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El Triángulo Imperfecto 3

en Amor filial

La casa parecía vacía, Adriana se había ido por dos días y volvían a quedar solos como antes. Se miraron con sus deseos y sus miedos

Sabían que no tenían que ocultar nada, pero esa barrera psicológica que tanto tiempo se interpuso entre los dos, todavía los estaba separando y les costaba derribarla. Fue Carlos el que primero venció sus nervios

-Mama. ¿Qué te parece si vamos a comer afuera así no tienes que cocinar?

- Uh…Carlos, ¿y si mejor no traes comida hecha y almorzamos aquí tranquilos juntitos como antes?

- Creo que tienes razón, hace tanto que no estamos solos que vamos a disfrutarlo mejor en casa – salió a comprar la comida, todavía era temprano, pero quería pensar cómo comportarse. Por lo que le había dicho su esposa, y cómo se había desarrollado la escena de la despedida, no le cabía duda cómo iba a terminar, pero sea por timidez o por respeto a su madre, no podía comportarse como si fuera cualquiera.

Graciela se quedó con su manojo de nervios, le pasaba igual que a él. Quería llegar, pero el pudor le tapaba el camino. Iba a dejar que las cosas fluyeran, quizá se presentaran más fácil de lo que parecía. Si estuviera Adriana seguro que hubiese encontrado la fórmula.

Se arregló bien coqueta, unas bragas al estilo de Adri fue toda su ropa interior, una blusita lo suficiente ajustada, con los suficientes botones sueltos, cómo para hacer notar unos senos que no envidiaban a chicas más jóvenes que ella, una falda a medio muslo que hacían parecer su culo como el de una colegiala. Se miró al espejo, se veía bien, diría que muy bien. Ya más segura de sí mismo, preparo la mesa esperando que llegara Carlos con la comida. No sabía cómo iba a pasar, pero que pasar pasaba, era seguro.

Cuando llegó su hijo con la comida, la mesa estaba servida. Un Albariño en el centro, hacía presagiar un banquete de sabores y de deseos a cumplir.

Comieron espiándose cómo dos adolescentes en su primera aventura. Cuando veía sus ojos clavados en su canalillo (canalillo que estaba bastante destapado para hacer trabajar la imaginación) le subía el rubor a la cara cómo una muchachita imberbe (ella lo era, pero porque se afeitaba)

Se fueron tomando la botella, no era para emborrachar a nadie, pero les daba un puntillo de coraje. Terminaron el postre y fue a levantar los platos.

-Mama, deja que después eso lo hago yo, podíamos tomar un café.

- Vete a la sala que lo llevo y estamos un rato como antes – preparó el café y llevó una botella de coñac para darle un toque y cómo auxilio. Puso todo sobre la mesita, cuando se iba a sentar, fue Carlos el que pidió.

- Mama ¿no te vas a sentar arriba mío como antes?

- Bueno, si quieres sí, ahora a lo último se nos fue la costumbre – se sentó sobre las rodillas y se dejó caer sobre su pecho, lo sentía respirar y sabía el efecto que le estaba causando - ¿no te cansas de mimarme de esta manera?

- Nunca me cansaría de mimarte, me gustaría tenerte en mis brazos, arrullarte, me imagino cuando eras tú la que me tenía en brazos dándome todo tú cariño, amamantándome, me gustaría volver a sentir eso.

- Mi amor, que te pueda tener en brazos, me parece que va a ser difícil.

- Bueno, me conformaría con que me amamantes – le pasó la palma sobre los pezones, que parece que saltaran a su encuentro, escuchó un suspiro y supo que ahí estaba su lugar.

- Tesoro, ¿no eres grande para esto? - le fue desprendiendo los otros botones y vio como las tetas brincaron buscándolo.

- Nunca voy a ser grande para esto – chupaba como si no hubiera un después, ella gemía como si nunca hubiese habido un antes, cuando era pequeño no le producía ese efecto. Cuando lo fue a separar le protestó – mama déjame más.

