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Mas cerca del cielo 3

en Lésbicos

- ¿Podrías darnos una mano que hubo un accidente y nos están mandando más pacientes de los que podemos atender?

Un Bus se había despeñado, y aunque no había víctimas fatales, los contusos se contaban por decenas, y la empresa internacional tenía convenio con ese hospital.

La dejé a Marisa comiendo sola y fui a echar una mano.

A esa hora el personal era escaso, y no todos estaban calificados para esas emergencias, al rato de estar tratando de ayudar, me tuve que hacer cargo de distribuir los pacientes según a que sección derivarlos, los médicos iban llegando de a poco y una sola cirujana trataba de atender  todo lo que le mandaban, me metí sabiendo que no iba a poder con todo y empecé a derivar a otros especialistas los que no lo necesitaban con tanta urgencia, a algunos las curaciones se las hacía provisorias hasta que pudieran hacerles las definitivas.

Ya casi a la madrugada, sale la cirujana de la sala de operaciones, con una cara de cansancio que se le notaba a la legua, la verdad que cansados estábamos todos, la cosa qué no sé porque se dirigió a mí, quizá porque tenía el guardapolvo de otro color.

- ¿Te parece que tengo poco trabajo en cirugía que me mandás uno de traumatología, sos estúpida? – me espetó de mala manera

- Eh ¿Qué te pasa, te crees que la única cansada eres tú? Aparte que yo no te lo mandé.

- A mí no me contestés así, que acá no sos más que nadie y a mí me respetás.

- Hasta ahora no te falté el respeto, pero ahora sí, te puedes ir a la mierda.

Creo que no se me vino encima porque vio que era más grande que ella, si no ahí mismo se armaba.

Me fui para la habitación. Eran las seis de la mañana, y ya empezó a llegar el nuevo turno a encontrarse con ese tole tole, aunque lo urgente ya estaba hecho, y los de la noche dejaban el relevo a los nuevos.

Marisa estaba durmiendo, seguro que me esperó hasta que el sueño la pudo.

Saqué el carrito de la cena para llevarlo a la cocina, en el trayecto me encontré con la doctora de la discusión, que se iba; no arreglamos nada, ella me amenazó que me iba hacer echar, y yo la volví a mandar a la mierda.

Desperté a Marisa para prepararla para darle el desayuno y la revisación diaria, ese día todo se hizo esperar, se ve que el acontecer de la noche, había revolucionado todo el sistema, el desayuno directamente no llegó, por lo que salí a comprar unas galletas y me acerqué a la cocina para hacerle un té.

Ya tenía bastante confianza como para que me dieran espacio, después de todo las estaba ayudando, ya que sin estar programado se encontraron con un montón de pacientes más, y las comprendía.

Cuando entré en la habitación, empezaron las preguntas.

- ¿A qué hora te acostaste que no te escuché?

- No me acosté, no dábamos abasto a curar a las personas lastimadas, unas más otras menos, pero necesitaban atención, y el personal no alcanzaba.

- Y tú, a lo Juana de Arco, a salvar el imperio.

- Mi amor, soy enfermera porque me gusta, porque lo siento, y no podría dejar un herido a su suerte si puedo remediarlo.

- Lo sé, te conozco, pero ahora anda ¿qué haces que no duermes?

- Vida, ya estoy acostumbrada, las guardias son largas y no siempre puedes descansar, así que esto no me mata.

- No te mata, pero te mueres de sueño, anda descansa.

- ¿Y dejar a mi enferma favorita a la buena de dios? Ni loca.

- No tengas miedo que no me voy a escapar.

- No te vas a escapar, pero ahora tiene que venir el medico te ve hermosa e indefensa y por ahí abusa de ti, enterate de una vez, que la única que puede abusarte soy yo.

- Esta noche no me diste mi medicina, y eso que iba a ser doble, así que esta noche me toca.

- Claro que esta noche nos toca, que si de verdad eso te cura mañana sales caminando, no sabes las ganas que tengo de dártela.

Al fin el medico apareció casi a la hora de la comida, se disculpó, pero lo habían ocupado en atender a los pacientes más necesitados, y nos dejó para lo último.

