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La Crisis 10

en Lésbicos

Esta vez todas me miraban, pero no hubo comentarios, lo dejaban a mi buen entender, y ahora que sabía la causa de su comportamiento, la idea de quedarme con ella me entusiasmaba más, no era solo para calmar sus temores por el cariño que le tenía, sino que ya era el ansia como profesional de eliminar esos temores, después de todo antes no se animaba a salir al jardín y conmigo si lo hizo, ¿por qué no ahora?, solamente tenía que convencer a mis padres que esta vez valía la pena faltar a su mesa.

 Todavía no le iba a decir nada a Ana, no quería ilusionarla, porque a pesar que mis padres no me iban a obligar a despedir el año con ellos, sabía que un simple reproche o notar demasiada pena en ellos era suficiente para desmoronar mi proyecto.

Fui a lo de Ana y no estaba en la habitación, me alegré que se decidiera a salir al parque sola. El día estaba bastante pasable, no hacía tanto frio y la encontré pintando parte del parque, la parte más bonita, aunque cuando pintaba no sé cómo hacía, pero lo que mirándolo parecía común, ella en el cuadro lo plasmaba de una manera que era más linda que la realidad; tenía la cara colorada, un poco por el frio, pero más por el disfrute que le producía estar en el parque que tantos años solamente atisbaba por la ventana, me senté sobre una piedra de adorno mientras la miraba pintar.

. – ¿Tienes frio, quieres que vayamos adentro? – me preguntó con una sonrisa.

. – ¡No!, quiero verte pintar, ¿vas a presentar una colección? – me encantaba cuando se sonreía

. – ¡No!, este si algún día me voy de aquí, lo voy a dejar para que alguien tenga un recuerdo, mi recuerdo, si es que lo quieren – Expreso con seriedad.

. – Ana, no digas tonterías, tú te vas a ir de aquí más pronto que tarde, y te puedo asegurar que te van a pedir por favor que le dejes algún cuadro, si lo único que tienen de malo tus cuadros es que pintas las cosas más lindas de lo que son, una mira tus pinturas y le encantan y después la realidad, ni por asomo.

. – Anda…no digas tonterías, ¿qué es lo que pinté mejor de lo que es?

. – A mí, por ejemplo, el que ve ese cuadro se enamora de mí y cuando me ve me manda a la mierda.

. – A si, mira tú, yo más bien diría que quien te ve, se enamora y cuando ve el cuadro, lo tira a la basura – me retrucó riéndose – estuvimos un rato más afuera, pero el frio arreciaba así que le ayudé a entrar todos los implementos y enseguida me despedí, estaba impaciente por hablar a mi casa.

Primero le hablé a mi padre al móvil para saber si iba a estar más tarde que tenía que conversar con el con tranquilidad.

 Elegí llamarlo primero a el, porque como profesional podía ver mejor la parte terapéutica de lo que me proponíahacer, aparte que tampoco era tan descabellado pensar que lo que en todos estos años casi no tuvo importancia porque no había nada por perder, ahora sí, podía hacer un daño considerable, sobretodo viendo como ya se animaba a salir sola a pintar y ya las enfermeras no se tenían que preocupar más, porque ya se arreglaba sin ayuda.

Quedamos que más tarde me iba a llamar cuando llegara a casa, me puse a anotar en mis cuadernos la evolución que manifestaba la paciente, en la carpeta profesional ocultando todo lo que fuera vinculante sentimentalmente, luego en la personal si, ahí anotaba tanto lo que me parecía que ella sentía por mi como lo que yo iba sintiendo por ella.

Estaba nerviosa, acomodaba la ropa para pasar el tiempo, me hice la cena, más bien la calenté porque estaba hecha y cuando sonó el teléfono pegué un salto; era mi papa, bueno empecé a explicarle el problema de Ana, y el peligro de que por culpa de los fuegos se echara a perder todo mi trabajo, aparte que tenía la idea de anularle esos miedos; me sorprendió al empezar a darme consejos de cómo me convenía comportarme con Ana, según como ella actuara, consejos que yo agradecía, pero que era lo que menos me esperaba, hasta me pareció que estaba enterado de lo que le estaba diciendo, no quise ser maniquea pero creo que el canal informático: Marina, Padrino, Papa, es muy fluido; en fin, que le dije que les iba a llamar para saludarles y que me disculpara con mama y los quería mucho.

Por adentro saltaba de contenta, cené y me acosté enseguida, mañana tenía que decirles a las chicas lo que se me había ocurrido, cuando me di cuenta que no se me había ocurrido a mí, sino que fue Marina la que me metió esa idea en la cabeza, y por cómo me habló mi padre, mucho me temía que tampoco iba a ser una novedad que mis padres estuvieran de acuerdo, por lo menos para mí jefa.

 A la mañana al entrar me encontré con Rafael, era raro verlo, él estaba casi siempre de convención en convención, y el manejo hospitalario lo llevaba Marina, y la parte administrativa, los contables.

. – Hola ahijadita ¿cómo va eso? Me enteré que el asunto de Ana lo llevas muy bien, “decía en el medio de un abrazo” creo que esta vez me la ganas.

. – En eso estamos, pero esta es la prueba de fuego, esta vez voy a tratar de sacarle todos los temores, y me tengo fe de conseguirlo.

– Le conté que pensaba quedarme la nochevieja con ella, y procuraría sacarle el temor a los estruendos.

. – Y estoy seguro que lo conseguirás ¿pero dime, Alejandro y Elena no te pondrán ninguna pega? - me pregunto haciéndose el extrañado.

