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Las Traductoras 2

en Lésbicos

Mientras conducía hasta su casa, iba como en una nube, se sentía rara, nunca había pensado en tener sexo con una mujer, y el haberlo tenido no le producía ningún remordimiento, es más, se daba cuenta que le había gustado, y mucho.

 Lo que le preocupaba es saber que Camila estaba enamorada, ¿cómo tenía que tratarla? No sabía mucho lo que era ese asunto del amor, más de una vez le gusto algún caballero y lo aprovechó, le gustaba el sexo y no andaba con vueltas, ¿pero haberse enamorado? no le parecía.

Llegó a su departamento, abrió las ventanas para que se aireara un poco, no había querido comer y ahora tenía hambre. Preparó unas pastas con salsa, quería cenar darse una ducha y acostarse enseguida. Podía haber salido con alguna amiga, pero no tenía ganas. Después de lo de anoche nada le parecía interesante.

Se terminó de duchar y salió envuelta en la toalla, sobre la cama estaban los uniformes, se acordó lo sensual que la mostraba y la mirada con que la recompensó Camila. Así desnuda como estaba se puso la blusa y la falda, se miró al espejo, se vio deseable, se la alisó pasando las manos por el culo y se le vino a la mente como se lo habían alisado la noche anterior, pero sin la falda, estuvo un rato magreandose sola, se fue quitando la ropa admirándose en su desnudez. Se acostó así como estaba, los recuerdos la excitaban.

Volvió a sentir el mismo fuego de anoche, cerró los ojos y se imaginó que eran las manos de Camila que acariciaban su seno, lo trajo para arriba y le pasó la lengua a ese pezón desafiante; desafiante como los pezones de Cami cuando los atrapó con su boca, se acordó el gemido que se le escapó cuando los mordió con los labios, cuando fue bajando la mano en busca de su vulva, como estaba haciendo ahora con la suya.

 Sus pensamientos cambiaron de dirección, ahora recordaba el placer que le había dado, cuando bajó besándola hasta hacerse dueña de ese botoncito ardiente, como la sintió temblar cuando con sus labios formó el ojal que le faltaba, el deleite de sentir las vibraciones que todo su cuerpo descargaba por la vagina, era como si todo lo que estaba gozando se lo traspasara a su boca, se acordó como le había introducido dos dedos en su abertura, como ahora se los estaba introduciendo, y como los metía y sacaba buscando darle todo el placer que ahora se estaba dando, con la otra mano buscó su clítoris y lo acarició como si fuera el de ella, reditó la sensación pasada, trayéndola al presente, moviéndose cada vez más rápido, experimentó en su orgasmo, la misma exaltación que le produjo cuando pudo saborear el orgasmo de Camila.

Se quedó satisfecha y pensativa. Satisfecha ya venía, decididamente la había pasado más que bien, este último había sido la guinda para el postre. Se chupó los dedos, dándose cuenta la magnitud del orgasmo. Lo que le hacía pensar, es que lo que estuvo recordando, no es en lo que Camila le hizo, sino en lo que le había hecho ella a Camila.

Hasta cierto punto, veía lógico que Camila la hiciera gozar más que cualquier hombre haciéndole sexo oral, ella tenía que conocer mejor sus puntos vulnerables. Pero no entendía porque ella, que no había estado nunca con una mujer, había gozado tanto cuando estuvo metida entre sus piernas saboreando su intimidad.

Tampoco es que le causara ningún problema, sería lo que tuviera que ser, le gustó y listo. Lástima el rollo de que estuviera enamorada, sino podrían pasar momentos lindos. Irene nunca se había enamorado y sin embargo muchas veces la había pasado bien. Cuando alguno le gustó, no tuvo empacho para llevarlo al huerto, que las calenturas si no te las sacas te hacen daño, pero de ahí a enamorarse, ni de asomo.

Pensando eso se quedó dormida. El domingo lo pasó leyendo catálogos de la feria. Le gustaba estar enterada de que iba, y averiguar ciertos términos que por ser específicos quizá no estuviera acostumbrada a usarlos.

El lunes se acercó hasta el predio. Faltaban dos días para el comienzo y los locales ya estaban casi terminados. Estaba la parte donde estaban los expositores, y luego diferentes dependencias donde podían reunirse para concretar algún negocio.

Se encontraron y se saludaron como si no hubiese pasado nada, se juntaron con dos chicas más que como ellas querían interiorizarse de las cosas.

Conocieron al organizador del evento. Don Francisco Goncalvez Iriuta, un señor de cincuenta y pico, muy elegante y tratable, las invitó a comer y preguntó porque eran tan pocas, Le tuvieron que decir que eso de venir antes corría por su cuenta, que la agencia no las obligaba, ellas lo hacían por estar más al tanto. Después de terminar el almuerzo, se despidió con cortesía diciéndoles que eso lo iba a tener en cuenta.

 Tomaron varios catálogos de los stands extranjero a los que les interesó su presencia y se fueron conversando amigablemente.

El miércoles se inauguró la feria. El plantel de traductoras era numeroso. Los retoques a sus uniformes causaron más de una mirada de envidia. Alguna sana, pero otras bastante venenosas. Tenían que andar esquivando algunos que pretendían traducir con mímica; pero en fin, no más que en otros sitios. Lo que varió, es que el lote de traductoras de a rato disminuía escandalosamente, por lo que a las que quedaban las requerían con más asiduidad. La verdad que había algunos que daba ganas de irse un rato, pero ese no era su trabajo, por lo menos de las que se quedaban.

Mal que mal, fueron pasando los primeros días. El despiporre empezó a armarse cuando estaba por concluir. Esos últimos días eran cuando se definían los negocios que se venían cocinando previamente. Allí era cuando se necesitaba de sus servicios. Gente de diferentes países querían cerrar sus acuerdos y no siempre con el inglés se arreglaban. Entre las chicas que decididamente se volcaron por el folleteo, y las que solamente sabían un idioma, las que tenían más preparación no alcanzaban a cubrir los requerimientos de los que solicitaban traductoras. Por ser de las que dominaban más idiomas, eran a las que más tenían de un lado para otro.

