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Mas cerca del cielo 4

en Lésbicos

-Te necesito a ti, por favor Lili, no me dejes así – me imploró, cómo la iba dejar si estaba deseando satisfacerla, y aunque nunca había hecho eso tampoco es que viviera en una nube, quizá no lo haría como quien estuviera acostumbrada, pero empeño iba a poner.

Empecé disfrutando sus besos, seguí por su cuello, y llegué a esas dos cumbres de marfil ofrecidas a la voracidad de mi boca, eran exquisitas, sentía el latido de su corazón marcando el ritmo de mis chupones, los gemidos me guiaban y me pedían que siguiera hacia abajo. Me daba pena abandonar esos monumentos, pero sabía que iba para mejor; fui bajando dejando un rastro de saliva a mi paso, parecía un caracol buscando su casa, o quizá una babosa buscando otras babas.

Y sí, las encontré, no es que fuera humedad lo que encontré en la vulva de Marisa, real mente eran babas que le corrían por los muslos, las babas más exquisitas que nunca había probado, me abalancé a recuperar lo perdido, mi lengua parecía una cuchara queriendo acaparar todo lo que de ahí saliera, no pensaba si lo estaba haciendo bien o mal, sabía que tenía un clítoris igual que yo, que cuando ella me lo acariciaba me hacía subir a las nubes, y una cavidad donde sus dedos me producían un placer infinito; yo quería hacer lo mismo con ella, y me empeñé que con la lengua podía conseguirlo.

Lamía con fruición su rajita, quería con mi lengua abarcar todo, se la introducía para luego seguir el camino al botoncito de emergencia donde con apretarlo y mimarlo, podía encontrar el remedio para apagar ese incendio.

No podía pensar bien, pero en cierto momento escuché los gemidos que pasaban los niveles normales

-Marisa muerde la almohada que se van a creer que te estoy operando sin anestesia. – me hizo caso porque de ahí en más solo escuchaba gruñidos.

Le sujeté la pierna que tenía colgada para que no hiciera fuerza sobre ella, y seguí mi faena con el coño de la cimbreante Marisa. Era algo tan suave, como si tuviera una textura especial que nunca había probado, está bien que era mi primera vez en eso, pero creo que como ese no hay otro, y si lo hay, no me importa el que quiero es ese.

Seguí caracoleando entre su entrada y ese clítoris que me engolosinaba, tan calentito, tan chulo, si me daba ganas morderlo y comerlo de verdad, estaba tan embelesada que cuando sus movimientos se hicieron frenéticos, casi me pilla descuidada, un caudal de jugos fue a parar a mi boca, y con gusto trataba que no se me escapara nada, si fuera por mi hubiera seguido, me sentía como si fuera la primera vez, y la verdad es que con una mujer lo era, y me pareció que lo había hecho bien, que la había hecho gozar como me hacía gozar ella con sus dedos.

Subí a besarla y darle a probar el delicioso gusto que quedó impregnado en mi boca, estaba desmadejada.

-Amor ¿estás bien?

- Estoy como nunca estuve en mi vida, gracias, sé que esto te costó, pero creeme que te lo voy a compensar siempre que quieras algo de mí.

- Eres una tonta, no me costó nada, tenía unas ganas locas de hacerlo, aparte sabes muy rico, hasta me puedo volver adicta.

- Yo estoy segura de volverme adicta si me dejas hacerte lo mismo.

- ¡No! sé que no soy tu enfermera, pero dejame tener un poco de pudor con mi profesión, cuando salgas puedes hacer lo que se te dé la gana, pero ahora por favor no.

- ¿Ni siquiera me vas dejar lamerte esas tetitas tan ricas? Por favor; quiero sentir un orgasmo tuyo, aunque sea con mis dedos, se buena.

- Bueno, eso sí, la verdad que lo estoy deseando.

De ahí en más, fue un cumulo de besos caricias y los dedos de ella pintando el cuadro de la lujuria dentro de mí hasta que el orgasmo buscado me llegó con fuerza. Quedé abrazada a ella sintiéndome tan plena, que no me daba ganas de separarme, pero al fin llegó la cordura y cada cual nos echamos a dormir.