- Te dejo bebé, un poquito a cada una – cambió de teta, pero ahora sentía la necesidad de acariciarla, sentir su condición de mujer, le fue subiendo la falda, acarició el interior de sus muslos buscando el punto de confluencia, llegó a sus bragas y las encontró suficientemente mojadas para darse cuenta, que tenía que hacer algo, ya era hora.

 La levantó sin dejar de mamar, fue caminando con cuidado hasta el dormitorio, la sentó en la cama y le terminó de sacar la blusa, cambió sus senos por su boca, para darle un beso lujurioso, como solo se da a quien se desea tanto, la fue acostando sin desprenderse de su boca.

No se tiró sobre ella, apoyado en sus manos iba recorriendo su cuerpo en forma descendente, pasó por sus senos y siguió camino hasta donde fue su origen. Le sacó la falda y solamente quedaban esas braguitas separándolo del lugar por dónde emergió a la vida, pudo oler la primera fragancia de un mundo nuevo, las fue sacando en busca de su primer sabor.

Graciela estaba como en un retiro espiritual, no quería pensar, solamente sentir nuevamente otro alumbramiento. Antes ella parió a su hijo. Ahora era su hijo que la hacía nacer a una nueva vida.

Sintió como su lengua se abría espacio entre sus labios mayores, buscando el sitio donde nació a la vida, cómo recorría el camino hasta el detonante de su placer. Abrió los ojos para ver con qué fogosidad lamía, no tenía la sutileza de Adriana, pero tenía el entusiasmo del que había encontrado por fin su razón de ser.

Carlos solamente pensaba en todo el tiempo que había deseado este momento, volvía al sitio de sus orígenes y cómo pensamiento loco hubiese deseado poder entrar por dónde había salido. Pensó que si una vez le dio dolor, ahora tenía que darle todo el placer que se merecía. No quería meterle los dedos, eso estaba para otra cosa, a besos y lametones sintió sus estremecimientos, cómo sus manos que le habían estado revolviendo el pelo, lo apretaron con desesperación contra la pelvis. Quiso hacer de su salida la entrada para su lengua y ahí fue.

-Mi bebe, mi niño, mama te va a dar siempre lo que quieras, siiiii mi amor todo para ti. El orgasmo preanunciado llegó con una violencia inusitada. Tantos años aguantando esos deseos se condensaron en ese momento glorioso. Volvió a subir buscando su boca, quería compartir sus sabores. La besó con delirio, pero al mismo tiempo le hizo notar su excitación. Su polla empalmada le rozaba el coño haciéndolos temblequear a los dos.

- Mi amor, despacito, mira que hace años que no lo hago.

- Mamita, ponte tú arriba y lo hacemos como tú quieras, sin lastimarte – se puso el boca arriba, ella recién se había corrido, tenía miedo que él se fuera demasiado pronto, quería que lo disfrutaran juntos, se trepó hasta ponerle las tetas a la altura de su boca. Percibía la urgencia en sus chupones, como sus dedos se aferraban a su culo empujándola en busca del que en su momento fuera un pitulín, y ahora era un pitulón, se fue dejando llevar, en el instante culminante se dio cuenta del peligro.

- Cariño ¿no tienes un condón?

- No mama, pero Adriana me dejó una pastilla y me dijo que te dijera que la tomes mañana

- ¡Es divina! nuestra mujercita está en todo – tenía un poco de miedo, hacía tanto; se la metió un poco, y le gustó, se la fue metiendo despacito y cada vez le gustaba más, y más, y más, y más, estaba tan pegada que le costaba moverse, pero no quería perderse el placer de frotar el clítoris contra el vello de el – ayúdame Carlos – pidió en un gemido. La sujetó de las caderas trayéndola y llevándola haciendo que la polla entrara y saliera al ritmo que más le gustara.

- Mamita, me voy a correr ¿me dejas hacerlo adentro?

