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Cuando la belleza engaña 4

en Lésbicos

A la mañana me desperté sorprendida, estábamos abrazadas, más bien yo la tenía abrazada con la cabeza sobre mi pecho. Sentir su respiración en mis senos, barrió con todas mis ganas de dormir.

Le acaricié la cara, y aun dormida se revolvió, quedándose más metida entre mis tetas. Me hizo gracia el tener a alguien acurrucada contra mi pecho, cuando generalmente siempre fui yo la acurrucada. Le besé la cabeza y volvió a frotarse contra mío ¿tan dormida podía estar? – le dije despacito

-Nati, ¿estás despierta?

- Sí, pero estoy tan bien que quisiera quedarme un rato más, ¿me dejas?

- Te dejo todo el tiempo que quieras, pero después de ir al baño, me estoy meando.

- Uy, yo también me estoy aguantando, vete rápido que atrás voy yo. – me fui corriendo y oriné a gusto. Me puse en el bidet para sacarme los restos de la noche anterior

- Cami, ¿te falta mucho?

- Pasa, yo ya terminé, me estoy lavando – se metió apurada y se sentó en el inodoro, quedó al lado mío. Escuchar el chorro me hacía excitar, era una tontería, pero no lo podía evitar, gracias que el agua me estaba calmando; se giró un poco y me beso. Creo que a ella le estaba pasando algo parecido, terminó y se arrodilló para seguir besándome.

- Déjame que te lavo yo.

- Yo ya me lavé, en todo caso mejor te lavo yo a ti, y te quito todas las babas de anoche

- Es que yo quería lavarte ahí, ¿para qué te apuraste?

- No te preocupes, déjame que te lave que después te dejo que me babosees todo lo que quieras.

Y sí, la lavé y de ahí derecho a la cama, nos volvimos a llenar de babas y de corridas. Pero bueno, eran babas y corridas nuevas.

Después de tanto fuego llegó la calma, las dos abrazadas, disfrutándonos

-Cami, ¿y si se entera Diana qué va a pasar?

- ¿Cómo si se entera? ¿acaso no quieres que lo sepa? ¿esto fue solamente un acostón para ti? – le contesté furiosa

- No Cami, cómo va a ser un acostón, yo te quiero con toda mi alma ¿pero tú me quieres más que a Diana?

- Pero claro que te quiero más que a Diana, aparte que es diferente, con ella somos como una especie de familiares postizos, que cuando podemos nos sacamos el gusto, nada más – se quedó mirando extrañada.

- ¿Tienes muchos parientes así?

- ¡No! no tengo parientes ni así ni asá, solamente está ella y tú, los demás están en Venezuela.

- ¿Y qué le piensas decir?

- No sé, pensaba decirle que estaba de novia, pero no sé, parece que lo de novia solo se me ocurrió a mí, tú no me quieres para eso – saltó como un resorte.

- ¿Cómo que no te quiero para eso?, yo te quiero para lo que me quieras tú, puedo ser tu novia, tu esposa, tú amante, lo que se te dé la gana, y si quieres lo dices o lo callas, yo te voy a querer lo mismo – lo dijo lagrimeando

- Pero si me quieres así ¿por qué no se lo voy a decir?

- Es que pensé que era más importante que yo, cómo te ayudó tanto con lo de Lucrecia, y estaban liadas, no sé qué vas a hacer con ella de aquí en más.

- De aquí en más nada. Si estoy de novia contigo, no puedo andar con nadie más, y tú tampoco

- ¿Con quién quieres que ande? ¿podemos hacer lo que hicimos hoy seguido?

- Claro que podemos, te diría que es casi una obligación que cuando una tenga ganas, la otra tiene que estar dispuesta.

- Yo voy a tener ganas siempre

- No te preocupes que yo voy a estar siempre dispuesta

- Pero ¿entonces por qué no te vienes a vivir aquí?

- Porque no me lo pediste, pensé que te lo iba a tener que pedir por favor.

- Yo tenía ganas de invitarte antes, pero no me animé, porque cuando salieras con Diana me iba a quedar fatal. Te imaginas, tú volviendo toda contenta y yo penando imaginando como la pasaste.

- Bueno, ahora lo único que te tienes que imaginar, es como la vamos a pasar entre nosotras, para esto no hay Diana ni hay nadie, solo nosotras dos.

Nos quedamos un poco más en la cama, pero el estómago reclamaba algo más que cariños, nos pusimos unos pantaloncitos y nos levantamos a desayunar. Así como estábamos con las tetas al aire, era difícil pensar en comer otra cosa. Nos pusimos unas camisetas para tranquilizarnos.

