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La monja de clausura

en Amor filial

Carmiña había nacido y se había criado en la aldea. Tenía sus estudios primarios gracias a una maestra que venía de la ciudad cercana, y de paso que le enseñaba el catecismo, le enseñaba las otras cosas, como leer, matemáticas, gramática, y algo más por si hacía falta. La ciudad era cercana, pero no para Carmiña, que solo iba una vez por año cuando la fiesta de Santiago.

Ella vivía feliz, a sus quince años, andar por el prado, llevar las vacas a pastar, y mientras las cuidaba escribir en un cuaderno las cosas que se le ocurrían, era un placer para ella.

A poca distancia vivía su tía y el primo, que ya con diecisiete años vivía en la ciudad para estudiar el secundario. Algo que la madre de Carmiña no veía necesario.

Cuando Antonio (qué así se llamaba el primo) venía a la aldea, era una fiesta para ella.

Siempre se había llevado bien con su primo. Cuando se juntaban, él le contaba cosas de cómo era la vida de la ciudad, y le insistía que convenciera a su madre que la mandara a estudiar. Antonio la quería bien, pero la quería, y no lo podía remediar.

 Un día que la acompañó a cuidar las vacas, se le ocurrió enseñarle a besar. Tampoco es qué se la quisiera follar (aunque ganas no le faltaban) la quería buenamente y un buen beso lo conformaba. A la que no la conformó, fue a la madre, que cómo buena desconfiada los siguió a la distancia, y los encontró en pleno beso y una mano metida bajo la falda.

Llevaba un cayado con el que corrió a palos a su sobrino, que a esa edad no lo alcanzaba ni con una moto.

- Llegas a tocar de vuelta a mi niña y te muelo a palos ¡hijo de puta! – le gritó

- ¡Tía! Que mi madre es tu hermana, ¿cómo dices eso? – todo eso dicho desde lejos

- Ella será mi hermana, pero tú eres un hijo de puta

- ¡Y tú! ni siquiera quieres mandarla a estudiar para que trabaje para ti, se merece mucho más que esto, eres una egoísta de mierda – Carmiña con un susto de cagarse, no sabía dónde meterse.

- Sí, a estudiar, para que le hagan un hijo como a mí, que si no la cuido, tú ya estarías en eso ¡cabrón de mierda!

 Después de despotricar un rato más, se fue el mocetón, dejándolas juntar las vacas para llevarlas al corral

Doña Elvira, que así era el nombre de la madre, después de decirle de todo a la pobre niña, no le quedó más remedio que pensar un poco en lo que le había dicho su sobrino.

Los tiempos cambiaban, lo que había servido para antes, ahora quizá ya no servía. Ella había tenido a Carmiña por un descuido en una verbena de un pueblo vecino. No sabía que había pasado esa vez, descuidos cómo ese había tenido en todas las verbenas y nunca había pasado nada, algo debía haber hecho diferente.

No, a su hija no. en algo tenía razón el hijo de puta de su sobrino, Carmiña era muy inocente, tenía que estudiar en algún sitio que le asegurara que no iba a aparecer con un bombo.

Que no le pasara lo que le había pasado a ella

Después de pelearse con su hermana, por el hijo de puta que tenía por hijo, se fue a la ciudad a averiguar dónde podía estudiar su hija.

Encontró la solución perfecta. Un internado alejado de la ciudad. Era un convento de monjas dónde el único hombre que entraba en él, era el cura, que dos o tres veces por semana iba a darles misa.

Allí fue Carmiña, un diamante en bruto. Era inteligente y absorbía todo lo que le enseñaran, pero también era muy influenciable por lo que aprendía. Y de tanto machacarle con lo bueno de dedicarse a dios, no fue una rareza que quisiera meterse a monja, así fue.

Doña Elvira se dio cuenta tarde de la cagada que se había mandado, cuando se enteró, Carmiña ya tenía los dieciocho años; ya no hubo caso. Ahora sí que se iba a quedar sola, pero para siempre.

Trató de convencerla, no solo ella, su hermana dejó las peleas a un lado y habló con Carmiña. Hasta el Toño (que seguía queriéndola como antes) le pidió por favor que se olvidara de esas ideas, pero ya era tarde. Si se puede lavar el cerebro, a ella se lo habían fregado a conciencia.

