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Mas cerca del cielo

en Lésbicos

Se despertó como en una bruma, se sentía un poco atontada, fue abriendo los ojos despacio hasta poder enfocar la vista, miró alrededor y se dio cuenta que estaba en una sala de terapia intensiva.

Había visto tantas, que enseguida la reconoció, no era la misma que las otras, pero al fin eran todas para la misma cosa.

Tan parecida, pero al mismo tiempo tan diferente, y no sabía porque, era cómo si la mirara de diferente sitio, sintió un sopor que la adormilaba, seguramente le habían metido un calmante por la canalización, siempre lo hacían, no tardo en quedarse dormida.

Abrió los ojos, en seguida se acordó que ya se había despertado antes, trató de recordar porque estaba en ese sitio, le era tan familiar que le parecía que era común esa situación, quizá tenía alguna enfermedad terminal, pero no se lo parecía, digamos que aparte de los cables y los tubos, no se sentía tan mal.

En ese momento entró una enfermera, nada más verla se le aproximó solícita.

- ¿Cómo te sentís? A ver seguí mi mano – siguió con la vista sus movimientos

Bueno parece que reaccionás bien, voy a llamar al doctor.

La miró salir, y se quedó pensando en cómo hablaba, era como si estuviera en la Argentina, y en ese momento recordó que sí ahí estaba.

Alcanzó a ver por la ventana las montañas cercanas, y una sensación de angustia le oprimió el pecho. Comenzó a recordar cuando salió con Marisa decididas a escalar el Aconcagua; no era la primera cumbre a la que habían subido, pero si la más alta.

Se habían conocido en un escalamiento propiciado como premio por una tarjeta de crédito, Marisa era una abogada de Málaga, y ella Lilian, era jefa de enfermeras de la unidad de terapia intensiva del hospital de Coruña, bastante lejos una de otra por cierto, pero nada más tratarse simpatizaron enseguida.

El viaje era a Tenerife para coronar el Teide, no había muchos requisitos ya que eran 3700 metros y se habían preparado con entusiasmo. Fue bastante divertido, y se llevaron tan bien que después del ascenso los cinco días que les daban libres, prácticamente la pasaron juntas.

Cuando termino esa aventura, se pasaron las direcciones cosa de poder comunicarse y quizá organizar un proyecto en común.

Tan gustosas por el alpinismo y después de muchas conversaciones, cuadró que una escalada al Mont Blanc, era algo factible, meses de entrenamiento, y el estudio de todas las variables, las entusiasmaron cómo para buscar una fecha propicia.

Al fin se reencontraron y acometieron esta nueva aventura; eran más de mil metros de diferencia, pero los servicios existentes les daba la suficiente confianza, sobre todo porque no eran de los montes más difíciles.

Cuando hicieron cumbre se abrazaron emocionadas, era lo más cerca del cielo que nunca estuvieron, y no importaba que para un profesional no fuera gran cosa, para ellas era un logro que las incentivaba a más.

La relación a pesar de la distancia cada vez era más cordial, y el aliciente de repetir esa aventura con montañas más difíciles era una tentación alimentada por el gusto de verse nuevamente.

Así ya con una preparación más seria, y el apoyo de sus municipios lograron escalar el Shjara en Georgia con sus 5200 metros, y en una excursión más numerosa, el Kilimanjaro en Tanzania, destino más complicado, por los inconvenientes tribales y sus casi 5900 metros.

Más allá de que cada vez las entusiasmaba la búsqueda de llegar más alto, les pareció que podían hacerlo en un ambiente donde el único inconveniente fuera la montaña; por eso decidieron subir el Aconcagua, ganaban más de mil metros, y no tenían problemas ni de lenguaje ni involucrarse en luchas sin sentido, por lo menos para ellas.

Llegaron a la Argentina y se instalaron en un complejo hotelero que en verano tenía plazas de sobra ya que era un centro de esquí: hicieron base allí

y luego de tomarle el pulso en escalas cortas, ya fueron al pie del cerro para organizar la escalada.

Tomaban la ruta más fácil, ya que el equipo que traían no era para subir por paredes verticales y tampoco su experiencia daba para tanto; lo importante era llegar más cerca del cielo, y los cerca de 7000mil metros les parecía una altura envidiable, sobre todo para unas amateurs.

