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Toni Canelloni se va de excursión

en Hetero: General

Toni tenía una pesadilla horrible. Soñaba que estaba rodeado de mujeres preciosas, desnudas por completo, y que querían tener sexo con él.

No, no me equivoco. Era una pesadilla. ¿Por qué? Muy sencillo, porque cuando se despertase y viese que seguía siendo el mismo muchacho imposibilitado por su fealdad para hincarle el diente a ninguna titi viva del mundo mundial, el recuerdo de aquel maravilloso sueño lo mortificaría sin tregua.

Toni, levántate de una vez. –

Para colmo de males, su madre interrumpió el sueño justo cuando una de las chicas le plantaba una teta en la cara y Toni se afanaba en mamarle el pezón.

¡Toni! ¿Otra vez soñando guarradas? –

Completamente empalmado, furioso y avergonzado, Toni saltó de la cama, cogió unos calzoncillos y se metió en el baño. Abrió el grifo de la ducha, pero sólo para disimular. En realidad se la estaba machacando viendo una revista guarrindonga que tenía escondida entre el armario y los azulejos, revista que por otra parte mostraba signos evidentes (páginas pegadas, manchas sospechosas, fotos manoseadas hasta la nausea) de haber sido ya utilizada durante un largo período de tiempo.

Se mojó un poco el pelo y salió. Hoy tocaba gimnasia, así que se puso el chándal. Era horrible, de colores chillones y con fosforescencias para que se le viera de noche, una horterada mayúscula, pero a Toni le parecía de lo más original.

Antes de la clase de educación física, pasó un mal momento durante la hora de Matemáticas. La profesora, doña Rufa, era ya madurita, y no particularmente hermosa, pero en su voz había una cualidad dulce y excitante, de chicha de hot-line. A Toni le excitaba sobre todo cuando decía "despejad la ecuación".

Yo si que te despejaba a ti, mascapollas. – se decía para sus adentros.

El caso es que se volvió a empalmar, casi sin darse cuenta, con el susurro de doña Rufa. Y de repente...

Toni, ¿podrías salir al encerado y resolver el problema? –

¡Ostras! ¡Qué palo! ¿Cómo iba a salir si estaba más tieso que el mástil de un galeón español?

Emmm... Es que... – buscó rápido una excusa – es que no lo sé hacer. –

No te preocupes, yo te ayudo. –

Las gotas de sudor, apenas unos segundos antes fruto de la excitación, se transformaron en un torrente caudaloso, pero de pánico. A cámara lenta se incorporó en el pupitre. Nadie lo miraba, el resto de la clase parecía aburrida y desinteresada. Tal vez no se diesen cuenta. Tomó aire y avanzó, firme, decidido a resolver el problema cuanto antes y volver raudo a su sitio al fondo del aula.

Pero Toni es un cenizo. Apenas había dado dos pasos cuando su pie se enredó en las sujeciones de una mochila. Trastabilló y cayó cuan largo era. No se hizo daño, pero las risas confirmaron sus temores: ahora era el centro de atención.

¿Estás bien? – le preguntó Carolina, una compañera de clase, mientras lo ayudaba a levantarse.

Toni no respondió, presa de los nervios. ¿Qué haría? ¿Simular un ataque al corazón? No, eso era excesivo y absurdo. ¿Qué se había roto una pierna? Tal vez funcionara, pero... bueno, lo llevarían ala sala de profesores (el instituto no tenía enfermería) y todos los maestros lo verían empalmado. No había remedio, tenía que quedarse y actuar.

Un poco doblado, y haciendo bulto con las manos en los bolsillos para que no destacara la tranca erecta, llegó junto a la pizarra. Doña Rufa esperaba sentada. No tenía muy buena vista y no pareció percatarse del bulto enorme. Toni suspiró y cogió la tiza. Mecánicamente, sin pensar, escribió en la pizarra. Pasó un minuto, en silencio. Quería alejar la mente de aquella situación engorrosa. Olvidar que estaba empalmado como un toro. no sentir su pene apretado contra la liviana tela del chándal. Por fin, salió del trance y se giró, dispuesto a volver a sus sitio.

¿Había resuelto la ecuación? Bueno, sí, pero el subconsciente le había jugado una mala pasada, porque al lado de la solución del problema, había dibujado su polla.

Mecagüen... –

Toda la clase estalló en risas. Toni cogió la bayeta y borró el obsceno falo. Colorado, volvió a su pupitre, se sentó y no quiso saber nada más.

