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Lo necesito, lo necesito, ¡LO NECESITO!

en Confesiones

Cariño:

Tal vez te haya sorprendido encontrarte esta nota y que yo no te lo haya dicho personalmente. La verdad, aunque te lo hubiese gritado a la cara, no habría servido de nada. Estoy harta, ¿me entiendes?, ¡HARTA! de que hagamos el amor (si es que al meterme esa birria que tu llamas polla durante escasos diez minutos puede llamarse hacerme el amor) tan poco. Así que, en vez de recurrir a los fríos consoladores que me compras o a nuestro sufrido perro (que, para que lo sepas, lo hace mejor que tú), me he determinado a satisfacer mis necesidades sexuales con otros amantes más...atentos (y también más dotados, porque menos es imposible).

Creo que ya sabías de mis tendencias de ninfómana. Y como eres un lelo no te has aprovechado. A cualquiera de tus amigotes seguro que si le dicen que sólo me "tocas" una vez a la semana, se partiría de risa. Porque se de buena tinta que todos ellos estarían más que contentos si pudieran estar conmigo siquiera los diez minutos que tú te dignas a concederme. Que sepas que Manolo, el de la frutería, no me aparta los ojos del trasero ni de los pechos cuando voy a comprar. ¿Y tú dices que te parece una guarrería siquiera meterme un dedito? Y Leandro, al que le tocó la quiniela de 14, me ofreció la mitad del premio si le chupaba la verga. Pero como soy tonta y creía (has oído bien, CREÍA) en la fidelidad, pues no les deje que me tocaran un pelo. ¡Si es que ya lo decía mi madre! "Cuidado con tu marido, que tiene cara de tonto" Y qué razón tenía la buena mujer.

Pero no me voy a ir por las ramas. Sólo quiero que sepas que ayer mismo, cuando te dije que me iba con mi madre, te mentí. En realidad me llevé unas medias de rejilla, unos zapatos de tacón y un vestido cortísimo (el que ¡o milagro! te atreviste a regalarme en las navidades pasadas) y me puse en la calle e más prostitución de toda la ciudad. Y claro, vinieron unos pocos tíos, por lo menos media docena (podrían haber sido más si un chulo de por allí no me hubiese echado) a pedirme mis servicios.

Como sé que lo estás deseando, pichacorta, te voy a contar todo lo que les hice. ¡Si hubieses sido mejor amante, estáte seguro de que te las hubiera hecho a ti!

El primero era un viejo verde que me pidió que se la chupara. Le puse bien cachondo sobándole el paquete, y cuando se bajó la bragueta, ¡vaya pedazo de tranca! Era casi más grande que el ancianito. Se me salían los ojos de las órbitas al mirarla, y le dije que a esa pedazo polla se la comería g-r-a-t-i-s. ¡Tiene gracia! Yo te hubiese dado parte de mi sueldo sólo porque durarás al menos media hora en la cama, y en cambio con este viejo, en pleno Febrero, con un frío que pela, no pude hacer que se corriera sino después de haberle chupado el falo durante casi cuarenta minutos. ¡No quiero ni imaginarme lo que hubiese sido en sus tiempos mozos! ¡Qué prodigio!

Los siguientes fueron tres chicos en un panda, bastante borrachos, que querían celebrar una despedida de soltero. Me metí en el coche con el homenajeado y resultó ser un chico realmente guapo, de unos 27 años, y unas ganas de perder la virginidad locas. Sus amigos me dijeron que tenía que darle lecciones antes del matrimonio, para que no hiciera el ridículo en la noche de bodas. Así que me lo pase por la piedra durante media hora. Al principio casi no se atrevía a tocarme por los nervios, pero en cuanto cogió un poco de confianza...¡fue como un volcán! Me rompió las medias, y me clavó la maza hasta el fondo. Con la otra mano me empezó a sobar toda. ¡Qué gusto! No te debe extrañar, pues tú apenas me rozabas un poco, y este chico en cambio no paraba. Al tocarme los pezones, como los tenía superduros, se puso aún más cachondo, y yo ni te cuento. Empezó a darme caña mientras me decía lo buena que estaba y lo puta que era. ¿te acuerdas la vez aquella, en San Valentín, que me encontraste sólo con las braguitas y una copa de champán esperándote para darte guerra? Pues si eso te asustó (te recuerdo que te fuiste a la cama sonriendo como un idiota, después de decirme que me iba a quedar fría y sin tocarme un pelo), te hubiera dado un infarto al verme a través de los cristales del coche, que casi le rompimos los muelles de tanto ajetreo, con la ropa medio arrancada y jadeando como una perra en celo mientras el tío aquel me metía el miembro en el coño. Y para que veas hasta que grado de golfería llegué, que le dije que me metiera los dedos en el culo, porque eso su futura mujer probablemente no se lo consentiría. Y ¡vaya si los metió! Estaba como hipnotizado mientras los empujaba y sacaba, muy rápido, para darme más y más placer, en mi culito. Y yo sólo le dejé que me metiera los dedos, tú podrías haberme metido la polla. ¿Te escandalizas? Pues te lo digo otra vez y más claro, pringado: ¡¡¡TE HUBIESE DEJADO QUE ME ENCULASES, SO CABRÓN!!!

