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Estudiando Kinesiología 6

en Lésbicos

Después de la sesión con Mirta la abogada, las cosas se aceleraron vertiginosamente. En el club exclusivo donde se reunían, los comentarios sobre mis servicios, fueron pasando de boca en boca y aparecieron clientas circunstanciales, unas con ánimo de definir sus tendencias, otras por curiosidad, y algunas para demostrar que estaban abiertas a todo.

Pocas repetían, pero mientras tanto iba engrosando mis ahorros, y las que se daban cuenta de su condición, o seguían conmigo o buscaban su alma gemela.

En casa era diferente, me daba cuenta que molestaba, no es que me lo hicieran notar, pero me daba cuenta cuánto se contenían por estar yo ahí, o cuando no se animaban a andar desnudas, más bien para no excitarme.

Un día decidí encarar el problema, estábamos las tres mirando la tele y solté.

-Tía, me voy a buscar un departamento chico y me voy a vivir sola – se quedó seria sin comprender.

-Silvia, ¿hicimos algo que te moleste?

- No, por favor ¿Qué me va a molestar? No es eso, ¿pero sabes? Ustedes van a estar más tranquilas, yo a veces llego en los momentos más inoportunos y les corto el rollo, soy yo la que está molestando.

- Silvia, tú no molestas, sabemos bien cómo somos como para fijarnos en eso – me contestó un poco cabreada.

- Si te molesta vernos, podemos ir a mi departamento cuando tengamos muchas ganas, no veo que te tengas que ir tú – dijo Elisa.

- Vamos a hablar claro. Elisa, como yo veo las cosas tu lugar es aquí, no es que quiera juntarlas a la fuerza, pero parece que no se deciden a hacer lo que realmente desean, y no quiero pensar que sea por mi culpa.

- No es tu culpa si Elisa quiere, a mí me gustaría que se viniera a vivir conmigo, pero nosotras tendríamos la habitación grande, y te seguiría quedando el sitio donde duermes ahora.

Sé que me lo decía con toda la buena intención, pero también sabía que en el momento que vivían necesitaban más privacidad y yo era un incordio, por lo que se me ocurrió usar un último recurso.

- ¿Saben lo que pasa? vieron como está creciendo el asunto de los masajes, hay algunas que o viven con la familia, o no quieren que se sepa, y piden si tengo un lugar para dárselos y no las voy a traer aquí, me busco un departamento, y me sirve.

- Claudia ¿de verdad quieres que me venga a vivir contigo? – preguntó Elisa

- Y sí, por mí quisiera tenerte siempre a mi lado, pero me da no se qué, que Silvia se tenga que alejar.

- Tía, ya te dije, no me voy por eso, pero necesito privacidad para hacer lo que me propongo, tampoco no es que me voy a buscar un sitio muy lejos, qué no quiero separarme de ustedes que son mi familia. Te voy a seguir viendo todas las tardes que pueda venir ayudarte, y aquí ya me vas a tener cuando ande con hambre o sin nada que hacer.

- Silvia, si yo me vengo a vivir con tú tía, tú te podías ir a mi departamento, queda cerca y mejor que tú nadie.

- ¡Si! por mí sí, matamos dos pájaros de un tiro y sin tanto lio.

Quedamos así y el fin de semana hicimos la mudanza, Tuve que hablar con Marce y explicarle porque no iba acompañarla a estudiar, y que el domingo en cuánto tuviera algo ordenado, la iba a visitar.

De ahí en más, todo parecía encarrilado, a veces tenía más pedidos de los que podía atender. No quería dejar las prácticas en el consultorio con Claudia porque sabía que eso me servía, y a Inés, Susi y Mirta, no quería fallarles, después de todo gracias a ellas me iba como me iba.

Todo no puede ser como en las novelas. El primer encontronazo me lo llevé con una mujer de cuarenta y algo, era imponente, de aproximadamente 1,73 de altura, físico bien trabajado, se le notaba un carácter dominante, lo que se dice una mujer por donde se la mirara. A pesar de hablar claramente se le notaba el acento americano

 Quedamos en la suite del mejor hotel, dormir ahí debía salir un pastón.

Cuando llegué nos presentamos, Lisa se llamaba, le pregunté, diminuto de que, de Lisa, fue su contestación, no me dio ganas de preguntarle nada más.

- ¿No te podrías poner en interiores para darme los masajes?

