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La Crisis 9

en Lésbicos

Ese comentario me dejo con los nervios a tope, comí algo, y luego estuve arreglando lo que llevaría a casa de mis padres. Salí a eso de las cuatro, pasé por un comercio que vende unos turrones de alicante que son especiales, compré algunos y mazapán, y me fui para el trabajo.

Al llegar, ya estaban avisados, no tenía por qué hacer nada, pero nobleza obliga, “si quieres andar bien con la gente, muéstrales ganas de ayudar” así que me puse a trabajar a la par.

Pregunte por Ana, y me dijeron que estaba muy alterada, eso podía ser peligroso; por dentro me estaba insultando, con miedo de haber tirado a la mierda, todo lo bueno que habíamos logrado en casi todo un año.

Esperé, hasta pasadas las once de la noche, a esa hora segura que estaba acostada; entré en la habitación, estaba mirando a la pared en posición fetal, un frio me corrió por la espalda, sentí la angustia de que fuera tarde.

Cuando el subconsciente opta por aislarse del entorno, se define como expresión corporal la de encerrarse en el feto, el sitio donde se siente más protegido, a salvo de las injerencias externas.

Me acerqué despacio, ella sabía que alguien estaba en la habitación; no se si se imaginaba que era yo, la sacudí tenuemente para no sobresaltarla.

-Anita, cariño, ¿me podías dejar un sitio que tengo mucho sueño?

Sentí como tensó el cuerpo, aspiró y retuvo el aire cómo si no quisiera soltarlo más.

-Vida, por favor, dame sitio que hace días que no puedo dormir bien.

Se dio vuelta para mirarme, me dio ganas de matarme, ver esos ojitos llorosos, esa expresión de desesperanza tan grande y todo por mi estupidez, por no atreverme a admitir lo que a esta altura ya era inegable.

-Ana, perdoname, no quise hacerte daño.

- ¿De verdad eres tú? ¿no eres una alucinación, no eres un sueño?

Le besé la mejilla, y fui corriendo mis labios hacia su cuello, cuando llegué a su oreja se la mordí lo suficiente fuerte para que lo notara.

- ¿Y eso por qué? – Preguntó sorprendida mientras se arrodillaba en la cama.

- Los sueños y las alucinaciones no muerden.

Una sonrisa se abrió paso entre sus lágrimas, y me abrazó con fuerza.

-Sara, por favor nunca más vuelvas a hacerme esto, yo tampoco pude dormir, tenía miedo, me sentía al borde de un pozo, el mismo pozo donde tanto tiempo estuve, y me llamaba, y tú…, tú no venias y cada vez tenía más ganas de dejarme ir, no dejes que me lleve, ¡No! otra vez volver allí ¡No!

- No tengas más miedo Ana, no voy a dejar que te lleve; ¿sabes lo que vamos hacer? entre las dos vamos a tapar ese pozo para que nunca más te llame, y de verdad, perdoname… es que a veces, una no sabe qué hacer…, y hace justo lo que no debe.

- No importa, estas de vuelta y todo vuelve a estar bien – soltó un suspiro- tengo tanto sueño, quizá ahora pueda dormir.

- Claro que puedes, estoy a tu lado y se acabaron los pozos, vamos duerme.

Nos recostamos y la atraje sobre mi pecho, se dejó acariciar y de a poco se fue quedando dormida.

Tenerla así, me provocaba un estado de excitación sublime. No de índole sexual. ¡no! era otra cosa; era cómo si dentro mío estuviera sintiendo su tristeza; su alegría después que me vio; la ternura que me transmitía esa sonrisa que asomaba en sus labios mientras dormía, cómo diciéndome que ahora por fin estaba todo bien.

Y extasiándome mirando esa sonrisa, me quedé dormida.

Me despertó la alarma a las siete, me levante presurosa, a las ocho entraba en el trabajo, pero es que ya estaba allí, había dormido tan bien que ni cuenta me daba que no tenía que ir a ninguna parte, ya había llegado.

. - ¿Dormiste bien? Es la primera vez que duermes tanto tiempo conmigo.

. – Es que hoy estuve de refuerzo por las fiestas, y si no pasaba nada no me llamaban, y ahora recién empieza mi horario; y ¡si!, dormí bien, como hace tiempo que no dormía.

. – Ojalá yo tenga algo que ver en eso. Dijo con esa sonrisa que me desarmaba.  

. – Me parece que tienes que ver bastante -. Le di un beso en la punta de la nariz, y me fui al baño a prepararme. Cuando salí, todavía faltaban 20 minutos para las ocho.

. – Anita, mañana, me tengo que ir, a pasar las fiestas con mis padres, no voy a poder verte, quisiera que no lo tomes como que no me gustaría pasar contigo. - Pensé que se lo iba a tomar a mal, pero no, me abrazó fuerte, quedo un rato agarrada a mí.

. – Sara, sé que tienes que pasarla con tus padres, y sé que la vas a pasar bien, y me alegra, te pido que cuando brindes, también lo hagas por mí, sería la primera vez que alguien lo hace, créeme que yo me quedo bien, me hubiese quedado muy mal, si no hubieses venido; ¿no vas a venir antes de irte?

. – Claro que voy venir, ¿cómo voy a irme sin despedirme de ti?

 Me abrazó y me dio los besos de rigor, y me fui a trabajar.