Se prepararon en el campo base en plaza de mulas, y a la mañana iniciaron la subida. Iban a buen ritmo, estaban bien preparadas, pero a los casi mil metros se toparon con dos hombres con problemas; uno se había descompensado y estaba bastante mal, habían avisado con el GPS, pero en ese momento se le produjo un paro cardiaco al enfermo, por lo que tuvo que valerse de sus conocimientos para hacerle los masajes cardiovasculares mientras le indicaba a Marisa cuando apretarle la nariz y soplar con fuerza para llenar los pulmones.

Fueron como veinte minutos de esfuerzo, hasta que en un momento dado se escuchó un quejido como que ya empezaba a respirar solo.

Fue un momento de alegría y distensión, pero decidieron quedarse hasta que llegó gendarmería, y tomaron el enfermo bajo su responsabilidad.

De igual forma recibieron las felicitaciones de los socorristas y el agradecimiento del compañero, que pobre, no tenía mucha idea que hacer en esas circunstancias.

A raíz de ese imprevisto se habían retrasado casi tres horas. No era una buena noticia, pero decidieron seguir la ascensión, llegaron a un refugio llamado Elena que se enteraron que lo había hecho la familia de una andinista muerta en ese lugar, desplegaron sus bártulos e hicieron noche preparándose para el día siguiente.

Iban bien pertrechadas por lo que no pasaron frio; estaban a mil metros de la cumbre, pero eran los más difíciles, se levantaron temprano, el sol a esa altura asomaba antes, así que reanudaron la ascensión.

Prácticamente ya estaban más alto de lo que nunca habían llegado, de ahí en más todo era ganancia, pero subían con prudencia tratando de evitar el apunamiento.

El viento empezó a girar y pronto se vieron envueltas en una bruma húmeda, Marisa empezó a agitarse; algo raro en ella, siempre era la más animosa y la que más animaba cuando ella empezaba a flaquear.

Dificultosamente ascendieron hasta atravesar la nube y nuevamente el sol les saludaba en todo su esplendor; debajo de ellas todo era gris estaban apenas a cien metros de la cima, pero Marisa ya respiraba con dificultad.

-Lili, sube tú, yo no me siento bien pero no puedes desaprovechar esta oportunidad ahora que estas tan cerca.

-Tú estás loca o llegamos las dos o volveremos en otra.

-Sabes que no vamos a volver, anda sube y no te lo pierdas.

-Vamos a descansar un rato y vas a ver que tú también puedes.

Se sentaron en una piedra a descansar a ver si le pasaba, pensó que si le ayudaba podrían coronar la cumbre; era peligroso pero otra ocasión no iban a tener, se ataron con la cuerda, subía y tiraba, no es que tuviera que arrastrarla simplemente le ayudaba para que no hiciera tanto esfuerzo, al fin casi desfalleciendo llegaron a la cima.

El sol casi quemaba y se reflejaba en la nieve y si no fuera por la crema protectora, buenas quemaduras se llevaban. Se abrazaron con alegría al lado de la cruz que señalaba la altura más alta, se sacaron las fotos de rigor, y se sacó los lentes ahumados, recién ahí se dio cuenta de lo colorada que tenía la cara su compañera, le toco la frente y se dio cuenta que tenía fiebre, se asustó un poco pero no quería demostrarlo para no preocuparla más.

-Mari, hoy sí que estamos cerca del cielo, más cerca que nunca.

-Espero que no estemos demasiado cerca, no sea cosa que no podamos volver, las nubes están subiendo y se ven bastante amenazadoras.

Era cierto una niebla comenzó a envolverlas, se apresuraron a comenzar el descenso, pero Marisa estaba mal, la iba ayudando, pero cada vez sentía que iba perdiendo las fuerzas.

-Lilian, no vamos a poder bajar, anda ayudame a llegar hasta esas piedras y salvate tú, con esta tormenta las dos no vamos a llegar a ninguna parte.

- Pero ¿qué dices, estás loca? ¡vamos a llegar y vamos a llegar las dos.

Siguió llevándola casi cargada, el refugio estaba cerca, pero las ráfagas de viento cada vez eran más fuertes, en una de esas resbalaron en el hielo y rodaron cuesta abajo; no era una pendiente muy profunda por lo que pudo agarrarse a una piedra, pero Marisa se dio contra una roca con las piernas, que si bien paró su caída cuando llegó junto a ella se dio cuenta que tenía una pierna quebrada.

