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La Crisis 12

en Lésbicos

 Las lágrimas le corrían por la cara, que me daba pena verla, pero tenía que reaccionar rápidamente, antes que se profundizara la crisis.

Le grité en un tono airado, cómo para que escuchara más allá de su llanto.

. – Mira Ana, no me jodas, tu podrás estar medio loca, pero de idiota no tienes nada – se quedó mirándome angustiada, era una frase fuerte para la situación de ella, pero es que necesitaba que me prestara atención, más allá de lo que se le había metido en la cabeza, (que después de lo que había leído tenía su lógica) – eso que leíste tu era un compendio académico, y si en alguna parte mentí no fue a ti, sino en los artículos que estuviste leyendo, y lo sabes.

. - ¡A sí! Yo sé; yo sé que la pared que pintaste, solamente fue una forma de llamar mi atención: que venías a pasar esos papeleríos, solamente para ganarte mi confianza: que me sacas a pasear solamente para que me acostumbre a la gente, y seguramente me lleves a casa de tus padres para terminar de ganar mi confianza. ¿Acaso pones ahí que te gusta lo que pinto para ti? ¡No! eso no, es que quizá ni te gusta, quizá solamente los analizas porque te los pintó una loca que te ayuda a ganar experiencia, ¿pones que sientes que eres mi amiga como dices? Tampoco ¿Cómo vas a ser amiga de una loca? - se tiró en la cama y los sollozos llegaban a lastimarme.

. – Ana; porque no te dejas de decir tonterías, ¿Qué querías que pusiera: que dormimos juntas: que vienes a mi casa y comemos y tomamos juntas: que salimos al teatro y para más con otra psicóloga, y nos vamos a cenar por ahí; ¿no sabes que nos está vedado éticamente atender a amigos o familiares, porque cuando tienes sentimientos por una persona dejas de considerar los problemas con objetividad? ¿Cuánto te crees que me puede durar la licencia si pusiera ahí lo que siento por ti?

. - Lo que sientes por mí ¿Qué es lo que sientes por mí para pensar que no soy una paciente más? – me preguntaba más con sus ojos llorosos, que con sus palabras.

. – ¿Que siento…? Siento… lo que se siente hacía una gran amiga, a alguien que quiero mucho, a alguien que cuando duerme conmigo me hace sentir que también a mi alguien me quiere – y ya poniéndome más emperrada – a alguien que no mando a la mierda, a pesar de romperme los apuntes de casi todo un año; y para que te enteres, si no pinte esa pared, fue porque la vieja me saco a escobazos apenas empecé. Y ahora déjate de tonterías y vamos a comer que lo que traje te va a gustar.

Me fui a la cocina, me puse a servir la comida sin estar segura si esa forma de tratarla había dado resultado; al rato llegó, con los ojos todavía llorosos, cabizbaja, apoyada en el vano de la puerta, me preguntó.

. - ¿De verdad no soy una paciente más para ti?

. – Ven, siéntate, ¿a ti te parece que yo voy a traer a mi casa a cualquier paciente por el hecho de serlo? ¿te parece que voy a llevar a casa de mis padres a cualquier persona que no sienta que es especial para mí? Mira; olvidemos todo y ayúdame a comer estas gambas con salsa y dejemos todo lo demás que el hambre aprieta.

Se quedó un rato dubitativa y al cabo me habló.

. – Sara, tampoco es que lo haya hecho picadillo, puedo juntar los pedazos y recomponerte todas las hojas.

. – Déjalo, total de esa sarta de mentiras nada bueno podía sacar; eso servía para saber cómo cambiaste tú, pero también para saber cómo cambié yo respecto a ti; no te olvides que cuando te conocí, para mí, eras solamente un desafió; y ya ves, ahora…ahora – alcé los hombros como interrogándome, mientras un suspiro me salió porque se le dio la gana – ahora eres mi mejor amiga; la persona que más me gusta tener a mi lado, y no te creas que es poco, por lo menos para mí. Y… anda, ahora a comer, que tampoco hice esto para comerlo yo sola, vamos.

Se sentó callada, pero una tenue sonrisa de satisfacción se perfiló en su rostro, una sonrisa que atenuaba mi ansiedad, de cómo se sentiría después de haber encontrado los apuntes. 

Comimos tranquilas, mientras conversábamos del día de mañana y lo que teníamos que llevar ya que eran varios días con los carnavales. Se notaba exultante, cómo si hubiese pasado una prueba importante, cuando la que realmente la había pasado era yo.

 Lavamos la vajilla, miramos algo de tele, ella apoyada en mi hombro (algo a lo que me tenía acostumbrada) pero que si no lo hacía, me causaba una sensación de vacío.

Decididamente estaba colada por mi paciente favorita. Nos acostamos, y prácticamente con su abrazo se me tiró encima, era un aplastamiento gratificante, sentía su calidez, y cómo mi cuerpo reaccionaba a su proximidad, y cómo partes de mí que no tenían nada que ver con el contacto, reaccionaban de manera ardorosa. Al fin me quedé dormida, se ve que la tensión creada por el descubrimiento de los apuntes, calo más en mí que en ella.

