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Cadena Sex, 69 FM

en Hetero: Primera vez

Buenas noches, queridos radioyentes. Soy Jana Díaz y esto es "Testimonios Reales", el programa de radio que os ofrece historias de la calle, de gente como tú... Hoy hablaremos de un tema que nos han solicitado muchos amigos. Se trata de la virginidad y la primera vez. Intentaremos solucionar las dudas que tengáis respecto a este tema tan interesante con la colaboración de las llamadas de quienes quieran compartir sus experiencias con nosotros. Vamos a dar paso a la primera llamada. ¿Hola? –

¿Hola? ¿Hola? –

Hola, estás en el aire, ¿nos dices tu nombre por favor? –

Me llamo Javi. –

Muy bien Javier, cuéntanos... ¿cómo fue tu primera vez? –

Pues fue hace dos años, más o menos, cuando tenía 17. Me lo hice con mi novia. Ella tiene un año menos que yo. Era mi cumpleaños y organizamos una fiesta. Bueno pues nos emborrachamos y claro... Una cosa llevó a la otra y al final me la tiré en el coche de sus viejos.

Bien Javi, pero ¿podrías ser más explícito? Quiero decir que si no te importaría describir cómo ocurrió todo –

Claro que sí. Ya he dicho que nos organizamos una fiesta, ¿no? Pues hubo bastante alcohol y Sonia, mi novia, se tomó unas cuantas copas. Entonces se puso tontorrona, cariñosa, no sé si me explico... algo rara. Y me dijo que me daría el regalo que quisiese.

Y tú le pediste echar un polvo, ¿no? –

¡No, qué va! Yo también había bebido bastante, pero no lo suficiente como para darme cuenta de que no sabía lo que decía con claridad. Puedo parecer un antiguo, pero siempre he querido que mi primer polvo fuera especial, en una cama, calentitos,... ¡Y no en un seiscientos! –

¿Entonces? –

Bueno, no me pareció mala idea pedirle que me la chupase un poco. Nos habíamos dado sobeteos y eso, pero nunca habíamos hecho nada "fuerte". Así que se lo propuse... ¡y aceptó! Nos fuimos detrás de unos arbustos del parque y allí me hizo una mamada. Nunca la había tenido tan cerca de mi polla, así que me puse cachondísimo al verla ahí, paseando la lengua a lo largo y ancho de mi capullo. Tanto es así que al final dejé de lado mis remilgos éticos y me la llevé al coche. Y allí... matarile que le di.

¿Entonces te la tiraste después de que te la comiera un rato? –

Sí, me la puso como una piedra la muy zorra. –

Y allí, en el coche, ¿qué tal se dio la cosa? –

Bastante bien, la verdad. Ella es bajita y delgada y no tuvimos demasiadas incomodidades. Se quitó las bragas y se me sentó en la polla. ¡Bueno, no! Primero me puse un condón, para evitar disgustos... Y eso, lo que iba diciendo, que me la clavé en el asiento del conductor. Le agarraba de las caderas y la ayudaba a subir y bajar sobre mi pene, al tiempo que aprovechaba para tocarle las tetas.

¿Y ella? ¿Disfrutó? –

Supongo que sí, porque chillaba bastante. –

Hombre Javi, a lo mejor se quejaba porque le rompías el himen. –

¿Lo cualo? –

Que a lo mejor gritaba porque le hacías daño al desvirgarla. –

No, no creo. De hecho no me pedía que parase, sino que gemía pidiendo más y más, como en las pelis porno. Claro que Sonia no está tan buena como esas de las revistas guarras, pero verla allí, botando como una fiera sobre mí... ¡Puufffff! Era una gozada. Se sostenía poniendo las manos en el volante y la ventana, para ayudarme y que no me cansara demasiado. No miré el reloj, pero creo que estuvimos así, dale que te pego, cosa de media hora. Luego me corrí. –

