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La Crisis 16

en Lésbicos

No pensábamos encandilar a nadie, lo que había que encandilar ya estaba encandilado, así que nos vestimos con elegancia, pero no para matar.

Llegamos al restaurant, era un sitio muy acogedor, cuando entramos un camarero se adelantó a nuestro encuentro y nos condujo a una terraza adornada con macetas y una vista espectacular de las luces de la ciudad. En una mesa estaban nuestras amigas esperando. Nada más pasar la entrada se levantaron a felicitarnos.

 – Felicidades para la parejita. – dijo Fernanda levantando una copa, Ana me miró colorada.

 – Te dije que lo sabían antes que nosotras. – le susurre al oído

Nos abrazaron contentas, y nada más sentarnos empezaron a machacar con chistes, y preguntar sobre nuestro noviazgo.

En el transcurso de la comida y luego de unos vasitos de vino, el rubor de Ana fue desapareciendo. Las tres nos felicitaron, según ellas éramos la una para la otra.

Julia siempre práctica, le aconsejaba que aparte de estudiar arte, se ocupara un poco de aprender administración, que, aunque el administrador que tiene puede ser bueno, mejor poder tenerlo vigilado. Total, que pasamos la velada agradablemente, riéndonos de ciertas preguntas que ponían en aprietos a Ana.

Ya era casi hora de irnos, cuando apareció mi padrino. Se arrimó a la mesa a saludarnos. Nos felicitó y nos abrazó dándonos un beso en la mejilla.

 - ¿Así que esta es la feliz parejita?, mira por donde me encuentro una mesa de celestinas, Sara, cuídamela mucho que me va gustar tenerla en la familia. – bromeo.

 – Padrino, por favor no les digas nada a mis padres.

 - ¡Qué!, ¿se lo vas a ocultar?

 – No, pero quiero que se enteren por nosotras, y no por detrás.

 – Uhm, me parece bien, es lo mejor que puedes hacer.

 - ¿Y a ti quien te invitó, o caíste de casualidad? – dije riendo mientras miraba a Marina.

 – Si, fue casualidad, venía a buscar a mi novia y justo está festejando otro noviazgo.

Ahora la que se puso colorada fue Marina, él se le aproximo y le dio un beso en los labios.

Me puse a aplaudir y pedí otro brindis para la nueva pareja, aunque no creí que fuera tan nueva. Nos quedamos un rato más bromeando y Rafa, se fue con Marina, Fernanda iba a llevar a Julia, y nosotros a nuestra casa.

Entramos al departamento, y me beso con ardor, luego de un rato de estar degustando nuestros labios, me propuso tomar un café mientras conversábamos, mientras lo preparaba fui a ponerme cómoda, a esa hora ponerme cómoda era estar con la chaqueta del piyama y mi tanga, no necesitaba nada más. Cuando volví, salió ella con las tazas de café humeante. Se me quedo mirando fijamente.

 – Me parece que yo también me voy a poner cómoda, estos tacos me están matando.

 – Anda que te espero y te tengo el café caliente.

Se metió apurada en la habitación, me hizo esperar un rato, pero valió la pena, se veía como una diosa; era una diosa, se sentó a mi lado con su taza en la mano, y mientras tomaba me preguntó.

 – ¿De verdad le vas a contar a tus papas lo nuestro?

 – Sí, claro; le vamos a contar, no quiero que se enteren por otro lado, estaría mal.

 – ¿Quieres que se lo digamos entre las dos?

 – ¡Claro!, estamos las dos en esto, y es lógico que seamos las dos las que demos la cara.

 - ¿Y tendremos que esperar mucho? ¿cómo lo tomaran?

 – No sé, pero no se lo vamos a decir por teléfono, eso no les gustaría, así qué hasta la semana que viene tendremos que esperar. – se sentó a horcajadas sobre mis piernas.

 – Pensé que ibas a esperar más tiempo.

 – No, para que, podrían enterarse por otro lado y eso no les iba a gustar[VM1] , ¿no quieres que se lo digamos ya?

 – Si…si quiero, pero me da un poco de miedo que se lo tomen a mal, me tratan tan bien que me dolería que se enfadaran, y peor que se enfadaran contigo por mi culpa.

 - ¿Cómo por tu culpa? ¿Qué culpa tienes tú de que me haya enamorado?

 – Bueno, algo que ver tengo, con el tiempo que estuve atrás tuyo, a lo mejor no tuviste más remedio que enamorarte.

