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La Crisis 11

en Lésbicos

Por favor Sara, llevame a casa, tengo mucho miedo, no voy a poder dormir. – Me decía mientras se agarraba los brazos tratando de protegerse de ¿Quién sabía qué?

La atraje hacía mi tratando de calmarla.

 – A ver, cuéntame lo que sientes. Mira el hospital no es tu casa, si quieres salir vas a tener que acostumbrarte a dormir en otro sitio ¿Por qué te da miedo estar aquí? Esta casa es segura.

. – Si ya se…pero allí la puerta se cierra con cerrojo, afuera está todo enrejado, mira la cantidad de guardias que hay, y yo me siento protegida.

. – Ana esos guardias están ahí para que nadie salga y no para que no entren, ¿y conmigo no te sientes protegida?

. – Contigo si, pero tú no estás conmigo, y yo…yo que se…, cualquier loco puede venir y tu ni te enteras, yo sé que te estoy incomodando mucho, pero es que me hace mucho daño, sé que no vas a quererme sacar más, pero es que no aguanto.

. – A ver, dime una cosa, si yo duermo contigo, ¿también vas a tener miedo?

. – Si estás tú, no me da miedo nada, pero tampoco quiero molestarte si no quieres dormir conmigo no tienes por qué hacerlo.

. – No seas boba, sabes que me gusta dormir a tu lado, pero me pareció que querrías disfrutar de una cama grande para ti sola sin que nadie te molestara.

. – A mí la cama grande no me importa, a mí me importa que tú también estés en ella.

. – Bueno, entonces no pasa nada, yo voy contigo y listo, y eso que no quiera sacarte más es una tontería. Cada vez que pueda si quieres, vas a salir conmigo, así que ¡vamos!, a dormir, que yo tampoco podía dormir pensando en ti, que casi voy yo a tu cama.

Una sonrisa grande se le dibujo entre las lágrimas, se las sequé con los dedos y nos acostamos juntitas, le bese los ojos para borrar su angustia y parece que dio resultado porque apoyo su cabeza en mi hombro y se quedó dormida. Yo estuve un rato pensando que me había apurado, le estaba exigiendo más de lo que podía asimilar por ser su primera salida, trataría de andar más pausadamente y darle tiempo para que pueda ordenar todas las novedades, aunque pareció que las tomaba muy bien, mejor de lo que pensábamos, y pensando en eso me dormí.

A la mañana, me desperté y ella ya lo había hecho, me estaba mirando con una sonrisita.

. - ¿No me vas hacer como el otro día no?

. – No que va, ya me acostumbré a ver lo linda que eres cuando estás dormida, te ves tan tierna.

 . – Anda, anda, tierna ni que fuera una chuleta ¿Cómo dormiste?

. – Bien, ¿me vas a perdonar por haberte molestado ayer? pero de verdad, sola me sentía mal.      

 . – No te preocupes que no hay nada que perdonar, te dije que yo tampoco podía dormir, y que casi te gano de mano, y venía para aquí, si no lo hice es que no quería despertarte; y ahora a levantarse, date una ducha mientras preparo el desayuno, vamos.

Se levantó y se dirigió al baño, yo me fui a la cocina preparé más o menos lo que ella estaba acostumbrada, cuando terminé, fui a la habitación estaba en ropa interior, había elegido unas bragas y un sujetador que no eran de los mejores, pero a ella le quedaban divino.

. – Te agarre esta ropa, mientras se seca la mía que acabo de lavarla ¿no te molesta verdad?

. – No, está bien, mira en mi armario que te vas a poner, elige una falda o un vestido, lo que mejor te quede y que te guste, mientras me voy a bañar.

Me contestó que en todo caso esperaba que yo saliera, que igual podía andar con el pantalón que había traído.

 – No mejor espera que yo salga y te ayudo a elegir.

 Me metí en el baño y me duché, no quería darle importancia a la sensación que produjo en mí el verla semidesnuda, pero cada vez que la visualizaba en mi memoria me descontrolaba, traté de ducharme rápido me sequé me puse la bata y salí, se había metido bajo la colcha, quizá tenía frio, o pudor.

 Saque varias faldas para que se probara, eligió una con muy buen gusto, se la probó y le quedaba perfecta, un poco más corta que a mí, pero con las piernas que tenía, era una delicia mirarla, una camisa con cuello redondo que resaltaban sus senos, pero no en plan escándalo, igual tenía que abrigarse, así que tanto no se vería, le dije que estaba el desayuno, que fuera que yo enseguida iba, no me gustaba mostrarme desnuda, y es que debajo de la bata no tenía nada. Busque la ropa que me pareció, como para verme bien, pero tampoco es que fuéramos a una fiesta, simplemente era ir a pasear y de compras.

Cuando entré a la cocina, Ana estaba mirando el microondas sin saber cómo usarlo, era digital y seguramente en su tiempo todavía no existía esa técnica, metí las dos tazas y le enseñé como usarlo, cosa que aprendió con rapidez.

. – Puf…cuando salga voy a tener que aprender muchas cosas, son tan diferentes a lo que yo vi.

. – No te creas que es difícil, solo es cuestión de usarlas y aprenderás fácil.

. – Sobre todo si tú me enseñas.

Le iba a contestar cuando suena mi móvil, era Fernanda avisándome que venía para casa, le dije que dejara el coche que subiera y que después íbamos con el mío, llegó al poco rato cuando ya habíamos terminado el desayuno. Entró a los gritos.

. – Hola ¿cómo durmieron mis bellas amigas?

. – Preocupadísimas – Ana me miró con inquietud – no podíamos dormir pensando que ibas a conducir esta mañana, - Un suspiro se le escapó al darse cuenta que no le iba a contar lo que había pasado con sus miedos, aunque estaba segura que Fer había notado algo raro.

. – Pues no se imaginan como me pasé por medio de la ciudad, que está atestada de gente.

. – Pues ale… vamos, seguro que están comprando juguetes por todos lados.

Salimos las tres en mi coche y aparcamos cerca de la calle principal, ahí estaba la mayoría de los negocios, empezamos a recorrer parte de los que habíamos visto el día anterior, entramos en uno, que en el escaparate se veía que tenía ropa fina y juvenil.

 Con Fer, optamos por unas faldas, algunas largas como para el frio, y alguna mini como para poder lucir las piernas quien las tuviera bonitas.

. – Parece que te pico eso de los reyes, ¿con todas las que tienes y te vas probar todas esas?

. – Con todas las que tengo, la que se va a probar todas estas vas a ser tú y quedarte con las que mejor te queden.

. – ¿Y yo para que quiero tanta ropa, donde quieres que la luzca si no tengo a dónde salir?

. - ¿Pero tú que te crees, que vas a pasar la vida allí adentro? vamos, fíjate las que te quedan bien y así le devuelves la falda a Sara. - Dijo Fernanda

Fuimos a los probadores y empezamos a alcanzarle la ropa, se la probaba y salía a mostrarnos, la verdad que todo le quedaba bien y ella en ese sentido no era muy exigente, al fin dejamos la cortina abierta total en esa parte estábamos nosotras solas. Cada vez que quedaba en interiores me daba una taquicardia, Fernanda me miraba y le daba la risa de ver cómo me ponía y el esfuerzo por disimular; al fin separamos dos largas y una corta, total esta última para lucirla tendría que esperar el verano.

Seguimos de recorrida hasta que encontramos una tienda de ropa para ocasiones especiales, vimos unos vestidos que estaban preciosos, entramos y le preguntamos a Ana cual le gustaba.

. - ¿Pero para que quiero un vestido así, a donde voy a ir con él?

. - ¿No pensaras ir a la exposición vestida así nada más? Allí tenemos que ir como señoras.