Bueno, Javi. ¿Fue entonces gratificante tu primera vez? –

Ya lo creo.. ¿Sabes qué es lo peor? –

A ver, dime... –

¡Pues no haberlo hecho antes, eso es lo peor! –

¡Ja,ja! Vale, Javier, muchas gracias por tu testimonio. –

A vosotros, ¡adiós! –

Bien, queridos oyentes, ya hemos escuchado la historia de Javier y Sonia. ¿La tuya fue así, ó diferente? Esperamos vuestras llamadas... ¡Vaya, parece que tenemos a otra persona en línea! ¿Hola, buenas noches?

¡Buenas noches, Jana! ¿Qué tal? –

Bien gracias, ¿y tú? –

Muy bien. –

Bueno, pues el micro es tuyo. Cuéntanos cómo fue tu primera vez. –

Bueno, pues yo me llamo Elisa, y tengo 18 años. Hice el amor por primera vez hace una semana. Y bueno... más bien me hicieron el amor. Y... ¡uffff! Estoy algo nerviosa, lo siento.

No te preocupes, Elisa. Puedes decirnos lo que quieras. Pero... ¿no te parece que a los 18 ya es un poco tarde para perder la virginidad? –

Ya... Es que soy un poco tímida y no he tenido muchos novios, y claro... ¡No les iba a decir que sí a la primera a ninguno! Como Javi, a mi también me hubiera gustado que fuese especial. Bueno, y lo fue... en cierto modo. –

Aja... Sigue, por favor. –

Pues aunque yo soy bastante tradicionalista, ó sea, que me gustaría tener un novio formal, casarme y tener hijos; y mi primera vez fue bastante distinta de esas expectativas. –

¿En qué sentido? –

Pues lo primero porque mi novio no era ni mucho menos un chico formal. Era un macarra, un kinky. Es estupendo, pero no es lo que mi madre hubiese querido para mí, ¿entiendes? –

Claro Elisa, pero ¿cómo fue tu primera vez? –

¡Ay! Perdona, me he ido un poco por las nubes. Mi primera vez fue atada a la cama. –

¿Atada? Vaya, qué interesante. ¿Puedes contarnos más, por favor? –

No me lo pidió ni me avisó ni nada de eso. Es muy dominante. Hacemos lo que él quiere. No se corta nunca. Por eso me gustó, creo que porque es totalmente distinto a mí. La cosa fue así: la semana pasada fuimos a ver una exposición de pintura moderna. Y una de los cuadros representaba a un hombre atado, una especie de mártir. No era bonito, pero sí curioso. Me quedé mirándolo un buen rato hasta que Pedro apareció detrás de mí.

¿Qué miras, mi amor? –

Nada... Éste cuadro. –

Él lo miró por encima y me preguntó si me gustaría tenerle así, atado.

¡No! Claro que no. Estarías ridículo. –

Entonces te ataré yo a ti... –

Lo dijo en serio, muy en serio. Me abrazó fuertemente con un brazo y metió la mano libre en mis pantalones. Yo me asusté bastante, pues había mucha gente allí y podrían vernos.

¿Qué haces? ¿Estás loco? ¡Van a vernos! –

Mmmmmm... ¿Y qué? –

¡Que me muero de vergüenza! –

Eso no me importa. Quiero tenerte aquí mismo, ahora mismo. –

Pero...-

Me metió los dedos bajo las braguitas y me acarició. Yo me empecé a excitar. Me daba morbo que nos pillaran. Pero conseguí convencerle para que no fuera más lejos. Se enfadó bastante y nos fuimos a casa sin hablarnos. Y allí, en su apartamento, me dio la sorpresa. Se vengaría de mi negativa desflorándome, según me dijo en cuanto apareció en el salón con un rollo de cuerda.

