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Las Traductoras 3

en Lésbicos

 Irene sintió como si le hubiesen pegado a ella, se le fue encima furiosa y allá fueron al suelo. Cayó encima de Lidia, la tenía de los pelos y le batía la cabeza contra el piso. La sacaron entre varios.

- La vuelves a tocar y te mato, nunca más vuelvas a hacer esto porque te estropeo – la pudieron calmar mientras otros sacaban a Lidia, que entre los golpes y la borrachera apenas podía caminar. Volvió a donde Camila, que estaba aturdida por el golpe en brazos de Cecilia.

- ¿Cómo estás? ¿A ver te llevamos al hospital? Esa bruja si te llega a tocar, la mato.

- No mujer, que hospital, se le hinchará un poco el labio, pero nada más, cálmate. – trató de calmarla Cecilia, en eso vino el camarero

- Señoritas, aquí tienen la cuenta, le agradecería que abonaran y se retiraran, aquí no queremos estos espectáculos – ahora fue Cecilia le que se puso furiosa.

- ¿Cómo? ¿Así que estamos sentadas cenando, viene alguien a agredirnos y ustedes en vez de protegernos nos echan?

- Esa es una cuestión entre ustedes, nosotros no tenemos por qué meternos – en ese momento se acerca un señor de una mesa cercana que estaba al tanto de lo que había pasado.

- Señoritas soy escribano, podemos levantar un acta del trato que le dan, y por qué, aquí tenemos testigos de sobra sobre lo que pasó, a ustedes las agredieron en este establecimiento y nadie hizo nada por protegerlas, es causal de juicio – el camarero no sabía dónde meterse, en eso llegó el que debía ser el encargado que seguramente desde lejos se dio cuenta que habían metido la pata.

- A ver, que pasó – antes que terminaran de hablar ya estaba regañando al camarero y pidiendo mil disculpas – perdonen señoritas, es que a veces uno no puede estar en todo y este inútil es capaz de hacer cualquier cosa. Cenen tranquilas que va todo a cuenta de la casa, y olvidemos este incidente – el inútil como él decía lo miraba con un odio, que daba muestras a las claras que solo había hecho lo que le habían mandado. No quisieron quedarse, no iban a hacer juicio, pero tampoco tenían ganas de quedarse sintiendo las miradas de todos, ahora discutieron porque quisieron pagar y no querían cobrarle. Al fin por no hacer más escandalo se retiraron.

 Cecilia se fue a su casa, y las dos al departamento. Cómo algo habían cenado, pasaron a darse una ducha para luego ir a dormir.

- ¿Te duele mucho?

- No, pero seguro se me va a hinchar, lastima por la fiesta de mañana

- Vamos a ver si lo arreglamos, acuéstate que ahora vengo -  fue hasta la cocina, puso unos pedazos de hielo en una bolsa de plástico bien cerrada, las cubrió con una servilleta, y se sentó al lado poniéndole el hielo en los labios.

- ¿Te vas a quedar toda la noche poniéndome hielo?

- Sí, tú trata de dormir que con lo que te duele tienes bastante – la miró con curiosidad

- Pues entonces mejor te acuestas a mi lado, no te vas a pasar la noche sentada – Irene si algo deseaba era eso, pero si a algo le tenía miedo era a eso, se acostó, le paso el brazo por atrás del cuello, y la atrajo sujetando el emplasto. Se sentía bien en esa posición, quizá más apoyada contra su pecho sería mejor, pero no quería pasar una raya donde la pudiera poner incomoda. Camila se quedó dormida. Fue quitando el brazo despacio para no despertarla. Tenía que poner más hielo, se había derretido. Volvió a preparar todo nuevamente y se acostó bien pegada. Se le vino a la memoria ese maravilloso encuentro que quedó en el pasado. Lo que más se acordaba era como había disfrutado besando ese cuerpo, esos labios; en fin, todo lo que había besado, que se le antojaba que era todo. De a poco una soñolencia le iba ganando, y los pensamientos se iban mezclando con los sueños hasta que ganaron estos últimos. La mañana las encontró medio abrazadas. El hielo ya se había derretido pero un poco de frescor todavía mantenía. Se despertaron casi juntas, estaban tan pegadas que se extrañaron. Le sacó la bolsa que cubría sus labios, los miró estaban bastante deshinchados, le tocó con la yema del dedo.

