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Ingeniera Civil 7

en Lésbicos

Cuando me desperté ya había pasado el mediodía, yo había cenado el día anterior, pero Vivi hacía un día y medio que estaba sin probar bocado. Me levanté despacio para no despertarla, tenía una expresión de paz que me embobaba mirándola. Me sacudí la cabeza para despejarme y sacarme ideas raras que se me ocurrían y me fui a la cocina.

Adentro de la casa estaba todo calefaccionado, sabía que después de llamarla para comer nos íbamos a acostar nuevamente, me puse la blusa y las bragas y me dispuse a cocinar. Encontré mejillones congelados, con una salsa alioli iban a quedar como para chuparse los dedos, un poco fuerte por el ajo, pero total la íbamos a comer las dos, la iba a despertar con el olor, con el hambre que debía tener, seguro que eso la iba a seducir mucho más que despertarla con un beso.

Ya casi tenía los mejillones listos, los mezclaba un poco con la salsa, con la puerta abierta el olor se expandía por toda la casa. Estaba en eso cuando siento sus manos en mi cintura atrayéndome contra ella. primero me sorprendí, no estaba acostumbrada.

-Mi amor, no quería despertarte hasta que estuviera listo, seguro que tienes un hambre de muerte.

- Sí que tengo, hace como tres horas que no como lo que me gusta

- ¿Cómo tres horas? Si la comida que te dejé ayer no la probaste.

- Esa no, pero la que me gusta sí que la comí, y tengo ganas de más – me dio la vuelta y me besó como si quisiera calmar su hambre en mi boca.

- Amor, deja que termine de hacer los mejillones cariño, después de comer seguimos.

- Tengo demasiada hambre, y lo que más me gusta está hecho – me soltó la blusa y se empezó a hacer un festín con mis senos, me acariciaba la vagina por dentro de las bragas y sentía que me estaba derritiendo.

- Cariño, si apago el fuego podemos ir a la cama ¿quieres?

- Tanto da, esta almejita me la puedo comer aquí en la cocina – me subió a la mesa y me sacó las bragas. ¡Mi madre! era una devoradora, su lengua hacia estragos, parecía que estaba en todas partes y mi cuerpo respondía a sus estímulos con una entrega desconocida para mí. En ese momento no me importaba lo que hiciera conmigo, solo tenía el deseo de dar, de entregarle todo lo quisiera, sentía que algo acudía al llamado de ella, los músculos de mi abdomen se contraían y mi coño apretaban esos dedos que querían robar lo que ya no podía contener dentro mío. Me derramé; me derramé como para sacarle el hambre por un buen rato, me hizo sentar para besarme a gusto.

- Uhm ahora me toca a mí, me vas a dejar comerte ¿en la cama o aquí en la cocina?

- Mi amor, fíjate que lo que cocinaste creo que ya está, y huele como los dioses

- Cómo, ¿así que para hacérmelo a mí no tenías hambre? Y cuando quiero hacértelo a ti estas que te mueres.

- Corazón, desde anteayer que no cómo, tú fuiste el aperitivo más rico, pero si escuchas mi barriga no te va a dar ganas de hacérmelo, ni de deshacérmelo, dame de comer por favor, después soy toda tuya para lo que quieras, pero hazme vivir hasta ese momento.

- Hay mujer, si estas tan hambrienta toma, que no quiero hacerle el amor a una muerta, ¿te tengo que dar en la boca?

- ¡Uhm! Después de todo el trabajo que te tomaste, me parece que hoy me toca darte a ti. – pusimos la cazuela en la mesa y se sentó en mi regazo. Olio profundamente – le pusiste bastante ajo ¿verdad? – me dio un mejillón y un poco de aceite se me escurrió por la barbilla, me la limpió con la lengua, de paso que me daba un repaso en los labios

- Sí, es alioli ¿no te gusta como lo preparo?

- Probándolo de tus labios, todo es rico, pero mejor que lo comamos juntas

 Pinchaba uno y me lo daba en la boca y otro se lo comía ella.

- Así me gusta, si vamos a compartir nuestras vidas, tenemos que aprender a compartir todo, uno para ti, y uno para mí.

- Si vamos a compartir nuestras vidas, vamos a compartir todo, medio para ti y medio para mí – mordió uno y lo aproximó a mis labios para que mordiera mi mitad, claro que para eso nuestras bocas se pegaban, y comenzaba la guerra para ver quien se llevaba la mitad más grande.