Y de ahí Sor Carmiña desapareció del mundo.

Pasaban los años. Doña Elvira de vez en cuando iba a visitarla. Veía una mujer que tendría que estar en todo su esplendor, y que solamente estaba para obedecer, servir a dios, y hacer algunos trabajos para la curia, sin dar muestra de voluntad propia. Le hacía daño verla. Volvía puteandose, porque en definitiva sentía que la culpa era de ella, y lo era.

Doña Elvira era una mujer, que la doña le podía andar sobrando, no era vieja ni mucho menos, pero por culpa de la vida (y mucho más por culpa de ella) vivía amargada. No quiso tener otro hombre a su lado (que no era fácil aguantarla) y la soledad y la amargura hacen que los años, no pasen más rápido, pero hagan más daño. El caso que por no cuidarse y por tanto da, cuando se enteró que tenía un cáncer de útero, ya no tenía remedio.

Antonio fue hasta el convento a buscar a su prima para por lo menos ver a su madre antes de morir. Las monjas no querían saber nada, era de clausura y la madre se iba a morir estuviera ella o no. Se tuvo que pelear hasta con Carmiña, que no quería desobedecer a las monjas, tuvo que amenazarlas con denunciarlas por sometimiento mental y alguna otra causa, que por alguna razón las hizo temblar un poco.

Antonio en esos años había estudiado de ingeniero agrónomo, y había hecho varios cambios en lo que eran los campos con buen resultado. Todo bien sembrado, la producción había aumentado considerablemente, y en los campos de su tía también; por lo que cuando Carmiña volvió a verlos, casi que no los reconoce.

Llegaron a la casa, y Elvira estaba en las últimas. Por más que tuviera el cerebro lavado, ver a su madre así, la volvió a traer un poco a la realidad. Era monja y algo le habían enseñado de enfermería y usó todo lo que sabía para darle si es que cabe, una buena muerte, su sola presencia le daba una paz y alegría a la enferma, que sus ojos brillaban como no lo habían hecho estos últimos años. Y así apretándole la mano hasta que le alcanzó la fuerza, fue aceptando la muerte mejor que aceptó la vida.

Toño no se movió de su lado. Todo lo que necesitaban, él estaba dispuesto, veía a su prima más dispuesta a hacerse cargo de la realidad. No es que diera esperanzas de quedarse, pero por lo menos se interesaba en los problemas que tendría que resolver.

 Todo ese campo quedaba para ella, estaba en plena producción, y aunque ella no lo sabía era gracias a Toño. Rezaba el rosario como siempre, pero ya no tenía tanto tiempo, estaba desorientada. Seguía con sus hábitos, (tampoco tenía otra ropa) la que quedaba de cuando era pequeña, no le andaba, parece que el culo y las tetas no paraban de crecer.

Ya hacía más de una semana que su madre había muerto. Le dio angustia el darse cuenta que cuando estuvo mal, no estuvo para ayudarla, ahora se había ido y ya era tarde.

 No sabía qué hacer con todo eso, y abandonarlo para ir al convento ya no le parecía tan buena idea. Estaba viendo que en la vida no todo es servir a los demás, también es bueno sentir que alguien se ocupe de ti.

 Toño para decir verdad, estuvo continuamente para ella, la hacía acordar de pequeña cuando andaba atrás de él, y la llevaba a pescar o a buscar hongos, y cuando se bañaban en el bebedero de las vacas cuando hacía calor, esa tarde hacía calor. Vio la camioneta acercarse por el camino. Había quedado en traerle las provisiones y cumplía. La verdad, no sabía cómo agradecerle todas las atenciones, tendría que pensar algo.

Le gustaba de él, lo trabajador, lo predispuesto a ayudar, se daba cuenta lo inteligente, como había transformado estas huertas que apenas daban nada, en algo que producía para sacarle el hambre a mucha gente. Tampoco es que tuviera con quien compararlo, ya que más que algún cura diferente, no anduvo con hombres alrededor.

-Carmiña ¿no te mueres de calor con esos hábitos?

- Un poco sí, pero ya estoy acostumbrada, estos son para verano – se sentó en el escalón de la casa a su lado.

- ¿Y qué vas a hacer? Esto no puedes dejar que se pierda, es tuyo.

