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El Penal de los Lamentos (16)

en Sadomaso

La joven Rebeca sintió un escalofrío de miedo al ver a los criados negros con las esposas en la mano. Podía haber pedido auxilio al viejo cónsul pero en su lugar permaneció callada y se dejó esposar las manos y que la llevaran donde ellos quisieran. De hecho sin decir palabra los dos hombres se la llevaron escaleras abajo y tras salir de la casa la arrastraron con cierta prisa por el enorme jardín hacia su pequeña y apartada cabaña.

Una vez dentro, uno de ellos cerró con llave, entonces llevaron a Rebeca a una habitación trasera y allí abrieron una trampilla que había en el suelo. El otro encendió una bombilla y le señaló unos escalones.

- Baja ahí.

Rebeca reculó un instante pues no sabía a dónde conducía eso, sin embargo el negro insistió en obligarla.

- Que bajes te digo. Esteban, le dijo a su compañero. Sube la música, así el viejo no oirá sus gritos.

- Es igual Marco, ahí abajo nadie podrá oirla.

- Sube la música te digo.

El tal  Esteban obedeció, el hip-hop atronó en la habitación y entonces el negro siguió a Marco y a Rebeca escaleras abajo cerrando la trampa tras de sí.

La joven vio desolada el panorama. El sótano era un lugar sórdido y destartalado iluminado por una tenue bombilla colgada del techo por el propio cable eléctrico. En un lateral había una cama de hierro de las antiguas, con barrotes en el cabecero y en los pies. Sobre ella había un colchón rajado y sucio. Rebeca se sorprendió sobre todo al ver que había juegos de esposas cerrados en cada esquina de la cama.

Todo estaba muy sucio y lleno de telarañas. De hecho unos cuantos arácnidos negros bastante grandes y repulsivos  esperaban inmóviles a que algún mosquito cayera en sus redes. Curiosamente eso fue lo que más asco le dio a Rebeca que sufría de aracnofobia desde niña.

Una vez tenían segura a su prisionera en la telaraña, sus dos particulares “arañas” negras se desnudaron completamente delante de ella sonriendo llenos de lujuria. Marco y Esteban eran dos negrazos enormes de uno ochenta y pico de estatura, muy musculosos y con unas trancas que en reposo les colgaban entre las piernas más de quince centímetros.

Rebeca ya había tenido el placer de chupárselas en el despacho del alcaide pero ahora se puso aún más cachonda al verles desnudos y darse cuenta de que estaba completamente en su poder.

- ¿Por qué me habéis traído aquí?,… ¿Vais a violarme?, Rebeca sabía que esa  era una pregunta tonta  pues era evidente que iba a ser así, la pregunta en realidad es si iban a hacer algo más que violarla.      

- Ja, ja, rió Marco mientras echaba sus ropas al suelo, te voy a explicar de qué va esto. Habrás visto que el anciano no tiene mucho aguante y siempre se va a la cama muy temprano.

- Sí, además hoy le hemos echado algo en el vino para que tenga unos felices sueños, mañana se levantará tarde.

- Bueno pues esto le pasa siempre. Así que cada noche cuando él se duerma iremos a buscarte a su habitación como hemos hecho hoy y te traeremos aquí para divertirnos contigo toda la noche. ¿Cómo lo ves?

Rebeca notó que se mojaba por momentos.

- No te quejes que llevas todo el día poniéndonos a cien, zorra, pareces una mosquita muerta y sólo eres una calientapollas, pero ahora te vas a enterar de lo que es bueno.

- Y lo primero que vas a hacer es comerte nuestras pollas que lo de antes nos ha sabido a poco.

Y cogiéndola bruscamente de los pelos la obligaron a arrodillarse en el suelo.

Al contrario que el viejo cónsul, y aprovechándose de no tener testigos, los criados trataron a Rebeca con brutalidad. Ella obedeció y se la chupó sin resistencia pero ellos  exigían impacientes a base de bofetadas y puntapies que se ocupara de sus pollas con su boca o con sus manos. La joven no daba abasto a darles placer a esos dos, pero a pesar del maltrato recibido prefería mil veces esos miembros  gruesos y palpitantes que le llenaban la boca y que de seguro la penetrarían plenamente por todos sus orificios del placer.

- Metetela hasta la garganta, zorra, ya no se la estás chupando a ese viejo impotente.

Una cosa era hacerle una garganta profunda al alcaide y otra cosa eran esos dos pedazos de carne que parecían no tener fin. Rebeca hizo todo lo posible para metérselas bien adentro de la garganta pero no podía evitar las arcadas y se veía obligada a sacárselas ganándose las correspondientes bofetadas de esos dos.