 La tenía agarrada, con una mano en el culo; la otra apoyada en una pierna, buscaba el camino al lugar donde se juntaba con su compañera. Cada una iba por libre, mientras una le sobaba los cachetes buscando el límite de uno con el otro, la otra buscaba en lo más profundo las mieles que había degustado y tan ganosa me tenían. Vivi se revolvía sobre mis rodillas.

- Dani ¿vamos a la cama mi cielo? – me pidió

- No me digas que no te gustaron los mejillones.

- Si mi amor, me gustaron, pero también me va a gustar si lo que me estás haciendo me lo haces en la cama. – ponía una carita tan deseosa que no quise hacerla sufrir más.

- A ver, - saque mis dedos de donde tan buena acogida tuvieron; me los llevé a la boca y los chupe – uh…no cariño, tú te comiste el aperitivo aquí, y yo me voy a comer el postre aquí también – corrí la cazuela y la senté sobre la mesa. Ahí estaba mi postre, brilloso por los jugos que brotaban de adentro, en un momento pensé si mi lengua con tanto alioli no le haría daño, (bueno en todo caso si tenía hongos se los curaba de una) puso sus pies sobre mis hombros ofreciéndome toda su rajita a mi gula (que era mucha).

 Era un deleite, sentir la suavidad de sus labios, penetrarlos hasta llegar al montecito sagrado donde nada más tocarlo le daba un corrientazo que la hacía desesperar de gusto, a ella y a mí. Me embobaba cuando llegaba ahí, mis labios succionaban haciendo que asomara su capullo buscando la calidez de mi boca, y me apretaba la cabeza para que ni se me ocurriera salir de ese sitio hasta no haberla llevado al sumun. Mis dedos fueron a llenar el vacío que dejaba la confluencia de sus hermosas piernas. No tardó mucho, diría que tardo mucho menos de lo que deseaba en servirme el postre que estaba queriendo, bajé a su abertura llenando mi boca con el néctar que fluía de ese nido de placer

Se dejó deslizar de la mesa quedando sentada a horcajadas sobre mis rodillas

- Dani, Dani, me haces sentir lo que no sentí nunca, me vas a volver loca de gusto.

- Cariño, yo te voy a dar el gusto todas las veces que quieras, pero lo de loca va por cuenta tuya. Yo que me esmeré por hacer unos ricos mejillones, y tú sin ningún trabajo, me diste a comer una almeja deliciosa

- ¡Uhm…! Entonces vamos a la cama que quiero comerme la tuya sin alioli

Ese día nos quedamos disfrutando de nuestra compañía, a la noche cuando ya nos íbamos a quedar dormidas, le comenté.

-Sabes, nunca pensé que podría tener seis orgasmos en un día – se rio

- No te preocupes, eso porque estábamos sin dormir, descansadas vas a ver qué vas a tener más.

Me quedé sorprendida, pero ella sabía, le tenía confianza, ojalá fuera cierto y así abrazada y pensando en eso me quedé dormida.

Al otro día llagamos a la empresa y subimos por el ascensor privado, le di un beso y salí para ir a mi oficina, quería ver la sorpresa de Beti.

-Hola Beti, ¿cómo te va? – la saludé con un beso como siempre.

- Bien ¿y tú qué tal? Me contesto como si nada

- Bien, bien – le respondí medio pasmada y me metí en mi oficina.

Tenía que compaginar todos los papeles del proyecto para dedicarme después a los cálculos y todo el trabajo específico.

Al mediodía me vino a buscar Vivi para ir a almorzar, mientras estábamos almorzando le pregunté, si antes le había avisado a Beti que nos habíamos arreglado, me dijo que no. No dudaba de ella, pero me sorprendió la actitud de Beti, a la tarde le iba a preguntar.

Cuando volvimos estaba en su escritorio, me acerqué y le pregunté.

-Beti, ¿cuándo supiste que nos habíamos arreglado? Que no te sorprendió.

- Cuando fuiste con la llave, y me llamaste para que llamara un medico

- Pero si ahí, ni idea tenía de que íbamos a llegar a lo que llegamos.

- Tú no tendrías idea, pero yo sabía que si se encontraban de nuevo estaban predestinadas a terminar así. Creo que desde que entraste la primera vez ya no tenían remedio.

- ¡Uf! Tenemos una pitonisa en la empresa y no lo sabía. – me fui riendo.