- Está bastante bien, no lo tienes caliente – Camila la miró y le tocó los labios y después se tocó los suyos.

- Tienes razón, casi están más calientes los tuyos – se puso colorada, parecía una provocación – creo que mejor nos levantamos, después de todo, ayer mucho no cenamos.

- Deja que el desayuno lo preparo yo, fíjate como sientes el labio – se levantaron y Camila se metió en el baño, mientras Irene iba al otro. Se apuró y se fue a preparar el desayuno para cuando viniera, ya tenía todo listo cuando llegó - ¿Y cómo tienes, te duele?

- No, creo que está bien, en todo caso para pintarme tendré cuidado.

- Te pinto yo, si quieres – siguieron hablando así – a ver la fiesta de don Francisco que tal es, ¿te dijo algo de nosotras?

- Sí, me dijo que estaba muy contento, que fue mucho mejor que con la agencia, y algo tenía en mente.

- Ojalá que sea algo bueno, en que vamos, en tu coche o en el mío.

- Prefiero pedir un taxi, a mí se me da muy mal la bebida y seguro que vamos a tener que brindar.

- Puedo conducir yo, no digo que no me hace nada, pero aguanto bastante bien.

- Mejor el taxi, si nos para un control, aunque te sientas bien te va a saltar, y nos vamos a tener que volver caminando, y tú con unos puntos menos en la licencia.

- Tienes razón, que no es como me siento yo, sino como me sienten ellos. – se prepararon con tiempo, la reunión no era muy tarde, Irene le pintó los labios con cuidado para no hacerle doler. Pensaba que si se embadurnaba bien los de ella a lo mejor con un beso le quedaban mejor. Tenía que dejar de pensar eso porque le temblaba la mano.

 Terminaron de vestirse y bien elegantes salieron a la fiesta. Cuando llegaron había bastante gente. Había invitado a todos los que estuvieron ocupados en el evento, y las casadas o de novias podían traer a sus parejas, era una manera de evitar resquemores, sobre todo después de lo que había pasado con la otra agencia.

Después de un discurso agradeciendo el empeño, pusieron un poco de música, algunos salieron a bailar, y entre los algunos estaba don Francisco que la vino a buscar a Cecilia. La música se ve que la había escogido él, era lenta justo para tenerla bien agarrada, no se la veía incomoda. En un momento que pusieron algo más movido salieron a bailar con otras chicas y chicos. Iban bailando cambiando parejas hasta que llegaron a estar juntas, se miraron a los ojos como queriendo adivinarse los pensamientos. Fue como un relámpago nada más, no era el momento ni el lugar.

No era una fiesta para durar mucho, y no duró mucho. Después del baile sirvieron algo para comer y el brindis. Levantaron las copas y brindaron porque se repitieran los eventos con el mismo éxito de este. Cuando se estaban por ir, les avisó Cecilia que don Francisco quería hablar con ellas en la oficina. Se había enterado por esta, que la ropa la habían arreglado ellas, y eran diseñadoras. No especificó que la diseñadora era Camila.

Fue una linda sorpresa que les encargara el diseño de la indumentaria del personal efectivo. Tenía en vista varios congresos, y quería imponer el sitio como una marca.

Tuvo la gentileza de obsequiarles una caja con dos botellas de cava a cada una, y quedó el compromiso que en los próximos eventos utilizaría sus servicios.

Llegaron a casa más que contentas. Tenían la semana para diseñar la ropa, Camila pensaba darle más de una opción, para que escogiera, pero eso después, ahora lo que tocaba era festejar.

-Cami, esto merece otro brindis, esto sí que no lo pensábamos

- Tienes razón, total aquí estoy en casa, que hasta la cama llego, aunque sea a gatas – abrieron una botella y brindaron mientras hacían los planes para el otro día – mañana vamos a ver si se nos ocurre una buena idea, tengo ganas de hacer un logo para la ropa nuestra, que hay que tirar las líneas y formar nuestra propia agencia.