La salvaje doble mamada duró un buen rato pero ese sólo era el preámbulo de una noche larga de violaciones y torturas.

En un momento dado Marco cogió el cuerpecito de Rebeca en volandas mientras Esteban aprovechaba para enganchar la cadena de las esposas de un gancho situado en el centro de una viga del techo. Rebeca quedó por unos momentos colgando en vilo de los brazos pero acto seguido los dos negros le cogieron de las dos piernas y las separaron entre sí atándole ambos tobillos a sendos pies derechos.

Rebeca quedó así con las piernas exageradamente separadas  y colgando de sus brazos en una postura ciertamente incómoda, entonces vio cómo esos dos hombretones desnudos y empalmados lo disponían todo para empezar a torturarla.

Marco empezó por amordazarla desde atrás con un gagball mientras Esteban cogía la picana que le habían regalado al viejo cónsul.

- Vamos a ver si aprendo  a manejar esto.

Y vaya si aprendió pues la puso en marcha y empezó a producirle descargas eléctricas por todo el cuerpo. Esteban no era muy experto así que se dejó llevar por su instinto y empezó a tocarle a Rebeca en sus partes más sensibles, tetas y entrepierna sobre todo, en lugar de hacerlo al revés.

Por supuesto la joven empezó a debatirse en el aire ante las descargas eléctricas con sonoros quejidos. Cada vez que le tocaban con la picana en los pezones es como si le quemaran con un cigarro y ella brincaba en el aire. En ese momento recordó que ese tipo de tortura ya se la había aplicado el alcaide pero de una manera menos burda. No obstante Esteban aprendió sobre la marcha y poco a poco sometió a Rebeca a un doloroso tormento.

Tras un buen rato de descargas eléctricas Esteban le acarició la entrepierna y sonrió al comprobar que la tenía húmeda así que empezó a penetrarla por delante mientras su compañero cogía una vara flexible y se dedicaba a canearla en el culo y la espalda.

Ahora los chasquidos de la caña golpeaban sin misericordia las nalgas y la joven gritaba de dolor mientras ese tío la penetraba hasta el fondo y ella no podía hacer nada colgada de sus ataduras.

El ritmo machacón del hip-hop seguía atronando en el piso superior y sólo pegando el oído al suelo alguien hubiera podido oír el ruido de los varazos contra la piel de la joven o sus gritos ahogados por la mordaza. Ni que decir tiene que a muchos metros de allí el cónsul dormía plácidamente mientras sus criados violaban y torturaban salvajemente a su pequeña Rebeca.

Tras turnarse los dos negros en sus respectivas posiciones dejaron de follarla por un rato y se conformaron con producirle dolor. Aparte de la picana, no tenían instrumentos de tortura muy sofisticados así que recurrieron a lo que tenían por allí. Previsoramente habían traido un cesto con decenas de pinzas de la ropa y Marco se dedicó a pellizarle con ellas por todo el cuerpo. Mientras tanto Esteban encendió una vela y se dedicó a pasear la llama lentamente bajo las piernas de la chica haciendo que ella se agitara, se retorciera y  lanzara grititos histéricos sin parar.

Lo siguiente fue un intenso caneo por detrás y por delante a la vez para quitarle las pinzas a varazos. De hecho cada vez que le acertaban en una pinza y ésta salía disparada Rebeca daba un brinco y gritaba más fuerte. Mientras tanto los varazos por detrás le acertaban en el trasero y en los muslos dejándole unas marcas y verdugones rojizos y alargados.

Tras el juego de poner y quitar las pinzas a varazos un par de veces los dos criados se dispusieron a hacerle una doble penetración así colgada. De hecho y después de todos los miramientos que había tenido el viejo, Rebeca fue sodomizada por el negro Esteban a lo bruto. Menos mal que la chica había aprendido a relajar el esfínter del ano pero aún así encularla con semejantes miembros hizo que Rebeca llorase de dolor durante su largo y persistente enculamiento. De hecho, en los días siguientes la sodomizaron repetidamente y la joven se convirtió en una adicta al sexo anal en manos de esos dos brutos.

Rebeca estuvo colgada de la viga cerca de tres horas en las que sus captores no pararon de jugar con ella de las más diversas y desordenadas maneras. De todos modos, la joven daba gracias pues al fin se sentía como una verdadera esclava en manos de esos dos que la trataban de forma tan desconsiderada. Rebeca no tuvo ningún orgasmo esta vez pues no eran tíos muy hábiles ni estaban a eso, pero sabía que recordaría muchas veces la sensación de ser usada de esa manera y que ese recuerdo le ayudaría a llegar en orgasmos futuros.

