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Las vacaciones de Toni Canelloni: el viaje

en Autosatisfacción

Siempre que llega el día anterior a irse de vacaciones, Toni duerme fatal. Empieza a preguntarse, por un lado, si ese año se llevará por fin al catre a una sueca, si es correcto hacerse pajas en camas ajenas (las del apartamento alquilado donde se alojan los Canelloni todos los años) y, sobre todo, si conseguirá llevarse al catre a alguna sueca.

¿Qué? ¿Ya lo había dicho? Bueno, no importa, tratándose de Toni, nunca, por más que insistimos en su lujuria, caeremos en la exageración y la redundancia.

El caso es que con tanto darle vueltas al mismo asunto y a la cama, Toni no consigue conciliar el sueño hasta que, justo cuando empieza a quedarse filete...

-¡Venga Toni, espabila que nos vamos a la playa!-

Os podéis imaginar la cantidad de maldiciones y siniestras amenazas de fratricidio que escapan entre bostezos como túneles del metro que escapan de la boca de nuestro individuo. Y si no se prodiga más en miradas asesinas es porque las ojeras y las legañas las amortiguan no poco.

¡En marcha! ¡Un año más Toni intentará la hasta éste siempre infructuosa conquista sexual de las playas llenas de chavalas en top less!

Y también un año más la vomitona en la carretera, el mareo, la nausea, y la insoportable voz de su hermana repitiendo como una gramola....

-¿Ya queda menos?-

En el viaje se hace inexcusable una paradita a mear. Toni sigue bostezando. ¡Pobre! No bien ha estirado como una gato famélico su demacrada anatomía, echa la vista hacia el cartel del bar donde han parado y....¡glup!

-¡Anda que casualidad! Es el mismo bar donde paramos el año pasado.-

La madre de Toni saca a su aterrado vástago de la esperanzadora duda para patearlo con la dura realidad: sí, es el mismo sitio en que el año pasado fue pillado por el encargado mangando los videos superguarros de los escaparates giratorios.

-¡Mamá, prefiero quedarme en el coche!-

-Anda, no digas tonterías, Toni, que te hace falta estirar las piernas y beber algo que te de energías.-

-¿No tienes ganas de orinar, hijo?- le pregunta su padre.

Mierda... Es cierto. Ayer con tanto darle vueltas al tema de las suecas, terminó por no pelársela un rato, y desde que se levantó, Toni tiene el pito bastante tenso.

Es lo que tienen las pajillas, son como una droga. Llegas a acostumbrarte tanto que el organismo se resiente el día en que no estrangulas el calvo hasta que pote.

Y en el caso de un tío tan perturbado sexualmente como Toni, esta carencia hace que un par de días sin descargar el arma le conviertan en un neurasténico kamikasex.

Así que, haciendo de gónadas corazón, veloz como una bala, Toni se mete en los servicios, la cabeza bien gacha, como un miura a punto de embestir. bien, bien, el encargado no te ha visto, estás a punto de conseguirlo...

-¡Eh, tú, muchacho!-

¡Mierda!

Toni levanta la mirada, los ojos fuera de sus órbitas... ¡El encargado, el encargado, te ha pillado!

-S...s...¿síii?-

-¡Que te metes en el servicio de chicas, coño!-

Eso te trae recuerdos de otra ocasión más halagüeña, ¿eh, Toni? (véase "Un día de suerte para Toni Canelloni)

-Aahh...ja...ja...¡jajajaja!- se ríe Toni, recordando aquel episodio de sus aventuras

-Bueno, es en la puerta de al lado.- le informa el encargado -¡Y haz el favor de esperar a estar dentro del baño para sacarte la colilla, hombre!-

Sí, en efecto, con las prisas, en su plan perfecto para pasar desapercibido, Toni ya llevaba en su precipotada carrera hacia las letrinas, la bragueta bajada y el mango fuera. Como en una de sus pesadillas...

-¡Nooooooooo!- se lamenta Toni, mientras le cubre el eco de las risotadas de la docena o más de desconocidos domingueros que han visto su muñeco colgando.

-¡Toni, por favor!- es lo último que Toni logra escuchar, proveniente de su escandalizada progenitora, antes de cerrar la puerta de los baños.

Apretando con fuerzas, Toni logra despejar de urea su monigote. ¡Listo para una sesión de Tonisatisfacción!

Apenes van tres sacudidas, cuando se percata de la presencia a su lado en el meodromo, de un invitado no deseado a su fiesta del onanismo. Vamos, que en la pileta de al lado está vaciando la vejiga otro pavo, uno que le mira descaradamente por encima de la ridícula barrera de mármol sucio que separa los recipientes "Roca".

"Lo que me faltaba, un mirón"

Toni carraspea, a ver si el otro tipo se da por aludido, pero no parece que sea el caso.

-¿Entiendes?-

"¡Gulp!" se le hace un nudo en la garganta a Toni "¡Un bujarra! ¡Hora de salir pitando!"

Con una maestría aprendida de la experiencia, del ensayo y error, Toni, muy circunspecto, da media vuelta sobre sus talones, y sin contestar, pero apretando las nalgas por si las moscas, tiene la sana intención de meterse en un cagadero cerrado a concluir, o a empezar, su refrigerio pelviano.

Pero, ¿qué queréis que os diga? A mí, como a Toni, me resulta hato complicado controlar más de dos variables psicomotrices cuando está la tranca y su placer de por medio. Y por eso, conozco perfectamente el significado de todas las interjecciones que nuestro antihéroe soltó en parrafada cuando se pilló el plato combinado de huevos y salchicha con la cremallera.

¡Ay!