. – No, y me extrañó bastante, me parece que de alguna parte le llegan las noticias más pronto que si se las doy yo. - Mirándolo con cara, “tú a mí no me la pegas”.

Se echó a reír. – Como todas las psicólogas, viendo cosas abajo del agua.

. – Y… cuando hay pescados…como tú otro remedio no queda.

Nos separamos, deseándonos buen fin y mejor principio; y al trabajo. Todo fue rutina y tedio hasta la hora de la tertulia mañanera, les conté lo que pensaba hacer y todas estuvieron de acuerdo porque era la oportunidad de quitarle sus aprensiones, y que si no lo hacía yo difícilmente otra pudiera. Me alentaron por el sacrificio que me iba a tomar, aunque me daba la impresión que eso me lo decían más en coña que en serio, creo que sabían que iba a estar donde más ganas tenía. No sabía si decirle a Ana ya, o esperar, y darle una sorpresa, decidí por esto último,

La inquietud que tenía, no se le iba a pasar diciéndole que la iba a pasar con ella, y quizá le diera apuro sentirse tan vulnerable. Así que cuando fui a verla solamente conversamos de tonterías, que como iba el cuadro que estaba pintando, que otra cosa iba a pintar, en fin, simplemente rellenar las horas. Me despidió con un abrazo fuerte deseándome toda suerte de venturas.

Al llegar a casa, hable con mi madre, aparte de disculparme por el faltazo, le conté que quería hacerle una comida que le gustara, que no sabía cómo sería la noche y pensaba comerla al mediodía pero que alcanzara para la noche por si todo iba bien. Pues nada, que me dio una receta para hacer unas gambas, con una salsa que según ella era para chuparse los dedos, para acompañarlas me dio varias opciones, según lo que encontrara en el mercadillo a esas horas.

Se ve que había mucha gente que, como yo, tenía que comprar las cosas a último momento; igual por cómo estaba surtido, esperaban que al otro día sería lo mismo. Compré todo lo necesario y me fui a casa para preparar todo; cocinar lo iba a hacer a la mañana.

Me levanté temprano, ya tenía todo más o menos preparado así que iba todo a tiempo. A las once me habla Fernanda.

. – Buenos días chavala ¿a qué hora piensas a venir?

. – ¿A ir a dónde? - pregunté sorprendida.

. – Aquí ¿o no dijiste que la ibas a pasar con Ana?

. – ¿Y tú que haces en el hospital? No te tocaba guardia.

. – Es que pasaba por enfrente y me dije, total voy a entrar, por ahí hasta consigo trabajo.

. – Anda, ¿de verdad estas ahí? Que bicho te pico que tomaras la guardia hoy.

. – No se lo cuentes a nadie, estas fiestas no iba a ir a mi casa, como sabes viven lejos y no es que se llegue en un tris tras, la iba a pasar sola y tengo una amiga que se la veo complicada, así que me dije, vamos si entre dos calamidades sacamos algo como la gente.

. – Bueno, si no me sale bien, por lo menos tengo mi paño de lágrimas.

Me fui volando; cuando llegué estaba Fernanda despidiendo familiares de internos que ese día habían ido por montón, me puse el guardapolvo y comencé a ayudarle “esos días daba más trabajo consolar a familiares que a los internados, que muchos de ellos ni siquiera los reconocían”.

Entre una cosa y otra si hicieron como las tres, me di cuenta que Ana ya debía haber almorzado,

Le comenté a Fernanda como había desperdiciado la ocasión de comer con ella.

. – Creo que no desperdiciaste nada, según mi criterio mejor así.

. – Pero como mejor así, podríamos haber pasado un rato amable, e irla preparando para esta noche que es cuando la cosa se va a poner pesada.

. – Ven vamos a sentarnos, mientras almorzamos algo, que para la noche falta mucho – nos dirigimos al comedor y mientras pedíamos algo seguimos conversando.

 – Sara si quieres no me hagas caso, pero a mí me parece que si tú vas ahora, ella va a tratar de disimular todo lo que pueda, y a la noche va a estar con los nervios destrozados.

. – Pero es que ahora ya tiene que estar temerosa de lo que va a venir y así toda la tarde.

. – Pero es que a eso ya está acostumbrada, me parece que si vas faltando poco, con la fe que te tiene, te va a tomar como una salvadora, como algo que no esperaba y con toda seguridad estaba deseando, te imaginas, un alivio para tanta tensión acumulada.

Me quedé mirándola un momento, tratando de asimilar semejante parrafada, si lo miraba como una profesional, me daba cuenta que la razón la tenía ella, el estar toda la tarde juntas, esperando el momento del desenlace, nos iba a dejar los nervios rotos a las dos.

. – Oye, no te estarás contagiando de Julia ¿no?, mira que con una alcanza.

. – No sé si tomarlo como un cumplido o como un reproche.

. – Por hoy, tómalo cómo un cumplido, porque creo que tienes razón.

Pasamos la tarde ayudando a las enfermeras a preparar todo para la noche, medicar a los que lo necesitaran para que pudieran dormir tranquilos, y armar una pequeña fiesta para los que podían disfrutarla. El ajetreo me sirvió para disimular mi ansiedad, fueron pasando las horas y al fin siendo casi las once me dirigí a mi cometido; llevaba toda la pitanza bien calentita en una mesa carrito. Cuando entre en la habitación Ana estaba acostada tapada con la colcha, sintió que había entrado alguien y solo me dijo que dejara la comida ahí. No le dije nada, simplemente me senté y allí me quedé callada. Se daba cuenta que alguien estaba.