Se dejó convencer y separamos tres de los más lindos, tampoco es que fueran para una fiesta de gala, pero si bien elegantes para hacerse notar. Ahí comenzó nuevamente mi suplicio verla sacarse la ropa para cambiarse los vestidos, era una delicia, pero la presión se me iba a las nubes.

Al fin elegimos entre todas que el que mejor le quedaba era uno azul a media pierna con un escote en V, ajustado a sus caderas que resaltaba todos sus atributos. Fue a Fernanda que se le ocurrió que con ese escote según los movimientos que hiciera, podría verse parte del sujetador, así tendría que comprarse un conjunto a juego, de solo imaginármela probándose el conjunto me mojaba, Fer se descojonaba de la risa, Ana la veía tan contenta que también se reía, aunque no sabía de qué.

 Entramos en un local de lencería y nuevamente Fer revisó lo habido y por haber, hasta que separo cuatro conjuntos de los cuales tres eran tangas, y una de les tres eran esas brasileras que para saber si las llevas puestas te tienen que hacer una ecografía. Ana las miró.

. - ¿Pero de verdad tú quieres que yo me ponga esto? ¡Yo ni loca!, esto es peor que ir sin nada.

. – Pues entonces tendrás que ir sin nada, no pensaras ir con ese vestido y que se te marquen las bragas – le contesto Fernanda

. - ¿Tu que dices Sara, ¿tengo que ir con esto?

. – Y…con ese vestido… la verdad es que te va quedar mucho mejor ese conjunto.

. – Pero todo el mundo va andar mirándome el culo, es como si lo llevara al aire.

. – Hay preciosa, pongas lo que te pongas con el culito que tienes todo el mundo va andar mirándotelo. – no sé cómo me salió eso, pero es que era cierto.

 Me puse colorada, Ana era un tomate, la única que se reía era Fernanda, yo trinaba, si tenía que ir al probador a verla ponerse eso estoy segura que no me aguantaba. Fue Ana la que resolvió todo.

. – Mira, estos hilos no tengo ni que probarlos y las bragas si son como las que usas tú ya sé que me van bien, así que fíjate cual quieres que lleve y ya.

. – Llévate las cuatro, que si no las usas ahora las usas en otra ocasión.

. – Bueno está bien – dijo poco convencida- ¿ya terminamos con esto de las compras?

. - ¿Cómo que ya está, acaso quieres ir a la exposición en zapatillas?

. – Uy… tienes razón, ¿pero no podrían ser unas botas como las de Sara? Esas me gustan.

. – Pues que sean como las de Sara, pero mira que las hay mejores, tu verás.

Eso para mí, era un respiro, no me parecía que me pudiese excitar viendo cómo se probaba las botas, así que fuimos a la zapatería, igual que las mías no había, pero sí las había mejores le pedimos al empleado por número y trajo varios modelos del mismo, se puso una bota de la que más le gustaba pero le apretaba los dedos, trató de sacarla así parada pero  se le había que dado atascada y ahí me di cuenta que si le ayudaba el empleado sentado en el banquillo, por más que quisiera bajarse la falda, le iba a mostrar un panorama no deseado, por lo menos por mí.

Me senté en el banquito y le dije que le ayudaba yo, y bien que hice porque al tirar de la bota se le subió un poco la falda y entre las piernas se le veía la braga que apena le tapaba la vagina, yo tiraba tratando de mirar hacia la bota, pero la vista se me iba a donde ella quería, y lo que mi vista quería ver estaba entre los muslos de Ana. Al fin conseguí sacársela, la dejé aparte y tomé otra, pero le puse bastante talco, esta le entro perfectamente, se paró dio unos pasos y quedó satisfecha. Salimos con todos los bártulos a cuestas y fuimos a almorzar.

 Reinaba una buena predisposición entre nosotras, fue un almuerzo amable y nos divertimos bastante, con Fernanda tratábamos de auscultar su comportamiento, pero era tan normal que ni nosotras nos lo creíamos.

 Cuando terminamos fuimos a mi piso a dejar las cosas, ahí le dijimos de ir a la cabalgata de los reyes, asintió, pero sin mucho entusiasmo, se acordaba haberlos visto en Madrid y no le entusiasmó, miramos los anuncios de la hora que empezaba y partimos sin mucha convicción, ya que estos, ni de cerca con los de Madrid, pero ya estaba planeado.

Nos pusimos atrás para dejar que los niños pudieran ver y agarrar los caramelos que tiraban de las carrozas, Ana estaba a mi lado y la notaba inquieta, como si quisiera hacer algo y no se animaba.

. – Ana… ¿Qué te pasa quieres algo?

. - ¿Me dejas agarrar algún caramelo?

. – Pero si mujer, agarra los que quieras, y después si quieres compramos de los que te gusten.

. – Los que me puedes comprar ya los conozco yo quiero de esos. – se arrimó a la baranda y empezó a juntar caramelos con las dos manos y ponérselos en el bolso, tuve que decirle que le dejara algo a un pobre niño que no pillaba nada por culpa de ella, saco un puñado del bolso y se los dio al niño que saltaba loco de contento, pero siguió juntando más. Al fin salió con una cara de contenta que no se podía creer, nos corrimos para atrás y seguimos viendo la caravana ella cuando pasaba una carroza que le gustaba se aproximaba y aplaudía con entusiasmo. Se comportaba como una niña en un cuerpo de mujer, y que mujer.

 Con Fernanda tratábamos de analizar ese comportamiento, pero tampoco no teníamos derecho a cuestionar mucho, porque nos había contagiado la alegría y saltábamos a la par de ella.

Cuando se nos dio por irnos ya un poco cansadas, fuimos a comer unas pizzas, recién ahí tuvimos tiempo de preguntarle lo que más le había gustado, nos sorprendió cuando dijo los caramelos.

. – Pero Ana si quieres podemos comprar caramelos de los que más te gusten.

. – Los que más me gustan son estos, los que tiran las carrozas, es la primera vez que los pruebo.

. - ¿Pero no dijiste que ya habías ido en Madrid? pues allí tiran más que aquí, son más carrozas.

. – Si… pero no me los dejaban agarrar, allí nos metían en el palco de los invitados especiales y nos daban cajas de caramelos importados o que se yo, un día quise agarrar uno del suelo porque quería probarlo y me lo sacaron y lo tiraron, yo tiré la caja a la mierda y no probé ni uno, hasta hoy odie los caramelos, estoy segura que no eran tan ricos como estos. – Eso explicaba el comportamiento infantil que había demostrado.

Terminamos de comer y volvimos a casa, estábamos cansadas, Fernanda ni siquiera quiso subir, y buscó su coche y se fue, preparé un café y cuando me senté noté a Ana expectante, lo tomamos y la invité a irnos a dormir.

. – Anda vamos que, si vienen los reyes, no les va a gustar nada que estemos despiertas.

 Fernanda había hablado con Marina si podíamos regalarle un ordenador portátil; como dijo que sí, que lo pagaba los que se hacían cargo de la cuenta, había comprado uno de los más modernos.

 Yo con mi dinero le había comprado una pulsera de plata que había pensado en darle para las navidades, y no se la regalé porque a mí eso de papa Noel no me entraba mucho, lo mío eran los reyes y nada más. Le había mandado grabar “A MI QUERIDA AMIGA” y realmente así lo sentía.

La llevé para el lado de las habitaciones y cuando le hice entrar en la mía, largó el aire que venía aguantando desde que salimos de la sala, no sabía que habitación tenía para ella. Me pidió para ducharse, pero no quería ponerse esas tangas.

. – Pues ponte las bragas, igual aquí estamos las dos solas y no tienes nada que yo no tenga,

Se puso colorada, pero se sobrepuso a la vergüenza que le daba, si supiera la visión que me dio cuando le saque la bota, no estaría tan preocupada, pero, en fin, no se puede pedir todo.