- Te dejo, pero aguanta un poco que quiero correrme contigo – no tuvo que aguantar mucho – Ya mi vida, vamos juntos, yaaaa, ahhhh, me cooorro. Quedaron los dos pegados tratando de recuperar la respiración. Al rato - Carlos, tendríamos que lavarnos ¿me llevas?

- Me quedaría toda la tarde así, ¡se está tan bien!

- Si quieres nos lavamos y nos acostamos de nuevo, a ver si podemos salir sin manchar la cama – así encastrados como estaban se fue girando hasta poder apoyar los pies en el piso. La agarró del culo y así teniéndola penetrada la llevó hasta el baño, agarrada del cuello cada paso que daba parecía que la estaba follando otra vez. Se metió en la bañera, la levantó para dejarla parada y un chorretón de lefa fue a parar al piso.

- Mi vida que cargado que estabas, ¿qué pasa Adriana no te atiende bien?

- Mama, no te hagas, que buena parte la pusiste tú, y también te atiende Adriana.

- Tienes razón, parece que lo nuestro es diferente, ven, déjame que te lavo como cuando eras pequeño. Mira, aún que no te lo creas te gustaba mucho cuando te lavaba el pitito. Uhm…parece que te sigue gustando – y sí, la polla se le estaba poniendo dura, y el deseo le estaba ganando.

- Y sí, me gusta, pero déjame que ahora aprendo a lavarte yo – comenzó a lavarle las partes, le pasaba el gel por la raja en una caricia, se abrió un poco más esperando con los ojos cerrados, el chorro del duchador la excitó, cuando se agachó a lavarle las piernas de lo que se había chorreado, abrió los ojos para ver la expresión de él, qué como si estuviera hipnotizado mirándole el coño la besó con adoración. Se levantó para pedirle - date la vuelta que te lavo de atrás.

Le hizo caso, se apoyó en la pared y dejó que las manos se metieran entre sus nalgas. Saco un poco el culo para afuera para hacérsela más fácil. Ahora las caricias subían por sus costados, mientras apoyaba el cuerpo contra su espalda. Le besó el cuello al mismo tiempo que agarraba sus senos con ambas manos.

- Mamita ¿por favor, me dejas? – no le contestó solo se agachó, parando un poco más el culo. Le estaba dando el permiso que estaba pidiendo. La agarró de las caderas y despacio fue hundiéndole la polla en la vagina. Sintió como su hijo de una bañera hizo un paraíso. Lograron llegar al orgasmo casi juntos. Tuvieron que lavarse nuevamente, pero no importaba, lo harían una y cien veces más con gusto.

Terminaron el día entre arrumacos, durmieron juntos después de una sesión amorosa, parecía que recién se estaban conociendo a fondo (recién no sería, pero a fondo sí) a la mañana reanudaron lo que estaban haciendo, querían aprovechar bien sus primeras veces. Después lo volverían a hacer, pero tendrían que compartir. El día fue ajetreado y lo disfrutaron.

Eran las seis de la tarde, había terminado con los papeleos y ya era española. Me quedaba volver, esperaba que todo hubiese salido como había previsto.

No quería molestarlos con una llegada sorpresiva. Los noventa kilómetros que me separaban, yendo tranquila poco más de una hora tardaba. Llamé al móvil, contestó mi suegra

-Hola mama. Voy a llegar dentro de una hora, no hagas nada para cenar que llevo una empanada y una torta de Santiago, si quieres alguna otra cosa, dime y llegaré más tarde – a la propuesta mal intencionada, me contestó que estaba bien, que me esperaban. Llegué, y me aguardaban todos prolijitos. Me hacía gracia; estaban como avergonzados, como si hubiesen hecho algo malo. Besé a Carlos y le pregunté.