- Bueno, nuestra agencia no sé, tú eres la que haces casi todo el trabajo. – replicó Irene

- Ah…no seas tonta, a ver si te crees que yo sola puedo con todo. Ven, vamos a brindar por la nueva empresa, salud – se tomaron la copa y se volvieron a servir entre risas, por la alegría y un poco por el efecto de lo que estaban tomando.

- Cami, ¿no es que te hacía mal? a ver si te tengo que llevar a cuestas.

- Eh, no exageres, me hace mal pero no es para tanto, el ultimo brindis y a la cama. Brindaron, y luego de un rato decidieron irse a dormir. Irene se levantó sin dificultad, estaba un poco embotada, pero nada más. No fue el caso de Camila que apenas se levantó se cayó sentada en el sillón. Le dio un ataque de risa y por más que quería no se podía aguantar parada, menos caminar con esos tacones. Irene la descalzo, pero ahora lo que le fallaban era las piernas.

- Ven que te ayudo, tu así no llegas ni a la puerta del cuarto – la tomó de la cintura y con un brazo sobre su hombro la fue llevando cuidando de no caerse. Llegó al borde de la cama y como pudo la acostó. – bueno, desnúdate que te busco el camisón.

- Uhm, déjame así que estoy bien.

- Pero ¿cómo vas a estar bien? a ver, déjame que te ayudo – le quitó la falda y la blusa, estaba divina, se acordó de aquel encuentro y las ganas de besarla la hacían estremecer, para colmo entre balbuceos escucha pedirle que le ayude a sacarse el sujetador. Se lo sacó y quedó maravillada. Ya los había visto y usado, pero el deseo hacía que los viera como una de las maravillas del mundo. A decir verdad, no era una maravilla eran dos maravillas. Buscó el camisón en el cajón, pero no hubo caso, no quiso ponérselo.

- Déjame así, hoy quiero sentirme libre, anda acuéstate que quiero tenerte cerca – la pudo meter bajo las sabanas y fue a buscar el camisón al otro cuarto. Cuando volvió la encontró destapada, se había quedado dormida. Se acostó despacio para no despertarla, bastante tenía con aguantarse la calentura, la tapó y se puso en el otro borde da la cama, cuando estaba por apagar la luz, escuchó los gemidos de Camila.

- Irene, ¿qué pasa? Se mueve todo, todo se da vueltas, no me dejes caer por favor, agárrame – y la abrazó con fuerza

- No, no tengas miedo, no te voy a dejar caer – la tenía tan cerca, la cara pegada a la suya, los pechos contra los suyos. Se separó un poco para poder verle la cara, estaba con los ojitos entornados y los labios entreabiertos, tenía que poner toda su fuerza de voluntad para aguantarse.

- No me vas a dejar caer ¿verdad?, no me vas a hacer daño. – murmuraba en su borrachera.

- No, nunca te voy a hacer daño mi amor, anda duerme que yo te cuido – cerró los ojos con una sonrisa. Esos labios, esos labios que la volvían loca, el de abajo todavía un poco hinchado, pero se veía delicioso. No se pudo aguantar y los juntó con los suyos en un tierno beso, sintió como una corriente en el pecho, tenía que dominarse, ahora estaba con los labios entreabiertos, era una tentación al pecado – nunca te voy a hacer daño, nunca – le dijo mientras la cobijaba contra su hombro dejándola pegada a su cuello. Le costó dormirse. Extrañamente no es que en ese momento ansiara tener sexo, su deseo era tenerla, protegerla, besarla, acariciarla, como en sus fantasías, sentirla suya. Al fin se quedó dormida sintiendo la calidez de su cuerpo. Se despertó temprano, cuando Camila se levantó para ir al baño. Cuando volvió a acostarse se había puesto una camiseta larga hasta medio muslo

- ¿Cómo estás? ¿te sientes bien?

- Sí, ahora sí, ¿te molesté mucho anoche?

- No, que me vas a molestar, no te creas que estaba mucho mejor que tú, ¿quieres levantarte ya?

- Mejor dormimos un rato más, el diseño puede esperar un poco – se acostó, pero más separada, Irene se dio vuelta, ahora sí, las ganas que tenía era mucho más que protegerla.