Salió con el camisoncito mío, medio escandaloso para mí, para ella por su altura era una invitación a la imaginación más lasciva. Me fui a la ducha, tratando de mirarla lo menos posible, me di un baño con agua tibia, (no soy de las que se enfrían la calentura con agua fría, si es por eso, prefiero seguir caliente, y más en invierno) me puse el pijama y a la cama.

No se había dormido, cuando me metí bajo las sabanas se acercó y me preguntó.

. – Sara, ¿no te molesto verdad?

. – No Ana, ya te dije, tu nunca molestas, anda duerme.

. – Sabes, de pequeña siempre quise esos caramelos, nunca me dejaron, soy tonta, ¿no?  sabía que los que me daban eran mejores, pero yo quería esos, por fin los pude probar, me gustaron mucho, gracias por llevarme, hasta mañana.

. – Hasta mañana, y no eres tonta, estos son tan ricos cómo tus deseos y los deseabas mucho.

La comprendía, todavía tenía cosas de niña, las cosas que no había podido vivir en su tiempo, y ahora tenía la oportunidad de realizarlas. Tengo entendido que sus padres eran pudientes, seguramente la tenían alejada de todo lo que no fuera refinado, sin importarle lo que le gustaba.

Esperé a que se durmiera. Me levanté despacio para no despertarla, y fui por la caja de las botas las saqué y las puse en la sala, arriba puse el ordenador y en una caja chiquita la pulsera que le había comprado. Después de preparar todo me acosté, no tarde mucho en quedar dormida.

 A la mañana me levanté me arreglé y preparé el desayuno, estaba en esa tarea, cuando apareció Ana en la cocina.

. - ¿Por qué no me llamaste? Te podía ayudar.

. – No hace falta, aparte si quieres puedes quedarte en la cama y ver TV que voy al súper, hoy tengo ganas de cocinar y de paso me queda algo para la semana.

. – Ay, ¿Por qué no me llevas? Así veo cómo haces las compras.

. – Bueno, anda y arréglate pronto y comemos algo, y vamos así no se nos hace tarde, pero primero lleva lo que compramos ayer a la habitación, por ahí si quieres te pones una de las tangas que tanto te gustan. – Dije riendo, mientras veía como se le coloreaba la cara.

- Ya está me gritó, dejé todo arriba de la cama porque no sé dónde ponerlo-

 - ¿llevaste las botas también? Debes haberlas dejado en la sala.

Fue a por ellas y cuando las encontró, exclamo.

. – ¿Y esto que es? –por los paquetes que estaban arriba.

. – No sé, quizá a lo mejor los reyes se acordaron de ti.

Abrió el paquete grande y vio el ordenador

. - ¿Esto es para mí?

. – Y si la dejaron en tus botas será para ti.

. – Ah… si, mira que bueno está el reino ahora, ¿de verdad que es para que la use yo, y esta cajita también es para mí, que es?

. – Pues alguna tontería debe ser, tampoco todo lo que te traigan tiene que gustarte, total si no te gusta no lo uses. - escuche abrir el paquetito y siento que viene a mí y me abraza con las lágrimas en los ojos.

. – Como no me va a gustar si es el mejor regalo de los reyes, ¿de verdad soy tu amiga querida?

. – Ana, claro que eres mi amiga querida, y muy querida: sé que eso al lado del ordenador es una tontería, pero te lo doy de corazón. – me apretó fuerte.

. – Para mí es el mejor regalo del mundo, y ya me la voy a poner para llevarla siempre conmigo-

 Me agarro la cara con sus manos y me dio un beso de los que me tenía acostumbrada y salió corriendo a vestirse. No tardó mucho, no era de arreglarse tanto y tampoco lo necesitaba, comimos unos bocados antes, y marchamos.

 Ella contenta, era una experiencia nueva; llevaba puesta la pulsera y la lucía más de lo que se merecía, que tampoco me había gastado un dineral en ella.

 En el súper miraba todo como si fuera un bazar turco, me ayudaba a poner todo lo que le iba diciendo cómo si estuviera jugando: al fin compramos todo lo necesario y volvimos al piso.

Me puse hacer la comida y me quería ayudar para aprender ya que nunca había cocinado nada.

Mientras cocinaba conversábamos de la exposición que íbamos a visitar, la pintura se veía que era su debilidad y me comentaba de pintores que yo, ni caso. A poco de estar todo listo, llegó Fernanda que vendría a ser la convidada de piedra, tan pronto llegó se le fue encima.

. – Fer, mira lo que me regalaron ¿no te parece hermosa? – mostrándole la pulsera.

. – Claro que es hermosa y ¿solamente eso te regalaron?

. – Ah no, también un ordenador, voy a tener que aprender a usarlo, Sara me va ayudar.

Fernanda se dio cuenta la distinción que hizo entre una pulsera relativamente menos valiosa, con el ordenador mucho más caro, me miro con una sonrisa dándome a entender, lo que sentía.

Servimos la mesa, y comimos mientras comentábamos lo del día anterior y lo que encontraríamos en el museo de artes, entré risas y tonterías se nos fue haciendo la hora de prepararnos. Fernanda había traído la ropa de salir, así que íbamos a ir de casa todas juntas.

Nos fuimos turnando para ducharnos, y a medida que salíamos del baño nos íbamos vistiendo, Ana quiso ir ultima, primero Fer y después yo, cuando salí esta ya estaba cambiada así que me empecé a vestir mientras Ana se metía en el baño, terminó y salió con la bata de baño puesta, nos miraba como si no supiera que hacer, me di cuenta que estaba avergonzada y le pedí a Fer que me ayudara a maquillarme. Entramos al baño y dejamos que se cambiara sola. Al cabo de un rato en que calculamos que se había vestido salimos a ver como se había arreglado. El vestido le quedaba precioso, se estaba por poner las botas, cuando Fernanda le dice.

. – Anda, date la vuelta a ver cómo te queda, - se giró mostrando toda su anatomía – ves que te decía, se te notan las bragas, con este vestido te tienes que poner la tanga que te dije yo.

. – Pues esa no me la pongo, se van a pensar que voy con el culo al aire.

. – No…Ana. Con la tanga vas a parecer normal, no se te va a notar nada, con las bragas sí.

. – Pues que vean que tengo bragas y si no les gusta que no miren, que a un museo de artes van a mirar cuadros, no culos.

. – Ana, a ti el culo te lo van a mirar, aunque estés en un funeral, y por los cuadros no te preocupes, están llenos de culos, y mucho menos bonitos que el tuyo. - Dijo riéndose.

No hubo caso que se cambiara, tampoco quisimos insistir mucho, notamos que le daba un poco de vergüenza, así que, por la paz, dejamos el asunto ahí.

Pasamos una tarde entretenida, Ana se extasiaba mirando las pinturas, y muchos se extasiaban mirándola a ella.

 Conocía muchas de las obras exhibidas, lo que nos extrañaba bastante dado que fue a los trece años cuando se excluyó del mundo, se ve que la pintura era una vocación desde pequeña. Para nosotras era entretenido y nada más, que de eso poco sabíamos.

Luego de la exposición, fuimos a un bar a picar unas tapas acompañadas por un buen vino, Ana lo probó, pero no iba mucho por ahí, por lo que pedimos una gaseosa, igual estaba encantada por el ambiente que se sentía. Paseamos un rato, pero hacía bastante frio, así que decidimos irnos a casa.

 Nos despedimos de Fernanda y nos cambiamos los vestidos por algo cómodo para entrecasa. Ana me preguntó si quedaba mal que si se ponía el camisón total después nos íbamos a dormir, me pareció que muy bien, así que me puse el pijama y nos pusimos a ver un poco de TV mientras tomábamos un café no muy cargado. Un poco más tarde, el sueño nos ganó y decidimos acostarnos.