Terminaron rendidas, ese día no tuvieron descanso, y el otro parecía que pintaba peor. Cuando se preparaban para salir, agotadas, Camila le propuso a Irene si quería ir a dormir a su departamento que quedaba mucho más cerca, cosa que aceptó enseguida. Habían cenado un poco en el restaurant de la feria, así que la siguió con su coche, agradeciendo interiormente no tener que conducir hasta su casa con el cansancio que tenía.

Subieron al departamento y Camila preguntó.

- ¿Quieres comer algo? Algo debe haber en el refrigerador.

- Uf…no, con lo que comí allí me basta, estoy muerta.

- Bueno, ven que te muestro la habitación, tienes la cama hecha, no sé si quieres lavarte la blusa ahí tienes el baño, usa lo que se te ocurra que yo también estoy para la irme a la cama.

- Creo que a la mañana me voy a buscar el otro uniforme que lo tengo preparado, la verdad, te agradezco que me hayas invitado sino creo que me dormía en el camino. – Camila tenía baño en su habitación, así que se dieron las buenas noches y cada cual a lo suyo. Eran como las ocho de la mañana cuando Irene se despertó. Tenía que ir a buscar el otro uniforme y preparar este para el día siguiente. Fue hasta la cocina y la encontró a Camila haciendo el desayuno.

- Buen día, uhm…que olorcito apetitoso, ¿sobrará un poco para convidarme?

- Buen día, hice para las dos, que con la cena de ayer ya me suponía que estabas hambrienta.

- Tú eres mi salvadora, la verdad que eso de vivir tan lejos es un incordio, gracias que faltan tres días nada más. si no tuviera que cambiarme me quedaba hasta la hora de entrada.

- Sí, pero tres días que van a ser peor que el que pasamos, por qué no te vas a buscar el otro uniforme y te quedas aquí hasta que termine la feria.

- Por mí sí, pero ¿estás segura que no es un estorbo?

- Si lo fueras no te invitaría. Vete a buscar la ropa, porque aparte de Cecilia, por lo que vi, las demás están dedicadas a otra cosa. Anda que cuando vuelvas voy a tener el almuerzo listo. - Terminaron de desayunar y se fue a buscar lo necesario para poder cambiarse esos tres días. Aparte de la ropa interior necesitaba algo para no estar siempre con el uniforme. Como a la una volvió. Así como le había dicho, la comida estaba lista, le dio un poco de apuro.

- Si no te parece mal, mañana cocino yo, que no tienes que hacer de cocinera mía, no es que sepa mucho, pero algo me la rebusco.

- Si cocinas bien no me va a parecer mal, pero bueno, podemos cocinar entre las dos que yo tampoco soy una chef. –  Irene se lavó y preparo la ropa para el día siguiente y se les hizo la hora de irse al trabajo. Cómo iban a volver al mismo sitio, decidieron ir en un coche.

 Al entrar, Cecilia la coordinadora les avisó que la tenían que acompañar, que don Francisco quería hablar con ellas. El asunto fue, que quería que ellas tres no anduvieran por la feria, tenían que quedarse en la oficina para atender en los saloncitos donde pedían reunirse para pactar acuerdos importantes. No quería andar buscándolas por el salón. Pensaron que ese sería un alivio, pero a poco se dieron cuenta que ahora que estaban más a mano, las tenían de un sitio para el otro. Aun los que podían entenderse con el inglés, preferían asegurarse con su propio idioma. Fueron tres días de locura, el ajetreo fue tremendo. En medio del cansancio, la compañía que se hacían entre ellas las aliviaba bastante. Se cocinaban al medio día y ya dejaban preparado para la noche.

Se admiraban; aun sin darse cuenta un sentido sano de competitividad, les hacía sobrellevar el cansancio. Cuando llegaban al departamento, tomaban una ducha, se vestían para dormir y cenaban algo de lo que habían dejado preparado.

 Conversaban un poco de lo que había acontecido ese día y de lo que esperaban para el día siguiente. No volvieron a comentar nada sobre lo pasado. Irene se cuidaba bastante, no sabía si el amor que le había confesado, todavía le duraba, pero no iba a ser ella la que lo iba a alimentar con actitudes provocativas. Le estaba tomando un aprecio como no estaba acostumbrada a tenerlo por nadie. Era tan buena compañera. Aún más allá de lo que habían tenido, era tan dispuesta para ayudarla en todo lo que saliera al paso, que no sabía cómo agradecérselo.

Cuando finalizó la feria, don Francisco las llevó aparte con Cecilia y le dio dos mil euros de más a cada una, agradeciéndoles el empeño que habían demostrado en solucionarle los problemas. Les pidió el número del móvil para comunicarse en caso que necesitara de sus servicios sin pasar por la agencia. Había quedado desencantado con el servicio que le había prestado esta.

Salieron a cenar las tres a festejar los dos mil euros, fueron a cenar a un restaurant bastante exquisito. Pero bueno, ese día eran ricas. Pasaron una noche estupenda, Cecilia era bastante cómica, tenía anécdotas de lo que le pidieran y ningún empacho en contarlas. Quedaron en avisarse si les salía algún trabajo ya que ninguna de las tres estaba a gusto con lo que era ahora la empresa, una agencia de acompañantes para señores con dinero.

Terminaron de cenar, se despidieron de Cecilia para ir al departamento. Iban en silencio, cada cual pensando en sus cosas. Fue Irene la que lo rompió.

-Bueno, termino la feria, es hora de irme a mi casa.

- No te vas a ir ahora de noche, quédate hasta mañana y te vas descansada.