Tras esas tres horas, la doble violación no acabó ni mucho menos, sólo la descolgaron para acostarla en la mugrienta cama y seguir allí con ella. Sin embargo, antes de que Rebeca se tumbara en el sucio colchón ocurrió algo  curioso. Una araña negra y un poco asquerosa, de esas de patas peludas, se encontraba en ese momento encima del colchón. Al verla, Rebeca arrugó la cara de asco y se negó a tumbarse a su lado muy nerviosa.

- ¿Qué pasa pijita blanca?, le dijo Marco entre risas, ¿te dan miedo las arañitas?, y cogiendo el animal con sus dedos se la acercó a la cara a la chica.

Eso sí que le hizo gritar a Rebeca histéricamente. Así de curioso es el cerebro humano, pues esa chica que aguantaba sin gritar ni llorar torturas tan severas, gritaba histérica para evitar el contacto con un pequeño animal asqueroso, sí, pero por lo demás inofensivo.

El caso es que la aracnofobia de Rebeca fue utilizada por esos dos como una fuente más de humillación y tormento. Así colocaron a la chica sobre el mugriento colchón boca abajo y le ataron de pies y manos a los cuatro juegos de esposas de las esquinas. Entonces recopilaron otras tres arañas de tamaño similar que andaban por sus respectivas telarañas y se las echaron a Rebeca por la espalda.

La chica gritaba histérica agitándose con toda su fuerza cuando las cuatro arañas empezaron a corretear por su piel desnuda mientras los dos negros se desternillaban de risa. Seguramente esa desagradable sensación tampoco la olvidaría Rebeca durante su vida.

El caso es que cuando se cansaron del juego de las arañas, las echaron de allí a manotazos  sin  parar de reir y entonces se jugaron a los chinos cual de los dos volvía a sodomizarla. Rebeca volvió a bramar cuando Esteban le enculó otra vez con ese pene gigantesco mientras Marco no permanecía ocioso sino que le empezó a verter cera líquida por la espalda.

El tipo no paró de sodomizarla entre los gritos de ella hasta que le echó una enorme y lechosa lefada templada por el culo.

Entonces fue sustituido por Marco que la sodomizó igualmente y no paró hasta hacer lo mismo que su compañero. Entre tanto Esteban se dedicó a quitarle la cera seca a latigazos.

La diferencia de esos dos con el viejo aparte de sus cuerpos esculturales y enormemente deseables  es que no parecían tener ningún problema con sus erecciones. Daba igual que se corrieran dos o tres veces. Los tíos parecían estar todo el rato entrampados y con ganas de follar a la joven por el agujero que fuera.

De hecho cuando le dieron la vuelta sobre el colchón se la volvieron a follar, uno por el coño y otro por la boca. La joven perdió la cuenta de todas las veces que se lo hicieron y cuando finalmente se cansaron, los tres se quedaron dormidos completamente desnudos encima del colchón. Rebeca pudo por fin descansar con todo su cuerpo dolorido pero feliz. Es curioso pero flanqueada por esos dos cuerpos musculosos ni siquiera le preocupaban ya las arañas que ya habían empezado a subir por las paredes en busca de un sitio adecuado para hacer sus nuevas telas.

………………….

- ¿Qué, qué dice usted?, ¿que mi sobrina Rebeca se ha marchado?

- Sí, se marchó ayer con ese cónsul depravado y con sus dos criados. Se entregó a sí misma como esclava al viejo.

- Pero, ¿por qué?, ¿por qué?

- Según, dijo, quería un amo que la tratase como una verdadera esclava, además si se entregaba a él compraría su silencio respecto a las gringas. Su sobrina es muy lista si me lo permite.

- Y muy puta, ¿y usted?, ¿por qué la dejó marchar?

- Le recuerdo que su sobrina es mayor de edad y completamente libre, no tenía ningún derecho a retenerla.

- Estoy muy disgustado con usted señor alcaide, no sé por qué creo que usted tiene algo que ver en esa decisión de Rebeca, además en el fondo no me ha ayudado nada con ella.

- Eso es injusto señor juez, usted sabe que no haría nada en su contra. En el asunto de su sobrina he hecho lo que he podido y lo del cónsul ha sido cosa de ella solamente.

- Es,…. es una zorra traidora,………. me las pagará.