La verdad que tampoco a esa altura era muy necesario, más allá de los exámenes, lo que hacía era interiorizarse y preguntar si había alguna novedad y anotarlo en la constancia médica.

Ese día sabía que cualquier cosa que necesitara, a no ser algo de urgencia iba a tener que arreglarme sola, para colmo, estaban merodeando los de los medios informáticos, averiguando cómo estaba la gente; es el trabajo de ellos, pero se lo molestos que pueden ser.

Así que la comida y la merienda me encargué de traérsela yo, y para mí también que todavía estaba como internada.

De a poco se fue calmando todo, ya a última hora parecía un hospital normal.

Se fue apagando el barullo, y ya no se escuchaba andar a las carreras.

Ya todo normalizado, al anochecer nos acercaron la cena, que ya para esas, permitía que fuera la misma para las dos.

Termine de higienizarla con cuidado, le tenía terror a los virus hospitalarios, por eso prestaba mucha atención a la higiene, a veces las enfermeras se burlaban porque la bañaba día por medio como si estuviera en coronaria.

Arreglé todos los trastos y acerque la silla al lado de la cama, teníamos tiempo para hablar un rato hasta que se hiciera más tarde y estar segura que nadie vendría a molestar, y poder apagar la lucecita de noche.

Aún con esa poca luz, veía la ansiedad en su cara, tenía ganas de sacársela a besos o como ella quisiera.

Apoyé mi cabeza al lado de la suya, me dio un beso rápido que me supo a gloria, mientras me acariciaba la cara tiernamente.

Cerré los ojos, con una sonrisa dibujada, mientras buscaba la calidez de su mano.

-Creo que tendríamos que esperar un poco más antes de apagar la luz- le dije

- ¡Si! Me parece que vamos a tener que esperar, mientras tanto podrías dormir un poco que es el segundo día que no duermes.

- Tengo muchas ganas de besarte a gusto.

- Yo también, y te voy a despertar para que me des mi remedio.

La verdad que estaba muerta, me hubiese gustado estar abrazada esperando que se hiciera bien la noche para gastarle los labios a besos, pero eso sería demasiado. Me quedé dormida, no sé cuánto tiempo hasta que sentí que me susurraban al oído, era como una música.

-Lilian despiértate vida, ¡ya! que es tarde, anda vete a acostarte.

- Pero ¿y tú remedio?

- Mi remedio tienes toda la vida para dármelo, pero estás cagada de sueño y si te quedas en esta posición, mañana amaneces torcida, anda dame un beso y súbete a la cama que si me corro un poco te puedes quedar a mi lado, que no te voy a dejar caer, ¿quieres?

- ¿Y si entra alguien?

- Mira si entra alguien yo te despierto, total si estas vestida puedo decir que con el trajín que tuviste, te me quedaste dormida, y si se lo creen bien y si no que se vayan a la mierda.

- ¿Y si me da gana de hacerte algo?

- Tu como estas, lo único que puedes hacer es dormir, que a no ser que seas sonámbula no tengo de que preocuparme.

- ¿Qué te crees que estoy tan mal? No te olvides que soy yo la enfermera, y yo te tengo que cuidar a ti.

- Tienes razón, pero hoy yo te voy a cuidar a ti, hoy y todas las veces que hagan falta, que te quiero despierta y no soñando, ¿entiendes?

- Uhm… boba. – mientras arrimaba mi boca a su cuello.

- Divina, duerme que esta me la debes.

Y me quede dormida entre sus brazos.

Parecía que eran minutos que me había dormido cuando siento que me zamarrean.

-Lilian, despiértate que ya aclaró y en cualquier momento traen el desayuno.

Me levanté y era cierto, la claridad entraba por la ventana, lo que tenía de bueno era que estaba vestida así que más que alisar la ropa no tenía que hacer.   

- ¿Espero que no me hayas hecho algo no?

- No te preocupes, que si no tuviera la pierna escayolada, ibas a saber lo que es algo.

- Ay lo que me espera cuando te sanes.

- Ni tú lo sabes.

Terminé de arreglarme, y la preparé para la visita, si es que hoy se normalizaban las cosas.