 – Cariño, yo ya estaba enamorada cuando tu empezaste a andar atrás mío, ¿o no lo leíste en los apuntes?

 - ¿Así, cuando empezaste a enamorarte?

 – Cuando comenzaste a darme esos besitos inocentes con los morritos mojaditos, esa boquita de conejita me colaba entera, me daba ganas de comértelos y no soltártelos más.

 – Sara…mi amor…, te habré dado besos de conejita como dices, pero inocentes, no te di ninguno.

Lo dijo riéndose, me quedé pasmada, entonces era lo que se me había pasado por la cabeza esos días, donde me parecía que me estaba seduciendo.

 – Eres una descarada, y yo penando por la pobre chiquilla desvalida, y mira lo que me salió.

 - ¿Lamentas de que hubiese sido así? – pregunto mimosa.

 – No lamento nada, nunca voy a dejar de agradecer que seas como eres, y que me quieras a mi

Nos besamos dulcemente, me abrazó con fuerza mientras pasaba sus labios por mi cuello, nuestros senos se frotaban en un vaivén que aumentaba nuestra excitación.

 – Vamos a la cama mi amor.

 – Uhm… sí, creo que vamos a estar más cómodas.

Nos fuimos a la habitación, y sí, hicimos el amor. Era imposible estar juntas sin que saltara la chispa que encendiera nuestra pasión, el día siguiente no teníamos que madrugar, así que nos amamos como si fuera la última vez hasta quedarnos dormidas.

Esa semana la pasamos como una luna de miel. Cortada por mi trabajo, pero cuando nos encontrábamos, afloraba nuestro amor y nuestro deseo.

También aprovechamos para averiguar, por los estudios del bachillerato para adultos, y mientras estaba sola, cursaba para sacarse por fin la licencia de conducir.

Hablé a mi casa para avisarle que el próximo fin de semana, iría a visitarlos con Ana y que les daríamos una sorpresa. Quería ir preparando el camino, y la impaciencia nos mataba. Confiaba en mis padres, pero la mejor manera de estar seguras, para bien o para mal era después de habérselo dicho.

El viernes preparamos todo, estábamos tan nerviosas que ni siquiera hicimos el amor, solamente nos acariciamos dándonos animo una a la otra.

Salimos el sábado a la mañana, llegamos al filo del mediodía y mi mama ya tenía la comida hecha. Hacía quince días que no nos veíamos, por lo que el recibimiento fue bastante efusivo para las dos.

Al rato llegó papa, que también nos hizo notar su cariño. De ahí en más, la pregunta del millón pasó a ser cual era la sorpresa, pero les dije que eso quedaba para la noche.

Comimos en un ambiente cordial, comentando como se desenvolvió la desvinculación de Ana con los administradores antiguos, y se alegraron al saber que estaba libre de llevar su vida como se le diera la gana.

A la tarde llegó Alicia, y como el día daba para eso, aprovechamos para estar un rato en la piscina.

Le comentamos la novedad de que estábamos noviando, cosa que la puso muy contenta.

 – Arré…ya era hora, mira que la calentura se les estaba saliendo por los ojos, no sé cómo aguantaron tanto. - Comento riendo

 – Anda, tu porque te dije que me tenía herida, sino ni cuenta te dabas.

  - ¿Herida? ¡Pero si estabas muerta por ella! y ella por ti peor, así que, qué no se haga la bella durmiente antes que la pillara el príncipe.

 – Yo no me hago la bella durmiente – contestó Ana ruborizándose – si por mi fuera la hubiese pillado mucho antes, pero ella no se dejaba. – soltó con desparpajo.

Nos echamos a reír ante tanta muestra de franqueza. Así pasamos la tarde, los días se iban acortando y ya se notaba el frescor del atardecer. Alicia se fue y pasamos a quitarnos los bikinis y sacarnos el cloro del agua de la pileta.

Nos vestimos de entrecasa y nos pusimos a preparar una centolla con una salsa con una receta de Ana, queríamos alagarles el paladar para que fueran más condescendientes a la hora de la noticia. A mama no le dejamos hacer nada, ese día trabajábamos nosotras.

La comida salió muy sabrosa, de verdad que Ana cada vez me sorprendía más con la facilidad que tenía para desenvolverse con la cocina.

Comimos como los reyes, y nos lo hicieron saber con sus elogios, levantamos los platos y pusimos el postre. No lo hacían notar, pero sabía que estaban impacientes por saber la sorpresa.