Se levantaron al mediodía. Después de pasar por el baño, decidieron no desayunar, era tarde. Irene se dedicó a cocinar algo mientras que Camila dibujaba los nuevos bosquejos. Almorzaron tarde, al terminar, mientras una lavaba la vajilla la otra seguía tratando de encontrar una idea superadora. A la tarde ya estaban las dos juntas con la tarea. A pesar que Irene, de diseño no sabía nada, tenía buen gusto, y eso ayudaba.

Al fin a la noche habían encontrado unas ideas interesantes. Podían mejorarlas, pero era un buen arranque. Habían pedido una pizza para estar más libres, se encontraban haciendo buena cuenta de ella, cuando Camila comentó.

-Bueno, podemos estar contentas, creo que las ideas que proponemos están bastante bien

- Creo que alguna le va a gustar, por las dudas no vamos a festejar antes.

- Visto lo que pasó anoche, mejor ni antes ni después, ya te debe estar cansando haciendo de samaritana conmigo, mejor vamos a dormir.

- No me cansaría nunca de hacer de samaritana contigo – le salió sin pensarlo, y cuando se dio cuenta de lo que dijo, los colores tiñeron su cara. Camila se quedó mirándola.

- Mejor que no me arriesgue a cansarte, ¿te parece que pase yo a darme una ducha? después vas tú. Acuéstate en mi cama, saqué las sabanas de la otra y no la volví a hacer – se fue al baño dejando a Irene con la sensación de no saber si dormir con ella era lo que quería. ¡Era lo que quería! Pero al mismo tiempo era un suplicio tenerla tan cerca físicamente, y emocionalmente tan alejada.

 Un día le había dicho que estaba enamorada, pero después nunca más, si lo siguiera estando tuvo oportunidad de repetirlo, y no lo hizo. Entró en la habitación cuando Camila salió del baño. Se había puesto el camisón más ridículo que haya visto, le hizo acordar la vez que le dio para ponerse esa ropa llena de pintura para no excitarla, el efecto era el mismo, ella sabía lo que había debajo de esa ropa, y Irene sabía lo que había debajo del camisón. Entró al baño tratando de apagar su imaginación, se duchó se puso la camiseta larga que usaba para dormir, entró a la habitación y vio la figura de Camila, estaba boca abajo sujeta la sabana con las manos del lado de adentro, la tenía tan pegada que le dibujaba todo el cuerpo, ¡y que dibujo! Miraba para el lado donde estaba ella con insistencia.

- ¿Qué me miras tanto?

- Es que eres tan linda que da ganas de mirarte

- Mira quien habla, ¿por quién se babean en las exposiciones tanto hombres como mujeres?

- Bah, a mí por cómo me visto, pero tú eres hermosa de cualquier forma

- No pienso lo mismo, si sigues pensando así te van a salir mal los diseños – se fue a meter entre las sabanas, pero la tenía tan apretada a su cuerpo que apenas le alcanzaba para cubrirse ella - ¿Qué te pasa? ¿tienes frio?

- No, no hace frio

- ¿Y entonces qué? ¿tienes miedo que te toque? – soltó la sabana y le dijo

- Tócame – y se puso de costado quedando enfrentada bajo la sabana, estiró la mano pasándola sobre su cuerpo, solo encontró la piel.

- Pero, estás desnuda, no sé si podré aguantarme

- No te aguantes, que yo tampoco tengo ganas de aguantarme – Irene se abalanzó sobre ella y Camila la recibió gozosa, la beso cómo nunca había besado a nadie, tantos días deseando ese momento, tanta ansiedad contenida, explotaba de forma incontenible. Recorrió su cara a besos, pasó por su cuello, llegó a sus senos, esos senos que el día anterior había admirado, ahora se le ofrecían cómo el mejor manjar. Lamió esos pezones erectos que hacían su delicia, mientras su mano iba en busca del tesoro tan deseado. Pasó sus dedos por el sendero donde estaba ese promontorio sublime, arrancándole un gemido. Estaba ardiendo, siguió su recorrido hasta encontrar el refugio para ellos. Introdujo dos que se adentraron en un rio de jugos, eso le avisó que tenía que ir por ellos, bajó hasta su vagina a buscar ese elixir que tanto había añorado, sacó los dedos para poder hacerse de ellos con la lengua. Camila se retorcía abriendo las piernas cada vez más, sentía cómo recorrían su abertura aumentando su excitación que ya de por sí, estaba en niveles que la hacían entregarse a lo que quisiera hacer con ella. Los gemidos aumentaban al nivel del placer que estaba sintiendo, cuando esos labios se hicieron dueños de su clítoris sorbiéndolo apasionadamente, no resistió más, el orgasmo afloró con una fuerza a la que no estaba acostumbrada. Pensó que le entregaba la vida en esa corrida y no le importó, valía la pena. No se murió de esa, pero la suavidad con que lamía su coñito, la hacía gozar hasta llevarla al límite del desmayo.