- Bueno, si así lo prefieres – no me daba vergüenza, pero si desconfianza, pero me había ofrecido dos mil euros, y por mí, que mirara si era su gusto

- Desnudame tú anda. – me lo dijo en un tono que no me agradó, la desnudé no con mucha delicadeza y le pedí que se acostara para empezar.

- No, espera antes quiero que me hagas un masaje en los pies entre los dedos – agarré un poco de crema para pasarle, cuando me largo – no necesitas crema, con la saliva basta.

- Qué ¿quieres que te escupa?

- No, que me pases la lengua entre los dedos, eso es lo quiero

- Pues vas a tener que buscarte a otra – mientras buscaba la ropa para vestirme.

- Yo te pagó para que hagas lo que quiero – y mientras decía eso me agarró del brazo con fuerza, la dejé que me llevara hasta que en un momento la di vuelta con una llave y la tuve con la cabeza contra la pared, y el brazo doblado en la espalda a punto de sacárselo.

- Si no te quedas quietecita vas a tener que buscar tu brazo en el retrete para que te lo coloquen nuevamente, escoge.

- Está bien, está bien suéltame que no pasa nada – la solté y me alejé como para tener una línea de defensa, quedó sentada con una sonrisa – cómo hiciste, mira que yo de esto se bastante, pero eres súper ligera.

- Puedo llegar a ser peor, mejor no me busques las pulgas – se echó a reír.

- Bueno fierita, calmate que no fue nada, pero ¿qué haces porque te vistes? Me lo preguntaba cómo extrañada.

- Me visto porque me voy que no voy a salir desnuda.

- Espera, espera, no te vayas, te dije que te iba a pagar y el dinero te lo vas a llevar, olvidate de lo que pasó; te digo que si me lamieras los pies te lo hubiese dado y no te hubiese dejado hacerme nada.

- Tú estás loca, ¿entonces para qué hiciste eso?

- Lo hice porque de obsecuentes ya estoy harta, yo soy comandante en la base de Rota, y podría encontrar un montón que me lamería los pies.

- Y entonces para que me llamaste a mí.

- Porque quiero estar con una mujer de verdad, las que te digo harían cualquier cosa, y después te extorsionarían con denunciarte por acoso, es una escalera donde para subir, los escalones son la cabeza del que tienes al lado.

- ¿Pero te vas a contentar con los masajes?

- Si no hay más remedio ¿Qué me queda?

- Esta bien, ponte – se puso boca abajo y me dediqué a mi trabajo, era un cuerpo especial, no por un trabajo de Gim, era como si esos músculos estuvieran en constante movimiento, como una deportista que está entrenándose continuamente. Los músculos le temblaban, parecía que su columna absorbía la energía de mis manos, cuando llegué a sus glúteos fue soltando un suspiro largo mientras se los amasaba. Dejé correr mi mano por su perineo hasta llegar a su vulva, eso era un charco de fuego, y hundí mis dedos en la caldera que era su vagina, escuchaba esos rugidos que la hacían parecer a una leona en celo, se levantó sobre sus rodillas y apenas llegué a acariciarle el clítoris, cuando sentí que se derramó en mi mano.

- ¿Sabes cuánto hacía que una mujer no me hacía tener un orgasmo así? – me dijo con una sonrisa de felicidad

- No sé, pero se nota que lo necesitabas.

- ¿Y cuánto! ¿te puedes quedar un poco más?

- Si mujer si aún ni vamos por la mitad

- Ponte a mi lado, dejame descansar un poco – me acosté a su lado y se acercó para olerme el cuello

- Dios, que bien hueles, ¿sabes lo que sería levantarse a la mañana y oler este aroma tan especial.

- Te digo la marca, te lo compras y tienes el aroma especial cuando quieras.

- No, los perfumes no tienen vida, tu sí, en ti todos los olores deben ser especiales.

- Uhm… no exageres

- No exagero, ando siempre volando y ningún avión me pudo llevar hasta donde me llevaste tú – estaba excitada, estaba sacando todo el repertorio seductor, yo me daba cuenta, pero me gustaba, decidí premiarle el empeño.

Estábamos las dos de costado tocándose nuestros pechos pero yo con sujetador, fui bajando mi mano por su abdomen, acaricie los pocos vellos que tenía su pubis, y dejé escurrir mi dedo por su canal hasta llegar a su clítoris.

-Se apretó un poco más y cerró los ojos, la sensualidad de su cara demostraba la importancia de las sensaciones que le llegaban desde abajo, le rodeaba ese promontorio que la hacía vibrar, dejaba escurrir mi dedo entre sus labios y volvía a su punto de placer. No era una belleza y nunca lo había sido, pero le expresión de su cara tenía la hermosura de un espejo que pudiera reflejar nuestras emociones, la de ella lo reflejaba, parecía que el mundo no existía, que solamente el placer era lo que contaba, quise meterle los dedos en su abertura, cuándo la escuché.

