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Ana y Sara (el final)

en Lésbicos

La vuelta en el avión fue como la ida, puro dormir, nos estaba esperando Alicia, ya que Fernanda estaba trabajando, nos llevó al departamento, y después de intercambiar información, y quedar para reunirnos al otro día, se marchó para dejarnos descansar.

Nos había comprado comida china, que aunque nada que ver con la que hacíamos nosotras, se podía pasar.

-Uf… por fin en nuestro hogar, - me dijo mientras se me acercaba mimosa – sabes cómo me gustaría que cuando fuéramos mayores poder tener una casa donde vengan a reunirse como en casa (Ana le decía casa a donde vivían mis padres los que ya consideraba como nuestros y en verdad de corazón lo eran) y fuéramos nosotras las que aglutináramos la familia.

- Para eso tenemos que hacernos una familia nosotras; mama ya nos lo hizo saber ¿tú que piensas?

- Sueño con eso, me gustaría vivir la adolescencia que no pude vivir, en nuestra hija.

- O en nuestro hijo; aunque podía ser en una parejita que nos hiciera ver la vida de los dos lados, que te parece.

- Me parece estupendo, ¿cómo quieres, tu o yo?

- Te diría que lo de tu lo tienes que decidir tú, yo por mi parte por lo menos uno quiero tener, y tanto me da lo que sea mientras venga con salud.

- ¿Y si tenemos mellizos, que te parece?

- ¿Pero tú te crees que los mellizos los tienes nada más con que te dé la gana?

- Vas a ver que sí, tu dejame a mí que entre las dos los vamos a tener.

- Ay no sé, no sé, ¿Qué estará pasando por esta cabecita?

- Algo; que si no fuera porque tengo que pedir ayuda te sacaba quintillizos.

Al otro día a la mañana, llamé a Alicia si convencía a Fernanda de ir ese fin de semana a casa de nuestros padres; no tuvo que insistirle nada; a esa altura la relación de ellas estaba blanqueada, así que al mediodía partimos para allí.

Llegamos a la tarde y el recibimiento fue gratificante, nos tenían preparado para la noche una cena de bienvenida, y estaban los padres de Alicia, quizá para acostumbrarse a tener una hija en el otro bando.

Pasamos una noche estupenda, contando lo que se podía contar de nuestro paso por Cuba.

Después de cenar salimos a bailar al mismo lugar que fuimos de la vez anterior, y pasamos una noche maravillosa, que completamos con todo sigilo en nuestra habitación, que también aprendimos a darnos placer a la matacallando.

El domingo volvimos con Fernanda; Alicia se quedó porque estaba haciendo los papeles para conseguir el traspaso al hospital de nuestra ciudad.

De ahí en más, yo volví al trabajo; Ana a la academia, y la vida continuaba con una rutina que estando con ella no me sabía nada mal.

Cómo al mes, Ana me avisó que tenía turno para un estudio de fertilización para saber si podía quedar embarazada, y si yo quería hacérmelo también sin ningún compromiso, que después de saber los resultados podíamos hacer lo que nos viniera en ganas.

Realmente lo deseaba, aunque teníamos tiempo, tampoco quería parir de muy mayor, así que asentí y la acompañe.

Nos hicieron diferentes análisis y quedamos que podíamos tener sin ninguna dificultad.

Ese fin de semana, Ana estaba muy mimosa, me pidió que si estaba de acuerdo en quedar embarazada, podíamos hacer una fecundación invítro y tener los óvulos fecundados para cuando quisiéramos usarlos.

Usó toda su seducción para convencerme de lo que ya estaba convencida, con las ganas que tenía de que me sedujera, no quería quitarme el placer de hacerme la reticente.

Creo que ella lo sabía, pero tenía tantas ganas de usar sus métodos cómo yo de que los usara, y al fin consiguió su objetivo, aunque los medios que usó nos hicieran olvidar, cual era ese objetivo.

Deje todo en sus manos, no es que quisiera que lo hiciera sola, simplemente quería que se sintiera confiada en que ella podía, sin que la llevara de la mano.

Y vaya si pudo, a la semana me preguntó qué día podía acudir a la extracción de óvulos.

Y allá fuimos, ese día lo dedicamos solamente a eso; Ana había acordado que el donante tenía que ser el mismo para las dos, para asegurarse que fueran hermanos.

Cuando llegamos a casa y preparamos un café, y nos pusimos a conversar de lo que tanta ilusión nos daba.

- ¿Y mi amor, quien te parece que lo tengamos primero? Mira que yo soy más vieja.

- Uy que vieja que eres, me llevas cuatro años, una barbaridad.

- No será una barbaridad, pero soy más vieja, me tocaría a mi primero.

- Sara de verdad que me gustaría que fueran mellizos.

- Pero eso no sé si lo pueden hacer, ellos implantan una cantidad, y por lo general prende uno, creo que es así.

- Bueno, pero yo no pido que pongan más, uno tú, uno yo y si nacen el mismo día son mellizos, si los anotamos juntos las madres somos las mismas, ¿qué más mellizos quieres que sean?

