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Quien tiene una amiga tiene un tesoro

en Sadomaso

Capítulo Primero: Simulacro de tortura.

- ¿Cómo te gustaría que te atasen?.

- No sé, depende.

- ¿De qué?

- Pues de lo que quieran hacerme mis verdugos. Si quieren azotarme, lo mejor es que esté de pie, totalmente desnuda y con el cuerpo bien estirado para que me den los latigazos donde les plazca.- María contestó estirándose en la cama y subiendo los brazos hasta tocar el cabecero.

- Mmmh, me encanta cuando haces eso-, le contestó Marta besando y pasando su lengua por el costado desnudo de su amiga. María runruneó como un gato.

- ¿De verdad que te gusta?, ¿por qué no me das un beso?.- Marta no se lo hizo repetir y echándose sobre su amiga buscó sus labios afanosamente. Las dos jóvenes se besaron dulcemente lamiéndose las lenguas y los labios con pasión. María cerró los ojos al notar el cuerpo cálido y desnudo de Marta sobre su piel sedosa.

Entonces Marta le cogió suavemente de las dos muñecas como si las tuviera atadas y se puso a acariciarle con la otra mano mientras le besaba y lamía por todo el cuello, los hombros y los pechos. María disfrutaba de estas dulces atenciones con los ojos cerrados y la boca entreabierta.

- ¿No te gustaría estar atada a un potro de tortura medieval o algo así?. -Le preguntó Marta en voz baja y dulce sin dejar de chuparle y besarla por todas partes. A María le dio la risa floja.

-¿Qué pasa?- peguntó Marta molesta.

- No sé, -dijo María,- me da un poco de vergüenza hablar de eso.

-¿Te gustaría o no?,- volvió a preguntar Marta al notar que a su amiga se le ponía piel de gallina.

-¿A un potro de tortura?,- contestó María más seria y un poco ruborizada,.. -Bueno, no me importaría.

-No me importaría, no me importaría…, serás guarra. Seguro que te gusta pensar en eso cada vez que te haces pajas, tus pezoncillos te delatan, cariño. -María no contestó pues seguía ruborizada, es verdad, tenía la aureola de los pezones completamente erizada. Y aunque Marta le soltó las manos ella no las bajó sino que siguió simulando que estaba atada mientras su amiga le seguía lamiendo el vientre en su camino hacia su entrepierna.

-Bueno, bueno, dijo Marta, menuda tía masoca que estás hecha. No te muevas y haz como si estuvieras atada al potro mientras te acaricio y te chupo lo que ya sabes. -María se rió pero le hizo caso a su amiga y agarrando con las manos los barrotes estiró su cuerpo todo lo que pudo hasta que las puntas de sus pies tocaron la madera bajera de la cama.

- Y ahora dime, ¿cuántos verdugos te gustaría que se ocuparan de ti?.

- No sé, tres o cuatro.

- ¿Tres o cuatro?, no pides nada so puta.- Marta dijo esto toqueteando los labios vaginales de María.

- Sí, y quiero que estén bien buenos- María hablaba ahora con los ojos entrecerrados- Además quiero que estén desnudos todo el rato....y que me hagan lo que quieran.

Marta se incorporó sobre sus rodillas y sonrió excitada al ver el cuerpo desnudo y estirado de su amiga.

- Estirate más esclava-, le ordenó mientras le acariciaba con el dorso de la mano su vientre cálido. Y María se estiró aún más, todo lo que pudo de modo que sus costillas y tendones marcaron su piel hasta casi traspasarla. Fue entonces cuando Marta metió su cara entre las piernas de su amiga y le empezó a lamer en la raja, despacio y con suavidad. A María ese dulce roce en su sexo le pareció lo más maravilloso del mundo y se puso a gemir de placer. Marta siguió comiéndole el coño chupando y mordiendo los labios de ella satisfecha por el efecto de sus caricias. Pronto María no pudo controlarse y echó su cabeza hacia arriba gritando de placer. Sin embargo, cuando ya estaba a punto de correrse Marta dejó el cunnilingus y se incorporó quitándose las babas de la barbilla.

- Qué lástima de esposas-, dijo para sí Marta. Y de repente se le ocurrió algo.- Espera un momento-, le dijo. Y salió de la habitación.

- Eh, ¿adonde vas?,- preguntó María desde la cama. - No me dejes así, estaba a punto.

- Espérame ahí y no te muevas,- le gritó Marta ya en el pasillo.

Marta anduvo revolviendo por la casa y al rato se asomó al quicio de la puerta manteniendo sus manos ocultas.