En un alarde de optimismo, había puesto a enfriar dos botellas de un cava rosado que sabía que era una delicia. Serví las copas mientras miraban con impaciencia.

 - ¿Y, porque vamos a brindar?

 – Les dije que tenía que darles una sorpresa, pues ahí va, ¡Ana y yo, somos novias!

Se quedaron observándonos extrañados sin decir nada, como si eso no nos pudiera pasar a nosotros.

 Un frio me corrió por la espalda, Ana me miraba y las lágrimas pugnaban por rebasar de sus ojos. Al fin rompí el silencio tratando de defendernos y justificarnos.

 – Sé que esto puede ser muy penoso para ustedes, pero nos amamos y nuestra felicidad es estar juntas, no lo hicimos a propósito, pero paso.

Nos miraban asombrados, y fue mi papa el que habló.

 – Lo de amarse y que quieran estar juntas lo comprendemos, pero ¿Cuál era la sorpresa?

Nos quedamos con la boca abierta, no sabíamos que es lo que no habían entendido.

 – ¡Esa es la sorpresa! ¡que estamos de novias! - solté extrañada

 – Pero si eso cualquiera que las vio este último tiempo ya lo sabía, - exclamo mi mama

 – Como lo iban a saber si recién la semana pasada nos pusimos de novias.

 – Hay hijas mías, entonces, ¿las únicas que no estaban enteradas eran ustedes?

Ana me agarró fuerte y se puso a llorar a mares sobre mi hombro.

 – Ana mi amor ¿Qué te pasa? Está todo bien no llores.

 – Mira lo que dijo tu mama. – cada vez lloraba con más sentimiento.

No sabíamos porque lloraba y no sabíamos cómo calmarla, fue mi papa el que se dio cuenta.

 – Anita, si tú vas a ser la que va hacer feliz a nuestra hija, para nosotros vas a ser tan hija como ella, y vas a tener el mismo cariño.

Mi mama la abrazó tratando de calmarla.

 – Chiquita, no llores, estamos felices de que agrandes nuestra familia, te queremos y vamos a estar para ti siempre que lo necesites.

Por más que tratábamos de calmarla, no había caso. Nuevamente mi papa intercedió.

 – Sara, llévala a la habitación y quédate con ella, déjala llorar que quizás estén saliendo, las lágrimas que no lloró en su momento, no la dejes sola.

La llevé al dormitorio, la hice acostarse y me puse a su lado, solamente la acariciaba y le secaba las lágrimas. Le hice caso a mi papa, la dejé desahogarse mientras la arrullaba, le tomaba la cara y la secaba con mis labios hasta que fue parando. Le soné los mocos y la atraje contra mi pecho.

 – Llora si quieres mi amor, yo siempre voy a estar para beber tus lágrimas – sonaba bastante cursi, pero se me ocurrió que era el momento para serlo.

Me miró toda llorosa todavía, y entre hipidos me preguntó.

 - ¿Es verdad que ahora tengo una familia?

 – Claro que la tenemos, es tan tuya como mía, amor.      

Me abrazó fuertemente y de a poco sus sollozos se fueron apagando hasta quedarse dormida, me separé un poco para poder mirarla. Una sonrisa asomaba entre las lágrimas secas, y una imagen de paz iluminaba su cara. La atraje contra mi pecho y me abandoné al sueño.

Me despertó la luz de la mañana, Ana me estaba mirando con una expresión de ternura que me pedía besarla hasta empacharme de su boquita. La besé con dulzura.

 – ¿Hace mucho que estas despierta? ¿Por qué no me llamaste?

 – Porque me gusta cómo te ves dormida, eres tan dulce; ¿dormiste bien?

 – Después que pude consolar a una llorona sí.

 – No me digas eso, es que no sé… me vino unas ganas que no lo pude evitar; que vergüenza, que pensaran tus padres.

 – No te preocupes que yo a veces lloro por nada, así que pensaran que otra hija llorona no les va a cambiar la vida, así que vamos a levantarnos que mama ya debe tener el desayuno listo.

Nos levantamos, nos higienizamos, y fuimos para la cocina, efectivamente el desayuno estaba preparado, saludé a mama con un beso, pero Ana se quedó a un costado cohibida, ella también lo notó.

 - ¿Ana que te pasa, no me saludas?

 – Sí…Perdona – se aproximó y cuando estaba cerca le preguntó temerosa - ¿te puedo llamar mama?

 – ¡Pero claro que sí! – dijo abrazándola, mientras una lágrima de emoción corría por su mejilla (éramos una familia de llorones, que le íbamos hacer).