- ¿Tenerlos las dos juntas? ¿te parece?

- Dime que sí, anda yo los cuido a los dos ¿quieres?

Mientras se sentaba arriba mío llenándome de besos. Cómo le iba a decir que no si me lo pedía de esa manera.

- ¿Así que te vas a hacer cargo de los dos? ¿y a mí quien me cuida?

- Para ti van a ser los cuidados especiales, así que no te preocupes que puedo empezar a cuidarte ahora.

- Quizá en la cama me cuides mejor y de paso te ayudo.

Festejamos cómo todos los festejos, con una sesión de amor y sexo, bebiéndonos de donde podíamos.

A los quince días nos llegó la afirmación que los embriones estaban listos para el implante. Como yo trabajaba fue Ana a llenar los requisitos y buscar las instrucciones de cómo ir preparadas.

Luego cuando llegara el momento también firmaría yo. Cuando llegué a la tarde me empezó a explicar todos los cuidados que teníamos que tener, entre ellos después del implante tendríamos que evitar tener sexo por quince días hasta estar seguras de la fijación de los embriones.

- ¿Quince días, pero eso es una barbaridad? ¿cómo me voy arreglar teniéndote al lado?

- Uhm… después te compenso, aunque si quieres te puedo empezar a compensar ahora.

- Sabes me parece una brillante idea, esta noche preparate que si no te hago parir poco le va a faltar.

- Vamos a ver quién va a parir primero, ah… una cosa que pedí, y que averigüé que si queremos nos la tienen que hacer por estar casadas. – me dijo modosamente

- ¿Qué cosa rara averiguaste para que me la digas de esa manera?

- Mira si no quieres no lo hacemos, pero a mí me gustaría mucho, pero tampoco tienes porque que darme todos mis gustos.

- A ver, siéntate aquí que te quiero tener cerca cuando me digas que es lo que te gusta- se sentó sobre mis rodillas y me abrazó.

- Me gustaría que tu hijo lo gestara yo, y tú el mío, así lo qué no seríamos biológicamente lo seríamos por gestación.

Me quedé mirándola, tenía una expresión compungida de niña que había hecho una travesura, y veía una divinidad con una ternura tan grande, que me la quería comer a besos hasta que se me gastaran los labios.

- ¿Sabes lo que te mereces por eso? que este fin semana te tenga solo para mí, te voy a dejar, que no vas a querer tener sexo hasta que nazca él bebe, así que preparate.

- Y el miedo que me das, no sé si mejor no te preparas tú.

- Porque no haces algo de cenar mientras me preparo, después si quieres lo haces tú.

- ¿Qué es eso de prepararte, te ducharas digo?

- Me ducharé para que me dure todo el tiempo que te voy a tener para mí.

- Pues si te crees que yo no te voy a tener para mí, estas arreglada. – lanzándome una mirada de posesión.

Me hice una buena limpieza por todos lados, como para ir por todo, me puse la camisola del piyama y unas bragas como para que tuviera algo que sacarme.

Cuando entre en la cocina me miró con cara de agradecimiento, se acercó y dándome un beso apasionado me dijo.

-Gracias por darme el gusto, eres lo más.

- Boba, si fue la mejor idea que tuviste en tu vida, aparte de hermosa hasta piensas. – mientras borraba su risa con otro beso.

- No te comas todo que ahora me preparo yo.

Me quedé esperándola, pensando cómo iba a cambiar nuestra vida, pero con la tranquilidad de tenerla a mi lado, no tenía nada que temer.

Mientras comíamos nos mirábamos con deseo, las amenazas habían calado hondo, terminamos y levantamos los platos, pero la paciencia no me dio para esperar por lavarlos.

La agarré de atrás y la apreté contra mí, mis pechos se clavaban en su espalda, tiro la cabeza para atrás ofreciéndome ese cuello marfileño, que no me cansaba de dibujar con mis labios; se dio vuelta y me empezó a comer la boca, mientras nuestros senos se desafiaban a ver cuales estaban más firmes.

-Creo que es hora de ir a dormir ¿verdad?

- Si, y en la cama vamos a dormir mejor.

- No fuimos besándonos, estábamos apuradas por ir por más, y nada más llegar me tiró y se subió arriba mío, desprendió los botones y me saco la camisa dejándome solo las bragas que poco duraron, ya que a medida que su boca recorría mi cuerpo, fue sacándola enganchándola con los dientes. Era una delicia sentirla, pero yo también tenía ganas de sentirla a ella, me senté en la cama y le pedí que me dejara desnudarla, fui sacándole las pocas prendas que tenía, disfrutando de la vista que me regalaba.

-Mi amor ¿lo hacemos las dos juntas? Ponte arriba y prestame ese coñito sabroso que tienes que me quede con hambre.

No se hizo rogar, me metió el coño en la boca y fue por lo que estaba buscando. La pobrecita Ana no duro mucho, apenas dos lametones y se corrió dándome el postre que faltaba en la cena.