- ¿Qué traes ahí?.

- Cierra los ojos, no quiero que lo veas. -Adivinando algo muy perverso, María cerró los ojos sonriendo y volvió a estirarse sobre su "potro" mientras fantaseaba con unos imaginarios verdugos cachas que tensaban las ruedas del instrumento de tortura.

Así notó que Marta se acercaba a ella.

- No abras los ojos pase lo que pase- susurró ésta.

- Pero…

- Obedece esclava,- le cortó Marta. María le hizo caso y de repente notó un metal frío sobre su pecho.

- ¿Eh, qué es eso?, -preguntó María sobresaltada sin abrir los ojos. Marta se acercó a su oído e imitando al lobo de Caperucita, le susurró.

- Es para pellizcarte mejor.- María abrió entonces los ojos y vio las pequeñas tenazas que blandía su amiga.

- ¿Se puede saber qué estas haciendo? Le preguntó mientras se reía.

- Chssst, -le contestó Marta con el dedo en los labios.- Vamos a jugar un poco. Yo te retuerzo los pezones con esto y tú aguantas hasta que no puedas más, ¿vale?. A María se le erizó hasta el último pelo del cuerpo y soltó sus manos.

- Joder Marta, estás como una chota.

- No seas tonta, -le volvió a decir Marta mientras le besaba y la empujaba con la mano para que se volviera a acostar,

- Déjate, lo vamos a pasar muy bien.

- Vale,-dijo María convencida y excitada, y otra vez se agarró a la cama haciéndose la ilusión de estar fuertemente atada a ella .

Marta le colocó entonces las tenazas abiertas alrededor de su pezón derecho.

- ¿Estas preparada?. -María asintió con los ojos cerrados. -Una, dos y…tres.- Marta empezó a apretar, primero suave y cada vez un poco más fuerte. María se quedó expectante, pero al notar la presión empezó a fruncir el gesto. Lentamente Marta empezó a retorcerle el pezón sobre sí mismo hasta que un pinchazo de dolor sacudió a su amiga.

- Ay, ¡para, para!, -dijo esta de golpe. Y Marta obedeció. Por un momento pareció que a María no le iba el juego, pero no era así.

- Otra vez,- jadeó María. Marta sonrió y le volvió a cerrar la tenaza sobre el pezón retorciéndoselo nuevamente. Esta vez María aguantó mucho más el dolor.

- Ayyyyy, -gritó cuando su amiga casi se lo retorció una vuelta entera sobre sí mismo.

-¿Quieres que lo dejemos?,- dijo Marta.

- No…, sigue,…. ahora el otro,- jadeó María sin abrir los ojos.

Marta estaba superexcitada y le agarró el pezón izquierdo con un poco de saña. Esta vez María aguantó aún más dolor y llegó a morderse el brazo para no gritar.

- ¡Dios!, qué daño- gritó cuando Marta le empezó a estirar el pezón hacia fuera. -Me lo vas a arrancar.

- Perdona,- dijo Marta y se puso a chuparle y lamerle la parte herida.

María volvió a gemir y estremecerse sensualmente cuando su amiga se puso a curarle a lametones.

- Así, así, preciosa, así, chúpame. -María estaba muy cachonda y volvió a gemir de gozo cuando notó cómo Marta le acariciaba en la entrepierna.- Aaaah…,- gritó, sin poder contenerse.

- Joder, -dijo Marta al tocarle el sexo, -estás inundada, esto parece un bebedero de patos-, y se puso a acariciarle con sus dedos expertos. María iba a necesitar muy poco para llegar al orgasmo, pero quería más.

-Tortúrame, susurró, sigue un poco más con las tenazas.

-¿En las tetas?.

- Sí, sigue con mis tetas, pellízcame, por favor, me gusta mucho.

Marta también estaba muy mojada, cachonda y sudando, así que cogió la tenaza y esta vez le atrapó el pezón derecho y se lo apretó sin cuidado ni misericordia sin dejar de masturbarle. María gritó y gritó, pero aguantó sin soltarse mientras le llegaba el orgasmo y sentía que el pezón casi se le reventaba. Marta estuvo a punto de soltar pero aguantó apretando la tenaza mientras notaba las convulsiones del coño de María contra su mano. El éxtasis duró unos interminables segundos y por fin Marta le soltó mientras María seguía convulsionándose y se llevaba las manos a los pechos.

Finalmente María se relajó.

-Ay qué daño, qué hijaputa eres- se quejó acariciándose las tetas y ensalivándose los pezones.

