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El edificio. De la azotea al 6º

en Fantasías Eróticas

Ahora que no trabajo en ella, siento nostalgia, tanto que casi olvido por qué me despedí. Y es que son tantas historias las que con sus idas y venidas, chismes y sonrisas, dimes y diretes, me han sugerido los vecinos de la comunidad en la cual he trabajado como portero este verano...

Azotea

Aquí no vive nadie, claro, aunque en verano, a cielo abierto, la ciudad resulta una suerte de puente hacia el cielo naranja de la Era Tecnológica y la contaminación lumínica y uno podría llegar a sopesar la posibilidad de pasar la noche oyendo el leve bullicio de esta zona residencial donde vivo.

Lo que sí sopesé a ciencia cierta, empíricamente, si me entendéis, fueron los pechos de la zorrita del segundo. Bueno, aún no era "la zorrita". De hecho todavía era, acorde con la altura del lugar, la diosa. Una diosa del sexo y de la lascivia, que gozaba el doble, o el triple, cabalgando sobre mí, y yo sobre las planchas térmicas del tejado, a la vista únicamente de los pájaros, los aviones, las estrellas y... ¡oh, sí, de todos los que por azar mirasen desde las ventanas del cercano rascacielos de oficinas!

Era una suerte de exhibicionismo inocuo que barnizaba con un matiz picante muy sabroso la imagen de Ana, con su melena rubia rizada por el viento estival, evolucionando como una go-go frenética sobre mi pelvis unida a la suya.

Lástima que acabara. Era tan poético, tan pictórico, el tocar sus pechos tumbado, como si alcanzase los orbes de Venus y Marte...

10º

Debe ser que por estas alturas hace rasca de vez en cuando, y previsoramente los inquilinos de este piso (los cabezas de familia, digo) portan sendas barbas no demasiado largas, pero sí muy reconocibles.

Y qué familias, oigan. Igual que comparten las barbas, comparten la fealdad de sus respectivas esposas. De hecho, tengo la sospecha de que las comparten de un modo... mucho más íntimo. Total, fea por fea... no parece infidelidad. Y "barbitúrico" por "barbecho" (motes cariñosos que les he puesto a entrambos), casi que tampoco. Quizás por eso se fue sin dejar aviso o notas el hijo de "barbitúrico". Y es que cuando tu padre se pincha a la madre de tu novia (como veis, los lazos de familia son algo que no se toma a la ligera) porque "tanto da una como la otra", uno puede llegar a sentirse molesto... aunque sólo sea porque crea que de un modo retorcido, cuando te beneficias a la susodicha, es como si te estuvieras calzando a tu hermana.

Tras la partida del chico, decía, la hija de su vecino, su novia, insisto, se echó a perder y engordó selectivamente varios kilos. Digo selectivamente porque ha echado un culo apabullante, como el de una negraza. O eso o la embarazó el pijotero fugitivo, y por no tener un engendro fruto de un "incesto político", se le pifiaron las hormonas. En cualquier caso, horrible. Pero es un culo que yo reventaría a base de azotes y polo de magro.

 

Es el piso de los corazones rotos. Ya notareis que más que un edificio parece que trabajo en el arca de Noe: todo viene por duplicado. No obstante, los dos vecinos han llevado de un modo bastante distinto la ruptura de sus relaciones.

Dolores es toda una señora, muy echada para adelante a pesar de su madurez, excelentemente llevada. Tiene salero, vaya. Quizás demasiado, porque a su maridito le terminó por subir la tensión y le dijo el "ahí te pudras", haciendo acto seguido maletas y Américas.

Quizás me he ido demasiado lejos. Es éste un caso en el que una retirada a tiempo se convirtió en una victoria. Porque ahora follan los dos.... ¡y el uno con le otro, sorprendentemente! más que antes. Mucho más. Se ve que lo que les sobraba era la vida marital, porque la sexual la cumplen a rajatabla cada vez que, con la excusa de visitar a los nenes, "papi" le mete palmo y medio de nabo a "mami" mientras los nenes están en casa de alguna tía.