Después de desayunar esta vez apareció el doctor, preguntó cómo había pasado el día y poco más; cuando sacó el tema.

- ¿Así que te peleaste con la doctora Alvarez? – preguntó riéndose.

- Pelear lo que se dice pelear no, tuvimos un cambio de palabras.

- Y vos la mandaste a la mierda.

- Eso es un decir, la podía mandar a peor sitio, pero bueno estábamos cansadas las dos, y yo no estoy acostumbrada a que me traten mal.

- Mirá es raro, no es de tratar mal a nadie, debía estar muy sacada.

- ¡Si! Seguramente pasó eso, le cayeron todos los pacientes de golpe y la desbordaron.

- Y justo se la agarró con vos, que estabas haciendo un favor.

- Y bueno, ya pasó, seguro que no sabía.

Conversamos un rato más, y se fue a seguir con su rutina. Nos quedamos las dos solas conversando y mirando TV hasta la hora del almuerzo, luego de sacar todo dormimos una siesta, pensando en aprovechar mejor la noche.

Estábamos tomando la merienda cuando apareció la Dr. Alvarez.

-Hola preciosa, vengo a pedirte disculpas, no sabés lo que lamento lo de anteayer, perdoname, no sabía, - y me plantó dos besos en las mejillas.

Yo que pensaba que se iba a armar una de esas, me quedé sin saber que decir.

-Y a vos también – dirigiéndose a Marisa, que la miraba como queriéndola comer mientras la besaba igual que a mí - ¿así que ustedes son las que escalaron el Aconcagua y yo pensé que eras una enfermera de intercambio.

- Aunque lo fuera, no estuviste muy fina.

- ¡Si! Lo sé, pero creeme que no soy así, la verdad que estaba agotada y parecía que la única que organizaba todo eras vos, te juro que lo siento mucho.

- ¡Ya! tampoco es para tanto, yo también estuve un poco salida, quedamos en paz.

- No sabés lo bien que me hace que lo tomés así.

Se interesó por la pierna de Marisa, conversó un poco más y se fue prometiendo que iba a venir todos los días a ver si necesitábamos algo.

- ¿Y qué pasó con esta? ¿es con la que te ibas a matar?

- Yo que sé, se habrá dado cuenta de la equivocación y le dio vergüenza.

- Pues estuvo muy cariñosa contigo, si no estoy aquí esto pasaba a mayores.

- Anda que a ti también te plantó dos besos como para derretirte la cara.

Después me enteré que había ido a pedir al director que me echara y cuando le dijo quiénes éramos, no sabía cómo disculparse, la cosa que tuvimos tema tratando de deducir porque tanta amabilidad.

Luego de la cena retiré los cacharros, y me dediqué a higienizarla, cuando ya estaba cómoda puse la silla al lado para poder acariciarla a gusto, me daba pena que por los tranquilizantes que tomaba, no pudiera sentir en el cuerpo lo que yo le quería transmitir; aunque creo que yo sentía por las dos.

Llegó la hora de apagar las luces, de ahí en más solo me quedaba darle lo que me pedía, ya estaba sin sujetador esperando con más ansiedad que ella el momento de darle lo que estaba esperando, después de un buen morreo me descubrió las tetas, pero en vez de ir a por ellas, bajó por mi cuello dándome pequeños chuponcitos que me iban encendiendo; como una vampira consumada me dio un mordisquito en la garganta, que me sacó toda la gana de defenderme, de allí en más mis senos fueron nada más que un juguete en su boca, su lengua rodeaba mis pezones transmitiéndome una electricidad que recorría todo mi cuerpo haciendo cortocircuito en el nacimiento de mis piernas.

Trataba de controlarme pensando que por mucho que lo quisiera, allí estaba para cuidarla, y conformarla dándole ciertos gustos; pero el caso es que los gustos terminaban siendo los míos, a ella le gustaba y a mí me llevaba al borde de la erupción, sentía su mano bajar por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, me apretó con fuerza haciéndome gemir de gusto, siguió bajando hasta llegar al borde del delantal, ahí empezó a recorrer el camino de vuelta por el interior de mis muslos, no aguantaba más, sabía a donde iba y no tenía fuerza para rebelarme, llegó a acariciar mis bragas empapadas por mis jugos, y tuve un momento de lucidez.

