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Las traductoras 1

en Lésbicos

Irene estaba fastidiada, había pasado por la agencia para retirar los uniformes que tendría que usar en la feria. Sabía que lo que iba a recibir lo tendría que arreglar a su talle para que le quedara pasable. Venían con una confección estándar y si no lo ajustaba a su cuerpo quedaría muy ordinario. Tenía unos senos moderados pero firmes, de esos que tanto daba si usaba sujetador o no, un culo que daba gusto verla irse. Esos atributos en un cuerpo de 1,72 que con tacos la hacían sobresalir de lo normal no merecían desperdiciarlos con un uniforme desaliñado.

Tampoco era que como traductora tenía que presentarse como una modelo, pero sabía que la prestancia tenía mucho que ver. A los diez años, su padre que era diplomático de carrera, tuvo que mudarse a suiza con toda la familia, entonces no era raro que dominara el francés, italiano y alemán, si le agregamos que por proximidad le sumó el Ruso y el inglés por estudio, podía decirse que estaba bien preparada para andar por Europa.

El caso, es que el dichoso uniforme todavía no había llegado, tenía que esperar unas horas. Volver a su casa no le iba, no vivía tan cerca como para que valiera la pena.

 La agencia tenía contratado un gimnasio que las empleadas podían usar a gusto. Ella nunca iba, pero en vista que tenía que esperar, valía la pena aprovecharlo para quemar su fastidio.

Mostró su tarjeta que la tenía habilitada y se dispuso a relajarse un poco en una bicicleta combinada. Después de estar más de una hora, le pareció que por más tiempo que tuviera, no valía la pena seguir cansándose. No había traído ropa para cambiarse, pero total andaba en el coche.

 Cuando estaba por salir se encontró con Camila, una compañera que como a ella, la contrataban para eventos internacionales donde se necesitaban traductoras.

Camila era una mujer espectacular por donde la miraran, un cuerpo de envidia, pero aparte de poseer una belleza exótica, se distinguía por su elegancia, siempre se notaba que sus prendas eran de alta costura.

Hacía rato que no se encontraban, también hacía rato que no las llamaban de la agencia. Desde que tuvieron una discusión con el dueño, solo las llamaban cuando requerían traductoras que dominaran otros idiomas aparte del inglés.

Todo se originó cuando se vendió la agencia, y el nuevo dueño las reunió para pedirles que tenían que confraternizar más con los asistentes a las convenciones. No había que ser muy inteligente para saber qué es lo que pretendía.

 Camila se negó, argumentó con razón que no había aprendido cinco idiomas para trabajar de puta; ahí se armó un tole tole, Lidia, una chica muy mona le echó en cara que no se hiciera la estrecha que como iba vestida no era gracias a lo que le pagaban en la agencia, otras, un poco por envidia la apoyaron, ahí fue cuando se metió Irene.

-Me parece que cada cual tiene derecho a hacer lo que le parezca, a mí no me parece mal que la que quiera se vaya con quien se le dé la gana, pero la que no quiera también tiene su derecho a no hacerlo.

- Tú eres la que menos tendrías que hablar, más de una vez te vi quedar con algunos de los concurrentes – la acusó Lidia

- Si, pero porque me gustó y se me dio la gana, no porque trabaje de eso, yo tampoco estudie para prostituta.

- Bueno chicas – las cortó el dueño – aquí nadie obliga a nadie, la que lo quiere hacer lo hace, indudablemente la que no quiera posiblemente tenga menos posibilidades de concurrir a algunos eventos.

Efectivamente después de eso solamente las llamaban para ferias especiales donde se necesitaban traductoras más especializadas. Camila dominaba el árabe, mandarín, y el hindú, por lo que en reuniones importantes tenían que buscar a alguien que entendiera algo más que el inglés. Por lo demás ya se estaba pareciendo a una agencia de acompañantes.

 De las que más sabían casi todas estaban en la misma situación que ellas, y si concurrían cuando las llamaban, era porque aparte de que trabajo tampoco sobraba, la coordinadora Cecilia era una señora muy respetuosa, que aparte de saber cómo diez idiomas, siempre salía en su defensa.

