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Estudiando kiniesología 2

en Amor filial

Mi primera cliente me pega un calentón de aquellos. 

 

Como había decidido a contestarle afirmativamente a Inés, me tomé el trabajo de informarme por internet cómo podá hacerlo de la mejor manera, primero empecé con videos lésbicos, pero eran tan repetitivos que pensé que de ahí no iba a sacar nada.

 Luego me fui para el lado médico, pero encontré todo muy aséptico, como que le faltaba el toque erótico, hasta le pregunté a mi tía y me recomendó artículos de sexología, que me iban a orientar bastante más, después de algunos consejos por la experiencia de ella, consideré que estaba preparada para empezar, después de todo como decía Machado, se hace camino al andar.

El martes cuando vino Inés para su sesión, me abstuve de tocar el tema, quería que saliera de ella, como para hacerle saber que los riesgos eran suyos.

Cuando terminamos con los masajes, me encaro directamente-

-Y bien Silvia, ¿Qué me contestas a lo que te propuse el otro día?

-Mira, por mi te diría que sí, pero tengo miedo de no cubrir tus expectativas, tu sabes que yo nunca hice eso, pero tú eres de confianza y creo que no va a ver problemas.

-No cariño, si tienes unas manos de seda, estoy segura que las vas a usar bien; entonces ¿qué día quedamos?

-Si te queda bien, preferiría el viernes después de salir de aquí, total al otro día no tengo que ir a la universidad.

-A mí también me queda, el sábado trabajo cuando me da la gana.

- Bueno entonces quedamos; ¡ah! Si te parece porque no te das un baño de inversión con el agua lo más caliente que puedas, para abrir los poros de todo el cuerpo; yo voy a llevar una crema humectante que anda muy bien, pero si tú tienes alguna que te recomendaran para alguna parte del cuerpo, me la das y yo te la paso.

- ¡No! no tengo nada en especial, lo que sí, trae una buena, me dices lo que cuesta que te la reembolso.

-Mujer no hace falta que tampoco eres un postre como para encremarte tanto, aunque para postre muchos y muchas lo quisieran. – le contesté con una sonrisa pícara como para darle una esperanza de hasta donde pudiera llegar la masajeada.

-Me alegra que te parezca que aún estoy para esos trotes, entonces te espero el viernes a las siete y media ¿te va?

-Vale ahí estaré.

Era martes, tenía tres días para prepararme, no es que fuera algo del otro mundo, pero quería que quedara satisfecha, aunque supiéramos lo que realmente estábamos haciendo, que la escusa como que era algo terapéutico fuera medianamente creíble.

El viernes estaba puntualmente en la puerta de la casa; ¡y que casa!, era una de esas mansiones antiguas recicladas, mostrando el esplendor de otros tiempos, me atendió una señora de mediana edad y me hizo pasar.

-Inés, - gritó – llegó la masajista.

- Bueno, dile que se siente que enseguida voy para ahí; tu vete que me arreglo sola.

Me senté a esperar, pero enseguida vino envuelta en una bata vaporosa como para que no vaya a confundir para lo que realmente me había contratado.

Hay que reconocer que estaba de muerte, me saludó con dos besos como al pasar.

-Mira no tengo camilla de masaje, pero creo que mi cama, aunque es un poco baja va a servir.

 -No va haber problema, vas a ver. - La cama era inmensa, en mi cabeza ya me imaginaba las fiestas que se podía montar allí.

Se sacó la bata y quedo en pelota, era imponente, la verdad que no entendía que pudiera necesitar pagar, si con ese cuerpo podía tener una fila de hombres y mujeres tras ella, ¿a ver si realmente lo que quería eran unos masajes y nada más? Bueno según como se comportara me iba a dar cuenta.

Se tiró en la cama con las manos agarrando la almohada, dejando ese cuerpazo a mi real saber, me acordé de la lección de mi tía, y se me fueron los nervios; lo que tenía que hacer era hablar, disfrazar lo que iba hacer con naturalidad.

