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Un día de suerte para Toni Canelloni

en Voyerismo

Toni Canelloni salió del aula de informática corriendo en cuanto sonó el timbre. Se estaba meando vivo. Durante una interminable hora había aguantado estoicamente las ganas de orinar, sudando tinta mientras suplicaba que acabase la clase de una vez.

El chirriante ruido de la campana del instituto fue para él como un bálsamo fresco en una quemadura. Sin esperar siquiera a que el profesor diese por concluida la sesión, salió disparado hacia los servicios. Si alguien hubiese tenido un cronómetro a mano le hubieran dado un record de velocidad punta.

El primer urinario estaba vacío. ¡Bien! Entró y cerró la puerta. Chilló al pillarse un instante los pelos de los cojones con la cremallera, pero un segundo más tarde ya conseguía, con poca puntería, hacer blanco de su chorro mingitatorio una pelota de algo que parecía papel de culo flotando en el fondo de la taza.

Durante más de un minuto Toni experimentó el inefable éxtasis de vaciar la atormentada vejiga. Incluso apoyó las manos en las paredes del servicio para poder gozar con la experiencia. Eso provocó instantáneamente que su picha errara el rumbo y la trayectoria (pocos penes han estudiado trigonometría y balística), logrando, como consecuencia, que casi medio litro de orín decorase toda la pared frontal del w.c.

Ya había terminado y se disponía a subirse los pantalones y salir como el hombre más satisfecho de todo el universo, cuando un repiqueteo puso en estado de alerta sus sentidos. La adrenalina se le disparó y se le atragantó la saliva en el esófago. Su oído privilegiado, acostumbrado a captar las más ridículas señales de presencia femenina en los alrededores a base de escuchar las películas porno del canal plus codificado, estaba oyendo el eco de pasos acercándose.

Toni, en su prisa por vaciar la carga de su bajo vientre, se había confundido de puerta y se había introducido en los servicios de chicas. Su mirada confirmó el temor que su oído provocó: lo que flotaba en el fondo de la taza no era una bola de papel higiénico, sino una compresa.

Luego, el agudo eco de los pasos correspondía a tacones de fémina. Sin ocurrírsele otro modo de escapar de la tesitura, echó el candado a la puerta del urinario y cerró la boca. Se quedaría allí, mudo como un muerto, hasta que el peligro pasase.

Enseguida dos voces cantarinas que Toni identificó como las de sus compañeras de curso Fernanda y Marisa invadieron la estancia.

¡Hay que ver cómo ha salido de rápido el pervertido de Toni! –

Seguro que ha ido corriendo a pajearse al baño... –

La situación era muy peliaguda. Toni lo sabía, pero también se despertó su instinto voyeur y decidió prestar atención a la conversación de las chicas, pues parecía que se enteraría de cosas muy interesantes.

Las chicas se metieron en la cabina de al lado de la de Toni y allí comenzaron su charla, trivial al principio, hasta que una de ellas, presumiblemente Fernanda, dijo:

Oye, ¿te has fijado qué modelito traía hoy Úrsula? –

¡Ya ves! Eso es tener mal gusto. –

A mí me han dicho que se pone esa ropa porque su novio, Ernesto, el de cuarto, no quiere que la vean guapa otros chicos y se la intenten levantar. –

Pues seguro que es verdad. Pero debería tener cuidado también ella no sea que sean otras las que le levanten el maromo... –

¿A ti te gusta también? –

Pues claro que sí... Está cañón el nene. –

Bien, esto se ponía mejor. Oír a las chicas hablar de sus romances y fantasías sexuales era de las cosas más excitantes que había para Toni. Se sentó en el váter con cuidado de no hacer ruido y se empezó a masturbar al tiempo que seguía atentamente la conversación.

Yo es que me lo tiraba todo el día. ¡Zaca! ¡Zaca! ¿Te imaginas? –

Puffffff... no sigas que voy a mojarme las braguitas. –

Se callaron durante unos segundos, y Toni distinguió el sonido de una cremallera al bajarse. Una de las dos se estaba bajando los pantalones. Pero... ¿para qué? ¿Pensaban orinar la una delante de la otra? ¡Qué marranada!

Mira... –

Lo tienes muy bien recortado. Mmmm... Sí, perfecto. –

Me lo afeita mi novio. –

¿En serio? Qué morbosa eres. –

A él le encanta hacerlo. Se pone como una moto. A veces incluso me ha pedido de rodillas que se lo deje cortar. –

Un diálogo estimulante, sin duda. Toni no paraba de sacudírsela, y apenas podía ahogar sus propios gemidos.

Enséñame el tuyo. –

Bueno... – otra vez la cremallera rascó el aire y... - ¿qué tal? –

Veamos... ¿puedo...? –

Claro... ¡Ahhh! Ten cuidado con mi botón. –

Perdona... No está nada mal. Lo tienes muy bien bronceado. –

En una playa nudista. –

Imaginarse a su compañera desnuda al alcance de las miradas de todo el mundo, en una bahía de arena blanca, con el sol como único vestido, hizo que Toni se detuviese en su frenética carrera hacia el orgasmo. No quería irse tan pronto.

Oye... ¿nos hacemos unos....? –

¿Qué dices? –

Venga tía, que me estás poniendo cachonda desde hace rato.... –

Pero ¡serás golfa! ¿Quieres que te lo haga aquí? –

¿Por qué no? -

Eso ya era demasiado. Toni no podría soportar los jadeos de las bisexuales compañeras tan cerca en silencio. Con la libido por las nubes y el glande en plena erupción salió del urinario que ocupaba. Abrió la puerta del otro con una patada y se corrió chillando todo tipo de groserías sobre las dos zorritas calentonas, que, pilladas in fraganti, toqueteándose el coño la una a la otra, no fueron capaces ni siquiera de cerrar sus sorprendidas bocas y evitar fagocitar un poco de la lefa del pervertido.

¡Bravo Toni! Por una vez las cosas te salen bien. Pero... ¡no te confíes! En tu próxima aventura seguro que terminas cagándola, como siempre.

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