Se saludaron con agrado, hacía rato que no se veían.

- ¿Qué haces por aquí, es la primera vez que te veo en este gimnasio?

- Es que es la primera vez que vengo, estaba haciendo tiempo hasta que llegaran los uniformes, ¿y tú?

- Yo vivo por aquí, tampoco vengo casi nunca, menos después del lio que tuvimos, no quiero encontrarme con ninguna de las otras.

- Haces bien, ¿Vamos a ver si llegaron? – fueron hasta la agencia para enterarse que recién a la tarde se los iban a entregar.

- ¿Qué te parece si almorzamos? Total, mientras tanto no tenemos otra cosa que hacer, anda te invito – la invitó Camila.

– Estoy un poco sudada del gimnasio no sé si me van a dejar entrar

– No te preocupes es sudor joven hueles bien.

  Fueron a un comedor cercano de los que no eran muy caros. Mientras almorzaban conversaban sobre cómo estaban las cosas en el trabajo.

- Hacía rato que no me llamaban de la agencia, se ve que esta feria es importante – comento Irene

- Lo que pasa es que después de la discusión que tuvimos no nos tienen en cuenta, por mi parte para lo que pretendían mejor que no me llamen.

- A mí tampoco, pero te confieso que no me sobra trabajo, pero tampoco estoy tan mal como para trabajar de puta.

- Eso es lo malo, las pretensiones del gerente, pero peor es como se puso Lidia conmigo, si yo no la critico porque lo haga, eso es cosa de ella, y si yo no quiero es cosa mía, ¿qué se tiene que meter?

- Es que te tienen envidia, vienes siempre tan elegante, aparte de lo que le pones tú, les gustaría tener una modista como la tuya. Mírame a mí, a la hora que me van a dar los dos trajes, no sé si me van a poder arreglar aunque sea uno para cuando comience el evento.

- Si quieres te lo puede arreglar la misma que me lo arregla a mí.

- ¿Y cuánto me cobra?

- Si ayudas te puede salir gratis

- ¿Gratis? Mujer no se en que puedo ayudar, pero aunque me cobre como mi modista le ayudo y le pago.

- De verdad, no necesitas pagar nada, tú descose donde te digo que eso lo vas a saber hacer, con eso me ayudas bastante.

- ¿Cómo qué te ayudo? No me digas que los arreglas tú

- Pues sí, todo lo que me ves puesto me lo diseño y me lo hago yo.

- Uf… y todas pensando que gastabas un dineral, ¿Cómo no te dedicas a diseñar ropa?

- Me gusta, pero también me gusta lo que hago, en algún momento tendré que escoger entre los dos gustos.

 Siguieron conversando, contándose de sus respectivas familias y el interés por aprender idiomas. Terminaron de comer y llamaron por el móvil, los uniformes habían llegado, fueron a buscarlos, y de ahí al departamento de Camila.

Era un departamento bastante grande, una sala espaciosa con bastante lugar como para hacer una fiesta, con un juego de sillones un bar al costado, la cocina bien preparada, tres habitaciones, una de las cuales era el cuarto de costura, y otro el principal con baño adentro, el otro para huéspedes y un baño general, en fin, un señor departamento.

Después de mostrárselo sacaron los trajecitos, estaban bastante monos pero la hechura dejaba bastante que desear, tenía que probárselo.

-Uy, la verdad que así sudada le voy a pegar el olor.

- Pasa al baño de la habitación y te das una ducha, igual ya te dije que no hueles tan mal, ven escoge unas bragas, sujetador no necesitas, pero si quieres agarra uno, y te pones una camisa mía, que con eso vas a andar bien, si quieres puedes enjuagar tu ropa.

- ¿Y después conque me voy?

- Mira, esto no lo vamos a terminar hoy, si quieres te quedas y para mañana está seco, sino te presto, que algo te va a quedar bien. ¿tienes algo que hacer esta noche?

- No, pero ¿seguro qué no te molesto?

- No mujer, todavía me vas a ayudar descosiendo los trajes míos también, dúchate que después voy yo.

