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Ingeniera Civil 6

en Lésbicos

Pasé a comprar algo para cocinar. Cuándo estaba angustiada me daba por la cocina, gracias que no me comía todo, sino estaría como una vaca.

Llegué al departamento, me parecía más vacío que nunca. Hacía años que vivía sola, pero nunca me sentí tan sola como en ese momento. Cuando apagué la cocina, tenía para toda la semana, me moría de sueño, pero no podía dormir

Mi cabeza era un torbellino, le daba mil vueltas, y en todas encontraba las buenas y las malas, y en todas se entrechocaban mis sentimientos y mis miedos. Prendí la tele para pensar un rato en otra cosa, pero la tele es para no pensar en nada, y ni siquiera para eso me sirvió.

Me acosté deseando dormir, aunque sea un momento, pero no hubo caso, me levanté como tres veces y me volví acostar, pero nada.

Me levanté temprano, se me ocurrió abrir el correo, y leo que me llegó el aviso de que estaba seleccionada en una terna para cubrir el cargo de jefa de la sección correspondiente, y qué por las referencias que habían mandado, las mayores posibilidades recaían en mí.

Tenía razón Beti, nunca trataría de hundirme por mucho que la lastimara.

Ahora ya tenía otra posibilidad para elegir. Un buen trabajo como jefa de sección, sin ningún compromiso más allá de lo laboral. O comprometer mi carrera y mi vida en algo que no sabía si era posible. Mirándolo de esa manera era fácil escoger. Saqué una maleta puse lo más imprescindible para una semana, y salí en busca de mi coche.

Llegué y las ventanas estaban cerradas, cómo si no hubiese nadie, busqué la llave que me había olvidado de dejarle el día anterior. ¿Me había olvidado o mi subconsciente había elegido antes que yo?

Abrí sin hacer ruido y dejé la maleta en la sala, el desayuno del día anterior estaba como lo había dejado, en la cocina, nada había cambiado, o sea que no había comido nada desde que me fui.

Preparé silenciosamente un desayuno para las dos y fui a la habitación con sigilo, espié por la rendija de la puerta semiabierta, estaba acostada con la cara casi tapada con las prendas que había escondido la primera vez.

-Bueno, ¿te vas a levantar a desayunar o piensas morirte de hambre – pegó un salto en la cama y aun aferrando la ropa contra su pecho, me miro con sus ojos llorosos y unas ojeras que denotaban que tampoco pudo dormir-

- ¿Volviste? ¿te vas a quedar verdad? – solté un largo suspiro

- Ven, desayuna mientras ponemos algunas cosas en claro. – vino atrás mío, me agarró para besarme, pero la paré – hablemos primero, que hay cosas para aclarar si es que queremos que esto dure y que no pase como la otra vez

- Dani, yo nunca voy a decir nada que pueda ofenderte, ya te dije que no sabía que lo ibas a tomar literalmente.

- Eso es lo que tenemos que aclarar. Vivi, si queremos que esto dure tenemos que saber todo de nosotras, quiero algo sólido, duradero, y que el pasado no pueda echar a perder. Tú no sabes nada de mí, y algún día te puedes enterar de cosas que te hagan cambiar de parecer, y yo no quiero eso.

- No hay nada que me pueda hacer cambiar de parecer, yo quiero a la Daniela que conozco y no hay nada que me pueda hacer dejar de quererla, lo sé.

- No seas tan arrebatada, porque te puedes equivocar. ¿Sabes porque me cayó tan mal que me dijeras puta? Porque soy, o más bien fui una puta.

- ¿Tú? No te lo creo.

- Pues déjame que te lo cuente, y me vas a creer.

 Mis padres murieron cuando tenía doce años, se habían ido como una especie de luna de miel en sus trece aniversarios, estaban parando en un hotel en Indonesia cuando un terremoto destruyó el hotel y murieron casi todos los turistas que estaban en él. Desde entonces la obsesión mía fue hacer edificios que ningún terremoto pudiera tirar. Quedé a cargo de mi abuela, que trató de darme la mejor educación que podía.