- ¡No! Mari, por dios mira donde estamos, no podemos. – y salí corriendo al baño.

Me quité las bragas y me lavé mientras recuperaba el aliento, sentía como fuego en mi cuerpo, luego de estar un buen rato tratando de calmarme un poco, me decidí a volver, quizá ya se había dormido, salí tratando de no hacer ruido, ya me iba a acostar cuando la escucho.

-Lilian, perdoname no pensé que lo ibas a tomar a mal.

- Mari no me lo tomé a mal, es que no aguantaba más, si llegabas a tocarme un poco más, creo que me corría. – le dije mientras me aproximaba a su cama.

- Me hubiese gustado que lo hubieses hecho, ¿Qué tenía de malo?

- No sé, si soy tu enfermera estoy para cuidarte y hacerte las cosas para que pases lo mejor posible, no para que lo pase yo.

- Tú no eres mi enfermera, no trabajas aquí, eres mi acompañante, la que me cuida, y la que puede darle un poco de vida al tedio de estar tirada en esta cama, te dije que un beso tuyo es la mejor medicina, tú eras la mejor medicina, tus pechos son la mejor medicina y ahora me los niegas.

- No digas eso mi amor, no quiero negarte mis besos ni nada, es que cuando me haces eso siento que me ardo.

- Lili ven, que si te enciendo también te puedo apagar, pero no me dejes así.

- Eres una mimosa y soy una tonta que no puedo negarme, toma un poquito más y duerme, divina.

Nuevamente empezó hacer suyos mis senos, con una dulzura que me volvía loca, en el intervalo entre uno y otro, su lengua se entrelazaba con la mía robándome el aliento, otra vez su mano empezó a bajar por mi espalda, pero ahora ya sabía que no iba a tener fuerza para oponerme; cuando acarició mis glúteos se dio cuenta que no tenía puesta las bragas, ahora se apuró, no me dio tiempo a nada cuando ya su mano llegó a mi vagina.

Un temblor recorrió mi cuerpo, firmando la rendición incondicional; casi sin querer hacerlo, mis piernas se separaron dando lugar a que sus dedos tocaran la melodía que me hacía vibrar, escuchaba en mi oído un susurro como venido del cielo.

-Lili mi amor, dejate venir, dejame sentir que con mi amor puedo hacerte gozar, regalame ese orgasmo tuyo que necesito.

Cómo algo natural su dedo empezó a penetrarme, abriéndose camino hacia la fuente donde brotaban mis líquidos, sentía como entraba y salía haciendo que me abandonara a lo que viniera, con el pulgar se abría paso entre los labios llegando a mi botón de placer frotándolo, pero sin apretarlo, era como si el ala de una mariposa estuviera acariciando mi clítoris, y un ansia de mayor contacto me hacía mover frenéticamente contra sus dedos.

Pensé que de esta manera estaba llegando al sumun del placer, cuando otro dedo se sumó al que ocupaba mi vagina.

-Mi amor, no aguanto más, me vengo, no pares, no me dejes así cariño - como un acto reflejo mis músculos se tensaron apretando esos dedos que me llevaban a la locura - ¡esto es lo que querías! Toma es para ti, te quiero. – sentí que me derretía, los jugos se escurrían por mis muslos, mientras perdía mi aliento en la boca de Marisa en un beso apoteótico. Estuve apoyada sobre ella, que no quitaba los dedos de mi vulva hasta poder respirar con cierta normalidad.

- Gracias, es el mejor regalo que podías haberme hecho, ahora siento que tu amor es mío, y ojalá lo siga siendo.

-Y lo será, ya no hay vuelta atrás, te amo, creo que ahora si podremos dormir.

Fui a lavarme un poco la chorreada que me había pegado; estaba exultante mi primera vez había sido una sorpresa, mucho mejor de lo que me imaginé.

Agarré un desinfectante de ambientes para esparcirlo un poco.

- ¿Qué haces, que estas echando?

- Un poco de desinfectante para sacar el olor.

- Pero si aquí no hay nada infectado.