 Pasaron a ducharse, Irene salió envuelta en la toalla y entró Camila, le había dejado las bragas y una camisa larga que más bien parecía como para dormir, se la puso y le daba por la mitad del muslo, se miró al espejo y tuvo que reconocer que le quedaba muy bien.

- Te espero en la sala – gritó

- Prende la televisión si quieres, yo enseguida termino.

 Se quedó curioseando, no le daba para ver la tele, tenía un equipo musical, y un montón de CD, de la que buena parte eran boleros y música latina. Estaba revisando los títulos cuando volvió Camila, el pelo mojado recubriendo esa carita exótica le quedaba de maravilla.

- Bueno, primero te voy a tomar las medidas y te hago un molde para que te sirva para otras veces, mientras hago eso, te digo donde descoses el mío que yo el molde ya lo tengo hecho.

 Se notaba la experiencia, enseguida le marcó con una tiza donde tenía que descoser. Luego de eso, tomó el centímetro, le midió los senos 92cm. Cintura 63, Caderas 94, el largo le dio para elegir hasta donde quería que llegara.

- A ti donde te parece que me quede bien. Tú hasta donde lo llevas.

- Yo voy a una cuarta arriba de la rodilla, para la altura nuestra se ve bien, insinúas bastante, pero si no quieres no muestras nada.

- Pues entonces a una cuarta, después me dices si me queda bien

- A ti te queda bien de cualquier manera, espera que paso todo al ordenador que me lo saca en escala.

 Y así fue mientras descosía sus trajes los moldes se imprimían a escala, para después pasarlos al papel al tamaño natural. Luego de eso tomó los trajes de Irene y empezó a marcarles las costuras que había que descoser, algunas partes las cortaba directamente porque sobraba tela para volverla a coser.

- Siempre que hago esto escucho música ¿qué te gusta?

-  Lo que quieras, me da igual

- Bueno pongo algo melódico y traigo unos vasos de coca con Gim, ¿te va?

- Si claro, mientras no me emborrache, no hay problema. - Preparó unos tragos largos con su rodaja de limón y hielo, mientras se escuchaba unas canciones de Django – esto parece una discoteca, aunque esta música no es para entrar en onda, ¿tú escuchas esto?

- Pues sí, escuchar boleros me ayudó mucho a aprender el español

- Porque, de donde eres.

- Nací en Túnez, pero mi padre era español y mi madre egipcia.

- Bonito embrollo tenías tú también. Bueno para algo te sirvieron los boleros, porque para bailar un poco soporíferos ¿no te parece?

- Si lo bailas con quien estés a gusto, te diría que es bastante entretenido.

- Ay Camila, ¿Qué puede tener de entretenido esto? Lo que sí, que de cansarte nada

- Tu porque no lo escuchas, si lo hicieras verías que es romántico y seductor.

- No creo que alguien te pueda seducir bailando esto.

- Bueno, tú porque no sabes bailarlo, pero con alguien que te susurre al oído, corres el riesgo que quieras terminar en una cama.

- Sí claro, porque dormir parada debe ser bastante incómodo.

- No te burles, si supieras bailar bolero te darías cuenta que no se necesita andar a los saltos para disfrutar una buena noche, aparte que no te sudas; por lo menos bailando.

- Me gustaría aprender para ver si es como tú dices. – se quedó mirándola.

- ¿De verdad quieres aprender? Te enseño, pero haz de cuenta que estas bailando con un chico que te guste, cierra los ojos si quieres

- Pues ala, tú eres el chico y me llevas, cuando veas que estoy dormida, no me lleves a la cama; me despiertas que seguimos cosiendo ¿quedamos así? Ahora eres Alberto el seductor

- ¡Ya! Yo Alberto el seductor y tu Irene la seducida

- ¿O la dormida? – hicieron lugar entre risas, puso un CD de los panchos y la apretó entre sus brazos, los senos quedaron a la misma altura.

- Yo te tomo de la cintura y tú como te parezca, déjame hablarte al oído y déjate llevar – las caras se juntaron, no se movían mucho, pero al rato los pezones se toreaban, Irene se sintió rara cuando la escucho susurrarle al oído – desde que llegué no pude apartar los ojos de ti eres la más hermosa.