Tuvimos una mañana trajinada; no tanto porque hubiese más que hacer, sino porque queríamos terminar pronto, a media mañana ya estaba todo terminado: nos juntamos las tres, (Julia ese día ya estaba de licencia), me bombardearon a preguntas, tuve que pedir un poco de calma, para al fin contarle lo que había pasado, y excusarme un poco, de lo mal que había actuado.

 Después de contarles todo, ya que era inútil andar con evasivas, fue Fernanda la que disparó primero.

 - ¿Entonces ya lo tienes claro?

- No se Fer, no sé si quiero para mi ese tipo de vida, lo que sé que nunca más le voy volver hacer algo así, ayer estuvo al borde y no voy a ser yo quien la va a empujar.

. – Tampoco no te vas a poner en un papel que no es el tuyo si no lo sientes realmente -. Dijo Marina

. – Es que no se si lo que siento es amor, no me es indiferente, al lado de ella es donde mejor estoy, pero va a salir creo que pronto, va a conocer más gente, va a poder comparar, y si es cierto que ahora siente algo por mí, que seguridad tengo que siga sintiendo lo mismo, pretendientes no le van a faltar, de ahí en más, solo el tiempo lo dirá.

. – Pues tu vive lo tuyo y déjale al tiempo que diga lo que tiene que decir, y eso de que cuando tenga más pretendientes pueda cambiar lo que siente por ti, ni tú te lo crees.

. – Ojalá que yo me convenza de lo que es mejor para las dos, y si es lo que tú piensas, ojalá sea como tú digas.

. – Oye, no sé, ¿qué dices Marina, si hoy que solamente somos tres la invitamos a brindar con nosotras? Mejor forma de sociabilizarla creo que no hay. - Dijo Fernanda    

. – Me parece que no estaría mal, y así empieza a compararte.

Preparamos todo en la antesala del escritorio de mi padrino, era bastante espaciosa y tenía un sillón grande y dos individuales, una mesa ratona en el medio y ahí pusimos todo; les había dicho de los turrones y el mazapán que había traído, pero dijeron que lo guardara para dárselo.

Teníamos sidra para el brindis, comenté si no podía hacerle mal ya que no estaba acostumbrada,

Pero Marina enseguida expuso que, al no estar medicada, todo lo que le podía pasar lo arreglaba en la cama, que bien cerca la tenía.

. – Lo que pasa, es que tiene miedo que se la robemos -. Dijo Fernanda. – Tráela tranquila que somos buena gente, no te haríamos una cosa así.

Las dejé a las risas y fui a buscarla, cuando entre, me miró extrañada.

. - ¿Ya te vas, tan temprano?

. – No, pero me pediste que cuando brindara también lo hiciera por ti, pues mejor lo hago contigo.

. - ¿Pero aquí, y si nos pillan?

. – Las que nos pueden pillar, van a brindar con nosotras, son Marina y Fernanda.

. – Si tú quieres, pero voy a tener que cambiarme ¿no es cierto? -. dijo temerosa   

. – Pero Ana, si estas preciosa, somos nosotras tres, no hay ningún príncipe azul para enamorarlo, y si pasa alguno, así como estas lo enamoras lo mismo.

. – Yo no necesito ningún príncipe, quien quiero que se enamore de mí, no es príncipe, ni es azul.

 No quise darle más aire al asunto, porque después no iba a saber cómo comportarme.

La primera que la saludó con un abrazo, fue Fernanda, mientras decía.

. – Ven Ana, ven a brindar con nosotras, que tu amiga anda lamentándose, por no poder pasarlo contigo.

Luego la saludo Marina, un poco más seria, pero le transmitía el afecto que le tenía; se sentaron en los sillones individuales y dejaron el grande para sentarnos juntas, yo estaba temblando que quisieran hacer de celestinas, Ana no sabía que hacer, me miraba como pidiendo permiso.

Fernanda llenó las copas, y fue Marina la de la introducción.

. – Un brindis, por la Dra. más joven del hospital, que trajo de vuelta al mundo a la paciente más querida y más hermosa, y porque el cariño que se tienen, nunca se acabe.

Nos miramos y las dos estábamos coloradas, levantamos las copas y brindamos, Ana me miraba como si quisiera abrazarme con la mirada, chocamos las copas y tomamos unos sorbos, Ana preguntó si nosotras tomábamos lo mismo que ella, ya que por estar internada quizá era algo más suave, cuando le dijimos que sí, que todas tomábamos lo mismo, lo puso en duda, con una sonrisa encantadora, me pidió la copa para ver si era cierto, la tomo, y con disimulo fue girándola hasta apoyar los labios donde segundos antes estaban los míos, bebió mientras me miraba por sobre el borde de la copa,  me dio el de ella mientras decía.

. – No sé, será que a lo mejor es la primera vez que tomo sidra y lo noto diferente, prueba.

 Y con todo desparpajo me dio a probar la de ella, tome de su copa, mientras miraba las sonrisas, de Marina y Fernanda, a las que nada le había pasado desapercibido. De ahí en más, todo fue más disimulado, Ana realmente disfrutaba de lo que habíamos servido, un poco de turrón, figuritas de mazapán, y unos bocaditos que estaban deliciosos. Fernanda contaba anécdotas de otras fiestas, y nos reímos a gusto. Llegó la hora de juntar las cosas, y dejar todo limpio, le dije a Ana, si quería pasear por las galerías y mirar la nieve, dijo que si, y que iba a sacar algunas fotos para pintar algún cuadro y recordar el paisaje en el verano.