El proyecto cada vez tomaba más relevancia, le agregamos un centro de convenciones y otros detalles. Iba a buen ritmo y si bien otros ingenieros tuvieron que ocuparse de distintas partes, Viviana me dejó de coordinadora. Me tomé esa responsabilidad, pero le pedí ayuda a don Osvaldo que me la brindó complacido. Era un respaldo por si alguien quería discutir mi autoridad por el hecho de ser mujer o ser joven, Puntos de vista diferentes sabía admitir.

Nuestra vida era idílica, como de película. La relación con Viviana no podía ser mejor, estaba siempre al tanto mío como si fuera de porcelana. No sé porque lo hacía, sabía que tenía mi carácter y no necesitaba cuidarme tanto. Cuando se lo hacía notar me contestaba risueña

– No te cuido, te vivo mientras pueda.

- ¿Piensas que no te voy a durar mucho? – no me contestaba si estábamos solas me agarraba a besos y después me decía.

- Te aprovecho mientras pueda.

- Tonta por mí siempre vas a poder, pero si quieres aprovecharme ahora, por mí encantada. – si estábamos en casa terminábamos haciendo el amor en cualquier parte, y una vez que empezamos con el tema en la oficina, para que no se escuchara lo terminamos en el ascensor privado.

Dos largos años tardamos en terminar con el centro comercial. La inauguración fue para tirar fuegos artificiales, y los tiramos. Los beneficios cada vez eran mayores, y los proyectos cada vez más importantes.

Ya la contabilidad era difícil llevarla con un contador externo, por lo que Vivi contrató una chica que era contadora, pero seguía estudiando para abogada. Venía medio día y se las arreglaba bastante bien. era un ratón de biblioteca, creo que la diversión de ella, era estudiar. Me hacía acordar a mí cuando antes de recibirme, aunque la parte de mi trabajo consistía en otra cosa.

Venía vestida como una institutriz de película, falda larga chaqueta de traje, la pobre llevaba unos lentes que parecían culo de botella, en fin, parecía una institutriz de película inglesa, no tenía nada de gracia, pero era más buena que el pan. Se llamaba Nuria Fuertes

De a poco se nos fue haciendo imprescindible, terminó la carrera de abogacía y teníamos a dos al precio de una, aunque la verdad le pagábamos lo que merecía, y se merecía bastante.

Así fue pasando el tiempo y la empresa crecía más. Ya hacía seis años que estábamos juntas y cada vez más enamoradas. Yo ya era de la familia, aunque no de toda. Viviana tenía un primo y dos primas. Eran hijos del hermano de su padre con el cual eran socios en varios viñedos.

La finca más grande la administraba Carlos, eran 86 Has de las cuales la mitad eran de Vivi, y la otra mitad de los tres hermanos. Con Carlos se llevaba muy bien, tanto así que no retiraba beneficios, se los dejaba para ir modernizando la viña y la pequeña bodega, que esa si le correspondía a ella sola, (fue un capricho de su padre) pero estaba a disposición de él.

Tenían otras dos fincas donde vivían sus primas, casadas con dos buenos para nada, que lo único que querían era dinero con ningún esfuerzo

 Carlos y su mujer Adela eran como la familia que no tuve, tenían dos mellizas que eran dos terremotos, cuando bajaban a la ciudad venían a parar a casa. Ada y Eva jugaban a desorientarnos, y no era fácil distinguirlas.

 Teníamos una piscina bastante grande, era la delicia de ellas; así una barbacoa era cosa corriente cuando venían a visitarnos.

Otras veces íbamos nosotras a la finca. Contaba con un casco bastante grande, así que había lugar para dormir, y había una pileta para riego que también usábamos para bañarnos, aunque casi siempre el agua estaba muy fría.

Viviana no se quedaba quieta, quería transcender fuera de España. No era por cuestión de dinero, sino que sus sueños eran que su obra se reconociera en otros países.

Se ilusionaba mucho con eso y le ponía su esfuerzo. Cuando había alguna convención de arquitectura aprovechaba para conocer las tendencias en otros países, y viajar dejándome a mí a cargo de la empresa, claro, tenía a Beti y a Nuria, que la ayuda que me daban era invalorable y también al bueno de don Osvaldo. Llegó el momento que la empresa tomó tanta importancia que ya tuvo que formarse como S.A.