Así fueron pasando los días siempre con la visita de Celeste, que se preocupaba porque no nos faltara nada, y nos preocupaba por no saber a qué se debía tal preocupación; era simpática y muy tratable y nos había caído muy bien, seguramente pensaba lo mismo, pero es como si hubiera algo más.

Por fin llegó el día que le liberaron la pierna a Marisa, los huesos habían soldado y no había riesgo de que le quedara más corta, no es que pudiera salir caminando, pero en tres días de tratamiento de kinesiología, con muletas podía dejar el hospital.

Fueron días de tratamiento intensivo, ya que después de las sesiones, yo le daba masajes para revitalizarle los músculos.

Ya tenía el hotel contratado donde había pedido una suite, me importaba muy poco lo que pensaran, pero quería estar al lado de ella, para ayudarle o lo que sea.

Quedamos con Celeste que nos iba a llevar, pero aun sin conocer bien la ciudad, me di cuenta que ese no era el camino, ya que yo si había ido hasta el hotel a contratarlo.

-Celeste, este no es el camino, ¿A dónde nos llevas?

- No te inquietés, lo que pasa que ya es el mediodía y no van a ir a buscar un restaurant, vamos a casa que deje la comida preparada. – dijo con una sonrisa.

Nos daba mala espina, pero aceptamos por no armar una discusión, después de todo era cierto que no sabíamos dónde ir a comer.

 Paramos frente a un chalet muy bonito, estaba todo enrejado y el portón lo abrió a distancia entró el coche y este se volvió a cerrar, me hizo acordar a una cárcel. Bajó y pegando la vuelta nos abrió la puerta galantemente, invitándonos a bajar.

No teníamos más remedio, sobre todo en las condiciones que estaba Marisa.

-Oye, pero ¿qué es esto una cárcel?

- No…no te asustés, es que aquí es un poco inseguro, mirá todas las casas están así – miré y era cierto, de las que veía pocas eran las que no estaban igual – vengan, pasen y pónganse cómodas mientras sirven la comida.

Pasamos a una sala bien montada con unos sillones que se veían cómodos y nos sentamos a esperar. De pronto escuchamos el sonido del portón abrirse y otro coche entrar a la casa.

Celeste fue a abrir la puerta y dos crias de no más de ocho años entraron como una tromba y se nos tiraron encima al grito “estos son nuestros ángeles”.

-Chicas con cuidado que Marisa todavía no está bien curada. – les gritó Celeste, las niñas nos besaban iban de una a la otra abrazándonos, y nosotras sin entender nada.

En ese momento entró un hombre alto, apuesto y se nos quedó mirando.

- ¿No me conocen? – dijo dándonos un abrazo, las niñas se quedaron mirando a ver lo que decíamos, pero a mí no se me ocurría de donde nos podíamos conocer; fue Marisa la que preguntó.

- ¿No serás al que le agarró el paro en la montaña?

- Ese soy yo, y lo soy gracias a ustedes que si no hubiesen llegado a esta hora mis hijas serían huérfanas de padre.

Después de la desconfianza primera, todo fue festejo, por el por las chiquillas y por nosotras, Celeste también nos abrazaba y nos agradecía el haber salvado su hogar; al fin terminamos lagrimeando de emoción.

Pasamos una tarde encantadora, las niñas nos miraban como si hubiésemos bajado del cielo y no salían de arriba nuestro, después de tanto tiempo de hospital, un ambiente tan familiar nos daba la vida; al fin después del almuerzo y tomar un café quedamos en encontrarnos cuando estuvieran libres para hacernos conocer la ciudad, las montañas se veían cerca, pero no sé si estábamos para eso.

A la tarde noté que Marisa estaba un poco cansada, nos sirvieron una picada que consistía en variedad de bocadillos quesos y otras exquisiteces como para no tener que cenar; cuando estaba anocheciendo nos acercaron al hotel, y nos despedimos no sin prometerles a las niñas que íbamos a salir con ellas.

Marisa estaba cansadísima, el tiempo que llevaba sin caminar, y el uso de las muletas a lo que no estaba acostumbrada la había agotado.

