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El Penal de los Lamentos (18)

en Sadomaso

El furgón policial con las colegialas detenidas no tardó mucho en llegar hasta la parte vieja de la ciudad, pero no pudo acceder hasta los muelles pues ese era día de mercado y las calles comerciales estaban atestadas de puestos de venta. El juez no tuvo más remedio que ordenar que llevaran a pie a las dos acusadas entre el gentío mientras  dos guardias se abrían paso por delante.

De este modo las dos chicas sufrieron la misma humillación que en el colegio pero esta vez durante cerca de un cuarto de hora que es lo que tardaron en llegar a los muelles. En ese trayecto las dos jóvenes tuvieron que caminar maniatadas, amordazadas  y semidesnudas y pudieron oir todo tipo de obscenidades y de insultos por parte de la gente que se agolpaba para verlas.

- Eh, ¿a dónde llevais a esas dos putas?

- Al penal, ¿a dónde si no?, abrid paso, buena gente, los verdugos esperan a las prisioneras desde hace rato..

- Las llevaís para torturarlas, ¿verdad?, cómo me gustaría verlo.

- Mirad, la de las tetas seguro que se ha meado encima de miedo, ja,ja.

Como muchas otras antes que ellas, las dos jovencitas fueron embarcadas en el bote de costumbre y el barquero las llevó a su destino como un nuevo Caronte que conduce al Hades las almas de los condenados.

Como había ocurrido con las gringas, el barquero las tomó equivocadamente por dos prostitutas y se sorprendió de su juventud y de que no lloraran o sollozaran como hacían las demás.  Esta vez el hombre se moderó en sus soeces comentarios de costumbre al ver que con el grupo iba el juez que era una persona de mando.

No obstante cuando llegaron al penal y los guardias obligaron a bajar a las prisioneras el tipo escupió al suelo con desprecio y se estuvo masturbando todo el viaje de vuelta.

- Ese penal no debe diferenciarse de un prostíbulo con la de putas que hay ahí dentro.

Las pobres muchachas no pudieron evitar un escalofrío cuando franquearon una puerta fortificada tras otra. Por fin eran dos presas más  en el Penal de los Lamentos del  que tanto habían oído hablar. En unos minutos la última puerta se cerró tras ellas y el grupo estaba en la recepción de la prisión.

- Aquí tienes los papeles, le dijo el juez al guardia de la recepción, apresurate con los trámites de entrada y lleva a estas dos adentro. En cuanto las limpien bien por dentro y por fuera que las lleven a una cámara de tortura y las preparen. Luego iré yo.

- No pierde el tiempo, ¿verdad señor juez?

- Haz lo que te digo si no quieres que me queje al alcaide.

- No se enfade, se hará lo que manda.

El juez se marchó al despacho del alcaide para analizar con tranquilidad los dos teléfonos móviles que había confiscado a las  compañeras de Rebeca, de manera que las dos nuevas reclusas quedaron en poder de los lujuriosos guardianes durante cerca de dos horas.

De hecho en cuanto el juez se marchó, el desagradable guardia de la recepción tomó el mando.

- ¿Y de dónde salen estas dos si puede saberse?¿tienen la edad legal para estar aquí?…

- Sí, lo ponen sus documentos

- Pues entonces desnudad a las zorras,  dijo, vamos a verlas bien antes de despiojarlas.

Los guardias no tardaron mucho en quitarles las ropas, les soltaron la parte de arriba del bikini y les sacaron a tirones los shorts de manera que enseguida quedaron como vinieron al mundo.

Los guardias sonreían con lujuria mientras ellas permanecían encojidas y trataban de taparse las tetas con su propio pelo.

- Son dos ejemplares de primera, ¿qué han hecho?, ¿por qué las ha traido el juez?

- No te lo pierdas, son dos colegialas. Dos lesbianas. Hemos ido a detenerlas a su colegio, dijo un guardia.

- ¿Ah sí?, ¿colegialas? pues ésta de aquí debe estar aprendiendo para puta,  mira que tetas tiene, y el tipo cogió a Hanna del brazo y apartando el pelo empezó a acariciarle sus prominentes pechos.