Terminamos abrazadas las tres entre sollozos emotivos. Fue un desayuno muy húmedo pero muy alegre. Ana no lo podía creer, estaba loca de contenta, parecía una niñita con un juguete nuevo. Hasta a mí me costaba darme cuenta lo evidentes que fuimos para que mis padres adivinaran el cariño que nos teníamos, y la facilidad con que lo aceptaron.

La mesa del almuerzo, fue la típica mesa familiar, y se lo hicimos notar, conversamos sobre nuestros proyectos, y quedaron en averiguar alguna academia de pintura, para pulir el talento que sin duda se notaba en sus cuadros (Ana para esas fechas, ya pintara dos para mis padres).

Luego de tomar un café, tomamos rumbo a nuestra casa. Íbamos contentas, todo salió mejor de lo pensado.

 Cuando llegamos, no nos dio ganas de cocinar y decidimos pedir una pizza. Pasamos a ponernos cómodas como para acostarnos después de comer y nos sentamos en el sillón mientras esperábamos, pusimos una película a la que ni caso le hicimos. Ana se acostó con la cabeza apoyada en mis muslos mientras se dejaba acariciar mimosa. Ya estábamos para pasar a mayores, cuando escuchamos el timbre, era el chico de la pizzería.

Abrimos unas cervezas y atacamos la pizza con buena disposición, comentábamos lo bien; ¡qué digo bien!; ¡muy bien! que se lo tomaron mis padres, y el hecho que ya lo adivinaran antes de formalizar nosotras. Ana aparte estaba encantada por la aceptación que tuvieron con ella.

Comimos con ganas, no tanto por el hambre, si no por terminar para seguir comiéndonos entre nosotras. Este fin de semana fue muy emotivo, pero con respecto al tema sexual, nada de nada y ya lo estábamos extrañando.

Dejamos todo arreglado para la mañana, y a pesar que era temprano, fuimos al dormitorio, nada más cerrar la puerta nos abrazamos, me apretó contra la pared y me besó con lujuria, sus labios sabían a miel y con su lengua profanaba mi boca que se la ofrecía con toda pasión. Me fue llevando hasta la cama, y me acostó suavemente quedando sobre mí.

 – Sara – me susurro al oído – ahora ya no hay nada que se interponga, ya puedes hacerme tuya en cuerpo, porque en alma hace rato que lo soy.

 – Mi cielo, ya lo eres tanto como yo lo soy de ti.

 – No Sara, sabes que hay algo que tienes que hacer para que pueda sentirme plenamente mujer, tu mujer, por siempre tuya, por favor hazlo, ya no soy una chiquilla.

En ese instante me di cuenta, que Ana todavía era virgen, y que me pedía que fuera yo la que profanara esa condición.

 – ¿Sabes? lo voy hacer, pero para mí siempre vas a ser mi chiquilla, mi adorable chiquilla.

Quiso ponerse boca arriba pero no la dejé. Quedó con las piernas abiertas apoyada en mi sexo, con mis labios dibujaba su cuello, acariciaba sus nalgas y fui corriéndola hacia arriba, se apoyó en los codos dejando sus tetas a mi merced, pasé mi lengua por sus areolas y sentí como vibraba antes de meter su pezón en mi boca. Estaba duro turgente, lo chupé con ansias, me lo sacó para ofrecerme el otro para que no se pusiese celoso. Le acariciaba ese culito, duro redondito, empecé a deslizarme para abajo, besando su abdomen, haciendo una escala en su ombligo antes de seguir la ruta al paraíso.

Le di un empellón y quedé con mi boca colocada en su almejita, se apoyó en las rodillas para no ahogarme, enseguida encontré su punto, jugaba con el escuchando sus suspiros, lo tomé con mis labios y lo succioné mientras mi lengua rodeaba su botoncito.

Comencé a introducir un dedo en su cuevita, lo iba girando preparando el camino. Se movía como si sufriera descargas eléctricas, metí el otro y seguí rotándolos, pero sin profundizar, quería que estuviera tan excitada al punto que no le importara el dolor que le iba a producir.

Seguía pasando mi lengua por su rajita haciendo escala en el clítoris, sabiendo el efecto que le producía. Ahora ya eran gemidos, estaba llegando al éxtasis y yo sin cumplir mi misión.

 – Mi amor, hazlo ya…no aguanto más…me voy a correr.