- Uhm…eres un ángel, si no fuera por ti no sé si aguantaría este ritmo.

- Tampoco es para tanto, si la feria fuera cerca de tu casa supongo que harías lo mismo

- El asunto que cerca de mi casa nunca va a ver una feria, así que te voy a tener que invitar a comer un día, así la conoces.

- Pues que así sea – llegaron y estaban tan rendidas que enseguida se fueron a dormir. Irene se quedó un rato pensando que hubiese sido bueno repetir aquella noche que no se le iba de la cabeza, pero pensaba nada más, no quería forzar nada, si se tenía que repetir, tendría que ser Camila la que sacara el tema, a ella con su amistad se conformaba.

 A la mañana siguiente, cuando se levantó el desayuno estaba listo, siguieron hablando del evento pasado, y cuando podrían encontrarse, al fin ya se comunicarían

- Bueno…, abra que irse

- Si quieres, quédate a mí no me molestas

- Tienes una paciencia de oro, pero mejor me voy, a ver cómo está mi casa pobrecita tan sola – juntó sus cosas, que no eran muchas, Camila la acompañó hasta el coche, le ayudó a subir todo y llegó el momento de la despedida. Seguramente se verían más pronto que tarde, pero un tufo nostalgioso le daba a la escena la importancia que no tenía. Se quedaron mirando con una sonrisa, parecía que las dos querían decir algo, pero quedaron en eso, se saludaron con dos besos en la mejilla y un fuerte apretón en el brazo por parte de Irene, que se subió al coche y partió.

Llegó a su casa en medio de pensamientos contradictorios, trató de quitarlos de la cabeza y de momento lo logró, abrió las ventanas para airearla y sacar ese olor a encierro. Estaba orgullosa de su casita, todavía estaba pagando la hipoteca, pero había puesto un adelanto interesante para que la cuota no le fuera tan pesada.

 Con tres habitaciones, una sala espaciosa y un patio en la parte de atrás, dónde metió una pileta de esas de plástico, lo suficiente grande como para dar 5 o 6 brazadas, en verano era una delicia, sobretodo porque estaba bastante cerrada como para estar resguardada de miradas indiscretas. Estaba un poco lejos de la ciudad, pero lo compensaba con la tranquilidad y esa sensación de aire puro, que parecía que la renovara al respirar.

Era el lugar ideal para lo que estaba haciendo. La traducción de un libro. Era un trabajo sin apuro, por eso lo hacía en sus ratos desocupados. Lo quería hacer bien, que casi era como si lo escribiera ella. no es fácil pasar la esencia de lo que quiso trasmitir el autor a otro idioma. Más allá de la traducción literal, esos libros llevan tanto del autor como del que lo traduce.

Luego de poner en funcionamiento la casa, pensaba pasarse un día tonteando, descansando del trajín de la pasada semana. A la noche la llamó Camila para saber cómo había llegado y si había encontrado todo en orden. Estuvieron un buen rato hablando hasta la hora de irse a dormir. Le gustó esa atención, sobretodo porque se dio cuenta que la llamada fue para conversar nada más, porque aun sin tener nada importante para decirse, pasaron más de una hora dándole a la lengua.

Se acostó y sintió la soledad de su casa, ¡sí! Estaba sola, nada que ver cómo estar en el departamento de Camila. A lo mejor es que era más chico, o a lo mejor era porque estaba ella. Le venía a la memoria la lección de bolero, y la gana de tocarse se le ponía irresistible. No tenía ninguna voluntad de resistirse, sola, se masturbo a gusto, otro remedio no le cabía. Después de eso durmió cómo los dioses.

El día siguiente empezó con su rutina. Salió a hacer las compras, una limpiadita a toda la casa, todavía no hacía tanto calor como para darse un baño en la pileta, pero podía ponerse al sol al reparo mientras leía el libro que tenía que traducir.

A la tarde vino a visitarla su vecino, Nacho. Era un hombre alto, apuesto, y con una conversación muy entretenida, seductor por naturaleza y buen amigo. Se conocieron cuando vino a vivir a este barrio y en la mudanza tuvo varios inconvenientes que él se encargó de resolver, de ahí surgió una amistad entrañable. A pesar que le llevaba como diez años, en su momento probaron ser algo más que amigos. No anduvo.

A pesar que en el sexo andaban bien, él era un espíritu libre, y ella no vio que fuera mejor tenerlo de amante que de amigo, así que de común acuerdo decidieron volver a lo de antes. Ahora era consejero, siempre que tenía un problema sabía que iba a hacer lo posible por solucionárselo, y no quitaba que algunas noches de necesidades no resueltas, se sacaran el gusto sin culpa.

Quedaron para el viernes salir a cenar y después a lo que tuvieran ganas. A la noche volvió a hablar con Camila, nuevamente pasaron el tiempo hablando de quien sabe qué, y nuevamente los recuerdos volvieron a subirle la temperatura corporal. Volvió a masturbarse, pero esta vez con algo de culpa. No porque le pareciera algo indecente, es que no entendía porque tenía que sentirse así, pensando en un affaire con una mujer. Bueno, había que ver que era la última vez que había tenido sexo, y lo que pasaba es que andaba necesitada. Eso tenía arreglo.

El viernes tenía que salir con Nacho, antes de salir se comunicó con Camila para avisarle que iba a salir con su vecino, y que esa noche no iban a tener su conversación diaria. Le deseó mucha suerte y cortó.

No tuvo que buscar mucho en su vestuario. Agarró uno de los uniformes, cambió la blusa por otra un poco más traslucida y se miró al espejo. Se vio hermosa, se acordó cuando se lo había probado, faltaba esa mano alisándole la falda por el culo para estar perfecta. Sacudió la cabeza, tenía que sacarse eso de la mente, no era hora de excitarse, por lo menos, no tan temprano.