- ¿Qué tienes aquí cariño?, ¿quién te ha clavado estas chinchetas?

Y el tipo le quitó las chinchetas que aún tenía clavadas en los pezones.

- MMMMMMHHHH

La chica quejó y gritó cada vez que ese tipo le desclavó una chincheta, aunque cuando le quitó la última se dejó tocar y acariciar agradecida sin protestar más.

- Eh  a esta zorra parece que le gusta que la soben,…… vamos a ver aquí abajo. ¿No te digo?, la tetona está mojada como una puta……. Ven preciosa, le dijo a Hanna arrancándole la mordaza ven aquí que te vamos a hacer unas fotos antes de follarte.

Mientras le hacían fotos a Hanna el de la recepción se puso a acariciar también a Patricia mientras le quitaba a su vez la mordaza. Patricia tenía unas tetitas pequeñas de adolescente pero en ese momento estaba totalmente empitonada ante los lúbricos tocamientos de ese tío.

- Esta también está muy caliente dijo metiéndole el dedo en la raja.

- AAAAHHHH

- No me extraña, ya te he dicho que son dos lesbianas masoquistas, el juez nos ha mostrado las fotos que se sacaban mientras hacían guarradas entre ellas, además mira sus tatuajes, mira lo que pone.

- “Zorra masoquista”, joder, lo pone claramente, ¿qué les enseñan hoy en día  en el colegio?......

- No lo sé pero cuando las hemos detenido ni siquiera han llorado y  luego las ha azotado el director en nuestra presencia….Yo diría que les ha gustado y todo…..  

- O sea que te ha gustado, ¿y esto también te gusta zorra masoquista?, y diciendo esto se puso a retorcerle los pezones.

Patricia cerró los ojos y abrió la boca como si fuera a gritar  pero no salió ni un sonido de sus labios.

- Joder, sí que parece que le gusta, y también  te gusta lamer coños, ¿no?, pues aquí vas a tener hasta hincharte.

- Me gustan más la pollas, dijo ella descaradamente  acariciándole la entrepierna con su rodilla. ¿Van a violarnos ahora?

Los guardias se quedaron petrificados al oír eso, pues Patricia parecía que lo pedía en lugar de preguntarlo.

- Creo que en tu caso no será una violación, ¡toma!, para que aprendas a estar calladita

- AAAAYYYY

Y el tío le dio un fuerte palmetazo en el trasero que le dejó la mano marcada.

Tras fotografiar también a Patricia completamente desnuda en primer plano y de cuerpo entero, los guardias se llevaron de los pelos a las dos nuevas reclusas a la habitación de despioje.

Patricia pasó la primera por la silla ginecológica donde el médico de la prisión analizaba a las nuevas prisioneras en sus partes íntimas. A la chica le ataron a la silla de piernas y brazos con unas correas de manera que tuviera que mantener las piernas en alto y bien separadas.

De pronto el presunto médico  de la bata blanca se sentó delante de ella y le metió sin consideración un espéculo de frío metal en el coño

- AAAYYY

- Calla puta y aguanta , le dijo el médico mirando  ahí dentro.

Mientras inspeccionaba a su amiga, el tío de la recepción seguía sobando a Hanna sin dejar de toquetearle las tetas, el culo  y entre las piernas sin que ella protestara ni se resistiera.

- Yo creo que estas dos están pidiendo guerra. Hay tiempo hasta que vengan los verdugos a buscarlas, así que nos vamos a divertir un buen rato con ellas. Así que te  llamas “puta anal”. ¿Tienes el culo entero cariño? Y diciendo esto le metía los dedos entre las nalgas buscando su orificio pequeño.

- Soy,… soy virgen, dijo ella gimiendo de placer y sin resistirse a la intrusión de los dedos de ese tipejo.

- Menudo milagro, pues las dos vais a dejar de serlo ahora mismo.

En ese momento las chicas se dieron cuenta de que estaban rodeadas por diez hombres, los cuatro guardias que las habían detenido, otros cuatro más, el de la recepción y el médico. Todos ellos las miraban como depredadores a una presa aunque también estuvieron a punto de darse de tortas a ver quién las violaba primero.