Con mucho sacrificio lo consiguió, pero todo el amor que volcó en mí, no pudo hacerla olvidar la pérdida de su hija, de a poco su salud iba empeorando, y cuando cumplí los diecisiete me dejó sola, sé que me dio todo lo que pudo, y quizá vivió hasta ahí por no dejarme, sino se hubiese abandonado antes. La cosa es que me quedé sola, trabajé en una tienda para subsistir y terminar el preparatorio. Era buena estudiante y no me costó tanto pasar el examen de admisión a la universidad, pero ahí ya era otro problema, tenía que mudarme a la ciudad, y buscar la forma de subsistir.

Como la casa quedó a mi nombre, la alquilé y en la ciudad alquilé un departamentito de un ambiente, y busqué trabajo, algo que no era nada fácil.

Conseguí en una cafetería a la tarde, y a la mañana iba a la universidad. Con lo que ganaba, no me era fácil subsistir, y para estudiar, al no tener ordenador, me tenía que arreglar con lo que podía estudiar los sábados en la biblioteca.

 Ya había cumplido los 18 pero nadie me daba más de 15 y cuando pasaba por entre las mesas, más de uno me tocaba el culo.

 A lo primero protestaba, pero después noté que los que me tocaban eran los que mejor propina me dejaban, entonces dejó de importarme, a veces pasaba a propósito cerca de ellos y me daba resultado.

Todos los días venía un señor muy elegante, a tomar un café después de salir de trabajar (o es lo que me supuse). Era muy respetuoso, pero no dejaba de mirarme, y veía que ponía mala cara cuándo me magreaban.

-Daniela – ya me conocía por el nombre - ¿Por qué te dejas manosear así?

- Porque me dejan más propina y necesito el dinero.

- ¿Cuántos años tienes?

- Dieciocho y bien cumplidos.

- ¿No quisieras ganarte quinientos euros conmigo?

- Contigo, quinientos euros ¿haciendo qué?

- Bueno, no te ofendas, si no quieres no pasa nada, pero estoy loco por tener relaciones contigo, pero si no quieres olvídalo. – Me quedé pensando quinientos euros en unas horas, y todos juntos, eran una especie de fortuna, después de todo otras lo hacían gratis.

- ¿Me lo dejas pensar? Mañana pregúntamelo de nuevo.

Seguí atendiendo, pero ahora la lavadora que era mi cerebro, estaba trabajando a marchas forzadas. Con uno así por mes hasta me podría comprar un ordenador, que la verdad lo estaba necesitando, daban más cosas por el internet de los ordenadores de la Uni que lo que podía aprender en vivo.

Al otro día me miraba con recelo, quizá pensaba que lo había denunciado por acoso o algo así, cuando le llevé el café, le dije que los fines de semana tenía libre, que si quería ese sábado podíamos quedar.

El me miraba con una cara de deseo, como si fuera la diosa del amor, y yo lo veía como si fueran quinientos euros. Quedamos que sería en mi departamentito, no me animaba a salir a otro sitio, ahí me sentía más protegida.

Llegó con una caja de bombones de regalo, no sabía cómo comportarme, se me ocurrió hacerle un café como el que tomaba todos los días, se me quedó mirando con extrañeza sentado en la cama.

-Ponte cómodo.

- ¿Es la primera vez que haces esto?.

- Sí, y si lo hago contigo es porque me inspiras confianza.

- Gracias por confiar en mí, ¿me dejas desnudarte?

- Si quieres hazlo, no me rompas la ropa porque no me sobra.

- No te preocupes que si se rompe algo te lo repongo – me fue desnudando de a poco y se quedaba mirándome mientras se iba sacando la ropa, a medida qué iba descubriendo mis partes se notaba más deseoso, y la varilla que mostraba su deseo estaba a tope, era más suave el, que los que me tocaban el culo en la cafetería.

Cuando terminó de desnudarnos, me acostó delicadamente y apuntó con el coso ese a mi entrada, lo fue metiendo de a poco hasta que dio el envión que la hizo llegar hasta el fondo. Solté un gemido y seguramente puse una cara de dolor, que denotaba que realmente me había dolido.

- Daniela no seas exagerada, que otros la tienen mucho más grande.