- No tiene por qué perderse, te puedes quedar con todo, tú vas a saber que hacer

- ¡No! yo sé que hacer si tú estás aquí, si te vas, yo aquí no piso más.

- Uy…pero hombre ¿por qué vas a hacer semejante cosa? ¿Qué importancia tiene si yo estoy o no estoy?

- Tiene mucha importancia, y tú lo sabes.

- Ay Toño, Toño, yo siempre me acuerdo de ti y te quiero, pero estoy casada con dios.

- Pues divórciate que no te va a decir nada, vuelve a la vida Carmi, puedes hacer más el bien aquí afuera que metida en un convento. Por favor piénsalo que no es pecado. Vamos a cenar a casa y te quedas a dormir, que no me quedo tranquilo saber que estas aquí sola.

Fueron a casa de su tía, la conversación era distendida, se daba cuenta que no querían influenciarla, al mismo tiempo que le demostraban otro tipo de vida, donde la gente estaba más cercana, para lo bueno y para lo malo, pero yendo para algún lado.

Después de cenar se dejó convencer de quedarse

-Bueno, por hoy sea, que no te voy a hacer ir hasta allí, pero los otros días me voy allí.

- Sí a si lo quieres, que sea, pero me preparas una habitación y yo también me quedo.

- Es lo mejor que puedes hacer, si es que no le importa el que dirán – dijo la madre

- Y a mí que me importa, sé que él no va a hacer nada que no quiera, lo que piense la gente va por cuenta de ella; mientras esté bien con dios, tanto da.

A la mañana la llevó a la casa

- Traje unas sábanas para la cama donde voy a dormir yo, ¿cuál es que la hago?

- Vete a hacer tu trabajo que te la hago yo, no te hagas el tonto.

- Uy, ya pareces mi esposa, a ver si se te pega

- Anda, Anda, que están verdes, vete a trabajar.

No tenía mucho para hacer, pero tenía un montón para pensar. Que diferente, aquí podía hacer lo que quisiera y atenerse a lo que saliera, era su responsabilidad, la libertad y los miedos. Lo veía a Toño decidir lo que iba a hacer, sabiendo que si salía mal no le podía echar la culpa a nadie. Y si no volvía al convento, también tendría que ser igual. Le hizo la cama, se preparó el almuerzo y se puso a revisar los papeles, la sorprendió el valor de la propiedad y lo que producía.

Todo eso se lo había ofrecido al primo y no lo aceptó. Más; si ella no estaba, lo iba a dejar abandonado. Se quedó pensando, que el mundo no era como se lo habían contado.

Hacía un calor de los demonios. Se acordó de cuando se iba a bañar con el Toño al bebedero. Ahora no estaba más, habían hecho una alberca enorme, de ahí se conectaba el riego por goteo para toda la finca, con el calor se veía linda, aunque sabía que estaba fría porque se renovaba continuamente.

Que hermoso tiempo aquel, que burra que era. Su mamá no apostaba mucho a la sabiduría, por ella seguramente estarían arando con bueyes, pero el Toño, estudió y cambió todo para mejor, pero ella todavía añoraba ese tiempo, aun dándose cuenta que no podía volver a ser así, porque ellos no podían volver a ser lo que habían sido.

Estaba divagando cuando llegó Antonio.

-Puf…que calor, está insoportable, no se aguanta en el campo.

- Me imagino, apenas se aguanta aquí, ¿por qué no te das un baño en la alberca?

- Es una buena idea, tanto para mí cómo para ti, que también te veo sudada.

- No tengo traje de baño

- Pues báñate con esa ropa, no tendrás un hábito solo

- No, tengo más, no es que me falten ganas, pero que voy a parecer con esto todo mojado

- ¿Y qué te importa, aquí no te ve nadie?

- ¿Tú no eres nadie?

- Mujer, está bien que hace mucho, pero te vi tantas veces con la ropa mojada que no creo que cambie mucho, yo ando con el bañador puesto, anímate. – hacía calor, no lo pensó mucho, de alguna manera se hacía la ilusión que volvía a esos tiempos idos, se metió

- Jesús, pero si esto es hielo

- Es que el bombeador está metiendo el agua del pozo, pero cuando te acostumbres, con este calor, es la gloria. – pasó tanto tiempo desde que se había bañado en el bebedero, que a pesar del frio sintió como si se estuviera sacando años de encima.

