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Por culpa del Real Madrid

en Lésbicos

Carlos está terminando de armar su maleta. Son tres días que va a estar en Sevilla en una exposición de automóviles. La verdad que le vino como anillo al dedo, porque lo que realmente le importa a él y a su socio, es el partido que juega el Real Madrid y el Betis.

Cuando me casé, ya sabía de qué pie cojeaba mi marido. Era cariñoso, considerado, tierno, en fin, estaba lleno de virtudes y una sola contra ¡era fanático del Real Madrid! Sabía que los días que jugaba no tenía marido, y con su socio y amigo, iban a ver el partido adonde jugaran.

Me llamo Amparo, rubia natural, un cuerpo que no me da mucho trabajo, pero lo cuido, no tengo que hacer sacrificios, pero tampoco me paso, digamos que estoy bien sin esforzarme mucho. Soy asistente de fisioterapia y trabajo en un consultorio donde hago el papel de secretaria también.

Ahí conocí a Carlos. Llegó a tratarse de una distención en una pierna, es simpático y entrador, chiste va y chiste viene me empezó a interesar. Bueno, no hay mucho que decir, pegamos la hebra y empezamos a salir, era divertido y amable, el caso que estuvimos un tiempo saliendo hasta darnos cuenta que congeniábamos lo suficiente como para casarnos y al cabo de un año eso hicimos.

En nuestras salidas de novios, tuve la oportunidad de conocer a su socio, Alberto, otro furioso fanático del Real, desde ese tiempo ya sabía que los días de partidos, los dedicaba a su otro amor.

Tenían una concesionaria de coches de alta gama, nuevos y usados, por lo que en sus viajes futbolísticos aprovechaban para buscar oportunidades; ganaban buen dinero. No quise dejar mi trabajo porque no quería sentirme dependiente de nadie.

Los días que quedaba sola, salía con mi amiga Pilar. Nos conocimos en el colegio y desde el primer momento nos caímos simpáticas y siempre estábamos juntas. Ella es de tez blanca, muy bonita unos ojos que subyugan, y de cuerpo no le envidiaba a nadie, no tenía mucha suerte para ligar o quizá pretendía mucho. Se nos dio por presentarle a Alberto y el milagro se produjo. Él era vendedor de coches y con su desparpajo vendió bien su mercadería.

Nos casamos y a los seis meses se casaron ellos, al cabo de un año tuvimos un niño precioso, y a los seis meses tuvieron una niña tan linda como la madre. Y ahí estaba preparando la habitación para Pilar y su hija de apenas cuatro meses, que venían a quedarse estos tres días conmigo.

Llegaron y nos saludamos con el cariño de siempre. Carlos se despidió con un buen beso, como pidiendo perdón por dejarme, pero ya lo tenía asumido, no era una cuestión de competencia. En todo caso perder contra once tíos corriendo detrás de una pelota, era algo que no me quitaba el sueño. La que parece que no lo tomaba con tanta deportividad era Pilar, la despedida fue bastante sosa, y se notaba que las relaciones no andaban bien.

Después de saludarnos pusimos la cuna de la beba sobre la mesita del salón, y Fernandito podía gatear sobre la alfombra sin ningún peligro.

- ¿Qué te pasa? Parece que hay tormenta entre Alberto y tú.

- Y como para que no la haya, parece que con quien está casado es con el Real, no le importo ni yo ni la hija, nos deja solas y el con su futbolín.

- Pero si eso ya lo sabías antes de casarte, ya te lo había dicho yo; no sé porque no viniste antes cuando te quedabas sola, así a mí también me hacías compañía.

- Si claro, voy a venir a fastidiarte, como si no tuvieras otra cosa que hacer que atenderme a mí.

- Pilar, no digas tonterías, siempre fuimos la una para la otra ¿y ahora qué? Nos casamos no nos metimos de monjas, sabes que siempre que necesites algo voy a estar para ti – una lágrima se le escapó.

