguantándose! Porque el deseo no se les fue.

- Mira que mi mama va a quererlo hacer conmigo.

- Tu mama es una mujer; con una mala experiencia, pero con las mismas ganas que cualquiera, tiene deseos de vivir. Por el lado masculino solamente tú puedes acallar esos deseos.

- Sí, ¿y tú no dirías nada si nos liáramos?

- Carlos, si yo me llego a enterar que andas con alguien aparte de nosotras, a mí no me tocas más. Yo doy todo por la felicidad de esta familia, y lo que hagamos entre nosotros para conseguirla, bien hecho está.

- Pero ¿de verdad crees que va a querer?

- Va a querer, te desea tanto como tú, espera la oportunidad y vas a ver que llega como llegó conmigo, nosotros tenemos que hacerla feliz porque se lo merece. A ti te tuvo, te crio, hizo de ti un hombre de provecho, a mí me hizo conocer lo que es el cariño, lo que es sentirse en familia. Saber que una no está sola, que alguien se preocupa por ti y va a estar en las buenas y en las malas. Mira, todo lo que hagamos por ella es poco.

- No sé…, la deseo…, pero tengo miedo, no sé si voy a poder

- Sí qué vas a poder, cierra los ojos y piensa que soy tu mama, tócame, soy ella y tengo ganas que me hagas el amor – no tuve que insistirle. No sé si fue con ella o conmigo, pero nos despachamos a gusto.

De ahí para adelante todo fue más evidente. Una vez la pasaba con él, y al otro dormía con ella. El yin y el yan, los atendía a los dos, y con los dos me comportaba como una esposa complaciente.

 Ni que decir que no sufría para nada, pero ya era hora de que tomaran un poco la responsabilidad de contentarse entre ellos sin depender tanto de mí.

El camino era llano, ya estaban avisados los dos. Yo ya no podía hacer mucho más, de ahí para adelante lo tenían que hacer ellos.

Una noche cuando nos íbamos a dormir, estábamos los tres, cuando la abracé y le dije a Graciela

-Esta noche tengo ganas de dormir contigo para comerme esa boquita divina. – le di un beso que le corté el aliento, tuve que parar para que respirara, Carlos se quedó estático mirando

- Creo que le tendrías que pedir permiso a tu marido.

- Pero mama, ¿qué permiso? Contigo puede estar siempre que quieran – lo miramos, ¡mi madre! Tenía un empalme que parecía la carpa de un circo, mi suegra se quedó mirando alucinada mientras me la llevaba a su dormitorio.

- Cómo lo pusimos, y fue mirándote a ti. Pobre, un día de estos lo vas a tener que contentar, que siempre tengo que hacerlo yo.

- Eres mala, lo hiciste a propósito.

- Un poquito sí, es que quería que lo que me voy a comer esté bien calentito. Estaba bien calentito y jugoso, justo como me gustaba, una delicia.

 Quedó latente esa escena. No podían negar lo que el cuerpo expresaba a gritos. Era mejor que lo hicieran un día con calma, y no desbocados a las apuradas cuando no aguantaran más.

 Ese espacio lo tenía que fabricar yo que estaba siempre en casa.

La oportunidad llegó, y un día los planetas se alinearon. Hacía dos días que estaba con la regla, y los tenía en ayunas, cuando me mandaron llamar de Santiago. Habían hallado la partida, y cómo por estar casada con un español la residencia la tenía, era solo un trámite. Si no la necesitas te la dan rápido.

Los iba a dejar solos por dos días. Sabían que podían hacerlo sin cargo de conciencia, quedaba en manos de ellos (en manos y algo más)

La despedida fue efusiva

-Mama, cuídamelo mucho que cuando lo dejo solo se pone muy mimoso – con el beso lujurioso que le di casi la dejo sin labios, Carlos nada más miraba, no decía nada, pero la carpa lo decía todo. Graciela lo miraba con hambre.

- Y tú, tenla contenta y dale toda la alegría que se merece. – le di un beso más decente, me apreté contra él y sin que se notara con la mano le apreté la polla

- Haz lo que tengas que hacer, que sienta que la quieres mucho, toma, después dale esto para que esté tranquila.

Me hice esos kilómetros pensando que la oportunidad la tenían en bandeja, estaba contenta de hacer desaparecer esa tensión innecesaria.

Éramos tres personas que nos queríamos a rabiar. Yo vendría ser la base, en cada punta formaba un vértice con cada uno, pero si las dos puntas no se juntaban, el triángulo sería imperfecto.

Recién cuando volviera, iba a saber si se habían animado a formar el triángulo perfecto, donde hubiera lugar para los tres.

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