Eran nuestros primeros momentos; nuestra luna de miel. Estábamos apasionadas, y queríamos demostrarlo.

Al medio día llamó Diana, nos saludamos como siempre, y me preguntó cómo andaba el proyecto de trabajar por cuenta nuestra

-No te puedes imaginar lo que nos tocó – puse el móvil en alta voz por respeto a Natalia y sacarle las dudas, de lo que podía ser con Diana.

- A ver, cuéntame ¿qué es lo que les tocó? – le comenté todo el ofrecimiento que nos hicieron y que nos parecía que nos convenía – pero sí mujer, claro que les conviene, lo único que tienen que exigir un buen contrato. Que buena noticia me acabas de dar.

- Tengo otra noticia mejor. Encontré los bombones, mejor dicho, un bombón que vale por todos.

- No te lo puedo creer, ¿Estás segura? Porque eres tan atontada, que vaya a saber a qué le llamas bombón. – Nati escuchaba expectante

- A Natalia le llamó bombón, ¿tienes algo que decir?

- No mujer, tengo que felicitarte, por fin te fijaste en una mujer de verdad, bueno también cuando la vea la voy a felicitar a ella, aunque pobre, menudo trabajo en sacar de ti algo como la gente. – escuchaba su risa

- Porque no te vas a la mierda, ¿qué te crees? ¿qué sigo siendo la atolondrada que conociste? No seré tan bombón, pero a ella le gusto, y eso me basta.

- Está bien, se ve que ya tiene el trabajo medio hecho. Espero que cuando ande por ahí, me inviten a su nidito. Ah, sí hay casamiento, el puesto de madrina ya está ocupado

- Claro que te vamos a invitar, una lechuza igual cabe, lo de casamiento, no apures las cosas que madrinas debe haber mejores – seguimos lanzándonos pullas hasta que cortamos. – Nati había escuchado todo, me dijo

- De verdad te quiere mucho, fue ella

- ¿Fue ella qué?

- Fue ella la que hizo que nos ofrecieran este contrato, ¿es cierto que te hablaba bien de mí?

- Es cierto, es muy inteligente, ella sabe lo que vales, y es cierto que me quiere, por eso quiere lo mejor para mí.

- Nunca pensé que pudiera ser lo mejor para nadie.

- Pues ahora no necesitas pensarlo, ya sabes que lo eres para mí y para Diana

- Cami, ahora que vas a venir a vivir aquí, si te parece que tangamos que cambiar algo, me lo dices,

- A mí la casa me gusta como está, lo único que me gustaría cambiarme a la habitación más grande.

- Pero ahí estoy yo – me dijo sorprendida

- Sí, ahí estás tú, ¿no habrá un lugarcito para mí?

- Tonta, te quiero al lado mío, pegaditas como dormimos hoy, y si es posible, hacer lo que hicimos hoy – nos quedamos abrazadas en el sillón un buen rato – Sabes, una vez fui a un cirujano plástico a ver si me podía arreglar algo, me dijo que sí, pero viste, hay algunas que quedan peor que empezaron y me dio miedo, ¿Quieres que me opere?

- Nati, eso lo tienes que decidir tú

- Yo pensé que de aquí para adelante las cosas importantes las decidíamos entre las dos, ¿no es importante para ti, que me opere?

- Si es importante para ti, también lo es para mí, y si quieres operarte y no corres peligro, hazlo, pero no pienses que te voy a querer más o menos que ahora, me enamoraste así como eres, y eso no va a cambiar.

- Es qué si somos novias, podemos salir a pasear juntas, y tú eres tan hermosa que quizá te dé vergüenza.

- Pero ¿cómo me va a dar vergüenza? ¿ por qué te empequeñeces? No te das cuenta todo lo de bueno que tienes.

- Anda, de bueno, todavía no sé lo que te pudo enamorar de mí.

- No sabes porque te crees que todo es apariencia, pero eres una chica tierna, dulce, simpática, inteligente, trabajadora, valiente, tienes unos ojos que me desarman, unos labios que atraen los míos como un imán, (me miraba apabullada) unas tetas que las veo, y quiero hacerlas mías hasta que se deshagan en mi boca, un culo que me da ganas de agarrarlo a mordiscones, un coñito que quiero empezar a comerlo y no parar más.

- Camila, Camila para, yo no soy así, despierta – me había entusiasmado un poco, pero era todo cierto

- ¿Cómo que no eres así? ¿me vas a decir tú a mí cómo eres? Ven que te voy a decir cómo eres – la agarré de la mano y la llevé al dormitorio. Me llevó toda la tarde, pero la convencí de que era todo cómo le había dicho.