A mí tampoco me faltaba nada, pero mientras trataba de aguantar la corrida que se me venía, tenía tan a mano, o mejor dicho tan a lengua el culito de Ana, que no me contuve y empecé a lamerlo como si fuera el pozo de los deseos, llegando a ponerla en un grado de excitación que sentí sus labios chupar de mi clítoris, mientras sus dedos hacían magia dentro de mi vulva, que el tremendo orgasmo que me produjo le costó beberlo cómo a ella le gustaba; a ella y mí.

Quedamos acostadas reponiéndonos, sabíamos que eso recién comenzaba, pero no teníamos apuro.

Estaba boca abajo, tratando de reponer la respiración, me había puesto de costado mirando ese culito que recién había probado y me había dejado con ganas de más.

Se lo acaricié con suavidad, fui subiendo la mano hasta su cuello para después ir bajándola siguiendo con mis labios su recorrido hacia el sur, dibujando las vértebras con las yemas; lo hacía despacito con ganas de llegar hasta donde la espalda cambia de nombre, y despacito llegué, deje bajar suavemente mi mano entre sus nalgas pasando con mis dedos por el canal que me llevaba por el camino donde estaba su ano, lo pasé delicadamente pero Ana soltó un gemido de gusto que me decía que ese camino también le gustaba, seguí más abajo llegando a escurrir el dedo pulgar en su vagina mientras los otros se entretenían con ese montecito suave y turgente que tantas satisfacciones nos daban a Ana y a mí.

Empezó a levantar el culito dándome espacio para que pudiera trabajar en su cuevita, y así lo hice, ahora le metía dos dedos y los movía buscando sus puntos erógenos, pero lo hacía despacito, buscando que este orgasmo fuera eterno; pero ya había probado las mieles de su culito y no aguanté, baje en busca de este, con mi lengua dibujaba todo su contorno buscando relajarla para atacar su agujerito; todo cerrado el, pero que latía al contacto de mis lametones, gemía y demostraba que le gustaba, pero debía parecerle que no era correcto, porque de golpe se dio vuelta ofreciéndome toda su intimidad a mi apetito.

Ahora cambie de modo, con mi lengua acariciaba su clítoris, mi dedo pulgar en su almeja y el dedo índice bien mojadito con sus jugos acariciaban la puertita de su ano; creo que ella sabía a lo que iba, pero también creo que no le desagradaba del todo, estuve así un ratito y forcé un poco la entradita, pero como reflejo apretó su esfínter evitando que el dedo entrara si es que no quería lastimarla, pero ya la yema del dedo se había hecho un lugar y moviéndolo en círculos pequeños sin empujar mucho iba aflojando las ganas que tenía de oponerse, con las lamidas que le daba en su rajita, se fue olvidando de su culo, y al fin mi dedo pudo meter la primera falange adentro. Ana soltó un grito, aunque no le noté mucho sufrimiento

-Sara eres una cochina, mira lo que me estás haciendo.

-Lo miro mi amor, pero es que es tan bonito que me da ganas de conocerlo por dentro.

- Me estas rompiendo el culo.

- Cielo, ya entró vas a ver que te va a gustar

- Que me va gustar no voy a poder sentarme por una semana.

- Vas a ver que sí, mira como entra, lo tienes tan cerradito que parece que está hecho para mi dedo.

 Ahora ya se lo metía más rápido lo giraba y lo doblaba un poco apretando contra el pulgar que estaba en su coño, entraban y salían al mismo tiempo mientras mi boca se hacía dueña de todo lo que quedaba libre en su raja.

Ana empezó a saltar, prácticamente iba en busca de los dedos, mientras se apretaba las tetas con desesperación, y lo que se veía venir vino, con un gemido que parecía que se le iba la vida, descargó toda la calentura en una riada que sacando el pulgar apenas pude atajar con mi boca, mientras seguía metiéndole el dedito por atrás.

Me subí hasta su boca, para que probara el sabor maravilloso de sus jugos en un beso interminable, me gustaba respirar su aliento, y recorrer su boca con mi lengua era el vicio al que era más adicta.

Cuando logramos normalizar la respiración, me dijo entre jadeos.

-Sara, eres una cochina, mira donde tienes metido el dedo.

- Uy cierto, no sé qué hace allí. – lo saqué despacio para no lastimarla, lo miré.

- Ana me dices cochina a mí, mira como me pusiste el dedo, lleno de mierda.

- ¿Y que querías encontrar allí, peces de colores?

- Anda, anda, me voy a lavar que esto apesta.

Me levanté y me fui al baño riéndome, me encantaban esos jueguitos donde nos hacíamos las enfadadas.

 Terminaba de lavarme cuando entra Ana.

- ¿A qué vienes?

- A lavarme aparte que me lo rompiste me lo manchaste todo.

- No seas exagerada, no te lo rompí, y si te lo manche dejame que yo te lo lavo.

- No necesito que me lo laves, lo sé hacer bien sola.

- Ana cuando nos casamos dijimos que nos entregamos en cuerpo y alma, el alma me avisas cuando me la das, pero el culo, anda dejame que te lo lave, me vas hacer sentir culpable si no me dejas.