El objetivo, nunca mejor dicho, está al alcance de la mano. Con tres minutos bastará para, a cubierto en ese inmundo trono de las bajas pasiones que son los tigres de carretera, soliviantar sus testículos cargados de amor bizarro y abstracto, pero con un sospechoso color blanco.

1 minuto... Ya está todo tiesa. ¡A elaborar recuerdos excitantes!

2 minutos... Las carátulas de "Zorras en Beverly Hills" "Operación Tormenta Anal en la Golfa" y "Las cordilleras de Venus", aunque escasas, suplen la falta de recursos libidinescos que el estrés de la masturbación eventual provoca. Las mismas por las que cayó en desgracia el año pasado en este mismo sitio...

2 minutos y medio... ¡Ya, ya lo siento!

Portazo. Pasos. Nudillos golpeando la puerta de al lado. Voz paternal diciendo:

-¿Toni? ¿Estás aquí?-

¡Jodeeer, que puta mala suerte! ¿Y si me callo como una putilla y dejo que busque hasta que se harte? No, no, podría mirar por debajo de la puerta y hacerme la 3 14. O podría estar todavía el pájaro aquel y decirle dónde estoy. No, no, tengo que decirle que estoy aquí o será peor.

-Estoy aquí.-

-¿Estás haciendo la faena, hijo? -

Toni no puede evitar mirar el pozo negro, del cual es casi imposible rescatar una mota del prístino color blanco porcelana. Ahora es solamente puercolano. Deprimente.

Y como si se le cortase la leche, Toni pierde interés estrepitosamente, aunque imaginando las terribles consecuencias que le atormentarán al día siguiente en forma de libido desatada, por terminar esa triste paja.

-Sí, ya salgo.-

En el remolino de ilusiones lúbricas se pierde con un repugnante gorgoteo la mierda del cagadero cuando Toni tira de la cadena.

Fuera, ya sólo le queda el consuelo de que el encargado parece haberse olvidado de su erotocleptomanía del año pasado.

-Un trinaranjus, por favor.-

-Marchando, pipiolo.-

Encima cachondeo. ¡Qué cruz!

Pero aún venía el golpe mortal, la puntilla. Helado como los hielos del vaso se queda Toni cuando el encargado le dice:

-Bueno, zagal, ¿no vas a ver las novedades que tenemos este año en el mostrador de películas? Tenemos alguna muy buena... siempre que esta vez quieras pagarla.- se mofa

-Oh... ¿Qué he hecho yo para merecer esto?- lanza Toni al cielo su súplica, antes de derrumbarse en un profundo abatimiento espiritual, que equilibra, para mal, la frustración genitoide de su fracasada tentativa de masturbación.

Las pajas son cosa de caballeros jedis: hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.

-Bueno, id a la tienda a ver si queréis comprar el primer souvenir de estas vacaciones, que nos vamos a ir.- informa el señor Canelloni.

En fin... De perdidos al río. Toni va directo al expositor de D.V.D, localiza los guarros y va apuntándolas en su memoria, para su álbum mental de carátulas de pelis cohinotas y quién sabe si en el futuro para escribir una tesis sobre el estilismo en los soportes gráficos del cine porno.

¿Quéeeeeee? ¡No es posible, no puede ser verdad! ¡Esto es...in-ceible!

No es que Toni haya visto que una de las películas trata sobre su patética existencia como paramecio sexual eucariota (seguro que esos, sean lo que sean, mojan más que el pobre Toni), aunque tampoco sería tan extraño.

No.

¡Es que mirando las mismas carátulas, pero por la parte de atrás, estaba alguien a quien Toni conoce y que nunca esperaría encontrar en un sitio como éste (y eso que no se paró a reflexionar sobre el significado de que esta persona estuviese mirando las carátulas de cine X...)

¡Era Trini Tortellini! ¡Es imposible!

Cuando Toni recupera el control de sus actos y esfínteres varios, ya está en el coche de la familia, rumbo a la costa.

-¿Eh? ¿Cómo?-

-¿Qué te pasa Toni?- le pregunta su hermana

-Cómo... quiero decir, ¿cómo he llegado aquí?-

La menor de los Canelloni lo mira como si mirara a un sapo de color fucsia que cabalgase a lomos de... Bueno, con una mezcla de sorpresa y repugnancia.

-Estás siempre pensando en tantas guarradas que se te va el santo al cielo, hermanito.-

No, no puede haber sido una alucinación. ¿Cómo explicar entonces la persistencia de la erección bajo sus bermudas multicolor? Toni se da una ración de coscorrones intentando recordar.

Sí... Allí estaba Trini. Su rostro juvenil y bello era flanqueado por las siluetas de un coloso desnudo de atributos inmejorables, el protagonista de "Las eróticas aventuras de Hércules", y los pompis respingones, entre los que se adivinaban unos sugerentes labios vaginales, apenas cubiertos, sino resaltados por las falditas tableadas de "Colegialas Fetichistas".

Le sonrió al reconocerlo, o al menos sus labios finos y perfectamente perfilados esbozaron un gesto que no era una mueca de disgusto o arcada. Casi...si no fuera del todo imposible por ilógico, parecía como si... como si Trini Tortellini le estuviese ofreciendo un jugoso beso de tornillo, con lengua, francés, sensual, fruta de la pasión, lascivia previa a un coito animal o una felación de lujo.

Y luego la oscuridad del olvido, el abandono de las sensaciones, del propio yo, hasta retornar a la realidad y rescatar el cuerpo de autómata baboso que estaba ya sentado, en silencio, en el asiento trasero del coche de los Canelloni.

-¡Hemos llegado, familia!-

continuará...

¡Aunque no queráis!

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