- ¿Cómo cuidaste a mami? Espero que la habrás tenido contenta – me dirigí a mi suegra – a ver, tú que dices ¿se comportó cómo el hombre de la casa? Me dijo que sí en el momento que le di un alevoso morreo, la solté y la dejé tomando aire. Casi con mi mirada llevé la de ella hasta el bulto de Carlos. No había tal bulto – veo que sí, está todo bien. Cenamos, conté como me había ido, yo no quise preguntar, porque era difícil que hubiesen hecho algo que no me pudiera imaginar. Cuando fuimos a acostarnos le dije a Carlos

- Mira, te dejo descansar tranquilo que debes estar cansado – se ruborizó

- Porqué voy a estar cansado, si quieres puedes quedarte conmigo.

- Ya sé que eres fuerte, pero todavía no se me pasó la regla, que cuando te pille te mato – me puse el camisón y me cambie de cuarto. Entré y mi suegra me recibió algo asustada.

- ¿Qué pasa, te peleaste con Carlos? Estás enfadada

- ¡No! de dónde sacas eso

- Y…te vienes en camisón, nunca vienes así, y hasta bragas traes, te arrepentiste

- Pero no mujer, me vine para que me cuentes, y si ando en camisón y bragas es porque todavía no se me pasó la regla. No me digas que te quedaron ganas.

- ¿De verdad no te pareció mal?

- Pero cómo me va a parecer mal, fui yo la que propicié que pasara y ¿te parece qué me puede parecer mal? anda cuéntame como la pasaron.

- Uf…si te cuento, gracias a ti vivimos uno de los momentos más hermosos de mi vida, nunca te lo voy a terminar de agradecer – me agradeció cubriéndome de besos – oye, pero tú porque tengas la regla no necesitas ponerte el camisón para estar conmig0

- Es que con regla o sin regla, estando al lado tuyo me excito, y yo no estoy para eso, y tú después de la paliza menos.

- No seas boba, sabes que siempre dormimos abrazadas, el camisón molesta, anda quítatelo – me lo quité y enseguida me abrazó.

- Como te gusta calentarme, parece que no te bastó

- A mí sí, a ti no, ¿y quieres que te diga? No te creo que todavía te siga

- ¿Pero por qué te iba a mentir en eso? te digo que me dura porque es así.

- Déjame ver, me quiero convencer que no lo dices por lo que pasó

- ¡Pero no! fíjate vas a ver que tengo un tampón – me metió la mano por debajo de las bragas

- ¿Sabes? siempre me gustó lo suavecito de tu coño

- Quita la mano de ahí que me pones mala

- Huy, te pongo; ¿nunca te masturbaste teniendo la regla?

- ¡No! ¿te parece que tengo que masturbarme teniéndote a ti y a tu hijo?

- Bueno, pero si algún día quieres me llamas, yo siempre estaré para ayudarte

- Esta bien, pero ahora se buena y quita la mano de ahí. Me calientas mucho

- Mira, mejor hacemos otra cosa; déjame quitarte las bragas y te alivio

- Graciela, es una cochinada, ¿qué quieres ver?

- Tú déjame a mí, vas a ver – me sacó las bragas y el tampón, la verdad que me había excitado mucho, eran cuatro días sin sexo y de la regla poco quedaba, si realmente me quería ayudar era un buen momento. Me empezó a pasar los dedos por el clítoris, lo hacía bien, me estaba dando el gustillo.

- Mamá, mira que eres puerca, vamos a manchar toda la sabana. – me besó

- Vas a ver que no manchamos nada, déjame a mí – me abrió más las piernas y se metió a lamerme el coño.

- Mamá no seas guarra, ¿Qué estás haciendo?

- Cállate y deja que te alivie – qué le iba a discutir, que me hiciera eso; en vez de asco me aumentó la calentura. No necesitó meterme los dedos ni nada, me corrí como la mejor a pura lengua. Se vino a mi lado.

- Di la verdad, ¿no te gustó?

- A mí sí, seguro que a ti no te debe haber gustado nada.

- Boba, ¿qué te crees? ¿qué es tan fea? Prueba – me plantó un beso que me hizo saber a qué sabía la regla. No era tan fea.