Irene subió cubriéndola a besos, se adueñó de su boca, quería respirar de su aliento.

-Cami, nunca te voy a hacer daño, te quiero cómo no quise nunca.

- Lo sé, yo también te amo y quiero tenerte cómo me tuviste a mí, déjame desnudarte.

- No, hoy no. quiero que te des cuenta que lo mío no va por el sexo, que más allá de eso te quiero con toda mi alma.

- Pero mi amor, yo también te amo, pero una cosa no quita la otra, te amo y te deseo.

- Sí, lo sé, pero toma esto cómo una promesa, cómo el arranque de una relación para toda la vida.

- Pero ¿piensas pasar toda la vida sin sexo?

- Estás loca, esto es hasta mañana. Mañana puedes pedirme lo que quieras y hacer conmigo lo que te parezca que voy a estar para ti. – después de insistir, al fin pensó que, si a ella eso le hacía ganar confianza, valía la pena esperar

- Como me haces desear; pero está bien, si piensas que esto nos va a ayudar, que sea cómo quieres. Anda quítate el camisón.

- Pero Cami, por favor, espera hasta mañana, de verdad, mañana soy toda tuya.

- Amor, no te voy a hacer nada, pero déjame sentir tu piel sobre la mía, por hoy con eso me conformo.

- Sí, eso también lo quiero sentir yo – se quitó el camisón y se montó sobre su muslo entrecruzándose sobre la pierna y quedando abrazada. Sus tetas se buscaban entre ellas, besaba ese cuello que tanto había anhelado, con unas ganas enormes de ir por más

- Cariño, para porque me la estás poniendo difícil

- Perdóname, es que para mí también es difícil, pero creo que es lo mejor.

 Así abrazadas se quedaron dormidas. A la noche Irene sintió cuando una mano le empezó a acariciar la vagina.

- No Cami, espera hasta mañana, vas a ver que nos va a traer suerte – no le contestó, apretó más la mano contra su vulva haciéndola derretir de placer. Se contraponían las dos cosas, las ganas de sentir cómo la llevaba al orgasmo, y la propuesta que le había hecho, de esperar hasta el otro día para entregarse completamente. A pesar de los deseos, por una cuestión mística creía que aguantarse hasta el otro día les iba a dar suerte. Eso pensaba ella, pero ni Camila ni su cuerpo pensaban lo mismo. Al mismo tiempo que rogaba, se movía buscando ese contacto. No lo quería, pero el deseo era más fuerte. Las lágrimas le brotaban, pero no era dueña de su cuerpo. El orgasmo se adueñó de toda ella, gritó para evitarlo, pero ya no tenía remedio, se corrió entre lamentos.

- ¿Por qué Cami, por qué? Te pedí que esperaras hasta mañana ¿por qué lo hiciste? – Camila encendió la luz.

- Irene, ¿qué te pasa? ¿por qué lloras?

- ¿Por qué no esperaste?, te dije que mañana podías pedirme lo que quisieras ¿por qué lo hiciste?

- Pero cielo, ¿yo qué te hice? ¿qué te pasa? Te escuché gemir y te movías, por eso prendí la luz – Irene miró, y se dio cuenta que estaba abrazada como cuando se habían quedado dormidas.

- ¿Pero… entonces fue un sueño? – se metió la mano bajo las bragas, y eso era una laguna – entonces me corrí soñando contigo.

- Así parece – se levantó corriendo y se metió en el baño. Camila sonriendo fue atrás de ella, golpeó la puerta - ¿puedo pasar?