Me puse un guardapolvo, para no manchar el pantaloncito con la crema, la cama era realmente baja e incómoda para masajear.

- ¿Inés, te parece mal si me monto encima de ti, porque es muy baja la cama?

- Pero no Silvia, haz como te sientas más cómoda.

Me subí sobre ella montándome casi sobre su culo, y le eché un chorro sobre los omoplatos, se estremeció por el frio, pero enseguida le expandí la crema sobre el cuello, y empecé con el cuento.

-Ves, la cervical la tienes bien, pero mira, unos masajes aquí en el cuello, son muy importantes para combatir el estrés y que no se te anuden los tendones de las clavículas, oye que cuello suave que tienes, cuantos hombres desearían besarlos.

- Pues que sigan deseando, que por mí, ninguno va a quitarse el deseo.

No seguí tocando el tema, pero pensé para mí, que eso me confirmaba para que me había llamado.

-Tienes una espalda muy bonita ¿vas al gimnasio verdad.

- ¡Si! Pero a veces me encuentro muy endurecida y unos masajes en todo el cuerpo es un alivio, aparte que como los das tú es un placer.

-Me alegro que te gusten, tenía miedo que no te agradaran, dime si hay algo que no te guste, o donde quieres que te haga más.

-Tu sigue, cualquier cosa te digo.

- Bueno ¿ves? Aquí en las axilas te ayuda a relajarte (estaba con los brazos extendidos y se los corría desde el costado de las tetas hasta los codos) ahora vamos a darle a la columna su cuota (mientras rozaba su culo con mi pelvis) – me corrí para abajo dejando libre esa parte para empezar a meter los dedos entre sus glúteos.

-Los tienes bien firmes, pero seguro que estas mucho tiempo sentada verdad.

- ¡Si! ¿Por qué, ves celulitis o algo?

- ¡No! mujer, pero le falta un poco de flexibilidad, pero para esto, los masajes te van venir de diez – me puse un poco más de crema y con el canto de la mano yo empecé a frotarle el ano y ella a soltar unos suspiros que no podía evitar, y yo a evitar soltarlos porque me estaba poniendo cachonda.

- Inés, si quieres soltar aire hazlo, no te prives porque el asunto es hacer lo que el cuerpo te pide – en ese momento me di cuenta que por donde estaba no era el consejo correcto, pero confiaba que eligiera bien el sitio para soltar el aire - ¿juegas al tenis?

- ¡Si! ¿Porque?

- Viste cuando le pegas a la pelota como gritas, pues aquí haz lo mismo, dejate llevar si lo sientes grita, muévete como quieras, no te reprimas.

De a poco fue levantando el culo, estaba que quemaba, pero todavía no quería que se corriera, que lo deseara un poco, después le iba a ser más placentero.

-Anda estirate que te voy a dar por las piernas.

- ¿No es mejor que me des un poco más ahí?

-Después ya vamos a volver, no te preocupes que hay para rato – se resignó con muy pocas ganas – anda date vuelta, que toca dar por delante.

Se dio vuelta y quedó con los ojos cerrados y las piernas abiertas, era una pinturita, la verdad que me costaba seguir diciendo las tonterías que le soltaba,

 se habrá figurado que iba a seguir por ahí, pero empecé nuevamente por el cuello, me miró como pidiéndome que fuera a lo importante, pero hice como que no era conmigo.

Le fui pasando las manos por la garganta bajando de a poco hasta los senos, que los tenía como para prenderse de ellos hasta dejarlos secos.

-Inés, ¿te sacaste una mamografía ahora ultimo?

-No porque ¿viste algo malo?