Empezó la clase de gimnasia. Otra prueba de fuego para Toni. Aparte de tener que resistir la tentación de colarse en los vestuarios de las chicas, tenía que aguantar verlas estirándose y calentando. Verlas agacharse para flexionar los músculos de la pelvis mientras decían, cándidas "un, dos, un dos", lo mataba. No eran pocas las veces que acababa masturbándose en los servicios.

Pero la experiencia de la clase anterior lo había trastocado bastante. Tenía mal cuerpo. El profesor se dio cuenta y le mandó a casa.

Espero que mañana estés mejor. –

No sé, no sé... –

¡Venga Toni! Verás como estás recuperado para la excursión. –

¡Lo había olvidado! Durante dos noches acamparían en la sierra. A Toni le gustaba la naturaleza y llevaba un mes esperando la excursión. Tenía la esperanza de que, con el aire fresco y unos cuantos litros de cerveza que él y sus amigotes habían traído, conseguiría hacerle la 3 14 a alguna de sus compañeras.

El amanecer fue frío. Toni seguía durmiendo, soñando con que metía el rabo en un tarro de mermelada y luego se la chupaba una...

¡Toni! ¡Arriba! –

Madre no hay más que una, pero a la de Toni habría que sustituirla. ¡Qué inoportuna!

Como el día anterior Toni se metió en el baño, pero no se la peló. Quería estar en óptimas condiciones para la jornada. Se echó la mochila a la espalda y salió pitando al instituto.

El viaje en autobús fue aburrido. La gente estaba todavía con las legañas en los ojos y no había con quien hablar. Media hora más tarde estaban en el pueblo de donde partiría la excursión.

Allí le sorprendió encontrar a doña Rufa, que los esperaba.

He pedido permiso al director para acompañaros. Me apetecía un día de campo.-

Y lanzó una mirada inquietante a Toni.

Hasta la hora de comer estuvieron subiendo por sendas escarpadas, hacia los montes. Toni iba detrás, resoplando. Justo delante de él las "chicas coyote", unas pijas superosea que estaban como un queso, meneaban los panderos, cotilleando. Toni se sonreía, vicioso, observando los culetes respingones, a escasa distancia, al alcance de la mano. y rezaba para que alguna tropezara y él, gallardo y caballeroso, la sostuviera entre sus brazos... para meterle mano en los pechos. Por desgracia, o por fortuna, según se miré, esto no pasó.

Comeremos aquí. – dijo Aniceto, el profesor de gimnasia.

Toni se sentó en una piedra y sacó los bocadillos. A su lado se sentó doña Rufa.

¿Qué tal el camino? –

Bien, muy saludable esto de subir y bajar. –

Sí... Oye, ¿ayer te hiciste mucho daño? –

Toni recordó su caída en medio de clase...y lo que siguió. Carraspeó, nervioso, y negó con la cabeza.

Menos mal. Pero... ¿por qué dibujaste aquello en la pizarra? –

Bueno, yo... Esto, no sé lo que me pasó. –

¿No? –

Doña Rufa le puso una mano en el muslo y Toni se atragantó. La miró a los ojos, y vio una libido muy alta. Parece que ayer notó su "bulto". ¡Y eso que era corta de vista!

¡Rufina! ¿Has traído mercromina? –

Rufa sonrió a Toni otra vez, le dio unas palmaditas en la pierna y se levantó para darle e yodo a Aniceto. Toni bebió agua, ansioso, y preocupado. La voz de la maestra lo había vuelto a empalmar.

Continuó la caminata. Toni seguía detrás, aunque ahora lo acompañaban un par de colegas.

¿Qué te ha dicho la Rufa? –

Nada, nada, que si me cansaba. Después de lo de ayer... –

Los amigos intercambiaron una mirada cómplice y le preguntaron a Carolina, una de las pijas superosea que iban delante:

Oye Tachu, ¿qué dirías que le pasó ayer a Toni? –

Carolina se volvió y sonrió burlona, pero fue otra chica la que contestó:

¡Que estaba pensando marranadas, como siempre! –

Las chicas se rieron, enfureciendo a Toni.

Ya veremos quien ríe el último.. sí, esta noche os daré una lección. –

Y ya se empezó a imaginar la jugarreta que les prepararía. Las emborracharía, a todas, y luego las manosearía hasta que le dolieran las yemas de los dedos. Nadaría entre pechos y caderas adolescentes, como en su sueño, sin límites, sin compasión. Las chuparía los pechos, las metería los dedos en el chocho y cuando hubiese terminado, se masturbaría sobre la más guarra de todas.