Los cuatro guardias que las habían ido a detener al colegio pretendían tener preferencia, pero lógicamente los demás no lo admitieron y estuvieron a punto de llegar a las manos. Para solucionar el conflicto tuvo que intervenir el de la recepción que parecía tener un poco de ascendiente sobre los demás.

El tío propuso echar a suertes a ver quién y por dónde empezaban a violarlas así que se lo rifaron a cara y cruz.

Para cuando el médico terminó de inspeccionarlas ya lo tenían todo preparado para empezar la orgía así que formaron un  grupo de cinco con cada una. No obstante antes de empezar, les hicieron follar un rato a una con la otra entre risas y nalgadas.

Espoleadas por los golpes y patadas en el trasero las chicas se acercaron la una a la otra y empezaron besándose tímidamente mientras los guardias les silbaban y animaban.

- Así, así, cómele la boca a tu novia, “puta anal”. Al principio las chicas se besaron torpemente intentando esquivar las patadas, pero pronto cerraron los ojos y se dieron varios morreos a tornillo con los ojos cerrados.

Los hombres las dejaron en paz e incluso callaron expectantes ante el lúbrico espectáculo.

Las dos estuvieron varios minutos dando ese espectáculo lésbico a esos pervertidos, luego Patricia se inclinó y  le empezó a lamer las tetas a su amiga para regocijo de ellos e incluso llegó a  succionarlas con los ojos cerrados y disfrutando intensamente. Hanna a su vez recibía las caricias de su amiga con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Los tíos tenían sus pantalones a estallar.

Finalmente un guardia más impaciente que los demás obligó a la morena a arrodillarse cogiéndola de los pelos y Patricia acabó con la cara metida entre las nalgas de Hanna lamiéndole el culo y el coño.

- Menuda zorra, mirad cómo le come lo de atrás.

Mientras Patricia se afanaba en lamerle entre las nalgas la otra se inclinaba hacia adelante y levantaba una pierna para facilitarle el trabajo. Tras prepararle y lubricarle bien los orificios cambiaron de lugar y entonces fue Hanna la que le hizo un largo cunnilingus a Patricia.

Cuando creían que habían hecho suficiente el amor entre ellas dos grupos de cinco tíos las separó, rodeó a cada una de ellas y les obligaron a chupársela entre puntapies y bofetadas.

En cierto modo, como les había dicho el de la recepción eso no fue exactamente una violación pues las chicas no se resistieron en absoluto sino que felaron todas las pollas que tenían por delante por propia voluntad y sin que les insistieran mucho.

Lo que sí fue es un gang bang en toda regla pues los guardias las trataron con bastante brutalidad y no les ahorraron bofetadas, nalgadas, escupitajos y meadas en la boca.

Tras un buen rato de sólo mamadas las empezaron a penetrar en el suelo. De hecho a ambas les hicieron una doble penetración bastante brutal de modo que gritaron de dolor al perder su virginidad por los dos orificios.

A Hanna y Patricia las estuvieron follando brutalmente esos diez hombres durante cerca de dos interminables horas en las que para su desgracia ellas no pudieron experimentar  ni un solo orgasmo. Para cuando llegaron los verdugos a buscarlas, los guardianes les estaban echando todo encima en un espectacular bukkake.

- Eh dejad algo para los demás, dijo uno de los verdugos ¿habéis visto cómo las habéis dejado?, están llenas de esperma.

Al principio las dos chicas apenas pudieron ver a los verdugos con todo eso delante de los ojos pero sintieron un escalofrío cuando se dieron cuenta que venían cuatro de ellos. Los verdugos venían desnudos menos por unas botas, correajes, calzón de cuero, unos capuchones en la cabeza y armados con látigos y grilletes.

- Venga vosotras, levantaos, se ha acabado lo bueno.

Las chicas se levantaron desorientadas mientras los guardias se apartaban de ellas.

- Puaff, están cubiertas de lefa y de orines, ¿nos las vamos a llevar así?, podríamos darles un manguerazo.

- Tengo una idea mejor, que se limpien la una a la otra a lametones.

- Si ja, ja, hay que ahorrar agua, tienes razón.