- Si te dejo qué, ¿no me lo vas a querer romper otra vez?

- ¿Cómo puedes pensar que te iba hacer eso?

Agarré un poco de gel, y comencé a pasarle por todos los bajos, me había arrodillado para estar más cómoda, y sus tetas estaban a la altura de mi boca.

- ¿Te parece bien lo que estás haciendo?

- ¿Y ahora que te estoy haciendo para que te quejes?

- ¿Te parece bonito hacerme desear con esas tetitas que hoy no me las prestaste para nada?

- ¿Y a ti, te parece poco, con todo lo que me hiciste?

- ¿De verdad no me vas a dejar ni un poquito? – me miró con picardía

 - Bueno toma, pero un poquito que hasta ahora tú te comiste todo y yo casi en ayunas.

Me ofreció el seno con tanto amor que sabía que no lo hacía por sexo, si no justamente por amor, mientras mamaba seguía pasando mi mano enjabonando todo, pero al mismo tiempo acariciando todas sus partes, si seguía haciendo eso sabía que la iba encender nuevamente, pero de pronto me sacó la teta de la boca y me retiró la mano.

-Deja que termine yo, que me dio ganas de evacuar, y tu algo de culpa tienes.

- ¿De evacuar? ¡A sí! de evacuar, cierto que cuando tu evacuas no es para quedarse a respirar cerca.

- A sí, porque tu cagas flores.

- Hay, mira ahora me discriminas.

Se me quedó mirando con la boca abierta.

- ¿En qué te discrimino se puede saber?

- Y claro en como hablas, fijate, nosotras las simples psicólogas cagamos, las marquesas evacuan, si eso no es discriminar, venga dios y lo vea.

- Mira Sara vete porque quiero cagar, evacuar o lo que sea, pero vete.

- Está bien, está bien, vamos a dejar a la marquesa que evacue tranquila.

Me fui riendo, sabía que se iba a tomar revancha, y la verdad lo estaba esperando, me tiré boca abajo; parece que quería evacuar tranquila porque tardó lo suyo, tanto así que me quedé adormecida.

Me despertó un mordisco en la nalga, pegué un salto, pero me metió la mano en la entrepierna y levantándome metió un almohadón bajo mi pubis dejándome con el culo para arriba.

- ¿Qué vas hacer? – chille.

- ¿A qué no sabes?

Y separándome los cachetes, con su lengua pintó el cuadro más hermoso de mi culo, que aunque no lo podía ver fue el que más gusto me dio. Ya me abandoné a lo que viniera, sabía que fuera lo que fuera me iba a gustar, dos dedos entraron en mi vagina, mientras la lengua hacía estragos en la puerta de atrás, me quise dar vuelta, pero no me dejó, mientras una mano acariciaba toda mi vulva, saco los dedos y un dedo prepotente empezó a tantear mi agujerito.

Se acostó boca arriba y metió la cabeza desplazando el almohadón para ser ella mi apoyo, ahora era mi almeja la que sufría el acoso de su lengua, y mi culo el que recibía el acoso de ese dedo traidor, que de a poco perforaba el único sitio que quedaba por estrenar.

Sabía lo que venía, diría que lo esperaba y estaba preparada, lo que no estaba preparada era para sentir tanto placer cuando al mismo tiempo me penetro por delante con dos dedos sabios, que habían aprendido donde estaban las partes erógenas que me gustaba que tocara, el vaivén de esas dos manos me enloquecía, los jugos salían de mí, como si me hubiesen puesto un exprimidor, ese dedo insidioso por atrás y los dos a los que de pronto se le sumó uno más por delante hicieron qué un tsunami inundara la boca de Ana.

Me pude dar vuelta aun con Ana dentro mío, se subió sobre mí, para hacerme probar que sabor tuvo la fiesta; me gustaba chupar su lengua después de hacerme el amor, entre mi sabor y su saliva sacaba un gusto exquisito.

-Eres vengativa, me agarraste a traición dormida.

- Siempre te agarro así ¿Qué te sorprende? Y aparte no lo hice por vengarme, ¿Por qué me lo hiciste a mí?

- Porque pensé que te iba a gustar,

- Y yo te lo hice porque me gustó. – me quedé mirándola a los ojos, nunca me cansaba de hacer eso.

- Cielo, ¿tu usas toda la mano para pintar tus cuadros? - pregunté

- Si, no me quito nada, ¿Por qué?

- Porque te olvidaste un dedo dentro de mi culo y creo que lo vas a necesitar.

- Uf tienes razón, ¿y a ver quién es ahora la puerca? Mira, mira, - sacó el dedo que salió limpito - ¿y eso cómo? ¿y esto cómo lo hiciste?

- Es que las psicólogas tenemos menos mierda que las marquesas.

- Lo tenías todo preparado, eso fue con alevosía; otra vez avisame que yo también me preparo y vamos a ver quién tiene más mierda.

Ese fin de semana fue exquisito, no es que la pasáramos teniendo sexo, pero todo lo que hicimos, lo hicimos en conjunto, y eso nos hacía disfrutar nuestra proximidad.