Ya en la cama, aunque esta era grande, se acurrucó contra mi como cuando estábamos en la cama de ella, aquí nos sobraba espacio, pero estaba acostumbrada a dormir conmigo de esa manera.

 Por un lado, me encantaba, pero sabía que no me podía pasar de la raya, era su tutora para cuidarla y no para aprovecharme, a pesar que cada vez tenía menos dudas de lo que sentía por ella, y ella por mí.

 Le estuve acariciando la cara y le gustaba, se apoyó sobre mi hombro y se quedó dormida. Con la poca luz que entraba por la ventana, podía ver la sonrisa que dibujaba sus labios; labios que daban ganas de besarlos y perderse en ellos.

 Joder ahora resulta que me gustaban las mujeres y yo hasta conocerla, ni noticias. Pensando en eso al fin también me quedé dormida.

El Domingo amaneció de miedo, ventisca, una aguanieve que congelaba, digamos que no era para andar por ahí. Fernanda viendo lo bien que habíamos pasado estos días, vio que no era necesaria su presencia.

Realmente nos sorprendió gratamente con que talante sobrellevó todo, a lo que no estaba acostumbrada, si hasta daba ganas de dejarla salir sola con la confianza de que sabría desenvolverse, si es que conociera la ciudad.

Se nos dio por cocinar, tenía conejo en el frigorífico, y al conejo le dimos. Tenía todo lo que habíamos comprado el viernes, y sobraba para hacer una cazuela bien condimentada. Ana quería aprender, y era una alumna aplicada, anotaba todo, estoy segura que iba a ser tan buena cocinera cómo pintora. Comimos a gusto, y después de fregar, pusimos unas películas, comedias entre románticas y risueñas, Ana se reía mucho, en un momento se tiró en el sillón y apoyo su cabeza sobre mis piernas.

. - No te molesta, ¿verdad?

. – ¡No! ponte cómoda que no pesas nada – Le alisaba el pelo, y de vez en cuando giraba la cara para sentir la caricia sobre ella - ¿no te aburres? Podemos hacer otra cosa.

. - ¡No! si no te aburres tú, por mí, mejor que esto no puedo estar. – mientras agarraba mi mano y la frotaba por su cara, la apretó y me la beso- eres tan dulce, nunca pensé estar tan bien.

. – Vas a ver que de ahora en adelante vas a estar mejor, y gracias a ti, no a lo dulce que sea yo.

. – No sé si a lo dulce o a qué, pero si voy a estar mejor es gracias a ti.

. – No te engañes, eres tú la que me sorprende de lo bien que te tomas cosas que ni siquiera viste nunca, hay cosas que cuando enfermaste no estaba y lo tomas con naturalidad,

. – Es que, si es natural para ti, es natural para mí, así que no tengo que pensar mucho.

. – Anda no seas exagerada, ven, vamos a prepararnos algo para cenar, o comemos de lo que sobró.

Quiso que le enseñara hacer tortilla, y a eso nos pusimos, era fácil así que no había mucha ciencia, pero lo tomaba con un entusiasmo como si fuera la gran cosa.

 Después de la cena estuvimos comentando de cómo le pareció esta primera salida, estaba encantada, siempre tuvo miedo de salir del hospital, pero después de estos días, es cómo si hubiera descubierto un nuevo mundo donde podía haber un lugar para ella. No nos entretuvimos mucho más, ya que a la mañana teníamos que madrugar.

Esa semana pasó sin pena ni gloria, tanto Fernanda como yo detallamos positivamente el comportamiento de Ana, y la cosa quedo a estudio.

 El fin de semana tenía que ir a ver a mis padres, me entristecía no poder sacarla, pero no tenía más remedio. Cuando se lo dije, no perdió la sonrisa en ningún momento, no había tomado cómo si la salida de la semana anterior se fuera a repetir muy seguido, así que no fue decepcionante en ningún sentido.

El sábado temprano salí para casa, llegué, no estaba nadie, tanto mi papa como mi mama tuvieron reunión en el hospital.

 Llamé a Alicia y la invité a comer que iba a cocinar yo, sabiendo que estaba sola se vino volando, podíamos conversar tranquilas, aunque tampoco era mucho lo que teníamos que ocultar. Tan pronto llegó, después de los saludos, empezó a averiguar cómo andaba con Ana, en cuanto lo personal.

. – y ¿cómo va el asunto con Ana? ¿Sigues con las dudas? O ya se te esclarecieron.

. – Cada vez tengo menos, creo que ya estoy enamorada, pero esperemos a cuando salga a ver qué pasa, igual mientras sea su tutora ni por asomo puedo hacer nada.

. – Pero ¿y ella por ti, que te parece que siente, te quiere, se pone en evidencia o qué?

. – Yo creo que me quiere, pero ten en cuenta que hasta ahora soy su único soporte, hay que ver cuando esté afuera y no necesite mi apoyo, si sigue sintiendo lo mismo.

. – Sara, por lo que me cuentas cuando hablamos por teléfono, esa niña te quiere y te va a querer siempre, me la tienes que presentar que con mi ojo de pediatra te digo si esta colada por ti o no.

. – Oye que no es tan niña, y tú todavía no te recibiste y aunque lo hicieras, no creo que sea tu especialidad andar averiguando si está enamorada.

. – Ya casi me recibo, y las pediatras adivinamos los síntomas, ¿o donde viste que un niño le diga al médico donde le duele? Tu preséntamela y yo te digo de que pie cojea.

Seguimos con la charla, cuando estaba lista la comida llegaron mis padres, me saludaron con el cariño de siempre, era bueno volver a verlos, a pesar que me gustaba mi vida independiente cada vez que llegaba a mi casa, era como un remanso que me tranquilizaba, podía pasar cualquier cosa que siempre tendría su respaldo.

 Alicia se quedó a comer con nosotros y la conversación se fue volcando a cómo había pasado las fiestas con Ana, y como se había desenvuelto en la salida de reyes, se fue pasando el tiempo, hasta que nos levantamos y fui a prepararme para salir con Alicia.

Pasamos una tarde divertida y a la noche fuimos de recorrida, pero sin ánimo de pescar nada, le pregunte como andaba con su novio, y me dijo que le parecía que no iba a ningún lado. Así que después de encontrarnos con varios amigos del secundario, nos fuimos cada cual a su casa.

El domingo a la mañana la pasé en casa y a la hora de la comida volvimos a hablar de Ana, y papa me recalco la responsabilidad que tenía ser su tutora, tenía que pensar bien las cosas como para poder hacer que esa chica, si estaba tan bien como aparentaba, pudiera volver a la normalidad.

Eso ahora recaía en mí, no solo cómo su doctora, sino por ser su responsable legal. Me daba un poco de miedo, pero comprendía que ese tenía que ser mi objetivo.

A la tarde volví a mi piso, no había hablado con Ana, ni ella me había llamado. Cuando llegué la llamé, se notaba contenta.

. – Oye que estuviste haciendo que ni una triste llamada me hiciste.

. – Yo pintando cuadros, y tu seguramente, paredes, que tampoco me llamaste.

. – Eres mala: como te burlas de mi pasión por la pintura, pero mañana a ver si me entero en que quemaste tu talento.

. – Uf… si, vas a ver, cuando llegues está todo quemado.

. – A lo mejor te creo, mientras no te quemes tú, todo lo demás lo puedo soportar.

. – Yo no me voy a quemar sin que estés a mi lado.

. – Mañana me llevo un extintor por las dudas, y mejor metete a la cama que mañana me vas a tener que sufrir, un besito y que duermas bien.

. – Mañana te voy a estar esperando para sufrirte, y un besote para que también duermas bien.

Cortamos la comunicación, y me acosté, pensé un poco en lo que me dijo mi padre, y al fin me quedé dormida.