. – Por favor deja todo ahí que después como, ahora no tengo ganas.

. – ¿Y me vas a dejar comiendo sola? No pensé que fueras tan desconsiderada -. Le conteste.

Pego un salto en la cama y se me quedo mirando sorprendida.

. – Pero ¿qué haces aquí, no tendrías que estar con tus padres? - Preguntó extrañada.

. – Tendría, pero la cuestión es que les toco guardia, y entonces si no podía pasarlo con ellos que mejor que pasarlo con una buena amiga, ¿o es que te incomoda que quiera pasarla contigo?

. – ¡No! como me dices eso (me miraba cómo tratando de saber si creerme o no) es que cómo está tu amiga Alicia, quizá podías pasarlo con ella.

. – Pues tienes razón, la podía pasar con ella, pero me dio más ganas de pasarla contigo, pero parece que no te agrada mucho que yo esté aquí. – contesté haciéndome la enfadada.

. – ¿Cómo me dices eso? Claro que me gusta que quieras estar conmigo, solamente que ni me imaginaba que podrías venir a acompañarme – (Se calló y bajo la cabeza) ¿sabes qué pasa? Este día me da mucho miedo, me vuelven cosas a la cabeza… que desde que estás tú, las iba olvidando, pero hoy…viste… todo ese ruido…sé que van a volver, y tu…que vas a pensar.

. – Anita, ¿sabes lo que pienso?, pienso que, así como pudimos correr otros fantasmas, entre las dos también vamos a poder con estos.

-Ven come, y vas a ver que cuando llegue el momento yo no voy a dejar que te pase nada. - Le dije mientras la apreté contra mi pecho, se agarró fuerte de mí, con su cara sobre mi hombro apoyada en la mía.

. – ¿Y si comemos después que termine? No creo que ahora pueda.

. – Bueno, vamos a recostarnos mientras esperamos. Dime ¿Qué estuviste haciendo durante el día?

. – Estuve pensando en ti, cambio tanto mi vida gracias a ti que no sé qué sería de mi si no hubieses llegado.

. – Si no hubiese llegado yo, hubiese llegado cualquiera y sería lo mismo.

. – ¡No! no sería lo mismo, tenías que llegar tu -se notaba su enfado- aparte que no me importa quien pudiese venir, estas aquí conmigo y eso es lo que cuenta.

. – Esta bien, pero no te cabrees, que todavía me vas a tener que soportar por un tiempo.

. – Si a esto le llamas soportar, ojalá que sea para siempre. Por favor Sara, ¿me dejas estar agarrada a ti mientras pasa todo?

. – Sí que puedes, pero sabes, tenía la idea de poder salir a la galería pera ver los fuegos artificiales, son tan hermosos, yo te taparía los oídos.

. – No Sara, por favor, no me hagas salir, tengo mucho miedo de volver a lo de antes, ahora no, ahora desde que te conocí todo está bien y no quiero que se estropee. - Dijo sollozando.

. – Está bien, cálmate, nos vamos a quedar aquí, es que me ilusione, que si vieras que lindo espectáculo se montan, hasta podías pintar un cuadro para mí de la manera que lo haces tú. – Era un chantaje emotivo en toda la línea, pero si quería quitarle sus temores otra manera no veía.

Nos quedamos abrazadas, cada vez se apretaba más a mí, las dos estábamos en silencio como esperando una sentencia. Sonó la primera campanada, un estremecimiento recorrió su cuerpo mientras se me aferraba cada vez más, si pudiera se mimetizaría conmigo, yo le acariciaba el pelo mientras le susurraba.

 -Calma cariño, calma, sabes que yo no voy a dejar que te pase nada, no tengas miedo que yo estoy contigo.

 - En ese momento ya estaba más convencida yo, de lo que quizá estaba ella, no iba a dejar que le pasara nada y haría lo que fuera para no dejarla caer en el abismo en que estuvo hundida esos años, hasta se me ocurrió que si tuviera que hacerle el amor se lo haría.

Las campanadas seguían sonando, ya se estaban aproximando a las doce y cada vez la crispación se hacía más evidente, ahora era la peor parte, comenzarían los estruendos, le iba a tapar los oídos cuando me dejo totalmente sorprendida.

. – Llévame afuera, llévame, pero no me sueltes.

. – Ana. Si te va hacer daño nos quedamos, otra vez será.

. – Llévame por favor, tú vas a tener ese cuadro pase lo que pase.

 – Me daba no sé qué, que sufriera por mi culpa, pero por otro lado no podía ignorar que era una oportunidad invalorable.

 Cuando salimos a la galería arreciaban las explosiones, ella se aferraba a mi compulsivamente mientras miraba el cielo como se iluminaba, de pronto una cascada de luces de diferentes colores se precipitaba diluyéndose a medida que se aproximaban al piso. De a poco aun sin aflojar el contacto, noté cómo se iba distendiendo y la cara de pánico de segundos antes se iba convirtiendo en asombro.

 La tenía agarrada de atrás con mis manos tomándola de su cintura, recostó su cara contra la mía y de reojo pude ver una tenue sonrisa dibujada en su boca. Un suspiro enorme salió de mi pecho, lo peor había pasado y de la mejor manera, lo notó.

. – Tuviste miedo ¿no es que a tu lado no me iba a pasar nada?

. – A ti, no iba a dejar que te pasara nada, pero a mí, puf…me tuviste con el corazón en la boca.

 Se rio con esa risa cantarina que tanto me gustaba.

. – Pues mete ese corazón adentro que necesito que este donde tiene que estar. –Me replico mientras me tomaba la cara y me daba un piquito con esos morritos tiernos que tanto me movían el piso.