Después que el otro se corrió, salí fuera y les pedí un pitillo a sus colegas. Se les notaba calientes: las pollas casi no les cabían en los calzoncillos. Les pregunté si ellos no querían nada y me dijeron que no tenían más calderilla. Pero como a mi me daba igual y lo que quería era sexo, les hice una felación a la vez. Casi no daba abasto con los dos enormes rabos de aquellos chicos, pero se ve que, aunque falta de práctica por tu culpa, soy una devoradora de penes profesional. No tardaron casi nada en venirse encima de mí. Dejé que ambos riachuelos de semen caliente se deslizaran por mis labios, mi lengua, hasta la garganta, y también les limpié las pollas con mis tetas. ¡Es una sensación deliciosa sentir la leche pegajosa de un tío correrte por el escote, bañando los poros y sentir las cosquillas al deslizarse muy despacio hasta los pezones, y que allí se quede colgando y goteé. Pero me imagino que a ti, la sola visión de tu lefa sobre mi cuerpo te hubiera dado una arcada.

Cuando terminé con todos ellos, se me acercó otra puta de las que por allí había y me preguntó cuanto les había sacado. ¡No notó que yo, de profesional de la calle, nada! En lo más íntimo de mi orgullo de mujer me sentí como nunca. Si había podido complacer a tantos hombres en tan poco tiempo y hasta las que viven del sexo me pedían consejo, realmente bien podría considerarme una diosa del sexo. Eso sí, una diosa que estuvo casada con un eunuco o algo parecido.

El último que me cepillé anoche debía ser un importante empresario o alguien de aún más categoría, porque me pidió que mañana, es decir, hoy, pasara el día entero con él como su puta particular. Eso me recuerda a "Pretty Woman". ¡Uuuuufffff! Todo el día siendo fornicada, mi sueño dorado. Pero anoche tampoco nos quedamos cortos, comparado con lo que debo estar haciendo ahora, mientras tú lees esta nota y lloras al verte condenado a hacerte pajas toda la vida. El caso es que el hombre aquel, vestido impecablemente, con chaqueta, corbata y los pantalones muy bien planchado, me invitó a subir a su flamante Mercedes. Por supuesto dije que sí y me senté en el asiento del acompañante. Durante todo el trayecto hasta el hotel, donde se hospedaba toda la semana, me hizo un dedo mientras me decía las cosas más bonitas que se le pueden decir a una puta, claro está. Me corrí dos veces, gracias en parte a sus delicadas y escogidas palabras y en parte a su pericia en el arte de la masturbación femenina.

Su habitación, una de las suites más lujosas de todo el hotel, era un verdadero paraíso: tenía una cama gigante donde podrían haber follado a la vez, sin tocarse, por lo menos tres parejas. El baño tenía una bañera-jacuzzi que casi parecía una piscina. Ya estaba desnuda, disfrutando de lo lindo entre las burbujas y la espuma, cuando me dio otra sorpresa: hizo subir la cena a nuestro cuarto e invitó al botones a que se quedara a vernos joder. Eso era lo que más le excitaba, al muy guarrete, hacerlo con público. El caso es que me echó un polvo de antología. Se movía como una serpiente en el agua, sin desatender ningún rincón de mi cuerpo. A mi me iba poniendo cada vez más caliente el que el botones no nos quitase el ojo de encima. Comparado con él, tú, que si veías una escena algo subida de tono en la tele no tardabas ni un segundo en cambiar de canal, eres un santo varón.

Perdí la noción del tiempo. Sólo sentía placer y tuve una serie de orgasmos increíble antes de que me llenara de leche aquel señor. Creo que me desmayé, porque lo último que recuerdo es estar tirada boca arriba en el suelo de la habitación y que de pie a mi lado el empresario le apostaba al botones a que no era capaz de correrse justo en mi boca. Así que éste último estaba meneándosela y su leche amenazaba con salir rumbo a mi garganta, que no se cansó en ningún momento de gemir pidiendo más y más sexo. Luego me desperté en la esquina donde comencé la noche y me fui cuando un proxeneta bastante grosero me dijo que me largara de allí, que por mi culpa sus chicas casi no habían recaudado nada aquella noche.

Bueno cariño, creo que eso es todo lo que tenía que decirte... ¡Ah no! Se me olvidaba lo más importante: toda esta nota es una broma que te he gastado. Sólo la he escrito para que sepas lo zorra que soy y que me tienes a tu entera disposición para fornicarme. Estoy escondida en el armario del hall...desnuda. Ya sabes lo que quiero, ¿no? ¡Pues a que esperas, cariño!

Te ama y desea: Cintya.

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