Lo de Kiko tiene una vis mucho más dramática. O eso me imaginé yo hasta que le conocí y tuve que desmontar mis paranoias. Como el gachó no contestaba a las llamadas del portero automático, y sabía que en la casa vivía su ex-mujer en tanto no encontrara un lugar donde mudarse, me puse en el caso peor: Kiko, asediado por los celos, el remordimiento, ambos o puede que otra misteriosa razón sentimental, había secuestrado a su mujer en su propia casa, y sólo venía a verla, darle un poco de comer y tratar de convencerla de que la quiere con locura (lo de locura sería evidente en tal caso) por las noches.

¡Vaya sesiones tenía entonces! Ni Antoñito Banderas en "¡Átame!". Si es que casi puedo verlo, lloriqueando mientras intenta aparentar firmeza, hurgando con sus dedos en el coño de su ex, masajeando sus pezones hasta ponerlos duros, y buscando en ese hecho natural el argumento definitivo: "¡aún me quieres, cariño, si no, ¿por qué te excitas?. Para acto seguido follarla hasta el fondo (pero con mucha dulzura) entre los quejidos que se van convirtiendo en gemidos de la boca amordazada por calcetines de ejecutivo de ella.

Por desgracia, resultó cuando le vi que su ex ya desde primavera residía en otra calle, otra ciudad y creo que hasta otro país. Excesivo sin duda. Kiko es un buen tipo. Pero no era su tipo.

-Planta octava, picadero.-

Es mi particular paraíso. Bueno, ése, la azotea, el sótano los viernes, el Sexto Izquierda... En esta planta, de los dos pisos que hay, uno está deshabitado. Y el dueño me ha dado la llave para que se lo enseñe a eventuales arrendatarios. Podéis imaginaros las posibilidades que da eso. Una vez, desde luego, llevé a Ana allí, a follar como leones sobre el parquet del salón, contra los azulejos de la cocina y retozando en la moqueta del pasillo. No funcionó: a mi diosa le parecía demasiado ordinario.

El negocio lo encontré cuando dejé que los arrendatarios que venían en parejas se quedaran solos en el piso un rato, simulando yo que tenía que ir a hacer un recado que me llevaría, curiosamente, el mismo tiempo que se tardaría en echar un casquete. Con unas cámaras ocultas y algo de suerte conseguí montar mi web pirata de videos de "pilladas" que algo rascarían en programas de medianoche. Y yo me pajearía viendo a esos tortolitos follar sobre el parquet del salón, contra los azulejos de la cocina y... oh, me repito. Es evidente que no lo hice al final, pero oye. LA idea es buena, ¿verdad?

Para consolarme de esa fantasía frustrada, eco de las que frustró el zorrón de Ana al soltar aquello de:

-Pseee... Prefiero cualquier otro sitio. -

siempre puedo dejarme caer por el otro piso de esta planta. En él vive una chica que es muy poquita cosa y que tiene a su marido (imagino que se han casado hace apenas un año, porque ella es muy jovencita) trabajando en el extranjero. De hecho ella es extranjera, aunque no se lo nota casi. Si acaso en el modo de follar. Y no siempre.

A ésta lo que le pasa es que no quería venir aquí, lo hizo por su marido, que quería sacarla de la vida de miseria de su tierra natal o algo así, y como él pasa allí largas temporadas del año, ella se siente... sola. Es natural que un chico guapo, atento y cachondo como yo haya terminado convirtiéndose en su satisfecho consolador. Pero le es fiel. Lo sé. Cuando la jodo bien el coño a veces entre jadeo y jadeo se le escapa un "Alfredo". cuando la doy por el culo como a una perra que no se conforma con un sólo agujero siempre susurra "perdóname, Alfredo". Y se reserva su boca para Alfredo en exclusiva.

Eh. Que yo no me llamo Alfredo. Es su marido, por supuesto. Pero no soy celoso, tranquilas.