- Y Carmi, ¿qué te parece, no valía la pena?

- Cuando me descongele te digo

- No te preocupes que cuando salgas ya te vas a calentar – lo dijo sin mala intención, pero cuando se escuchó pensaba que ojalá fuera así. Estuvieron un rato más y salió el para ayudarla que el reborde era alto. La agarró de las axilas y tiró para arriba haciéndola poner de pie en el borde. La miró, y tuvo que tragar saliva; se ve que el hábito era de tela fina, porque así mojado se le pegaba al cuerpo haciendo de su cuerpo una escultura, el frio había hecho lo suyo en esos pezones que parecían que iban a romper la tela, se quedó mirando hipnotizado y así se hubiera quedado si Carmiña no lo saca de ese estado.

- Pero ¿qué miras tanto hombre? Son las tetas, ¡mira cómo se me pusieron!

- Debe ser por el frio – lo dijo para salir de esa situación, aunque le extraño la naturalidad con que ella lo había comentado.

- Pues a ti no sé si por el frio o por el calor mira cómo se te puso la polla, ¿andas caliente?

- Bueno, ¡qué quieres! viéndote así a cualquiera le pasa

- ¿Y te pasa muy seguido?

- Muy seguido no, pero si te viera así seguido, me pasaría siempre

- Pero entonces ¿me hechas la culpa a mí?

- ¿Y a quien quieres que se la eche? Eres tú la que estas que matas.

- Mira, yo no creo que tenga la culpa, pero si quieres follar te ayudo que no es para tanto –  al escuchar eso se le pasó la calentura

- Carmiña, vienes de un convento de monjas, ¿me quieres decir con quien follas?

- Y pues con el cura, con quien quieres que folle si es el único que hay.

- Pero, ¿me lo dices así, te gusta cómo te folla el cura?

- No hombre, cómo me va a gustar, pero que quieres que haga, si hay que hacerlo, es el representante de dios, si no lo aliviamos lo agarra el diablo y anda corriendo a los niños o a lo que pilla, que el diablo no se anda con chiquitas.

- Pero a ti te debe gustar.

- Pero ¡cómo me va a gustar eso! La primera vez, me hizo doler que parecía que el diablo me había agarrado a mí, ahora lo aguanto, pero la verdad, me da un poco de asco, me parece que es el cura el que me da asco, pero no se lo voy a decir.

- Pero ¿Nunca te gustó ni un poquitito?

- Pero Toño, ¿cómo me va gustar que me metan algo ahí adentro?

- Y entonces ¿porque me dices que quieres follar conmigo?

- Yo no te dije que quiero follar contigo, te dije que si lo necesitas te ayudo, después de todo si lo hago con un cura porque me lo manda dios, también lo puedo hacer contigo, que te tengo cariño y no quiero que te agarre el diablo – Antonio la miraba y no lo podía creer, lo que sabía que a ese convento no volvía.

- Carmiña, a mí me gustaría follar contigo solamente si a ti también te gustara, yo te quiero y esto se hace para darnos el gusto los dos.

- Toño, yo también te quiero, eres el primo que más quiero, pero no me puedes pedir que me guste una cosa que no me gusta, no es que no quiera, pero no me va

- Ven vamos adentro, tú quieres contentarme ¿verdad? ¿me dejas hacerlo a mi manera?

- ¿No me vas a lastimar?

- ¡No! no tengas miedo, déjame quitarte este vestido – le sacó el hábito, debajo tenía las bragas nada más, con una toalla la secó suavemente, la acostó en la cama – ¿me dejas chuparte las tetas? ¿nunca te lo hicieron?

- No, si saben que no tengo leche, te lo digo porque no sé qué vas a sacar de ahí.

- No te preocupes, que de ahí no voy a sacar nada, ¿te acuerdas cuando nos pilló tu madre? Yo te estaba dando un beso ¿me dejas seguir? – le dijo que sí con la cabeza. La besó con suavidad, aguantando las ganas y tragándose el furor que le producía enterarse lo que le estaban haciendo en ese convento.