El capital era todo de Viviana, pero para formarla necesitaba más accionistas y allí fuimos Carlos, Adela, Beti, Nuria, don Osvaldo y yo. Lo que teníamos que a hacer en una notaría, terminó haciéndose en la empresa ya qué “poderoso caballero es don dinero” fue el notario el que vino a nosotros.

De paso me pasó el poder para firmar cheques, y cualquier contrato que tuviera que hacer cuando no estaba ella, todo firmado por testigos cosa de no tener ningún problema. Tenía a Nuria que me asesoraría de no meter la pata. Y bien que hacía porque los números que yo utilizaba, estaban lejos de servir para la parte financiera.

A veces se iba por quince días, la extrañaba mucho, pero cuando volvía, parecía que se quería resarcirme de todo ese tiempo, me hacía el amor con una pasión que me transportaba en el tiempo. Siempre nos prometíamos hacer un paseo a Grecia, era una cultura que me tenía fascinada.

La importancia de la empresa crecía al mismo nivel que crecía el prestigio de los desarrollos pergeñados por Viviana. Creo que tuve algo que ver en ello. Sus sueños ya no los tenía que aterrizar tantas veces. No sé si ahora era ella que se aproximaba más a la realidad, o era yo la que había aprendido a volar un poco.

Todo era paradisiaco; aparte de los días que estaba de viaje, nuestra unión era cada vez más fuerte, si bien sufría cuando salía de viaje, también pensaba que quizá servían para romper la rutina y conseguía que las ganas de estar juntas fueran más tangibles, y nuestros reencuentros más fogosos.

Todo iba bien hasta que empezaron las primeras dudas. Había ido a una feria de materiales para la construcción en Alemania. Generalmente se exponían materiales de avanzada, por diseño o por resistencia. Estuvo una semana allí interiorizándose de las últimas novedades en el tema. Aparte de un montón de prospectos y propagandas mucho más no le valió.

El caso que llegó a la empresa, un paquete a nombre de ella, no quise abrirlo, era algo personal, pero me llamó la atención, que el remitente fuera una dirección en Suiza. Se lo dejé arriba del escritorio como si no lo hubiese visto, por curiosidad anoté la dirección, después me diría que había pedido.

-Te llegó un sobre creo que, con unos papeles, quedaron en tu escritorio.

- A sí, unos alemanes de la exposición que me querían interesar en algo que no le vi utilidad, ya lo tiré. – no le pregunté más, pero me quedé con la intriga de porque no me decía la verdad.

Cuando estaba con ella era fácil olvidarme, pero el gusanillo de la duda ya había entrado en mí.

Pensé en sonsacarle algo a Beti, pero era inútil, supiera o no, no iba a decirme nada. Para Beti; sabía que Viviana, era como una hija, cuando su madre se murió teniendo ocho años, el padre la trajo para criarla, estaba cama adentro, o sea que vivía con ellos y de a poco se hizo de la familia, y tanto, que aun sin formalizar formó pareja con su padre. Para Vivi a pesar que se trataban como iguales, era como si fuera su madre. Cuido de su padre durante tres años, de una enfermedad degenerativa que lo llevó a la tumba dolorosamente.

No le dije nada, pero esa duda me corroía. Se me ocurrió averiguar de donde era esa dirección suiza. No me costó mucho, era de un hotel de categoría como los que frecuentaba ella.

Quise averiguar más, y me tomé el trabajo de hablarles para agradecerle él envió del paquete. Me trataron con mucha amabilidad y me dijeron que cuando encontraron la carpeta que me había olvidado, no tuvieron ninguna duda de hacer lo que para ellos era un deber en atención a una cliente tan distinguida, en la conversación me enteré que había pasado la semana alojada en el mismo, o sea que en la exposición debía haber estado cuando abrió y nada más, y de ahí se fue a suiza.

No quería prejuzgar, pero tampoco auto convencerme que eso era normal, esperé alguna explicación que me diera esperanzas. No me dijo nada, eso sí las sesiones de sexo eran más intensas. Me recordé haber leído que las culpas muchas veces se ocultan exagerando. Quizá lo que yo pensaba era la pasión de la abstinencia, en realidad era una forma de disimular sus engaños.

De ahí en más las cosas por casualidad se fueron aclarando. Por casualidad o no sé porque, cosas que nunca le di importancia, ahora encadenándolas me iban dibujando un cuadro donde yo estaba pintada como la perfecta idiota.