Cocinamos juntas, comimos juntas, que muchas veces por el trabajo no podíamos, vimos películas juntas, cualquier cosa que hiciera con ella era una gozada.

Estaba todo preparado para que nos fecundaran la siguiente semana, y después de seguir las instrucciones nos tomamos el día para el tratamiento más importante de nuestras vidas.

Estuvimos el día internadas, y casi de noche nos fue a buscar Fernanda, para que no corriéramos ningún riesgo conduciendo.

Marina nos había ofrecido mandarnos una enfermera por unos días para que no hiciéramos ningún esfuerzo.

Parecían todos conmocionados con nuestro posible embarazo; al fin las que la llevaron con más calma fueron Alicia y mama, que por ser médicas, sabían que los riesgos no eran mayores a las que se embarazaran con un buen polvo.

Estuvimos en reposo dos días, y volvimos a nuestra rutina con el cuidado de no hacer nada anormal.

Fueron quince días de sacrificio, creo que más por lo prohibido, que porque no pudiéramos aguantar el deseo. En un momento Ana se fue a la otra habitación, pero fue inútil, a las dos horas estaba en muestra cama gimoteando, no por miedo sino porque extrañaba sentir mi cuerpo, algo que me pasaba a mí también, pero comprendía mejor, al entender que eso era más psíquico que real, quizá debido a la vulnerabilidad de nuestro estado.

A la semana fuimos a una revisación, donde encontraron todo bien, pero que nos siguiéramos cuidando, hasta estar seguros de la fijación de los embriones.

Por fin, pasadas las dos semanas encontraron que todo andaba perfecto, y que podíamos hacer una vida normal, cuidándonos de todo ejercicio violento, con lo cual el sexo convenía tenerlo suave y con calma.

Habíamos ido con falda a la revisación, por una cuestión de comodidad. Cuando llegamos al departamento las ansias nos mataban, nada más entrar nos abrazamos y nos besamos con angurria.

-Ana, mi amor, vamos a calmarnos un poco, no sea cosa que por calentura, cualquiera de las dos pueda perder el bebe, vamos a tomar un te mientras nos sosegamos un poco.

Preparamos el te y lo fuimos a tomar a la sala, tratamos de calmarnos; mirándolo bien no tendría que ser tan difícil, total sabíamos que íbamos a tener sexo, el asunto que lo hiciéramos con precaución.

Dejamos las tazas en la mesita y pusimos la TV tratando de enfriar el ambiente; fue la primera vez que la vi comiéndose las uñas.

-Ana, ¿qué haces? No hagas eso.

- Que no me aguanto, no sé si esta espera me va a calmar

- Ven aquí, - la atraje hacía mí y se sentó a horcajadas sobre mis piernas – calmate cariño, lo vamos hacer, pero tratemos de hacerlo con más calma.

- No sabes cómo estoy, si no te beso ahora me muero. – agarró mi cara y se posesionó de mi boca traspasándome el fuego de su aliento.

Yo no estaba mejor que ella, mis manos se metían bajo su falda sin que yo las mandara acaricie sus duras nalgas, y la fuerza de voluntad que ponía se iba desgranando lastimosamente a medida que el tacto me devolvía la suavidad de su piel.

Mientras tanto ella iba desabotonando mi blusa adueñándose de mis tetas por abajo del sujetador, eso fue como una descarga eléctrica, metí la mano entre sus bragas y la encontré empapada.

-Ana cariño, quitate las bragas y la falda por favor. - se levantó y no tardo nada en quitárselas mientras le abría la camisa y le soltaba el sujetador. Se subió nuevamente ofreciendo sus senos a mi gula, y yo golosa fui como un oso al panal a lamer la miel de ellos.

Mi mano se estaba mojando en su almejita y no podía soportar más tiempo sin degustarla, traje la mano hacía mí y la chupé con gusto, me miraba extasiada, agarré su mano y la llevé a su cuevita.

-Dame tu. – hice que mojara bien sus dedos mientras me entretenía con su pezón, los traje   hacía mi boca y los lamí con fruición.

- Dame más por favor. – volvió a buscar más de su ambrosia para ofrecérmela, yo la sorbía desesperada, estaba ida, quería más, quería todo.

- Mas dame más – la separé un poco para ver como juntaba su néctar, y era maravilloso verla, me miraba fijamente mordiéndose el labio, mientras buscaba con sus dedos dentro de ella lo que le estaba pidiendo, veía como profanaba por primera vez esa maravilla, que solo yo había tenido la dicha de hacerlo; nunca se había masturbado y ahora lo estaba haciendo para mí.

- ¡Si mi amor! Dame más…dame todo…así…así… - mientras lamia sus dedos desesperada.

- Sara mi amor creo que me corro. – dijo casi en una lagrima.

- ¡Si correte para mí! Y dame todos tus jugos. – fue el ballet más espectacular que pudieran ver mis ojos, verla convulsionar mientras sus manos juntaban el fruto de sus caricias, y ofrecérmelos para que yo pudiera calmar la sed qué de ella tenía, era la escena más hermosa que pudiera ver. Se echó sobre mí, y mientras sus labios recorrían mi cuello, yo rescataba el sabor de sus dedos, el sabor de ella.