El ascensor tenía ascensorista por lo que no pudimos conversar. Nos dejó en nuestro piso, y fuimos a la habitación; esta consistía en una sala con unos sillones espectaculares, un refrigerador bien surtido por lo que pudimos ver, y un televisor grande, una mesa con sillas por si queríamos comer allí, en fin, todo lo que pudiéramos pedir para pasar una estadía.

El dormitorio estaba acorde con lo demás, una cama de exagero, con una TV gemela con la de la sala, y un baño de ensueño, con un yacusi separado donde cabíamos las dos y algún invitado más.

Habíamos recuperado nuestras pertenencias que bien pocas eran, más bien de campaña, que no se lleva ropa coqueta para escalar una montaña, por eso compré algo de lencería para las dos ya que íbamos a estar unos quince días siguiendo el tratamiento, hasta estar en condiciones seguras para el viaje.

Hay que reconocer que el seguro que nos cubría la asociación de montañistas era de lo mejor, y también lo usaban de propaganda ya que la noticia se había propalado en España con buena prensa.

Había comprado tres juegos de lencería para cada una, los puse sobre la cama, y le di a elegir, tomo uno que nada más imaginárselo puesto hacía que mi corazón se fuera de punto; verla con eso para poder sacárselo era un envite para entrar al paraíso, acompañado con un camisoncito traslucido que también había comprado, me hacía imaginarla como algo inmaterial, como un aura, algo inalcanzable pero que ese día iba a estar a mi alcance.

-Ven que te ayudo, y hasta nos podemos duchar juntas.

- No por favor, dejame empezar por valerme por mi misma.

- ¿De verdad no quieres que te ayude? Sabes que no me cuesta nada.

- Lo sé, pero prefiero no molestarte, bastante ya lo hiciste.

- Bueno si lo quieres así, que sea, ¿no quieres que te ayude así no entras con las muletas?

- Eso sí, cuando termino te llamo así también me ayudas a llegar a la cama.

Le ayude a entrar al baño, y me salí con toda la angustia de ver que nada se desarrollaba como había pensado, quizá fuera del hospital ya no me necesitaba tanto, y el amor ya no era tanto amor.

Guardé la ropa después de que separara lo que me iba a poner, que eran solo una tanga a la que le había dado más expectativas de la que iba a tener y un camisón parecido al de Marisa, me desvestí y me puse la salida de baño que nos proporcionaba el hotel, me senté en la cama esperando que me llamara.

Luego de escuchar que paraba la ducha, al rato me llamó, cuando fui a buscarla me quedé tiesa; se había puesto el conjunto con el sujetador y el camisón que en vez de tapar era más lo que sugería. Era una tontería, la había visto completamente desnuda, la había bañado en la cama del hospital, había visto ese cuerpo todo el tiempo que la estuve cuidando, y ahora que estaba medianamente vestida le notaba una hermosura que no había notado antes.

No lo podía entender; no me podía entender, como la sugerencia de lo que había bajo esa minúscula ropa, podía impactarme más que lo que había visto un montón de veces.

Me sobrepuse a mis ganas de descubrir lo descubierto, lo que sabía que estaba allí y cómo era y le ayudé a acostarse. Eso de no querer que le ayudara fue como un cubetazo de agua fría, era como si se hubiera acabado la magia de los días pasados, le acaricié la cara y la arropé.

-Bueno, tu descansa que se te debe haber hecho pesado tu primer día, yo me voy a duchar. – se quedó mirándome con los ojos vidriosos, pero no me dijo nada.

Me metí a darme la ducha mientras pensaba que pude hacer mal para que las cosas cambiaran así, estaba mal pero no pensaba acosarla, tendría que salir de ella hacerme saber lo que realmente quería. Me sequé me puse la tanga y el camisón parecido al de ella el sujetador no, porque nunca dormía con el puesto, me acerqué a la cama, y estaba con los ojos cerrados, quizá estaba dormida, traté de no hacer ruido y acostarme sin incomodarla, fui a apagar la luz cuando la escuché.

-Lilian ¿Qué vas hacer? ¿Ya no te acuerdas lo que me ibas a dar nuestra primera noche? ¿o era solo porque estaba impedida?