- Sí lo sé, ves esa es la diferencia, tengo más confianza que en caso de necesidad me ayudes tú que él.

- No Pilar, estás equivocada, él también va a hacer todo por ti, pero no te puedes comparar con el Real, eso ya lo tienen incorporado en sus genes, se pueden divorciar, puede morirse alguien querido y ellos van seguir enamorados de su club, creo que no es su culpa, son así

- ¡No sé!  Carlos también está enamorado del mismo club, y contigo se lleva como los dioses, lo que pasa con Alberto es que a mí ya no me quiere, quizá ya tenga otra.

- No digas tonterías, si a ti te quiere todo el mundo, boba – me acerqué y le di un pico en los labios - ¿ves? Hasta yo te quiero mucho – le arranqué una sonrisa

- Lo único que falta que te vuelvas lesbiana

- Pues si me vuelvo, la primera que se va a enterar eres tú, porque voy a empezar contigo.

- Pues no te creas que no ando necesitada, que con el pelmazo de Alberto paso unas carestías que ni te cuento.

- Pero ¿qué te pasa mujer? ¿no me digas que no quiere follar contigo porque no te lo creo?

- ¡Sí! Follar quiere follar, pero cuando no puede, se viene a la hora de darle la teta a Rosita, la ve mamar y se le cae la baba, y como yo hasta que se duerme no le hago caso, el señorito se ofende y se va a dormir y cuando voy yo, ni caso, sigue durmiendo como si nada y me deja con una calentura que tú vieras.

- ¿Y a la mañana cuando se despierta? Tampoco nada.

- A la mañana que se vaya a la mierda, la que no quiero soy yo, que no lo voy a hacer cuando se le ocurra

- Pilar, ¿sabes lo que pasa? Están acostumbrados a que estemos para ellos, y cuando vienen los chicos, a lo primero se ponen celosos, pero después se les pasa.

- Pues me parece que cuando se le pase, ya voy a estar acostumbrada, no sé, no sé si voy a querer.

- No te lo tomes así, vas a ver que se te va a arreglar, son buena gente, mientras no compitas con el Real, son buena gente y buenos padres.

 Estuvimos lo que faltaba hasta la noche conversando. Ella tampoco había querido dejar su trabajo, tenía un buen puesto y no quería sentirse dependiente, esa era otra cosa en la que éramos iguales. Preparamos la cena, le di de comer a Fernandito, mientras ella le daba de mamar a su hija. Los acostamos, cenamos y nos cambiamos para dormir, tomamos un café en la sala mientras nos contábamos intimidades como en los años pasados. Estaba quejosa y un poco era porque se sentía avejentada por los cambios que notaba en su cuerpo después de dar a luz

- Ves, esto es lo que pasa, quieren hijos, pero después te ven que te queda un poco de barriga, y huy… ya no eres atractiva, pasas a ser una señorona, hay que buscar carne joven ¡eso es lo que pasa!

- Pero no mujer, pero si casi no te quedó nada, en un tiempo más se te va todo, es lo que te digo yo, debe tener un poco de celos, y tú a lo mejor no ayudas

- ¿Y qué quieres que haga? ¿qué me ponga la camiseta de Sergio Ramos para echar un polvo? – me reí

- Seguro que te queda mejor que a él, pero de verdad, no tienes que tomártelo tan a pecho, estás muy tensa

- ¡No! sino me lo tomo ni a pecho ni a nada, pero mira, como para no estar tensa; mira estos días, no trabajamos, podíamos estar en casa tranquilos, haciéndonos mimos, sacándome la calentura, y no, el señorito tiene que ir a ver el partido, es más importante el Real que yo, que vaya a follarse al Real.

- Estás estresada, ya te dije que lo del Real no tiene arreglo, pero a ti si quieres te doy unos masajes en el cuello que algo te va a sacar las tensiones.