Cuando Nacho la vio pegó un silbido.

- ¡Cariño! ¿a quién piensas pescar? ¿estás segura que quieres salir conmigo?

- Estoy segura, y a quien quiero pescar es a ti, así que prepárate, y no me vengas que estás en tus días difíciles – se echó a reír

- Para pescarme a mí, no necesitas vestirte como una diosa, ya sé que lo eres.

- Bueno, bueno, parece que leímos algún libro poético o algo así.

- No me hace falta leer nada, con mirarte a ti, la poesía me sale por todos lados – Nacho se dio cuenta que su amiga estaba pasando una circunstancia especial. Fueron a un restaurant lo suficiente intimo para poder hablar con cierta reserva. Sabía que Irene no era tan lanzada, ni siquiera con él, algo le estaba pasando. Se sentaron, pidieron los platos y llegaron las preguntas.

- A ver, cómo te fue en esa feria, porque a ti, algo te está pasando. – Irene no tenía ninguna vergüenza en contarle lo que le pasó y lo que le estaba pasando.

- Y que dices ¿será que me estoy volviendo lesbiana o es pura necesidad?

- Mujer, si la pasaste tan bien es lógico que lo recuerdes, pero a mí me parece que lo que te hizo sentir ella también te lo puede hacer sentir un hombre, será cuestión de bajarse hasta el pesebre, pero lo que te hace un hombre, no te lo puede hacer ella.

- No te creas, ahora hay tantos juguetes que a lo mejor no se nota, y eso que un hombre me puede hacer sentir lo mismo que ella, está por verse.

- ¡Y, pero mujer! Para que estoy yo aquí.

- Aquí estás para comer esto que pediste, no sé si estás tan dispuesto a comer de lo que dices tú que es el pesebre.

- No lo pongas en duda, a ti te lo cómo, aunque tenga que echar a los reyes magos. – siguieron conversando entre risas. Terminaron, y era hora de pensar a dónde iban. Ir a un hotel era una tontería, lo mejor era volver a casa, allí no tenían horario y si querían podían tomarse unos tragos, antes, o después.

- Estas un poco nerviosa, voy a casa y traigo una botella de tequila y vas a ver cómo te tranquiliza.

- Deja que tengo yo en casa, que tú pagaste la cena

- ¿Pero y no dijiste que ahora me ibas a dar de comer una rica almeja?

- Que cochino que eres, pero bueno es lo que te vas a comer, a ver si lo haces también como dices. - entraron en la casa – vete preparando los tragos que me cambio, quedó Nacho a cargo de los preparativos hasta que volvió. Venía con un salto de cama traslucido que dejaba entrever un conjunto negro que resaltaba todo lo que tenía para resaltar (que era todo) se quedó mirándola.

- Mi dios, pero ¿qué te hizo esa mujer? Estás para comerte entera, mira que yo te he visto otras veces, pero algo cambiaste.

- No digas tonterías, estoy como siempre y no quiero que me comas entera, con que me hagas sentir lo que me hizo sentir ella me conformo.

- Pues no lo pongas en duda ese soy yo, te voy a dar lengua hasta que te mees

- Que puerco que eres, pero bueno, es lo que hay – fueron vaciando las copas y empezaron los achuchones, un besito por aquí otro por allá, bastaron para que la excitación los fuera empujando a la habitación. Nacho era el que más tenía que sacarse y no tardó nada en quedarse desnudo. Irene lo miraba y veía el empalme que tenía, pero de entrada no era eso lo que tenía que usar, esperó a que el la desnudara, quería que la viera bien y que supiera bien lo que tenía que hacer.

Nacho a sus treintaisiete años tenía bastante experiencia, aparte que no era la primera vez que estaba con Irene, pero ese día la veía más hermosa, sabía lo que ella quería y le parecía que era un manjar. La fue desnudando de a poco; le sacó el salto de cama por la espalda, goloso la vio y no pudo contenerse, le empezó a besar el cuello y fue bajando, con lo dientes consiguió desprenderle el sujetador, siguió por la columna hasta llegar a las bragas que nuevamente con los dientes las fue bajando hasta dejarle los cachetes al aire, los agarró los besó, trató de meterle la lengua entre las nalgas, pero ella no abrió las piernas lo suficiente. La dio vuelta y ahora tenía toda la delantera, se fue como un mamón a la teta, chupó un poco pero enseguida se acordó a lo que iba. Le fue terminando de sacar las bragas y le abrió las piernas y se fue de boca en busca del tesoro perdido.

Irene estaba caliente, pensaba en Camila, pero Nacho no era Camila. Se daba cuenta que ponía todo de sí, pero no era lo mismo. Ni siquiera ella sabía la diferencia, le había agarrado la cabeza para guiarlo a donde ella creía que era lo mismo, pero no era. No podía sentir lo que su memoria le reclamaba, lo agarró de los pelos y separando los labios con dos dedos lo llevó a que le lamiera el clítoris. Se estaba poniendo furiosa, no con Nacho (que el pobre hacía lo que podía) con ella misma, ¡pero si le estaba haciendo lo mismo que Camila! ¿Por qué no sentía lo mismo? ¿porque seguía pensando en Camila?

-Nacho, Nachito, ¿no me puedes meter la lengua bien adentro? – y allí fue Nacho, metió la lengua todo lo que le dio mientras ella con los dedos se sobaba el clítoris, como si se estuviera masturbando, y es que se estaba masturbando con la cabeza de Nacho apretada entre sus piernas. Alcanzó a tener un orgasmo, pero tan poco satisfactorio, que le dio rabia. – Nacho ponte un condón – se lo puso y se preparó para darle la madre de las folladas – no Nachito acuéstate que hoy me toca a mí. Se acostó Nacho con la polla apuntando al techo, se subió arriba y se la metió de una. No lo hacía con placer, estaba furiosa. No le podía echar la culpa a él, hizo todo lo que le pidió, puso toda su buena voluntad, se supone que no tenía que estar pensando en nada más que follar; pero estaba pensando en Camila. Lo único que le faltaba que el recuerdo de Camila no la dejara echarse un polvo como la gente. Y por eso estaba rabiosa, y por eso lo iba a follar a Nacho, hasta que le saliera la leche por los ojos.