En cuanto nos quedamos las tres solas, sentí las miradas socarronas de las dos, no sabía si me daban nervios o me daban risa. Como siempre arrancó Fernanda.

. – ¿Así que todavía no sabes lo que siente esa niña?

. – No dije que no se, dije que cuando este con otras personas, puede encontrarse con gente más interesante que yo.

. – Si claro, el príncipe o la princesa azul, y ella le va a pedir cambiar de vaso, para beber de donde ella bebió, vamos Sara, si no ves lo evidente, ¿qué quieres que te diga?

. – Ya; sí, me doy cuenta que puede que este enamorada, y que ella pueda pensar que es para siempre, pero y yo, que pasa, ¿no pinto en nada en esto?  

. – Tu haz lo que quieras, homofóbica no creo que seas, así que si no estás segura deja correr, pero no rompas los puentes que después quieras cruzar - Dijo Marina

. – Hay Dios, gracias que no está Julia, que sino pobre de mí.

. – ¿Quieres que no le digamos?

. – Que voy a querer eso, si cuando me vea ya lo va a saber, Julia no es psicóloga es bruja.

Nos despedimos entre risas, deseándonos unas buenas navidades, y fui a buscar a Ana a la galería, no la encontré, supuse que habría tenido frio y se metió en su cuarto; en efecto, allí estaba, cuando la vi, estaba radiante, los pómulos brillantes, no sé si a causa del frio o de la sidra.

. – Te estaba esperando, me hiciste pasar un momento muy lindo, lástima que te tengas que ir.

 . – A mí también me gustaría quedarme, pero no tengo más remedio que irme, pero mira te traje esto, que creo que te va a gustar.

Saque los turrones, el mazapán, y una botellita de sidra, para que brindara a las doce cuando empiece la navidad, que yo estaría haciendo lo mismo pensando en ella.

 Se abalanzó para abrazarme, y yo no pude, ni quise evitarlo, me gustaba su ternura, el calor que me transmitía; de verdad tenía que irme, sino me quedaría con gusto entre sus brazos.

. – Sara, tu eres un ángel, el ángel que mandó Dios para mí.

. – Anda, anda, que ya vas a tener otros ángeles atrás tuyo mejores que yo. - Dije riendo

. – No me interesa ningún otro ángel, ya tengo el que quiero, y ninguno va a ser mejor que tú.

Eso me lo dijo seria, mirándome a los ojos. Tenía una mirada de posesión y de seguridad, que me asustaba, a la vez que me alagaba.

. – Anita dejemos que el tiempo diga lo que tiene que decir, -hablaba mientras le acariciaba la cara- ahora me tengo que ir que se está haciendo tarde.

. – Si, vete que se está haciendo tarde, acuérdate de brindar por mí, que yo lo hare por ti.      

Me beso las mejillas y me apretó fuerte contra ella.

. - ¿Sabes una cosa?, me gustan mucho tus morritos de conejita, ponlos para mí.

 Se rio y frunció los labios, sabía que estaba jugando con fuego, pero no me quise contener, fruncí los labios igual que ella, y los apreté contra los suyos, los dejé unos segundos, no sé cuánto, pero la humedad de sus labios contra los míos, hacía que mi corazón se acelerara y me quitara la gana de despegarme, al fin tuve la fuerza de voluntad para hacerlo. Creo que tenía colorado hasta el pelo, a ella le pasaba lo mismo.

. – Bueno mejor me voy, que es tarde, ¡y sí!, me voy a acordar de brindar por ti.

. – Hazlo, que tu conejita también se va acordar de hacerlo; Sara, si quieres me puedes avisar que llagaste bien, pero si no puedes es lo mismo.

. – Sí que te voy a avisar, pero no tienes que preocuparte tanto por mí.

. - Es que no puedo evitarlo, me avisas y ya está, que tendrás mucha tarea que hacer.

Salí, por un lado, eufórica por lo bien que me había sentido, y cabreada por la torpeza de dejar ir las cosas, a extremos tan comprometidos.

Llegue a casa y lo que primero hice fue avisarle que había llegado bien, luego cene y a dormir

Esa noche, me dormí con una sonrisa, por primera vez, creí que quizá las cosas de a poco se estaban aclarando, y que no valía la pena pelear contra algo que no dominaba.

El 24 a la mañana, me levante temprano cargue lo que pensaba llevar y partí, la carretera ya estaba despejada por lo que llegue con facilidad a la ciudad donde vivían mis padres, antes de llegar a casa, pare en el centro comercial, y compré una pulsera de plata muy bonita con el signo de Ana, y le hice grabar de tu amiga Sara.

 Llegue a casa, y entre cariños empezaron las averiguaciones, contestaba más o menos sin entrar en detalles, pero a la hora de comer, salió como era de prever, el tema de mi paciente; que como iba, que me parecía si se podría adaptar a la vida afuera, y otras cosas que, aunque parecían muy profesionales, iban más dirigidas a saber más de mí, que de ella, y lo que me dejaba ver, es que estaban más enterados de lo que dejaban notar.