- No, por favor sigue ahí, hazme llegar de esa forma.

Le hice caso, quería tener un orgasmo clitoriano, vi que dos lagrimas corrían por sus mejillas y se apretó contra mí, sentía su respiración en mi oído en ese momento no sé cómo podría sentir ella mi respiración en el suyo, porque si ella estaba volando, yo estaba por despegar, me llegó a clavar las uñas en la espalda.

-Por favor sigue así, no pares dejame soñar. – con una mano apretó la mía y empezó a moverse, todos esos músculos tensionados se pusieron de acuerdo para moverse al unísono en una coreografía, donde el orgasmo llevó la danza a alturas sublimes.

Ella quedó como muerta arriba mío, y yo quedé soñando, sin estar dormida, acordándome, sin saber el qué, era como si hubiese atisbado su mundo, pero sin haber podido penetrar en él. Me quedé semidormida, con la mente vacía, sintiendo el ardor que brotaba de mis entrañas, había podido ver el paraíso ajeno, pero no hice nada por entrar.

Sentí unos labios acariciando mi cuello, sentí como me desprendían el sujetador, tendría que revelarme, pero no tenía voluntad, sentí unos labios hacerse dueños de mis pezones, puse toda mi voluntad, pero no tenía fuerza, sentí una lengua lamer mis senos, ir bajando por mi cuerpo, llegar hasta donde estaba el elástico de mis bragas, sentí unos dientes tirar de ellas, y en vez de poner toda mi fuerza y voluntad para evitarlo, solamente levante el culo para que salieran más fácil.

Una boca venía subiendo por mis piernas, deslizándose como un reptil de sangre caliente, como boba se me fijó el preguntarme ¿Qué reptil de sangre caliente podía ser? Reptaba por el interior de mis muslos, se estaba aproximando a mi intimidad. Tenía que hacerlo, tenía que hacerlo ya antes que fuera tarde, puse todo mi esfuerzo y lo logré, abrí mis piernas para darle cabida al monstruo del deseo.

 Me penetró, me penetró tan suavemente que parecía que era algo que volvía a su cubil, no entraba muy adentro, pero hasta donde llegaba hacía milagros, sentía su calidez, su textura recorrer mis paredes, simplemente pensé que me volvía loca, cuando salió sentí el vacío, pero como una anguila siguió el canal que lo llevaba al epicentro del terremoto que estaba por sobrevenir en mí.

Llegó, y se engolosinó en esa candente protuberancia, ella no se quemó, pero el fuego interior mío, presagiaba un incendio de los peores, pasaba su lengua de arriba abajo con la perfección del entrenamiento, no sé porque se me ocurrió que esos músculos los podía haber formado haciendo eso, mi cabeza era un torbellino, que no asimilaba el placer que estaba sintiendo y parece que se evadía en pensamientos tontos, hasta que con sus labios me pilló la puntita y sorbió, creo que ahí fue cuando mis sensaciones cambiaron del blanco y negro al color, me agarré de su cabeza y comencé a frotarme con desesperación contra su boca, mientras se abría el grifo que aguantaba todos los deseos que ella misma me había producido. Estaba tan volada que no me quedó la menor idea de cuanto pudo ser la duración ni la escala del orgasmo, solo sentía que por ahí se me iba todo el fuego que me estaba abrasando.

Quedé deshilachada mientras que ella con prolijidad militar recogía en su boca todos los vestigios acusatorios de lo que allí había acontecido.

Desde el orgasmo de ella no había vuelto a abrir los ojos, cuando se fue difuminando la nube en que había estado encerrada mi mente, los abrí y me estaba mirando fijamente.

-Me abusé ¿no es cierto? Casi como que te violé.

- Creo que no hice mucha fuerza para evitarlo.

- Estabas muy vulnerable, era fácil, no tendría que haberlo hecho sin pedírtelo.

- Bueno, me dejas la excusa que estaba vulnerable, que no fue culpa mía.

- ¿No estás cabreada?

- No la pasé tan mal ¿tendría que estarlo?

- No, es mejor así, sobre todo para proponerte una cosa, te invito a cenar aquí, en la habitación, y después si te quieres quedar a dormir conmigo te quedas, hace tanto que no duermo sintiendo una mujer a mi lado.