El lunes amanecimos amarradas (se nos iba a hacer costumbre) nos levantamos desoyendo las ganas. Teníamos que tomar una rutina para trabajar. La teníamos que armar, de acuerdo a las necesidades del trabajo, las nuestras las podíamos calmar más tarde. Después de todo, si iba a vivir ahí, cualquier momento sería oportuno.

Nati empezó a diseñar un programa, como para que todo fuera más automático. Con una sucursal, nos podíamos arreglar nosotras, pero cuando mandaran las otras, íbamos a tener que traer a alguien más y había que enseñarle. En nuestra sociedad, de echo ella vendría a ser la gerente de la empresa, y yo la gerente de relaciones humanas, éramos nosotras dos.

Yo aprendía mucho de lo que hacía ella, y ella también aprendía mucho de mí, tanto así, que cuando le agarraban las ganas, no se cortaba, y hasta que no se las sacaba no me soltaba (esa era la parte más linda de la sociedad).

A los pocos días tuve que ir a buscar los formularios a la empresa. Llegué a media mañana, me saludé con mis antiguas compañeras y la veo a Elena cabizbaja y con los ojos llorosos. No quise preguntarle que le pasaba porque se le había metido que la odiaba porque me había sacado a Lucrecia.

Le pregunté a otra compañera para enterarme; la habían despedido y estaba por el preaviso.

Cuando me tocó hablar con Alfredo, después de nuestro papeleo quise averiguar porque la habían despedido. El asunto era que parte del trabajo que hacía, era el que nos daban a nosotras, y no la querían transferir a otro sitio, porque desde que la dejó Lucrecia, estaba ida, hacía todo mal.

Me quedé esperando hasta la hora del refrigerio. En el comedor Elena ocupó una mesa donde estaba sola (me hizo acordar cuando yo esperaba que viniera Lucrecia) acerqué una silla y le pregunté

- ¿Te molesta si me siento contigo? – se quedó mirándome hoscamente.

- ¿Quieres burlarte por lo de Lucrecia? – las lágrimas se le escurrían.

- ¡No! no me importa Lucrecia, ella es así y cuando te des cuenta de eso, vas a dejar de tener pena. Me dijeron que te echaron – bajo la cabeza

- ¡Si! Me echaron, y como está para conseguir trabajo no sé cómo me voy a arreglar. Para colmo tengo comprado un televisor gigante en cuotas, no sé cómo pagarlo.

- ¿No lo puedes devolver? Cuanto mucho te lo van a quitar.

- No lo tengo yo, fue un regalo (no me costó mucho darme cuenta para quien fue a parar ese regalo) tú pensaras que me lo merezco, y creo que sí.

- No mujer, te voy a hacer un ofrecimiento – me miró con desconfianza

- Si es para que me aleje de Lucrecia, no hace falta que me ofrezcas nada, creo que paso de mí.

- Ay no, deja a Lucrecia tranquila que a mí no me va ni me viene. Es por el trabajo, ¿te interesaría trabajar para nosotras?

- ¿Quiénes son ustedes, y qué tendría que hacer?

- Nosotras somos Natalia y yo, lo que tendrías que hacer, es más o menos lo que estabas haciendo aquí. – me miró perpleja

- ¿Por qué me ofreces esto después de lo que te hice?

-  Elena por dios, tú no me hiciste nada, si no era contigo sería con otra, me hiciste un favor, ¿y porque te ofrezco esto?, es porque sabes hacerlo, si aceptas te espero a la salida y vamos hasta casa a dejar todo arreglado.

Me dio gusto verle cambiar un poco la cara, lo de Lucrecia no se lo podía arreglar yo, y tampoco quería meterme en ese berenjenal.

Hablé con Natalia y le comenté la contratación, me dijo que estaba bien, que aunque estuviera un poco atontada, la conocía como trabajadora y lejos de la empresa se le iba a pasar.

Pasé a buscarla a la salida y la llevé a casa. Ahí conversamos como sería su contrato. Primero tendríamos que afianzarnos como para estar seguras, igual como temporal tendría todos los beneficios. Si le interesaba podía empezar la semana próxima.

 Le faltaban diez días para terminar el preaviso y cobrar la indemnización, pero Natalia le dijo que no se preocupara que eso se lo iba a arreglar ella. Ahí se sorprendió al enterarse que aparte de ser socias, éramos novias. Cenamos algo de lo que teníamos, y la llevé a su casa.

Al otro día Natalia conversó con Alfredo, este era un caso, conociéndola siempre le buscaba la vuelta para ser maltratado

-Alfredo, Elena va a venir a trabajar con nosotras, y queremos que empiece el lunes, así que termina con el preaviso.