- ¡No! mujer que va si las tienes preciosas, pero no hay que confiarse, dejame que te las reviso – le apretaba desde la base hasta la punta con las dos manos estirándolas para arriba, primero una después otra, se le habían puesto duras, le pasé las palmas por los pezones, y no pudo evitar una exclamación de placer - ¡así…así ¿ves? las tienes perfectas miran como se te empitonan, eso porque todo te funciona bien; vamos a seguir para abajo.

Le empecé a dar por la barriga tocándole el pubis como al descuido, la vagina le rezumaba, los fluidos le corrían por los muslos y se perdían en la sabana, estaba completamente entregada.

-Corazón, anda abre las piernas que esta parte todavía no la trabajamos, las ingles son muy importantes – metí la palma sobre la vulva y sentí como se estremeció – muévete si el cuerpo te lo pide, dejate guiar que el sabe lo que necesitas, y si quieres gritar, grita y tocate todo lo que desees.

Le agarré una teta y se la apreté mientras que con los dedos de la otra mano le frotaba toda la raja, de pronto soltó un gemido más profundo y apretó con su mano la mía para hacer más contacto y se corrió en medio de convulsiones de gusto.

-Viste esto es lo que necesitabas, esa energía reprimida adentro es lo que te hace daño, hay que hacerla salir porque el cuerpo te lo pide – le decía mientras le acariciaba con una mano la frente sudada y con la otra la almeja, pero sin meter la mano adentro; estuve un rato así hasta que recompuso la respiración, parece que le gustaban las caricias de por ahí abajo porque abrió más las piernas, la tuve así un poco más.

Le sequé los muslos con una toalla y bajé frotándole las piernas, le agarré el pie y no tenía hongos, le metí los dedos entre los suyos y fui acariciándole toda esa parte.

-Ahora que estas más descansada date vuelta que te dije que ese culo había que trabajarlo más – se dio vuelta y se apoyó en las rodillas dejando el culito para arriba, se ve que a esta altura, no teníamos que simular nada.

Le metí la mano por debajo, y ahora sí el dedo corazón se lo apoyé en el clítoris.

- ¿Ves? Por aquí por las ingles pasa la arteria femoral y es muy importante que esta parte esté bien, estos masajes te ayudan a sacarle la carga a estas partes, cuando tú te mueves así es porque lo necesitas, y si lo evitas te hace daño, anda muévete a gusto.

Se empezó a mover sobre mi mano mientras se apretaba las tetas, yo le había apoyado la yema del pulgar sobre el agujerito del ano, si hubiese querido la hubiese podido penetrar por todas partes, ya estaba jugada, pero quise dejarlo para otra ocasión, que si le quedaban las ganas me iba a llamar nuevamente.

-Muévete, anda muévete, libérate, suelta eso que te sobra, grita si quieres, se tú, y no pienses en nada, dejate guiar por tu instinto.

Ahora sí, mordía la almohada, creo que se estaba haciendo daño en las tetas, pero se movía como una desaforada, supongo que escuchaba mi voz como un mantra, algo que ni sabía de donde venía, pero la liberaba para portarse como más deseaba.

De pronto soltó un gruñido y empezó a mover la cabeza de un lado a otro, mientras que una vertiente se volcaba de su coño, dejando mi mano y la cama perdida, se estiró y quedó quieta como si estuviera en una catarsis para comprender que le había pasado, se dio vuelta y se quedó mirándome con los ojos medio achinados.

-Puff, que fuerte ¿solamente me corrí o me meé?

-No sé, me parece que te corriste. – vio mi mano mojada y se la llevo a la boca, le paso la lengua, y con una sonrisa me dijo.

 -Me corrí, mi dios que fuerte, nunca me pasó nada así, te dije que tienes unas manos de seda, y ¡que seda!

-No lo creas tanto así, es tu cuerpo el que te pide las cosas, y tú eres la que más sabes lo que necesitas, si me vas a llamar otra vez, me tienes que decir lo que realmente deseas, hoy hice lo que pude, pero si me guias puedo saber si esto es lo que más te va, o si quieres masajes más profundos, que hagan penetrar las emociones más adentro.