- Mi amor, ¿vamos a la cama que te compenso? – le dije entre jadeos

- ¡No! vi tanto amor en tus ojos, que ahora quiero que los veas en los míos; haz lo mismo que hice yo[VM1] , y dame lo mismo que te di yo. – Se sentó en el suelo expectante, mientras me sacaba las bragas, tiró de mi falda para arriba para ver mejor, tenía los ojos fijos en mi centro mirando como mis dedos juntaban la baba que por ellos escurría y que iba a ser su alimento.

No me faltaba mucho para explotar, pero hacía fuerza para contenerme y darle una visión cercana a la que ella me había dado a mí, ver su carita con el deseo concentrado, me producía una oleada de ternura como para querer alimentarla siempre de esa manera.

Habría mis labios con una mano mientras que con la otra recorría todo el canal donde recolectaba el líquido que ofrecía a su deseo.

Introducía mis dedos tratando de no tocar mi clítoris sabiendo que con una leve caricia no podría aguantarme, estaba atenta a lo que le ofrecía esperando el momento en que no aguantara más y volcara toda mi esencia para su deleite.

Traté de aguantarme, pero al fin no pude y lo que tenía que pasar pasó, me abandone al placer mientras un torrente corría por mis muslos, aunque tratara de juntarlos para ella.

- ¡Basta Gritó! - retiró mis manos, y llevó su boca a la fuente de donde brotaba todo mi deseo contenido, quedé desmadejada presa del placer tan esperado, sentía la dulzura de sus lamidas, abrí los ojos y miré con que ternura recogía los restos, como si fuera una gata limpiando a sus gatitos, pasaba su lengua limpiando con pequeñas lamiditas, los restos de una corrida que, si no fue de las más copiosas, si fue una de las que más entrega hicimos una con la otra.

Llegamos a la cama a los tumbos; nos terminamos de desnudar y caímos en la cama besándonos, nuestro aliento era uno solo, nuestros senos se reconocían entre ellos, nuestras incipientes barriguitas se pegaban, como si los hermanitos ya quisieran jugar juntos.

-Mi amor – preguntó - ¿Quién va a dormir a quién? Creo que nuestras tetas están preparadas para todo.

- Dejalas que se arreglen solas, hoy estoy antojada de sentir tu cara contra la mía, tu boca contra la mía, tu cuerpo pegado al mío, y a una embarazada hay que cumplirle los antojos.

- Con lo fácil que es cumplir este, si todos son así puedes tener uno todos los días.

- Y creo que lo voy a tener, aunque también me tengo que ocupar de los tuyos.

- Los míos son ser feliz viéndote feliz a ti.

Y así que, lo que temíamos que terminara siendo una sesión de sexo salvaje, terminó siendo una mimetización de nuestros cuerpos unidos por el amor.

De ahí en más, seguimos una placentera rutina, de hacer ejercicios juntas, ir a los controles juntas y hasta los antojos parecían contagiosos, porque lo que pedía una lo deseaba la otra.

Le hablábamos a nuestros bebes, ya sabíamos que yo iba a tener un nene y ella una nena. En fin, era la parejita esperada, cuando besábamos nuestra barriga, sabíamos que el cariño era para dos, y casi siempre ese amor, nos llevaba a querer mimosear la puerta de salida de nuestros primogénitos.

Así pasaron los meses y nuestros acercamientos se hacían más dificultosos, pero el yoga ayudaba, y nos arreglábamos para tener nuestra cuota de placer, tan necesaria para las parturientas.

Como las dos sufríamos de lo mismo, más que tratar de que se preocuparan por nosotras, era más lo que nos preocupábamos una por la otra; lo que como psicóloga me hacía ver, que era cierto que una se preocupaba más por lo más querido, que por una misma.

Las fiestas las pasamos con nuestros padres y la familia de Alicia, pero esta vez acompañada de Fernanda, que ya era parte de la familia.

 Éramos el centro de los chistes y de los mimos, saber que íbamos a tener las dos juntas, era motivo de preocupación si seríamos capaces de valernos por nuestra cuenta, pero por otro lado, el estar rodeados de médicos, era una tranquilidad que sabiendo que había mujeres con mellizos, trillizos o más, no era eso algo que pudiera dar temor.

Demás está decir que pediatra ya teníamos asegurada, ya que Alicia había conseguido el traslado al hospital de nuestra ciudad, por lo tanto, la tendríamos cerca.

Preparamos el departamento, que estaba arriba de la academia, era más espacioso, tenía tres habitaciones y aún estaban las dos que habían quedado para mi consultorio, que nunca había usado, y a lo último cuando venían a visitarnos podían quedarse porque había lugar de sobra.

Ya la primavera se dejaba absorber por el verano, cuando los días anunciados se aproximaban a marchas forzadas.