 - ¿Sabes? Esto creo que lo había visto, pero no tan lindo como lo vi hoy. Aunque no hay nada que pueda ser tan lindo como cuando tu estas a mi lado.

. – Anda, eres una exagerada; ¿Qué te parece si ahora vamos a comer, no tienes hambre?

. – Si, vamos, hoy en el almuerzo no pude comer de los nervios, ahora tengo un hambre que me comería hasta a mi psicóloga. –Me tomo de la mano y me arrastró corriendo a su cuarto riendo.

. – Huy…esperemos que la comida alcance, no quiero terminar en tus fauces -

. – Te iría comiendo de a poquito, ni te enterarías, debes ser de lo más rico así que te iba a hacer durar mucho, y que mucho. – dijo riendo. En eso nos encontramos con Fernanda.

. – Eh chicas ¿Cómo va eso? Ana no me digas que vienes de ver los fuegos artificiales.

. – Si, Sara me llevó a verlos, son maravillosos, me gustaron mucho.

. – Te felicito, por fin te animaste ¿y ahora a donde van tan apuradas?

. – A comer -dije yo- ¿te apuntas? Algo va a ver para ti también- La invitación, noté que a Ana no le hizo mucha gracia, pero disimuló bastante bien.

. – Pues como me iba de perder algo preparado por ti, a ver si es cierta la fama que te precede, voy por una sidra y las alcanzo. – y se fue corriendo en busca de la dichosa sidra.

. – Pensé que íbamos a comer las dos solas. – Me dijo un poco enfurruñada.

. – Ya verás que alcanza, además Fernanda es muy divertida y la vamos a pasar muy bien. – tratando de hacerle creer que no me daba cuenta del sentido con que me lo dijo.

 Es que de alguna manera la presencia de Fer me daba un respiro para que las cosas no se salieran de madre, y eso no era solamente por ella, sino que también yo me tenía que cuidar.

Preparamos todo, enseguida llegó Fernanda y nos sentamos a comer y decir chistes, digamos que era Fernanda la que más anécdotas tenía para contar, el caso que fueron momentos divertidos y Ana se reía mucho, algo a lo que no estaba acostumbrada, se nos hicieron casi las dos de la mañana, Fer se despidió, tenía que hacer acto de presencia, aunque no tuviera nada que hacer, tenía que estar al tanto de lo que sucediera. Juntamos todo y Ana me preguntó.

. – ¿vas a venir a dormir un ratito después?

. – No cariño, si hoy no estoy de guardia. – La cara de pena que puso me conmovió, pero sabía que enseguida se le pasaría.

 Tomé mi mochila y me metí en el baño, cuando salí se quedó mirándome con la boca abierta, yo llevaba puesto un camisón y unos pantaloncitos.

. – ¿Pero si me dijiste que no ibas a venir a dormir? – Me preguntó sorprendida.

. – Te dije la verdad, como iba a venir si ya estaba aquí, ¿no pensaras que me vaya a mi casa a esta hora y con este frio?

. – No…no…como voy a querer que te vayas, menos hoy con los borrachos que deben andar por la calle, anda ponte para el lado de la pared así estoy segura que no te caes.

. – ¿Y si te caes tu qué pasa?

. – Yo me agarro a ti y vas a ver que no me caigo.

 Dicho y hecho, una vez que me acosté se agarró de mi cintura como una lapa, sentía sus senos duros contra mi espalda, su respiración en mi cuello, sus piernas dibujaban las mías, y mi sangre corría a borbotones por mis arterias dándome un agradable calor en el cuerpo que nunca había sentido.

 Me costó dormirme, no es que estuviera preocupada, es que no quería dejar de disfrutar ese momento. Ana no sé si dormía o no, su respiración era acompasada y parecía que sí, pero de vez en cuando sus labios rozaban mi cuello como al descuido y me producían como una corriente que me hacía estremecer.

A la mañana me desperté como a las nueve, me había dado vuelta y ahora Ana estaba abrazada de frente con su cara metida en la cavidad de mi hombro y sus labios apoyados directamente sobre mi cuello, su brazo apoyado más arriba de mi cintura rozando mis senos me hacía desvariar

 Me fui corriendo despacito, no quería despertarla, pero tenía ganas de ir al baño, así que no tenía otro remedio, cuando me retire como para poder dar vuelta la cabeza, la miré, parecía un angelito, una expresión tan dulce en esa carita que era imposible creer que fuera la misma que hace unas semanas atrás. Se despertó y se apretó nuevamente contra mí.

. – Sara, porque no nos quedamos un poco más, hoy no trabajas.

. – Es que tengo ganas de ir al baño, si quieres después nos quedamos otro rato.

. – Si…si vete que yo también tengo ganas de ir, anda que después voy yo.

Fui al baño, hice mis necesidades, me higienicé y cuando volví, salto como un resorte

. – Acuéstate mientras que yo enseguida vengo, hoy te va a hacer bien que descanses.

Me acosté, esperando que viniera, quería saber cómo se iba a acomodar, traté de dejarle suficiente lugar como para que no tuviera que pegarse contra mí. Salió corriendo del baño, retiró las mantas y sin cortarse se tiró encima mío.

. – Oye que bien se duerme contigo, lástima que no pueda hacerlo todos los días.

. – Ya ibas a ver cómo te ibas a cansar, anda duerme que para eso nos quedamos.

. – No, nunca me iba a cansar – me contesto con su boca a centímetros de la mía – nunca me iba a cansar – aproximo sus labios a los míos y me dio el famoso piquito, pero ahora más fuerte, más tiempo y más húmedo.