Me levanté revitalizada, era la tutora y como tal tenía que comportarme, el asunto no era sacarla a pasear, sino que mi obligación era tratar de buscarle una vida formal fuera de esas paredes.

Pasé la mañana ansiosa por llegar la hora de nuestra reunión para tirar como si nada la idea de empezar a hacer los trámites para que pudiera ser dada de alta.

Cuando nos juntamos, llegamos las cuatro a la vez, eso me gustaba, pensaba que Julia algo me iba a apoyar, de Fernanda no tenía la menor duda. Estaba esperando la ocasión de sacar el tema, cuando Marina me dice.

. – Sara, tu que ahora eres la tutora, tienes que buscar la manera de poder conseguir darle el alta a Ana, no te digo ya, pero… aunque sea de a poco, tiene que empezar a acostumbrarse a desenvolverse sola, y para eso va necesitar tu ayuda a lo primero.

Me quedé atónica, lo que yo le iba a pedir, un poco más termina exigiéndomelo.

Me pareció mucha casualidad que el día anterior lo mismo me dijo mi padre.

. – Si, de la manera cómo se la ve, no tiene objeto tenerla encerrada. Comentó Julia

. – Pues sí, eso lo iba a decir yo, pero tengo que saber que papelería hay que hacer.

. – Yo te averiguo, seguro que no es tan complicado. Saltó Fernanda

. – Uhm…yo no diría tanto, el problema es que aparte de los responsables económicos, no tiene a nadie, ningún familiar que se haga cargo, podemos darle el alta, pero no le podemos decir con quien va a ir – dijo Marina

. – Y bueno, mientras no tenga con quien ir, puede estar con Sara – contestó Fernanda

. – Y tú qué sabes si Sara quiere hacerse responsable de ella - Remacho Julia

. – Claro que se va hacer responsable, aparte que responsabilidad necesita con una chica de 23 años, y dada de alta por encontrarse en perfectas condiciones.

Esta Fernanda a veces es tan apasionada, que me hace gracia, me conoce y sabe que lo que dice es cierto, pero están discutiendo entre ellas, algo que soy yo la que tiene que dar la respuesta.

Fue Marina la que puso orden, pidiendo que fuera yo la que dijera lo que estaba dispuesta hacer.

. – Si no encontramos a nadie, yo estoy de acuerdo en que venga a vivir conmigo, y llevarla de a poco hasta que se desenvuelva sola, pero creo que lo mejor es que esté aquí, aunque sea hasta las vacaciones, que no la voy a tener que dejar sola todos los días, cuando venga a trabajar.

. – Me parece bien, mientras tanto puedes sacarla los fines de semana o los días que te parezca para que se vaya acostumbrando.

Seguimos debatiendo lo más aconsejable y quedamos así. Fui a lo de Ana, me estaba esperando.

. – Uy… que te tardaste hoy, ¿ya te estas olvidando de mí?

. – Ay sí, cómo es tan fácil olvidarte, anda, a ver esos dichosos cuadros.

. – No…no…no, es mala suerte mostrar un cuadro antes de terminarlo, así que a esperar.

. – Bueno, esperaremos, la eximia es supersticiosa, cuidado que mi mirada le borre los colores.

Nos echamos a reír y seguimos hablando de cómo pasé el fin de semana y le conté que salí con mi amiga Alicia y que quería conocerla, y que la pasé bien con mis padres, y poco más, lo de ella era más sencillo, estuvo pintando y preguntó de varios temas de actualidad que vistos en el ordenador le habían parecido sorprendentes por los avances que se habían producido en el tiempo que había estado desconectada con el mundo. Como siempre que estaba con ella, pasamos una tarde amena hasta la hora de irme.

El resto de la semana pasó sin novedades hasta el jueves, ese día me reuní con Rafael y Marina,

El asunto era que la relación que tenían con los representantes, (o sea los que pagaban) era puramente económica, por eso preferían andar con cuidado, y tener la seguridad de que Ana emocionalmente estaba realmente en condiciones de hacerse cargo de su patrimonio, ya que era mayor de edad, y que tampoco sabía a cuanto podía ascender.

 También me dijo Rafael que era conveniente que se acostumbrara a manejar el dinero, y darse cuenta de su valor, por lo que le saco una tarjeta de crédito con tope de 5000 euros, por si se desmadraba. Termino la reunión, y salí a la otra reunión donde Marina también era panelista.

 No era algo que quisiéramos tener en secreto, por lo que lo comentábamos en la mesa entre las cuatro, Julia me hacía ver los problemas, Fernanda era la encargada de darme las soluciones.

. – Si quieres podemos invitarla al teatro que dan una obra que dicen que es comiquísima.

. – Toma, me parece una buena idea, que entre cuanta más gente esté, más rápido se va a acostumbrar; pero Fer, tampoco si tienes algún compromiso lo dejes por ser mi muleta.

. – No mujer, que no lo tengo, aparte que tenía ganas de ver esa obra, y el otro día me la pasé muy bien con ustedes.

Todas estuvimos de acuerdo que era lo mejor para vigilar sus reacciones y que prestáramos especial atención en eso, Fernanda y yo, no teníamos ninguna duda que reaccionaría bien.

Ese día me tocaba guardia, así que el viernes, ya podía irme hasta el lunes, estuve un rato con ella, y quedamos si tenía tiempo ir a dormir un ratito, me iba a estar esperando. Atendí toda la parte administrativa que correspondía y luego de dar un vistazo en mi sector, me fui a descansar a mi cuarto preferido.

. – Te estaba esperando, ven que te tengo la cama calentita.

Me quité el guardapolvo y me acosté, la noté expectante al preguntarme.

. - ¿Este domingo vas a ir casa de tus padres?

. – No, este sábado voy a salir con dos amigas al teatro, y el domingo no me da para ir y volver.

. – Ah…claro, debes tener tantas amigas que siempre tendrás con quien salir. –dijo tristona

. – Eh…no te creas que son tantas, por lo menos aquí, que los dedos de una mano me sobran.

. – Que te sobran, ¿o Julia y Marina no son tus amigas? Y de Fernanda no me lo tienes que decir, y ya son tres, te queda una sola para que no lleguen a cinco dedos.

. – Y justo con esa y Fernanda vamos a ir al teatro.

Se me quedo mirando. – Nunca me hablaste de ella.

. - ¿No? mira es una chica que cuando se pone un vestido ajustado, prefiere que se le noten las bragas a ponerse una tanga, ¿nunca te conté de ella? La cara que puso era un poema

. – ¿Me vas a llevar a mí?

. – No, no te voy a llevar, nos vas a acompañar que ya sabes andar sola.

Me abrazó contenta, me besaba toda la cara, verla así, me hacía pensar que todo lo que hiciera por ella era poco, me daban ganas de contestarle los besos, pero no con esa inocencia, sino con el sentimiento que me carcomía.

 En ese momento no tenía nada que pensar, solamente tenía que sentir las ganas de acunarla entre mis brazos como si fuera la cosa que más tenía que cuidar en el mundo. Conseguí controlar mis impulsos y los de ella que si no seguiría besándome toda la noche.

 Al fin con más calma nos dejamos dormir abrazadas, el frio quedó lejos.

A las dos horas me levanté, y le dije que fuera eligiendo la ropa para pasar los dos días, y si quería comprar algo para ir al teatro, íbamos el sábado a la mañana.

 Le avisé que tenía una tarjeta que podía usar en lo que ella quisiera, y hasta que tope, yo le iba a enseñar cómo usarla; se quedó mirándome con algo de rareza.

Pasé la mañana como siempre, al mediodía dejaba el turno y quedamos con Fer, que cuando saliera ella pasaba por casa y si nos daba la gana, a la noche, salíamos a algún sitio que nos pareciera.