- Pero si soy la única que hay

- Irene, se supone que estamos en una discoteca y yo soy Alberto, si quieres hacerlo así lo hacemos, sino paramos.

- Está bien, está bien, sigamos; ay Albertito las cosas que me dices

- Me estoy emborrachando con el aroma de tu piel, me tienes loco

- A no, si quieres te emborrachas, pero a mí no me eches la culpa

- Pero mira que poco romántica que eres.

- ¿Y a quien se le ocurre emborracharse arriba mío? Que lo haga en otro sitio

- Irene, es una forma de decir, me parece que lo que menos tienes es ganas de aprender a bailar el bolero, mejor seguimos con la costura.

- ¿Cómo que no tengo ganas? Claro que tengo, lo que pasa que Alberto como seductor es muy vueltero. – todo eso lo decía sin soltarse, estaba a gusto y no sabía por qué.

- Bueno vamos a probar otra vez, me gustaría cubrirte el cuerpo a besos.

- Ay Alberto, a cuantas le dirás lo mismo

- ¡No! lo que siento por ti no lo siento por ninguna, esa orejita es una tentación – se la apretó con los labios mientras seguían abrazadas con fuerza - esos labios es como si me llamaran, los veo y solamente ansío unirlos con los míos – y así lo hizo, Irene se sorprendió, pero no opuso resistencia, no puso nada de parte de ella, pero le gustó, un calorcito le recorría todo el cuerpo, incompresiblemente lo que le sudaba estaba entre las piernas

- Supongo que esto lo hizo Alberto ¿no es cierto?

- Claro, supones bien, yo supongo que más de una vez te habrán dado un beso en un baile, comprende, el pobre Alberto, bailando un bolero con una chica tan guapa, no se pudo aguantar

- Si lo comprendo, Alberto sería bueno parar un poco, me dio sed – en ningún momento se soltaron mientras seguían hablando – Camila tomó un vaso con Gin cola de la mesa.

- Nunca dejes que te den tres veces de tomar así, porque seguro que vas a la cama y no a dormir – se llenó la boca de la bebida y la pegó a la boca de Irene, empujó con la lengua separándole los labios y de a poco fue transvasándole el líquido frio, calmando su sed al mismo tiempo que la acaloraba más. Se separaron y se quedaron mirando.

- Dame más –  pidió Irene respirando fuerte, volvió a llenarse la boca de líquido para volcarlo en su sedienta compañera. El beso fue más apasionado que el anterior la mano de Camila se metió bajo la camisa apretando el seno de Irene, que respondió con un gemido, cuando se retiró escuchó – quiero más – le temblaba la mano de la emoción, pero volvió a repetir el beso, esta vez su mano se coló dentro de las bragas, estaba mojada, la acarició mientras sus dedos recorrían el sendero desde su abertura hasta su clítoris, el beso se hizo largo y los temblores de Irene cada vez más evidentes, se separaron para respirar.

- Llévame a la cama – pidió respirando agitada con los ojos cerrados 

- Irene, despierta, yo no soy Alberto.

- No seas hija de puta – agarró el otro vaso y se llenó bien la boca y ahora fue ella la que le pasaba la bebida a Camila, y fue ella la que con la mano le encontraba la vagina tan encharcada como la propia.

 Fue un beso largo, aun después de terminarse la bebida siguieron bebiendo de su propia saliva.

- Ven, vamos a la habitación – la llevó de la mano, cuando llegaron le preguntó - ¿qué quieres que te haga?

- Lo que sea, pero no me dejes así – estaba entregada, nunca había tenido una calentura de esa magnitud y quería remediarla de cualquier manera.

 Camila le sacó la camisa miró con lujuria esas tetas que parecían la fruta del edén, esas areolas rosadas de cuyo centro florecían como pimpollos unos pezones amarronados y pujantes esperando la boca que iba a mamar de ellos. Y ahí fue, los tomó entre sus labios y chupó con avidez, escuchaba los gemidos de Irene que se iba dejando caer en la cama sosteniéndole la cabeza para que no se separara. Casi llora cuando los abandonó, pero sintió una esperanza cuando percibió esos labios que pasaban por su abdomen rumbo al sur, notó como le iba retirando las bragas, como iba dibujando sus piernas a besos hasta llegar a sus pies, y como tomaba el camino de regreso hacia el núcleo del volcán, donde se acumulaba el fuego que la estaba quemando.