- Me acuerdo, pero fuiste tú la que no quiso bañarse conmigo, pensé se te habían pasado las ganas.

- Esas ganas no se me van a pasar nunca, pero quería que me vieras como una mujer que va a entregarse a su amor y no como una paciente de hospital.

- Pues si eso es lo que querías lo conseguiste, nunca te vi tan hermosa, me costó mucho no hacerte el amor ahí mismo, pero tenemos que poner las cosas en claro, ¿Qué vendríamos a ser de aquí para adelante; novias: pareja o qué?

- Lo que tú quieras, yo voy a ser lo que me pidas.

- Lo que te pido ahora, es que me dejes sacarte esa ropa, que está acariciando la piel que solo yo tengo derecho a acariciar.

Me fui sobre ella, y le fui sacando las pocas prendas que tenía, ir descubriendo su cuerpo, mirarlo cómo lo había hecho todos los días, pero por fin ver lo maravilloso que era, me hacía temblar las manos de la emoción, fui a por su boca, besarla sentir su respiración dentro de la mía.

-Para Lili, dejame desnudarte, nunca pude acariciarte a gusto, - me saco el camisón y me puse para que me pudiera sacar el tanga, - ves esto es lo que me debías y hoy me lo pagas.

- Mi vida mira que desde que salí de España no me depile más, estoy toda peluda.

- No te preocupes tu ponme ese coñito en la boca, que yo te hago los rulos.

Me dio risa, pero con la calentura que tenía no era para pararme a reírme.

 Puse las rodillas al costado de su cabeza y fui bajándome hasta llegar a su boca, se aferró a mis nalgas y tiró hacia ella hundiendo su lengua en mi abertura, solté un gemido y empecé a sentir lo que nunca había sentido, que fuera ella la que me hacía eso, era cómo subirse arriba de una nube, la punta de su lengua dibujaba filigranas en mi vagina subiendo hasta mi clítoris, produciéndome descargas eléctricas en todo mi cuerpo.

Era como si me estuviera lamiendo por dentro y por fuera, y una sensación como si estuviera por abrirse un grifo por donde se iba a escapar mi alma.

Mi cuerpo empezó a moverse involuntariamente, no me podía dominar, es como si buscara más de lo mismo, sentía que me venía un orgasmo con una fuerza inusitada, no quería que parara y que ese orgasmo fuera eterno; no soy de hacer escándalo, pero no pude reprimir un grito en el momento que volqué todo mi deseo en la boca de Marisa.

Se apretó bien contra mí, y sentí un gemido suyo mientras bebía de la fuente que en ese instante era mi coño.

Me quité de arriba y como una poseída fui a buscar los labios que hace un instante estaban besando mis otros labios, se los chupé con los míos y busqué mi sabor dentro de su boca, éramos dos imanes que no querían desprenderse, al fin nos separamos, igual que teníamos que respirar, la acaricie y fui buscando con mi mano su vagina, estaba empapada, no sé si se había estado tocando, pero creo que se había corrido conmigo.

-Mi amor, no me esperaste.

- No pude aguantar, pero te sigo esperando que nuestra primera noche tiene rato todavía.

- Claro que tiene rato, pero todavía no me dijiste si vamos a ser novias, pareja, o que.

- ¿Tú que quieres que seamos?

- Mira para noviecitas, con lo que hicimos y lo que vamos hacer esta noche creo que nos pasamos un poco, y como pareja no me gusta nada – al escucharme se puso medio rígida.

- ¿No quieres ser mi pareja?

- Si vamos a vernos cada dos meses o así, ¡no! y andar con mensajitos no es lo mío, si vamos a ser pareja, será a tiempo completo, o yo me voy a Málaga, o tú te vienes a Coruña, no voy a tener que subirme una montaña cada vez que quiero echarme un polvo contigo. – se me abalanzo a besarme, la había hecho sufrir un momento y ahora se descargaba de la forma que más me gustaba.

- Tonta, que me hiciste pasar un miedo que casi me matas.

- Ni se te ocurra morirte, pero no me dijiste cómo vamos a hacer.