Los introduje un poco más llegando a la barrera que tenía que traspasar, pegué una última chupada en su botoncito, y empuje para adentro en el momento que ella retrocedió contra mis dedos. Soltó un gemido más fuerte, pero no se desanimó, ahora era ella que con sus movimientos los devoraba haciendo que le entraran profundamente. Sentí las paredes de su vagina contraerse apretándome en su interior. Los saqué y metí mi lengua lo más que pude mientras estimulaba su clítoris con mi mano. Quería beberla toda, sabía que iba a salir sangre y como una vampira, quise que fuera para mí, era la única vez que le iba a pasar y tenía que ser mía. El orgasmo fue apoteótico, inundo mi boca, no sabía si por la duración del orgasmo en sí, o si el sangrado era más copioso, me apretaba con su coñito hasta cortarme la respiración.

De a poco fue parando sus movimientos, aflojando la presión que ejercía sobre mí. Pulcramente fui limpiando todos los restos de sus jugos, no quería perderme nada, era todo por mí y para mí, me lo había ganado.

Salió de arriba dejándome libertad para llegar a su boca, y compartir la esencia de su virginidad.    

La besé con pasión, con un sentido de la propiedad a la que no estaba acostumbrada, la sentía mía, de pronto comprendí que me pertenecía, la acariciaba, la lamia, recorría su cuello, dibujaba sus orejitas con mi lengua, sentía sus estremecimientos haciendo de su placer el mío, mientras se entregaba mansamente a mi libido.

Nos quedamos abrazadas exhaustas, creo que no tanto en lo físico, sino en el plano emocional.

Sentía que habíamos traspasado una barrera, y entramos en otra dimensión, como si más allá de nuestros cuerpos, hubiésemos conseguido la comunión de nuestras almas.

Quedamos pegadas como si fuéramos una, en ese momento me sentí dueña y señora de toda ella. Me asusté, me dio miedo. Ya tenía experiencia en mi condición de psicóloga en los problemas que producían los sentimientos de posesión en las parejas. Cuando directamente se pretendía anular la personalidad del otro.

No era mi caso, por lo menos conscientemente. Lo que más deseaba es verla triunfar en lo que era su vocación, la pintura, pero no me podía sacar de la cabeza esa sensación de sentirme dueña de lo más importante de mi vida, que es su propia vida.

Después nuevamente volvimos a hacer el amor hasta quedar agotadas.

Me dormí pensando que quizá, tendría que hacer terapia.

Me despertó un beso. Ana se levantó antes de que sonara la alarma y preparó todo, para que pueda dormir un poco más.

-Vamos dormilona, ya tienes todo preparado para que no tengas que perder tiempo.

-Uhm, podía quedarme a perder el tiempo contigo.

-Si quieres puedes quedarte, podemos hacer como para que no se note que es una perdida.

-Epa… ya te anotas a la misa de la mañana.

-Con un ángel mañanero como tú, claro que me anoto.

-Pues vas a tener que esperar porque este ángel tiene que ir a currar, aunque no quiera.

-Tendré que esperar al ángel de la noche.

Me levanté y a lo que estaba todo preparado enseguida estuve lista, desayuné y me fui al trabajo luego de la sesión de besos acostumbrados, la verdad que me costaba despegarme, pero las obligaciones obligan.

Los días que no teníamos guardia, quedamos con Fernanda que usáramos un solo coche, y como la casa de ella estaba de paso siempre íbamos en el mío.

Pasé a buscarla, y ya me estaba esperando, nos saludamos y comenzaron las preguntas, de cómo lo tomaron mis padres y demás cotilleos para alimentar el morbo, quedamos que a la salida parábamos a conversar en algún bar.

Fue un día normal, no tuvimos ningún problema, así que a la hora del refrigerio estábamos las cuatro cómo una sola. Llovieron las preguntas respecto a la revelación a mis padres, y me felicitaron por los padres que tenía.

Terminó el horario y salimos Fernanda y yo. Paramos en un café conocido y nos sentamos en una mesa en un rincón bastante reservado, igual a esa hora poca era la gente que había.

-Bueno, vamos a ver, ¿Cuál es el problema?

- ¿Y quién te dijo que tengo un problema?

- Con conocerte no necesito más, si no te fuiste volando a tu casa es porque algo tienes que decirme

- Sí, tienes razón, es que me parece que me estoy pasando de la raya con Ana, siento que estoy muy absorbente y le estoy restando independencia para organizar su vida.

- Me extraña que me comentes eso a mí, me parece que Julia tiene más experiencia que yo para aconsejarte.