 Separó sus piernas como un libro cuando advirtió que una lengua quería hacerse dueña y señora del lugar y eso es lo que estaba esperando. La irritó un poco el hecho de correrse enseguida, hubiese querido disfrutar por más tiempo, pero estaba en un estado que se iba sola.

 Tenía ganas de más, y Camila parece que se dio cuenta porque la penetró con dos dedos mientras succionaba su clítoris con un empeño que la hacía delirar. Su cuerpo volvía a tensarse, parecía que su sangre estaba en ebullición, algo le corría como un torrente, no era sangre, pero se agolpaba buscando una salida, y encontró la más natural, su vagina, fue la válvula de escape para que en medio de un gozo como nunca había sentido, pudiera descargar la fogosidad que ya no podía soportar dentro de ella. Camila recogió todos esos jugos que como un néctar le regalaba su amiga, se acostó al lado y se quedó mirándola con ternura.

- ¿Cómo estás? Te dije, no tenías que tomar tres veces, no me hiciste caso, mira lo que te pasó – Irene la miró con picardía

- Bah…tú tomaste una sola vez y mira lo que te va a pasar – y diciendo eso se le tiro encima haciéndose dueña de sus labios. No se molestó en sacarle la camisa, total la tenía abierta y las tetas las tenía por el lado de adelante, se zambulló en ellas, estaban reventonas, daba gusto mamarlas.

 Por ser la primera vez que lo hacía le estaba gustando demasiado, pero gustos son gustos y hay que dárselos en vida. No se iba a conformar con eso, ¿para probar? ¡todo!, y se le hacía que, si las tetas le sabían tan bien, el coño todavía debía saber mejor, y de eso se ocupó.

 Le quitó las bragas que estaban hechas sopa, y no se ocupó de las piernas, fue derecho al meollo y bien que se lo agradeció Camila, porque la pobre de la calentura que sufría ya no tenía sitio para escurrir, cuando sintió que le pillaron el clítoris como un caramelito, empezó a saltar como si fuera en una cama elástica, Irene no quería apartar los morros de ahí, así que para sujetarla un poco, hizo lo que le había hecho a ella, le zampó dos dedos, que por sus propios movimientos, entraban y salían causándole un deleite que le produjo un orgasmo que casi la ahoga.

 No sabía nada mal, nunca se le había ocurrido el rollo del lesbianismo, pero para romper la rutina era para tenerlo en cuenta, casi podía decir que si todos los orgasmos eran como esos, se estaba mejor de ese lado.   

Quedaron exhaustas pero satisfechas

-Creo que tenías razón, esto del bolero puede ser peligroso según con quien lo bailes.

- ¡Te dije! ¡ves!, ahora te arrepientes.

- ¿Quién te dijo que me arrepiento? Pero si en vez de estar contigo me pasa con otra mujer, me arrepentiría.

- ¿Y por qué conmigo no?

- ¡No sé!, nunca había tenido sexo con una mujer, pero la verdad que contigo me gustó, lo volvería a hacer.

- Bueno, ya tienes tu experiencia lésbica, ahora te falta como costurera, vamos a seguir a ver si lo haces tan bien.

- ¿Lo hice bien? ¿te gustó?

- Me gustó, pero dejemos esto como un despiste y a trabajar, toma, ponte esto que uso cuando pinto, no quiero alimentar las ganas – diciendo eso, le alcanzó un pantalón y una chaqueta manchada de pintura, mientras se ponía un batón con unos botones enormes que parecía una monja

. Irene se había quedado con ganas, era su primera vez y le gustó. No es que quisiera pasarse de bando, seguía pensando que era la novedad, que para algo estaban los hombres, pero tenía que reconocer que entre las mujeres también se la podía pasar muy bien.

 Siguieron con la costura, Camila evitaba comentar de lo que había pasado, pero seguía excitada. Era lesbiana y aunque no lo divulgaba, no hacía de eso un misterio.