- ¿A dormir nada más?

- Bueno, a dormir, si después pasa otra cosa es porque no pudimos evitarlo.

- Nunca me quedo con nadie, tampoco nunca pasa lo que paso hoy.

- Te doy cinco mil.

- ¿Porque me quieres comprar?

- Porque me parece que tienes ganas de que te compre.

- Si crees que tengo tantas ganas ¿para que me ofreces tanto?

- Silvia, tú de mí no sabes nada, pero yo de ti se bastante, un oficial de la fuerza aérea no puede arriesgarse a ponerse en manos de cualquiera. Sé que estas estudiando, que quieres juntar para ponerte un consultorio propio, y sé que no vas de cama en cama y que eres discreta. Quizá sí, pueda ofrecerte menos, o pedirte sin ofrecerte nada más de lo convenido, y a lo mejor aceptabas, tan mal no la pasaste, ¿pero sabes? para lo que gano lo que te ofrezco no es nada, y para ti es bastante y te acerca más a tu objetivo, y que quieres que te diga, yo vengo a ser como una especie de vieja vampira, que cada vez que puede beber de una joven como tú rejuvenece, sobre todo si hace años que no prueba algo tan delicioso.

- Como vamos, empiezas queriendo que te limpie los pies con la lengua, y ahora me quieres chupar la sangre.

- Oye, la sangre no, a no ser que andes con la regla.

- No seas cochina, no ando con la regla, sino no te hubiese dejado hacerme lo que me hiciste.

- Uff, así estabas como para negarte, pero mira ¿pido la cena y después me contestas,

- ¿No me vas a emborrachar y abusarte de mí?

- Si puedo sí.

- Por lo menos eres franca, pide la comida que me doy una ducha, y no te metas en el baño.

- Duchate tranquila que no me voy a meter

Me duché y me lave las bragas, estaban empapadas y no de agua, las colgué, esperaba que cuando me fuera estuvieran algo más secas. Terminé, me sequé y me puse la falda y el top, el sujetador me lo pondría después, total no lo necesitaba se sujetaban solas, cuando salí, Lisa me estaba esperando con una cerveza fría.

-Toma ábrete esta cerveza si quieres, y ya que estas vestida atiende cuando traigan la comida.

- Bueno mama vampira, vete a bañar, anda.

Me quedé sola pensando, ¿era tan fácil averiguar mi vida? y lo peor, ¿era tan fácil hacer con ella lo que se le diera la gana? Tenía que ser honesta, no hizo nada que yo no quisiera, y sin querer, me enseñó cosas de mí que no sospechaba. ¿Me quedaría? ¿y si lo hacía era por los cinco mil? Quizá tenía razón, hoy estaba con ganas de que me comprara aunque me pagara en especies.

Antes que saliera del baño llegó la cena, no me había preguntado lo que me gustaba, pero de lo que allí había me gustaba todo. El camarero me preguntó si quería que sirviera, y le dije que sí, seguro que la iba a presentar mejor que yo. Termino con su tarea y se retiró, estaba una pinturita.

La que también estaba una pinturita era Lisa, se había puesto un vestido azul oscuro, bien ceñido a su cuerpo sujeto con dos tiritas que dejaban sus hombros desnudos, una abertura en el costado que al caminar dejaban ver una pierna qué aunque ya la había visto, asomando entre la tela parecía más sugerente, me quedé mirándola con admiración, pegó un giro preguntó.

- ¿Cómo me veo?

- Muy sugerente, haces trabajar horas extra a la imaginación.

- Creeme que la imaginación mía está trabajando a tiempo completo.

- Esta falda y este top no hacen trabajar la imaginación de nadie.

- No, eso quizá no, pero las bragas y el sujetador que vi colgados en el baño da para imaginarse muchas cosas y todas lindas

- ¿Te parece si mejor cenamos? – me senté en una silla, y ella frente mío, me sirvió con galantería y comenzamos a comer mientras conversábamos. No apartaba los ojos de los míos, parecía que me estaba escaneando y me hacía poner colorada, después de lo que habíamos pasado parecía una tontería, pero no lo podía evitar.

Me sirvió vino en un copón y lo revolvió para que notara su fragancia.

-Huele que fragancia ¿Qué te parece?

- Por el olor parece vino. – se me quedó mirando con la boca abierta.

- ¿Pero no sabes reconocer un buen vino de uno malo?

- Y cómo voy a saber reconocer, si nunca tomo vino, con agua me arreglabas lo mismo.

- Bueno, está bien, la culpa es mía – dijo entre risas.