- ¿Más profundos? ¡si! Creo que más profundos serían todavía mejor, la próxima vez tenemos que probarlo.

Yo estaba que no podía más, ver ese espectáculo me había puesto la libido por las nubes, estaba toda mojada y con gusto me hubiese desfogado con ella, pero ese no era el plan, así que tendría que aguantarme hasta llegar a casa y masturbarme a gusto.

En eso sonó el timbre.

-Huy me olvidé que venía Susana, anda vete a atenderla, que me espere en la sala que yo me ducho y voy.

Fui a atender, una señora más o menos de la edad de Inés estaba en la puerta, se quedó mirándome como si fuera un fantasma.

-Hola, usted es Susana, yo soy masajista y estuve atendiendo a Inés, ahora se está cambiando y enseguida la atiende, pase por favor.

Apenas me saludó y entró mirándome con una expresión extraña, traté de sacarle conversación, pero me contestaba con monosílabos como si le costara hablar, se me ocurrió que quizá tenía algo con Inés, pero tampoco veía animosidad, en fin, allá ella.

En eso llegó Inés para sacarme del apuro y me fui a buscar el maletín, sacarme el guardapolvo y lavarme las manos, cuando me lo fui a sacar me fije que tenía el pantaloncito como si me hubiese orinado, en el tramite no me había dado cuenta que la calentura fue tan grande.

De ultima me dejé el guardapolvo con la excusa de que no quería arrugarlo y llamé un taxi; Inés me terminó de presentar a la tal Susana que me saludo de beso con bastante entusiasmo, no sé qué habrían hablado pero la actitud había cambiado radicalmente.

En la puerta me dio un sobre con el dinero y me fui a casa sin siquiera contarlo; estaba apurada para desahogarme, me había dejado mal, iba a tener que acostumbrarme a aguantar las ganas si quería seguir atendiéndola.

Estaba mi tía que había hecho la cena y la tenía preparada.

-Llegaste, pero ¿qué te pasó que vienes con el guardapolvo puesto? ¿no me digas que te echaron de apuro?

- Es que no me lo quería arrugar si lo metía en el bolso.

-Vamos Silvia, si lo llevaste en el bolso, qué diferencia hay, anda cuéntame que te pasó.

No me quedó más remedio que empezar a contarle como me había puesto.

-Mira vamos a comer y después me cuentas todo más tranquila.

Saqué el sobre con el dinero, y cuando lo conté encontré doscientos más.

-Uhm parece que hiciste un buen trabajo.

- Por lo menos así le habrá parecido a ella.

Total, que comimos tomando un vasito de vino que un poco me relajó; cuando terminamos levantamos los platos y me iba a duchar para acostarme, pero Claudia, se empeñó que le contara bien con pelos y señales como había sido la función.

Todavía no me había podido sacar el guardapolvo, porque me daba vergüenza que notara el manchón.

-A ver Silvia, sacate eso que no estás trabajando, que tanto te pudo haber pasado.

Me lo saqué, y cuando vio la mancha, exclamo.

-Joder, ¿pero te has corrido?

-No pero no me faltó nada, tenías razón está como un tren, vieras la calentura que me agarró a mí también.

- ¿Y se te pasó?

- No ¿cómo quieres que se me pase si me haces acordarme con todos los detalles lo que pasó?

-Ah sí claro, mejor te das un baño y te refrescas un poco, pero un poco nada más, y ven que vamos a tomar un café.

Me fui a tomar una ducha con unas ganas de hacerme un dedo como dios manda, pero lo dejé para después para hacerlo tranquila cuando me acostara; me había puesto el pijama y fui a la sala a tomar el café.

-Y se te pasó o todavía sigue.

- Un poquito se me pasó, pero si no le meto mano creo que no termina de arreglarse.