 Irene no, ni siquiera le había pasado por la cabeza algo parecido, no era muy fogosa, pero cuando encontraba alguien que le gustaba, lo aprovechaba. Aunque le escapaba a los compromisos, no engañaba a nadie. Antes de nada, avisaba que eso, era eso, y que no buscaran nada más.

 Fue pasando la tarde entre conversaciones sosas. Camila ya había terminado el molde, de ahí en más venía coser, probar y retocar algo.

- Irene, ¿terminas de descoser donde te marque? Yo voy a preparar algo para cenar y dejamos, que coser cosemos mañana.

 Se fue a preparar una comida de latas, pero tenía habilidad para hacerla sabrosa. Puso todo en la mesa y sacó una botella de vino, no era un banquete, pero no estaba mal

- Ya está, deja eso y vente, que la comida está lista.

- Puf…estoy aprendiendo muchas cosas, no aprenderé a coser, pero por lo menos ya se descoser, a ver que más me vas a enseñar – se rieron, pero las dos sabían las intenciones, la conversación era medio incoherente, les era difícil hablar de una cosa cuando las dos estaban pensando en otra. Terminaron de comer, llevaron los platos al fregadero, Camila preguntó

- Que te parece, ¿vamos a dormir o miramos un poco la tele?

- Podíamos ver que hay, para dormir es un poco temprano, podíamos tomar un trago mientras miramos

- ¿Un Gim cola te parece?

- Puede ser, la última vez me gustó mucho.

- Agarra las botellas del bar que yo traigo el hielo y los vasos – los trajo y los llenaron sobre la mesa.

- Como los tomamos ¿cómo la última vez? – preguntó Irene haciéndose la inocente mientras se acercaban tocándose con los cuerpos.

- Qué ¿me quieres seducir?

- ¿Así vestida piensas que puedo seducir a alguien?

- Sé lo que hay debajo de esa ropa – diciendo eso le desprendió la chaqueta que se deslizo dejándola desnuda de la cintura para arriba, la atrajo con vehemencia para unir sus labios, fue un beso apasionado que cortó Irene.

- Para, para, quítate – separándola de un empujón, Camila se quedó muda con una expresión de tristeza, no entendía – me estás lastimando con esos botones – ante su inmovilidad le desabotono la bata que cayó al suelo dejándola en su espléndida desnudez.

 La empujo haciéndola caer en el sillón y se le tiró arriba. Había quedado con las ganas y se las pensaba quitar, ese cuerpo la atraía como un imán, besaba su cuello, la clavícula, sus senos, que no sabía por qué, pero la excitaba sobremanera. No paró ahí, su mano fue abriendo el camino hacia el sitio al que se dirigía, encontró el sendero que la llevaría a la fuente que estaba buscando.

 Pasó los dedos por esa rajita que la llevo a esa hendidura donde buscar asilo. Hundió dos con ganas, mientras llegaba con su boca a seguir el mismo camino, tomó el clítoris entre sus labios y succionó con angurria, escuchaba los gemidos de Camila y más ganas le daba de comerlo, inconscientemente buscaba el orgasmo ajeno con más ansias que el suyo propio. Lo consiguió; en medio de convulsiones sintió como se deshacía en un orgasmo, que llenaba su boca de esa savia que brotaba de tan adentro de ella, bebió de esa fuente con avidez y subió a compartir el sabor de su lujuria.

 Camila estaba jadeando, el aire que estaba necesitando lo recibía de la boca de Irene, eso la encendía, quería mucho más que su boca, la quería toda. La empujó del sillón y tomándola de la mano la llevo hasta su cuarto, entre besos y caricias la fue empujando hasta acostarla en su cama.

 Todavía tenía puesto ese pantalón ridículo que le hizo poner para no tentarse, era poca cosa para evitar sus ganas. Se lo fue sacando y a medida que descubría su desnudez no podía refrenar las ansias que tenía de hacerse dueña de ese cuerpo, quería besarla entera, empezar desde sus abajo para recorrer toda la piel hasta llegar a su boca.