Ya había pasado el invierno y en la primavera que todo crece nuestra barriga no se iba a quedar atrás. Nos dieron fecha para fines de julio, y ya estaba llegando, teníamos todo preparado, no sé porque razón yo lo iba a tener primero y ya nos cuidábamos de no hacer tonterías, estábamos sentadas viendo la TV cuando sentí como un líquido me corría por las piernas, lo notamos las dos a la vez y Ana enseguida se fue a buscar el bolso mientras yo me lavaba y me cambiaba para ir a la clínica.

-No te pongas nerviosa que es normal, - decía Ana, cuando la que volaba de los nervios era ella.

- Calmate mi amor, ya se que es normal, podemos llamar a las chicas que todavía hay tiempo y tu no se si estas para conducir.

- Si que lo estoy, ven ya cargué el bolso, y hablales desde el coche que vayan par allí sobre todo Alicia por el bebe.

La verdad que las contracciones las estaba sintiendo cada vez más a menudo.

Ana había elegido una clínica privada porque quería que estuviéramos juntas en el momento del parto, y en el hospital en el estado en que estábamos no nos dieron el consentimiento.

Cuando llegamos entró corriendo pidiendo una silla de ruedas.

-Rápido…rápido que está por nacer.

- No se preocupe señora, todavía hay tiempo no se asuste.

- Que tiempo, le digo que está por nacer ¿Qué espera?

La enfermera trataba de calmarla sin hacerle caso a la urgencia, por lo que Ana agarró una silla y salió corriendo hasta el coche donde estaba yo, mientras la asistenta la corría preguntando a donde quería ir.

Recién cuando se dio cuenta que la silla no era para ella llamó al personal para ayudarme.

-Calmate Sara, calmate mi vida vas a ver que todo va a salir bien – me decía más nerviosa que yo.

Me subí a la silla y me llevaron a la sala de partos, Ana no se separaba de mí, me pusieron en la paridera, cuando llegó la partera le pidió que se retirara que no estaba en condiciones de asistirme; bueno ahí se armó una discusión ya que, aunque la partera no quisiera, las condiciones que había pautado con la clínica era que siempre estaríamos juntas, al fin se resignaron y la dejaron quedarse, le trajeron una silla para que se sentara a mi lado agarrada de la mano.

Me apretaba fuertemente; cuando la comadrona me pedía que pujara me apretaba la mano mientras me acariciaba la frente sudada por el esfuerzo.

-Puja mi amor, puja que sale, tu puedes - notaba por sus apretones que sin querer estaba pujando igual que yo – ya sale mi vida un poco más – estaba tan sudada como yo por el esfuerzo que estaba haciendo – sentí como sacaban el bebe y solté un suspiro de satisfacción, en el momento que a Ana se le escapaba un grito, y el bebe soltaba su primer berrido.

La partera empezó a protestar.

-Le dije que no convenía que se quedara, mire lo que paso, en su estado era lógico – Ana había roto aguas por el esfuerzo de ayudarme – preparen otro bóxer, y limpien el bebe.

Ordenaba la partera.

- ¡No! el trato es que vamos a estar juntas y yo de ella no me suelto.

- Por favor – pedí – es importante para nosotras, es nuestra primera vez y queremos hacer todo juntas.

Parece que se condolió porque con una sonrisa mandó traer otra camilla de parto lo suficiente cerca para que no nos soltáramos la mano.

-Bueno, por lo que veo que se quieren, quizá sea mejor así – dirigiéndose a mí – usted anímela, pero no puje que lo suyo ya está hecho.

Solamente nos soltamos el momento en que me sacaban la placenta y me limpiaban, me puse un camisón me avisaron que el bebe estaba perfecto y me pusieron en una camilla a la distancia de nuestras manos; ahora era yo la que no pensaba soltarla.

Llegó Alicia y nos felicitó, ella sabía que era tan importante para las dos, ya había quedado que el bebe iba a estar al cuidado de ella y nos informó que estaba todo bien y que dentro de un rato lo traerían, eso lo dijo por decir porque me imaginaba que si Ana iba a dar a luz en poco rato no iba a traer el niño en ese momento.

Nos mirábamos y aun con los dolores de las contracciones, una hermosa sonrisa iluminaba su cara, la mitad ya lo habíamos hecho y por lo que decía la partera la otra mitad venía sin problemas; y no los hubo.

Ana apretaba mi mano mientras pujaba, y yo tenía que hacer fuerza para no hacer lo mismo, hubiese querido ayudarla como ella a mí, pero ya me habían avisado que podía producirse una hemorragia, así que me aguantaba.

Y al fin salió una hermosa niña arrugadita pero hermosa, eran fruto de las dos, nos mirábamos y las lágrimas brotaban de nuestros ojos, lágrimas de felicidad sabiendo que todas nuestras esperanzas se habían cumplido.

Terminaron de limpiarla y nos llevaron a una habitación con dos camas, habíamos conseguido emocionar a las enfermeras por lo que no hubo dificultad en acercar las camas para poder seguir manteniendo el contacto, antes de acostarme le pedí a enfermera que me dejara darle un beso a Ana, y aun así medio embotadas nos besamos con el sentimiento más maravilloso que nos inundaba.