- Eh, pero entonces no necesitamos pagarle el preaviso

- ¡No! tú no necesitas pagarle, lo va a hacer la empresa, tú no te preocupes.

- ¿Y porque te voy a hacer caso?

- Porque si no, llamo a la gerencia para que te mande a enfriar cerveza

- Que chistosa, te lo había dicho en broma, tu sentido del humor es nulo.

- Pero si yo también te lo dije en broma, ¿No te diste cuenta?

Los días que quedaban preparamos para poder meter los tres escritorios sin terminar sepultadas. Natalia me avisó que lo que teníamos que hacer era usar otro cuarto para dejarlo como oficina, era probable que más adelante con Elena no alcanzara.

El lunes siguiente empezamos a todo vapor, de ahí para adelante llegaban los datos de las demás sucursales, que gracias a una aplicación que había armado Natalia, nos permitía llevar las cosas para adelante.

Empezamos a darnos cuenta que cuando viniera todo el paquete, se nos iba a poner pesado. Nati contrató otra chica. Marta, la pusimos con Elena para que le enseñara el trabajo, parece que a esta le cayó mal, porque una tarde me preguntó cuándo la iba a echar, la tuve que convencer que no iba a suplantarla, que posiblemente tomáramos otros trabajos y lo rutinario se lo íbamos a dejar a Marta.

Quedó convencida, pero me di cuenta que estaba inquieta.

-Elena, ¿qué te pasa? Estás despistada, algo tienes.

- Es que Lucrecia volvió conmigo y me pide que no trabaje con ustedes.

- Pero ¿te das cuenta que eso lo hace para vengarse de mí? Aquí tienes un trabajo que por el contrato que conseguimos, es por bastante tiempo, ¿qué te ofrece ella? le vas a hacer caso y después te va a hacer lo mismo

- ¡Sí, sí lo sé, pero es que la quiero, no lo puedo remediar!

- Mira, piénsalo bien que si haces esa cagada te vas a arrepentir toda tu vida.

Me daba pena, yo había pasado por lo mismo y la entendía ¿pero que podía hacer? Cada vez la notaba peor. Ella sabía que no tenía que ceder, pero el sufrimiento era mucho; gracias que con Marta se llevaba bien, y esta la aconsejaba en la misma frecuencia que nosotras.

Estábamos con ese problema (que no era nuestro, pero como si lo fuera) cuando llamó Diana para avisarnos que venía. Después que me había arreglado con Natalia, se había borrado (no quería fomentar ninguna suspicacia). La invité a venir a cenar una noche, que Nati sabía todo y me no teníamos que ocultar nada.

Era cierto, no teníamos que esconder nada, pero cuando le dije a Nati que pensaba invitarla a salir a bailar con las chicas, no le gustó nada.

-Cami, yo no voy a bailar ¿vas a bailar con ella)

- Eso que no vas a bailar, vamos a verlo, yo voy a bailar contigo, ella que baile con Elena, después de todo, lo que busco es que la despabile un poco.

- ¿Piensas que puede hacerle lo mismo que te hizo a ti?

- Porque no, a la misma enfermedad el mismo remedio – el día que vino a casa, tuve que convencer a Elena que nos acompañara.

Diana después de felicitarnos, se interesó en cómo llevábamos el negocio, que cualquier ayuda que necesitáramos, se la pidiéramos, que si lo podía hacer ahí estaba. No era de ir mucho a los bailes, pero cuando le expliqué el problema de Elena lo tomó como algo personal

- Esa cabrona ya me está cansando, no quiero problemas con los otros accionistas, pero tampoco que no se crea que va a hacer lo que le da la gana. Mi buen trabajo me costó convencer a Natalia, era sumamente vergonzosa.

- Pero si no sé bailar, que voy a hacer ahí.

- ¿Qué no sabes bailar? Cualquiera sabe bailar ahora, y si no sabes aprendes, yo voy a bailar contigo – al fin tuvo que aflojar, la invité a Marta, pero tenía un compromiso con el novio. A Elena las ganas no le sobraban, pero en la cena la pusimos en apuro con no hacerle un feo a Diana.