- ¿Te ha gustado?, -le preguntó Marta . María dudó un momento, tenía lágrimas en los ojos de aguantar el dolor, y finalmente contestó.

- Me ha gustado mucho, pero la próxima vez me tienes que atar de verdad.

- Así será, la próxima vez estarás atada, Marta, sonrió enigmáticamente al decir esto y le besó otra vez.

Las dos chicas se volvieron a abrazar y se tumbaron en la cama descansando para el próximo envite.

- Dime, -preguntó María esta vez jugando con las coletas de su amiga. -¿Y a ti que te gustaría que te hiciesen?. Marta contestó de forma directa.

- A mí lo que realmente me gusta es el látigo. Y al ver el gesto de su amiga reiteró. –Sí, me gusta que me azoten. Sobre todo en el culo.

- A mí también me gusta fantasear con eso, dijo María, pero tú lo dices como si ya lo hubieras hecho.

- Así es, me azotaron el otro día,- contestó Marta como la cosa más natural del mundo. María se incorporó de golpe.

- ¿Qué?.

- Sí, ¿qué pasa?. Ya me han medido el trasero con una fusta, no es para tanto.

- ¿Qué dices?, ¿cuántas veces has hecho eso?... ¿quién?. Me estás tomando el pelo.

- Es verdad, no te miento,- dijo Marta.- Mira esto.- Y volviéndose le acercó su terso culo a la cara. -Si te fijas bien aún se ven las marcas.

María miró atentamente. Era cierto, aún se podían ver unas levísimas marcas azuladas sobre la piel de las nalgas de su amiga que ella acarició.

- Es alucinante ¿te duele? Le preguntó tocándolas con el dedo.

- Ya no, pero al día siguiente de ser azotada casi no podía ni ponerme las bragas.

- Pero, no entiendo, ¿cómo te has dejado hacer esto?.- Marta se volvió a tumbar junto a María.

- Te lo cuento, pero me tienes que guardar el secreto.- María afirmó con la palma de la mano en alto.

- Hace cosa de dos meses llegó un vecino nuevo a la casa de al lado. Es un poco viejo pero está buenísimo.

- ¿Viejo?, ¿cómo de viejo?.

- No sé cuarentaicinco o así.

- Joder, podría ser tu padre.

- Sí, ya lo sé, pero ya te he dicho que está muy bueno. Además es muy dulce conmigo. Bueno, a veces no, pero no me importa. -María puso un gesto de no entender.

- En fin, el caso es que un día me fui a su casa con la excusa más tonta que se me ocurrió y ya sabes, un poco ligerita de ropa. -María resopló con un gesto de fingido disgusto.

- Un poco ligerita de ropa, pero qué puta eres, ya conozco yo tus modelitos de calentar pollas.

- ¿Qué quieres?, dijo Marta, se lo quería poner fácil desde el principio. El caso es que me invitó a pasar y fue muy amable y delicado conmigo, pero dado que desde el primer momento me insinué como una perra en celo a los diez minutos ya estaba en pelotas comiéndole la polla en su sofá.

- ¡Qué asco!, con un viejo, dijo María.

- Será un viejo como tú dices, pero estuvo genial. Tenía la polla como uno de veinte, gorda y tiesa. Me gustó mucho chupársela. El tío gemía como un niño mientras se la mamaba, pero no quiso terminar en mi boca. Luego cuando estaba más cachondo me comió el chumino y no paró hasta que tuve un orgasmo... y luego sin dejarme ni respirar, me folló bien fuerte. No sé cuántas veces me corrí. -María le miró sonriendo-. El caso es que él seguía reservándose, todavía estaba entrampado y al rato me pidió un poco más. Me preguntó si todavía tenía el ojete entero -Marta dijo esto señalando el culo con el dedo.

- ¿Qué? - Preguntó María.

- Que si me dejaría metérmela por detrás, ya sabes, por el culo,- dijo Marta en un susurro.

- ¡Qué pasada!, caramba con el viejo. Te negarías ¿no?.

- Bueno, tu sabes que no soy de esas que se dejan sodomizar en la primera cita, pero en este caso hice una excepción y dejé que me desvirgara.

- Joder tía, no me digas que……

- Sí hija- y levantándose Marta le enseñó a María otra vez su trasero separándose bien los mofletes para que su amiga le viera el agujero.

- Por ahí ya ha entrado una polla,- le dijo bamboleando el culo. -Antes de nada el tío me lo chupó bien, puso una pomada de no se qué ayudándose de los dedos y no me hizo ni gota de daño. Todavía me masturbo acordándome de cómo me sodomizó el muy cabrón. -María no sabía ya a dónde mirar.