¡Toni, cuidado! –

¿Eh? –

Pensando como estaba en maldades, cayó en un charco de bruces. Y otra vez tuvo que aguantar las risotadas crueles de sus compañeras. Doña Rufa se acercó deprisa y lo ayudó a levantarse.

Vaya Toni, qué torpe eres. Voy a tener que vigilarte, no sea que te me rompas. –

Y Toni volvió a ver lujuria en los ojos de la profesora, pero ahora mezclados con algo que casi no reconoció por no haberlo visto antes en ninguna mirada de hembra humanoide: ternura. Le gustó tanto como lo asustó, y le dio suficiente en lo que pensar, aparte de su plan perverso, como para llenar las horas hasta la caída de la tarde.

Bien muchachos, ya hemos llegado. –

Era una explanada a cierta altura, junto a un arroyo y un bosque de pinos. Montaron las tiendas. Toni dormiría con sus dos amigotes. Antes de cenar se quiso cambiar de ropa: la otra estaba perdida de barro por las numerosas caídas.

Ey, chicas, ¿queréis ver algo increíble? –

¿El qué? –

Toni estaba en pelota picada cuando de repente sus amigos abrieron la puerta de la tienda de campaña, exponiéndolo a las miradas alucinadas de sus compañeras.

¡Pero so cabrones! ¡Que estoy en bolas! –

¡Aaaaaahhhh! – gritaron las chicas, con los ojos desencajados al ver, en plena erección, el miembro viril de su poco agraciado compañero.

Los otros se partían de risa. Lejos, en el otro extremo del campamento, doña Rufa se santiguó y dijo algo, pero Toni no lo entendió, aunque se parecía demasiado a un "Madre mía, que bien dotado..."

Cenaron entre risas y miradas cargadas de ironía. Toni no se atrevía a levantar los ojos, y con las prisas por terminar volvió a atragantarse. Esta vez fue más serio, y cayó inconsciente.

Flotaba en un limbo de nubes con forma de nalgas femeninas. Estaba desnudo, pero no le importaba. Como un duende perverso, saltaba entre las colinas carnosas, empeñado en pasar al otro lado y descubrir el lado secreto de aquellas colinas. Una de ellas se abalanzó sobre él y lo engulló. Dentro todo era rosa, de un maravilloso color rosa pálido, casi carne.

Habrá que hacerle el boca a boca, ¡rápido! –

Fue un eco en su maravilloso sueño. Por arte de magia, la colina se transformó en un par de jugosos labios que lo besaban por todo el cuerpo. Toni iba a corresponder al beso, pero entonces...

Parece que revive. –

Delante suyo los labios jugosos perdieron volumen, y sobre ellos creció un bigote claro. ¡Oh, no! Don Aniceto le había hecho la reanimación artificial.

¡Puajjj! ¡Ya basta, estoy bien! – jadeó, y escupió un huesecillo de pavo, responsable de su casi asfixia.

Todos aplaudieron al profesor por sus rápidos reflejos, y Toni, abrumado, se vio obligado a darle las gracias por salvarle el pellejo.

Lo que me faltaba, besar a otro tío. – se quejó, y se metió en el saco decidido a dormir, harto de todo.

Pero sus amigos todavía querían seguir con el plan previsto de juerga nocturna, así que cuando ya empezaba a conciliar el sueño, vinieron a despertarlo. Traían tres chicas, Carolina y dos amigas.

¡Toni! – le susurraron - ¡Toni! – repitieron en un tono ligeramente más elevado.

Pero Toni estaba ya en el séptimo cielo, entre sucubos de imposibles formas que lo acariciaban. Visiones de un paraíso infernal lleno de diablesas sedientas de sexo.

Vaya... Habrá que usar el método "W. C". –

¿Qué es eso? – preguntaron las chicas

Un arriesgado experimento científico. Dadme esa cantimplora. –

El agua del arroyo estaba fresca todavía, y los amigos de Toni vertieron un poco sobre las muñecas de sus amigos, con serias dificultades para contener la risa por lo que estaba a punto de suceder. Toni sintió de repente, aún en sueños, unas ganas irremediables de orinar. Y así lo hizo.

¡Qué asco! ¡Se lo ha hecho encima! – exclamó Carolina.

Toni se despertó, muy incómodo por la sensación. Vio allí reunida a tanta gente que se asustó.