Fueron ellas dos con el coche de Diana y nosotras llevábamos el nuestro, esperaron a que llegáramos para entrar juntas, el ambiente estaba tranquilo por ser viernes. Era un local muy amigable, como para gente no tan joven, la música no era tan ruidosa, y aunque fuera pegándose, se podía conversar

Conseguí que Nati saliera a bailar conmigo, le daba vergüenza, pero le gustaba, llevaba bien el ritmo. Se iba a la parte más oscura para que no la vieran, ese fue su error. Yo que conocía el ambiente (y no me daba vergüenza) empecé a arrimarme y frotar mis tetas con las suyas, no sabía cómo escapar, la tomé de la cintura y quedamos pegadas. Me susurró

-Cami, mira que nos ven lo que estamos haciendo

- ¿Y qué tiene? eres mi novia ¿con quién quieres que lo haga sino contigo? – la atraje y le estampé un beso, amagó con pelear un poco, pero enseguida se dio por vencida, y lo profundizó sin importarle si nos miraban o no.

 La otra pareja no andaba mejor. Diana era mucha mujer para no poder conquistar a una Elena tan deseosa de ser conquistada. Nati estaba exultante, no sé cuál era el morbo que nos había atacado, que fuimos al baño a darnos un repaso.

 No llegamos a mayores porque preferimos ir a casa. Era una tontería hacer en un baño público lo que podíamos hacer con comodidad en nuestra cama. Le avisamos a Diana que nos íbamos, que ella llevara a Elena a la casa, que nosotras estábamos cansadas, cuando vio lo coloradas que estábamos, nos aconsejó riendo que descansáramos mucho para que se pasara la agitación.

En el coche no dijimos nada, pero apenas traspasar la puerta nos abrazamos a comernos la boca con ansia. Llegamos al dormitorio y no tardamos nada en desvestirnos y hacer el amor como descosidas.

 Era algo inexplicable, si podíamos follar cuando nos diera la gana, ¿por qué nos excitamos al grado que casi lo hacemos en el baño del local? Fue la primera vez que mostramos nuestro amor en público, y el morbo hizo que un poco más, mostráramos tooodo nuestro amor en público.

A la mañana me despertó el timbre, me levanté a atender, era Marta. Nos habíamos olvidado completamente que quedáramos para este sábado que íbamos a testear unas aplicaciones en el ordenador.

-Marta, me olvidé de avisarte que lo suspendíamos, perdóname, te la podías pasar bien con tu novio y por culpa mía te levantaste temprano.

- No importa, ya veo que te vine a interrumpir el sueño, pero no te preocupes, si te parece, tu descansa que yo voy testeando, que la que menos sabe soy yo

- Bueno fíjate, que dentro de un rato venimos nosotras. – Nati después de la zumba que le pegué a la noche, todavía no había resucitado.

 La desperté haciéndole cosquillas. Se me vino encima metiendo mano, se había vuelto viciosa. Cuando le dije que estaba Marta, se quedó quieta. Le daba vergüenza que se pensara que estábamos haciendo lo que tenía ganas de hacer. Le empecé a meter mano yo, nada más para reírme de esa manía.

- Ayer no estabas tan vergonzosa, si no te traigo me follas en el baile.

- No digas eso; aparte ayer fuiste tú la que empezó, un día vas a terminar haciendo que haga cualquier disparate.

- Si lo haces es porque tienes ganas, no me eches la culpa a mí.

- Claro que tengo ganas, siempre tengo ganas, pero tú prendes la mecha – la tomé por la espalda, la atraje hacia mí.

- ¿No quieres que prenda más la mecha? – le pregunté en un susurro, mientras le clavaba las tetas la tenía agarrada por las suyas. Tiró la cabeza para atrás

- ¡Ves lo qué me haces! ¿cómo quieres que no tenga ganas?

- ¡Así que tienes ganas! Pues vamos a arreglarlo – la tiré boca abajo y haciendo que levantara el culo, le entré por ahí, hasta hacerle rezumar el coño, después de que se corrió la dejé acostada y me metí en el baño.

- ¿Qué haces? Ven para aquí que me toca.

- Shiii, no levantes la voz, a ver si se entera Marta,

- ¡Qué se entere! ¡qué me importa! – salí vestida del baño – pero ¿qué pasa no te dio ganas?

- Claro que me dio, pero lo aguanto porque hay gente, pero después prepárate ahora vístete, que no te vaya a ver así – se quedó refunfuñando.

Prepare el desayuno y la invité a Marta a que nos acompañara, nos estaba contando que se había peleado con el novio, porque al fin, él podía ir a todos lados con sus amigos, pero si ella quería salir, se ponía celoso.

Estábamos comentando eso, cuando me llama Diana. Lo puse en voz alta, total nada que no se pudiera saber iba a decir

-Diana, ¿qué hiciste con Elena? - pregunté

- Hay pobrecita, no va a poder ir por allí, está dormidita, si vieras la necesidad que tiene, te daría pena; no te vayas a creer que se le quita en un rato.