Terminó rendida, toda sudada, tumbada sobre el que la miraba asombrado, se tiró al costado, y quedó boca arriba con los ojos cerrados

-Nena, casi me matas ¿Qué te pasa?

- Anda vete a sacar ese condón que no te queda bonito

- ¿Qué no me queda bonito el condón? A ver si me quedó la polla – se fue al baño y volvió al rato – me di una ducha ¿no te parece mal verdad?

- No hombre, hiciste bien, es lo que me tengo que hacer yo – se fue al baño, estuvo un buen rato, mientras se duchaba iba amenguando la agitación y el enojo, ¿enojo contra quién? nadie le había hecho nada malo, se secó y se puso una salida de baño, salió y en la habitación no había nadie sintió el grito.

- Ven que preparé unos tragos, los necesitas – en la sala estaba Nacho en calzoncillos, le ofreció una copa – toma, parece que no salió como esperabas.

- No te quiero desanimar, pero para lesbiano eres un desastre

- Eso no me desanima, lo malo es que me parece que fui un desastre en mi otra función, por lo menos me parece que no lo pasaste muy bien.

- Si no la pasé bien no es culpa tuya, que no lo hayas pasado bien tú, es culpa mía.

- Tampoco es tan así, que bien que me ordeñaste, no pensé que podías apretar tanto, mira que tienes fuerza ahí.

- Perdóname si te hice mal, no sé qué me está pasando y eso me tiene mal.

- Mira, sabes que te quiero mucho, y me parece que la tal Camila te pegó fuerte, no creo que eso te haga lesbiana, por lo menos no con todas, pero tendrías que ir pensando en tu relación con ella. Ella ya sabes que te quiere, tú, ¿si te dieras cuenta que estás enamorada te animarías a formalizar a pesar de lo que diga tu familia y tus conocidos?

- Nacho, eso a mí no me importa, no estamos en el siglo pasado, pero es que no sé si estoy enamorada, y si lo estoy no sé si lo voy a seguir estando.

- Si es por eso nadie se casaría, mira a qué velocidad se juntan y se separan, sin hacerse tantas preguntas

- Sí lo sé, uno quiere y deja de querer, pero una cosa es que se te fue el amor, otra que lo hagas porque te diste cuenta que te metiste en un sitio que no es el tuyo, a eso le tengo miedo, por nada del mundo quiero lastimarla.

- Pues entonces espera, sigue como hasta ahora, alguna señal te va a llegar y te vas a dar cuenta si estás enamorada o no, trata de no lastimarte tú. – terminaron de tomar el trago – bueno, tendré que irme

- Quédate a dormir, total mañana te quedas hasta la hora que quieras

- A dormir ¿No? creo que no estoy para otra cosa

- Sí hombre a dormir, que yo tampoco estoy para nada más – se acostaron Nacho la abrazó y la llevo contra su pecho

- Eres una chiquilina divina, vas a ver qué vas a tener suerte, sabes que en mí tienes un hermano que va a hacer todo lo que pueda por ti.

- Joder, que hermano incestuoso tengo, no le hace asco a follarse a la hermana.

- Te recuerdo que hoy fue la hermana que se folló al hermano y bien follado, me parece que la tal Camila te cambió el panorama.

- Tienes razón, mejor dormimos. – le dio un beso en la frente y se durmieron

La semana siguiente se hablaron esporádicamente, era como si la relación se hubiese enfriado, pero Irene la llevaba metida en la cabeza. No es que sufriera ni nada por el estilo, pero no había noche que sus pensamientos no se llenaran de Camila, imaginando diferentes situaciones donde la protegía o se sentía protegida. Una noche la pensaba frágil, que la tenía que cuidar, para la noche siguiente pasar a ser la superCamila que la salvaba de cualquier peligro que pudiera imaginarse. No era una obsesión, pero se recreaba con las fantasías que imaginaba, donde a veces terminaba en un final tórrido.

Seguía con el libro que lo llevaba bastante avanzado. Había conseguido archivar en el cajón de los deseos sin expectativas, la posibilidad de repetir aquel recordado encuentro. Se acordó que había quedado en invitarla un día a comer, ahora no estaba segura si quería. Se daba cuenta que cómo querer, quería, pero le daba miedo. A pesar que todas las noches, su recuerdo dormía con ella, trataba de llevarla al rincón de los sueños. Las llamadas eran más espaciadas, parecía que las dos tenían la misma idea “agua que no has de beber déjala correr”.

Una mañana sonó el móvil, era el número de ella. Le extrañó, no solía llamar a esa hora. Era para contarle que le había llamado don Francisco, pidiéndole si nos animábamos a formar un equipo de diez traductoras, que se dedicaran a traducir, que con esa agencia no quería trabajar más, prostitutas las conseguía más baratas.

- ¿Qué te parece Irene, podremos conseguirlas? Yo aparte de Cecilia no sé la dirección de nadie.

- Yo tengo de dos, pero no sé si están dispuestas; la que debe saber es Cecilia, cómo coordinadora debía tener la dirección de todas.

- Tú que la conoces más, por qué no le hablas a ver si quiere venir con nosotras y trae a alguna más.

- Déjamelo a mí; le hablo y después te aviso – cortó y enseguida se comunicó con Cecilia. Cecilia era un caso aparte, dominaba como diez idiomas y parecía que vivía para eso. Tenía casi sus cincuenta años y hacía como diez que se había divorciado.