Ella no estaba acostumbrada a que la trataran de esa manera, de a poquito se fue relajando, sentía los labios de él recorriéndole el cuello, no sabía por qué, pero le gustaba, fue bajando hasta hacerse dueño de esos pezones, la causa de semejante empalme, los chupó con mimo, Carmiña empezó a sentir lo que nunca había sentido, acariciaba la cabeza de Toño, mientras unos suspiros se le escapaban sin saber por qué. Y Toño siguió viaje, lo que más deseaba era hacerle el amor, pero siempre y cuando ella también lo sintiera, sino prefería quedarse con las ganas. Bajaba dibujando su cuerpo a besos, llegó a su pubis, se abrió paso entre los vellos para pasar la lengua por sus labios mayores. Sintió sus estremecimientos y supo que lo estaba haciendo bien, forzó esos labios hasta llegar al camino que lo llevaba al clítoris, lo rodeó, lo sorbió con todas las ganas de llevarla al orgasmo; la sentía temblar, metió la lengua en su almeja, parecía que tenía electricidad, sus dedos en su cabello lo revolvían empujándolo contra ella, escuchaba sus jadeos y más ganas le daba de hacerla llegar, hasta que la escuchó

- Toño, Toñito, que me haces, ¿qué vas a hacer conmigo? Toñito por favor sigue, ay…que no sé lo que me pasa…Toñito, que picor, ay que lindo que es ahhhh Toñito creo que me meo, no sé, ay……siiiii, dios mío, que es esto. – sintió cómo se corría, quedó como desmayada, Toño se salió contento, la habían follado un montón de veces, pero era la primera vez que sentía algo agradable. Se arrimó al lado y la besó, la sintió como perdida abandonada a sus brazos.

- Carmiña, mi vida ¿te gustó? ¿No te hice daño?

- No tonto, que me vas a hacer daño si es lo más lindo que me pasó – estaban pegados y la polla, dura cómo un garrote se apoyaba en el muslo de ella – Toñito, mira cómo estás, te van a poseer los demonios, ven que te ayudo.

- Deja los demonios tranquilos, que si no tienes ganas, no vamos a follar.

- Pero ¿estás loco? ¿cómo te vas a quedar así? Y después de lo bien que me trataste. Solamente hazlo despacio que la tienes más grande que el cura, trata de no lastimarme

- Tú avísame si te duele que yo paro – se subió sobre ella, pero en vez de penetrarla le empezó a acariciar con el glande, toda la raja hasta llegar al clítoris.

- Toño, mira que no me entró, le estás dando por afuera.

- ¿Y no te gusta?

- Gustar sí, pero me parece que en vez de sacarte tus demonios, me están agarrando a mí

- No te preocupes que los tuyos los sacamos fácil, avísame si te duele – le apoyó la punta en el coño, la miró, y la vio mordiéndose el labio con los ojos cerrados esperando el dolor, apenas le metió la puntita y ahí se quedó, le agarró la pepita con dos dedos corriéndole el capuchón. Carmiña dejó de morderse el labio, no sentía dolor, pero es que no se la había metido y lo que le estaba haciendo ahí abajo, le estaba gustando mucho, ya no le importaba si le dolía o no, quería que él se desahogara. Una contentura le estaba pasando por todo el cuerpo, parecida a cuando se le había metido entre las piernas, ahora no era con la lengua, pero la contentaba igual.

- Toño, puedes meterla un poco más, no te preocupes por mí que me está gustando como lo haces, sigue acariciándome por ahí, que se siente rico – se abrió más de piernas y empujó con la pelvis, sintió como entraba más pero no le dolió. Antonio iba con cuidado, no es que solo quería que no le doliera, quería que deseara tenerla bien adentro, que gozara como iba a gozar el en el momento de correrse. Lo desconcentraba un poco, pensar en ese cura hijo de puta, que la había usado como a una cualquiera, eso le ayudaba a no correrse y esperar por ella. cada vez sentía más los movimientos buscando la penetración. – Toño me volvió el picor, métemela bien adentro que me está gustando mucho, hay Jesús, no sé si son los demonios o los ángeles, pero esto es la leche, muévete Toñito. Carmiña lo abrazó con los brazos y con las piernas, lo que no se podía mover el, se movía ella, le arañaba la espalda con fuerza, no le importaba nada, veía como se le ponían los ojos en blanco, y no se aguantó más. No hacía falta tampoco, en el momento que se corrió, sintió los gemidos de ella, un soberano mordisco en el cuello, y las uñas clavadas en el culo empujando para que se la metiera más adentro. Cuando terminaron las convulsiones, quedaron abrazados

- Toño, esto no es lo que me hacía el cura, ¿estás seguro que se salieron los demonios así?