Me desperté a medianoche, me sentía extraña, Ana se había levantado, el baño estaba en mi cuarto, por lo que, si la luz estaba apagada, no estaba ahí. Me levante preocupada, después del día que pasamos, cualquier despiste era probable, recorrí la sala, la cocina, no estaba, me empezaba a inquietar cuando escuche ruidos en mi despacho, me aproxime despacio y entre el espacio que dejaba la puerta entornada vi que estaba con la impresora. Entré de golpe, se asustó, me miró cómo si la hubiese descubierto haciendo algo malo.

. – Pero ¿qué estás haciendo a estas horas? Porque no estas durmiendo que mañana tenemos que viajar, - se puso colorada, no sabía que decirme, tuve que insistirle a que me contestara.

. – Es que se el lio que te hice, pero los pedazos son bastante grandes y pensé en empalmarlos, y si los fotocopio, se van a poder leer y te los escribo de vuelta, y te remedio el desastre que tienes por mi culpa.

. – El desastre lo estás haciendo ahora, no duermes y no me dejas dormir, y mañana tengo que conducir como tres horas, y yo con sueño y tu seguro dormida.

. – Perdona yo no quise hacer ruido yo quería que tu durmieras tranquila. - dijo apenada.

. – No hiciste ruido, pero ¿cómo quieres que duerma tranquila si la que me tiene que tranquilizar está por ahí de editora en vez de quedarse a mi lado?, aparte te dije que eso no tiene tanta importancia y si la tuviera, podíamos hacerlo entre las dos.

. – Es que esto es solamente culpa mía y lo quería remediar.     

. -Eso no es culpa de nadie, fue un mal entendido; ¿sabes lo que es culpa tuya? – me miró con una carita compungida- que yo este despierta a estas horas, discutiendo con la persona que tenía que acompañarme a dormir.

. - ¿Todavía lo puedo remediar? – preguntó con una sonrisita

. – Si te apuras si, así que mejor que te quites de ahí y a la cama, a ver si me duermo enseguida.

Salió apurada a esperarme en el dormitorio, apenas me acosté me abrazó, apoyó sus labios en mi frente como si fuera una niña, mientras me alisaba el pelo, mi cara estaba casi contra su pecho, y a pesar que mi cuerpo se enardecía por sitios no muy candorosas, la ternura de sus caricias me pudo, y al fin el sueño me ganó.

Nos despertamos no muy temprano, el ajetreo de la noche nos cobró su cuota. Nos levantamos apuradas, hable con mi mama para avisarle que íbamos retrasadas, nos preparamos lo más rápido posible y partimos. No es que fuera una distancia enorme, pero no me iba eso de la fórmula 1, por lo que me cuidaba de pasarme de la velocidad permitida. Conversábamos, o más bien me preguntaba de cómo tomarían mis padres su presencia, traté de transmitirle mi calma, porque estaba segura que no iba a tener ningún problema, creo que la fui convenciendo y quitándole el miedo.

 Puse música para distender el camino, y en general la pasamos bastante bien, yo cantando y ella riéndose de lo mal que lo hacía.

Al fin llegamos, estacioné enfrente de la puerta, di la vuelta y le abrí para que bajara, mi mama ya nos estaba esperando y salió a recibirnos, Ana estaba un poco acoquinada atrás mío, pero mi madre enseguida fue por ella a sacarle los nervios.

. – Hola, ¿así que tú eres la famosa Ana que siempre nos cuenta Sara de ti? Mientras la saludaba con dos besos

La miró asombrada, como extrañándose de que les hubiera hablado tanto de ella, pero a pesar de eso contesto con bastante aplomo.

. – Bueno, doña Elena, que le haya hablado puede, pero que eso me haga famosa, no creo.

. – Pues, aunque no te lo creas, aquí si lo eres, si eres famosa para mi hija, lo eres para nosotros. Pero te aviso, no me cuelgues la doña que quiero disimular los años. - le contestó riendo.

. – Pero ¿Qué tiene que disimular sí parece más joven que su hija?

. – Hay niña, sí que aprendiste a mentir bien rápido.

Cuadraron la una con la otra perfectamente, veía que ni mi madre ni Ana tenían que hacer algún esfuerzo por tratarse con cariño, les salía tan natural que me asombraba.

 Después de bajar el equipaje, nos cambiamos y fuimos a la cocina donde mama estaba terminando de hacer la comida. Olía rico, y Ana enseguida se acercó a preguntar qué y como lo hacía, a mama le hizo gracia el interés y así se lo tomó, no tardó mucho rato para estar anotando la receta; yo sin demostrarlo por adentro estaba saltando de contenta.

 Cuando ya casi estaba todo listo llegó mi papa, se lo presenté, pero la noté tensa, se le quedó mirando como con temor. Papa se dio cuenta y acercándose la saludó.

. – Ana, ¿a qué te acuerdas de mí?, yo estuve cuando caíste enferma y siempre dije que te ibas a curar, y me alegro el haber tenido razón, te veo fabulosa. Ya era hora que te aparecieras por aquí y no solamente saber de ti por lo que comentaba Sara, que buena propaganda te hizo.