- Hay que buena que eres, ya que no tengo marido que me masajee por lo menos lo haces tú, piénsalo bien eso de hacerte lesbiana, mira que me prometiste que la primera soy yo ¿me lo haces en la cama?

- No, tráete una banqueta que te los doy aquí, yo mientras busco una crema – me fui a buscar la crema al baño, cuando volví ya había traído la banqueta.

- ¿Dónde me pongo? Mira que tiene que ser un buen masaje

- Sí, sí, sí, ponte aquí adelante del sillón – yo me senté en él y ella en la banqueta, se sacó el camisón quedando en bragas, infinidad de veces nos habíamos visto así, y si le iba a dar en los hombros mejor así. Comencé a pasarle la crema por el cuello llegando atrás de las orejas, iba bajando las manos hasta la clavícula en movimientos suaves, se le escapaban unos suspiros de gusto – eh ¿qué te pasa? No sea cosa que te vayas a correr, que todavía no llegamos a eso.

- Ay, qué graciosa, si estuvieras como yo ibas a ver si suspirabas o no, es lo más parecido a una alegría que tengo en el último tiempo.

- Bueno, por lo menos te alegro el cuello, algo es – seguí haciéndole círculos por los omoplatos

- Amparo, ¿por qué no me das en la espalda ya que estás? Me están haciendo muy bien

- Está bien, arrima más la banqueta y tírate para adelante

- Mejor así – me empujo con el culo hacia atrás del sillón y quedó pegada a mi pubis, apoyada con los codos en sus rodillas.

- Da las gracias que no tengo nada ahí adelante, sino ese culito hoy salía averiado. – le dije riéndome

- Ja, ja, mira tú, ojalá tuvieras que ya me iba a arreglar yo para usarlo, aunque me averiaras algo.

- Que amiga tan cochina que tengo, voy a tener que tener cuidado a ver si terminas siendo tú la lesbiana – seguí con los masajes y ella siguió con los suspiros, ya me estaba poniendo cachonda a mí. Se movía y frotaba el culo contra mi almeja haciendo que casi suspirara yo también – bueno, me parece que ahí está bien – se enderezó tirándose para atrás y quedar apoyada en mis tetas

- ¿Por qué no me das un poco en la barriga a ver si se me deshincha? – ahora la tenía rodeada con los brazos, le pasaba desde el nacimiento de las bragas hasta la parte de debajo de las tetas, tiró la cabeza para atrás quedando su cara pegada a la mía, nos habíamos quedado calladas, como esperando que pasara algo. Giró la cara y con la mano giro la mía e hizo que mis labios quedaran frente los suyos, no me sorprendió, cuando me besó, aunque inconscientemente lo estaba esperando. Fue un beso algo temeroso, ninguna de las dos sabíamos cómo reaccionaríamos, se separó – besas muy bien

- Tú también – fue lo único que dijimos hasta que nos besamos nuevamente, esta vez no hubo temores, duró lo que duró el aire en los pulmones, nos separamos para tomar aire – creo que mejor vemos una película, esto empieza así y vaya a saber dios como termina – le dije yo sin nada de ganas

- Sí, tienes razón, el último y paramos – tenía que ser el último y tenía que ser especial.

 Nos pegamos con ansia, nuestras lenguas entraron en juego, era una competencia dónde teníamos que salir ganando las dos. Fui subiendo las manos para abarcar esos senos opulentos, no me cabían, sin querer los apreté sin ánimo de lastimarla, sentí como me las mojaban los chorros de leche que se escurrían por su abdomen perdiéndose entre las bragas. Cuando finalizamos el beso, me separé un poco para decirle

-Pilar, por dios estás a rebalsar

- Sí, parezco una vaca lechera y la niña no toma tanto; ¿no tienes un sacaleches que me lo olvidé en casa, vieras como siento la opresión en las tetas

- El único que tengo se fue con tu marido a ver el Madrid.

- ¡Qué! ¿Carlos te chupaba las tetas?