- Pues si no se salieron lo hacemos de nuevo

- Ay sí hombre, las veces que quieras, a ti sí que vale la pena sacártelos, ¡que gusto!

- ¿Quieres que vallamos a bañarnos? Quedamos todos pringosos

- Si eres capaz de llevarme te ayudo a ducharte – no necesitó más. la cargó así desnuda y se metieron en la ducha. La jabonó y se dejó jabonar, le sacó el jabón entre caricias, y dejó que ella tomara el mismo trabajo, en un momento mientras le agarraba la polla le dijo – Toño, a ti los demonios te agarran muy seguido, mira cómo estás otra vez.

- Cariño, aquí el único demonio que me hace poner así, es una demonia, eres tú.

- Hay por dios, no me digas que cada vez que esté a tu lado, te vas a empalmar así.

- Uhm…no te preocupes, que siempre no te voy a ver en pelota, ven que te seco y vamos un poco más a la cama.

- Toño, ya es casi de noche, ¿por qué no cenamos? – a pesar de las ganas le hizo caso, estaba caliente pero no quería usarla como lo habían hecho en el convento. Ella no se daba cuenta de cómo la habían abusado, eso se lo iba a enseñar de a poco, porque a ese convento no volvía más. Cenaron y después de un rato que a él se le hizo interminable, decidieron irse a dormir.

- ¿Dónde vas a dormir? – preguntó ella

- No sé, ¿me dejas dormir contigo?

- Yo por mí sí, pero ¿mira si te vuelves a empalmar cómo hoy?

- No tengas miedo que lo que no quieras hacer, yo no te voy a pedir que lo hagas.

- ¡No! si es por mí no importa, que me gustó, pero y tú pobrecito, que no te aguantas con los demonios metidos adentro a cada rato.

- Carmiña, no hay demonios, hay muchas ganas de hacer lo que hicimos, pero no te preocupes, tú sabes que siempre te quise mucho y me gustaría dormir teniéndote entre mis brazos, y si estoy empalmado no tengas miedo, no son los demonios.

- Pues entonces duerme conmigo, a mí también me gustaría saber cómo es dormir con alguien que me abrace, y si eres tú mejor – se acostaron y enseguida se metió entre sus brazos - ¿sabes? se siente bien, me gusta, bueno todo lo que hicimos hoy me gustó.

- ¿Y qué te gustó más de lo que hicimos esta tarde?

- Y…todo, me hiciste sentir muy bien lamiéndome el coño, y en lo demás tenía miedo, pero no sé cómo lo hiciste, pero fue un disfrute, no sabía que se podía sentir tan bien.

- Para mí, también fue un disfrute, y más sabiendo que lo disfrutaste tanto ¿no tienes ganas que te lo chupe de nuevo?

- Hay Toño, cómo tener ganas, tengo, pero mira si vas a estar haciendo caso de todo lo que tenga ganas. Y mira tú, pobrecito, cómo se te puso de vuelta ¿Quieres que te la mame a ver si se te baja?

- ¿Te atreves?

- Pero sí hombre, se la tenía que mamar al cura y no tenía ninguna gana, pero había que hacerlo, hasta me daban arcadas, pero no había más remedio, contigo estoy segura que no me va a dar tanto asco – Antonio la escuchaba y le agarraba tal furia que si tuviera al cura cerca, le cortaba la polla y se la metía en el culo. ¿pero a ella que le iba a decir?

- No Carmiña, eso se hace cuando quieres mucho a alguien.

- Tú me lo hiciste a mí, ¿me quieres mucho?

- Claro que te quiero mucho, siempre te quise mucho y nunca me olvidé de ti

- Yo también te quiero mucho, y tampoco me olvidé, pero me convencieron que servir a dios era mejor, y pensé que ya tendrías con quien estar, que ya ni te acordabas de mí.

- Si es cómo dices, no vuelves a ese convento ni a ningún otro, tú te quedas conmigo.

- Te olvidas que somos primos, es algo así cómo incesto.

- ¿Qué incesto? Ni siquiera tenemos el mismo apellido, y aunque lo tuviéramos la ley no lo prohíbe, nos podemos casar cuando nos dé la gana

- ¿Y todos los que nos conocen? ¿los familiares? ¿qué van a decir?