-Hay que sobrina calentona que tengo, ven siéntate aquí como cuando eras pequeña – señalándome su regazo, eso me estaba gustando – mira, si quieres seguir con esto, tienes que controlarte, no sea cosa que piense que tú necesitas más de ella que ella de ti.

-Pero es que yo no necesito de ella, lo que pasa es que está rebuena, y yo, viste que no ando con nadie, y un espectáculo así me hace notar la falta.

Apoye mi cabeza sobre su hombro y le hablaba al oído.

- ¿Sabes? me acuerdo cuando era pequeña y me tenías abrazada contra tu pecho, me encantaba escuchar los latidos de tu corazón, parecía que era una música para mí, los contaba, y aún sobre el camisón sentía tu calidez y me quedaba dormida.

- ¿Quieres escucharlos ahora a ver si laten igual y te quedas dormida?

- Como querer quiero, lo que no creo que eso ahora me haga dormir.

- Podemos probar, espera que me saco esto así los escuchas mejor – se sacó la camiseta y apoyó su teta desnuda contra mi oído - ¿y cómo suena, más rápido o más lento?

- Pues me hago un lio, lo escucho más rápido, pero no sé si es el tuyo o el mío.

- Pues entonces dejame escuchar el tuyo y te digo – me desabotono el pijama y apoyó el oído sobre mi teta - ¿sabes qué pasa, con el oído me pasa lo mismo que a ti, los ruidos se juntan, pero con los labios se van a notar solo los tuyos.

Diciendo eso metió mi teta en la boca y comenzó a chuparlo mientras jugueteaba con la lengua sobre mi pezón endurecido. Mientras una mano se metía entre mis piernas, llegando al sitio de mis desvelos.

-Silvia, creo que te late demasiado fuerte, a ver cómo podemos calmarlo, y por favor dejame quitarte estas bragas; ¿cómo no te las cambiaste cuando te duchaste?

- Pero si me las cambie, lo que pasa que las de esta marca se mojan de nada.

- Ah sí, debe ser esto, vamos a la habitación y te las sacas. – me aupó como cuando era pequeña y me acostó en la cama – ven que te saco esto que parece que te hayas meado.

Me saco las bragas y se quedó mirando, me acaricio la vagina de una manera que me hizo estremecer.

-Mira que eres sensible, tienes un coño muy bonito, ahí a veces también se sienten los latidos, y ahora creo que te está latiendo, dejame ver si es cierto.

Sin más apoyo su boca, y su lengua se coló prepotentemente entre mis labios, abriéndose camino hacia mi clítoris, lo rodeó y me lo mordió con los labios sacándome un gemido que debe haber nacido en donde estaba su boca hasta llegar a mi garganta.

Tiró mis piernas para arriba, y empezó a lamerme con tal entusiasmo, que me producía unos espasmos que me sacudían todo el cuerpo, nadie me había hecho algo así, y nadie me había hecho sentir así, y una corriente de placer empezó a bajar desde mis tetas, (que en ese momento apretaba con ganas) y navegaba por todo mi cuerpo hasta llegar en un torrente hasta donde tenía la boca mi tía, en medio de un gruñido digno de una cavernícola calentona, tuve el orgasmo más fabuloso de toda mi vida.

No se cortó para nada, se tomó todo lo que pudo, y aún con la lengua me repasó toda la raja viendo que no quedara nada.

-Uhmm, de latidos estás bien, pero no sabía que tenía una sobrina tan sabrosa – dijo mientras subía sobre mi cuerpo – prueba, vas a ver que no te miento.

Me metió un beso que me hizo probar todos los matices de mis jugos mezclados con la saliva de ella.

- ¿Y qué te parece, te miento?

- No, en tu boca me gustan, pero ahora quisiera probar cuan sabrosa eres tú.

- Corazón, no te sientas obligada a hacer lo que no quieres, dijiste que esto lo guardabas para cuando estuvieses enamorada, y no es el caso.

- Y tu dijiste que también lo podía hacer cuando estuviera muy caliente y este sí es el caso.