 Un suspiro salió de lo más profundo de mi ser, quise disimularlo, pero se dio cuenta, con una sonrisa de triunfo, esta vez fue ella la que tomo mi cabeza y la apoyo contra su hombro mientras me acariciaba, y yo como tonta la dejaba hacer, una paz tan grande me fue ganando y lo último de lo que pude estar consciente es de un beso en mi frente y su mano acariciando mi cabello.

 Creo que no me moví en todo mi sueño, porque cuando desperté estaba en la misma postura, entre sus brazos y sus labios sobre mi frente, al ser más alta que yo, nuestros pechos se enfrentaban y sus pezones se toreaban con los míos, sentía una excitación de otro mundo, por lo menos de un mundo que hasta ahora no era el mío.

 Si no fuera que la relación tenía que ser de medico paciente, me la comería a besos en ese momento, y a la mierda los convencionalismos.

 Esperé hasta que se despertó, no se dio cuenta que yo ya lo estaba, porque me acariciaba la cara con una suavidad que me hacía estremecer mientras pasaba sus labios por mi frente. Hice cómo que me despertaba en ese momento y me retiré un poco.

. – ¿Qué hora es? Ya debe ser la hora del almuerzo – me miraba fijo como si no escuchara lo que le decía, me asuste parecía que estaba en otra parte

 – Ana por favor que te pasa por Dios –la sacudí mientras no dejaba de mirarme, de pronto sacudió la cabeza y se sonrió.

. – Eres tan linda que no puedo dejar de mirarte.

. – Ana le grité, me diste un susto de muerte, -mientras me subía arriba de ella y la apretaba contra la cama – eres una boba, yo toda asustada y tú con esa tontería – me deje caer quedando nuestros cuerpos pegados – Por favor, no me hagas eso más porque me muero.

. – La culpa es tuya por ser tan hermosa.

. -Anda boba no digas tonterías si al lado tuya parezco una mona, - mientras le cerraba la boca con mis dedos sobre sus labios.

 Nos quedamos un momento, que se hizo largo mirándonos a los ojos, me acordé de la primera vez que la vi, esos ojos de muñeca que no decían nada y ahora verlos así, tan llenos de vida, tan tiernos, no me lo podía creer. Me levanté despacio.

. – Anda vida, levántate que van a venir, y todavía que nos regañen -

. – Se estaba tan bien así que no da ganas, a veces quisiera ya salir de aquí para poder hacer lo que me parezca, ¿te parece que podré salir alguna vez?

. – ¿Pero qué tontería me dices? Claro que vas a salir, y más pronto de lo que crees

. – Bah…total, afuera no tengo a nadie, aquí por lo menos te tengo a ti - Contestó desesperanzada

. – No digas estupideces, somos amigas, y me tienes aquí, afuera y donde sea, y no te permito que lo pongas en duda.

Me miro profundamente. – Si es contigo me atrevo a ir a donde quieras.

Pare la conversación allí, no quería adentrarme más en el tema, me daba cuenta que las dos estábamos enamoradas, pero teníamos que comprobarlo en otro ambiente, con más independencia, para saber que no era debido a las circunstancias.

Volvimos a comer con Fernanda, pero esta vez en la cantina, la volvimos a pasar estupendamente.

 Ana ya mucho más sociable comenzó a tomar confianza con Fer, y esta con sus chistes la animaba a salir un poco más de su soledad.

Le recordó cuando brindamos todas juntas y que, aunque yo no estuviera, igual iba a encontrar ayuda para todo, le hizo prometerle que le iba a hacer un cuadro para ella, pero no saliendo de un huevo, que ella no tenía el culo tan bonito como yo, la hizo poner toda colorada pero después la hizo desternillar de risa con otros cuentos que ni se, de donde los sacaba.

 Terminamos y ya casi era la hora de que Fernanda terminara el turno, quedamos que cuando se fuera la llevaría, ya que ella a pesar que tenía un coche nuevo recién se había sacado la licencia y todavía no se animaba a salir cuando la carretera estaba mala.                

 Al despedirme le di los dos besos en sus mejillas, pero ella tomando mi cara, me planto su delicioso pico mientras me acariciaba con su tierna mirada. Respiré con fuerza y me separé, apretando fuerte su mano. Me fui acompañada de su sonrisa.

En el viaje conversaba con Fernanda, contándole lo bien que lo había pasado, y que bien que había salido todo, me contestaba que ni ella pensaba que iba a conseguir tanto, sobre todo sabiendo el terror que había demostrado ante los estruendos.

 La llevé hasta su casa, y me invitó a tomar algo caliente, le pregunté si no tenía sueño, pero contestó que al otro día lo podía pasar durmiendo.

 Para que negarlo, tenía ganas de hablar, estaba eufórica; eufórica e inquieta, preocupada, las cosas iban demasiado rápido y a lo mejor me podía aconsejar, aunque el hecho de que me escuchara ya podía darme un alivio. Alrededor de unos cafés, y unas galletas sentadas en el sillón, con la calefacción prendida se estaba confortable.

. – Y ¿Cómo lo ves desde afuera, estoy haciendo bien o mal? - pregunté

. – Mirando los resultados, está todo bien, diría que mejor no puede estar, ya entrando en lo personal, eres tú la que tiene que decir si va como quieres o no. Sara, todas nos damos cuenta que esta no es una situación normal, pero no lo es, por el hecho de que está internada y tú eres la profesional que la atiendes, tan pronto le den el alta, lo que es normal lo deciden ustedes, y creo que ahora tendrías que empeñarte a insertarla nuevamente al mundo y ver qué pasa.