- Por último se corrió en mi boca y me obligó a tragarlo todo.

- Hoy me estás poniendo muy burra, dijo María- no sabía que hacías esas cosas.

- Espera, que aún no he acabado. Llevábamos dos horas o así follando cuando el tío se marchó un momento y apareció con unas esposas, una bola de goma de esas de sado y una fusta. Al principio me asusté, pero él me dijo que sólo era un juego. No sé ni cómo me convenció, pero en unos momentos estaba atada a una viga y amordazada y él blandía la fusta delante de mí. -María tragó saliva.

- ¿Y qué pasó?.

- Me advirtió que si no soportaba los azotes sólo tenía que decir una especie de contraseña, él la entendería a pesar de la mordaza y me prometió que pararía inmediatamente. Aquello me pareció muy excitante así que le dije que sí. El caso es que empezó a azotarme, primero flojo y luego cada vez más fuerte, en el culo, en los muslos, con fustazos espaciados pero muy fuertes. Uno, dos tres, cuatro, sin parar. Dios, al principio lo soporté, pero llegó un momento en que me quería morir, dolía mucho y el culo me ardía… y el tío no dejaba de darme.

-¿Por qué no dijiste la contraseña?, preguntó María fascinada.

- Quería decirla, pero también quería seguir aguantando. Es muy raro, no quería decepcionarle, quería aguantar los latigazos y demostrarle o demostrarme algo a mí misma, no lo sé. De hecho no la dije, sino que soporté el dolor como pude, y el tipo siguió dándome y dándome hasta que me empezaron a saltar las lágrimas. No sé si se asustó, pero al verme llorar paró por fin. Entonces cambió su actitud y otra vez se puso cariñoso conmigo, me quitó las lágrimas con el dorso de la mano y me preguntó si me había hecho daño, luego siguió acariciándome y besándome hasta que empezó a follarme sin siquiera descolgarme de mis ataduras. ¡Qué pasada de polvo!, me encantó que me follara así sin quitarme la mordaza ni nada, me gustó mucho sentirme como una esclava en sus manos.

Cuando todo terminó me desató y me puso en su regazo para darme una pomada sobre los fustazos. Mientras me ponía la pomada me decía que era muy bonita y que estaba preciosa atada y amordazada. Además decía que había aguantado muy bien el castigo y que estaba orgulloso de mí. En la vida me habían tratado así María, me gusta mucho lo que me hace ese tío.

- ¿Te gustó de verdad?.

- Me encantó. Le dije que me tenía que marchar pero que al día siguiente quería más, pero él me contestó que no, que las heridas tardarían una semana en curarse y que me necesitaba entera para otra "sesión". Además…- Marta dudó un rato-…además me dijo que en nuestra próxima cita tendría que traerme una amiga de mi edad, pues quería azotar a dos chicas a la vez.

- ¿Qué? Preguntó María.

- Pues eso, que la próxima vez tengo que llevar una amiga y…había pensado en ti. - Esto se lo dijo Marta acariciándole su melena oscura.

- ¿Qué?, -María rechazó la caricia, -ni lo sueñes, ¿qué te has creído?, entregarme así por las buenas a un viejo sádico y baboso para que me haga todas… todas esas cosas.

- Vamos, no seas así. ¿No querías probar el látigo?. Este tío es perfecto, duro pero cariñoso. Te dolerá pero también te gustará. Además parará cuando tú se lo digas.

- Que no, aún si fuera joven y estuviera bueno, todavía.

- Te digo que está para comérselo. Además seguro que él también sabe manejar las tenazas, le dijo Marta mirándole lascivamente los pechos. ¿No prefieres que te lo haga un tío que sepa?.

Repentinamente María se quedó parada y se llevó las manos a las tetas. Por un momento se imaginó atada y desnuda en manos de un pervertido como el que le estaba pintando su amiga. Para su sorpresa, la imagen le gustó y aunque dudó un momento terminó cediendo.

- Está bien, dijo, pero primero le miro y si no me gusta lo dejo y me voy. ¿Vale?,

- Vale.

-¿Cómo, cómo lo vamos a hacer?, preguntó María.- Marta le dijo algo al oído y a María le dio la risa floja.

- Decididamente eres una guarra Marta.

Las dos muchachas volvieron a tumbarse en la cama abrazadas y se pusieron a hacer el amor excitadas ante la perspectiva de la próxima experiencia sado con el vecino pervertido.

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