- ¡Que! ¿aún no se te pasó?

- ¡No! y no creo que se me pase hasta quitarme el antojo de comer el coño de mi querida tía y probar lo sabrosa que es.

- Si me lo pones así, cualquier cosa antes de dejarte antojada,

- Sabes que es mi primera vez, tu dime como te gusta, que yo lo hago.

- No te preocupes yo te voy a decir, pero te vas a dar cuenta sola, piensa que es igual que la tuya y le gusta lo que le gusta a la tuya.

- ¿Me dejas mamar un poco esas tetazas que tienes?

- Sírvete corazón, por hoy está a la carta, todo a tu disposición.

Me lancé sobre esos monumentos que por más que quisiera no me entraban en la boca, los junté para pasar de uno a otro sin despegarme de ellos, y mientras le daba esos chupetones y lambía sus pezones, mi mano iba bajando acariciando sus bragas, que por cierto, bien mojadas las tenía.

Gemía y me enloquecía saber que lo hacía por mi causa, cada vez se abría más ofreciéndose a que la usara a mi gusto, metí mi mano llegando hasta el charco que era su vagina.

-Mi vida si quieres ir allá abajo vete ya, o llegas tarde.

Baje besando todo su abdomen y al llegar a su pubis, el aroma a mujer me avisó que no había tiempo para esperar, le arranque las bragas y me encontré con un coño que me pedía por favor que hiciera algo para calmarlo.

Hundí mi boca en esa maravilla de la naturaleza, parecía un alambique que dejaba destilar los jugos qué el fuego de mi tía producía.

Me causó sorpresa lo bien que me sabía, recorría toda su raja, hasta llegar a su clítoris, lo envolví con mi lengua, y lo apreté con mis labios haciendo que diera un salto como buscando una penetración.

-Cariño, si quieres puedes meterme la lengua un poquito.

Le hice caso, se la introduje todo lo que pude, bajó su mano para acariciarse el clítoris, pero se la retiré, quedamos mirándonos, mientras sentía sus estremecimientos y volví a chuparle su punto de placer, mientras le introducía un dedo para tapar ese agujero chorreante, empecé un mete y saca al que enseguida le agregué otro dedo para conocer el interior de su vagina, se movía como poseída, me sujetó la cabeza contra ella y en medio de un gemido, empezó a derretirse regalándome esa miel que solo de ella podía salir.

Me deleité no queriendo perder nada; mientras iban amenguando sus suspiros, seguí el camino inverso besando su cuerpo hasta llegar a sus labios y en un beso de cine, le traspasé el sabor del manjar que me había regalado.

Nos quedamos abrazadas, ella mirándome con los ojos chiquititos de satisfacción, y yo contenta por haber pasado una barrera que me enseñaba a ser más mujer.

-Corazón ¿no se nos está yendo de las manos? – me dijo

-No se tía, yo te sigo queriendo como siempre, estoy a gusto a tu lado haciendo cualquier cosa, pero si tuvieras una pareja que te hiciera feliz, iba a estar contenta, aunque nunca pudiéramos repetir estos momentos, pero ahora que podemos hacerlo sin causarle pesar a nadie ¿Por qué no aprovecharlos?

-De verdad, si piensas así, ¿Por qué no aprovecharlos? Tienes razón, sería un desperdicio evitar estos momentos tan lindos que nos podemos regalar.

- ¿Entonces ya no me tengo que remediar los calentones yo sola?

- Pues trata de dar masajes los días que me vas a encontrar en casa.

- ¿Sabes una cosa? Creo que ahora me puedo dormir como cuando era pequeña contándote los latidos.

- ¿Quieres escucharlos o sentirlos? – mientras me acariciaba el pelo.

- Con una teta como la tuya, mejor sentirlos – tomé el pezón con mis labios y así me quedé dormida.

Creo que el próximo va a quedar mejor en lésbicos, si es que lo hay.

  

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