- Sí pasa – entro y la encontró sentada en el bidet, con la cara compungida. Se arrodillo enfrente de ella quedando las caras al mismo nivel.

- A ver, ¿qué te pasa, porque esa carita? – mientras le daba un besito

- Es que yo quería demostrarte que lo mío no es por el sexo, yo te quiero y nunca te voy a hacer daño, y puedo estar al lado tuyo sin follar, y mira lo que me pasa, me corro nada más que soñando contigo ¿Qué vas a pensar?

- Voy a pensar que tienes ganas de follarme, y que es mucho mejor que lo hagas cuando estés despierta, por lo menos follamos las dos y no tu sola.

- ¿Y no vas a pensar que lo único que busco es eso?

- No cariño, si fuera solo eso, ayer te podías haber aprovechado todo lo que te diera la gana – Irene se puso toda colorada - ¿y esos colores porque salieron?

- Es que ayer un poco me aproveché de ti.

- Cómo es eso, ¿qué hiciste?

- Es que tenías la carita cómo ahora, y no pude aguantarme y te di un beso.

- ¿Y te parece que estuvo bien eso?

- ¿Y qué quieres? estabas con esos labios tan cerca que no pude evitarlo, compréndelo.

- Eso lo comprendo, lo que no entiendo es que cuando los entreabrí esperando otro, me hayas metido la cabeza contra tu cuello dejándome con ganas de más.

- ¿Entonces te diste cuenta cuando te bese?

- Irene; para no darme cuenta cuando me das un beso tú, no tengo que estar borracha, tengo que estar muerta; tanto daño no me hace la bebida.

- No digas eso, no quiero que te mueras, quiero que siempre sientas mis besos.

- Y claro que los voy a sentir. Y ahora te voy a lavar el coñito y así nos vamos a dormir esperando hasta mañana – tomó el champú y empezó a pasarlo por su cosita. Lo pasaba con delicadeza por toda la rajita llegando hasta el ano, mientras se besaban tiernamente.

- Cami, para porque si no, no vas a esperar hasta mañana

- ¿Tan mal va la cosa?

- Tan bien va la cosa, para ya porque me corro

- Uhm…párate tú que no quiero que pierdas la ilusión – cuando se paró la secó con la toalla, cuando terminó le dio un beso en el pubis – anda vete a acostar que mañana te quiero pillar descansadita

- Y tú qué ¿no te vienes a acostar?

- Ahora voy, que me tengo que lavar que estoy pringada, que menudo orgasmo me hiciste tener.

- Ah, entonces deja que te lavo yo, que mañana también es mi plato.

- Ay, es que tengo ganas de orinar

- Y orina en el bidet y después te lavo – se sentó y ahora era Irene la que estaba arrodillada enfrentándola – anda haz pis

- Quita la mano

- La mano no te molesta, puedes hacer pis igual

- Pues no voy a hacer, es una guarrería

- Sí que vas a hacer, aunque sea una guarrería, quiero sentir que calentito te sale

- No hago, quita la mano porque no hago – Irene empezó a besarla por el cuello hasta llegar a la oreja.

- Vas a ver qué vas a hacer, pissss, pisss, a ver ese chorrito como sale. – estuvieron unos segundos así hasta que Camila la tomó de la cara, y la besó con lujuria, mientras soltaba el chorro de orín en la mano de Irene – ves que podías, ahora una lavadita y mañana lo tenemos a punto. - Estuvo un rato entretenida hasta que la paró.

- Para ahí, que no me vas a hacer a mí lo que no quieres que te haga a ti.

- Perdona, pensé que tenías más aguante.

- Pues no lo tengo, así que para – se levantó y se dejó secar y se aguantó el besito. Así las dos desnudas se metieron en la cama. Se acostó Camila y Irene ya se le fue encima a darle el beso de buenas noches, claro el beso no fue uno solo, empezó en los labios y siguió por el cuello, la oreja, mientras se fregaban las tetas unas contra otras.

- Cielo para; para si no quieres que abuse de ti antes de mañana

- Uhm…tienes razón, es que tengo tantas ganas de comerte entera, que aguantarme es un sacrificio.