¿Qué pasa? ¿Por qué estáis todos aquí? –

Toni, ¿no eres un poco mayor para eso? –

¿Para qué? –

Le señalaron el bajo vientre.

Oh, oh. –

Y lo dejaron allí, muerto de vergüenza. Bueno, Carolina se quedó con él, aunque Toni no se dio cuenta hasta un rato después.

Y para colmo de males ya no tengo una muda limpia... – dijo pensando en voz alta mientras buscaba en su mochila un pañuelo o algo con que secarse.

¿Quieres que te ayude? –

Toni se percató entonces de la presencia de la Tachu (diminutivo de tachuela, mote impuesto a Carolina por su reducido tamaño), y volvió a sentirse estúpido. Carolina en cambio lo miraba con una sonrisa y los ojos entrecerrados. Toni se fijó y vio que tenía una litrona de cerveza casi extinta en la mano. Luego estaba borracha. ¡Era su oportunidad! Olvidando el episodio de eneuresis nocturna, maquinó con rapidez su plan pervertido:

Casi no te queda bebida. – comentó.

Sip... – y soltó una suave risita que llenó la tienda de tufo cervecero.

Creo que yo tengo por alguna parte una botella... –

Sus amigos no se habían llevado todas las botellas. Toni encontró dos y las abrió. Luego empezó a hablar con Carolina de sus aficiones, gustos, etc, etc... Pero ella quería algo distinto.

¿Sabes , Toni? Las chicas dicen que res un chico muy feo. –

Emmm... Bueno, no creo que tanto. –

Te lo digo de verdad. Yo también pienso que eres feo...y asqueroso. –

... Ah.... –

El peor de lo peor, sí. –

Toni bebió un largo sorbo, conteniendo las ganas de atizarle un botellazo a aquella niñata descarada o de atizárselo a sí mismo. ¿Realmente merecería la pena rebajarse a aguantar todas las calumnias a cambio de una más que incierta sesión de sobeteo?

El caso es que... Bueno... me das morbo. –

¡Glup! – sintió Toni, como una descarga de adrenalina. Esa palabra sonaba realmente deliciosa en los labios carnosos de Carolina.

Siguieron bebiendo, en silencio, unos minutos. Toni sudaba, presa de los nervios.

Oye Toni... –

¿S...sí? –

¿Eres virgen? –

Toni notó un vértigo repentino. ¿Qué debía decir? No contestó, completamente confuso. Carolina se arrimó a él, melosa, y se desabrochó la camisa. Toni entrevió el sostén, y las divinas domingas de la Tachu, mito erótico del instituto, al alcance de su lengua. Elevó la mano y la dirigió, tímidamente, hacia el escote. No, mejor no, pensó. Antes de eso, liberaré mi capullo.

Carolina parecía ida mientras Toni se bajaba el pantalón y los calzoncillos, dejando a la vista el paquete. La chica esbozó una sonrisa estúpida al verlo.

Eso, eso es lo que más morbo me da. –

Toni la abrazó, fuera de sí, y la apretó contra su cuerpo para sentir la textura de las peras aplastadas contra su piel. Carolina gimió, y con la mano buscaba a tientas la tranca de Toni. La encontró y la agarró.

¿Quieres que te la chupe? – le preguntó.

Doña Rufa no podía dormir, imaginando que Toni la penetraba. Se levantó, con las braguitas empapadas, y salió de su tienda. Fue al arroyo a refrescarse, y por el camino iba diciéndose: "No, Rufina ,no, es un alumno." Pero también se decía " ¡Qué semental! Tiene que ser un amante estupendo."

Esa parte de su conciencia arrasó con los prejuicios morales en cuanto vio que en la tienda de Toni la lamparita estaba encendida.

Toni, te vas a enterar. –

Carolina besó a Toni antes de dejarle que respondiera a la pregunta. Él flipaba con lo que estaba sucediendo. Aunque le encantaba morrearse con ella, se atrevió a decir:

Sí, por favor, dame sexo oral. –

Una forma muy fina, y hasta cursi de decirlo, pero Carolina lo entendió y se acomodó despacio en el suelo entre las piernas de Toni, dispuesta a hacerle una felación. Intentaba parecer sensual, aunque la borrachera dotaba a sus movimientos, por lo general seductores y elásticos, de un carácter algo grotesco y ridículo. Por fin se metió la enorme polla en la boca y empezó a hacer lo que tan bien sabía. Toni sintió tal placer que faltó una milésima para que se desmayara. De repente...