- Es que la primera vez duele.

- ¿Qué? ¿cómo? ¿de qué primera vez me hablas?

- De la primera vez que hago esto, te lo dije – por arte de magia el garrote que tenía adentro se encogió y fue saliendo solo, un hilo de sangre se escurría de mi vagina.

- Pero yo pensé que era la primera vez que lo hacías por dinero – se agarraba la cabeza – yo no sabía, lo hubiéramos hecho de otra manera, ¿tanto necesitabas el dinero que regalaste tu virginidad de esta forma?

- Yo no te regalé nada, me dijiste que me ibas a dar quinientos euros, yo hice todo lo que pude, el que no siguió fuiste tú, ¿ahora resulta que todo esto fue por nada? Si quieres puedes seguir.

- No Daniela, te los voy a dar, pero hoy no voy a seguir, porque debes estar dolorida, ven siéntate aquí – me hizo sentar en sus rodillas muy pegada al trabuco ese, que parece que estaba reviviendo – dime para que los necesitabas tanto.

Le expliqué que necesitaba un ordenador, que casi todos los programas los mandaban por internet y con el trabajo de la tarde, no me daba el tiempo para ir a la biblioteca. Me preguntó que estudiaba, cuando le dije Ingeniería civil en edificios, me pidió los apuntes, creo que era para corroborar que no le estaba mintiendo.

-Mira, yo soy ingeniero y tengo una constructora e inmobiliaria, también soy del centro de egresados y te puedo ayudar, pero te va a ser muy difícil dar la carrera trabajando todas las tardes en esa cafetería.

- Ya lo sé, pero estaba pensando que, si me busco alguien más como tú, podía dedicarme a estudiar y terminar la carrera más rápido.

- No te creas que eso es tan fácil, no sabes quién te viene, y por lo que veo no tienes ninguna experiencia.

- Y bueno, ya la tendré, si pudiera nada más que estudiar, en tres años la doy.

- Que ¿no piensas salir a ningún lado, solamente estudiar?

- Pues claro, o te crees que me voy a dejar machacar, para gastarme el dinero en salir de juerga.

- Te comprendo, pero no busques a nadie todavía, quizá te pueda ayudar en eso también, ahora me voy.

- Oye, pero tú no hiciste nada, ¿si quieres? Tampoco es que me vaya a morir esto les pasa a todas.

- No, hoy no quiero, espérame hasta la semana que viene y no busques a nadie, y no te dejes tocar tanto el culo.

Me dejó los quinientos euros y se marchó, estaba un poco dolorida pero contenta. Si Ernesto me ayudaba, a lo mejor eso de terminar la carrera en tres años no era tan irrealizable.

La semana siguiente pasó lentamente, quería que llegara el sábado, para ver si tenía algo en concreto, pensaba que a lo mejor me ofrecía ser su amante, y si lo hacía le iba a decir que no, podía hacer muchas cosas, menos renunciar a mi independencia.

A pesar de vernos todos los días, recién el viernes me pidió si podíamos vernos el sábado, que tenía algo para mí.

Al otro día lo estaba esperando ansiosa, quizá si quería follarme, me iba a dar otros quinientos o algo parecido. Llegó a la mañana con una caja enorme.

- ¿Qué traes aquí?

- Algo que te va a servir y mucho – abrió la caja dónde traía un ordenador completo – mira es un modelo algo antiguo, pero está expandido para los programas en uso, y aparte tiene una cosa que te va a venir muy bien, aquí están grabados todos los programas hasta hace dos años, así que solo tienes que fijarte en algunas

actualizaciones, ven vamos a conectarlo.

Conectamos el ordenador y andaba como los dioses, estaba tan contenta que me tiré arriba de él, y le besaba la cara, tenía ganas de comérmelo de la alegría, igual no lo besé en los labios, no me daba, y el tampoco trató.

-Uhm ¿me merezco terminar lo que empezamos la semana pasada?