Se ve que cuando lo vio lo asocio a parte de su pasado, y realmente si lo era, pero no de la parte que le causo tanto daño.

 Vi cómo se relajó y lo saludó con un beso. Yo respiré tranquila, sobre todo al verlos conversar amigablemente, aunque notaba que mi papa evitaba sacar el tema de la situación de ella.

Comimos en un ambiente muy agradable, eso me hacía feliz y en casa lo notaban. Habíamos empezado tarde y tarde terminamos, entre postre, café y sobremesa, se nos hizo las seis de la tarde.

 Sonó mi móvil, era Alicia protestando porque no le había avisado que llegué y que ella venía para casa. A los diez minutos entró como una tromba, primero saludó a mis padres y luego vino por mí.

. - ¿Así que si no te llamo tu ni noticias? Que buena amiga que eres ¿no? - Ana la miraba desconcertada – Y tú debes ser la dichosa Ana, oye, pero aun eres más bonita de lo que decía esta, con razón te nombraba tanto.

No sabía dónde meterme, más bien dónde meternos, porque si mi cara estaba colorada la de Ana no lo estaba menos. Mis padres se reían sin disimulo.

. – Anda, siempre tan exagerada, no sé cómo te pueden aguantar los críos.

. – Pues para que sepas, me aguantan los críos, y otros que no son tan críos me aguantan igual, y a ver si espabilan que esta noche tenemos que empezar el carnaval cómo la gente.

De ahí en más, todo fue un aquelarre, tenía planes hasta la llegada de la primavera, empezamos a elegir lo que ponernos esa noche, ya que de baile seguro que íbamos.

 Ana trajo poca ropa, pero la mía, aparte de quedarle un poco más corta le entraba cómo un guante. Alicia me revolvió todo, pillaba lo que le parecía que le iba a servir a Ana y pedía que se lo probara, esta iba al baño se cambiaba y salía cómo una modelo, a las risas.

 Cuando quedamos con lo que llevaríamos solo faltaba Alicia para ver que se ponía. Salió corriendo para su casa y nosotras la íbamos a buscar después. Nos quedamos riendo.

. - ¡Si! Que son toda buena gente, debe ser lindo vivir así.

. – El mundo está lleno de buena gente, también la hay mala, pero cuando andes conmigo te vas a tener que acostumbrar a la buena.

. - ¿De verdad anduviste diciendo que soy linda? Me preguntó mirándome a los ojos.

. – No tenía por qué mentirles ¿Por qué no se lo iba a decir?

. – También le hablaste mucho de mí a tus papas.

. – Ana, mis papas saben de toda la gente que realmente es importante para mí, porque si es importante para mí, es importante para ellos.

. – ¿Entonces yo soy muy importante para ti?

. – Pues sí que lo eres, muy… pero muy…importante, y ahora vamos a terminar de arreglarnos, que si no pasamos a buscar a Alicia rápido, se viene con los bomberos, vamos a maquillarnos.

. – Pero es que yo no sé maquillarme.

. – Deja que lo hago yo, que mucho de eso no sé, pero total, ya es carnaval.

Terminamos de arreglarnos, realmente con el maquillaje creo que la cagué, me gustaba más a cara limpia, se miró al espejo y le dio la risa, pero cuando la quise remediar me pidió que la dejara así, se veía más cómica, y no sé si era por el carnaval o que, la cosa que no le importaba.

Ya era tarde, pasamos por casa de Alicia, nos recibió la madre nos hizo pasar, la presenté y quedó encantada, también estaba el hermano Víctor, que siempre estaba tras de una falda, cuando vio a Ana se vino como un oso a un panal, pero lo saludó cordialmente, sin darle mucha entrada.

 Pasamos a la habitación de Alicia; ya estaba preparada, así que salimos sin más, antes que el hermano volviera a la carga.

 Primero fuimos a un bar de tapas, para comer algo y hacer tiempo, ya que era temprano para la disco. Estuvimos conversando alegremente hasta que se nos hizo la hora, y luego a bailar que tocaba.

 Entramos al lugar; ya estaba casi lleno, conseguimos una mesa un poco alejada de la pista, y tomamos asiento; pedimos un combinado medio suave, no era mi intención emborracharme.

 La música no era tan ruidosa como en otras discos y se podía escuchar, digamos que era un ambiente agradable y lo elegimos para no espantar a Ana con tanto barullo, que no estaba acostumbrada. En eso apareció Víctor con dos amigos.

. – Pero mira quien está aquí, mis hermanitas con la amiga más hermosa que le conozco.

. – Oye…que yo no soy hermana tuya.

. – Bah, es como si lo fueras, que hacen que no bailan, no me digan que vinieron a mirar nada más, vamos que los carnavales son para disfrutarlos, a ver Ana ¿vienes a bailar conmigo?

. – Pero es que yo no sé bailar, por lo menos esto.

. – No importa yo te enseño, vas a ver que de esta, sales tan buena bailarina cómo bonita.

Me miró cómo pidiéndome permiso, un poco cohibida y colorada por el piropo.

. – Anda, diviértete que a eso venimos.

No es que me haya gustado mucho, pero dentro de lo lanzado qué era Víctor, sabía que por ser amiga mía la iba a respetar más que cualquier otro que le iba a meter mano en cuanto se descuidara.