 Mis padres no eran de esta región, por lo que aparte de los telefonazos de los parientes dando las felicidades, de familia cerca, nada. Digamos que con los padres de Alicia teníamos un vínculo casi familiar, y estas fiestas siempre las pasábamos juntos, dado que estaban en la misma situación que nosotros.

Ellos eran cinco, ya que Alicia tenía dos hermanos más pequeños, por lo que se formaba una reunión más numerosa, que para nosotros eran como estar con la familia

Alicia, nada más verme ya empezó con las preguntas sobre como lo llevaba con esa chica, que parece que tan buenos resultados había conseguido.

 A pesar de lo amigas que somos, no le había contado mucho, si, le comenté lo tierna que me parecía, lo dulce que era y poco más, pero mi amiga parece que era muy intuitiva, porque comenzó con un interrogatorio que ni la Gestapo.

. – Alicia; Ana es mi paciente, el secreto profesional a ti te parecerá una tontería, pero existe, y sería una falta muy grave que yo te dijera cosas de ella.

 Se me quedo mirando como si le hubiese hablado en chino.

. – Pero eso ya lo sé, ¿Quién te está preguntando cosas de ella? Lo que yo te pregunto, es como lo llevas tú.

. – ¿Cómo lo voy a llevar?, como cualquier psicóloga, o te crees que hice una nueva escuela.

. – Hay Sara, no me jodas, que me parece que esa niña, algo te mueve.

. – ¿De dónde sacaste eso?

. - ¿De dónde lo saqué, ahora me vas a decir que cada vez que sales de una disco después de divertirte con tus amigas, te acuerdas de todos tus pacientes?

. – Oh… mira tú, ahora yo voy a dedicarme a la Pediatría y tú a la psicología.

. – Acuérdate que me dijiste que para psicoanalizarte me tenías a mí, así que larga el rollo que nos conocemos.

Tenía razón, yo se lo había dicho de chiste, pero era verdad que desde chicas no nos ocultábamos nada y me conocía suficientemente para darse cuenta que estaba inquieta. Al fin le conté todo, mis dudas, la ternura que despertaba en mi verla tan desamparada, sentir el cariño que me deparaba, lo frágil que la veía, y el miedo a hacerle un daño.

. – Mira, hoy yo brindando con vosotros, con el cariño de una familia, y ella sola, quizá comiendo un pedazo de turrón, pensando que en el brindis yo me voy a acordar de ella, y cuando le diga, que si me acordé, me lo va a creer y esa será su alegría.

. – Pero si te estás acordando, ¿en que la engañas?

. – No es que la engañe, pero el caso es que solamente se basa en la confianza que me tiene, ¿sabes cómo me gustaría que supiera que realmente si pienso en ella en el brindis?

. – Pero si quieres que lo sepa, brinda con ella y ya está.

. – Ali, estoy un poquito lejos para ir y volver, ¿no te parece?

. – Sara, no seas boba, si dejan el teléfono en alta voz, solamente tienes que avisarle antes, para estar conectada en el momento y vas a estar brindando con ella también.

Me quedé mirándola, como si hubiese inventado la pólvora

. – Eres una genia, no se me había ocurrido, le voy a hablar para que tenga el móvil cargado, y contarle que mi mejor amiga también es inteligente, aunque no lo parezca.

. – Bah… para ser más que tú, no se necesita mucho; pero de verdad Sara, creo que vas a tener que pensar seriamente lo que significa esa chica para ti, y si es lo que pensamos, tendrás que reconocerlo, simplemente asegúrate de estar segura para no hacerle daño a ella, ni a ti.

. – Tu, lo piensas, ¿pero si fuera cierto, no te caería mal tener una amiga así?

. – Por favor Sara, preguntarme eso es casi ofenderme, tu para mi eres más que una hermana, sería una mierda si no me alegrara de lo que te pueda hacer feliz.

. – Gracias Ali, perdóname, se lo que eres para mí, pero tengo tantas dudas, que me siento desorientada; de cualquier manera, no te creas que ya cambié de bando.

Seguimos hablando un rato y fuimos a ayudar un poco, y yo a hablar con Ana para preparar para la noche.

 Se ve que estaba pendiente del teléfono, porque me contestó enseguida, contenta de recibir mi llamada, le explique que minutos antes de las doce pusiera el móvil en altavoz, que mi brindis iba a ser con ella también, que aunque estuviéramos lejos, yo iba a sentir que estábamos brindando juntas como el día anterior.

 La escuche emocionada preguntarme, como hacíamos, si me comunicaba yo, o lo hacía ella, quedamos que la iba a llamar yo. Ahora tenía que cortar para ayudar a preparar las cosas.

Terminamos con los preparativos; solamente teníamos que servir la comida cuando llegaran los demás invitados, cosa que sucedió enseguida cargados con fuentes repletas de comida, como para seguir el día siguiente.

 Juntamos lo de unos y otros, y empezamos a comer entre chistes y recuerdos graciosos que formaban un ambiente agradable que nos hacían disfrutar de la compañía.

Terminamos de comer, Rodrigo y Víctor hermanos de Alicia juntaron los platos, mientras ella y yo los lavábamos.

 Elena mi mama y Andrea la mama de Alicia, habían estado preparando este magnífico banquete, y lo menos que podíamos hacer los más jóvenes es dejarlas descansar del ajetreo.