- Me las chupaba y me las chupa, que el niño no quiere más, y si no fuera que a él le gusta ya se me hubiese cortado

- Bueno, igual si estuviera no me lo ibas a prestar, así que es lo mismo

- La verdad que no te lo iba a prestar, pero a lo mejor yo te puedo aliviar un poco, ¿quieres?

- Claro que quiero, no sabes todo lo que me puedes aliviar, te agradezco que hagas esto por mí – ahora fue ella la que se recostó en el sillón. No me podía mentir, no lo hacía solo por ella, esos besos me habían excitado al punto que las ganas de tener ese pezón en mi boca, se me hacía insoportable. Empecé a mamar golosa, nunca pensé que me podía gustar tanto, no era solo la leche, era la teta, esos pezones duros y tiernos a la vez, los apretaba con los labios, es que me daba ganas de comerme la teta también

-  Amparo, Amparito, no sabes el gusto que me das, cariño, cuanto lo necesito, - mientras me sujetaba con una mano, la otra se la fue metiendo bajo las bragas

- Pilar que haces, quita la mano de ahí

- Ay, por favor déjame, de verdad no aguanto más

- No seas tonta, quítala – hice que sacara la mano, casi se echa a llorar; hasta que sintió mi mano ocupando el lugar. Eso parecía una alberca, si no se había corrido estaba en eso. Seguí mamando de la otra teta mientras alcancé a tocarle el clítoris. Parece que le agarró como un golpe de corriente, porque me tomó la cara para darme un beso y probar el sabor de su propia leche

- Tienes las bragas todas mojadas, déjame que te las saco – se repantingó y levantó el culo para que pudiera sacarlas, volví a las tetas mientras con una mano le sobaba la almeja. Estaba enloquecida y me estaba contagiando la locura, sentir sus gemidos y me hacía desvariar, no podía dejarla así. Si me necesitaba me iba a tener. Fui siguiendo el reguero que había dejado su propia leche, pasé por esa barriguita que tanto la preocupaba y suplanté mi mano por mi boca. Separé con mis dedos sus labios mayores, y la pepita salió bien chula en busca de algún agasajo, y ahí estaba yo, la chupé como si de otro pezón se tratara, Pilar saltaba y se retorcía, le introduje dos dedos en el coño buscando llevarla éxtasis para que me diera el néctar que estaba buscando

- Ay mi amor, sigue así, por favor mi vida, te quiero cariño, no sabes cuánto te quiero; ay…me voy a correr, me voy a correr, no pares por favor…Ay…ya, ya…me corro ahhhhh – sentí sus jugos en mi boca y no me importó, nunca había probado un coño, y ahora que lo había probado no me arrepentía. Quedó despatarrada en el sillón, me puse al lado de ella, estaba como en trance, me miró desenfocada y se apoyó en mi hombro

- Ves que te decía, empezamos con unos besos, y mira como terminó – me miró como si estuviera borracha

- ¿De dónde sacaste que esto terminó?

- Qué ¿todavía te quedaron ganas?

- Claro que me quedaron ganas, a mí y a ti; que tu sacaleches se fue con mi marido y hoy no te vas a quedar cargada, a ver si te hace daño.

- Yo no tengo tanto como tú

- No importa, ya me va a alcanzar, y si no buscaré en otro sitio – me sacó el camisón, se quedó mirando

- Sabes las veces que soñé con tenerlas en mi boca, hoy te las gasto, dios, que bonitas que son – se las metió en la boca. Si me había dado gusto chuparle las de ella, que me chupara las mías era un gusto doble

- Pilar, de verdad te gusta la leche, ¿qué gusto tiene?