 Los amigos nos sacaron a bailar a nosotras, qué a eso vinieron y aceptamos, eran simpáticos y Antonio el que salió conmigo, también gracioso. La pista estaba bastante llena y nos mezclábamos entre todos, mientras iba esquivando los tejos que me tiraba mi acompañante, nos acercamos a donde estaba Ana.

 Noté como si me vigilara, bailaba con gracia, se ve qué tenía ritmo para la música, pero no estaba muy conforme con las indirectas de Víctor. La pobre no sabía que de eso se trataba el juego de la seducción, y tomaba cómo algo más acosante lo que eran insinuaciones sin ningún peligro.

 Cambiaron a una música lenta, y me disculpé, diciéndole que eso no era lo mío, me insistió un poco por galantería, pero se dio cuenta que no era bocado para esa noche,  me acompañó a la mesa y se fue a la barra a buscar más suerte. Enseguida llegó Ana y se excusó porque no estaba acostumbrada y se cansó mucho, se sentó al lado mío mientras Víctor iba a buscar unas bebidas para todos.

. – Puf…es medio pesado, sácamelo de encima, un poco más ya se quiere poner de novio.

. – Siempre hace lo mismo, pero no te asustes que con nuestra amiga no se va a pasar. - le dije riendo – con cualquiera que bailes te va a pasar lo mismo, pero otro quizá se quiera aprovechar.

. – Pues entonces me quedo sentada o me enseñas tú, a no ser que hayas quedado con tu chico.

. – Oye que aquí no hay ningún chico mío, por lo menos que yo sepa.

. – Pues te vi tan entusiasmada bailando con el tal Antonio, qué pensé que tenías algo.

Me quedé mirándola sorprendida, se notaba ofuscada o algo parecido a los celos.

. – Ana, que me veas divirtiéndome bailando con un hombre, no te da derecho a decirme que soy su chica - le remarque seria – también estoy contigo y no eres mi chica ni yo la tuya – me miró con pena y agacho la cabeza – vamos, no te pongas así que venimos a divertirnos, si quieres después bailamos entre nosotras así prácticas, que no te sale nada mal.

. - ¿Entre nosotras? ¿y no dirán nada?

. - ¡No! ¡mira! Aquí cada cual baila a su aire, unos vienen a pillar algo, pero otros solamente a divertirse, mira ahí viene Alicia. - en ese momento llegó Víctor con las bebidas.

. – ¿Trajiste algo para mí? Le preguntó Alicia.

. – Que, ¿no me digas que Gustavo no te invitó con una bebida? Le voy a decir que no sea tacaño.

. – A tu amigo Gustavo, dile que le vaya a tocar el culo a su madre, que si todos tus amigos son así, poco favor te hacen.

. – Oye que yo no soy cómo ellos y lo sabes. - Dijo avergonzado

. – Entonces no sé porque te juntas, por algo será. – contestó enfadada

. – Me estás haciendo quedar mal ante Ana.

. – Peor te hizo quedar tu amigo ante tu hermana, vete a pedirle explicaciones a él, y nosotras nos vamos que por esta noche ya tuvimos bastante, ¿vamos chicas?

Se paró, agarramos las carteras y nos fuimos, salimos a la calle y fuimos al coche.

. – Ali ¿Qué pasó que arrancaste así?, todavía es temprano.

. – Me pareció que ninguna nos estábamos divirtiendo, y podemos ir a otro lugar sin moscones alrededor – propuso con una sonrisa.

. – Pues la verdad que tienes razón, dime a donde vamos que le prometí a Ana que le iba a enseñar a bailar y me quedé con las ganas.

. – Nos llevó hasta una plaza con dos confiterías al costado, la gente bailaba cada cual como le daba la gana, la música estaba bastante fuerte, sobre todo al lado de los parlantes, pero tanto daba, total era bailar y nada más.

 Dejé el coche como a dos calles y nos fuimos caminando, llevaba a Ana de la mano, le dije que si nos separábamos nos encontrábamos ahí, yo igual no pensaba separarme de ella, pero Alicia iba a su viento, llegamos y en cualquier lugar estaba el baile, así que bailamos, empezamos las tres juntas y pronto chicas y chicos se entremezclaban con nosotras, entraban y salían, era un todos contra todos, pero nosotras nos tratábamos de mantenernos juntas, Ana no se despegaba de mí, estaba exultante me seguía los movimientos y cuando me aproximaba, se pegaba a mí a las risas, de golpe pararon la música y anunciaron unos lentos para descansar un poco.

. - ¿Esto sabes bailarlo o quieres aprender?

. – No se bailar nada, ¿me vas a enseñar? – me susurró apoyando la cabeza en mi hombro.

. – Si tienes ganas, te enseño todo lo que quieras.

. – Tengo ganas, me gusta cómo lo haces, creo que voy a aprender pronto con esta maestra.

Sin más, se pegó a mí y así estuvimos hasta que cambio la música nuevamente. Ya era tarde y nos pareció que por ese día ya estaba bien. Fue Ana la que me habló al oído.

. – Que pena, que terminó, la estaba pasando tan bien.