- Claro que te lo mereces, soy toda tuya – se puso el preservativo y se dedicó a sacarse el gusto, tengo que reconocer que tampoco la pasé mal, era tanta la alegría, que hasta pensé que había tenido un orgasmo. Cuando salió del baño de lavarse, me dijo que tenía que tratar otras cosas conmigo. Cuando salí de lavarme se había tomado la molestia de preparar café para los dos, nos sentamos y empezó a explicarme.

- Mira, estuve averiguando en la Uni y de la rectoría me dijeron que eras una alumna ejemplar, y eso no lo suelen decir de muchos, pero yo que conozco el tema, sé que trabajando en la cafetería no vas a poder adelantar materias.

- Pero es que voy a tratar de buscar otros señores que quieran hacer como tú, creo que lo puedo conseguir, no es que voy a salir a la calle.

-Sí, te entiendo, pero me parece que es mejor que te los consiga yo y que no te den ningún compromiso.

- Y tú ¿de dónde los vas a conseguir?

- Mira, a la inmobiliaria vienen inversores de otros lados, hasta de otros países, pasan y si te he visto no me acuerdo, pero a veces quieren tirar una cana al aire, yo puedo escoger para ti los más decentitos, aparte te voy hacer pasar como que eres menor, que tienes quince años, que no traten de sacarte porque si los pillan les puede caer el pelo.

- ¿No les importará venir a este departamentito?

- Eso lo arreglamos, te voy a conseguir uno mejor, para tu categoría.

- ¿Mi categoría de puta?

- No digas así, vieras las que hacen lo mismo entre las universitarias

- Bueno, si tú lo dices vamos a probar.

- Al primer cliente que te mande, renuncia a la cafetería, ah… lo que menos vas a cobrar son mil euros, que una niña de quince debe valer más.

-Se fue y me dejo los quinientos euros, este hombre me lo mandaron los reyes magos. Por el asunto de trabajar de puta, no me causaba ninguna aprensión. Sabía que cuando me recibiera lo iba a dejar, y si podía hacer la carrera en tres años, le estaba ganando dos o tres a la vida.

La cosa fue mejor de lo que pensaba. Los clientes que me mandaba casi siempre eran maduritos buscando en mi juventud la que habían perdido con los años. Creo que tuve suerte o Ernesto escogía muy bien, pero no tuve situaciones que no pudiera sobrellevar. Alguno insistía en algo que yo no estaba dispuesta a darle, pero en mi condición de menor, enseguida los apaciguaba el pensar en el lio en qué se podían meter.

Prácticamente, no tenía amigas, cuándo simpatizaba con alguna como daba las materias mucho antes, nos dejábamos de tratar enseguida. No salía con nadie y no iba a las fiestas. Mi obsesión era recibirme y estudiar un posgrado.

Casi todas las semanas tenía alguien que atender, aparte de Ernesto que, aunque le insistía que él no tenía que pagar, el insistía en lo contrario, sobre todo porque se daba cuenta que yo no gozaba para nada, hasta me aconsejó que hiciera un poco de barullo, cuándo se suponía que me llegaba el orgasmo.

 Me tomé el trabajo de comprar un libro de sexología, y aprendí que para muchos hombres, el orgasmo femenino le producía tanto placer como el propio, y que una vagina bien lubricada, influía placenteramente en la pareja.

Visto lo leído, se me ocurrió hacerme unas capsulas de gelatina que me introducía en la vagina antes del acto, los resultados se notaron enseguida.

Ernesto que sabía del truco me dijo que salían locos de allí, pensando en la abundancia de mi orgasmo, tanto así que cuando alguno venía con la premisa le aumentaba la tarifa, que la pequeña lo merecía.

-Así pasaron los tres años. Sé que me perdí muchas cosas, fiestas, bailes. Desde el preparatorio, la primera vez que fui a bailar fue cuando nos encontramos en la disco de ambiente, y donde me llevaste esa noche – se había quedado callada, seria, mirándome.

- ¿Por qué dices que te creíste que habías tenido un orgasmo? – me extraño que después de tanta historia se le haya quedado fijada esa parte.

- Porque me lo creí, y cuando tuve uno me di cuenta que nada que ver.

- ¿Y cuándo lo tuviste?