¿Toni? ¿Estás despierto? –

Con unos reflejos que sólo da la experiencia de quien ha sido pillado in fraganti masturbándose en algún lugar público, Toni echó sobre su pubis una manta, cubriendo a la concentrada Carolina. En la entrada de la tienda estaba doña Rufa, en camisón, con las manos en las caderas, insinuándose.

¿Profe... qué? –

Rufina se puso un dedo sobre los labios. Luego camino, meneando el pompas generoso, hasta el lado de Toni.

¿No te imaginas a lo que he venido? –

Toni sabía de sobra las intenciones de su salida profesora. Y no las iba a alentar, pero antes de que pudiera negar siquiera que lo sabía, Carolina succionó con fuerza debajo de la manta. Casi se le salen los ojos de las órbitas por el gustito, y dejó escapar un gemido de placer.

Exacto... Veo que tú sientes lo mismo, mi amado alumno. –

¡No, no! ¡Ahhhhhh! – otro chupetón de Carolina masajeaba sus huevos - ¡Sí, sí! – Toni ya no sabía ni lo que decía.

Ah, veo que tú también luchas contra tus prejuicios. Créeme, te entiendo. –

Toni iba a contestar, pero Carolina, que había oído algo, levantó la cabeza con la intención de salir de la manta y ver qué pasaba. De nuevo los reflejos de Toni, que aplastó la cabeza de su improvisada felatriz hacia abajo, salvaron la situación. O mejor dicho, la hicieron mucho más tensa, porque Rufa alcanzó a ver un enorme bulto que se alzaba entre las piernas de su amante y tembló, admirada del prodigio.

¡Oh Toni! Eres impresionante. Tus atributos tienen que ser... descomunales. Me duele sólo de pensar que alguna chica sea penetrada por eso. –

Carolina creyó que la presión de Toni sobre su cabeza era un síntoma de que necesitaba más caña. Ni corta ni perezosa, mordisqueó el glande. Toni se echó a temblar.

Jo...jo...der... ¡Ay! –

Lo que yo digo, un verraco. Y dime, ¿tienes novia? – preguntó esperanzada doña Rufa, a punto de lanzarse sobre él.

No, no. – susurró, incapaz de hacer otra cosa. Estaba a punto de correrse, y le importaba ya una mierda doña Rufa.

En eso que volvieron los amigos de Toni, armando un poco de jaleo. Doña Rufa los sintió y puso pies en polvorosa, no sin antes prometer en breves palabras a Toni que lo iba a montar como a un potro en cuanto tuvieran ocasión.

¡Toni, tío! ¿Qué hacía aquí la Rufina? –

Nada, nada. Quería...como se dice... una aspirina. –

¿Una aspirina? – repitieron incrédulos los amigos, pues habían leído en la expresión acogotada de su compañero parte de lo que había sucedido.

¿Y Carolina? – preguntaron las amigas.

Toni estaba a punto de soltar toda la verdad y descubrir el pastel, pero sus amigos le echaron, por una vez, un cable. Comprendiendo a grandes rasgos lo que sucedía, dijeron a las chicas:

Se habrá ido a dormir. Venga, os acompañamos a vuestras tiendas, que tenéis que descansar, después del ajetreo que acabamos de tener. –

Las chicas rieron, y Toni supuso que sus compañeros les habían dado guerra en su escapada nocturna. Se alejaron y lo dejaron sólo. Bueno, con Carolina. Por cierto que hacía un rato que había dejado de chupar, aunque Toni seguía notando sus labios y su aliento caliente en los genitales.

Levantó la manta y vio que se había quedado medio dormida. Él seguía empalmado, pero le pareció realmente propio de un bellaco despertar a aquel angelillo sólo por su egoísmo. La vena romántica de Toni le mandó llevarla en brazos a su tienda.

¿Mmmmmm...? – se quejó Carolina, sin despertarse.

Al día siguiente volvieron a la ciudad. Los amigos le preguntaron a Toni:

¿Qué tal con la Tachu? –

Bene, bene – y quiso añadir "me comió to el pene", pero era una grosería y además muy mala rima, así que se calló.

Porque nuestro querido Toni se había enamorado.

¿Qué pasará en el siguiente episodio? ¿Intentará Toni ligarse a la ahora resacosa Carolina? ¿Conseguirá doña Rufa acostarse con Toni? ¿Y don Aniceto, se demostrará que es gay?

Descubre las respuestas en la próxima entrega de "Aventuras de Toni Canelloni"

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