El juez estaba realmente disgustado y muy celoso, pues entendía la acción de su sobrina como una infidelidad manifiesta hacia su persona. ¡Mira que entregarse como esclava a ese viejo decrépito!. ¿Qué le estaría haciendo en ese momento?. Simplemente no podía soportarlo.

- Ya se lo advertí señor juez, como usted no la satisfacía se ha buscado otro amo.

Los dos hombres hablaban de Rebeca entre susurros pues en ese momento asistían al tercer día de interrogatorio de Yulia y Alina. Dados los rigores de los tormentos de los días anteriores y como contemplaba la “cuaresma” a las dos se les dejó descansar un día en sus celdas para que recuperaran fuerzas y pudieran afrontar una nueva jornada de interrogatorios y brutales tormentos.

Ese día sólo se encontraban en la cámara de tortura los miembros del tribunal y como era usual Matías el carcelero y Sánchez con los otros tres verdugos que le auxiliaban.

El interrogatorio ya iba para cuatro horas y Alina y Yulia ya habían padecido un rosario de crueles torturas.

A Yulia la habían sometido al tormento español de la garrucha también conocida como estrapado, es decir, que la habían colgado del techo con los brazos atados a la espalda y de cuando en cuando la elevaban en vilo produciéndole tremendos dolores en hombros y espalda. En el ínterim le repartieron fustazos  en el culo y en los muslos o bien le ponían una tabla con pinchos bajo los pies para que ella misma no pudiera posarlos en el suelo.

Como se negaba a confesar en un momento dado la elevaron en el aire con una bola de hierro colgada de sus pies, en esa postura volvieron a darle latigazos. La muchacha perdió el sentido del tremendo dolor en sus articulaciones.

Mientras Yulia sufría esa tortura tan típica de la Inquisición, a Alina la colgaron de los pies boca abajo con las manos atadas a la espalda. Bajo su cabeza había una gran barreño lleno de agua de tal manera que bajándola unos centímetros le podían sumergir la cabeza a voluntad. De hecho los verdugos le hacían permanecer sumergida cada vez cerca de un minuto seguido en el que además le daban de latigazos con un látigo de toros que se le enroscaba por todo el cuerpo. Alina tragó mucho agua en ese angustioso trance. Además cuando le dejaban respirar volvían a amordazarla los verdugos con sus propias pollas.

Estas torturas duranron cerca de dos horas pero como ninguna de las dos cedía ni confesaba, decidieron someterlas a otros martirios.

El siguiente lo sufrieron las dos a la vez y en el mismo instrumento, así se vieron obligadas a “cabalgar” sobre el pony español una enfrente de la otra separadas entre sí sólo un metro con la entrepierna dolorosamente encajada en una afilada cuña de madera. Las manos las tenían atadas a la espalda pero además los verdugos les habían colocado pinzas que mordían sus lenguas y pezones y éstas a su vez las habían atado entre sí con cuerdas finas y muy tirantes.

El alcaide observaba complacido cómo los verdugos se afanaban en torturar a las dos mujeres sin piedad. De hecho, Sánchez esgrimía en la mano un hierro candente con la punta al rojo vivo y amenazaba con quemarle la piel del ombligo a Yulia. Ésta, para evitar la terrible mordedura del  hierro, no tenía más remedio que recular histérica hacia atrás tirando dolorosamente de su lengua y pezones y de las de su amiga.

- AAAAAHHHH, AAAAHH

Las dos muchachas gemían y lloraban de dolor obligadas a raspar su entrepierna contra la cuña mientras los verdugos reían cruelmente. Ni  siquiera tenían la oportunidad de confesar para librarse de eso pues esta vez el fiscal le dijo que esa mañana sufrirían el tormento  durante cinco o seis horas seguidas y sólo entonces les darían la posibilidad de confesar.

Decididamente esa era una deliciosa visión para el sádico alcaide que pensó que esa noche se la dedicaría a la bella Alina a la que había tenido muy desatendida a causa de Rebeca. De todos modos  el alcaide no se podía quitar de la cabeza lo que le había dicho el juez.

Es evidente que el juez era un hombre manipulable especialmente en el asunto de su sobrina. Desde que se había enterado que ella se había entregado como esclava al viejo cónsul estaba rabioso cómo rebelaba el ensañamiento que esa mañana estaba mostrando en el interrogatorio de las dos periodistas.