- Ay, no preguntes tonterías que bien que lo sabes, lo que más te quiero decir, es que siempre estoy con miedo que alguien me reconozca y me lo eche en cara y pueda exponer a la vergüenza al sitio donde trabaje. – se me quedo mirando seria, casi furiosa.

- Quizá no debí apurarme tanto en traer la ropa – me agaché a tomar la maleta cuándo me agarró con fuerza del brazo.

- Mira Daniela, si yo me llego a enterar que alguien te ofende o te echa en cara algo, ese alguien se va a enterar lo hija de puta que puede ser Viviana Montero cuándo se meten con la persona que más quiere – se pegó contra mí llenándome de besos, besos correspondidos, me besaba la cara, me quitó el suéter para poder besarme el cuello, la garganta, me fue sacando los botones de la blusa para llegar a mi canalillo, estaba desatada.

- Vivi, para por dios, me vas a contagiar. – se separó para mirarme desconcertada.

- Pero ¿estuviste todos los días que estuve enferma? y no te enfermaste, aparte que dijiste que estas vacunada.

- Contra la gripe, no contra la calentura - solté

- No te preocupes, de eso te vacuno yo enseguida, agárrate. – me aupó me tome de su cuello mientras con las piernas le rodeaba la cintura, me tenía del culo con una mano y con la otra me iba sacando los zapatos, cuando llegamos a la cama me paró y siguió besándome, me fue sacando los otros botones, y allá fue la blusa, se quedó mirando mis senos aun con el sujetador puesto.

- Toda la semana, tan cerca y tan lejos, pero ahora son míos ¿no es cierto?

- Si mi amor, ahora son tuyos, aunque me parece que entre semana anduviste por ahí

- Uhm… eso no cuenta – me quitó el sujetador y se los iba metiendo en la boca, succionándolos con deleite, mientras la falda después que la había soltado, se deslizaba hasta la cama. Sentía su lengua hacerse una fiesta con mis pezones, mientras con sus manos me iba bajando el panty, me acariciaba los glúteos poniéndome cada vez más excitada. Me quedé con la falda y el panty en los pies, solamente con las bragas, me agarró de la cadera y se separó para mirarme.

- ¿Cómo puedes ser tan perfecta?

- Amor no exageres.

- No exagero Dani, ni en mis sueños podría pensar algo así, déjame que te quito esto que te está enredando los pies – se agachó, me levantó un pie para desembarazarme de la ropa que se había encargado de bajarme, quiso besarme los dedos, pero parada en un solo pie perdía el equilibrio.

- Vivi que me caigo

- No voy a dejar que te caigas – subió besándome las piernas, y yo estaba que me derretía, todavía no sabía cómo no me había diluido en un orgasmo, llegó a mis bragas completamente empapadas cuando vi que las estaba oliendo, me dio vergüenza.

- Cariño, ¿quieres que me vaya a lavar?

- Estás loca, hace quince días que me estoy arreglando con lo que me dejaste la primera vez, y lo único que me falta que ahora te laves y que no pueda disfrutar de tu aroma, pasó la lengua sobre las bragas y nada más verla me hizo gemir de ganas, no podía aguantar más. Me las sacó y enterró la cabeza en mi vagina, mis piernas temblaban.

- Vida no me sostengo, me caigo.

- Te sostengo yo, no tengas miedo, que no te voy a dejar caer. – tampoco era el gran peligro que si me caía iba a ser sobre la cama. Me pasó una pierna sobre su hombro al mismo tiempo que me devoraba, yo estaba muy tocada, sé que le gustaba que durara más, pero me fui, llenando su boca con mis jugos. Hasta ahí llegué, la única pierna que estaba apoyada no me sostenía más, se dio cuenta y me sujetó dejándome caer en cámara lenta, apenas mi cuerpo descansó en la cama cuando volvió a mi vagina a buscar lo que hubiese quedado, pasaba la lengua abriendo mis labios y cuando llegaba al clítoris lo chupaba como si estuviera sorbiendo de una pajita, cada vez que hacía eso mis piernas se abrían más, pensé que  era el sufrimiento más placentero que había sentido en mi vida, pero cuando me introdujo dos dedos ya sentí que pasaba a otra dimensión, no sé lo que hacía pero tenía que ser magia, sus dedos eran mágicos dentro mío, no me extrañaría que como los magos, pudiera sacar un conejo de ahí adentro, rogaba que no fuera el mío, que tenía uno solo; gemía, gritaba.

