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Toni Canelloni deshojando la margarita

en Autosatisfacción

Toni se siente indefenso. Ni dándole a la manivela todo el día se quita de la cabeza la imagen de Caro, entre sus piernas, abriendo los labios para... para...

¡Tengo que ir al baño otra vez! ¡Se me acaba el papel –

Mala suerte: su madre, la señora Canelloni, lo pilla en el pasillo, completamente empalmado. Toni, en uno de los episodios más agudos de frenesí onanista, no ha tomado las suficientes precauciones a la hora de vigilar que nadie le vea salir de su cuarto, con los calzoncillos por el suelo y el rollo de papel angulo (que vale lo mismo para la cara que para el culo) colgándole del pene pegajoso.

Oh, Toni, otra vez con lo mismo. –

Uppssss... Lo siento mamá. –

Se sube los pantalones rápido, pero no consigue esconder el pedazo de salchichita en la bragueta. Se resiste a encogerse hasta que no sea vaciada de nuevo.

Vaya... Mamá, ¿no conocerás algún remedio para la líbido elevada? –

Una buena paliza, guarro. – dice la señora Canelloni, acostumbrada ya a los desvaríos de su hijo. –

Hablo en serio. –

La sinceridad de Toni hace comprender a su madre, quien intenta como puede ignorar el glande sobresaliente de su vástago, que está un grado más allá de la frustración sexual: está enamorado.

Ven a la cocina... ¡Y tápate la colilla de una vez, que me da grima verla! –

La señora Canelloni, en el fondo, siente lástima de su retoño. Verlo padecer, bajo los efectos de la obsesión erótica, es muy duro para una madre. Así que pone todo el empeño que puede en explicarle los secretos para conquistar a la chica que le tiene atontado.

Creo, Toni, que lo mejor que puedes hacer es decírselo directamente. Ve con el "no" por delante, pensando en que te va a rechazar. Así por lo menos no sufrirás. –

Jo, mamá, desde luego animas a cualquiera. Pero tienes razón... soy tan feo que... –

¡No digas tonterías! Eres un chico... muy simpático. Y si esa chica no lo sabe ver, pues... peor para ella. –

La charla con su madre lo ha dejado algo perturbado. Suena el teléfono. Distraído, Toni lo coge.

¿Diga? –

Hola, ¿está Toni? –

Soy yo ¿Quién es?

Soy Carolina. –

¡Ay que nervios, que ataque de nervios! Todavía empalmado, Toni intenta serenarse. ¡Su amor le ha llamado!

S...ssss..-¿sí? –

Dime Toni, ¿qué te pareció lo de la excursión? –

¡MARAVILLOSO! Quiero decir, que.. .que estuvo muy bien –

Ajá... Lo sé, soy una experta. Los hombres, ¡sois tan sencillos de satisfacer! –

¿Cómo? ¿Qué quieres decir? –

Quiero decir que estoy convencida de que, si te diera la oportunidad de pasar otro rato tan bueno como aquel, harías cualquier cosa por mí, ¿verdad? –

¿Por qué me la chupases? –

No seas marrano, eso no se le dice a la chica de la que estás enamorado. –

¡Perdona! Sí, sí... lo que fuese. –

Bien. Creo que te daré una oportunidad. Esta tarde, después de comer, preséntate en mi casa. Supongo que, con lo pervertido que eres, ya habrás averiguado dónde vivo. ¡Si haces todo lo que te digo, comprobarás hasta que punto soy "complaciente"! –

Toni colgó, con el corazón latiéndole a lo bestia, sobre todo en cierta parte que ... bueno, que necesitaba descargar ya.

¿Quién era Toni? –

Upssss... –

Otra vez la señora Canelloni le sale al encuentro en el pasillo, y otra vez se lo encuentra con al lanza en ristre, sólo que ahora la tiene agarrada por el mango, y ni siquiera ha esperado a llegar al cagadero para darle caña a la zambomba.

¡TONI! –

Llega la tarde y Toni se prepara. Después de sacarle leche a la manguera con unas pocas sacudidas, se lava, peina y acicala como un gatito de postal. ¡Listo! Corre por la acera, brincando de alegría.