- Venga, ya habeis oído, tú “zorra masoquista” empieza a limpiar a tu compañera de semen, luego te lo hara ella a ti.         

Las chicas se quedaron impresionadas por la llegada de los verdugos vestidos de esa guisa y no obedecieron a la primera.

- SShhhacckk

- AAAYYY

Eso le valió a Patricia un sonoro latigazo en el culo

- Vamos, ¿no me has oído?, que le limpies con la lengua.

- Sí, si señor

Esta vez sin demora Patricia obedeció y empezó a lamer a su compañera, empezó por su cara y se la dejó limpia de meados y esperma, luego siguió por sus tetas mientras Hanna se quedaba completamente quieta.

- Mírale cómo le chupa, je, je, se nota que le gusta el sabor de la lefa.

- No me extraña y mírale a la otra cómo disfruta, qué par de zorras tengo ganas de empezar con ellas.

- SSSShhacck, shhacck

- AAAYY, AAAYY

El tipo les dio un latigazo a cada una.

- Vamos chupa, que no tenemos todo el día

Patricia siguió y siguió espoleada por los latigazos y después de chuparle las tetas un poco más de la cuenta, continuó por el ombligo, el chocho y las piernas.

- Eh por detrás también, chúpale bien la espalda y el culo, le dijo dándole un puntapié.

- Sí, sí señor, dijo Patricia y le chupó por detrás como le ordenaban.

Luego le tocó el turno a su compañera y al final las dos quedaron los suficientemente limpias como para que los verdugos consideraran empezar a atarlas. Para ello las cargaron de cadenas con pesados grilletes de hierro en cuello, brazos y tobillos. Luego unieron entre sí los grilletes con cadenas de gruesos eslabones de manera que las dos chicas quedaron en una misma recua.

Mientras las cargaban de cadenas las jóvenes miraban inquietas a los verdugos.

- ¿A dónde nos llevais?, ¿qué vais a hacer con nosotras?

No te impacientes puta anal, en seguida lo vas a ver, ja, ja, ja.

Por ahora es mejor que las dos estéis calladitas y diciéndoles esto las amordazaron con cinta aislante. Eso sí, antes de taparles la boca embadurnaron unos trapos en los charcos de pis y semen  del suelo y haciéndolos una bola les obligaron a metérselos en la boca entre risas y burlas.

Una vez formada la recua con las dos nuevas esclavas se las llevaron de allí a latigazos lenta y torpemente camino de las cámaras de tortura.

Mientras caminaban hacia ese lugar de dolor y sufrimiento, las dos chicas pasaron por los mismo sitios que habían recorrido Alina y Yulia en su primera visita a la prisión de modo que pudieron ver cómo decenas de guardias abusaban de las presas. Probablemente ahí empezaron a ser conscientes Hanna y Patricia del giro radical que había dado su vida en pocas horas, pues de colegialas habían pasado a esclavas seguramente para el resto de sus vidas.

Sin embargo, la mayor impresión se la llevaron cuando accedieron al pasillo donde se encontraban las cámaras de tortura. Ver esos tétricos carteles y todas esas jaulas llenas de mujeres desnudas les hizo dudar y recular de manera que los verdugos tuvieron que insistir con el látigo.

- Vamos, caminad putas, ya falta poco, les dijeron, mientras les repartían de latigazos en las nalgas y las piernas.

Las dos nuevas no tuvieron que esperar turno pues los verdugos habían mantenido libre la cámara de tortura n. 3  para lo que quisiera el  señor juez. Una vez las metieron dentro, los verdugos fueron muy diligentes  y colocaron a las dos muchachas sobre  los ingenios donde iban a sufrir  tormento en las próximas horas.

Estos consistían en sendos caballetes con cuña hacia arriba situados sobre una solida barra de hierro vertical. Eran parecidos a los que el alcaide tenía en la Cámara de Tortura de abajo pero más pequeños y tecnificados. Además en la parte inferior de la barra vertical había otra transversal  con dos grilletes en los extremos para colocar los tobillos de las reas.

Una vez cabalgando sobre las cuñas, los verdugos les mostraron que accionando un pedal podían subir el travesaño horizontal hacia arriba lo que obligó a las chicas a poner los pies de puntillas mientras la cuña presionaba contra su sexo.