 Empezamos a poner en la mesa los turrones, confituras, pasas, higos, en fin, todo lo que se pudiera poner, los hombres trajeron las bebidas y ya todo estaba preparado para el brindis.

 Alicia me llamó de la cocina para ayudarla a llevar los vasos que aún había que secarlos; realmente era para que pudiera hacer la llamada.

 Faltaban nada más que cinco minutos; lo que me faltaba es que las líneas estuvieran saturadas, llamé y tuve suerte, en seguida contestó.

. – Ana, sirve tu vaso, yo quizá no te escuche por el barullo que vamos hacer, pero tú me vas a escuchar y sabes que cuando brinde lo voy a estar haciendo contigo también.

. – Si Sara, yo ya tengo el vaso lleno, aunque no me escuches sabes que lo voy a sentir como si estuvieras a mi lado -.   

. – Anda Sara, dile que esté preparada que ya van a ser las doce y vente a brindar. - Me avisó Alicia

Salí apurada para tomar mi copa justo cuando sonaron las campanas, bueno eso fue un de felicidades para acá, felicidades para allá y de mejores deseos, de pronto Alicia que me estaba mirando y notaba mi nerviosismo, me pide que vaya a buscar el mazapán que creía que se lo había dejado en la cocina, mientras me guiñaba el ojo.

. – Ana, escuchaste, mira que las felicidades también eran para ti.

. – Si, escuché, no sabes lo que me hiciste sentir (me decía llorando) yo también te las deseé a ti.

. – Ana, por dios, ¿qué te pasa porque lloras, que es lo que te pareció mal?, me asustas.

. – Nada me pareció mal, es que me emocionó el saber que pensaste en mí, aun estando con tu familia, no te asustes porque estas son las mejores navidades que pasé en mi vida.

En ese momento me di cuenta que Alicia también había venido a la cocina.

. – Cariño por favor no llores más, vas a ver que las próximas van a ser mejores que esta.

. – Si tú estás conmigo, todas van a ser mejores.

No supe que contestarle, las lágrimas se agolpaban en mis ojos enturbiando mi visión.

. – Anita te tengo que dejar, están esperando el mazapán y si no voy van a empezar con los gritos, lamento que no pueda estar más contigo, el lunes nos vemos.

. – Vete Sara!, ya hiciste mucho más de lo que nunca hicieron por mí.

Sentí que me abrazaban de atrás, era Alicia, me di vuelta y con unas servilletas empezó a secarme las lágrimas, le saqué unas cuantas para secarle las de ella, había escuchado la última parte y se emocionó a la par mía.    

. – Sí que no la tienes fácil, pero creo que cuando le faltes, la va a tener más difícil que tú; lo que tuvo que ser la vida que le toco vivir a esta chica para que estas sean las mejores navidades.

. – No sé, eso que era una familia adinerada, seguro que en las navidades no le había de faltar nada.

. – Si, en la mesa debía haber mucho más, y mucho más caro que en la nuestra, pero aparte de eso, ni un puto cariño; ven vamos que ya deben estar chillando por el mazapán.

. – Fuimos con los demás, y nos sumamos a la competencia de embuchar como si no hubiera un mañana.

 Afuera hacía un frio de no ver, pero adentro de casa la temperatura era agradable, lo demás lo poníamos nosotros para que esa noche realmente fuera una fiesta. La alegría de estar juntos y un punto que nos daba la bebida, nos hizo pasar una noche genial.

A eso de las dos, ya cansados, los padres y hermanos de Alicia se retiraron, ella se quedó, iba a dormir conmigo, total al mediodía íbamos a seguir con lo que había sobrado. Fuimos a la habitación para acostarnos, Ali me notó pensativa.

. – Estas pensando en ella ¿verdad?

. – ¿Y ahora qué pasa, me lees la mente o qué?

. – No hace falta leerte la mente, si yo también estoy pensando lo mismo, con más razón tú.

. – Tienes razón, pero que me haya dicho que esta fue su mejor navidad, te juro que me desarmó.

. – Si, me hizo llorar a mí que no la conozco, me imagino lo que te impactó a ti, pero puedes estar tranquila, después de todo se habrá dormido contenta, pasó la mejor navidad de su vida.

. – ¿Pero te das cuenta que tan poco, pueda ser tanto para ella?

. – Sí que me doy cuenta, si yo estuviera en tu lugar, creo que ya me tendría agarrada de las narices. Amiga, no sé si decirte que la tienes difícil o fácil, está en ti en decidirte cual es el camino, pero cualquiera que sea, sabes que yo siempre te voy a apoyar, y ahora a dormir que dentro de un rato tenemos que terminar de festejar como dios manda.

Nos quedamos dormidas casi enseguida. 

A eso de las diez, mama nos llamó para ver si queríamos tomar el desayuno, decidimos que no, seguiríamos durmiendo hasta el almuerzo, yo quería estar bien descansada para el viaje, si quería ir a trabajar ese lunes tendría que conducir a la tarde para llegar tranquila.

Nos levantamos pasadas las doce, derecho para arreglarnos y a comer, yo me cuidé en no cargarme mucho para evitar la modorra, después de una linda sobremesa, al fin decidí que era hora de emprender el camino, me despedí de todos, recibiendo los consejos de mis padres, que condujera con cuidado y que llamara al llegar, ya cuando estaba por salir se aproximó Alicia.