Terminamos de comer y se levantó llamándome para que vaya hacerle compañía en el sillón, me senté mientras fue a sacar del refrigerador, dos copas y una botella de cava.

-Espero que no te niegues a brindar por este maravilloso encuentro, es dulce, te va a gustar.

- ¿Me quieres emborrachar?

- Te aseguro que no, nunca te tocaría si estuvieses borracha.

- Entonces qué, ¿me emborracho para que no me toques?

- ¡No! no necesitas emborracharte, si no quieres que te toque no te voy a tocar, ¿tomas?

- Te creo, dame a ver que sabe. – brindamos y lo tomé, tenía buen sabor me recosté sobre el respaldo, y me quedé mirándola, se veía imponente, con una fuerza que le salía de adentro. - ¿te puedo hacer una pregunta?

- Házmela, y veo si te la contesto.

- ¿Cuántos años tienes? – se echó a reír.

- No se le pregunta la edad a una dama, a no ser que no pienses que soy una dama; pero te voy a contestar igual, voy a cumplir cincuenta. Muy vieja para ti, podría ser tu madre.

- Pero no lo eres, te lo pregunté porque tienes un cuerpo tan trabajado qué me cuesta creer que tengas 49 años. Te veo esa pierna asomando por el costado y es una pierna de una mujer mucho más joven.

- Eso es el entrenamiento, pero los años están.

- Pues cuando te miro no los veo, eres tan rápida.

- No te confundas, el entrenamiento te da resistencia, te vuelve más dura, pero rapidez la tuya, qué cuándo fui agarrarte con dos movimientos me dejaste en penitencia contra la pared.

- Eso porque no estabas avisada, pero ciertas cosas las mueves muy ligero, se ve que entrenaste muy bien. – se echó a reír.

- Eso no es entrenamiento, es ganas, ¿se notaba ríspida, correosa? Eso es lo que te deja mucho entrenamiento.

- No, creo que no estaba correosa ni ríspida, me pareció bien suave.

- ¿No estás segura? Ven prueba y me dices – se pegó a mi boca, mordía mis labios con los suyos hasta que di cabida a su lengua, me defendí como pude enroscándola con la mía, me agarró del trasero hasta que consiguió ponerme a horcajadas sobre sus rodillas.

- ¿La notaste ríspida o así?

- No sé, dejame probar de nuevo. – volvimos a besarnos, pero ahora sus manos ya no estaban quietas acariciaba mi espalda con una y mi culo con la otra.

- ¿Te vas a quedar a dormir?

- ¿Vamos a dormir?

- Después de – nos despegamos para que pudiera sacarme el top, ahora sus labios navegaban por mi cuello, siguiendo la línea de la clavícula que la conducía derecho a mis senos, su boca sabia, se adueñó de ellos haciéndome delirar de deseo. ¿cómo esa mujer que tenía la edad de mi madre, qué no era una hermosura, podía despertar pasiones que desconocía? Siguió degustando mis senos, mientras sus manos subían por mis muslos hasta llegar a mis caderas.

- Cariño, no quiero imaginarte más, parate que te saco la falda – me paró con facilidad sobre el sillón quedando mis pies en cada lado de sus piernas, soltó la falda que se deslizó hasta estas y delicadamente me fue levantando los pies para sacarla, se quedó mirando mi sexo – qué bello, qué joven da gana de hundirse en él y quedarse para siempre – estaba como hipnotizada, tiró de mí hasta hundir su cara entre mis piernas, la estabilidad me fallaba y si no me sujetara férreamente seguro me caía. Fue recostando la cabeza sobre el respaldo, al tiempo que pasaba una de mis piernas sobre el haciendo que mi vagina quedara a caballo sobre su boca.

Mi pubis tenía vida propia y se movía buscando más de lo que me estaba dando, parecía que esa lengua estaba en todos partes. El calentón que me había dado, es cómo que hiciera más un año que no tuviera sexo, me apreté las tetas y de allí sentía que salía una corriente que iba hacer cortocircuito en mi coño.

-Lisa, me voy a correr cariño.

- Correte que estoy esperando para beberte. – esas palabras me volvieron loca, y su boca en mi abertura haciendo diabluras hizo que todos mis jugos se escurrieran dentro de ella. Quedé con las dos manos apoyadas en el respaldo, seguía buscando más, parecía una sedienta en un oasis, y su oasis era yo. Me corrió para delante haciendo que su lengua acariciara mi perineo llegando hasta mi ano, completamente descubierto ya que me sujetaba apoyada en mis glúteos, jugueteaba en mi puertita trasera.