- MMMMHHH, MMMMHHH

- ¿Estáis cómodas? Se burlaban los verdugos ante los primeros signos de incomodidad y dolor en la entrepierna. La única manera que tenían las chicas de aliviar la presión sobre su sexo era ponerse de puntillas pero eso a su vez eso les provocaba tremendos dolores en los dedos de los pies. No les quedaba más remedio que elegir entre uno y otro tipo de  sufrimiento.

Una vez en esa postura y aprovechando que estaban inmovilizadas, los verdugos empezaron a abusar de ellas, así les acariciaban y besaban por todas partes aprovechando que estaban maniatadas.

- Mira qué tetas tiene esta de aquí decía uno de los verdugos acariciándoselas a Hanna. Tienen una forma perfecta, además seguro que las tiene muy sensibles.

- Y si no es así podemos sensibilizárselas con esto.

Y sacando un gato de colas de cuero empezó a darle latigazos insistentemente en los dos pechos.

- MMMHHH, MMMMMHHH

- Sí que son sensibles sí, mira cómo se le ponen los pezones,  dale un poco más.

-MMMMMh

- Y tú “zorra masoquista” no te preocupes que también hay para ti.

- MMMMMHHH

Las dos chicas sufrieron las sádicas atenciones de sus verdugos que en espera del juez no les ahorraron una larga serie de martirios: latigazos en las tetas, golpes de caña en los muslos y en los pies, descargas eléctricas con la picana y cera caliente por todo el cuepro. Incluso en cierto momento les empezaron a quemar con las propias velas colocándolas bajo los pechos o bajo las plantas de los pies.

Las dos chicas gritaron y lloraron durante su larga tortura como dos posesas, pero los sádicos verdugos no pararon ni por un momento de martirizarlas.

Cuando llegó el juez y  miró el panorama por el ventanuco pudo ver que a las dos chicas les habían puesto unas dolorosas pinzas en la punta de los pechos.  De cada pinza colgaban ya dos pesos de plomo de modo que los pezones quedaban dolorosamente deformados y tirantes. Asimismo las muchachas tenían su blanca piel cubierta de latigazos rojizos que formaba una desordenada trama sobre sus cuerpos.

Al ver que era el juez los verdugos le dejaron pasar.

- Muy bien, dijo el juez al ver las caras de las dos colegialas cubiertas de lágrimas secas, veo que os habéis divertido con ellas pero ahora quiero que salgáis los cuatro.

- ¿Está seguro señor juez?

- Sí, yo también me quiero divertir un poco.

- De acuerdo, cuando se marcharon el juez cerró por dentro y se quedó un rato mirándolas.

- Vaya, parece que hay cierta diferencia entre esos juegos sadomasoquistas que os traéis y pasar un rato con cuatro verdugos del penal, ¿no os parece?.   De seguido les quitó las mordazas.

Las dos muchachas se vieron libres por fin de ese asqueroso trapo pringado de meados, sin embargo con la boca libre  ninguna de las dos emitió ninguna protesta sino que se mantuvieron con los ojos bajos.

- No decís nada ¿verdad zorras?, seguro que os ha gustado y todo lo que os han hecho

Ellas siguieron sin responder esperando el siguiente castigo del juez.

Este se acercó a Hanna y jugueteó con las bolas de plomo que colgaban de su pezón derecho..

- AAAYY, la chica se retorció de dolor.

- Duelen, ¿verdad zorra? ¿Nunca te habían puesto unas de estas?.

Hanna negó con lágrimas en los ojos.

- Y seguro que te gusta la sensación, pero veremos que pasa si os cuelgo más de estas bolas de plomo.

Y cogiendo una caja llena empezó a colgarles una tercera bolita de esas tanto a Hanna como a Patricia.

- AAAAYYYY

- AAAAAAHHH

Evidentemente las bolitas hacían suficiente peso para seguir estirando su pezones hacia el suelo. Las chicas se los miraban completamente deformados como pellejos informes de los que procedía un indecible dolor, sin embargo no pidieron piedad.