. – Dale saludos a Ana, dile que soy tu amiga y me gustaría conocerla para serlo también de ella.

. – Como van las cosas, creo que la vas a conocer antes de lo que piensas.

Nos despedimos como siempre y me largue a la carretera, no estaba tan mal, aunque hizo frio no nevó, por lo tanto, se podía circular tranquilamente. Llegue al departamento, avise a mis padres que había llegado bien, con Ana iba hablar más tarde.

Saqué la carpeta donde anotaba los avances que iba teniendo y los fui completando, escribía con términos profesionales, detallando las situaciones (tanto casuales o inducidas por mi) a las que había reaccionado y en qué forma. Tenía la ilusión que me podía ser útil para una tesis.

Después de terminar con esas anotaciones, busque la carpeta análoga personal mía, ahí anotaba, tanto el comportamiento de ella como el mío, ahí podía escribir que tanto me iba involucrando, detallar como realmente eran las situaciones provocadas, algo que académicamente eran inapropiadas, pero que a mí me servían, tanto para saber más de Ana, cómo para saber más de mí. Terminé con mi tarea y puse la profesional con el dossier, la otra la guardaba en un armario, después de todo no tenía por qué dejar al alcance de cualquiera mis debilidades.

Llamé a Ana, estaba contenta, tenía ganas de verme, ganas que eran correspondidas, aunque tratara de no demostrarlo, hablamos un rato y al fin nos fuimos a dormir.

A la mañana me levanté contenta, aunque no lo quería admitir, algo tenía que ver el poder ver de vuelta a Ana, llegué al hospital un poco más temprano, Marina y Fernanda no habían llegado todavía, Julia tan pronto me vio vino al lado mío.

. – Felicidades, veo que te decidiste a arreglar el estropicio que habías echo.

. – Ya te contaron, mira que son rápidas para los cuentos, no dejan pasar una.

. – No…no, señorita nadie me conto nada, pero con la cara que llevas, tampoco hace falta que me lo cuenten ya bastante lo haces tú.

. – Sabes lo que pasa, que tú eres una bruja, ya le dije a las chicas y llegamos a la conclusión que eso es lo que eres, una…bruuuja….

. – No tengas cuidado que no soy yo la que te va a embrujar, si es que ya no lo hicieron.

. – Anda, que tú ya estas contando el final de la película antes de empezar a verla.

. – Puede ser, lo que pasa es que ya leí el argumento -. Y se fue riendo.

Enseguida llegaron mis dos colegas, nos saludamos y quedamos en hablar en el intermedio.

La mañana fue normal, a mis pacientes parece que la navidad o los curó o todavía están tumbados, porque no apareció ninguno, total que por lo poco que había que hacer, nuestra reunión empezó más temprano.

Terminamos los saludos navideños, y más allá de alguna singularidad risueña, como había previsto los dardos venían para mi lado, más después de cómo me había recibido Julia, que en ese momento me estaba mirando con una sonrisa socarrona.

 No me quedó más remedio que contar lo que había pasado, no quise guardarme nada, era más lo que yo necesitaba de ellas que la gana que podía tener de ocultar algo; cuando les dije del asunto del brindis y como se lo tomó se hizo un silencio en la mesa, y lo que primero fue ironía, ahora era preocupación, la que primero reaccionó, fue Julia.

. – Sara, ándate con cuidado, mientras ella este aquí adentro no puedes hacer nada, llévala a la larga, ella es difícil que se atreva a más, pero tú tienes que definirte pronto, por lo menos, para saber lo que quieres.

. –Y tu ¿qué piensas que quiero?

. – Eso lo vas a tener que averiguar tú, pero ella no te pidió que brindaras por teléfono.

. – Fue idea de mi amiga.

. – Y a ti te pareció tan mal, ¿qué te lo hizo hacer a la fuerza?

. – Por favor Julia, me vas hacer lesbiana, aunque nunca haya pensado en una mujer para eso.

. – Nunca te hizo tilín[VM1]  ninguna, pero llegado el caso, tu eres psicóloga, ¿dejarías de hacer lo que sientes y quieres por no serlo?

. – No, sería una tontería, si lo dejara de hacer para que mierda me sirvió lo que aprendí.

. – Creo que lo mejor es que hagas lo que dijo Julia, tírala a la larga mientras miras cómo va la cosa – dijo Marina.

. – ¿Y tú Fer, que tienes para decirme?

. – Yo…, lo que tú digas me parece bien, pero no dejo de pensar que hacen una parejita preciosa.

. – Me voy antes que me casen, que aun soy joven para esos compromisos.

Termine de hacer lo poquísimo que me quedaba, y me encamine para el sitio de mis desvelos.

Nada más entrar una Ana eufórica me saltó encima abrazándome con fuerza me hizo retroceder, gracias que estaba la cama, me caí y ella arriba, aplastándome me hizo soltar todo el aire.

. – Ana por favor, que me aplastas.

. – Huy, perdona ¿te hice daño? Perdóname.

. – No, no me hiciste daño, pero mira que yo soy más chica que tú, es más fácil que me aúpes tu a mí que yo a ti – le dije mientras me levantaba.

. – No puedo creer que me digas que tú eres más chica que yo, si tú eres mayor.