- Amor, vas a terminar conmigo – me apoyé sobre un codo y miraba cómo me lamia, ella también me miraba a mí, y yo como hipnotizada veía en sus ojos todo el amor que me estaba queriendo regalar, sentía como jugaba con mi pepita, como la encerraba entre sus labios y sorbía mientras sus dedos hacían maravillas hasta hacerme pasar al otro lado del espejo en un orgasmo feroz. Quedé casi desmayada, Vivi seguía recorriendo toda mi vulva buscando lo poco que se le podía haber escapado. Movía mis piernas como un polichinela buscando cualquier resto.

Se subió sobre mí dándome un beso donde se condensaba toda la pasión del momento pasado, estaba agitada, y yo también lo estaba, sabía que ahora era el momento mío, que tenía que estar a la altura de todo lo que me había hecho gozar ella.

La fui dando vuelta, y ahora era yo la que estaba arriba, la que podía darme el gusto de probar su cuerpo, de hacerla feliz, y ser dueña de esa felicidad.

No había mucho para inventar, pero para mí, era cómo si lo estuviese inventado ahora, por primera vez iba a chupar una teta que no sea de mi madre, y la chupé, y chupé la otra, y la sentí deliciosa, palpitante, pero no podía quedarme ahí. Fui bajando buscando nuevos rincones desconocidos para mí, cuando llegué a su pubis me di cuenta porque se enamoraba de ese aroma, era exquisito, olerlo daba ganas de probar ese manjar. No esperé más, ahora era yo la que separaba sus piernas e iba por el tesoro encerrado entre sus labios. Metí la lengua en la entrada de su coñito y fui subiendo por el sendero que me abrían sus labios hasta llegar a su clítoris, ahí me llevé una grata sorpresa, lo que en mí era una pepita en ella era una almendra, no la iba a comer, pero iba a sacarle el jugo, volví hasta su abertura y volviendo a por ese tesorito que había descubierto, lo agarré con los labios y lo sorbí, la música de los gemidos de placer que emitía mi amor, me daban más ganas de experimentar con esa joyita, (después de todo yo era la neófita en esto, era mi primera vez y podía equivocarme) encerrada entre mis labios, con la lengua acariciaba su puntita apretándola delicadamente o moviéndola, al mismo tiempo que sorbía el resto.

Me pareció que era tiempo de inspeccionar otras profundidades y dos dedos fueron los exploradores de estas, la música de Viviana ya estaba en el volumen de escándalo, me pareció que si dos eran buenos, tres serían mejor, y allí fue el tercero haciéndola bramar. Su pelvis parecía que iba en una montaña rusa y mi cabeza también, pero había encontrado mi almendra, y hasta que me diera jugo no la pensaba dejar.

No sé cómo hizo, pero se agarró las rodillas desde atrás y se quedó con todo el coño y el culo levantado, sentí como apretaba mis dedos y supe que el momento había llegado, se venía la riada y la tenía que aprovechar, saqué los dedos para meter mi boca y mi lengua, y los llevé a masturbar esa preciosidad, que merecía que tuviera dos bocas para no usar los dedos.

Bebí con esmero todo lo que me regaló, y fui buscando en su anatomía todo lo que pudo haberse derramado. Cuando me puse al lado, la que parecía un maniquí era ella, estaba desmadejada tratando de recuperar la respiración, me miró con los ojos achinados.

-Sabes una cosa – me dijo – ahora yo tampoco sé si antes de hoy tuve un orgasmo.

- Pues entonces después de hoy te vas a tener que acostumbrar a tener muchos.

Nos abrazamos comiéndonos a besos, las ganas seguían y quizá nunca se nos acabarían, pero hacía dos noches que no dormíamos, y algo podíamos dejar para después.

 Por ahora hasta aquí llegamos, quizá continue si veo que vale la pena, y pienso que lo que escribo les puede gustar

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