Sabía que así no podían ir a ningún sitio, pero el refugio estaba a la vista, y aunque fuera cargándola la iba a llevar hasta allí.

Descargó todo el equipaje e hizo que se montara sobre su espalda aguantando las protestas para que la dejara y se salvara ella.

Llegó hasta el refugio y la dejo y fue a buscar las mochilas, cuando volvió la encontró acurrucada temblando, enseguida sacó la bolsa de dormir doble, habían decidido llevar una sola porque pesaba menos que dos individuales, con las varillas de plástico de una pequeña carpa de emergencia trató de entablillarle la pierna, aguantando sus protestas.

-Lili por favor, vete salvate tú, sabes que yo ya estoy jugada, no me vas a poder bajar y con esta tormenta vaya a saber cuándo pueda venir la ayuda, y esto duele como el diablo, anda que me dueles más tu que la pierna.

-Ah no seas boba, ya activé el GPS para avisar seguro que van a venir, toma esta pastilla que te va a quitar el dolor, lo que pasa es que tienes un poco de fiebre, este analgésico te va ayudar. – estaba tiritando, más de la fiebre que del frio, aunque el frio no era cómo para despreciarlo.

le quitó la campera y se sacó la suya, la fue metiendo en la bolsa, para que no se enfriara más, y se introdujo ella también, fue sacándole la ropa, cómo podía por lo menos la parte delantera haciendo que quedaran pegadas casi sin nada, las camperas las usaba para cubrirse adentro de la bolsa por lo que la volvía más térmica, estaban apretadas, pero era mejor el calor corporal ayudaría a conservar la temperatura, Marisa no paraba de llorar y eso le dolía.

-Mari, no llores, no tengas miedo, no te puedes morir, vas a ver como salimos de esta que otras montañas nos esperan.

-No lloro por mí, lloro por ti, porque tú no tienes por qué morir, tu puedes salvarte y yo quiero que te salves, siempre soñé con estar abrazada como ahora, sintiendo tu cuerpo contra el mío, con tus labios contra los míos, pero no así, yo te quiero y no quiero que te mueras, quiero que te vayas, que te salves, solamente dame un beso que es más de lo que esperaba y vete, hazme ese favor, que sí sé que tú te salvas, con un beso tuyo voy a morir tranquila.

-No digas tonterías te vas a salvar y vas a tener todos los besos que quieras.

Juntó sus labios en un beso temeroso, sintió su aliento enfebrecido y no se aguantó más, volvió a por ellos y esta vez el temor había desaparecido, el amor salía de su aliento, la beso con ganas, sin saber cómo no se había dado cuenta antes que eso es lo que necesitaba. Se separó y se miraron, Marisa tenía los ojos brillantes un poco por la fiebre y mucho por la emoción.

-Lili, yo voy a ir al cielo, voy a ir al cielo y desde allí te voy a cuidar voy hacer que te salves, y aunque sea un poquito cada vez que te acuerdes de mí, yo voy a estar velando por tu felicidad, por favor dame el último beso y vete, hazlo por mí, mi amor.

Selló sus palabras cubriendo su boca con la suya, sintió cómo con sus manos apretaba para sentir la intensidad del beso, hasta que de a poco fue aflojando la presión y dejaba caer los brazos y con una sonrisa caía en un desmayo.

La tormenta arreciaba, con ese temporal ni soñaba que las iban a venir a rescatar, abrió la bolsa y empezó a vestirla nuevamente, luego se vistió ella, pero no se puso la campera, la usó para taparla, no quería que las encontraran cómo si estuvieran de fiesta, tomo dos antiansiolíticos, cosa de esperar al señor frio sin angustia, sabía que se iba a dormir y ni cuenta se daría, se metió en la bolsa y se abrazó a ella; tanto tiempo buscando estar cerca del cielo, pues ahora irían al cielo o al infierno, no importaba iban a ir juntas, quizá donde fueran también había montañas para subir y otros cielos para buscar donde hubiera un lugar para ellas.

 Volví con esta historia más corta y peor de lo que hubiera querido, sobre todo por que va dedicada a alguien, pero no siempre salen las cosas como uno quiere.

 

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