- No, pero hay un olor a coño que se nota a la legua

- No lo eches, me gusta el olor a tu coño, me hace bien a los pulmones.

- A ti te podrá hacer bien, pero al médico que te visita a la mañana, no creo que le haga gracia.

- Entonces echalo a la mañana, pero no me quites el gusto ahora.

- Si sigues así…, vas hacer conmigo lo que quieras.

- Yo voy a querer lo que te guste a ti.

- Pues a mí me gusta darte un beso y a dormir.

Le di un beso ligero, porque sabía que si lo alargaba iba para rato, me acosté con la alegría de haberle encontrado salida a los deseos que me atenazaban todos los días pasados.

Así fueron pasando los días, a Marisa ya le habían quitado los remedios para el tumor, que eran los que la tenían más inhibida. La Dr. Alvarez, que para ese entonces ya la llamábamos por su nombre, Celeste, venía todos los días a averiguar cómo avanzaba la curación.

En ese intervalo le había venido la regla a Marisa, por lo que estaba un poco molesta, y yo la limpiaba más seguido.

- ¿Te incomoda mucho?

- Me incomoda estar aquí tirada viendo el trabajo que te doy.

- Para mí no es un trabajo y cuando salgas de aquí si quieres te puedo seguir limpiando por ahí.

- Cuando salga más vale que me la hagas manchar, pero ahora ni depilada la tengo.

- ¿Quieres que te depile?

- Cuando se me pase lo harías?

- Claro que sí, vas a ver qué bonita te dejo.

Compré una maquinita y una crema suavizante, y preparé todo para el día que estuviera lista. Cuando al fin se le pasó, al bañarla noté que se agitaba.

- ¿Qué te pasa, no quieres que te bañe?

- ¡No! no es eso es que me haces cosquillas.

-Ah… bueno entonces sigo, trataré de no cosquillearte tanto que después toca depilación y no sea que te lastime.

- ¿Alguna vez lo hiciste?

- Pues claro, a todas las que se les tenía que hacer cesárea había que afeitarlas a conciencia, quedaban cómo angelitos, así cómo vas a quedar tú.

- Espero que no me hagas una cesárea, por lo menos antes de hacerme un bebe

- No te preocupes cariño, tienes demasiado linda esa parte como para estropeártela.

Terminé de bañarla y la posicioné para la depilación. Con una tijerita le corté los pelos más largos, y le puse la crema, la dejé un ratito para que ablandara y empecé a pasarle la maquinita, le iba sacando el vello con cuidado y al mismo tiempo me daba cuenta cuanto me gustaba, en mi caso no es que fuera la primera vez que hubiese mirado una vagina, en mi trabajo había mirado de todos los colores, pero ese era el caso, las había mirado, pero no las había visto, y la de Marisa me parecía hermosa, suave, apetecible, daba ganas de despacharse con una almeja tan comestible.

Finalicé el depilado, la limpié y le expandí una crema suavizante, fue el momento cuando se le escapó el gemido que estaba conteniendo, - ¿Te lastimé? – le pregunté, - No… no es nada, sigue, - seguí masajeando las partes, cuando noté la humedad que le salía de adentro.

-Uhm esto ya no es la menstruación ¿Qué será, tú lo sabes?

- Me parece que tienes bastante culpa en eso.

- No me digas que te hice excitar.

- ¿Que me hiciste excitar? Que me pegaste un calentón como nunca me lo pegaron en mi vida.

Se notaba que el efecto de los remedios se había diluido, lo que veía era una Marisa plena, vital, ansiosa, mirándome con una cara de deseo que se me hacía difícil no complacer. Seguí pasando mi mano por todo su cuerpo hasta llegar a esas cimas enhiestas con sus cumbres desafiando la gravedad. Pasé la palma por sus pezones y al mismo tiempo que escuché un sollozo, un temblor de escala ocho recorrió todo su cuerpo; me di cuenta que no era capaz de dejarla así, fui hacia su boca a beberme la calidez de su aliento.

-Amor, creo que necesitas desahogarte un poco.

Este es el anteúltimo capitulo, espero que sea de su agrado, gracias por leerlo.

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