¡La la la! Hoy Caro me la comerá.... La la la... Y yo le besaré los pechitos... ¿sabrán a cerveza? ¡He perdido la cabeza! La... la... la... Toni no estará solo, ¡nunca más! –

Silbando tan penosa melodía, llega a la casa de su amada, un pequeño chalet adosado de dos plantas. Y en la puerta está ella, un ángel con rostro de diablesa, cara de niña y cuerpo de mujer, la suma de todos los pecados en una sola carne. Toni se queda sin aliento.

¡Hola Toni! Parece que te he convencido. –

Ahhhhh.... – suspira Toni, embobado, con la vista fija en las tetas de Caro.

Ven, te llevaré dentro. –

El embelesamiento de Toni, los escalofríos que recorren su pene (bueno, todo su cuerpo, pero ahora mismo la única parte sensible es el rabo), sobre todo cuando la delicada mano de Caro le toma de la suya propia para conducirle a través de las habitaciones, le impiden pensar en nada más que en, cuanto antes, abalanzarse sobre ella y tomarla, poseerla y fornicarla.

Desnúdate. –

¡Divina palabra! Toni no puede contener su emoción mientras se desabrocha a toda prisa la camisa. Tan rápido, tan rápido, que a la hora de bajarse los pantalones, se pilla con la cremallera.

¡Auuuuuuu! –

¡Sssshhhhh! No chilles. – le advierte Caro, que casi no puede contener la risa al ver el cacharro de Toni. - Listo, vamos para adentro. –

Nuestro antihéroe es conducido por los pasillos de la casa hasta una habitación.

Y ahora, la gran sorpresa. – dice, antes de abrir la puerta. -¡Tachán, señoras, den la bienvenida a Toni Canelloni, mi "pretendiente"! –

¡La habitación está llena de chicas! ¡Todas las amigas de Caro han venido a... ¿a qué?

Emmm... hola, ¿qué es esto? –

Las chicas sonríen perversamente. Una de ellas contesta:

Vamos a juzgarte, Toni, para saber si te mereces a Carolina. –

Exacto. – dice la interfecta – y yo seré el juez. ¿Estás dispuesto? –

Yo... supongo que sí. –

Aunque una de sus fantasías era estar en pelotas delante de mujeres, ahora que se ha cumplido, se siente extrañamente incómodo. Su voz interior vuelve "ay, ay, ay, Toni, dónde te has ido a meter".

¡Que empiece el juicio! ¿Cuál será la primera prueba? –

¡Que te declare su amor! –

Muy bien, Toni. Conquístame con tus palabras. –

Toni carraspea y piensa rápido. ¿Qué es lo que Caro quiere oír? Bueno, está demostrando ser bastante viciosilla, así que le soltará una de sus "odas puercas". Además, no se le ocurren otra cosa que obscenidades...

Mi polla tiene un gran complejo: se ve muy grande desde muy lejos. –

Las chicas se partían de risa.

¡Sigue! ¡Vas muy bien! –

Me comiste toda la polla sentada en una silla, y aunque no tenías hambre, ¡bien tragabas las natillas! –

Las carcajadas espoleaban a Toni. ¡Lo estaba logrando! Nunca hubiera imaginado que decir marranadas diera resultado. Así que continuó:

Tú bajaste de los cielos, me cogiste de los pelos que cuelgan de mis cojones y con dos buenos tirones me dejaste por los suelos. ¡Hay que ver cómo te pones cuando acometen los celos! –

¡Me meo tías, me meo! - exclamó Caro, con lágrimas en los ojos.

... y ahora yo triste poeta, sin musa, castrado aedo, esperaré a que vuelva tu divina inspiración...o, le pese a quien le pese, ¡me volveré maricón! –

¡Sublime! Realmente Toni, has superado nuestras expectativas. –

Toni estaba pletórico, orgulloso de sus creaciones y del efecto que en el público habían causado. Hizo una par de reverencias entre los aplausos.

Bien, ¿qué es lo siguiente? –

Mmmm... – las chicas formaron un corrillo y decidieron - ¡Tienes que masturbarte para nosotras! –

¿Sólo eso? –

Toni se miró el arma. Tenía buen aspecto, dispuesto para la batalla. Lo sopesó con una mano y luego con la otra.