 Cuando le sacó el pantalón, empezó por los pies, gustó de esos dedos como si fueran caramelos y siguió por las piernas de la excitada Irene, fue abriéndolas a medida que subía, se extasiaba con la suavidad de sus muslos hasta que al llegar a su vulva se le pasaron las ganas de seguir subiendo. Ya habría tiempo después, ahora no podía pensar en otra cosa que disfrutar de esa fruta que el árbol del amor le dispensaba por un momento. Se embelesó con eso, pasaba la lengua con apetito, sentía las vibraciones de ese montículo ardiente que presagiaba la erupción de placer que tanto estaba deseando, Irene acariciaba su rostro mientras en movimientos compulsivos buscaba el contacto en todo su coño.

- Cami, sigue, sigue…, asii… así que me corro, ahhh por dios que me voy…Y entre medio de gemidos se corrió dándole de beber lo que tanto estaba deseando. Gozó sintiendo como subió hasta su boca por un sendero de besos, hasta encontrarse en los labios. Se besaron entre caricias - ¿sabes? Nunca pensé que podía pasarla también con una mujer, si no tiene nada que envidiarle a hacerlo con un hombre.

- Mujer, hay cosas que no podemos hacer, por lo menos sin juguetes.

- Sí, es cierto, pero por lo menos tú, te la apañas muy bien, ni se nota.

- No es para tanto, lo que pasa que el bolero ayuda mucho.

- Es cierto, yo me acuerdo y me da ganas de bailarlo, así, acostadas, ¿te anotas?

- Creo que yo también tengo ganas, acostada nunca lo baile, pero se me hace que me va a gustar. – se abrazaron nuevamente y entre besos y achuchones consiguieron en sacarle bastante jugo a los boleros, bueno, el jugo lo pusieron ellas, hasta que rendidas se quedaron dormidas.

Irene se despertó cuando la claridad inundaba la habitación, estaba sola, se acordó de la noche pasada, la hubiese gustado repetir algo de lo que habían hecho. En ese instante entró Camila.

- Eh…vamos dormilona, levántate que los trajes no se cosen solos, vamos que ya preparé el desayuno. – la miró estaba vestida con pantalón y una camiseta, le quedaba muy bonito todo, pero no es lo más práctico para desvestirse.

- Ya voy, espera que me visto – pensó que al verla desnuda se le despertara la libido, pero parece que no estaba para esa labor porque se dio vuelta y se marchó. La ropa de ella ya estaba seca, así que se vistió como había llegado. Pasó a la cocina, en una mesa pequeña estaba el desayuno esperando. Se sentaron y Cami empezó a hablarle de como tenían que hacer para terminar pronto, la conversación iba por esos derroteros como si no hubiese pasado nada entre ellas.

- Mira, si nos ponemos ahora, a media tarde terminamos con todo y te puedes ir temprano

- Uf, claro sí, ya te debo estar cansando, quizá tengas que hacer, dime, que me voy a apurar, así quedas libre – le dijo medio picada.

- ¡No! no es por eso, pero no vas a tu casa desde ayer, supongo que tendrás que hacer tus cosas.

- ¡Claro! Tú también tendrás que hacer las tuyas sin que nadie te moleste, ya bastante me aguantaste desde ayer. La verdad que te agradezco mucho lo que hiciste por mí, ¡todo! – le recalcó. Luego de eso se dedicaron a coser, bah, la que cosía era Camila, Irene le iba sufilando como podía, pero no lo hacía tan mal. Era como la una cuando Cami le preguntó si quería almorzar – no, mejor terminamos, y yo voy a hacer lo que tengo que hacer, y tú te quedas tranquila

- Bueno como tú quieras – no le dijo más nada, siguieron cosiendo en un silencio opresivo. A eso de las cuatro terminaron – pruébatelo a ver cómo te queda – pasó al baño a cambiarse; era ridículo después de lo que pasó el día anterior, ahora parecían desconocidas. Se cambió y la verdad que le quedaba de cine, se miró al espejo y vio como el trajecito dibujaba su cuerpo. Sabía que le tenía que gustar, salió y le preguntó.

- ¿Qué te parece? ¿cómo me queda? – la miro con lascivia y se mordió el labio.