- Si estuviera buscando una psicóloga quizá acudiría a ella, pero quiero conversarlo con una amiga, por eso te lo digo a ti.

- Ves, dices esas cosas como si nada, que si no supiera que estás hasta las tetas metida con Ana creo que te agarraría a besos.

- Anda si a ti te gustan más las pollas que un chupete a un crio.

- Uhm… no te creas, que cada vez que las veo a ustedes pienso que algo me estoy perdiendo; pero bueno cual es el problema, ¡Qué! ¿la quieres ver sometida?

- No mujer, ¿cómo piensas?; yo quiero que siga su vocación, que triunfe, que no necesite de mí, lo que pasa que, al mismo tiempo siento que es mía, que su triunfo es mío, que me pertenece y eso no creo que este tan bien.

- Pero a ver, ¿la celas mucho, tienes miedo que se interese con alguna otra persona?

- ¡No qué va! si tu viste, parece que no existiera nadie, pero eso no quita que me veo mal sintiéndome su dueña, porque no lo soy, ni lo quiero ser ¿comprendes?

- Creo que algo sí, pero me parece que, por deformación profesional, tú estás viendo lo que te pasa como un problema, y no creo que sea eso, realmente ella es mucho de ti. Como se dieron las cosas en buena medida te pertenece, pero en buena medida tú también le perteneces a ella.

- No te olvides que eres lo que ella quiere que seas, tienes miedo que esto se te convierta en una obsesión, pero hasta ahora, creo que solamente es amor, y del bueno.

- ¿Sabes? Me tranquilizas, ¿ves porque quería más una amiga que una psicóloga?

- No sé si me tengo que poner contenta como amiga o triste como psicóloga, pero bueno, espero que te sirva para algo, que les sirva para algo, que esa pareja tiene que durar para rato.

Conversamos poco más y seguimos nuestro camino, la dejé en su casa y fui para la mía, nada más llegar me recibieron los besos de Ana.

- ¿Que pasó que te retrasaste, tuviste problemas en el trabajo?

- ¡No! es que me quedé hablando con Ana de lo nuestro.

- Que ¿de todo lo que hacemos?

- No, eso no necesito decírselo, ya se lo imagina.

- Ay no me digas así que me da vergüenza, no voy a poder mirarla a la cara.

- Pues entonces no vas a poder mirar a nadie, porque todos se imaginan lo que hacemos, si somos novias es lo normal.

- Entonces tendré que acostumbrarme a que todos piensen con normalidad, ¿pero y de que hablaste de nosotras?

- Y de que me estoy sintiendo muy posesiva contigo, que te siento como algo de mi propiedad y tengo miedo que te canses y me mandes a la mierda.

- ¿Pero tú estás loca? ¿cómo le vas a decir eso? Claro que soy de tu propiedad ¿y de quien quieres que sea?

- De nadie, eres una mujer libre que puedes escoger lo que te da la gana, y hacer lo que te gusta.

- Pues ponlo como que me gusta ser tuya, y me da la gana hacer lo que te gusta.

- ¡Ana! a ti te gusta pintar, tienes talento y tienes que demostrarlo, que te lo diga yo o no.

- Claro, lo que pasa que tú te preocupas por que haga todo lo que me gusta, y a mí es cierto que me gusta pintar desde pequeña, pero también es cierto que lo que más gusta es estar a tu lado, amarte y sentirme amada, y si no me echas, va a ser así toda la vida.

- Entonces estás condenada a vivir conmigo con cadena perpetua, porque a mí también es eso lo que más me gusta.

- Voy a tener que vivir con un ángel toda mi vida.

- Mejor que no, mira que los ángeles no tienen sexo, no follan.

- A este ángel, el sexo se lo encuentro yo, y vamos a ver si folla o no folla.

-Fuimos abrazadas a los besos hasta la cama, a hacer lo que piensan Marina, Julia, Fernanda, y todos los que nos conocen, y de paso, a descubrir el sexo de los ángeles.

¿Ahora sí! Creo que el núcleo de la historia no da para más sin caer en la redundancia.

 Pero en agradeciendo a nuestras simpáticas protagonistas, creo que se merecen dos o tres perlitas, que aun sacadas de contexto, las premie con un poco más de erotismo y un toque de humor. Veremos si lo consigo.

También quiero agradecerles a los que me leen, y a los que con sus comentarios me dan animo para seguir haciendo lo que me gusta (escribir).

disculpen la tardanza pero lo subí antas pero no se publicó

 


 [VM1]

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