- Qué ¿nunca la probaste? – cuando le dije que no, chupó hasta llenarse la boca y me dio a probar con un beso dónde me trasvasaba lentamente la mezcla de mi leche y su saliva, me gustó. En ese momento creo que cualquier cosa que hiciera me gustaría. Con el grado de calentura que tenía la leche debía salir pasteurizada. Repitió la operación dos veces, hasta que se le ocurrió buscar más jugo debajo de mis bragas

- Amparito cómo estás, ¡no! así no te puedes quedar, hay que hacer algo

- Mira que a mí me tienen bien atendida, si no quieres no importa – sí que importaba, pero no quería que lo hiciera por compromiso

- Pues si estás bien atendida no se nota, déjame quitarte las bragas – no me hice rogar, me las sacó y ahora era ella la que metía la cabeza entre mis piernas. Que bien lo hacía, me puse en la punta del sillón y un poco encorvada, alcanzaba a mirar con que suavidad pasaba la lengua por toda mi raja, era una escena que no me cansaría de mirar, hacía fuerza para aguantar el orgasmo, quería que estuviera más tiempo ahí, le acariciaba la cara con ternura, en ningún momento la apreté contra mí, me estaba dando un placer desconocido y quería que lo hiciera a su modo. Y lo hizo, lo siguió haciendo, pero yo no aguanté más, y con un grito ronco me fui en el orgasmo del siglo, y digo del siglo porque como ese nunca había tenido, y que lo diga Pilar que tenía mojado hasta el pelo. Se vino al lado mío a darme a probar lo que había bebido. Nos volvimos a besar, ya se nos había hecho costumbre (una costumbre saludable) nos acariciábamos.

- Y ¿te parece mal como termino? – me preguntó preocupada

- ¿Cómo que terminó? No me digas que después de tanto tiempo que nos conocemos este va a ser el principio y el fin, ¿pájaro que comió voló?

- No digas eso, eras tú la que tenía miedo como terminábamos

- Pues ahora tengo miedo que terminemos. Para ti a lo mejor fue una aventura, pero yo te quería y te deseaba desde siempre.

- Pero si nunca me lo hiciste saber, siempre tuve la ilusión de que nos emparejáramos, estuve esperando hasta que se te ocurrió casarte y por eso me casé yo también.

- Uf, si esto fuera un relato, diría que es la historia de dos tontas

- Y es que eso es lo que somos, siempre estábamos como que nos confiábamos todo, y lo más importante lo tuvimos guardado, aparte que nunca te vi que te interesaran las mujeres.

- Es que no me interesan, se ve que tú llenas todas mis inclinaciones lésbicas

- Ay Amparo, sabes lo que te llenaría, mejor dejémoslo ahí, ¿pero ahora que hacemos?

- Y no sé, estamos bien casadas, tenemos hijos para criar y dos maridos que descontando el Madrid somos lo que más quieren.

- A ti será a la que más quieren, que lo que es a mí, no creo que le importe un pimiento.

- No digas eso, te quiere, pero es lo que te dije, está celoso, si no te quisiera ya me hubiese enterado, soy buena investigadora y a Carlos se le hubiese escapado algo

- ¡Vete a cagar! buena investigadora, en doce años no te enteraste que estaba hasta las tetas por ti.

- Y bueno, bastante tenía con disimular lo que sentía yo, eres bastante escondedora, lo voy a tener en cuenta.

- Lo hubieses tenido en cuenta antes, pero ¿y ahora qué?

- Ahora agarras a Rosita y la pones en mi habitación, Fernandito ya está durmiendo, y nosotras podemos darnos una ducha, y después en la cama podemos pensar lo que vamos a hacer – nos dimos la ducha como lo teníamos planeado, lo de pensar lo que íbamos a hacer, no pudo ser. Lo hicimos hasta quedar agotadas.

Quedamos abrazadas y así dormimos. Eran como las cinco de la mañana cuando la niña se despertó llorando. Era la hora de tomar la teta. Pilar se despertó desorientada en una habitación que no era la suya. Me di cuenta y fui a levantar a la cría y llevársela a la cama. Enseguida empezó a mamar, ya sabía lo que era bueno. No es que no tenga sentimientos maternos, pero la miraba y me daba envidia. Me acordé de cuando era yo la que estaba mamando, y se me mojaba la boca y las otras partes erógenas.