- El juego consiste en lo siguiente, yo voy poniendo bolas de éstas hasta que el peso sea tan grande que se suelten las pinzas y caigan al suelo. A la que le ocurra eso le bajo del caballete, la otra se queda como está. ¿De acuerdo?

Y sin decir más les empezó a poner la cuarta bola, primero en la teta derecha de Hanna,  luego en la derecha de Patricia y así sucesivamente.

Las dos chicas gritaban como locas y sus gritos eran como música celestial en los oídos del juez.

- IAAAAAA, no más por favor.

- No siga….se van a reventar.

- Vaya, parece que ya no os gusta tanto, ¿No queriais dolor?, pues aquí lo tenéis, disfrutad zorras.

A la sexta bolita la pinza se soltó dolorosamente de la teta derecha de Hanna y ella soltó un agudo alarido, entonces el juez le puso la sexta bola también en la teta izquierda y ocurrió lo mismo cayendo al suelo con gran estrépito.

Hanna se puso a llorar desconsoladamente.

- Aquí tenemos a la ganadora.

La chica seguía llorando a moco tendido

- Pobrecita, tienes los pezones deformados, pero enseguida te los masajeo. Y de la misma se puso a retorcerlos con los dedos.

- AAAAYYYYY, NNOOOOO AAYYY Dejemelos, duelen mucho.

- Ja, ja, claro que duelen, dijo mientras seguía retorciéndolos entre sus dedos, pero más le duelen a tu amiga que se va a quedar así por el momento.

Patricia tenía el gesto crispado y dudaba entre seguír aguantando o agitar los pechos a los lados para que se soltaran las pinzas. Pero eso también dolía como el demonio así que se quedó quieta como estaba temblando como una hoja.

- Muy bien, ahora vamos a hablar claro, vosotras sois culpables de haber pervertido y degradado a mi sobrina Rebeca y vais a pagar por ello.

Ellas no respondieron, de sobra sabían por qué estaban allí y que eso era verdad.

- Quiero que sepáis que os hemos descubierto precisamente gracias a mi sobrina

Las dos se miraron entre sí con sorpresa, ¿cómo podía….?.

- Nos dijo que tenía fotos compremetedoras de vosotras en su teléfono móvil y resulta que era cierto.

- Sera guarra, dijo de repente Patricia con rabia, la mosquita muerta…..

El juez se fue hasta ella y le retorció las pinzas de los pezones.

- AAAAAYYY

- Lavate la boca para hablar de mi sobrina, ¿te enteras?

- Sí, sí señor, perdóneme

- Bueno querida, dijo volviéndose a Hanna, tú has ganado el campeonato de las bolas y por eso te voy a liberar de la cuña como te he prometido.

Y diciendo esto accionó el pedal que permitía bajar la cuña, de manera que  ella pudo al fin pisar con la planta de los pies.

- Muchas gracias señor juez, no podía más.

- No te apresures a darme las gracias porque me lo vas a agradecer ahora mismo.

Diciendo esto le ayudo a descabalgar del pony y la obligó a arrodillarse para que le chupara la polla.

- Empieza a agradecerlo como tú sabes, y mientras Hanna le hacía la mamada, el juez cogió un látigo y se puso a azotarla en la espalda. A pesar del dolor de los latigazos la joven siguió y siguió mamándosela.  En un momento dado en lugar de a ella el juez empezó a fustigar  a  Patricia en las tetas haciendo balancearse dolorosamente las dichosas bolitas entre gritos de dolor y lo hizo hasta que consiguió eyacularle en la cara a Hanna.

Estaba la chica limpiándole las gotas de semen cuando por fin las pinzas de Patricia se le soltaron de golpe estrellandose contra el suelo.

- AAAYYYY

Patricia gritó también muy fuerte pues por un momento pensó que se le habían desgarrado los pechos.

- Vamos zorra, le dijo a Hanna cogiéndola de los pelos, ahora vas a ir donde tu amiga y le vas a morder los pezones hasta que vuelvan a su forma.

Hanna obedeció inmediatamente y se puso a morder los pechos de Patricia.