. – Que, ¿quieres quedarte más.

. – No, con esta música no, pero con la lenta descansaba tan bien, que creo que me vas a tener que enseñar más tiempo

. – Te voy a enseñar el tiempo que quieras. - riéndome

Ya eran cómo las cinco de la mañana, cuando llegamos a casa.

 Alicia se quedaba a dormir con nosotras, en mi habitación había dos camas de plaza y media, así sin mucho problema nos acomodábamos bien. Cuando entramos al cuarto el cansancio y el sueño nos podía, buscamos ropa para dormir, y primero se entró Ana a cambiarse al baño, yo aproveché para preguntarle a Alicia porque ese arranque de irnos de la disco, no me creía que fuera por una tocada de culo.

. – Hay Sara, yo se lo pesado que puede ser mi hermano, y ni a ti ni a Ana les estaba gustando nada el bailar separadas, y ahí no la iban a pasar bien, sino dime que lo lamentas.

. – No, no lo lamento nada, Ana estaba furiosa, y tienes razón, donde fuimos no la podíamos pasar mejor, si siguieran los lentos todavía estaríamos allí.

En eso salió Ana y cambiamos la conversación.

. - ¿Dónde me acuesto? Preguntó

. – Donde quieras, tú eliges, voy al baño y enseguida salgo.

Cuando salí, Alicia ya se había acostado y Ana me miraba con incertidumbre, con toda naturalidad le dije.

. – Córrete un poco, no sea cosa que me tires de la cama, que esta es más estrecha que la de mi casa. – creo que la tranquilizó mucho saber que iba a dormir con ella y contestó contenta.

. – Pero es más ancha que la de mi cuarto, y no me reproches por una vez que te caíste.

. – Que me tiraste, aunque ahora lo disimulas. Dije dándole la espalda y empujándola contra la pared con el culo.

. – No seas mala, sabes que no te voy a tirar y para que duermas tranquila, te voy a tener agarrada, para que no te caigas sola, de puro torpe. - Me susurró mientras me daba un besito en el cuello, y apoyaba sus pechos duros en mi espalda, si hubiera un medidor de adrenalina, lo hacía pegar contra el techo, no se si lo hacía inocentemente o a propósito, pero me ponía a cien.

Sentí como se relajaba en el sueño, y pensando en lo lindo que la pasé con ella me dormí.

Nos despertaron como a la una a comer, nos fuimos turnando en la ducha. Mientras se duchaba ella le volví a dar las gracias a Alicia.

. – No sabía que te fijabas tanto en nosotras.

. – Me fijo en ti, sabes que eres como si fueras mi hermana, así que te tengo que cuidar.

. – Pues a tu hermano no lo cuidaste mucho ayer, ¿o es que no lo quieres?

. - Lo quiero mucho, pero es un puerco, para él es una aventura, y para ti el amor de tu vida.

. – Eh… ¿no corres mucho?

. – El tiempo lo dirá.

En eso salió Ana y callamos, terminamos de vestirnos y fuimos a comer, para luego prepararnos para la noche.

Así pasamos los días siguientes, el domingo Alicia fue a dormir a su casa, pero a pesar de tener dos camas dormimos juntas, me despertaba y me gustaba sentirla a mi lado y día a día me gustaba más, me hacía la ilusión que cuando dejara la tutoría iba a poner las cosas en claro.

El lunes a la noche volvimos más temprano, Ana quedó con mi mama para que le enseñara a cocinar el solomillo con setas, que pensaba hacer ese día cómo despedida.

El martes se levantó más temprano y me dijo que siguiera durmiendo, que era yo la que tenía que conducir a la tarde. Cuando me levante a eso de la una, estaba mama y Ana terminando la presentación del plato, porque era con decoración y todo.

 Me quedé mirando desde la puerta sin que me vieran de concentradas que estaban, me entró una gana de eso fuera siempre así, que hasta se me escapó una lágrima de alegría, me corrí para atrás para que no se percataran de mi presencia, y me di cuenta que mi papa me estaba mirando, con una sonrisa condescendiente.

. – Se ven bonito, ¿verdad? -

. - ¡Si! Se ven muy lindo, si pudiera ser siempre así.

. – Quien lo sabe, quizá sí.

No dijimos más nada, hice un poco de barullo y entré a la cocina.

. – Y, ¿para cuándo la comida? estoy muerta de hambre.

. – Podías esperar un poco más y la verías terminada. – protestó Ana

. – Es muy detallista, se ve que es buena pintora.

. – Bueno qué cómo cocinera sea buena pintora, no me da garantía de nada.   

. – Mira que con los ojos también se come, y a veces mucho. - Dijo mi mama riéndose – anda vete a la mesa con tu padre que ahora llevamos esta pinturita.

Realmente no sé cuál de las dos tuvo más que ver, supongo que mi mama con el gusto y Ana con la presentación, el caso que era un manjar exquisito en todos los sentidos.

 Comimos conversando amablemente y me alegraba la afinidad de mi madre con ella. Terminó la comida con Ana lavamos la vajilla mientras mama preparaba el café. Estuvimos un rato más tonteando y emprendimos la vuelta a mi departamento. A la vuelta vinimos escuchando música, un poco cansadas del ajetreo de esos días.