- Eres tú la de la idea, por mí no te tendrías que sacrificar en nada.

- Tienes razón, vamos a dormir – estuvieron así como diez minutos, se movían y el roce de sus cuerpos las encendían más. era difícil dormir así – Cami ¿estás dormida?

- No, no estoy dormida ni pienso que pueda dormirme hasta mañana.

- Por favor ¿por qué no me dices la hora? – prendió la luz

- Son las cinco y cuarto, ¿Para qué lo quieres saber?

- ¡Las cinco y cuarto! Entonces ya es mañana, si te quieres abusar un poquito, puedes.

- ¡¿Un poquito?!, ahora vas a conocer lo que es una abusadora serial – y diciendo eso, la puso boca arriba, le besó los ojos, y esos fueron los únicos besos que le dio, de ahí en más se dedicó a comer todo lo pillaba, le metió la lengua hasta la laringe y chupó la de ella hasta metérsela toda en la boca, siguió por el cuello, le devoró las tetas hasta casi hacerla correr, se hizo un picnic con los pezones que gracias que los tenía bien sujetos, sino se los tragaba sin remedio. Irene gemía, sentía que se estaba por correr y ni siquiera le había tocado la almeja.

- Cami, por favor que me corro yaaa. – escuchó eso Cami, y allá fue, casi llega tarde, apenas posó los labios en la puertita cuando una catarata de jugos mojó toda su cara, Irene quedó desfallecida – ven Cami, yo también quiero de ti.

- Ahora te esperas, que bastante me hiciste desearte – le introdujo dos dedos mientras le tomaba el clítoris entre los labios y lo sorbía como si fuera un chupete, cuando lo soltaba, era para juntar algo de los jugos que seguían brotando volviendo a este. Irene se retorcía, no era dueña de su cuerpo ni de su cerebro, lo sentía en un mar de brumas, ahogándose en esa sensación de placer que no la dejaba pensar, solamente gozar. Los orgasmos llegaban como si fuera uno que nunca acababa, hasta que quedó en un estado de languidez que ya ni gemía. Se le aparejó Camila que por el mismo camino que había bajado, subió, pero esta vez besando cada rincón con ternura - ¿puedo abusarme un poco más o te dejo descansar.

- Déjame descansar que ahora me toca abusarme a mí.

- ¿Tendrás que descansar mucho? ¿Qué te puedo dar para revigorizarte?

- Estoy segura que si me pones el coño en la boca, el vigor me vuelve al instante

- Pues claro que te lo voy a poner, no te puedo dejar así tan agotada – le puso una almohada para levantarle la cabeza y se montó abriendo las rodillas, la tomó de la nuca para acercarla y que no se cansara, le acariciaba la cara mientras se movía en un vaivén donde Irene con solo sacar la lengua, podía degustar toda la rajita. Ahora fue Camila la que se corrió abundantemente. Parece que realmente era vigorizante, porque cuando quiso salirse de arriba, Irene la agarró con fuerza.

- Tú tampoco me vas a arreglar con esto nada más - la volvió a sentar sobre su boca, y ahora era ella la que movía la lengua, la que le metió dos dedos en la vagina, y la que le metió un dedo en el culo que Camila no se esperaba, pero se lo aguantó, sintiendo como se acrecentaban sus orgasmos.

 Al fin llegó la mañana encontrándolas abrazadas besándose con ternura. Estaban exhaustas pero felices.

- Cariño, si de esta manera, lo que querías era demostrarme que follar conmigo no te importaba, te salió como la mierda.

- Ayer te lo quería demostrar, hoy tú no me ayudaste mucho.

- Es que tenía miedo que de verdad te lo hubieses tomado en serio

- Boba, de verdad creíste que podría estar a tu lado sin hacerte el amor, te amo demasiado.

- Me alegro porque yo también te amo demasiado como para olvidarme de lo lindo que es amarte y follar contigo.

Irene y Camila, consiguieron formar su propia agencia, pero al mismo tiempo se dedicaron al diseño. Al asunto de traducir, le veían poco futuro por el avance de los traductores electrónicos. Irene terminó la traducción del libro y fue un éxito. Ese era un nicho donde las maquinas no tenían espacio, la cibernética todavía no podía traducir sensaciones, y lo aprovecharon.