- Lisa, ¿porque haces eso?

- Porque te gusta. – me callé la boca, realmente me gustaba, era una cosquillita que me atrapaba, revitalizando todo el sistema placentero. Estuvo el suficiente rato para que mis ganas se hicieran notar. Ya estaba dejada, que hiciera de mi lo que quisiera, fuera lo que fuera sabía que el gozo estaba asegurado, y gocé, gocé cuando me pasaba la lengua por el culo, gocé cuando la uso para penetrar mi coño, gocé cuando hizo el más hermoso ballet en mi clítoris, y gocé más cuando descargué todo mi gozo en su boca.

No podía más, saque la pierna del respaldo y me deje deslizar hasta quedar sentada sobre ella, yo estaba agitada, pero Lisa quedó con la cabeza apoyada boqueando como un pescado cuando lo sacan del agua. Tenía la cara empapada, la empecé a secar con mi lengua, con los ojos cerrados, una sonrisa tontarrona asomaba en sus labios, le bajé las tiras del vestido y sus tetas saltaron como resortes, joder parece que el entrenamiento ahí sí que anduvo, había algo de musculatura, pero había mucho más de teta y no podía ocultar la femineidad de la que me iba aprovechar.

Chupé, lamí, mordí, mientras iba metiéndole mano entremedio de su vestido llegué a su cuevita e introduje un dedo mojándolo para suavizar el camino qué me llevaría hasta el clítoris, que ya sabía que era su debilidad.

Sería su debilidad, pero no la mía, quedó despatarrada disfrutando la mamada de tetas que le estaba pegando cuando mis dedos volvieron a incursionar en el agujero oscuro, con delicadeza, pero de a poco empujando un poco más.

-Silvia, por ahí no quiero.

- Pero yo sí, y ahora soy yo la que está al mando, - con la otra mano le masajeaba su montecito, eso lo sabía hacer bien y se fue relajando, pegó un saltito cuando entró la primera falange, después se terminó de acostar y solita fue encogiendo las rodillas abandonando todo a la buena de dios, o más bien a lo que podía hacer con mis manos.

Entusiasmada como estaba chupando esas divinas tetas, no dejaba de meter y sacar el pulgar de su vagina y el dedo corazón de su culo, separados los dos por la fina tela que no dejaba que se mezclara uno con otro.

- ¿Qué me haces Silvia, que me haces?

- ¿Quieres que pare?

- Ni se te ocurra, pero me estás matando, sigue corazón, matame no me importa ahhhh…me viene Silvia, me viene… agggg… me voy…ya……

Me agarró la cabeza con fuerza y me hizo despegar de sus tetas, para pegar su boca contra la mía y soltar el gemido más escandaloso. Me lleno de su saliva, de los jugos que me había robado del aliento más profundo que vaya a saber de dónde le salía, y después lo recogió nuevamente con la lengua buscando en todos los recovecos de mi boca.

 Quedamos las dos destruidas descansamos un rato hasta juntar fuerzas para ir hasta la cama. Nos acostamos muertas de cansancio.

-Te dije que por el culo no – me reprochó

- ¿Si no te gustó, lo disimulaste muy bien?

- Si, me gusto porque lo hiciste tú, pero para nosotras, por ahí solo las maricas

- Pero si eres mujer ¿cómo vas a ser marica?

- Bueno no sé, pero el ejército es un sitio aparte, tu no se lo digas a nadie

- No se lo voy a decir a nadie, pero la próxima vez te voy a meter toda la mano qué si la aguantas demuestras que eres bien hombrecita.

- ¿Te callas o no me vas a dejar dormir?

- Después de.

- Noooo ten piedad soy una viejita que no puede más con su alma.

- Pues bien que te aprovechaste de la mía. Pero no me voy a vengar, dame un beso y hasta mañana – me dio un beso

- Hasta mañana, pero mira que si quieres más yo aguanto

- ¿Que aguantas? la que podía ser mi mama, a dormir mama degenerada. - Y así lo hicimos abrazadas las dos.

Estaba en lo mejor de mi sueño cuando siento que me zamarrean.

-Bebé, despierta son las ocho.

- Son las ocho, ¿y que tienes que hacer? Yo hoy no voy a la Uni.

- No tengo nada que hacer, pero en la base siempre me levanto más temprano.

- Lisa, por favor olvidate de la base por hoy y dejame dormir un poco más.

- Perdoname bebé, es la costumbre, pero tu duerme que yo te cuido.