Así como otras aprovechan su libertad para vivir más a pleno, ella se enfrascó en aprender más idiomas, dejando todo lo que haya tenido de coquetería. Se vestía tan sin cuidado, que aún con una buena prenda se arreglaba para que pareciera vulgar.

No le costó mucho convencerla, aún a ella, que no le importaba lo que hacían las demás, la última feria le había parecido escandalosa, y se estaba dando cuenta, que más que una coordinadora parecía una madama. Tenía las direcciones que necesitaban, sobretodo de las que se habían alejado cuando cambió el dueño. Quedaron en que le iba a avisar dónde reunirse. Enseguida volvió a comunicarse con Camila, que le contesto al toque.

-Cami, hable con Cecilia y la entusiasmé, quedaría ponernos de acuerdo, y ver quienes seríamos de la partida, que te parece si te vienes con ella mañana, las invito a almorzar y de paso compaginamos todo, es un poco lejos pero tampoco es tanto.

- Bueno, si ella está de acuerdo, mañana andamos por ahí, ahora le aviso.

Luego de cortar, le agarró como un principio de euforia. Después de esos días donde consiguió adormecer las ansias que le producían los recuerdos, de golpe todo se revitalizó. De golpe todo era energía. Tenía que pensar con qué las iba agasajar. No era una gran cocinera, pero con algunas comidas se lucía. Quería tener todo preparado para poder estar vestida decentemente, no es que quisiera deslumbrar a nadie, pero quería que la vieran bien.

Pasó todo el día limpiando y fijándose en todos los detalles. Todo impecable. Rellenó unas pechugas, a las que solo le faltaba cocinar, una salsa de champiñones con la que pensaba cubrirla, en poco rato tendría todo listo.

Se acostó cansada, volvieron las fantasías que había estado dejando de lado, ahora con más fuerza. Tuvo ganas de masturbarse, pero se contuvo, le daba un poco de vergüenza, parecía una niña, después de dar unas cuantas vueltas se durmió.

A la mañana se levantó entusiasmada. Enseguida se dijo que era por la oportunidad del trabajo que les estaba saliendo, si lo preparaban ellas, iban a cobrar más de lo que estaban acostumbradas. Buscó la vestimenta apropiada, dudaba cómo las iba a recibir; cómo una fiesta, no; tenía que ser algo sencillo pero elegante. Sacaba qué, si pantalón, si falda, que una cosa, que otra, hasta que se paró a pensar que estaba haciendo. ¿Era tonta o qué? Venían a almorzar y ver si podían arreglar ese contrato, ¿Qué importancia tenía como estaba vestida? Decidió ponerse como de casa. Un pantaloncito lo suficiente corto para resaltar lo de bueno que tenía y una camiseta con escote en U que más que insinuar remarcaba con gracia lo que estaba cubriendo.

Tenía la mesa preparada cuando llegaron, la comida estaba lista faltaba darle una calentada y servirla. Cuando sintió el coche salió a la puerta a recibirlas. Camila estaba espectacular, no es que se haya vestido de gala, es que cualquier cosa que se pusiera la engalanaba. Cecilia la contracara, parecía que tenía el gusto invertido.

Se saludaron con dos besos, se quedaron mirando casi con impertinencia, no lo hicieron apropósito, pero no trataron de evitarlo. Luego de los saludos y explicaciones, a Cecilia le dio ganas de pasar al baño y las dejó solas.

-Oye, pero que raro que te haya llamado a ti en vez de a Cecilia, es la más capaz.

- Sí, él ya lo sabe, pero es tan desaliñada que no la quiere dirigiendo, igual si lo conseguimos, cuando nos den la ropa, algo tenemos que hacer. -  Mientras iban comiendo comentaron todo lo referente a cómo organizarse. A la hora del café Cecilia sacó una libreta de direcciones y fueron marcando las que les podrían servir. Comenzaron a llamar y antes de las dos horas ya habían comprometido a las diez que necesitaban. Luego de dejar todo arreglado, mientras que Cecilia se enganchó con el libro que estaba traduciendo, ellas siguieron conversando, y sentían el gusto de hacerlo, preguntándose cómo estaban, que tenían que verse más seguido, y otras cosas, en un momento Camila se paró.

-Traje unas masas para la tarde y las deje en el coche ¿me acompañas?

- Pues claro, aunque no te hubieras molestado – salieron las dos y cuando estaban por entrar nuevamente, se apareció Nacho.

- Eh Irene, tienes visita, ¿no me la vas a presentar?

- Ah sí, Irene este es mi vecino Nacho, el que te dije que salía el otro día, y mi amiga Irene.

- Mucho gusto, por fin traes algo para alegrar la vista, mujeres tan hermosas no hay por aquí – se puso un poco colorada, se notó que no le gustó

- Sera porque no miran bien lo que tienen – contestó y enfiló para adentro dejándolos sorprendidos. Se saludó con Nacho y entró atrás de ella.

- Oye ¿Qué te pasó? ¿tan mal te pareció lo que te dijo? No fue nada malo

- No fue nada malo si no estuvieras tú adelante, pero que el hombre que sale contigo se dedique a piropear a otra mujer, no sé cómo se lo permites.

- Mira, por empezar no sé cómo se lo puedo prohibir, y tampoco sé porque se lo tendría que prohibir.

- Pero ¿no es qué sale contigo?

- Sí, pero porque salgamos alguna vez a comer o a una fiesta no creo que me dé derecho a meterme en su vida. – se le quedó mirando y preguntó

- Pero, ¿entonces no es tu novio?

- No mujer, es un buen amigo nada más, a veces me ayuda cuando se me rompe algo, es un poco mayor para mí.

- Bueno, no está nada mal y no creo que te lleve tanto. – no le gustó el comentario.

- Si quieres lo llamo y te lo presento de nuevo, te aviso que es muy mujeriego.

- No, sabes que no voy para ese lado, anda mejor terminamos de arreglar todo con Cecilia mientras tomamos un té.