Antas de salir Marina me avisó que le trajera la cuenta de lo que gastaba que corría por cuenta de la casa, le pregunté cómo iba a hacer cuando los tiques fueran por las tres, si después hacía la cuenta, pero dijo que corría el tique de las tres, que sabía que no me iba a abusar. Más que contenta busque a Ana que ya estaba preparada para salir y nos fuimos.

Se había preparado un bolso, con todo lo que le pareció.

. – Ana, mira que todavía no te mudas – comentando por lo grande del bolso.

. – Ya sé, pero voy aprovechando para no tener que llevar todo junto. – me replicó riendo – ah sabes, quería pasar por el centro comercial, necesito encargar ciertas cosas en el local de arte

 . - ¡Toma! ¿Así que ya sabes dónde está el local de arte?

. – ¡Y…si!, internet también sirve para algo.

Llegamos al centro, y fue enseguida al local que buscaba, en la puerta me pidió si podía ir buscando la casa de deportes, y si tenían patines para hielo.

. - ¡Si puedo! ¿Pero no quieres que te acompañe por si quieres usar tu tarjeta?

. – Sara…, las tarjetas se inventaron hace más de 50 años, créeme que puedo manejarla.

No me gustaba dejarla sola, pero me alegraba que demostrara esa confianza; igual estaba todo cerca y aparte de algún apuro, no tenía por qué pasar nada. Estaba mirando unos patines muy monos, la iba a buscar a ver si le gustaban cuando llegó. Agarró el par de patines y los miró por todos lados, los sopesó y me dijo.

. – Los noto muy livianos para que valgan lo que piden, no me parece que sean de competición.

. – ¿Y tú donde quieres competir?

. – Bueno, no es por eso, pero vamos, si algo es caro, tiene que valerlo.

Llamamos al dependiente, y nos explicó que eran de fibra de carbono y que por eso pesaban poco, pero tenían garantía, y no sé cuántas cualidades más; la cosa que las llevó, y pagó con la tarjeta con toda naturalidad. Dimos una vuelta por otros negocios. Pero no le interesó más nada.

 Llegamos al piso y comimos algo de lo que había dejado preparado, estuvimos hablando de un montón de cosas que le habían dado curiosidad, mirando internet. Es curioso cómo los cambios se van produciendo a un ritmo que nos parece natural, pero al cabo de diez años para el que no los vio crecer, el cambio es tan rotundo que llega a maravillarlo, le fui explicando dentro de lo que sabía, y notaba con alegría como asimilaba lo que le comentaba.

Así estuvimos un rato, pero me dio sueño a la noche solamente había dormido esas dos horas con ella, le dije que si quería podía mirar la tele o usar el ordenador, me contestó que tampoco pudo dormir mucho, y que si no me importaba que se acostara conmigo. La verdad, me importaba, y no negativamente, aunque me hubiese gustado que no fuera para dormir.

Ni siquiera pensó en ir a la habitación de invitados, ya tenía asumido que en esa casa su lugar estaba en la mía, me gustó, rogué que más adelante siguiera con esa buena costumbre.

Cuando me acosté, enseguida vino a mi lado y se acurrucó contra mí, empecé a pensar varias cosas que podría hacer, pero sabía que no podía hacerlo, y en esas me quedé dormida.

Nos despertó el timbre de la puerta, miré por el visor y era Fernanda que estaba abajo, le abrí la puerta de calle, y fui a la sala para abrirle la puerta del piso, entró dejó el bolso en una silla.

. – No me van a decir que estaban durmiendo a estas horas.

. – Claro, porque cuando te toca guardia, tu no duermes a la tarde, la mujer insomne.

. – Uf… como me reciben, será que me tenga que ir sin comer un triste bocadillo. – pidió con una cara de famélica.

. – Ves, esto es lo que te espera cuando salgas y estés en tu casa y tengas que atender las visitas. - Dirigiéndome a Ana que se levantó conmigo

. – Ah no, cuando esté en mi casa las visitas las atiendes tú.

Con Fernanda nos reímos por la salida, pero nos miramos al comprender que Ana asociaba que en la casa que estuviera tenía que estar yo. No había caso ponernos a explicarle que no tendría que ser así, y a mí tampoco me parecía mal que lo pensara, más bien que me gustaba.

. – Mira ahí que vas a encontrar un poco de jamón y pan y prepara también para nosotras.

La dejamos sola y fuimos a lavarnos y sacarnos la cara de dormilonas que teníamos, cuando volvimos tenía en la mesa bocadillos con jamón queso unas sardinas y una lata de pulpo.     

. - ¿Y esto de donde lo sacaste?

. – Es lo que les había dejado para los camellos de los reyes, pero no les apeteció, tirar no lo iba a tirar, así que los traje por si a ustedes les gusta.

. – Pero Fer si no le pusiste vino esto no tiene gracia, por eso no te lo comieron.

. – Es que vino le puse, pero se lo tomaron todo y me dejaron la comida. –Ana nos miraba y se reía

. – Bueno el vino lo voy a poner yo y mejor que no aparezca ningún camello.

Saqué una botella de un tempranillo, que estaba para tomar y pedir más. Comentaba lo caro que le salieron los patines, cuando Fernanda nos invitó a ir a una pista de por ahí cerca, yo no tenía patines, pero te los alquilaban, así que nos animamos, y allá fuimos. Ana se llevó los recién comprados, que los quería estrenar; apenas salir a la pista, salió cómo un cohete y antes de media vuelta se estampó por el piso; se levantó riendo.

. – Sí que no pesan nada, hay que acostumbrarse.

Nosotras tranquilas, íbamos a buen paso, pero sin querer batir ningún record. Perdimos a Ana entre la gente, cuando de pronto nos pasó por el medio y frenó de golpe delante nuestro.

. – Eh…, ya se, tienen miedo que les saquen puntos en el registro de conducir por exceso de velocidad.

. – Hay, que chistosa, tu porque tienes unos patines que andan solos, que así te costaron.

De ahí en más, me tomo de la mano y empezó a tirar de mí, cuando quise darme cuenta, íbamos a una velocidad a la que no estaba acostumbrada, no sé porque razón me sentía segura, aunque miedo de darme un porrazo no me faltaba. Fernanda me miraba la cara y se descojonaba de la risa, de golpe, se paró contra la baranda y me dejo apoyada a ella y se fue sin que Fernanda se diera cuenta; la agarró de atrás de la cintura y empezó a empujarla, ahora era ella la que tenía cara de espanto, y yo la que me mataba de risa.

 La cuestión que pasamos una tarde noche de lo más divertida, de ahí nos enteramos que Ana había practicado patín artístico de pequeña, y cómo decía de eso y de andar en bicicleta nadie se olvida.

Salimos de la pista, y se nos dio por comer unas pizzas con gaseosa, y de allí cada cual a su casa.

Yo estaba muerta de sueño, así que apenas llegué me duché y a la cama, ni siquiera me di cuenta cuando se acostó Ana. A la mañana me desperté y la tenía abrazada a mí; era algo a lo que estaba acostumbrada por lo que no me causó ninguna extrañeza, me quedé mirándola, se veía hermosa, me quedé pensando en ella y en mí, nunca tuve un rollo con ninguna mujer, y ahora veo como mi mundo se me vuelve patas para arriba. Estaba en la etapa de dudas, sabía que la quería más de lo que me pudiera haber figurado, pero tampoco era tan fácil dar ese paso, y no por lo que pudiera pensar la gente, que eso a mí no me movía un pelo, sino, por no estar segura de que esto no fuese una cosa temporal, y después me diera cuenta, que eso no era lo mío.

 Me imaginaba lo que iba a sufrir ella y lo mal que me iba a sentir yo. Me hizo volver a la realidad con un apretón de buenos días, y un beso en la mejilla. Nos levantamos, después de higienizarnos nos vestimos, desayunamos y salimos al súper. Tenía que rellenar la despensa y cosas de limpieza, más mirar las ofertas, cosa que siempre me llevaba rato.