Vaya, vaya... ¿Y tú no te resististe? –

Un poco sí, pero también lo deseaba, aunque apenas llevábamos un par de meses de novios. Y él no era virgen como yo. Ya había tenido un par de romances, aunque no sé si se llegó a acostar con ellas ó no. Supongo que sí, porque siempre hace lo que quiere...-

Tu novio parece bastante egoísta. –

No, sólo que es muy posesivo y le gusta disfrutar con lo que tiene, sea dinero, sea una mujer. –

De acuerdo... ¿Y cómo te lo hizo? –

Primero me desnudó del todo. Él mismo quiso quitarme la ropa. Nunca me había visto desnuda y quedó muy complacido. Eso me ayudó, la buena impresión que le causé al quedarme desnuda delante de él, para dejarme llevar y olvidar la vergüenza. Luego me ató las muñecas y los tobillos a las esquinas de la cama. También me puso una venda en los ojos, pero luego me la quitó porque le pedí que me dejara ver lo que me estaba haciendo. Él se quitó los pantalones y los calzoncillos, nada más. Se subió encima de mí y me separó las piernas. Como no estaba muy húmeda, me chupó los pezones un rato y los labios para ponerme a cien. Eso es lo que más me hace sospechar que no soy la primera: que tuviera tanta habilidad para calentarme.

Yo, personalmente, preferiría perder la virginidad con alguien igual de inexperto. –

Al principio yo también quería eso. Pero no pensé en ello mientras me lo hacía.-

Claro... ¡Además, aunque quisieras evitarlo estabas atada! –

¿Pues te puedes creer que eso, la incapacidad de oponerme a su pentración, era lo que mas me excitaba? –

¿En serio? Cuenta, cuenta... -

Pues sí: sólo de pensar que podría hacerme lo que quisiera, me puse muy mojadita. Y únicamente podía tocarle cuando se acercaba mucho. En definitiva, que él llevaba la iniciativa. Y yo, simplemente, me dejaba hacer. Cuando estuve lo suficientemente lubricada para su gusto, me penetró. No sentí nada de dolor, aunque creí que iba a ser más placentero. Ya sabes, creí que me iba a poner a chillar como en las pelis porno. Pero no sentía tanto placer como para eso. Era agradable, pero quizás más por la situación en sí, por el morbo, que por ser desvirgada.

Muchas gracias, Elisa, por tu sinceridad. Creo que tu primera vez es de las más rocambolescas que he escuchado nunca... –

De nada, ¡y un beso para los amigos de PuertoRojo! –

De acuerdo... Bien, creo que aún tenemos tiempo para otra llamada.. ¿no? ... Sí, el realizador me dice que sí, así que... ¡hola! –

Hola Jana. Buenas noches. –

Hola, ¿cómo te llamas? –

Digamos que Igor. –

¿Igor? ¿Cómo el ayudante del doctor Frankestein? –

Sí, ése mismo. –

Muy bien. Igor. Cuéntanos tu primera vez. –

Pues ya he cumplido los 23 años y... y nunca me he tirado a una chavala. ¡Y no será porque no lo intento! Lo que pasa es que sólo soy capaz de hablar con las chicas cuando estoy borracho y... y a ellas no les hace ninguna gracia que un tío que apesta a ginebra se les acerque con un condón y les proponga darse un revolcón. Y cuando voy sereno me da mucho corte decírselo a las amigas que me gustan.

O sea, que eres un timidito. –

Algo así. Pero tengo unas ganas de follar que... ¡Si es que veo una chica por la calle y ya me la imagino desnuda! Es un sinvivir. Porque ellas, las muy calentonas, están buenas y lo saben. –

¡Ja,ja,ja! Lo que me parece es que estás un poco salido, Igor. –

¡Anda! ¿Y qué chico no lo está? –

También es verdad... Bueno, prosigue con tu testimonio. –

Ya estaba yo un poco harto del "joder, lo que se dice joder, no joderemos, pero ¡joder! que ganas tenemos.", el "a ver si follamos más, porque menos es imposible" y el "no follamos ni pagando", que son las frases con que me mortifican mis colegas y resumen mi vida sexual. A sí que cuando un colega mío me invitó a irme de putas con él, es decir, a echar unos casquetes en un burdel... pues dije "¡Qué coño!" y me apunté. Además invitaba él, ¿qué querías que hiciera? Negarse hubiera sido de tontos.