Tomaron el té, y quedaron en ponerse de acuerdo para cuando les entregaran los uniformes. Se despidieron casi de noche, primero Cecilia se subió al coche, Camila quedó para lo último, al despedirse le dijo despacio.

-Discúlpame con tu vecino, pero me es difícil pensar que, si es mujeriego, no ande atrás de una hermosura cómo tú.

- Conmigo ya sabe que no tiene nada que hacer, por eso cuando encuentra una hermosura cómo tú, se tira de cabeza – se sonrieron al darse cuenta que se estaban piropeando sin descaro.

- Bueno, cuando tenga todo listo te aviso, creo que con Cecilia vamos a tener que hacer algo para dejarla más presentable.

- Llámame a ver si llegaste bien y conversamos. Irene quedó contenta, le había sacado de la cabeza de que Nacho tuviera algo que ver con ella. Desde luego, no le iba a decir hasta donde llegaba los derechos de esa amistad, pero en lo principal no la engañaba; no eran novios. Tampoco sabía en qué cambiaba que lo supiera o no, pero mejor lo dejaba así.

 Se quedó pensando, si agarraban ese contrato era un buen dinero. Se lo habían ofrecido a Camila, pero ella no dudó en meterla en el negocio. Quizá si salía bien hasta podían formar una agencia de prestigio. Tendrían que estar más tiempo juntas.

 Así fue pasando el tiempo, hasta que recibió la llamada de que había llegado bien. Claro que no quedó en eso, se llevó el móvil a la cama y conversaron todo lo que les faltó en la visita. Después de hablar cómo si hace años que no hablaran, se despidieron sin ganas. Irene estaba contenta, no sabía porque, pero lo estaba.

Esa noche volvieron las fantasías, Camila aterrorizada por los truenos se metía en su cama y ella la protegía hasta sacarle el miedo a besos, y cómo no, haciéndole el amor acompañada de la música de un bolero. Terminó haciéndose un dedo, que la transportó a la vez que sí, había hecho el amor. Porque ahora no le cabía duda, Camila le había hecho el amor.

Pasaron dos días donde se hablaron por el hecho de escucharse. Al tercer día llegó la noticia que don Francisco había aceptado las condiciones, tres días más y podían retirar los uniformes y después a la semana empezaba el evento. Tenían tiempo para todo.

-Irene, cuando nos den los uniformes, porque no te vienes a casa y me ayudas a reformarlos. Quiero hacer algo con Cecilia, que se vea más prolija, a ver si podemos presentar un plantel de profesionales de categoría para que nos contraten otras veces.

- Si, avísame que te puedo acompañar a buscar los trajes y se los puedo ir acercando a las otras chicas. - Quedaron así. A los tres días Camila le avisó que tenían que pasar por la ropa. Que trajera para cambiarse, así se quedaba hasta terminar de hacer los arreglos. A la mañana temprano toco el timbre. La encontró preparada así que salieron enseguida. Pasaron por los uniformes, y de ahí a llevarlos a la casa de Cecilia que es donde las otras chicas tenían que recogerlos.

 Ya estaban avisadas así que esa misma tarde los pudieron entregar todos. Usaron todos los recursos para convencer a Cecilia que se dejara ayudar con la presencia

- Yo voy limpia, y aparte de mi trabajo no les tiene que importar si voy elegante o no, para eso ya estaba la agencia que se ocupaba de otras cosas.

- Sí Ceci, ya sabemos que eres más capaz que todas nosotras juntas, pero mira; nos piden que vayamos un poco elegantes, anda, ayúdanos que es nuestro primer contrato.

No les costó tanto convencerla.

- Bueno, está bien, pero ¿qué quieren hacer?

- Te vienes a casa con nosotras, y mientras arreglamos lo nuestro arreglamos lo tuyo, nosotras cosemos, y tú si quieres, cocinas, y si no cocinamos nosotras.

- No, yo cocino que me gusta – llegamos al departamento y nada más entrar Camila la llevó a la habitación de huéspedes para que dejara sus cosas. – Irene no había pensado en eso, ¿Dónde dormiría ella? en ese momento la sacó de su ensoñación Camila.

- Pon tus cosas en mi habitación, vas a dormir conmigo, la cama es bastante ancha así qué ni tenemos que enterarnos de que durmamos en la misma cama – la emocionó un poco el saber que iban a dormir juntas, pero recordó que habían dejado bien claro que lo que para ella era una calentura para Camila era mucho más, y de verdad no quería hacerle daño. Esa noche prepararon todo para empezar al otro día.

- Ceci, mañana cuando te levantes, no te vistas que te voy a tomar las medidas

- ¿Y me las tienes que tomar en pelota?

- En pelota no mujer, con las bragas y el sujetador, no creo que te de vergüenza.

- No, que me va a dar, pero si crees que vas hacer milagros, vas muerta

- No te preocupes que no se va a necesitar ningún milagro; vamos a cenar, y si quieres te acuestas o miras la tele. – cenaron conversando alegremente, que para eso Cecilia se las componía. – terminaron de cenar, Irene tenía ganas de acostarse, pero no sabía si ir primero o esperar a que se acostara Camila. De pronto fue ella la que le dijo

- Por qué no te acuestas, yo termino de fijarme en los hilos por si me falta alguno y después voy. Eso le solucionó el problema, se dio una ducha en el baño de la habitación se metió el camisón y se acostó.

 Trató de no pensar que iba a dormir con la causa de sus fantasías más calientes, pero era difícil, sin querer la mano se iba en busca de su vagina, si estuviera en su casa ya se estaría masturbando. Pensó en Nacho para distraerse, pero cuando se acordó del último encuentro, se dio cuenta que no había elegido el mejor tema. Cuando escucho entrar a Camila, se hizo la dormida, estaba en la punta de la cama y ella se puso en la otra. En verdad si querían ni se enteraban que estaban acompañadas.