Esta vez con la derecha. –

Se agarró el prepucio con unos cuantos dedos y empezó a menearlo, retirándolo del glande y volviéndolo a cubrir alternativamente.

Toni, mírame mientras lo haces. –

Carolina se desabrochó la blusa y dejó ver, mientras le provocaba lamiéndose los labios, el sostén.

Guau... – pensó Toni, con los ojos como platos.

El resto de chicas lo miraban con curiosidad. No era la primera vez que veían a un chico masturbarse, pero aún así les resultaba interesante. Toni se sentía algo incómodo siendo observado.

Vamos Toni, no me irás a decir que te da vergüenza. –

¿A mí? ¡DESDE LUEGO QUE NO! –

Toni se concentró en Carolina y sus gestos de fulana profesional. Era evidente que sabía lo que le gustaba. Aunque, por otra parte, ¿quién no se imaginaría el tipo de cosas que le gustan al tío más salido de la ciudad? Es más, no andaría muy desencaminado quien dijera que a toni le excitaba casi cualquier cosa. Es lo que tiene la abstinencia sexual, que te vuelve neurasténico.

¿Te queda mucho? –

No.. ya... ya... –

¡Alto! –

¿Eh? –

Para. –

¿QUÉ PARE? –

Sí, para. –

¡Que mal rollo! Dejar una paja a media le ponía furioso.

¡No puedo! –

¡Ni se te ocurra pensar en que vas a correrte aquí, cerdo!-

Media docena de manos femeninas se le echaron encima, y a base de pellizcos y empellones le arrastraron hasta el balcón. Una vez dentro, cerraron la puerta.

- Ala, ya puedes irte. ¡Que poco autocontrol! – dijo Caro, decepcionada.

Toni salpicó de semen los geranios y ficus de la terraza. Satisfecho, se dio cuenta de que le habían encerrado.

 

¡Ya! ¡Abrid! –

A ver, enseñanos la colita. –

Las chicas se reían de un modo nada tranquilizador. No abrieron la puerta.

¡Hace frío! ¡Abrid! –

No hasta que termines. – le contestaron desde el otro lado del cristal. - Cuando hayas pasado la última prueba. –

¡Rápido! ¿Cuál es? –

¡Tienes que gritar al vecindario que estás enamorado de Carolina y lo que te gustaría hacer con ella! –

Eso era otro cantar. Gritar desnudo sus fantasías en una ventana, a la vista de todo el mundo, no era algo con lo que hubiera contado en un principio. Si bien Toni tenía algo de exhibicionista, no le parecía demasiado buena idea.

Bueno, yo... –

¿Qué pasa? ¿No me quieres? – le preguntó Caro.

Desde luego, pero... –

No hay peros. ¡Chicas, a la calle! –

Toni comprendió que, si no terminaba pronto con todas aquellas extrañas pruebas, iba a resfriarse.

- Venga Toni, por Caro, piensa que es por Caro. –

Finalmente, tras hacer acopio de valor, aire y... esperanzas, tomó aire y en cuanto vio a las chicas abajo gritó:

-¡YO, TONI CANELLONI, ESTOY ENAMORADO DE CAROLINA Y QUIERO COMERLE LOS PECHITOS PARA SABER SI SABEN A CERVEZA! –

Las chicas aplaudieron su valor, se rieron y... ¡se largaron corriendo!

¿¡EHHHHHHH!? ¿¡QUÉ HACÉIS!? ¡VOLVED! –

Los vecinos salieron al oír los gritos de Toni.

¡Mirad ahí! ¡Hay un chico desnudo! –

Toni creyó morirse. Sin importarle el riesgo, se tiró sobre los setos desde el primer piso y salió huyendo, completamente desnudo para casa. No tenía el corazón roto, pero casi...

¡Buaaaaaaaaa! –

Otra chica más se había reído de él. ¿Sería la última? ¿Volvería a encontrar después de tan traumática experiencia el verdadero amor? ¡Seguro que sí! Porque, quien es capaz de hacerse una pajilluela llorando a moco tendido, es lo suficientemente fuerte (aunque él mismo no lo sepa) para soportar toda la vida y más el capirote de bufón. ¡Toni volverá a hacer sonar los cascabeles en su próxima aventura!

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