Vale, Igor... Pero yo no te he criticado, así que cálmate un poco, hombre. –

Perdona Jana, es que me han criticado mucho por irme de guarras para perder la virginidad. –

Tranquilo, que yo te entiendo. ¿Puedes contarnos cómo fue la cosa? –

Pues fíjate si fue bien, que estoy esperando a reunir otra vez pelas para poder tirármela otra vez. Fuimos mi colega y yo al sitio en cuestión. Pagó él a la madame y nos metimos en una especie de sala de espera. Mi colega ya había estado un par de veces y estaba tranquilo, pero yo... ¡Vaya subidón tenía! No me cabía el alma en el cuerpo. Luego nos dijeron que pasáramos cada uno a una habitación. En la mía estaba la tía más impresionante que haya visto nunca.

Bueno, no sería para tanto, ¿no? –

Claro que no, pero tú ponte en situación. Yo, virgen, por primera vez delante de una tía en pelotas. No hay punto de comparación con las que salen en la tele. Al natural, en vivo, es la leche lo cachondo que te pones. –

Bueno, supongo que es comprensible. ¿Qué más? –

Era rubia, no muy alta, y no era de España. Tenía rasgos exóticos, de sudamericana. Supongo que sería de Venezuela o por ahí, no estoy seguro. Me dijo que si quería lavarme que al lado tenía un servicio, pero yo venía limpio de casa. Entonces me quité toda la ropa y le comenté que era mi primera vez. Ella se puso muy tierna al saberlo y me dijo que me lo haría suave. ¡Y vaya si lo hizo bien la muy puta!

Y entonces, os echasteis en la cama... ¿no? –

No, no. Primero me la comió un rato. –

¿Te hizo una felación? –

Supongo que estaría incluida en el precio. El caso es que me la chupó y no veas que gusto. Luego me echó sobre la cama y me colocó el condón. –

¿Lo llevabas tú? –

No, lo puso ella también. Así sí que da gusto echar un polvo, sin tener que preocuparse. pero antes de ponérmelo me dio un montón de besos por todo el cuerpo que me pusieron a mil. Luego se montó encima de mí. Después de ponerme el preservativo, claro. Y empezó a botar. ¡Qué gozada! Sentía todo su conejo en mi polla. Es mucho mejor que cualquier paja, te lo aseguro. Luego se levantó y se puso a cuatro patas, apoyándose en la barandilla de la cama, para que me la tirase a lo perro.

¿También le hiciste un griego? –

¿Que si la di por el culo? No, no. Se la metí por el coñete. Y a darle caña. –

Ahhhh... Sigue, por favor. –

Pues eso, que me la tiré desde detrás. Me hacía mucho gracias, tanta que casi me río, el hecho de que gimiera. No era como las actrices porno, que casi gritan, sino algo muy diferente, más bajo, pero audible. A cada embestida, suspiraba un poco, como si le gustara. Y yo pensaba "¡Será puta! ¡Si seguro que no sientes nada, mentirosa!" Y seguía dándole. Las tetillas le botaban y me ponía malo de verlas. le pedí que si me dejaba sobárselas y accedió. Así que me corrí agarrándole los pechos y dándole rabo como a una cerda. Fue fantástico.

- Has sido muy amable, Igor, por compartir tu experiencia. Me dicen que ya se nos agotó el tiempo, así que me despido de todos vosotros. Mañana hablaremos de fantasías sexuales raras. ¡Besos y no os toquéis demasiado esta noche, pillines!

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