- Mira, tu conseguir traspaso al hospital de Málaga es difícil, son diferentes autonomías, y no van a respetar tu cargo, pero yo soy abogada independiente, trabajo para varios estudios nacionales y no voy a tener inconveniente, solo tengo que encontrar un sitio donde vivir.

- Eres tonta o que, ¿si eres mi pareja con quieres vivir?, no es que tenga un departamento muy grande, pero para las dos alcanza, tendremos que comprar una cama más grande, aunque si vamos a estar todo el tiempo así, con la que tengo alcanza.

- Pues yo pienso estar mucho tiempo así arriba o abajo tuyo, pero tampoco quiero vivir a tus costillas.

- Pues a mí no me importa vivir a costa de las tuyas, y voy a empezar a contarlas.

La volteé y me subí arriba, mientras besaba su cuello, llegaba hasta la oreja y bajaba hasta sus labios que chupaba con fruición, pasaba a su barbilla y tiraba la cabeza para atrás ofreciéndome la garganta a mis delirios, fui pasando la lengua por ella siguiendo el camino a su clavícula, llegué a sus senos y me separé para verlos en todo su esplendor.

-Ves, esta son las montañas que quiero escalar todos los días hasta poder besar la cima y hacerlas mías y de nadie más.

- Lili son tuyas, de nadie más, todo lo que me pidas es tuyo, eres mi dueña, mi amor, ahora que sé que me quieres lo único que necesito es tenerte conmigo hasta que te tenga que cuidar cuando seas viejita.

- Pues si son mías me voy a aprovechar. – empecé a chuparlas con ansiedad, escuchaba su ronroneo de satisfacción y más me calentaba, quería ir por todo como había hecho ella, estaba toda mojada, pero no me importaba, más me gustaba que estuviera así por mi culpa, ya iba a meter los morros entre sus piernas, cuando me paró.

- ¡No! Lili espera.

- ¿Qué, no quieres?

- Sí que quiero, pero hagámoslo juntas, ven súbete arriba mío y dame mi ración que te estoy deseando.

Nunca había hecho nada así, pero estaba que hervía, así que no me hice rogar y le planté mi almeja en la boca para que la comiera como más le diera la gana, y fui a lo mío.

Olía un aroma a mujer tan delicioso, que me hacían dilatar las aletas de la nariz queriendo respirarlo todo, serían las feromonas no sé, pero quería todo para mí, lamía, chupaba, mordía con los labios ese montecito divino que cada vez que se lo chupaba ella dejaba escapar unos suspiros que iban a parar al fondo de mi vagina; la penetré con dos dedos y me sentí penetrada, Marisa no perdía el tiempo, y calcaba lo que yo le hacía dándome  un placer increíble.

Estuvimos comiéndonos con gula, hasta que sentí como las paredes de la vagina apretaban mis dedos y los movimientos se volvieron más compulsivos eso me volvió loca, veía como llegaba al orgasmo, cuando el mío ya estaba al caer, saqué mis dedos y los llevé a frotar su clítoris mientras introducía mi lengua en el manantial que era su vagina.

Explotó, y una cascada de néctar me llenó la boca, haciendo que mi mente se extraviara sintiendo la delicia de sus jugos, y mi excitación se potenciara en un orgasmo que Marisa bebió agradecida.

Quedamos las dos agitadas, fui a buscar su boca que estaba esperando la mía, nos besamos con ternura, mezclando nuestros sabores, dándole un entretiempo a la pasión, que sin duda nos iba a volver a acometer.

Estábamos las dos juntitas, nuestros cuerpos pegados, como besándose por su cuenta; sintiéndonos; calladas, cuando Marisa me preguntó.

- Lilian ¿En qué piensas? – la miré a los ojos, esos ojos que me miraban con esa dulzura que me llegaba hasta los rincones más impensados.

- ¿Sabes que pienso? pienso en las montañas que subimos buscando estar cada vez más cerca del cielo, y el cielo está en cualquier lugar que tu estés conmigo.

Es un final un poco cursi, pero de vez en cuando hay que darle espacio al romanticismo.

Melosha, voy a tratar de escribir como me pides, pero no siempre me salen como quisiera. cariños


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