 Ana me pidió la llave, que iba a buscar lo que encargó en la casa de arte y lo llevaba a casa, cómo no estaba lejos podía irse caminando, así que se la dejé, y seguí tranquila con lo mío.

Llegué a casa y la llamé para que me ayudara a bajar la mercancía, entramos todo y le pregunté que compró, me mostró unos lienzos que según ella eran diferentes a los que le dábamos en el hospital y otras cosas para pintar al pastel, o que se yo.

Me ayudó a cocinar unos fideos con salsa, que bien valió la pena el trabajo.

Hablábamos de todo, y todo me parecía más interesante cuando lo hablaba con ella; levantamos la vajilla, lavamos y miramos un rato la tele.

 Entre una cosa y otra se nos hizo la hora de cambiarnos, mientras elegíamos que ponernos, le pregunte en broma si hoy se iba a poner la dichosa tanga, dijo que no, pero tenía curiosidad de ver cómo nos quedaría a nosotras que parece que tanto nos gustaba, sobre todo a Fernanda que era la más entusiasmada. Nos reímos un poco de eso hasta que terminamos de cambiarnos. Estaba preciosa, pero lo mío no era muy objetivo, porque se pusiera lo que se pusiera, me gustaba de igual manera.

Llegamos al teatro, y ya Fernanda tenía las entradas así que entramos enseguida, estaba a tope, pero nuestra ubicación era buena. De verdad la obra era cómo para desternillarse de risa, valió la pena, a Ana le saltaban las lágrimas, y de la risa ni cuenta se daba, se las tuve que secar para no mojarse la blusa.

Salimos y se nos dio por ir a un restaurant mejicano, la comida estaba bien, pero un poco subidita de picante. Como fui en el coche no pude tomar vino, así que la mitad del gusto no fue para mí.

Estábamos conversando de la comida y el asunto de no poder beber ni un poco, cuando Ana nos salió con una invitación a comer al otro día.

. – ¿Y a donde nos vas a llevar? – pregunto Fer

. – A ninguna parte, las invito a comer en casa.

. - ¿Y quién va a cocinar?

. - ¡Yo! ¿O que te crees que soy una inútil? o que.

. – No que va, no sabía de tus aptitudes culinarias, pero si lo dices así será.

. – Bueno – dije yo – entonces mañana a comer la comida de Ana y no hay más que hablar.

. – Yo llevo el vino, que después me tomo un taxi, que esta ocasión no hay que desaprovecharla.

Llegamos a casa y nos acostamos acordándonos de lo cómico de la obra de teatro.

. - ¿Nunca fuiste al teatro?

. – Si, tenía una institutriz que de vez en cuando me llevaba, pero era para ver operas o ballet, eran lindas, pero a veces eran tan pesadas, que me quedaba dormida. Divertida como esta, nunca había visto.

Unas palabras más y nos quedamos dormidas. A la mañana apenas despertar, se levantó enseguida, tenía que hacer las compras para el almuerzo. Dejé que se duchara y se vistiera, para recién salir de la cama; no pensaba ayudarle a no ser que viera qué la cosa sería una catástrofe, quería saber qué grado de capacidad tenía para desenvolverse sin ayuda; hasta ahora me mostró, una ductilidad muy buena, y salir sola era lo que necesitaba.

Volvió como a la hora y media, ya estaba un poco preocupada, a ver si me apresuré en dejarla ir, pero no, volvió sin ningún problema cargada con dos bolsos.

. - ¡Joder! Mujer si somos tres para comer nada más, ¿Qué trajiste ahí?

. – Traje lo que necesito para cocinar, y algo para que te quede.

. – Pero si tengo el refrigerador casi lleno, donde voy a meter todo.

. – Busca cómo ponerlo, ya sabes, todo cabe en un frasquito sabiéndolo acomodar.

. – Menudo frasquito voy a necesitar.

Seguimos dándole a la lengua, mientras cocinaba. Había sacado una receta por internet y la llevaba al pie de la letra. El olor era bueno, daba ilusión.

 Estaba preparando la mesa, cuando llegó Fernanda, trajo tres botellas de vino, se ve que no quería pasar sed. Se metió en la cocina Ana estaba mete que te pega preparando el banquete, la saludó exclamando.

. – Oye, que bien huele, si sabe igual, te luces, te sabes tanto de cocina como de patín.

. – A ver cuando te luces tú, y esperemos que sepas cocinar mejor que patinar.

. – Uy… como se pavonea porque se compró unos patines que cuestan un pastón, porque cualquier tonto los usa. – Hasta ahí, yo nada, pero decidí meterme, porque estas dos se iban a pasar la tarde de contrapunto.

. – Bueno… bueno, dejemos el contrapunto para después de comer, que el paladar dirá quién gana - Rogaba que le saliera rico, no tanto por la comida en si, sino por apuntalar su autoestima. Y realmente la comida estuvo más apetitosa de lo que pudimos haber creído. Tuvimos que hacerle honores a la cocinera, con una salva de aplausos. Muy contenta (ya que tampoco tenía tanta confianza que saliera bien) soltó el anuncio.

. – A pesar de la desconfianza que me han tenido, les voy hacer un regalo…que… bueno, se los prometí, -fue hasta la habitación de invitados, y se vino con dos cuadros envueltos, primero le dio a Fernanda, para que lo desembalara. Contenta cómo una niña esta abrió el paquete y se quedó con la boca abierta, hasta que pegó un chillido.

. – Me pintaste en pelotas; donde quieras que ponga esto.

. – No te pinte en pelotas, estas con una hermosa tanga brasilera que, según tú, es elegantísima, pero mira que bien te queda, si ni se nota que la llevas puesta.

El cuadro en sí, era precioso, estaba bien pintado, y la tanga con la que estaba vestida (o desvestida) era la que quiso que usara ella. Fernanda a pesar de la protesta, admiró el cuadro y lo bien que se veía, pero tampoco iba a dar el brazo a torcer tan pronto.

. – Oye, lo que admiro de ti, es la capacidad de dibujar culos que nunca viste, a no ser… que algunos los hallas visto…, que una nunca sabe.

. – Hay Fernanda. Pero si a veces andas con unos pantalones tan ajustados, que no se sabe si los llevas puestos o están pintados, solamente le cambio el color.

Así siguieron un rato; por gusto, porque a Fernanda le encanto, y se notaba como lo miraba. Yo decidí desenvolver mi cuadro. Me quedé mirando, me gustó; eren los fuegos de artificio de año nuevo, pero se veían raros, como si hubiera algo más. Ana se sonreía y Fer que lo miraba de más lejos, ponía una cara rara; de pronto me lo sacó de las manos y se alejó hasta la pared. Primero no entendía; luego me pareció distinguir como una cara, cuando enfoqué más la vista, vi de quien era esa cara, era la mía; las líneas de las bengalas más fulgurantes formaban las líneas de mi rostro, dos explosiones verdes en el lugar de mis ojos, el sitio de mis labios los plasmó con lo que parecía una repetición de estampidos de color rojo pálido, cómo me pintaba los labios yo. A medida que lo mirábamos, más embelesadas nos quedábamos, cómo siempre la primera que habló fue Fernanda.

. – Pero Ana, esto es una obra de arte, con esto sacas un pastón, lo admiraría todo el mundo, si lo expones pasas a la fama.

. – Yo solamente quiero que mis cuadros les guste a quien se los regalo; si los quieren vender allá ellos, será porque no les dan importancia. –Lo dijo medio cabreada.

. –Ana, ¿cómo piensas que podemos vender un regalo tuyo? Lo que te queremos decir, es que tienes mucho talento, y que, si sigues así, vas a ser una pintora excepcional, mira estos cuadros, son maravillosos sobre todo el que me regalaste a mí, es algo especial que no se ve en otros.