Lo que más le preocupaba al alcaide era que el juez estaba empezando a desconfiar de él. Eso no le convenía, el tío de Rebeca era un aliado imprescindible en su tinglado. Por eso el astuto alcaide pensó que había que hacer algo para desviar la atención. De repente, pensando y pensando se le ocurrió cómo. En el fondo la solución se la había dado la propia Rebeca la noche antes de marcharse.

- Señor juez, susurró.

- ¿Qué quiere ahora? ¿no ve que estoy ocupado?. Contestó el juez muy contrariado. Vamos Sánchez, amenaza ahora con el hierro a la morena.

- Sí  señor y entonces acercó el hierro con la punta al rojo vivo al muslo de Alina haciendo que ésta intentara recular hacia atrás spbre el pony entre gritos de dolor. Alina sintió entonces un enorme dolor en sus pechos y lengua e hizo lo posible por “reptar” hacia delante con su propio sexo..

Los hombres siguieron hablando entre los alaridos d elas condenadas.

- Señor juez, comprendo que esté muy enfadado con su sobrina.

- Es una puta y una desagradecida, me arrepiento de no haber dejado que Sánchez la torturara con las agujas.

- ¿Y usted cree que se ha convertido en puta ella sóla?

- ¿Qué quiere decir?. No le comprendo

- Digo que si cree que ella ha cambiado por su propia voluntad, usted la conoce desde niña y dice que siempre ha sido muy inocente.

- Efectivamente, ¿a dónde quiere llegar?

- Pues que probablemente alguien la  ha pervertido en ese colegio en el  que estuvo interna varios años.

- ¿Usted cree?

- Escuche señor juez, la noche antes de marcharse, su sobrina me hizo ciertas revelaciones, al parecer ella no era la única zorra de su colegio.

- ¿Qué, qué quiere decir con eso?

- Pues eso, que parece que su sobrina tenía algunas amiguitas tanto o más putas que ella.

- ¿Amiguitas? ¿compañeras de clase se refiere?

- Sí, parece ser que fueron ellas las que le iniciaron en el sado, su sobrina era inocente hasta que las conoció.

- No le creo, me está intentando manipular otra vez.

- No señoría, hay pruebas de lo que le digo.

- ¿Y quienes son esas depravadas que han pervertido a mi sobrina si puede saberse?

- No sé sus nombres, Rebeca no me lo quiso decir, pero algo me dice que tenemos las pruebas delante de nuestras narices.  Su sobrina me habló de unas fotos de su móvil. ¿Dónde está ahora?.

- ¿El movil de Rebeca?, pues en mi casa, en su habitación, imagino, desde luego no  lo trajo a la prisión con ella.

- Le recomiendo que vaya a su casa e inspeccione bien la tarjeta de memoria, si lo que me dijo es cierto, ahí encontrará las pruebas y a las culpables.

El juez se quedó pensativo un momento, pero en pocos segundos volvió a ordenar que siguiera el tormento de las periodistas.

De hecho y tras hacerlas cabalgar en el pony durante una hora más, en el que los verdugos les propinaros golpes de caña en los muslos y en la planta de los pies, el interrogatorio se interrumpió.

Por la tarde Alina fue puesta otra vez en el potro y allí la sometieron a la tortura de la toca. Le metieron un embudo por la boca y le obligaron a tragar litro tras litro de agua hasta que el vientre le creció tanto que parecía que estaba embarazada. Luego Sánchez le propinó varios golpes sobre el vientre con un palo y  finalmente se sentó y dando botes encima le obligó a vomitar todo el agua que había tragado.

Mientras tanto Yulia ocupaba su sitio en el trono de las brujas. Le colocaron un brasero debajo y le torturaron los dedos de las manos con una especie de prensa que se los aplastaba.  

Cuando ya no pudieron soportarlo más al final de la tarde confesaron  lo que les exigía el fiscal, es decir que estaban en tratos con un grupo terrorista del país para pasarles información confidencial obtenida de los jefes militares que frecuentaban el penal. Sólo por eso ya les podía caer la cadena perpetua o la pena de muerte.    

Una vez hecho su siniestro trabajo, el juez se apresuró a volver a su casa y efectivamente encontró  en el cuarto de Rebeca su teléfono móvil.

No  le costó mucho extraer la información del mismo. En ciertas conversaciones de watsap encontró nombres, fechas y declaraciones muy comprometedoras, pero las principales pruebas estaban en la galería de imágenes y de videos. En pocos minutos el juez tenía las pruebas de que efectivamente en ese colegio su sobrina había sido seducida y pervertida por dos de sus compañeras.

- Putas, masculló rabioso, me las pagarán

(continuará)

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