. – Si en años, pero mira el cuerpazo que tienes, tu sí que puedes levantar a cualquiera, pero yo si soy una esmirriada, a quien quieres que levante.

. – Tu una esmirriada, pero si eres hermosa (dijo seria) ya quisiera yo tener tu cuerpo, y tu… y tu…todo, ¿me dejas ver si es que yo te puedo levantar?

. - Sin más, me abrazó por la cintura y me levanto por el aire como una muñeca; solté un grito y me colgué de su cuello tratando de no caerme, pero me tenía bien apretada contra su pecho, nuestros senos se juntaban por arriba de las telas, y nuestros pezones amenazaban con traspasarlas, nos quedamos las dos abrazadas mirándonos a los ojos, mi cara ardía, ella me miraba sorprendida, no sé si de cómo reaccionó mi cuerpo o el suyo, sus labios parecían que me llamaban.

. – Por favor Ana, bájame – le dije antes de llegar a algo que me podía costar caro.

. – Oh…si, perdóname, no te enfades, solamente quería saber si podía levantarte – dijo con la carita colorada como una amapola.

. – Lo se mujer, no hay problema, no pasó nada, ¿pero viste que eres más fuerte que yo? – comenté como para sacarle rispidez a la situación[VM2] .

 De ahí en más seguimos contándonos como lo habíamos pasado, más bien era yo la que contestaba sus preguntas, sobre todo noté que quería saber quién era la chica que me dio la idea del teléfono, le expliqué qué éramos amigas desde pequeñas, y que quería conocerla. Después de estar dándole a la lengua un rato largo, llegó la hora de irme.

 – Mañana la seguimos antes que me echen, duerme bien y sueña con los angelitos

. – Desde luego, tenlo por seguro, voy a soñar contigo. - dijo con esa sonrisa divina.

. – Menudo angelito te echas, quizá te convenga buscar uno mejor, a ver si este te da insomnio.

. – No tengo que buscar ninguno, el que tengo es el mejor. - no le contesté para evitar respuestas más comprometidas, me despedí y a casa.

. – En el camino, iba pensando en cómo me sentí cuando estaba en sus brazos, no podía negar que tuve que controlarme al máximo para no comérmela a besos, no podía hacer esa locura, sobretodo mientras estuviera internada, aunque ella con su actitud no me ayudaba en nada, como diría un letrado, era un conflicto de intereses, para mí como mujer ya lo tenía bastante claro, para la psicóloga que la trataba también estaba claro, estaba claro que tenía que guardar las distancias que requería mi profesión, por lo menos mientras estuviera ahí adentro.

Ese día no quería estar sola en casa, no quería pensar, quería darle tiempo al tiempo y ver cómo discurrían las cosas, después de todo por ahora no estaba a mi alcance cambiar el desarrollo de lo que venir pudiera. Me fui a un centro comercial a distraerme un poco mirando escaparates, al poco rato suena mi móvil, era Fernanda preguntándome que iba a hacer, cuando le dije dónde estaba, me pidió esperarla que estaba aburrida y de paso ahorraba con la calefacción.

No tardó mucho, vivía cerca, y cuando llegó lo primero fue llevarme a un barcito del complejo a tomarnos unos chocolates con churros.

. – Estas preocupada, se te nota, a ver ¿ahora qué te pasa? – Le conté todo, no valía la pena tratar de ocultar algo que para ella era evidente.

. – Sara, deja pasar, que no se te haga una obsesión, tú conoces de esto y sabes que lo peor sería hacerte un gran problema ahora, cuando no estás en condiciones de solucionarlo.

. – Si lo sé, pero cada vez se me hace más difícil, ten en cuenta que ella no se guarda nada, no sé si lo hace con la inocencia de una niña o con el ánimo de seducción de una mujer.

. – Quizá sea un poco y un poco, creo que ella te muestra sus sentimientos de la única forma que sabe, ten en cuenta que no tuvo el entrenamiento de los que estuvimos expuestos al juego de la seducción, desde la preparatoria quien más quien menos nos sentimos atraídas por alguien y alguien se sintió atraído por nosotras y en ese contexto fuimos aprendiendo; ella no.

. -  Si tienes razón, es que se pone tan en evidencia que me cuesta no reaccionar.

. – Mira tú lo ves desde tu punto de vista, pero yo que lo miro desde un poco más de afuera, aunque reconozco que fue hermoso ese gesto de brindar por teléfono con ella, me parece que con otra persona no lo harías, quieras o no, aunque no te dieras cuenta, la estabas seduciendo.

 Mientras Fernanda me decía eso, yo asimilaba el significado y tenía que reconocer que lo que me decía era cierto, ni loca lo hubiera hecho con nadie, sería casi una declaración de amor, pero con Ana me pareció lo más natural.

. – Oye, ¿sabes que tienes razón? Ni que fueras psicóloga, voy a tener que tener cuidado contigo. Le dije riendo, pero dándome cuenta que lo que me había dicho, era mucho más profundo que la liviandad con que lo dijo.

. – No te preocupes que mientras me tengas al tanto, mis servicios son gratis.