 . - ¿Y tú que piensas que va pasar?

. - ¿Y qué quieres que piense?, las veo a las dos mirarse embobadas, ella cuando te da esos besitos, tu un poco más te meas y si por ti fueras te pasarías las horas a su lado.

. – Ah eres una exagerada, para ti parece que soy una lesbiana irrecuperable.

. – No sé si lo eres, porque nunca te vi fijándote en otras mujeres, pero con Ana, no creo que tengas muchas ganas de recuperarte, y si es como parece, yo trataría de sacarla a ver el mundo desde afuera lo más rápido posible.

. – Ganas no me faltan, pero no se me ocurre nada, a ver si me ayudas.

. – Y ahora en los reyes, porque no pides sacarla a ver el desfile, la pondrías en contacto con la gente, y empezaría a acordarse de algo que alguna vez tuvo que haber visto.

. - ¿Te parece, no es demasiado riesgoso? Si se me asusta y la pierdo me muero.

. – Anda, yo te ayudo, vas a ver que entre las dos vamos a poder, y si no, la atas. Dijo riendo

Conversamos un poco más, y la dejé que ya se estaba durmiendo, quedé pensando en eso de sacarla a pasear, en los papeles parecía fácil, pero entre esa multitud habría que ver cómo se comportaba. Llegué a casa y puse un poco la TV, ya estaban los anuncios de la caravana de reyes y la ciudad se preparaba toda para el evento, carrozas, juegos, exposiciones para los pequeños, y una exposición de pintura en el museo de arte, lógicamente también sobre los reyes. Me comí algo de lo que me había quedado, y a la cama.

Al otro día amaneció soleado, llegué al trabajo de buen humor, los días con sol ayudaban, no era yo sola ya que Marina y Julia habían llegado antes que yo. Nos saludamos de pasada y quedamos en contarnos cómo nos fue a cada una, aunque yo sabía que la que más tenía que contar era yo.

Hice mi recorrida, y a eso de las diez me tocaban los pacientes individuales, al ir a los consultorios me pareció ver a Ana en la galería, era ella estaba con el caballete absorta ante un lienzo.

. – Ana ¿qué haces tan temprano? – Mientras me acercaba a darle un beso.

. – Aquí me ves, pintando, es que ahora que le debo un cuadro a Fernanda, otro a ti, tengo que despabilarme si no quiero que anden reclamándome. Contestó mientras me saludaba.

. – Bueno, después voy a visitarte que ahora me están esperando los pacientes.

La dejé con sus pinturas, y yo fui a lo mío. Ya era cerca de la una de la tarde cuando pude acercarme a la cantina, ya me estaban esperando.

 De algo se habían enterado por cómo me recibieron, sobre todo Julia, que fue la primera que se largó.

. – Hola ¿cómo le fue a nuestra psicóloga estrella?, anda cuenta ¿qué tal recibiste el año?

. – Pues yo bien, ¿y ustedes qué tal? o no tienen nada que contar ¿tan aburridas la pasaron?

. – Anda no te hagas la mona – dijo Marina- ¿Qué tal te fue con Ana? Aunque veo que bien, hace un rato la vi pintando sola, así que nuestra muñequita ya está aprendiendo a andar sin ayuda.

. – Uy mira, de eso me gustaría hablarte, ayer lo estuvimos comentando con Fernanda.

Les conté todo lo que había pasado, que había salido a ver los fuegos, que luego cenamos con Fernanda, en fin, todo lo que era normal, pero que en este caso parecía una excepción.

 También comenté que, si la podíamos llevar a la caravana de los reyes, que Fernanda se ofreció para ayudarme, o si no, si podía llevarla el sábado a una exposición de pintura en el museo de artes. Marina se quedó pensando, y fue Julia que dijo.

. – Y porque no te la llevas el jueves a la tarde a tu casa después de la guardia, el viernes a la mañana la paseas viendo cómo va asimilando la nueva situación, y sabes si está preparada para soportar lo de la caravana, después de eso lo de la exposición no le va a pesar nada, y menos sabiendo lo que le gusta la pintura, y el lunes que venga contigo, total por lo que va hacer aquí.

En ese momento me dio ganas de saltarle encima y darle un beso, ni yo me hubiese atrevido a pedir eso, pero lo hizo con tal naturalidad que parecía lo más lógico.

. – Un poco más me pides que deje que la lleve a vivir con ella. Dijo Marina

. – No Marina, pero reconoce que está en un chis de curarse totalmente, y si no se le permite interactuar entre la gente ese chis no va saltar nunca.

. – Si, lo sé…, pero el caso que para poder salir tiene que tener el permiso de un tutor que se haga responsable.

 Déjamelo, a ver si lo puedo solucionar, es algo legal, así que hay que hacerlo bien.

Seguimos hablando un poco más, pero sin volver a tocar el tema, igual sabía que Julia en lo que pudiera influir, me iba ayudar, y cuando volviera Fernanda ni que hablar, de Marina creo que si podía solucionar el problema legal, también le parecería bien.

 Yo ilusionada al máximo; ni siquiera había pretendido tanto, la idea fue de Julia, pero ahora que la tenía en mente la esperaba como un niño el regalo de reyes.

A la tarde luego de cumplir con mis obligaciones, estuve un tiempo con Ana y me retiré. Tan pronto llegué al departamento hablé con Fernanda y le conté como marchaba la idea de ella, ahora un poco más extendida, quedamos en que iba hacer como que no sabía nada, más allá de lo de la caravana de los reyes.