 Al rato Rosita se quedó dormida, la agarré de vuelta y la acosté en su cunita. Pilar me había estado mirando y se dio cuenta mi excitación, no quería molestarla, debía tener sueño, me sorprendió diciéndome.

- ¿Quieres un poco? Ves, la niña se harta enseguida y me queda mucha y tú la mamas tan bien – no terminó de decirlo que ya tenía la teta en la boca. Las dos desnudas, no dábamos para una escena muy materna, tampoco pretendía que me tuviera de hija, y así arrodillada le tomé un seno con las dos manos de los costados y me puse a mamar de ese pezón como si lo fuera. Salté al otro, por si la niña había dejado algo, ahora ya estaba arriba de ella con la rodilla en el medio. Seguramente le contagié la excitación mía, porque comenzó a frotarse contra mi pierna mientras no dejaba de acariciarme.

- Amparo, como me pones, tenerte así es un sueño, quisiera estar siempre dándote de mamar y mamándote, te quiero más de lo que te imaginas – dejé de chupar para darle un beso con gusto a su leche

- Yo también te quiero y me encanta chupar tus tetas, pero no es el único sitio que me encanta chupar – era cierto, desde que le había probado el coño, me di cuenta que ese era mi vicio. Me bajé, le abrí las piernas, y metí la cabeza buscando lo que tanto me había gustado.

 Sentía las ondas de placer que le recorrían el cuerpo y se diluían en mi boca por su vagina, haciéndome gozar como si los orgasmos fueran míos. Se contenía en no hacer ruido por los niños, pero en el momento crucial soltó un lamento como si se le fuera la vida en ese orgasmo.

 Quiso devolverme ese instante tan especial, y yo estaba esperando que lo hiciera, pero el niño se despertó y ahora fui yo la que tuve que levantarlo para prepararle la mamadera.

 Fernandito era más grande y tardaba más tiempo en tomar y en dormirse. Cuando lo fui a acostar, Pilar se había dormido. No quise despertarla, mejor hacer las cosas descansadas, y al fin un poco me había enfriado me quedé dormida también. Me desperté y me estaba mirando.

- ¿Hace mucho que estás despierta? ¿por qué no me llamaste?

- Pensé que tendrías sueño, me porté mal contigo, me quedé dormida y no te retribuí nada.

- No te preocupes, tenemos tiempo. Ahora mejor desayunamos antes que se despierten, ¿nos levantamos?

- Uhm…las ganas que tengo de desayunar en la cama

- Estás mimosa, a ver, ¿qué quieres desayunar?

- A ti, con eso me conformo – yo también me conformaba, verla así y me volvían las ganas

- Mira que no tengo tanta leche como tú

- No importa, ya buscaré donde haya más, dame el desayuno en la boca – me arrodillé en la cama y fui bajando mi cuerpo hasta poner el pezón en su boca, cerró los ojos y chupó con angurria, levantaba la cabeza para abarcar más, parecía una ternerita tratando de sacar más leche y lo estaba consiguiendo. Le cambié de teta y siguió chupando, una mano iba viajando a mi vagina, la acarició y eso hizo levantarme la temperatura a nivel de enfermedad, me separé un poco

- Ya está cariño, creo que ya no hay más, te dije que no tengo tanto.

- Pues entonces me vas a tener que compensar – un dedo se había colado en mi cueva – creo que de aquí se le puede sacar buen provecho, anda dame – puse ambas piernas al costado de su cabeza y fui arrimándole el coño a su boca. Se aferró a mis nalgas y fue penetrándome con la lengua recogiendo mis jugos. Me encantaba verla con que pasión recorría toda mi raja hasta llegar a mi clítoris y chuparlo como si de otro pezón se tratara. Era una sensación que me volvía loca, cuando sentía que ya me estaba por correr, me tiraba para adelante para darle los jugos que inundaban mi abertura, y retardar el momento del orgasmo. Hice todo lo posible por durar, ella hizo todo lo posible para beber mis jugos lo antes posible, ganó ella, aunque yo no perdí, hubiese querido apagar toda su sed de esa manera. Fui a buscar mi sabor en su boca, tenía la cara mojada de mis jugos, la fui limpiando a lengüetazos.

