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Nuevas aventuras de Toni Canelloni

en Autosatisfacción

Toni Canelloni tenía un nuevo plan: ya que las mujeres pasaban de él como de comer mierda, se acostaría con seres inanimados. Es decir, que recurriría a todo tipo de artilugios y objetos para encontrar placer.

Primero probó con los filetes de ternera. Fue a la carnicería de su barrio y pidió cuarto de kilo de aguja. El carnicero, que conocía a Toni y sus excesos onanistas, le preguntó:

¡Coño Toni! ¿Para qué quieres cuarto de kilo de ternera? –

Nada... mi madre que me ha mandado a comprarlo hoy... –

¿No será para otra cosa? –

¿Cómo dice?-

Que si no los compras para hacerles el amor. –

¡¡PERO QUÉ ESTÁ USTED DICIENDO, SO GUARRO!! –

Bueno, bueno, Toni, tú sabrás lo que haces... ¡Ah! Si los remojas un poco con agua y pimienta, se quedarán mucho más blanditos... –

Toni tomó nota de los consejos del carnicero y en casa los puso en práctica. Se la empezó a cascar con el filete medio adobado. No era lo mismo que un conejo, pero la textura era bastante agradable. Pero al cabo de un rato notó que le escocía el glande. No le dio importancia y siguió metiendo y sacando el pene entre los dos filetes. Entonces el picor aumentó progresivamente hasta hacerse insoportable. Retiró asustado la carne y vio que tenía todo el capullo hinchado pro la pimienta.

Al día siguiente la señora Canolloni le comentaba al carnicero:

Pues mi Toni debe haber cogido ladillas, porque hemos tenido que darle una pomada antinflamatoria en el pito. ¡Cómo chillaba el pobre! Igual que un gorrino antes de caparlo.–

Más bien igual que una ternera... ¡je,je,je! ¡en celo! –

¿Cómo dice? –

Nada, nada, señora. Tenga, aquí tiene su rabo de buey. –

Toni no se desanimó y decidió hacerse vegetariano. Se agenció un par de melones bien hermosos en un puesto callejero.

¡Que aprovechen! – dijo el frutero.

Tranquilo, que los aprovecharé. ¡Mmmmmm! ¡Qué pinta tienen! – contestó Toni.

En el instituto no había mucha gente aquella tarde. Sólo las chicas del equipo de voleibol y los chicos de imagen y sonido. Toni aprovechó un descuido del portero para colarse en los servicios, que estaban cerrados a esas horas. Se metió en un urinario y allí se dispuso a fornicar con los melones. Se bajó los pantalones, los calzoncillos y se pajeó un minuto hasta que se le puso más o menos dura.

Y ahora... ¡una cubana! –

Efectivamente, imaginando que eran dos enormes tetas de mujer, Toni metía el pene entre ambos, dis-fruta-ndo del roce de la piel de los melones. Las estrías, aunque suaves, le retiraban la piel del capullo y se la volvían a colocar alternativamente. No tardó ni cinco minutos en correrse. Cuando apuró el semen apretándose el falo como un tubo de pasta de dientes, metió las chorreantes frutas en una bolsa y se las llevó a casa.

Toni pensaba en que no había sido demasiado placentero y que probaría al día siguiente haciendo un agujero en los melones, para que fuera más real y menos agresivo. Así hundiría la picha en la carne blanda de la fruta y no tendría que aguantar el peso de la misma todo el tiempo. Distraído por esta idea, se olvidó de esconder los melones.

En la cena la señora Canelloni dijo:

Mirad, Toni nos ha traído el postre. –

Aterrorizado, el chico comprobó que lo que sostenía el grueso brazo de su madre era la bolsa de los melones. Para evitar el nefasto descubrimiento de su lefa, Toni se encargó de comerse las rajas de melón pringosas (algo más de medio kilo) y tuvo un entripado de aúpa. Por fortuna nadie se percató del siniestro uso que el muchacho daba a la fruta.

Finalmente Toni decidió ahorrar un poco de dinero para comprarse una muñeca hinchable. Tras unas semanas de apretarse el cinturón y sisar pasta a todas sus tías (algunas de las cuales ni siquiera conocía) reunió lo suficiente para mercarse una.

Fue a una sexoshop y allí miró un buen rato los productos. Había todo tipo de muñecas, hinchables y no hinchables, pero se olvidó de ellas cuando encontró un artilugio perfecto para sus necesidades. Se trataba de un pubis artificial femenino de plástico. Es decir, como un culo y un coño de mujer, pero de pega. Tenía un dispositivo que succionaba el miembro viril (por ambos orificios), y que se conectaba a la red. Enamorado del artefacto, pagó el precio al dependiente y regresó corriendo a su casa para probarlo.

Por desgracia para Toni, sus padres ya estaban en casa, así que tuvo que meterse en el garaje. Allí, dentro de un cuartucho lleno de mugre, en cuanto se aseguró de que nadie vendría a molestarle, se desnudó y preparó para gozar con el pubis consolador. Primero probó la vagina. Encajó el pene y le dio al botón. Notó enseguida que un minúsculo ventilador se accionaba y empezaba a extraer aire, succionándole los testículos muy suavemente. La sensación era increíble. Se dejó caer sobre el suelo y sujetando los muslos de poliuretano, permitió que le aparato se la chupara durante un buen rato.

Después quiso probar el otro agujero, el del culo. Era más estrecho, algo más incómodo, pero le agarraba con más firmeza el paquete, cerrándose las nalgas artificiales sobre su sexo. De nuevo se accionó el mecanismo erótico y volvió a sentir la succión en su miembro. Era más violenta, fuerte, como si le exprimiera. En cinco minutos estuvo listo para correrse, pero quiso la mala suerte que, en un movimiento brusco, el transformador que suministraba la energía eléctrica, conectado a un enchufe, sufriese un golpe con la pared.

Las resistencias quedaron chafadas y aumentó la potencia de succión exponencialmente. Toni sintió que, literalmente, el pubis mecánico le absorbía todo el bajo vientre. Horrorizado ante la idea de quedarse sin picha, intentó desconectar el enchufe, pero se tropezó con el cable y cayó al suelo. Si no hubiera sido por que saltaron los fusibles de todo el edificio por el cortocircuito, la hubiera palmado genitoelectrocutado por imbécil.

A oscuras, maldiciendo mil veces a quien inventó tales artefactos para salidos, volvió a su casa y se acostó muy enfadado. Se prometió no volver a recurrir a métodos extraños para encontrar placer, o lo que es lo mismo, se resignó a las consabidas pajas.

Al día siguiente, como todos, hizo el buen propósito de intentar ser un chico casto y no un depravado. Pero al acercarse al instituto, notó que las chicas del equipo de voleibol le miraban raro y se reían, señalándolo. Intrigado por este detalle entró en clase, donde se repitieron las miradas y risas cómplices. Al finalizar la clase se oyó por el altavoz:

Toni Canelloni, acuda de inmediato al despacho del director. –

Todos le miraron, como si supieran la razón de ese comunicado. Una vez que estuvo, totalmente confuso, delante de la junta directiva del instituto, se enteró, avergonzado del motivo.

Toni, los alumnos de imagen y sonido realizaban hace un mes una grabación de prueba en los pasillos del instituto. Colocaron cámaras ocultas en ciertos sitios para tomar planos y.. bueno... será mejor que lo veas por ti mismo. –

Allí, delante de la jefa de estudios, del director y del psicólogo, Toni padeció la humillación de verse la tarde que se masturbó con los melones. Sólo pudo decir, antes de desmayarse...

- Tierra, trágame. -

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