A la inquilina de uno de los dos pisos la tengo una manía horrible. Vive con su hermano, y es un callo malayo, lo cual, añadido a su antipatía, pues no la ponen en el punto de mira de mis intenciones, precisamente, ni tan siquiera de mis afectos. Lleva escrito en la cara "me lo montaría con cualquiera". Pero luego se pone todo digna, insufriblemente digna, y no pone nada de su parte para que eso ocurra. Así que, y lo sé porque tuve en mis manos el paquete que le llegó de una sexshop, se tiene que conformar con pollas sintéticas de tamaños nada despreciables, bolas chinas y otros juguetes.

La verdad es que imaginármela desnuda, con sus gafas de pasta, su tez paliducha, chupándose un dedo y gimiendo como una cerda mientras un cilindro (o casi) rosado o cromado se adentra en su feminidad más me provoca ganas de carcajearme que erecciones. Pero oye, seguro que al final encuentra un degenerado que le de toda la polla que necesita.

En cuanto a la familia del otro piso... Son espías internacionales o algo raro. Puede que tengan implantada en su hogar, desconocido para todos los demás vecinos, una dictadura sadomasoquista. Sé, lo sé, leñe, se oye el ruido de cachivaches y muebles todo el rato para arriba y para abajo, que tiene mucho mobiliario. Bueno, ¿y qué? En realidad nada hasta que ves el mostacho, sospechosísimo mostacho, del padre de familia y presunto Tirano, las raras ocasiones en que se deja ver por la portería. Ese mostacho sólo queda bien con una gorra de cuero al estilo chapero / sadomaso, ¡creedme! Y el carácter, la mirada, va a juego con esa idea.

Por si eso no fuera bastante, la hija mayor, Rosa, una chica mona que acaba de trasponer la adolescencia, me mira con unos ojitos cada vez que vuelve de la universidad....

"Por favor, sácame de ese infierno" parecen decirme.

Lo siento, nena. No soy mejor que tu padre, a no ser que, tal y como me figuro, aparte de las incontables sesiones de azotes, tortura, humillación y otras lindezas, haya ya vendido tu virgo a algún amigo repugnante para someterte por completo y adueñarse de tu vida, en cuerpo y alma, hasta que llegues al clímax de la alienación, como tu madre, que no ha salido de casa, ligada a ella por unas cadenas que otrora no eran tan metafóricas, irrompibles y pesadas. Muy pesadas.

Joder, qué siniestro...

Una especie de patriarca ilegítimo reina en el piso de la derecha de esta planta. Y es completamente gay. Cuenta la leyenda que el tipo sube al autobús de la universidad todos los días, aunque a su mujer le cuenta que "va a dar una vuelta y a comprar el periódico y el pan". Allí se sienta en el último asiento, donde los malotes, y espera hasta que alguno ocupa el asiento de al lado.

-Si te mueves, te meto el bardeo hasta los huevos.- suele ser su saludo, al tiempo que aprieta una navaja en el costado de su compañero.

¿Qué sigue? Pues el anonadado compañero de viaje se ve obligado (a la fuerza ahorcan, y si acuchillan, pues más) a estarse quietecito mientras el tipo le abre la bragueta y lo masturba con cierta pericia. Cuando está a punto, el cabrón con pintas éste también se abre su bragueta y se la machaca, sin dejar de amenazar al otro con el hierro, para, en cuanto se corre. apretar el botón de "parada solicitada", bajarse y dejar al pasmarote pues eso... pasmado. Luego el trayecto de vuelta a casa, el pan y el periódico, y vuelta a la monotonía.

Sí, es una leyenda, pero ya sabéis. Tienen una parte de verdad. Y desde luego yo la conozco por "el amigo de un amigo"

Más placer me causa el hablar del piso de al lado. El Sexto Izquierda. Pero ése... me lo quiero guardar para mí. En cuanto a las otras cinco plantas, la propia portería y el sótano-garaje, prometo no dejaros a medias. ¡El ascensor está bajando, y la célula fotoeléctrica está jodida!

¡Chooooofp!

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