- Pilarica, yo tampoco desayuné y también me gustaría hacerlo en la cama

- Pues a mí me quedaron ganas, desayunemos juntas – quisimos hacer nuestro primer 69 pero a los niños se le dio por despertarse y pedir atención. Se nos terminaron los momentos tiernos, y a cambiarlos, darles de comer, y ya a esa hora se quedaron despiertos. Tuvimos que lavarnos por turno para después desayunar lo que desayunaba la gente normal.

El día estaba precioso, salimos a hacer la compra en el súper y que los niños tomaran un poco de aire, volvimos a hacer la comida, arreglamos la habitación (nos emocionaba desarreglarla a nuestro modo) a la tarde nos acostamos todos a dormir la siesta, nosotras no tuvimos sexo, pero todo el cariño que nos teníamos de antes, ahora lo demostrábamos de forma explícita con besos y caricias.

A la tarde vimos el partido del Real, ganó, nuestros maridos iban a estar contentos, nosotras también, preparamos todo para la cena (que era poco) y nos vestimos (o nos desvestimos) para cenar, volvimos a cambiar a los críos, les dimos de comer, y buscamos una película que ya sabíamos que no íbamos a ver.

Nos sentamos como el día anterior, ella entre mis piernas tirada la cabeza sobre mi hombro, la cara pegada a la mía, fue la que primero sacó el tema.

-No entiendo como en tantos años no tuvimos el coraje de decirnos lo que sentíamos.

- Mira, yo no creo que haya sido falta de coraje, más bien que no supimos interpretar los sentimientos, yo te quería, pero parecías como una hermana, no sé, como a alguien que quieres mucho pero no te lo imaginas por el lado del sexo.

- Yo no te puedo decir lo mismo, alguna vez lo pensé, pero como algo que sabes que no puede ser, pero cuando me contabas lo que hacías con tus novios, la verdad que me daba ganas de ser hombre, esperaba un milagro, pero cuando te casaste, ya me convencí que los milagros no existen.

- No digas tanto así, lo que pasó no será un milagro, pero algo parecido, nunca lo hubiese pensado.

- Sí, pero ¿y ahora qué? Tenemos que pensar que vamos a hacer.

- Pilar, el mundo de ayer es el mismo que el de hoy, no cambió, cambiamos nosotras

- ¿Qué quieres decir? Que lo nuestro es lo de ahora y se acabó.

- ¡No! ¿estás loca? Lo que te quiero decir es que para los demás sigue siendo lo mismo, estamos casadas con dos buenas personas, yo tengo un niño, tu una niña, y no podemos hacer locuras si queremos seguir teniéndolos, tenemos que seguir igual.

- Pero ¿cuándo nos vamos a ver? ¿qué momentos vamos a tener para nosotras?

- Pilar, el Madrid es un buen equipo, nos hizo ver lo que no fuimos capaces de ver solas, juega el campeonato, la copa del rey, la chámpion, y nuestros maridos no se pierden ningún partido. Aparte les gusta las carreras de moto, de fórmula uno, y si les gusta que las vean. A mí no me gusta quedarme sola, si a ti tampoco, vamos a tener bastante tiempo para nosotras.

Teníamos todo arreglado, el mismo equipo que fue causa del problema lo fue de la solución. Nos quedamos abrazadas dándonos arrumacos, a veces hasta mirábamos algo de la película, hasta que dijo

-Amparo, ¿cómo era eso del sesenta y nueve? ¿será que nos guste?

- Para saberlo lo mejor es probar – lo probamos y descubrimos que eso de los números se nos daba bien.

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