 A la mañana Camila se levantó primero, fue a vestirse al baño, cuando salió, Irene estaba despierta.

- Si te levantas ahora te espero, voy a llamar a Cecilia así desayunamos juntas – le dijo que enseguida estaba. Fue al baño, se vistió y se encaminó a la cocina. Ya estaban las dos esperándola, desayunaron mientras se iban fijando lo que cada una iba a hacer. Primero era tomarle las medidas a Cecilia que estaba vestida con una bata. Cuando se la sacó se quedaron sorprendidas. Tenía un cuerpo bien proporcionado, con un busto más que bueno, y un culo que tenía lo suyo, la cintura era bien trabajada, con la ropa bien a su cuerpo, todavía podía lucirse.

- Ceci, tú qué, ¿tienes miedo de que te rapten qué te disfrazas para que no vean lo bien que estás? -  le preguntó Irene

- Ah ¿qué importancia tiene si estoy bien o mal? mi trabajo no es andar mostrando el culo

- Mujer, no es mostrar el culo, pero cuando una cosa está bien, es bueno que se sepa.

 De ahí en más, cada cual a las tareas que se habían repartido. Camila a hacer el molde Irene a descoser las partes que había que ceñir, Y Cecilia a hacer las compras y preparar la comida. Querían terminar en dos días la ropa de las tres. La de Cecilia era la que más trabajo llevaba, porque no tenía molde.

Al cabo de dos días, llegó el momento de las pruebas. Para Camila e Irene no tenían nada de raro, pero Cecilia fue un hallazgo. El traje le quedaba como pintado, parecía otra. No es que fuera una modelo de pasarela, pero a sus casi cincuenta años, con sus curvas podía atraer las miradas de más de uno. El uniforme solo realzaba lo que realmente tenía, y era bastante. Hasta ella no pudo evitar una sonrisa de satisfacción cuando se vio en el espejo.

-Ceci, mañana vamos ir las tres a la peluquería, y fíjate si tienes unos zapatos con un poco más de tacones; un poco más alta y matas.

- Mato o me mato, que hace mucho que no ando con zancos, pero sí, tengo algún par.

Quedaron así, al otro día fueron a la peluquería. Por parte de ellas no es que lo necesitaran, pero Cecilia lo tenía bastante descuidado. Cada vez se veía mejor, al otro día la iban a maquillar y estaban seguras que nacía una nueva Cecilia.

Esa tarde la llevaron hasta su casa. al otro día vendría con su coche a terminar de arreglarse. Esa noche Irene pasó a dormir al cuarto de huéspedes. Por un lado, le daba pena, pero reconocía que era un alivio. Ya se le estaban ocurriendo ideas raras.

A la mañana llegó Cecilia. Se sorprendieron con el alto de los tacos, se ve que no siempre fue tan descuidada. La maquillaron de una manera sobria. Iban a estar varios días, o sea que tenía que ser algo practico.

Antes que abrieran la feria se presentaron a don Francisco. Les recomendó que, en el trabajo, trataran de no hacer caso a los avances de los visitantes. A la salida eran dueñas de hacer lo que les viniera en ganas.

Quiso hablar aparte con Camila y Irene para darle las instrucciones como para que estuvieran cerca cuando las necesitara.

- ¿No es mejor que se quede con usted Cecilia? Domina más idiomas.

- Bueno, si no hay más remedio, pero no la vi.

- ¿Cómo no la vio, si estaba al lado nuestro?

- Pero si al lado de ustedes estaba esa mujer tan bien arreglada; por cierto, bien bonita.

- Esa es Cecilia, lo que pasa es que la convencimos que no se ocultara más

- Pues si esa es Cecilia, le hicieron un bien a la humanidad convenciéndola. Voy a tener una traductora de lujo.

La semana pasó sin inconvenientes. Todas las chicas eran profesionales, algunas casadas. Poder trabajar sin los condicionamientos que pretendía la agencia era un alivio, y la paga era mucho mejor.

Cecilia, casi estaba de secretaria de don Francisco, que quería que le tradujera hasta el castellano. Igual, aunque se le notaba el entusiasmo, era muy respetuoso.

El ajetreo era constante, terminaban rendidas. Llegaban al departamento y comían algo de lo que dejaban preparado de la mañana, conversaban un poco y luego de una ducha se iban a dormir.

A pesar que Irene se daba cuenta que cada vez sentía más admiración por Camila, el hecho de llegar fatigada, le ayudaba a ignorar las ideas que le cruzaban por la cabeza.

El día del cierre, don Francisco las reunió para felicitarlas, e invitarlas a una reunión que iban a tener al día siguiente, con todos los empleados que estuvieron trabajando en el evento.

A la salida, en vista que tenían la mañana libre, decidieron cenar con Cecilia en el restaurant del centro comercial. Estaban bromeando con la relación con don Francisco, se notaba que se interesaba más allá del trabajo.

-Ceci, me parece que don Francisco te anda tirando los tejos y tú mucho no los esquivas.

- Uhm…no sé, no sé, a lo primero muy caballerosos y después hay que aguantarlos.

- Bueno mujer, tampoco te cierres que todos no son iguales – dijo Irene

- Y nosotras tampoco – contestó Camila. Estaban tonteando entre risas, cuando de pronto apareció Lidia, la traductora con la que habían tenido la discusión cuando la agencia prácticamente les pedía que se prostituyeran. Se notaba que estaba borracha y furiosa, se acercó a los gritos.

- Perras de mierda, nos quitaron el trabajo, putas, eso es lo que son, pero a mí me las pagan – y sin más le arreó un bofetón en la boca a Camila que estaba desprevenida y volcó la silla para atrás cayendo despatarrada.

Esta es la segunda y penultima entrega, ojalá les haya gustado. 

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