- Y lo de Lucrecia ¿cómo anda? ¿se la podrás sacar de la cabeza?

- ¡Por supuesto! Dame tiempo, que si no se la saco me meto en el convento de las carmelitas descalzas.

- Uff…después que vayas tú, quedan como las carmelitas desnudas.

- Oye que tienes razón, no estaría mal, ahí hay materia prima.

- No te entusiasmes con eso, atiéndela bien, que es más buena que el pan

- No te preocupes, le hago la terapia de la caja, tiene dos días para convencerse de lo que más le conviene, vas a ver que va a ir más livianita.

Después de decir unas tonterías más, cortó y nos quedamos comentando el encoñamiento que tenía Elena con Lucrecia.

- ¿Qué terapia le hace para sacárselo? – preguntó Marta

- No, no es una terapia, ella le dice así, es una metáfora que usa, nada más.

- Por lo que dijo, me parece que es algo más que metáfora lo que usa

- Bueno, también, pero mientras dé resultado, que use lo que use.

Al mediodía le dijimos a Marta que dejara para cuando estuviéramos todas,

Preparamos algo de comer, almorzamos y como habíamos dormido poco se nos dio por dormir una siesta. No había terminado de acostarme cuando Nati se me tira arriba.

-Así que tienes ganas, pero te las aguantas; a ver cuánto te vas a aguantar – no me aguanté mucho, me dio un rapapolvo que me dejó boqueando.

El domingo decidimos descansar, para eso lo mejor era estar lejos de la cama, salimos a comer y después a pasear. A Nati se le había ido la vergüenza, es más, paseaba orgullosa tomada de la mano y de vez en cuando, me hacía mimitos para que la vieran; me gustaba verla tan decidida.

El lunes estábamos impacientes esperando a Elena. Cuando llegó no esperé nada para preguntarle.

-Y, ¿cómo te fue? ¿aprendiste algo?

- Lo de la caja me lo aprendí todo, tendré que aprender como buscar los bombones, todas no vamos a tener la suerte que tuviste tú.

- No te desanimes que bombones hay, solo tienes que darte cuenta cuales son y dónde están; Natalia después me preguntó qué era eso, le expliqué.

- ¿Así que yo para ti, vendría a ser un bombón?

- ¡Y claro! O porque te crees que te chupo tanto.

- Ya vamos a ver esta noche quien es más bombón.

No sé lo que habrá pasado entre ellas, pero aparentemente Lucrecia desapareció de la vida de Elena, nunca más la nombró.

Llegaba el verano, y los fines de semana nos íbamos a una cabaña en la aldea que también había sido de los abuelos, era un sitio maravilloso, con un riacho de agua clara, un poco fría pero clara, la pasábamos de vicio. Ahí lográbamos despejarnos, hasta alguna vez invitamos a Elena.

Cuando trabajábamos hasta tarde, o si llovía, Elena solía quedarse a dormir en el dormitorio que había usado yo. no valía la pena que fuera hasta su casa

En el trabajo la cordialidad hacía que todo fuera más fácil. Las chicas cada vez se llevaban mejor; hasta que empecé a notar que ya era, mucho mejor.

Mucha cordialidad, pero de ahí no pasaban, se lo comenté a Nati; eso había que arreglarlo. Necesitaban un empujón.

Empecé a mostrarme cariñosa con Elena, la saludaba con unos besos en la mejilla, pero la mar de sonoros. A veces la pillaba sentada, le daba un beso en el cuello mientras le alababa el perfume.

A ella le hacía gracia, no pasaba lo mismo con Marta que cada vez se le notaba más el enfado.

Una tarde, me pidió Elena hablar conmigo después de terminar el trabajo, la hice pasar a la sala, estaba Natalia, no se animó.

-No, era una tontería; te lo digo en otro momento.

- ¡No! dímelo ahora que tienes tiempo

- Es que te quería preguntar algo de Lucrecia, no es importante pero a Natalia le va a incomodar.

- Elena, no somos niñas, sabemos de lo que quieres hablar y no es de Lucrecia, Natalia puede escuchar lo que sea, a ver habla. – estaba incomoda

- La verdad te quería pedir que no me demostraras tanto cariño adelante de Marta.

- ¿Y eso por qué? ¿te molesta mucho?

- ¡No! si a mí no me molesta, pero a Marta la pone incomoda

- ¿Y porque le tiene que poner incomoda? ¿y a ti eso que te importa?

- Bueno, es una compañera, y si no le gusta, total tú lo haces jugando.