Nos abrazamos y así nos dormimos.

Desde ese día las cosas cambiaron en casa. ya no tenía que andar saltando de cama en cama todos los días. Cuando estaba Carlos, un día dormía conmigo, otro con la madre, y al otro lo hacíamos las dos juntas.

Cuando Carlos se iba, me mudaba a su dormitorio. No era que todos los días tuviéramos juerga, pero el estar juntas ya era un deleite.

Una noche, cuando mirábamos la tele, el programa no me interesaba mucho, me interesaba más ella y me dio ganas de jugar. Estaba dándole besitos en el cuello mientras le desprendía la camisa.

-Mama, ¿por qué no te sacas el sujetador cuando estamos solas?

- ¿Para qué quieres que me lo saque? ¿piensas andar colgada de mi teta todo el día?

- No, pero cuando tengo ganas la tendría más a mano, ¿o te molesta?

- ¡No! tontita, cuando tengas ganas siempre estarán para ti – se lo sacó y me las ofreció a mi glotonería, - ¿está bien así? – no le contesté estaba ocupada. Fui bajando la mano hasta meterla bajo las bragas.

- ¿Ves? Las bragas también, ¿para qué las llevas si estamos solas?

- Oye, pero qué quieres, ¿qué ande en pelotas?

- Y bueno, si estamos solas porque no. – le había metido los dedos y estaba reconociendo el terreno. Me había metido en internet, para averiguar el asunto de la eyaculación femenina. Me entusiasmó y quería probar con mi querida suegrita.

- Mira, ya las mojaste todas, déjame que te las saco – se la saqué con falda y todo, y volví a prenderme de esos pezones que tanto me encantaban. Para eso le seguía buscando el dichoso punto que le abriera el grifo. Me pareció encontrarlo, con las yemas empecé a darle. Algo le producía porque acabo despatarrada queriéndome meter toda la teta en la boca.

 El articulo decía qué generalmente eyaculaban y después venía el orgasmo. Estaba atenta, había tantas versiones, que vaya a saber cuál era cierta. Empezó a moverse compulsivamente

- Adri, ¿qué me haces? Me parece que me meo

- ¿Quieres que pare?

- ¡No! no pares, pero me meo, ay… que es esto Jesús, qué me pasa ahh. – miré, un chorro salió como si se estuviera meando, mojé los dedos y no era orín, era más espeso, salió otro chorro más, y bueno, si ella un día se había tomado mi regla, no le iba a hacer asco a esto. El tercer chorro me lo tragué entero. Sabía que no tuvo un orgasmo, porque no noté en los dedos la contracción de la vagina. Seguí con un mete y saca, mientras le lamía el clítoris la tuve que sujetar al sillón porque con los saltos que daba se iba a terminar cayendo, chillaba como si estuviera pariendo. Ahora sí, sentía el apretón y como venía la riada. Eso también me lo tomé. Quedó casi desmayada, me puse al lado sujetándola para que no se escurriera al piso.

- ¿Qué te pasó que hiciste tanto escándalo? ¿no te gustó? – me miró con los ojos desenfocados

- Si me ayudas a llegar a la cama te voy a decir si me gustó. Voy a hacer que sientas lo mismo – la ayudé a ir, me sacó como tres orgasmos, pero de eyacular, nada, se ve que no es para todas. No era para todos los días, pero con el tiempo pude hacer que tuviera dos más. Lo que sí, cuando estábamos solas ya andaba sin bragas y sujetador.

Seguimos con nuestra incestuosa rutina, dónde éramos felices sin molestar a nadie. Graciela ya era más lo que trabajaba en casa, de lo que iba a la empresa, y encontró nuevas aplicaciones que dieron buen resultado.

Se aproximaba el día que cumplía cuarenta y seis años. Quería que fuera inolvidable. Carlos iba a estar, a ella la convencí que pidiera permiso por dos días. La noche anterior le dije al oído.