- No, no, ¿que haces? , DIIIOOOOOSSS que dolor, NO MUERDAS hija de…

- Muy bien dijo el juez mientras volvía a azotar a Hanna en el culo, y ahora el otro.

- NOO, cabrona, dejámelas, DEJAME……

- Así muy bien y ahora reconciliate con tu amiga mientras te follo, y el juez se empezó a follar  a Hanna por detrás mientras ésta se besaba con Patricia.

En realidad las dos tías estaban ahora disfrutando tanto del dolor como del sexo y se besaban entre lágrimas en una especie de extasis masoquista.

Tras eyacular dentro de la vagina de Hanna el juez soltó también a Patricia y les ordenó a las dos que se arrodillaran en el suelo. Antes de hablar se deleitó un momento de su sumisión.

- Ya veo que sois dos masocas de cuidado, puede que estos juegos os gusten. Sin embargo, por experiencia sé que hasta las sumisas más masoquistas tienen un límite, precisamente dentro de un momento os voy a llevar a que veais lo que les están haciendo a dos gringas interrogarlas y eso no os va a gustar tanto.

Las  dos chicas se miraron entre sí.

- Vuestro crimen se paga con hasta 5 años de prisión pero yo puedo disminuir significativamente esa condena e incluso dulcificar vuestra vida en el penal.

Las chicas cambiaron el gesto pero no se hicieron ilusiones.

- ¿Y, y qué quiere a cambio?, preguntó Patricia.

- Ya os lo explicaré, aunque cuando sepáis lo que quiero no creo que tengáis muchos reparos en hacerme un pequeño favor.  De todos modos, ahora quiero que me acompañeis a otro lugar. El juez les permitió levantarse del suelo y abrió la puerta de la mazmorra. Adelante, vosotras primero.

Esta vez las chicas pudieron caminar libres de cadenas sólo con las manos esposadas a la espalda y sin mordaza. El juez acompañó a las amigas de Rebeca hasta los dominios de Matías donde en ese momento seguía el largo interrogatorio de Alina y Yulia.

- Buenas tardes señor juez, dijo Matías mirando con deseo a las dos chicas desnudas mientras abría la pesada puerta. Cada día me las traen más jóvenes.

Las dos muchachas miraron a Matías con repulsión y Hanna reculó cuando el enano intentó echarle la mano encima.

- No te relamas todavía que a estas dos no las vas a catar Matías, sólo vienen de visita. ¿Cómo va allí abajo?

- Un poco cansado la verdad, hoy llevan con esas dos gringas  desde esta mañana y sinceramente no creo que puedan confesar mucho más, yo creo que es el alcaide que sólo se quiere divertir con ellas.

- Seguramente Matías, pero si sigue torturándolas de esa manera no le van a durar mucho.

- ¿Por qué no me deja a éstas un rato, señor juez?, desde que se marchó su sobrina el alcaide tiene acaparada a Alina día y noche, y Sánchez a la rubia, ahora lo único que  hago es hacerme pajas mientras les dan tormento.

Las chicas miraron alarmadas al juez pidiéndole con los ojos que no las dejara con semejante adefesio.

- No desesperes Matías, cuando estas dos sean condenadas te las mandaré ahí abajo unos días…….. Eso si no hacen lo que les digo.

Y esto se lo dijo mirandolas con complicidad.

El grupo bajó hasta la cámara de tortura y justo delante de ella dijo el juez.

- Pensad que esto es lo que os espera a vosotras si no me obedecéis.

- Sí, sí señor, contestaron ellas sumisamente.

Cuando abrieron la puerta de la cámara de tortura y las chicas vieron lo que había dentro un escalofrío de terror recorrió sus jóvenes cuerpos.

En este caso Alina y Yulia estaban siendo torturadas juntas por enésima vez en un aparatoso instrumento. Este consistía en  una gran rueda de madera de tres metros de diámetro que daba vueltas. Las dos chicas estaban atadas a la rueda por la parte de fuera con la espalda y las piernas dobladas y adaptadas a la curvatura exterior de aquélla.

Bajo la rueda había una gran bañera metálica llena de agua de manera que cuando la prisionera pasaba por la parte inferior de la rueda lo hacía también bajo el agua. De hecho si paraban la rueda en ese momento la podían dejar sumergida todo el tiempo que quisieran mientras la otra quedaba por encima del agua.