 Seguimos chismorreando, cambiando de tema tratando de no darle más importancia al asunto, cosa que con Fernanda era fácil ya que tenía un carácter más que llevadero, a veces no me explicaba cómo era que no tenía novio, atributos no le faltaban, pero hay que ver si alguna vez ella no pensó lo mismo de mí, aunque ahora quizá estaba dando una respuesta a lo que ni siquiera yo me había preguntado nunca. Nos pasamos el tiempo entre chistes y mirar ropa y esas cosas, al fin que fue una tarde noche más que satisfactoria. Cuando nos pareció la hora de irnos, me ofrecí a alcanzarla hasta su casa que estaba cerca, para que iba a ir caminando, y de ahí me fui a dormir.

El martes pasó sin novedad, terminé mis tareas, atendí mis pacientes, fui a saludar a Ana, y me quedé hablando un rato; me miraba un poco cohibida como disculpándose de lo que me hubiese parecido mal, yo dialogaba como siempre tratando de que no notara ninguna diferencia con los otros días.

 El miércoles no hubo nada del otro mundo y terminé más temprano, le había regalado un juego de ajedrez y un libro para que aprendiera los movimientos que cuando tuviéramos tiempo íbamos a jugar, me miró medio sonriendo y pensé que tendría ganas de aprender.

 Ese día tenía tiempo y nada que hacer, aparte que el tiempo que estaba allí se contaba como trabajo, ahora vería si había leído el libro y si realmente le interesaba o se iba aburrir.

 A la tercera partida la aburrida era yo, sobre todo porque apenas habían pasado 15 minutos y ya estaba perdiendo por tercera vez, y no es que hubiese leído el libro que le llevé que yo bien sé que las jugadas que me hacía en ese libro nada que ver, total que a la cuarta me empezó a enseñar ella a mí.

Terminamos riéndonos y ella recomendándome los autores que podía leer, a no ser que quisiera que ella me enseñase, que para mí era gratis.

. - ¿Qué te parece, vamos a recibir el nuevo año con un brindis como en navidades? Ahora lo podemos preparar mejor y conversar un poco más.

. – No, gracias, pero esta fecha la prefiero pasar acostada, no me gusta pensar que pase otro año más y yo como siempre.

 Me dijo con una cara de pena que me dejó sorprendida; enseguida quiso cambiar de tema, pero volví a machacarle ya que no me creí esa excusa ni por asomo.

. – Pero Ana no estas como siempre, estas mucho mejor, nada que ver con los otros años, o acaso ¿no te gustó que haya brindado contigo el otro día?

. – Si me gustó mucho y te lo agradeceré siempre, pero esta fecha, por favor no…, anda… por favor.

 Las lágrimas le resbalaban por la cara, se las sequé con la mano mientras la atraje hacia mí y la acariciaba.

. – Bueno no te pongas así, si no quieres lo dejamos para otra ocasión ¿eh?

. – Gracias… no te pienses que es por ti por favor, no… no pienses eso porque no lo es.

. – Ya lo sé que no es por mí, no te preocupes, vamos que no me gusta verte lagrimeando – le di un beso en la frente mientras la acariciaba tratando de calmarla, al fin lo conseguí, todavía tenía la mirada triste, pero con una sonrisa trataba de ocultar su pena; pena que yo no tenía la más mínima noción por lo que era, pero tampoco quería agobiarla con preguntas.

 Seguimos un tiempo más, y al fin se fue descomprimiendo la tensión, y a pesar que la notaba un poco angustiada, estaba sobrellevando la causa que la llevaba a comportarse así.

Esa noche después de cenar me puse a pensar que podía haber pasado en nochevieja para hacerla comportarse de esa manera, revisé la copia del dossier, pero no encontré nada, estaba segura que no era mía la causa para que reaccionara así, me pareció más bien que las lágrimas eran por no poder hacer lo mismo que en las navidades; me preocupaba, pero sabía que esa noche no iba a averiguar nada, quizá Marina sabía algo de la causa.

Me acosté y no tarde mucho en conciliar el sueño.

A la mañana apenas entrar le dije a Fernanda que tenía que resolver un problema y si después nos podíamos reunir, yo me fui por mi lado a revisar mis pacientes, generalmente era nada más que ayuda para hacer llevadero sus traumas; y otros que daban esperanzas qué de a poco al desaparecer las causas, podían volver a la normalidad.

Llegó la hora del refrigerio, y allí estaban conversando mientras se despachaban con sus meriendas sin esperar por mí, me senté y pedí mi ración. Enseguida saqué el tema que me tenía preocupada, sobre todo porque se la veía tan bien que no entendía a qué le tenía miedo, si es que era miedo lo que sentía; fue Marina la que me lo explicó.

. – Tú no sabes, pero todos los años para esa fecha nuestra pobre Ana se descarrila, cuando empiezan a sonar las campanadas ya se empieza a asustar, y el ruido de los fuegos artificiales la aterrorizan, seguramente la asociación que hace su cabeza con lo que le ha sucedido hace que pierda el control sobre sí misma.

. –¿Y no puede producirle una regresión? - Pregunté temerosa

. – No sé, hasta ahora no tenía que regresar a ninguna parte, ya estaba allí, pero ahora que esta tan bien es un riesgo; pero más allá de ponerle algo en los oídos para atenuar el estruendo, no sé qué otra cosa podemos hacer; a no ser que tú te quieras quedar con ella y actuar según lo que pase. No creo que a tus padres le guste la idea, pero tú veras.

Sigo agradeciendo los comentarios, para mi que recién empiezo es como alimento para mi ego, gracias y espero que les siga gustando


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