-Vamos a recibir el día de tu cumpleaños juntas, prepárate por que hoy por fin te voy a meter la lengua en el culo – se echó a reír.

- No vas a poder, ni el dedo te voy a dejar que me metas

- Bueno, tú prepárate y veremos – terminamos de cenar y le avisé a Carlos que esa noche dormía con ella, nos deseó que lo pasáramos bien y se fue. Estaba guardando los platos en la alacena cuando la pillé por atrás.

- ¿Te preparaste bien? te dije lo que te iba a hacer, ese culito hoy es mío.

- Jaja, eso es lo que te crees – me agaché y por debajo de la falda le abrí los cachetes y le di un lengüetazo – Adri no seas loca, mira si viene Carlos.

- Y si viene qué, o acaso no sabe lo que hacemos – se puso de frente

- Una cosa es que lo sepa y otra cosa es que lo vea, ¿te gustaría que yo viera cómo follas con él?

- A mí, sí, y también me gustaría ver cuando folla contigo – le desprendí la blusa dejándola con las tetas al aire

- Eres una promiscua, anda, quédate quieta que todavía no cumplo.

- A las doce vamos al dormitorio, ahora quiero despedir los cuarenta y cinco. Le terminé de sacar la blusa, mientras le mordía los pezones con los labios.

- Adriana no seas así, si nos viera Carlos no le iba a gustar

- Carlos ya debe estar durmiendo, y yo quiero esperar tu cumpleaños comiéndote el coño – me agaché nuevamente y le di por adelante lo mismos lengüetazos que le había dado por atrás, en ese momento sonó la alarma de las doce. Ahora sí era su cumpleaños.

- Cielo vamos, aquí no quiero – le desprendí la falda que cayó al suelo, así completamente desnuda la aupé.

- Yo te llevo si me besas, eres mi combustible – se aferró a mi cuello besándome con pasión. Entré en el dormitorio y la llevé contra la pared, pegó un grito cuando apoyó la espalda contra el cuerpo de su hijo.

- Carlos ¿qué haces aquí?

- Feliz cumpleaños mamita – mientras la agarraba por atrás de las rodillas y la apretaba contra la polla que estaba para la tarea, nunca había visto a mama tan abierta, lo iba a aprovechar. La pobre estaba temblando, le metí la mano en la almeja y se la pasaba despacito mientras le chupaba las tetas, fui bajando hasta llegar al pubis, ahí me encontré una polla bien lubricada y dura, la agarré y la empecé a pasar por el culito de mama, solamente se lo acariciaba con la punta, pero empezó a chillar.

- Carlos no, por ahí no, no lo vayas a hacer – Carlos estaba tieso, lo deseaba, pero la mama decía que no, para eso con las rodillas abiertas al máximo, se me ofrecía un manjar justo para un cumpleaños. La polla estaba en la entradita, mis dedos estaban perdidos dentro de su cuevita y mi lengua trabajando a full su promontorio.

- ¡No! no lo hagan, me va a doler mucho – estaba con las manos apoyadas en mi cabeza y con el culo en la punta del miembro de su hijito, él la sujetaba, pero no tanto, cuando le llegó el orgasmo, en vez de apoyarse tanto me apretó contra su conejo – no, no me la metas, me corro, me va a doler, ay me corro, me duele ahhhh. – se corrió aflojó los brazos y la punta se le coló adentro.

- Sácala, sácala que me duele mucho.

- Quédate quieta que vas a ver como se te pasa y te va a gustar – le dije

- ¡No! no me va a gustar, me duele mucho, mucho, mucho – es escandalosa, yo seguía lamiéndole el coño y moviendo los dedos, cuando le llegó el segundo, mientras gritaba se movía y el trasto cada vez entraba más – ay me van a matar, me van a matar, cómo me duele.