 Ana estaba encantada con el trato que le dieron mis padres, aunque en realidad de la forma cómo se comportó ella no había forma de que la trataran mal.

Llegamos a casa y preparamos todo para el día siguiente, cenamos un algo que trajimos de lo que sobró del mediodía y nos acostamos. A pesar que la cama era más ancha Ana se acurrucaba contra mí; era una sensación agradable y me hacía pensar que tranquilamente podía soportar eso todos los días, y pensándolo me quedé dormida.

La semana siguiente fue bastante normalita. Ana ya andaba por todo el hospital y cuando no andaba pintando, ayudaba a las enfermeras a cuidar a los pacientes que salían al parque.

 Yo seguía con los trámites para darle el alta; no era algo que pudiera dar el hospital porque si; ya que ella al ser internada por orden judicial cuando era menor, era el juzgado el que tenía que dar la autorización a pesar de su mayoría de edad, y se necesitaba un montón de papeleo burocrático para conseguir esa orden, algo que solamente era cuestión de tiempo.

 Después de haber presentado todos los papeles solo tenía que averiguar cuando salía la orden, mientras tanto Ana le pidió a Marina si podía darle clases de pintura a algunos pacientes que se interesaban cuando la veían a ella hacerlo. Si bien tenía su costo, los beneficios podían valer la pena.

 Fue mi padrino el que se entusiasmó con la idea, podía ser una buena propaganda y ayudar a los que padecían de Alzheimer a salir de su ostracismo. Ana estaba contentísima, por primera vez en su vida se sentía útil, hacía algo por los demás y se lo agradecían, a veces se sentaba con nosotras en la cafetería y todas la animábamos a seguir.

 Todo iba normal, los fines de semana siempre salíamos a veces solas o con Fernanda, si no íbamos a lo de mis padres que ya la trataban cómo alguien de la casa. Yo cada vez me apegaba más a ella y no veía la hora de que salieran esos papeles, para por fin dejar la tutoría y poder decirle lo que realmente sentía por ella.

Una mañana después de hacer mi ronda, me llamó Marina para que la acompañara a conversar con Rafael, la vi preocupada, entramos a la oficina, después de los saludos, me pusieron al tanto de la situación.

. – Mira Sara, tenemos un problema con el asunto de Ana, el estudio que maneja la fortuna de Ana, presento un amparo para que no le diéramos el alta y están tratando de pasarla a otro hospital, para seguir con el tratamiento.

 – Pero Rafa, si no es que le estemos haciendo un favor, es que está bien y no tiene síntomas de ninguna perturbación, ¿Qué es eso de su fortuna, porque nunca hablamos de eso?

. – Sara, yo sabía que pobre no era, pero de ahí a tener una fortuna, ni me lo imaginaba, ni siquiera ahora se a cuánto puede ascender y realmente no me importa, no me va nada en esto.

. – Pero tenemos que hacer algo, ¿o ahora porque tenga dinero se va a tener que pasar la vida encerrada?

. – Ese es el asunto, - terció Marina - nosotros sabemos que Ana está completamente curada y los del estudio seguramente la querrán internar en una clínica privada donde puedan tener más influencia.

. – Pero es que en un sitio así hasta la pueden volver loca con medicamentos.

. – No seas tan tenebrosa, - me calmó Rafa – no será tanto así, pero por lo menos queremos que se quede aquí hasta que podamos solucionar esta lio, y creo que tu más que nadie.

. – Supones bien – poniéndome un poco colorada porque entendí porque me lo decía, pero en ese momento no me importaba nada lo que pensaran – y voy a hacer todo lo posible porque no se vaya de aquí; algo se podrá hacer. - ya al borde de las lágrimas.

. – Cálmate, ya pusimos una abogada, y tu como su psicóloga y tutora vas a tener que defender la postura nuestra, igualmente vas a contar con el apoyo de todo el equipo, tu sabes como la aprecian a ella y a ti.

Ese día nuestra reunión diaria se centró en el nuevo problema; Julia enseguida metió, que si hay dinero y los tipos esos hacían esa maniobra es porque algunos chanchullos hicieron. Fernanda estaba indignada, y a mi prácticamente, me salía espuma por la boca de la rabia, cómo siempre fue Marina la más práctica.

 . – Lo mejor que puedes hacer es presentarte a la abogada y exponer el caso según tu criterio, te puede acompañar Fernanda la primera vez, o cuando veas que lo necesitas, te lo digo porque te veo muy sacada y ella te puede ayudar a calmarte.

. – Te lo agradezco, pero sí, estoy nerviosa, porque siento que me va mucho en esto, y unos hijos de puta no le van a arruinar la vida a Ana por unos euros de mierda.

No le quise decir nada a Ana, para no preocuparla, igual se dio cuenta que algo me pasaba, pero disimulé bastante bien. Al otro día tuve la primera reunión con la abogada, fui con Fernanda más que nada para que confirmara el diagnóstico del estado de Ana.

 Era muy amable, y creo que se dio cuenta que mi interés pasaba lo profesional, estuvimos hablando un buen rato y preguntó si podía tener una entrevista con ella sin que supiera que estaba siendo evaluada, para conocer su comportamiento habitual sin presiones.