- ¡No! no lo hago jugando, lo hago bien a propósito, y te tienes que dar cuenta que si no le gusta, es porque siente algo por ti, y si a ti te importa mucho si le gusta o no, es porque sientes algo por ella – se quedó mirándome seria

- Para que te voy a engañar, a mí me gusta, pero tuvo novio hasta hace poco.

- Todas tuvimos novio hasta darnos cuenta para donde iban nuestras preferencias, eso no quiere decir nada.

- Si tuviera interés en mí, ya me lo hubiese hecho notar

- Elena, tú eres la lesbiana declarada, para ella es lógico que si te gusta, eres tú la que tienes que mover ficha, igual que haría con un hombre. Si no te mueves tú, nunca va a pasar nada, te lo digo por experiencia, son así, los bombones no te vienen a la boca, tienes que ir a buscarlos, aunque te de trabajo.

- Oye que no tuviste que trabajar tanto conmigo, bastante fácil te lo hice. – intercedió Natalia mientras me agarraba de la cintura.

- Anda, que si no te agarró casi a la fuerza, todavía te estabas haciendo la mosquita muerta, la virginal Natalia.

- ¡Así, claro! Porque te tuviste que matar para llevarme al huerto, puf… que trabajo que te dio, si hasta parezco frígida ¿verdad? – para eso, ya había metido los morros en mi cuello y la mano en mi culo.

- ¡Nati, Nati ¡no estamos solas cariño.

- Ya lo sé, sino ya no estarías parada, te voy a dar bombones a ti – me agarró los labios con los suyos hasta que los abrí para que metiera la lengua, Elena miraba sorprendida.

- Corazón, ¿Por qué no esperas que estemos solas?

- ¡Ah, sí!, Elena ¿no tienes que irte? Cierra la puerta cuando salgas por favor – siguió metiendo mano por debajo de la falda, mientras me sentaba en la mesa

- Corazón, porque no vamos al cuarto, quizá Elena esté mirando por el ojo de la cerradura.

- Si está mirando mejor, así aprende como se portan los bombones. – había despertado a la bestia sexual que llevaba adentro, y aparte exhibicionista. Me comió como dios manda; después le tocó a ella.

 Al otro día volví a saludar a Elena con un beso en el cuello, Marta trinaba.

- Elena, nosotras nos vamos al súper, tardaremos unas tres horas, ahí les dejé si quieren tomar un té o lo que quieran. – y las dejamos solas

Elena enseguida se dio cuenta que todo estaba hecho apropósito. - Dijo

-Podíamos tomar un té, total el trabajo esta adelantado, voy a prepararlo – sirvió las tazas y la llamó a Marta para sentarse en el sillón – ven que hace mucho que no hablamos de nosotras.

- Oye, que besucona está Camila contigo, me parece que te tiene ganas

- No mujer, lo que pasa que es así, sabe lo que me pasó con Lucrecia y quiere darme ánimos, aunque la verdad esa fue una etapa pasada y ahora miro para adelante. ¿Y tú, cómo andas con tu novio?

- No ando, para mí también es una etapa pasada y busco encontrar algo mejor.

- ¿Y no tienes en vista nada? ¿no hay ninguna persona que te haga tilín?

- Cómo haber hay, lástima que yo no le haga tilín a ella.

- Vamos Marta, no me vengas con eso, tú como eres, con que se lo hagas notar un poco, no hay nadie que te rechace.

- Pues entonces será que no sé cómo hacérselo notar, ¿Tú cómo harías?

- Mira, sabes que no soy la mejor para dar consejos, pero yo haría esto – le tomó la cabeza y le plantó un beso y se separó – si no te manda a la mierda, sigues, y si no te disculpas.

 Marta la miró sorprendida, pero de a poco se fue acercando, ahora era ella la que le daba el beso, pero este más apasionado, se hizo un lugar empujando con la lengua y sintió como le daban cabida. Fue largo, acorde con el deseo que la poseía, cuando al fin se separaron, respirando agitadas preguntó Elena.

- ¿Te mandó a la mierda? – movió la cabeza diciendo que no – entonces puedes seguir. -  Ahora no eran solamente los besos, las manos buscaban el recorrido apetecido, Elena se aventuraba bajo la falda en busca de esa hendidura que la tenía obsesionada, encontró un tanga completamente mojado, lo corrió y ahí encontró el conejito soltando baba, esa baba la quería para ella.