- Vas a ver que de esta no te mueres – le busqué el puntito y empecé a doblar los dedos acariciándolo con las yemas, mientras le lamía la raja con entusiasmo, se dio cuenta lo que pretendía

- No, no me hagas eso que voy a mojar todo el piso – estando como estaba mira de lo que se viene a preocupar. Le di más dedos haciéndola temblar, me tiraba del pelo no sé si para sacarme o para que no me saliera – ayyy, me viene, me viene, ayyyy que sí, sí– unos chorros salieron que si me pillan me bañan, ahí se soltó toda, cayendo sobre la polla que le entró hasta el fondo, seguí metiendo y sacando los dedos, y con la lengua dándole al botón

- Carlos – gritó - muévete, haz algo tú también, que no tenga que hacer todo ella – el sorprendido Carlos, comenzó a subirla y bajarla empalándola por el lado de atrás. Graciela gritaba, pero no de dolor, ahora era de gusto, sabía que este orgasmo era especial. También para él era especial. Siempre tuvo el deseo de penetrar ese culito materno y ahora lo estaba consiguiendo. La movía frenéticamente; nos movíamos frenéticamente; cada cuál por su lado hasta que explotó. Se corrió Carlos dentro de su madre, mi suegra se corrió en mi boca, la única que no se corrió fui yo aunque estaba que echaba humo. Sentía sus temblores, subí besando todo su cuerpo y la encontré llorando a moco tendido.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? – Carlos se había dado cuenta.

- Mama, no llores perdóname, pensé que te iba a gustar – no hacía caso

- Carlos llévala a la cama, y sácasela despacio – la dejó suavemente, y se escuchó el plop cuando se retiró de adentro de ella – seguía llorando – vete que ya la voy a calmar – se fue preocupado.

- Mami, Carlos no tuvo la culpa – le expliqué - fue idea mía, pensé que te iba a gustar, es tu cumpleaños y quería regalarte algo especial ¿me perdonas?

- ¡Sí! Es mi cumpleaños, cuarenta y seis años cumplo. ¿Te das cuenta todos los años perdidos? sin ser nada, sin sentir nada de esto, tuviste que venir tú para darme cuenta que estoy viva – quedé sorprendida, las lágrimas no eran por lo que pasó, eran por lo que no había pasado.

- ¿Me esperas un poco? Voy a calmar a tu hijo que debe estar por suicidarse, enseguida vuelvo.

- Sí, tranquilízalo, y dile que gracias – le expliqué a Carlos como era el cuadro, y que iba a dormir con ella, volví y todavía estaba sollozando.

- Mami, no llores más, eso ya pasó, ahora te vamos a atender siempre como te mereces, siempre vamos a estar para ti

- Mira, con los años que tienes viviste mucho más que yo, ¿te parece justo?

- No, no lo es, pero tú siempre te sentiste querida, yo hasta que te conocí no sabía de ese sentimiento – la cobijé entre mis brazos – leí el otro día que para el año cincuenta vamos a vivir hasta los cien años, así que por lo menos vas a poder disfrutar cuarenta años más.

- Sí, con quién voy a disfrutar cuando me ponga más vieja

- Con nosotros, también vamos envejecer y vas a seguir siendo nuestra reina

- Se van a cansar de mí, ustedes tienen su vida.

- ¡Sí! Y en nuestra vida siempre vas a estar tú, porque te queremos y te necesitamos, y yo ya me envicié con el coñito y el culito tan bonito que tienes, y quién te lo va a comer mejor que yo – se lo estaba acariciando – Eh… ¿Qué paso aquí? Está mojado, déjame ver

- No me digas que me está sangrando – le abrí los cachetes y miré

- ¡No qué va! Se te está saliendo el regalo que te dejó tu hijo

- ¡Ay! Pásame la toalla para no manchar la cama

- Deja que te lo limpio a mi manera – la lefa se le estaba chorreando, le pasé la lengua y como tenía el esfínter relajado, aproveché para metérsela bien adentro, pegó un saltito – qué ¿te duele?