 Me pareció un poco difícil, le dije que era muy inteligente y tanto si la visitaba en el hospital o la traía al estudio se iba a dar cuenta de lo que iba.

 Fue Fernanda la que dio con la solución. Si no era mucha molestia, que le parecía si nos encontrábamos como de casualidad, y se hacía pasar por una amiga que llevaba mucho sin ver y la invitábamos a comer, así podría ver el comportamiento aun ante personas que no eran conocidas.

 Se echó a reír, le pareció medio intrigante, pero aceptó, arreglamos el encuentro para el sábado en el centro comercial y ahí elegíamos a que restaurant ir; en plan de broma dijo que eligiéramos uno bueno que la cuenta la pagábamos nosotras y pensaba darse un atracón.

Salimos del estudio más tranquilas, nos causó buena impresión, ahora era cosa de preparar la excusa para simular el encuentro, aunque lo de ir de paseo por ahí era bastante común, y por lo de encontrarnos, con el móvil también era fácil.

Al medio día siguiente, como quien dice pasamos el informe, tanto Julia cómo Marina se mostraron conformes cómo preparamos las cosas, les pareció bien que pudiera ver que lo que iba a defender era lo justo, y que la razón estaba de nuestro lado.

El jueves a la noche dormité con ella las horas de descanso que me tomaba en la guardia. El viernes al mediodía nos fuimos a casa quise comprar comida echa para poder dormir un poco a la tarde, pero me pidió que dejara que iba a cocinar algo, que la dejara en el súper que compraba lo necesario, mientras tanto que durmiera que cuando estuviera la comida me llamaba. La dejé, tenía su propia llave, así que ni llamar a la puerta tenía.

 Llegué me di una ducha y me acosté, no me pareció que haya dormido mucho cuando me llamó para comer, había hecho unos fideos al pesto que estaban muy apetecibles, la verdad mucho mejor que la comida comprada, miraba con una sonrisa complaciente como comía.

. - ¿Me vas a mirar todo el tiempo que este comiendo?

. – Pues sí, me gusta verte comer con esas ganas, me alegra que te guste lo que yo hago.

. – Pues deja de mirarme, parece que me tuvieras que dar de comer en la boca.

. – Si me dejas te doy, así ves el espíritu maternal que tengo contigo 

 . – ¡Toma!, ¿muy maternal lo tienes?

. – Déjame darte y ya lo veras.

. – No te veo mucho cómo madre, mejor elige otra función.

. – Déjame darte y elijo la función que tú quieras.

. – Mejor déjalo ahí que como sola y me voy a dormir, antes que con tus instintos maternos me quieras cambiar los pañales. - Mientras me iba a la habitación.

. – Pues si necesitas cambiarlos, avísame que te los cambio.

No quise contestarle porque cada vez la conversación era más comprometida, y la situación no daba para eso, menos en ese momento.

 Me acosté y enseguida quedé dormida, sentí cuando ella también se acostó, pero estaba suficiente cansada para hacer caso.

A la mañana nos levantamos nos duchamos y nos vestimos cómodas como para ir de compras; (ya le había avisado que nos esperaba Fernanda).

 Nos reunimos y fuimos mirando negocios cómo quien quiere la cosa, cuando esta nos dijo que le parecía que una chica que estaba paseando (Victoria) había sido compañera en la universidad.

. - ¿Pero tú no eres Victoria? – la paró con total desparpajo.

. – Si, y tu Fernanda, como te va tanto tiempo.

. – Oye que tampoco es tanto, ni que fuéramos ancianas, seguro que eres una abogada famosa.

. – No tan famosa, pero abogada si soy, y tu seguro que con la manía que tenías, debes ser una excelente psicóloga.

. – Sí que lo soy, ahora eso de excelente tendrían que decirlo los pacientes, no yo. Anda ven que te presento a mis amigas que las dejamos de florero.

Yo las miraba absorta por lo bien que interactuaban. Nos presentamos y saludamos de beso y nuevamente Fernanda se hizo cargo de llevar la situación, para donde teníamos acordado.

. – Vic, (la caradura ya le plantó un diminutivo) mira estábamos por ir a comer, ¿Por qué no te vienes con nosotras y de paso conversamos de nuestras vidas?

. – Si no molesto acepto, iba a comer sola y contigo ya tengo conversación asegurada.

Buscamos un restaurant tranquilo donde pudiéramos hablar sin mucho barullo vimos una mesa un poco apartada y allí nos acomodamos. Sacamos la conversación sobre nuestras ocupaciones, no queríamos quedar en evidencia y en un alto se dirigió a mí.

. - ¿Y tú a que te dedicas? Perdón, si se puede saber.

. – Se puede, se puede; soy compañera de ella, nos dedicamos a lo mismo.

. – Ah, y andan en montón, no me digas que tú también eres del gremio, que tres ya es una asociación ilícita. – dirigiéndose a Ana.

. – No mujer, -contestó riendo- nada que ver, yo pienso dedicarme a la pintura, es algo que me apasiona.

. - ¿Y qué haces con estas dos?