El otro día todas nos comportamos con normalidad, solamente Fernanda sacó la conversación de lo conveniente de salir a ver los reyes, pero Marina dijo que estaba en eso, y ahí quedó.

El miércoles, a media mañana me llama Marina que tenía que hablar con mi padrino, pensé que me iba a dar explicaciones porque era comprometido dejar salir a Ana, y sacarle la culpa a Marina.

 Nada más entrar me saludó efusivamente, que es como siempre me saludaba así que eso no me decía nada.

. – A ver, siéntate, no te quedes parada como tonta.

. – Oye, estoy ante el director, no el que corta el césped.

. – Así…si, me había olvidado lo respetuosa que eres conmigo, anda siéntate que tenemos que hablar.

- Mira, Marina me dijo de esa idea de sacar a Ana por este fin de semana, y me pareció bien, ya es hora de tratar de volverla a la normalidad, pero para eso se necesita un tutor o tutora da igual. Marina se ofreció ser ella la tutora y hacerse responsable, pero a mí eso no me gustó.

 Yo baje la cabeza, era algo que sabía que era riesgoso para la que tomara esa responsabilidad, después de todo no tenía por qué tenerme tal confianza.

. – Yo te conozco y sé que eres responsable y que si pasara algo, no iba a ser por tu negligencia, por eso me parece que si Ana va salir contigo, lo mejor es que seas tú la tutora, ¿te animas?

. – ¡Sí que me animo!, puedes estar tranquilo que hare lo imposible para que no le pase nada- Casi grité

. – Te creo, pero igual trata que Fernanda te dé su apoyo para que salga todo bien, suponía que ibas a aceptar, por eso Marina ya preparó todos los papeles, falta tu firma y la mía y queda a cargo tuyo.

Yo estaba loca de contenta, Marina se reía cuando tuve que poner la firma y de la emoción no me salía. Rafael se burlaba mientras me decía si con todos los pacientes era tan comprometida, le contesté que era solamente con esta por el reto al que me había desafiado, terminamos el papeleo y me volví con mis deberes.

 Al mediodía nos juntamos como siempre, pero yo estaba más que eufórica y trataba de disimularlo.

 Con ellas era inútil me conocían y sabían cómo me sentía. Las bromas estuvieron a la orden del día, me enteré que tenían todo programado para que Marina se hiciera cargo; pero mi padrino pensó que tenía que darme todo el protagonismo a mí, así y todo, lo convenció de ponerme a Fernanda como apoyo, y que quedase todo como una terapia a cargo del hospital, y a mí me terminó de convencer que lo de Marina y Rafael, pasaba de una simple relación de trabajo, cosa que me alegraba por el aprecio que le tenía a los dos.

Luego de la tertulia, me reuní con Fernanda para compaginar cómo íbamos hacer para decirle a Ana, quedamos en esperar hasta el jueves, mientras mirábamos el asunto de la ropa y todo lo demás que iba a necesitar; por vestidos, los míos le andarían bien, un poco más cortos que a mí, pero era tan joven que los iba a llevar con mucha gracia, por pantalones los de Fernanda al ser más alta que yo, podían pasar, y si tenía que comprarle algo, tampoco no iba a ser problema, Marina me dijo que no me pasara pero que tampoco que le faltara nada,  que trayendo la factura  ellos se encargarían de cobrarle a los que se tenían que hacer cargo. Así que el jueves después de reunirnos todas, me fui a buscar a Ana.

. – Ana, prepárate que hoy tenemos mucho que hacer, arréglate que nos vamos de paseo.

. – ¿Vamos a dar una vuelta por el parque?

. – Que parque, nos vamos de paseo como la gente, a pasear afuera, y después cenamos con Fernanda en un restaurant y después nos vamos a dormir a casa.

. – Estas de broma ¿verdad? – decía con los ojos bien abiertos por la sorpresa

. – No, no es broma, preguntabas si alguna vez ibas a salir de aquí, pues ya lo ves, aunque después tengas que volver por un tiempo, este fin de semana vas a pasear y hasta ver una exposición en el museo de bellas artes, ahí donde algún día van colgar tus cuadros.

No se lo podía creer, saltaba como una loca, se tiró en mis brazos, me besaba, no sabía lo que hacer de la alegría que le daba.

. – Para, para de una vez, búscate le ropa que mejor te queda, pero no te pongas la de la Barbie mira que nosotras hoy vamos, así como estamos, no nos hagas quedar feas.

. - ¿Puedo ir con unos pantalones? Aquí nunca los uso.

. – Claro que sí, mañana ya buscaremos algo más para ponerte.

Se duchó, me retiré para dejarla que se vistiera como quisiera, después le aconsejaría si la veía muy desubicada, quería observar si asumía el papel de mujer, o todavía quedaban vestigios de aniñamiento.

 Busque a Fernanda para prepararme para irnos y volvimos a buscarla, también estimaba el criterio de Fer, en analizar la actitud de Ana.

 Entramos en la habitación y nos quedamos perplejas, se había puesto esos pantalones que nunca usaba, no sé porque, ya que le quedaban divinos, una blusa que le iba un numero chico, pero que le hacían resaltar sus atributos, que bien puestos los tenía, el pelo suelto tirado sobre los hombros, si no fuera que estábamos en invierno y tenía que ponerse una chaqueta o algo que la tapara, nos iba hacer quedar como harapientas. Nos vio tan embobadas que no sabía el porqué.