Enseguida llegó Alicia con Marcos, me lo pusieron sobre el pecho y enseguida su instinto busco la teta; lo dejé un poquito y le pedí a Alicia que se lo alcanzara a Ana, quien realmente era la madre biológica, ella lo aproximo a su pezón y no tuvo inconveniente en seguir mamando de otra teta diferente.

Yo miraba embelesada la belleza y el amor que mostraba esa escena, Alicia sacaba fotografías, y ya me imaginaba verlo plasmado en un cuadro.

Me trajeron el pequeñín nuevamente mientras fueron a buscar a Alejandrita para alcanzársela a Ana, esta la tomó con una dulzura exquisita y la aproximo al otro pecho, cosa que la niña no desaprovecho y empezó a mamar con entusiasmo, no me extrañó, si yo estuviera en su lugar haría lo mismo.

 Nos volvimos a intercambiar los bebes sin problemas para ellos y menos para nosotras.

En esa ya era una romería, había llegado Fernanda, mama, Marina, Alicia y todas querían encontrarles los parecidos a nosotras, y lo más raro es que se lo encontraban sin saber que habíamos parido los niños intercambiados; pero bueno, para que quitarles la ilusión.

Llegó el momento que Alicia les avisó que para ser el primer día era bastante, tanto para los niños como para nosotras, enseguida lo comprendieron y después de expresarnos todo su cariño se retiraron; trajeron dos cunitas donde los acostaron, y al fin quedamos solas.

Me levanté para ir al baño, al volver sentí la mirada de Ana fija en mí, me senté en su cama y la acaricié, me tomo la mano y la besó.

-Sara este es el día mas importante de nuestra vida, conseguimos tener nuestros hijos, no el tuyo o el mío los nuestros, somos una familia como la que nunca tuve; besame por favor.

- La besé con toda la ternura que fui capaz, la miré y me vi en ella, no era un espejo, veía el mismo amor que yo sentía, reflejado en sus ojitos, los besé para que los cerrara porque si no me iba a quedar toda la noche mirándola.

Hoy cumplen tres meses los mellizos, la verdad que los llevábamos bastante bien, al poder alimentarlos indistintamente, nos podíamos turnar con facilidad.

Nos habíamos reunido con las chicas, que por ser las madrinas, nos llenaban de ropas y juguetes que la mayoría no iban a usarlas.

Se habían quedado dormidos y los pusimos en la cuna, Ana fue a ducharse mientras me quedé arreglando la cama; hoy tenía ganas de Ana y esperaba que los bebes no me cortaran el rollo.

Salió del baño envuelta en una toalla que más que taparla me sugería lo que había debajo.

-Bueno acuéstate, que me ducho que enseguida vengo.

Apenas me meto en la ducha escucho el llanto de Marquitos (ya distinguíamos como lloraba cada uno)

-Ana dale de mamar que va a despertar a Ale – no había terminado de decírselo cuando la pequeñita empezó a berrear como si fuera la última vez.

- Sara apurate para darle a Alejandra.

- Hay Ana, tienes dos tetas usalas que todavía no termino – no sé lo que dijo, pero los llantos terminaron.

Cuando salí vi el espectáculo más maravilloso, Ana acostada solamente tapada con la toalla la parte de abajo con un bebe en cada teta.

Me aproximé y le di un beso mientras retiraba la toalla dejándola en su espléndida desnudez.

- ¿Qué haces mi amor?

- Pareces la diosa de la abundancia dando de comer a sus hijos.

- ¿No te parece que tendríamos que estar dándole de comer entre las dos?

- Si tu sola te bastas, después le doy yo, te voy a sacar una foto así después haces un cuadro para acordarnos lo bien nos alimentabas.

- ¿Qué los alimentaba? ¡que los alimento a ellos! No pensaras que también te voy a dar la teta a ti.

- Mi amor, tu eres una mujer con muchos recursos, y como dice el refrán, donde comen dos comen tres, anda abre las piernas.

- Sara, estás loca, quitate de ahí; Sara mi amor no sigas, que van a pensar los bebes; mi amor quitate ya, van a creer que sus mamas son unas degeneradas; vida para ya que no me aguanto, mi amor…mira lo que me haces, sabes cómo me pones, aaaah mi cielo así…así…cariño yo te doy lo que me pidas, mi amor ah…

Se vino en un orgasmo largo, y quedó con una cara de satisfacción que también era para un cuadro, los niños con el zarandeo se habían quedado dormidos, los puse en sus cunitas, y me acosté a su lado, me abrazó y espero mi beso que no tardó nada en llegar.

-Sara, mi amor así van a terminar conmigo, me secan de todos lados.

- Uhm, no te quejes que ahora tienes varios sitios para recuperarte.

- Y claro que me voy a recuperar, aunque de las tetas voy a dejar algo por si les da hambre a alguno de los niños, pero del otro lado no te salvas hasta que no quede harta.

Y no me salve.

Este es final, y dejaremos que hagan su vida cómo se les de la gana, que para bien o para mal, bastante ya nos metimos con ellas.


 [VM1]

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