- Dejame ir al baño y no necesito que me cuides, solamente dejame dormir.

Me levanté, fui al baño, hice lo que tenía que hacer, y me lavé para quitarme un poco el olor a sexo. Volví a la cama y Lisa me reprochó.

-Bebé, te lavaste que pena, con lo rico que olías.

- Mami, no te vendría mal que tú también te lavaras que tienes un olor a coño que lo deben oler en la base de Rota.

- Esta bien, si no te gusta me voy a lavar y después vengo que tengo ganas de disfrutarte.

- No, por favor dejame dormir que me muero de sueño.

- Tú duerme, que solamente sintiéndote a mi lado ya es un disfrute – enseguida que se fue al baño me quedé dormida, no sé el tiempo que pasó que sentí que me pasaba un brazo por el cuello y me atraía contra su pecho.

- Por favor, ahora no, dejame dormir.

- Duerme, solamente quiero sentir mi bebé entre mis brazos – apoyé mi cabeza contra su hombro y seguí durmiendo.

No sé cuánto tiempo estuve en el país de los sueños, pero me despertó un ruido como de una serradora. Abrí los ojos y me fui despegando de a poco y ahí estaba Lisa despatarrada, roncando como un cosaco. La que se levantaba temprano, cuando le agarraba el segundo sueño era peor que un marinero.

La dejé dormir, quizá eso se lo permitía muy pocas veces. Eran como las once, hora de irme, fui al baño, me di una ducha. Las bragas y el sujetador ya estaban secos me los puse, y en el sillón encontré la falda y el top y terminé de vestirme. Sobre la mesa estaba el sobre con el dinero.

Volví a la habitación y me senté en el borde de la cama, el sueño dulcificaba sus facciones, una tenue sonrisa se colaba entre sus ronquidos. Las tetas desafiantes a los años, se erguían orgullosas, le pasé la palma de la mano y el pezón salió descarado, lo mismo pasó con el otro, ahora discontinuaba los ronquidos con profundos suspiros mientras separaba un poco más las piernas.

 Debía estar soñando algún sueño húmedo, ¿y si le ayudaba a soñar? Mojé mi dedo con saliva y lo pasé por sus labios mayores buscando llegar a su abertura, volví a mojarme ahora todos los dedos fui deslizando por el perineo hasta llegar a su coñito desde el otro lado, llegué a su cuevita y despacio fui introduciendo dos dedos en ella; se ve que el sueño le gustaba porque empezó a encoger la rodilla, dejando más libre el camino.

Estaba empapada, una vez que entraron las yemas lo demás se fue deslizando solo. Ahora no roncaba más, solo gemidos se oían, era una música que me gustaba, y porque no, me calentaba. Verla respirando profundamente haciendo que esas tetas me hipnotizaran al punto de no resistirme, fue mucho para mí. Total, se iba a despertar lo mismo. Mordí con mis labios esos turgentes pezones, y sorbí haciendo que mi boca se llenara con su seno, mientras que mis dedos dentro de ella se movían circularmente acariciando sus paredes y el pulgar aleteando sobre el clítoris que era su punto débil.

Se despertó jadeando pero no movió el cuerpo, dejándome seguir con mi cometido, me acariciaba el pelo mientras que la otra mano se aventuraba en mi muslo buscando llegar a partes más privadas.

-Bebe ¿qué me haces?

- Lo que hacen todos los bebes, tomar la teta

Todo era ralentizado, mis dedos se retozaban en la suavidad de su almejita, lentamente sus piernas se abrían cada vez más, y su pubis pegaba saltitos buscando por las suyas el contacto de mi pulgar en su promontorio.

Era todo en cámara lenta, y en cámara lenta su mano se colaba entre mis bragas. Mucho no podía durar, me agarró la cara con las dos manos y me cambió de teta, cuando iba nuevamente a meter la mano entre mis piernas, le llegó el orgasmo.

No fue apasionado como el segundo, no fue violento como el tercero, fue un orgasmo tranquilo, largo, tierno. Apretó su cara contra la mía, y se dejó ir apretando mis dedos con los músculos de su vagina.

-Bebe ¿Qué me hiciste? ¿cómo hago ahora para olvidarte?

- ¿Tanta necesidad tienes de olvidarme? Yo te voy a recordar siempre como la mami que me enseñó a gozar de otra manera. – ahora me tengo que ir.

- Espera, dejame el recuerdo de tu aroma – me atrajo, me levantó la falda y aspiró fuertemente, tocó con la nariz las bragas – están mojadas ¿cómo te vas a ir así, te vas a mojar la falda. – me lo decía sin dejar de oler.