Por si eso fuera poco, Sánchez había colocado un electrodo en la bañera mientras que el otro electrodo lo tenía el propio alcaide en un bastoncillo metálico de punta esférica con el que tocaba repetidamente la anatomía de la prisionera que en ese momento estaba fuera del agua.

En ese momento, debido a la súbita interrupción pararon por un momento la tortura.

  

El alcaide tenía los ojos inyectados en sadismo y lujuria. Siempre le pasaba cuando torturaba personalmente a las prisioneras, sin embargo, cuando vio que le traían dos más por un momento pensó que eran nuevas víctimas para su propio deleite.

- Tranquilícese, señor alcaide, dijo el juez al percibir su excitación, a estas dos me las voy a llevar pronto.

- ¿Son las amigas de su sobrina?, dijo encantado de verlas así.

- Sí

- Veo  que las han torturado ya.

- Sí, pero ha sido muy liviano y creo que les ha gustado y todo…… en el fondo son como mi sobrina. Ahora las traigo aquí para que vean lo que es una sesión de tortura de verdad y sepan lo que les espera si no cumplen mis órdenes.

- Pues si  son como su sobrina no creo que sirva de nada.

- Eso lo veremos, vosotras dos arrodillaos y no perdais detalle, vamos alcaide, continue con lo que estaba haciendo.

- Encantado juez, la rueda siguió rodando y Yulia salió del agua totalmente empapada, tosiendo y escupiendo. En cuanto pudo tomar un parde bocanadas de aire vio al sádico alcaide con el bastoncillo en la mano y empezó a gritar histérica, pero no le valió de nada pues el alcaide se puso a tocarle con el bastoncillo electrificado en las dos tetas haciéndole temblar incontroladamente.

Hanna y Patricia se miraron aterrorizadas y luego miraron como a la rubia Yulia se le salían los ojos de las órbitas y le temblaba involuntariamente la mandíbula. Cuando terminó de administrarle la descarga Yulia tenía los ojos en blanco .

- Piedad, más no, por lo más queráis….balbució

A una señal del alcaide la rueda se puso en movimiento y la que salió debajo del agua fue Alina. A ésta le puso el bastoncillo en el ombligo y la entrepierna.

- ¿Hareis lo que os digo? Les dijo el juez triunfante, y ellas se apresuraron a afirmar muy nerviosas viendo como temblaba incontroladamente la morena.

(continuará)

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El Penal de los Lamentos (12)

El Penal de los Lamentos (11)

El Penal de los Lamentos (10)

El Penal de los Lamentos (09)

El Penal de los Lamentos (08)

El Penal de los Lamentos (07)

El Penal de los Lamentos (06)

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El Penal de los Lamentos (04)

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El Penal de los Lamentos (02)

El Penal de los Lamentos (01)

Paraíso de Masoquistas (y 18)

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Paraíso de Masoquistas (04)

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Paraíso de Masoquistas (02)

Paraíso de masoquistas (01)

El Mariscal del Infierno (y 11)

El Mariscal del Infierno (10)

El Mariscal del Infierno (09)

El Mariscal del Infierno (08)

El Mariscal del Infierno (07)

El Mariscal del Infierno (06)

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Silvia la sádica (13)

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El secuestro de mi mujer

Club X (y 3)

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Club X (01)

Castigo de dos novicias impuras (y 5)

Castigo de dos novicias impuras (4b)

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Sakura y el Señor Ito (5)

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Campo de Concentración para Esclavas (14)

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Campo de concentración para esclavas (13)

El Sacrificio

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Alba (6)

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Este profe sí que sabe

Vacaciones de Semana Santa (y 5)

Vacaciones de Semana Santa (4)

Sadismo en el internado

Quien tiene una amiga tiene un tesoro (y 04)

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Model Call (02)

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Esclavas Crucificadas (8 y final)

El Capitán Trueno. Sigrid en peligro

Esclavas Crucificadas (7)

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El Museo (6 y final)

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Otra vez Heidi

El Museo (4)

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