- Qué digan lo que quieran, si les gusta bien y si no que se vayan a la puta que los pario.

- ¿Sabes? nunca pensé que me pidieran en noviazgo de esta manera, porque ¿creo que me estas pidiendo que sea tu novia?

- Te estoy pidiendo que seas mi novia, mi esposa, mi amante, todo lo que quieras que te pida te lo pido, te quiero con toda mi alma.

- Yo también te quiero con toda mi alma, y ese trasto lo tienes a reventar ¿quieres que te lo mame?

- ¿Y el trasto tuyo cómo está? Quizá necesite unas chupadas

- No sé por qué, pero creo que está moqueando, ¿quieres chupar tú primero?

- No mira, mejor lo hacemos juntos – se dieron una buena morreada, se terminaron de desnudar – ven, ponme el coño en la boca y haz lo que quieras, te voy a avisar cuando esté por correrme, así no te va la lefa a la boca.

- Carmiña tenía el cipote bien agarrado, le daba no sé qué metérselo en la boca, pero era un pecado que después de habérsela mamado al cura, que hasta le tenía asco; no lo hiciera con el Toño, que de verdad lo quería, y mucho, sentía la lengua de él viajando por sus intimidades ¡que gusto! No lo pensó más, tiró el pellejo para atrás y le pasó la lengua al glande, no tenía casi gusto, pero parecía una ciruela, al fin se la metió un poco, pero las sensaciones de abajo no la dejaban pensar, notó que se iba a correr, no pudo aguantar, con una mano apretaba la polla mientras se apoyaba con la otra y medio levantada empezó a mover el coño contra la boca de Toño, sintió que se derretía, y era un goce que la desarmaba.

 Se derrumbó otra vez sobre él, pensó que la iba a sacar de donde estaba, pero no; siguió pasando por toda la raja hasta llegar al ano, no podía creer lo que hacía por darle placer, se estremecía toda. Nobleza obliga, no podía dejarlo así, se la metió en la boca, aquí nadie la empujaba, se la metía hasta donde quería y ahora que nadie la obligaba quería más. Toño seguía haciendo maravillas por ahí abajo, no iba a sacarle más jugo de lo que le podía sacar ella, se empezó a ayudar con la mano, lo tenía en trance, lo notaba porque la lengua de él, cada vez se le metía más adentro ¿será que la iba a hacer correrse otra vez? ¡Ojalá! Que se ve que también había demonios a su medida.

 Le daba vergüenza correrse otra vez ella, y el nada, movía la mano cada vez más rápido, sentía cómo latía la cabezota en su boca, pero también sentía como estaba latiendo su almeja en la boca de él. Le llegó el grito desde abajo

- Quita la boca que me corro – quitó la boca para decirle

- Pues córrete y ocúpate de lo que estás haciendo – se volvió a meter la polla y sintió cuando estalló, no tuvo voluntad de sacarse porque en ese momento también estalló ella, llenándole por segunda vez la boca al Toño que no dejó que se perdiera nada; no quiso ser menos, y se lo tragó; cómo las cucarachas, lo que antes le parecía veneno ahora era alimento. Se volvieron a poner a la par.

- ¿Porque no te saliste? te avisé que me corría

- ¿Y porque no te saliste tú? que me corrí más veces

- Porque a mí me gusta cuando te corres así, por mí te haría correr más veces

- ¿Y qué te hace pensar que a mí no me gusta cuando te corres?

- Porque me dijiste que te daba asco

- El cura no tú, a ti cada vez que te vea empalmado, sean demonios o no sean demonios, ya sabes lo que te toca.

- Pues si me vas a sacar los míos de esa manera, yo también voy a sacar los tuyos, que si no los tienes por algún lado te los voy a poner.

Carmiña no fue más al convento. Antonio contó la historia a un periodista sin darle identidades, y un día cayó la guardia civil, y se armó la madre.

Ellos formaron una pareja feliz. Claro tienen sus problemas, los demonios los poseen a cada rato, pero ponen toda su buena voluntad hasta que los sacan, y no se cansan.

Este relato se me ocurrió por una noticia, una versión bastante edulcorada para lo que realmente pasó, espero que les haya gustado, si me lo hacen saber mejor.

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