- No importa voy en el coche y bajo en la puerta de casa ¿Quién se va a dar cuenta?

 - Dejámelas como recuerdo de este encuentro.

- Pero cómo te las voy a dejar y me voy con todo al aire.

- Si te subes al coche y te bajas en la puerta de tu casa, que importa.

- No seas fetichista, una cosa es andar con las bragas mojadas y otro andar con el coño al aire.

- Silvia – dijo apretando su cara contra mi pubis – te doy lo que me pidas si me dejas comerte el coño una vez más y me dejas las bragas.

- Tú queriendo comprar todo; todo tiene precio.

- No, sé que no tienes precio, pero te deseo y hago lo que puedo ¿aceptas? - La miré, parecía un perrito famélico mirando un bocadillo

- Acepto pero no me quito la falda, ¿cómo quieres? – puso una almohada arriba de la otra y apoyó la cabeza.

- Ponte arriba mío que no me quiero perder nada.

Puse mi coño en su boca y me dejé caer, ella me sostenía a su gusto. Tenía la falda levantada y podía mirar sus ojos fijos en los míos, sentía que la calentura me desbordaba, Lisa ya estaba mirando para adentro con los ojos cerrados, utilizaba los demás sentidos para gozarme; ya estaba por correrme cuando dejó el coño y se fue a lamerme el culo.

Eso me desesperaba de gusto, pero retrasaba el orgasmo, volvía a mi vulva y se regodeaba con mi clítoris, pero tan pronto notaba que me iba a correr me volvía hacer lo mismo, no es que no me gustara, pero me tenía de los nervios, parecía una plancha a punto de quemar la tela.

-Lisa, no seas hija de puta, hazme correr ya. – escuché su risita, pero dejó mi culo en paz, y con la misma suavidad siguió recorriendo el trayecto desde el punto que más me hacía llegar al placer hasta donde lo descargaba.

Ahora era yo la que quería que durara, pero por más que hice fuerza para reteneme, esa catarata pudo más que yo. Me corrí; me corrí con una intensidad que parecía que me estaba meando, Lisa se desesperaba para que no se le perdiera nada y lo conseguía, su lengua estaba en todas partes dándome un placer extra.

Cuando recobramos la respiración, me miró con ternura

-Gracias bebé por darme esta oportunidad, si vuelvo a venir por aquí me gustaría verte.

- Avisame con tiempo, voy a lavarme y me voy que se me hace tarde.

- Espera, ven que te seco – me agarró del culo y me atrajo para secarme con las bragas - ¿me las dejas verdad?

- Si, te las dejo no se para que te van a servir.

- No importa, yo sí sé – se las llevó a la nariz y aspiró con fuerza.

- Dime cuanto te debo

- No, esto lo hice porque lo deseaba, y las bragas van de regalo. – se paró cómo un resorte.

- ¿Me dejas darte un beso?

- Tampoco te dejo, el beso te lo doy yo, le agarré la cara y apreté mis labios contra los suyos hasta que su lengua encontró espacio para profanar mi boca, fue un señor beso, esta mujer estaba bien entrenada, nos despegamos y era hora de irme

- Adiós bebé

- Adiós Mami – le soplé un beso y me fui.

Salí contenta, en una noche había recaudado cinco mil euros, había despreciado otros y estaba contenta por haberlo hecho, pero sentía un cargo de conciencia que me roía, había gozado como una presidiaria, y Marce estaba en su casa aguantando el deseo hasta pusiera nuestro consultorio y dejara esto.

Los cinco mil me acercaban a mi objetivo, pero yo no había gozado por los cinco mil, lo había hecho porque sí, le había metido los cuernos de mala manera. Me consolaba convenciéndome que yo no busqué esa situación, estaba ahí, y este oficio es peligroso.

A la tarde estuve ayudando a Claudia, me invitó a cenar, pero me excusé, cuando llegué a casa en la portería había un ramo de rosas y una caja.

-Toma esto lo trajeron para ti – me dijo la portera – parece que tienes un admirador, que suerte a mi hace años que nadie me regala flores.

Le sonreí saque dos rosas del ramo y se las di

-Para que no digas que nadie te regala flores. - subí a mi departamento y abrí la caja, tenía adentro dos conjuntos de lencería fina Victoria Secret y una esquela que me hizo sonreír, “yo solamente te puedo regalar las bragas el aroma se lo tienes que poner tú”

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