- No, me arde un poco pero sigue, te saliste con la tuya, me metiste la lengua

- Si no quieres, paro, tú dime. – empino el culo

- No, no, si te gusta ya que empezaste sigue, así, así, asíííí; – de golpe se tiró para adelante quedando acostada - ¡No! ¡No! ¡No! no puede ser

- ¿Qué te pasa? ¿te lastimé? – le pregunté preocupada

- ¡No! pero en este festejo, Carlos se descargó dentro mío, yo eyaculé y ni se los orgasmos que tuve y estuviste ahí para recibirlos. ¿y tú qué? Hasta ahora no disfrutaste nada, no es justo, si festejamos, festejamos todos

- Mamá…, no te preocupes por mí, cada orgasmo tuyo lo disfruto cómo si lo tuviera yo.

- Sí me preocupo ¿sabes por qué? Porque cada orgasmo tuyo también lo disfruto como si lo tuviera yo, y ahora quiero disfrutar de los tuyos. Así que ahora échate que te toca.

- Porque no esperas que termine de limpiarte, así no manchas la cama

- Tú lo qué quieres es seguir metiéndome la lengua en el culo, date el gusto que yo también me lo voy a dar – se subió arriba mío, me puso el culo en la boca, me trabó las piernas con los codos, y allí fue. Hasta que no me sacó tres orgasmos no paró. Yo apenas si pude sacarle uno más, pero eso sí, cada vez que me corría, mi lengua le debía llegar al duodeno. Quedamos destruidas. Se vino a mi lado como pudo, y se montó en mi muslo, su cara contra la mía.

- Puf…qué festejo. No está mal que en las fiestas lo hagamos entre los tres.

- ¡Claro que no está mal! si nos queremos los tres ¿por qué no lo vamos a disfrutar juntos? Aunque solo sea en las fiestas.

- Sí…en las fiestas sí, pero hay que buscarle otras variaciones, no voy a ser siempre yo la que va a salir con el culo roto.

- ¡Ay! Mamá, no digas así, que estuve por ahí y de roto no tienes nada.

- A ti porque te gusta, pero de verdad, un poquito me dolió

- Porque fue la primera vez, vas a ver después que gustito que te va a dar, aparte si te duele las primeras curas ya sabes que te las voy a hacer yo como hoy, ¿me lo vas a prestar verdad?

- Veremos cómo arreglamos con el tuyo, que también lo tienes apetecible.

- Sabes que de mí, puedes usar todo para lo que quieras – la besé con ganas, con ternura, queriendo demostrarle el cariño que le tengo – yo contigo tengo más de lo que me pude imaginar.

- ¿Sí? ¿qué tienes más que una suegra pecaminosa?

- Pues tengo una suegra que me gusta que sea pecaminosa, que es cómo una madre, que es cómo una esposa, que es cómo una amante, y qué va a ser la otra madre de nuestros hijos – me abrazó con fuerza

- Loca, mira las cosas que dices, tendría que comerte entera por decir eso.

- Déjalo para otro momento que tienes que descansar, mira que Carlos va a querer seguir festejando

- Ay sí, tienes razón, que festeje, pero del culo por una temporada que se olvide, lo voy a guardar para ti sola – se arrebujó, y así abrazada se quedó dormida en mis brazos.

 Yo me quedé pensando. ¿Qué hubiese sido de mi vida sino me hubiese cruzado con ellos? De no tener nada, pasé tener todo para formar este triángulo tan lleno de amor.

Hasta ahora habíamos ido por el perímetro. Carlos con ella o conmigo, y nosotras dos solas. Ahora, aunque sea en las fiestas lo llenaríamos entre los tres, juntos, ocupando todo el triángulo, haciéndolo perfecto. ¡Si! Mi vida cambió mucho, y lo mejor, ¡está por venir!

Colorín Colorado el relato a terminado, espero que les haya gustado.

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El Casamiento

El aniversario

La Crisis (la convivencia)

La Crisis 16

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