- Ven vamos al cuarto que tenemos tiempo

- Estás loca, mira si llegan

- Si llegan nos va a dar tiempo, ven que no puedo esperar más – la hizo acostar y sin sacarle la falda le sacó el tanga y lo tiró por ahí para meter la boca en esa divinidad. Marta se revolcaba sintiendo esa lengua hacer maravillas en su raja. Le llegó lo que le pareció el mejor orgasmo de su vida y buscó hacerle el mismo favor a su compañera, fue más trabajoso sacarle los pantalones y las bragas, pero valió la pena cuando vio por lo que había penado. Olió, lamió, chupó y se extasió cuando bebió sus jugos. Estaban desnudas de abajo y querían disfrutar de la otra parte. Volaron camisas, sujetadores, todo lo que molestaba, se volvieron a besar con angurria, los pezones se entrechocaban sacándoles gemidos de gusto.

- Elena, yo tengo ganas de volver a hacerlo

- Yo también, hagamos un sesenta y nueve – se habían puesto a la tarea cuando escucharon el coche, habían pasado más de tres horas y ni lo notaron. Todo fue un correr buscando donde había ido a parar la ropa, se vistieron de arriba, pero las bragas no las encontraron

- No importa, me pongo el pantalón solo, no se van a dar cuenta, tú con la falda te cubres bien. Salieron coloradas como camaleones, se sentaron en el escritorio y al rato entró Camila.

- Uhm…se nota que tomaron té, que olor a té, nosotras con Natalia ese té lo tomamos seguido, es rico, sano, y cómo calma los nervios, espero que lo hayan tomado tranquilas – Marta con los nervios no entendía bien a que venía la perorata del té, Elena se daba cuenta del olor a coño con que estaba impregnado el ambiente, no le importó, sabía que ese tiempo se lo habían dado a propósito.

- Después, no sé a dónde vamos, pero así no me puedo quedar, nos cortaron justo, aunque como estamos, si hubiesen tardado más hubiese sido lo mismo.

Cuando terminaron la tarea, todavía no sabían dónde ir. Ya estaban por irse, cuando Camila le dijo a Elena.

- Elena, ¿no me podías hacer el favor de ir a la aldea a llevarle la paga al que me cuida la cabaña?. Nosotras tenemos un compromiso y no podemos faltar – la cara de las chicas eran un poema, tan bien que habían empezado y esto les venía a arruinar el día.

- ¿Y tiene que ser hoy sin falta?

- ¡Sí! Parece que tiene un que pagar unas cuentas; pero mira; te puedes llevar un coche y le puedes pedir a Marta si te acompaña, te pongo unas sábanas y te puedes quedar el fin de semana, si es que le gusta claro. – las caras cambiaron completamente

- ¡Sí claro! Seguro me va a gustar, ya me dijo Elena que era muy lindo – le contestó esta con una sonrisa.

- ¡Sí! Estoy segura que nos va a gustar, vamos a buscar algunas cosas a nuestras casas y salimos para allí. – Marta estaba loca de contenta

- Mira sin darse cuenta que favor que nos hicieron

- ¿Sin darse cuenta? Vamos Martita, esto está más preparado que las próximas olimpiadas.

- ¿Y porque lo iban a preparar?

- Para que podamos hacer a gusto lo que vamos a hacer

- Pero ¿te parece que saben lo nuestro? Si Camila anda atrás tuyo.

- Camila solamente anda atrás de Natalia y eso le basta

- No sé, no me parece que sea tan generosa como tú dices. Fueron a buscar algo de ropa para cambiarse, y volvieron a buscar el dinero. Les dieron las sabanas el dinero, unas botellas de vino, y mercadería como para pasar los dos días

- Llévense esto, y para la vuelta no tomen, y gracias por el favor. Salieron para aldea más contentas que un niño con juguete nuevo.

- Sabes, nunca pensé que nuestra primera noche fuera tan perfecta, estoy ansiosa de llegar y mostrarte cuanto te quiero.

- Tú también te vas a dar cuenta lo que te quiero yo. – llegaron y bajaron todo, cuando fueron a la habitación, había que hacer la cama; agarraron el paquete de las sabanas y había otro paquete más chico con un papel escrito, POR SI SE LES PIERDEN OTRAS. Adentro las bragas que se habían dejado en la habitación, estaban ahí, y seguían teniendo el olor de sus coños. Esta vez fueron cuidadosas, metieron las bragas en el bolso, y ahí quedaron. No se les ocurrió usarlas hasta la vuelta, total, para que se iban a tomar el trabajo de quitárselas a cada rato.

Mientras tanto, Camila y Natalia, no necesitaban follarse a cada rato, el solo hecho de estar juntas, acariciándose, besándose, ya las llenaba de dicha. Esa dicha les salía desde sus corazones. ¡Claro! Desde sus coños también.

Este es el final, espero les agrade, agradezco los comentarios

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