. –Lo pinte para alguien tan especial que no se ve en otras. Me contestó mirándome a los ojos.

. – Eh…. qué es esto. Que el cuadro mío también está muy bien, a pesar que salgo despelotada.

. –Si quieres te visto y no se te van a ver las bragas, te lo prometo.

. - ¡No! déjalo así, que cuando sea vieja me voy hacer la ilusión que tenía un culo así de lindo.

El resto de la tarde, pasamos payaseando y divirtiéndonos. Fernanda se fue, y solamente teníamos que prepararnos para el otro día. Quedó algo de la tensión que cortó Fer cuando lo del cuadro. Cuando nos acostamos, me preguntó.

. –¿De verdad te gustó el cuadro?, si te gusta lo que pinto, voy a pintar para ti.

. –Me gustó, y me gustó mucho, pero tienes que pintar para los demás, para que te conozcan, que digan, ahí va la gran pintora Ana De Lafuente.

. –A mí no me importa que la gente me conozca, con que te gusten a ti, es suficiente, tu dime que quieres que te pinte y voy a tratar de hacerlo.

. –Pues mira…; te voy a pedir un retrato de alguien que quiero mucho, pero no sé si vas a querer hacerlo, tú la conoces

. –Porque no voy a querer hacerlo, si a ti te gusta, te lo hago, ¿Quién es Fer?, ¿Marina, Julia?

. –No, no va por ahí.

. –Pues que yo la conozca no veo a otras, a no ser de alguna de las enfermeras.

. –No es enfermera ni nada que se le parezca, quiero que me hagas un autorretrato tuyo, que no tengo ninguno, que siempre me pintas a mí, y de ti, nada.

. – ¿Y para que quieres un retrato mío?

. – Para que cuando no estés pueda seguir viéndote; me gusta cómo eres.

. – Por mí, no vas a necesitar retratos, siempre me vas a poder mirar si se te da la gana.

. – Ay, mira si no lo quieres pintar, dímelo y no andes con tantas vueltas.

. –No es que no te lo quiera pintar, es que no sé qué importancia tiene eso para ti.

. – Pues mucha más importancia que un retrato mío, que total si me quiero ver de ultima me miro al espejo y ya está.

. – Lo que pasa es que no te gustó como te pinté.

. - ¡Joder! Ana me gustan, me encantan, pero quiero tener uno tuyo y quiero tenerlo para siempre, si no lo quieres hacer dímelo y ya está, que tampoco es una obligación.

. – Bueno, está bien, lo que no entiendo que le des tanta importancia, nada más.

. – Para mí es casi tan importante como lo eres tú, y ya estás avisada.

. – No te enfades, lo voy a pintar para ti, pero te aviso que no me van a salir tan lindos como los tuyos.

. – Y porque no te van a salir tan lindos como los míos ¿los vas a pintar a desgano? ¿no te puedes mirar en un espejo, o sacarte fotografías?

. – Sara no seas boba, si no van a salir tan lindos como los tuyos, es porque tú eres más guapa que yo, yo pinto no hago milagros.

Me quedé mirándola como a una marciana, no supe si lo pensaba de verdad, o era un simple coqueteo.

. – Me estas jodiendo ¿verdad? Que yo sea más linda que tú, no le entra a nadie ni a martillazos, pero si tú eres una princesa, ¿qué me vienes con esos cuentos? - Le dije

. – Así, ahora yo soy la pintora, y tengo que hacerte caso de lo que es lindo o no.

. – Mira a no ser que seas como las anoréxicas que se miran al espejo y se ven gordas aunque estén en los huesos, no veo que te ande bien tu lindometro, y si no pregunta por ahí.

Seguimos discutiendo amigablemente así hasta quedarnos dormidas.

Nos despertó la alarma, para avisarnos que como dijo Serrat, arriba en mi casa se acabó la fiesta.

Nos vestimos, desayunamos y al trabajo.

 La semana iba pasando sin novedades, con Fernanda fuimos averiguando como podíamos conseguir legalmente el alta, ya que Ana estaba internada por prescripción medico judicial. Era algo bastante burocrático, y nosotras tampoco teníamos tanto apuro. Ya salía conmigo algunos días de la semana, y solamente cuando iba a casa de mis padres la dejaba sola; pero ella comprendía que también tenía que familiarizar con ellos.

La semana anterior me quedé con ella, y ahora estaba inquieta porque se venían los carnavales e iba a dejarla sola y aburrida todos esos días; es que la costumbre era pasarla en casa, salir con Alicia y otras amigas comunes y festejarlo de esa manera. Decirle que iba a cambiar mi rutina por Ana…, podía hacerlo, pero parecería muy sospechoso.

El miércoles me llamó Alicia.

. – Hola Sara, como te va, ¿te vienes este sábado? Tenemos fiesta programada para divertirnos un rato, con baile y todo.

. – Mira, no sé qué hacer, ya te conté de Ana, y dejarla sola estos días me parece una cabronada.

. - ¿Y porque no te la traes? Se va a divertir, si es cómo dices la va a pasar bien.

. - ¿Qué me dices? ¿Qué la lleve a casa?

. – Pues claro mujer, conociendo a tus padres no creo que la muerdan, y la verdad, ya te dije que tengo ganas de conocer a la jovencita que lleva de cabeza a mi mejor amiga.

Me pareció una muy buena idea, y se lo hice saber, conversamos un poco más, y nada más cortar me comuniqué con mis padres, para saber que les parecía. No pusieron ninguna objeción, es mas a mi padre le gustó la idea para poder evaluar disimuladamente a Ana, y porque negarlo, también a mí, que intuía que estaba bastante colada por la dulce Anita.

El jueves como siempre guardia, pasé antes de la cena para decirle que íbamos a pasar los carnavales en la casa de mis padres. No se lo esperaba y se le notaba un poquitín de miedo, no estaba acostumbrada a estar en una casa de familia, no sabía que iban a pensar de ella; le dije que no se hiciera problema, que estaban contentos que llevara una amiga.

 Dudaba bastante, pero la pude convencer, tanto por mi empeño, como por las ganas que tenía que la convenciera.

Esa noche fui a dormir mis dos horitas de descanso, la noté emocionada, pensar que iba a conocer a mis padres, la tenía ansiosa, realmente no sé qué se figuraba, quizá evocaba el ambiente que conoció de pequeña, no sé, supuse que esos recuerdos le pudiesen dar un poco de miedo, pero cuando llegáramos allá se le iban a pasar.

A las tres salimos para mi piso, nada más llegar le pedí que me guardara los apuntes en mi escritorio, que yo iba a comprar algunos encargos que me había pedido mi mama. Tarde un poco más de una hora, cuando volví no la encontré ni en la sala ni en la cocina, me fui a mi despacho y tampoco estaba. El piso estaba regado de hojas de papel rotas, cuando mire vi que eran del borrador donde describía la evolución de ella y las diferentes formas de cómo logré sacarla de su aislamiento. Eran para la tesis de la maestría, y así estaba especificado en los textos. No sabía que podía haberle parecido, cómo lo tomo. Fui hasta la habitación, y allí la encontré llorando.

. - ¿Y ahora qué te pasa? ¿Por qué estas llorando?    

. - ¿Todavía me preguntas por qué? ¿así que yo soy solamente una tesis para tu maestría? Me usaste para conseguir tu doctorado, yo pensando que significaba algo para ti, y claro, ¿que era?, un simple escalón para llegar a ser la famosa doctorada en psicología que saco de la oscuridad a la condesa de De La Fuente.

No quiero hacer de este relato una máquina de crear problemas, por eso procuro que tengan cierta lógica, y no parezcan que es para hacerlo más largo, y sino confió que ustedes me avisaran.

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