No quería precipitarme porque sabía que si decidía algo iba a ser difícil volver atrás. Seguía teniendo relaciones, no puedo negar que las disfrutaba porque en eso era una maestra, pero ahora sí, era solo sexo.

Tenía que ir a otra exposición según ella, y a una sección de cuernos según yo. Tenía que llevarla al aeropuerto como siempre. Pasaba por la empresa a buscar unos papeles y después yo la pasaba a recoger para despedirnos.

Habíamos tenido una noche de sexo como siempre que se marchaba, y digo sexo porque para mí fue solamente eso. Me quedé pensando si valía la pena esperar hasta la vuelta. Me fui a la empresa, subí por el ascensor general, pasé a mi oficina, quería pensar si servía para algo retardar el momento. Opté por darme el tiempo para hacer las cosas bien.

Cuando abro la puerta para salir de mi oficina, Veo salir a Beti de la oficina de Vivi, reprochándole.

-Tienes que decirle la verdad, no puedes tenerla engañada hasta lo último, no se lo merece.

Cerré la puerta para que no se dieran cuenta que las había escuchado, no sé si Beti se había dado cuenta, pero escuché que se había metido en su oficina.

Era una confirmación de todas mis sospechas, me daba rabia, a Beti también le había tomado el cariño que se le puede tener a alguien de la familia.

Me quedé pensando que hacer. Al fin decidí que iba a seguir con lo mío ya sin importarme si se daban cuenta que ya lo sabía todo. Salí y creo que Beti me vio. No me importó, no iba a decir nada, pero les iba a hacer notar que no era tan estúpida como creían.

Me fui a la cafetería y mientras tomaba un café pensaba que iba a hacer con ese edificio que yo pensé que era para siempre, me iba a tomar mi tiempo, ya era hora de pasar por Viviana.

Subí por el ascensor personal y entré por la puerta privada, estaba hablando con Beti, habían escuchado el ascensor por lo cual tuvieron tiempo de parar de hablar de algo inconveniente. Las caras denotaban preocupación.

Como si no pasara nada, le di un beso seco y le pedí salir pronto para estar a horario en el aeropuerto. Estaba medio llorosa como si me quisiera decir algo, pero no estaba con ánimo de escuchar ninguna tontería.

Llegamos, le ayudé a bajar la maleta, la puse en el carro para despacharla y me despedí. Que éramos pareja se notaba a la legua, no lo ocultábamos, pero tampoco alardeábamos por eso, digamos que nos portábamos como una pareja normal pero el beso que me pegó era como para los aplausos, parecía que se quería llevar mi boca con ella, la gente nos quedaba mirando y sus lágrimas me salaban el momento. Me quedé mirándola sorprendida, parecía que era el beso del adiós, le deseé suerte y la dejé ahí.

Me volví a casa, estaba impregnada con el dolor que vi en sus ojos, ¿pero yo estaba loca? El dolor que vi en sus ojos. ¡Si la engañada era yo! ¿nadie veía el dolor en los míos? O yo no tenía ojos.

Me acordé la primera vez que tuvimos relaciones y la pelea cuándo me fui; las referencias que dieron mías fueron de las mejores. No trató de vengarse y yo tampoco lo iba a hacer, pensaba dejar las cosas en orden y que no tuvieran problemas.

Los próximos días le pedí a Nuria como podíamos arreglar todo para que siguiera andando en caso de tomarme unas vacaciones y Viviana no estuviera. Era solamente el papeleo, la parte técnica se la pasaba a don Osvaldo que sabía de sobra que hacer.

Era un trabajo como para desligarme sin traerle consecuencias a la empresa.

- ¿Qué estás haciendo? – me preguntó Beti

- Poniendo todo en orden, me quiero tomar unas vacaciones, me estoy dando cuenta que el estrés me está afectando.

- No me vengas con ese cuento, si te tomaras unas vacaciones te las tomarías con Viviana no sola.

- ¿Y por qué? ¿acaso ella no sale sola, o tienes algo que decirme?

- Lo que te puedo decir es que ella te ama como nunca amo a nadie. – y se fue lagrimeando.

Me cago en la madre que las parió, la cornuda era yo y las que lo sufren son ellas. Me fui furiosa a casa, ¿de que estaban hechas? Se hacían aparecer como sufrientes. Yo tenía los cuernos y les dolía a ellas

Ingeniera civil era yo, la que tenía que proyectar edificios que no se cayeran, se ve que si no se cayeron fue de suerte, por lo que es el mío se estaba terminando de desboronar.

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