. – Y tú sabes, los pintores tenemos fama de locos, yo por las dudas me curo en salud por si necesito alguna de ellas.

. – Haces bien, y si necesitas una abogada, ya tienes a quien recurrir; pero sabes, a mí también me encanta la pintura, te digo que me hubiese gustado seguir en la academia de artes.

. - ¿Y porque no seguiste si te gustaba tanto?

. – Es que me gusta comer a diario, y entre ser una pintora con hambre, a ser una abogada con la barriga llena, decidí esto último.

Nos echamos a reír, pero parece que algo de lo que decía Victoria era cierto, porque a pesar que tratamos de llevar los temas por asuntos variados, terminaban hablando de pintores, distintas corrientes y un montón de cosas que nosotras ni noticias. Al fin las que teníamos que llevar la conversación terminamos hablando entre nosotras mientras ellas se enfrascaban en lo de ellas.

. – Pero Ana, no sé cómo pintas, pero con lo que sabes es una lástima que no estés estudiando.

. – Es que tuve unos problemas que me imposibilitaron seguir, pero ahora creo que ya se están resolviendo creo que voy a poder reanudar de nuevo. Contestó con naturalidad.

. – Me alegro que puedas, porque si pintas cómo hablas, hasta puedes comer de tus pinturas.

Seguimos tonteando mientras comíamos, cuando dejaban los pintores aparte, Fernanda se empeñaba en poner en aprietos a Victoria, haciéndola recordar travesuras que nunca pasaron, pero esta le seguía el tren y contestaba de una manera que hasta yo ponía en duda que no hubiesen pasado.

 Terminamos y se despidió de nosotras, a Ana le comentó que le gustaría ver sus pinturas y que no perdía la esperanza de poder verlas, esta le contestó que no tenía todavía mucho para mostrar, que lo que más había pintado era para personas en particular, y en eso allá ellas si lo querían mostrar; mirándonos a nosotras, algo que Victoria se dio cuenta.

Después de la sobremesa nos despedimos, quedando en vernos en otro momento.

Seguimos paseando, mirando, pero sin decidirnos a comprar nada, estábamos contentas con el desarrollo de nuestro plan, no estábamos motivadas para gastar dinero, el fin había sido otro.

Se estaba por venir la noche, nos despedimos de Fernanda y nos fuimos a casa, a pesar que ya, de esas, cualquiera de las dos cocinábamos bien, decidimos pedir una pizza y quedarnos mirando tele.

 Prendí la estufa de la sala y nos pusimos los pijamas, dejé la bata a mano para atender al chico de la pizzería y nos sentamos en el sillón a ver lo que daban. Al rato sonó el timbre, atendí, era lo que esperábamos, puse la pizza en la mesita y traje una botella de vino, comimos y no había mucho para sacar, tiramos los cartones a la basura y pusimos una comedia romanticona, pero con su gracia. Ana se apoyó en mi hombro, ya estaba acostumbrada y me gustaba, de pronto se separó se tomó media copa de vino y apoyó los labios sobre mi cuello; no era un beso, pero sentir su respiración me producía un desasosiego que inquietaba todo mi cuerpo.

Trataba de disimular mi arrobamiento acariciando su pelo mientras no apartaba la mirada de la película.

. – Me gusta que me acaricies, eres tan dulce, no sé qué haría sin ti.

. – La dulce eres tú, si no estuviera yo, te estaría acariciando otra persona, te lo mereces.

. – Yo no quiero que me acaricie otra persona, quiero que siempre seas tú quien lo haga.

. – Ya vas a conocer a alguien mejor que yo y que te guste que te acaricie.

. - ¡No! no es cierto –se dio vuelta y me dio un mordisquito en la clavícula – nadie va a ser cómo tu

. – Eh que pasa, ¿me quieres comer, no te alcanzó la pizza?

. – La pizza me alcanzó, pero te quiero comer lo mismo, pero despacito para que me dures toda la vida.

. – Si ya empiezas ahora no creo que llegue.

. – Yo voy a cuidarte para hacer que llegues.

. – Mejor dejamos los mordiscones y miramos la película, que está bastante divertida.

. – Yo estoy bien así ¿no te molesta verdad?

. – Tu nunca molestas y lo sabes – le apreté los labios con los dedos- uhmm, esos morritos tan lindos que tienes, mira la tele porque no me aguanto y te los muerdo.

. – Pues no te aguantes, pero no me los muerdas, que mejor uso puedes darle.  

. – Anda eres una pecaminosa. - Mientras le hacía cosquillas. Se revolvía de la risa y se abrazaba más; ya me estaba afectando,

 - Boba no sabes con quien te metes – mirándome a los ojos.

. – Si lo sé, por eso me meto. – le acaricie la cara, era tan suave cómo toda ella- sabes, te quiero mucho, a veces tengo miedo que cuando salgas y no te vea, te vayas a olvidar de mí.

. – Nunca me voy a olvidar de ti, y no veo la razón porque no me vayas a seguir viendo, a no ser que no quieras.

Se va aclarando la parte sentimental, ¿podrán encontrar el justo término entre; lo que se debe; lo que se quiere; y lo que se puede

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