Un año después llegaban de la fiesta del casamiento de Cecilia con don Paco, que al fin la convenció de llevarla al lecho nupcial. El vestido se lo habían regalado ellas.

-Estaba preciosa, te luciste con ese vestido – dijo Irene

- Nos lucimos, que muchas ideas vinieron de tu parte

- Bueno, ponlo como quieras, la verdad que estaba preciosa y cuando bailaron el vals hasta me dio envidia.

- Si quieres también lo podemos bailar nosotras, total, con casarnos ya basta.

- Podríamos ¿no?, aunque creo que para nosotras mejor un bolero.

- Si no lo sabes bailar, y aparte que te da sed

- Enséñame, tú pon la música que yo preparo los tragos – cuando volvió con las copas Camila se había sacado el vestido.

- Mejor así, no sea cosa que cuando se te dé por beber nos chorreemos estos vestidos tan lindos, acuérdate que ahora soy Andresito

- Tienes razón – Irene también se lo sacó quedando las dos en interiores, la atrajo para empezar a bailar, pero se separó de vuelta – sabes, es una lástima que cuando se nos dé por beber nos manchemos estos conjuntitos tan monos – le desprendió el sujetador y lo tiro en el sillón, acción que Camila replicó con el de ella.

- Me parece que también es una pena que se puedan manchar unas bragas tan bonitas, vamos a sacarlas – así, completamente desnudas, solamente con los tacones se estrecharon para bailar, bien pegaditas, Irene con la cara apoyada en el hombro.

- Andresito, me parece que eres un descarado, me estás poniendo la mano en el culo.

- ¡No! qué va, no me digas que esto tan redondito, duro y paradito, es tu culo porque no me lo creo.

- Pues créetelo, te doy media hora para que quites la mano de ahí.

- Ay, bueno mujer, avísame cuando pase la media hora – se apretaron todo lo que pudieron, los senos se aplastaban buscando frotarse los pezones, ahora Irene también con la mano en el culo de Camila, la presionaron para lograr que sus vaginas se unieran como estaban unidas sus labios. Se movían buscando el roce de sus clítoris que hinchados y calientes, parecían que se exploraban con la misma intensidad con que lo hacían sus lenguas. Los gemidos le hacían el acompañamiento a la música que estaban escuchando.

- Andresito me dio sed – Camila estiró el brazo para tomar la copa, se llenó la boca, y como un pájaro dándole de beber a su cría, fue volcando la bebida en la boca de Irene. No llegó a las tres veces, esta vez a la primera la escuchó pedirle de ir a la cama. No necesitó preguntarle nada. La necesidad de una era la necesidad de la otra, sus coños se frotaban cada vez con más apuro, sus jugos hacían de lubricante y lograban darle más calor a su deslizamiento. No podían dejar de besarse, y no podían dejar de fregarse,

- Cami…Cami, me corro, muévete mi amor, aaahh me voy, por favor no pares siiiii

- Si mi cielo, yo también me corro, espérame que ya me voooyyy, yaaahh - hasta que estallaron en un orgasmo delirante. Quedaron exánimes abrazadas tratando de normalizar la respiración. Cuando tomó aire, dijo Irene

- Como sigamos así nunca voy a aprender a bailar el bolero

- Es cuestión de insistir, como dijo Confucio, no es tan importante a donde llegas, sino como te fue en el camino

- ¿Confucio dijo eso? Yo nunca lo escuché

- Yo que sé si lo dijo, ¿acaso escuchaste todo lo que dijo Confucio?, y si no lo dijo él lo digo yo

- Así que ¿lo importante es cómo me va en el camino? – la volcó de espalda y ahora la que se puso arriba fue ella – si el camino es este, voy a aprender a bailar, aunque tenga que caminar contigo toda la vida – volvieron a unirse los coños en una danza de pura lujuria.

Camila quiso contestarle, pero quien puede hablar cuando tiene en la boca otra lengua aparte de la suya. Tampoco no tenía nada mejor que decir que lo que sus cuerpos estaban diciendo.

Esta es la culminación de este relato, espero que les haya entretenido un rato

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