- Te queda muy bien, bueno, solamente muestra cómo eres, lo mejor lo pones tú – le agradó esa especie de piropo, la miró a los ojos y vio deseo, pero si ella estaba en modo pausa, ella no iba a apretar el botón.

- Creo que la modista tiene mucho que ver en cómo me queda, me podías regalar el molde para otros arreglos.

- Si quieres te lo doy, pero mejor si los arreglas aquí, hasta te sirven para otra ropa.

- Cami, no te entiendo, me desconciertas, hoy estás como si el día de ayer no hubiese existido, como si estuviera molestando, y ahora me dices que puedo venir a arreglarme otros trajes. ¿cómo va a ser? ¿cómo ayer o cómo hoy? Estás arrepentida, eso es lo que te pasa.

- No, Irene, no estoy arrepentida, fue uno de los mejores días de mi vida, pero no tiene que volver a pasar.

- No sé tú, yo es la primera vez que estoy con una mujer, pero me gustó mucho, también fue uno de los mejores días y no me importaría repetirlo. Si es que no quieres que se sepa, no te hagas problema porque no se lo voy a decir a nadie, no creo que esto nos haga lesbianas. – se me quedó mirando

- No, esto a ti no te hace lesbiana, pero ¿sabes porque no quiero que esto vuelva a pasar? Porque yo soy lesbiana y tú me vas lastimar.

- ¿Por qué me dices eso? Nunca te lastimaría, no me gusta el sexo violento, me gusta disfrutarlo sin cosas raras, lo que pasó ayer a mí me alcanza y sobra, a no ser que me enseñes algo mejor, y dudo que haya algo mejor.

- No, Irene, no va por ahí la cosa, te dije que soy lesbiana, me gustan las mujeres, pero hay una que me gusta desde hace tiempo, pero no es lesbiana, para ella lo que hicimos ayer es follar, para mí es hacer el amor. Si lo siguiera haciendo, sé que me voy a enamorar más de lo que estoy, y cuando se vaya con alguien que le guste, me va a lastimar y mucho.

- Cami, yo no sabía, nunca me dijiste nada, ¿desde cuándo me miras así?

- Desde que te conocí que me atrajiste, pero cuando te pusiste de mi lado en la discusión con la agencia y las chicas, ahí terminaste de enamorarme; pero no te preocupes, sé que es un imposible, lo tengo asumido y podemos ser amigas, puedes venir, quedarte, pero duermes en la otra habitación, yo no te voy a molestar.

- ¡No! si no es molestia, después de todo una cosa no quita la otra

- Para ti no, para mí sí la quita, anda, no pienses que esto es culpa tuya porque no lo es, de verdad creo que podemos ser buenas amigas – podía verse la cara de pena, a Irene le hubiese gustado consolarla entre sus brazos, pero se daba cuenta que tenía razón. No era lesbiana, seguramente encontraría el hombre que le hiciera tilín, y esto quedaría en una experiencia, hermosa pero no más que eso. Volvió a cambiarse al baño, no quería tensar la situación, se daba cuenta que Camila estaba vulnerable y no quería apenarla más. salió vestida, juntó los trajes para despedirse.

- Bueno, no sé cómo darte las gracias, me solucionaste un problema, y pasé un día maravilloso, dime alguna manera que pueda pagarte.

- No necesitas pagarme nada, yo también pasé un día maravilloso – quiso despedirse con un beso en la mejilla, pero al ver esos labios tan cerca, no pudo contenerse. Fue un beso que demostraba que el deseo estaba latente en las dos, las lenguas se unieron trasmitiendo el estado de excitación de cada una, se comían los labios con glotonería, Irene quiso meterle mano, pero Camila volvió en sí y se separó. Quedaron respirando agitadamente.

- Por favor, no me hagas más esto, te dije que me haces daño.

- Perdóname, no me pude contener, pero de verdad, nunca te voy a hacer daño, nos vemos en la feria. – diciendo eso se marchó pensativa.

No es mi costumbre escribir en tercera personas, perdonen mis errores, si me quieren corregir, lo tomo como una ayuda, continuara.

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