. – Ya sé, no me maquillé, pero es que no sé, no me gusta cómo me lo hacían las enfermeras y creo que lo que usan ustedes yo no lo tengo.

. – Hay niña, si tu no necesitas nada, si quieres mañana te prestamos algo, pero todo lo que te pongas, te sobra. - Le contestó Fernanda.

Procuré que fuera bien abrigada y subimos al coche, Ana al lado mío y Fernanda atrás, teníamos tiempo de pasar por nuestros departamentos, pero habíamos decidido llevarla a pasear un poco ese día que no había tanta gente, para que se fuera adaptando a la cercanía con los gentíos.

 Entramos en un centro comercial y no notamos que se molestara por la proximidad de los demás, lo que, si cuando pasábamos por las tiendas, nos marcaba ropa o zapatos que usábamos o nosotras o alguna del personal que trabajaba en el hospital, tenía buen gusto y estaba lejos de fijarse en lo que usaban las adolescentes, claro está que nunca tuvo esas compañías.

 Le preguntamos que le gustaba, pero no se interesaba por nada en especial, solamente en una zapatería nos señaló unas botas de media caña parecida a las que tenía yo, allí adentro no las necesitaba, lo tomamos cómo un pendiente para el otro día, y seguimos paseando hasta que se hizo la hora de cenar. Fuimos a un restaurant de medio pelo, pero que la comida era riquísima, y la atención familiar, nos dejó que pidiéramos por ella y pedimos paella de mariscos para las tres regada con un vinito blanco del país, que sabíamos que tenía su tonito.

Ana se portó como si estuviera acostumbrada a esas salidas, se reía con ganas de las tonterías que decíamos nosotras. Realmente fue ella la que nos quitó los nervios, cuando pensamos que iba a ser al revés. Terminamos de comer, tomamos un café y me tocó llevar a Fernanda hasta su casa. Nos despedimos hasta el otro día, que iba a venir con su coche así practicaba, la dejamos y nos fuimos a mi departamento, subimos por el ascensor hasta mi piso,

Abrí la puerta y la hice pasar, prendí la luz y le indicaba por donde estaba la cocina, las habitaciones, pero ni caso, se había quedado mirando el cuadro donde estaba saliendo del huevo, que lo había colgado esa mañana.

. – ¿No me digas que lo tienes colgado en la sala a la vista de todos?

. – Y porque no, ¿acaso me veo tan mal?

. – Bueno no te ves tan bien como eres, pero mal no te ves, no sabía que eras tan exhibicionista, y no te olvides que ese cuadro es mío y está a tu cuidado.

. – No… no te apures, que lo tengo guardado que nadie lo vea, hoy lo colgué nada más que en homenaje a ti. – dije riendo

. – Alguna vez si quisieras posar para mí, verías que me salía mucho mejor. Contestó con los ojos relucientes.

. – Uhm… ya veremos, pero mejor que ese, imposible. – mientras iba a preparar un té para cada una.

 Me siguió a la cocina, y aproveché para explicarle donde estaban las cosas, le mostré el refrigerador y lo que había adentro, que se podía servir de lo que le diera la gana que la casa era suya.

 Nos fuimos a sentar en el sillón grande y le pregunté qué tal le había parecido el paseo, si se había sentido incomoda, y si mañana quería salir nuevamente, me comentó que estuvo cómoda en todo momento, y que la pasó muy bien con nosotras, y que al otro día si queríamos salir estaría encantada, pero tampoco nos pusiéramos en molestias solamente por contentarla.

Cuando terminamos se notaba que estaba cansada, no estaba acostumbrada a estar hasta tan tarde, y menos paseando todas esas horas. La llevé a mi habitación, estaba calefaccionada le dejé prendida desde la mañana para que no pasara frio en ningún momento, cuando vio la cama doble exclamó.

 – Uf… aquí te pierdes, si hasta puedes dormir cruzada.

. – Ay no seas exagerada, es que cuando vienen mis padres duermen aquí y yo voy a la más pequeña, pero hoy tu eres visita así que puedes dormir como te dé la gana.

Le mostré donde estaba la ropa, que agarrara lo que le pareciera, si quería usar piyama o camisón todo estaba a su disposición, le mostré el baño, le deje un cepillo nuevo para los dientes, y cualquier cosa que me llamara, que estaba en la habitación de al lado. Se me quedo mirando con pena y me preguntó porque no dormía con ella.

. – Es que así tu duermes más cómoda, tienes toda la cama para ti y si quieres ver tele aquí está el control, y ya sabes cualquier cosa me llamas que no es molestia. Le dije eso y me marché, si quería que fuera capaz de hacer su vida, tendría que acostumbrarse a enfrentarse contra todo.

Me acosté, pero a pesar que era tarde no me podía dormir, pensaba que estaría sintiendo, no escuchaba nada, quizá ya se había dormido, a lo mejor me había apresurado a dejarla sola, eran muchos cambios para un solo día, estaba cavilando cuando siento que golpean la puerta, abrí y estaba Ana llorando, se me tiró en los brazos, la notaba angustiada.

. –¡Ana! por favor que te pasa, porque lloras así.

. – Por favor Sara, llévame a casa, tengo mucho miedo, no voy a poder dormir. - Me decía mientras se agarraba los brazos tratando de protegerse de ¿quién sabía qué?

Les agradezco sus comentarios, pero me causa extrañeza que nadie me halla reprochado la nula descripción de los personajes ni del entorno; espero que sea porque sus imaginaciones rellenan los baches que dejan mis relatos; y aunque cada cual lo imagine en diferente contexto, la esencia de las protagonistas sigan siendo las mismas.   

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