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Valentina, la chacha desnuda (12)

en Dominación

Una vez en la cámara de tortura, Markus propuso empezar con la “percha del loro”.

- ¿Qué es eso?, preguntó Tom.

- Es algo muy fácil pero efectivo, ya verás. Sólo necesitamos dos sillas un palo largo y sólido y dos pares de esposas.

Efectivamente ese método de bondage era tan sencillo que en pocos minutos habían colocado a Valentina en la percha del loro.  La chica colgaba hecha un ovillo con tobillos y muñecas atados entre sí y basculando con su cuerpo en torno a un eje horizontal que perforaba el orificio existente entre codos y rodillas.

Markus sonrió con sadismo al verla así totalmente indefensa y con el culo ofrecido y dispuesto  para sufrir toda clase de torturas. Valentina exhibía abiertamente entre sus nalgas los labios vaginales que tenía completamente depilados y otra vez  brillantes de fluidos. Era evidente que a pesar de su terror, la chica  estaba muy excitada.

Entonces Markus le acarició el esfínter del ano lo cual hizo que la joven se sacudiera incómoda.

- Aún tienes sensible el ojete, ¿verdad preciosa?, ja, ja, no me extraña después de lo que te hice ayer. Tu chacha tiene un culo tieso como una niña Tom, da gusto encularla.

- Ya lo sé, ¡a quién se lo has ido a contar!, yo fui el primero en petárselo y te aseguro que fue una gozada.

- Oye Tom, por cierto ¿dónde está el teléfono móvil de tu criada?

Ante esa pregunta la joven abrió los ojos como platos.

- ¿Teléfono móvil?, ¿Qué teléfono móvil? Contestó Tom.

- No sé,…en fin,  todo el mundo tiene un teléfono móvil, imagino que ella también.

En ese momento, Tom se dio cuenta de algo en lo que no había reparado. Los primeros días Valentina traía móvil pero luego cuando se instaló en la casa ya no había vuelto a verlo,…. Markus tenía razón tenía que andar por allí. No obstante no entendía qué utilidad podía tener.

- ¿Para qué lo quieres?, preguntó a Markus.

- ¡Hombre!,…. es obvio,…. lo necesitamos para atraer a la hermanita a una trampa y así me la podré llevar prisionera a mi granja de cerdas ya que no me quieres alquilar a ésta.

Valentina estaba cada vez más alarmada por lo que oía.

- Sí zorra, lo que oyes, y como sólo tiene dieciocho años por lo menos nos durará cuatro o cinco años como esclava antes de venderla a los otros granjeros. A mis hermanos les va a encantar.

Valentina empezó a negar desesperada.

- Joder, no se me había ocurrido, dijo Tom, ¡qué buena idea!.

- Tienes mucho que aprender, ¿y el móvil?

- Pues ahora que lo pienso si de verdad lo tiene aún estará en el cuarto que utiliza para vestirse, pero como te digo, yo no lo he visto.

- Venga vete a por él y busca bien, seguro que esta zorra lo ha escondido.

- Ahora vengo.

- NOOO, NOOOO, NO hay ningún teléfono, no tengo móvil, no tengo móvil.

Valentina negaba  y negaba histéricamente, pero eso le dio igual a Markus que también abandonó la cámara de tortura y dejó sola a la muchacha.

Ella siguió gritando pero al hacerlo sólo se delataba a sí misma,

A Tom le costó un buen rato dar con el móvil de Valentina pero estuvo de vuelta en un cuarto de hora, efectivamente traía con él un teléfono que se había quedado sin batería, por lo cual lo conectó inmediatamente a la red. Sin embargo, no pudo encenderlo pues le faltaba la clave de acceso.

- Joder, me ha costado un triunfo encontrarlo zorra. ¿Cuál es la clave?

Pero Valentina se negó a darle esa información.

- ¿Por qué no me dijiste que tenías el movil en casa?, ¿con quién hablabas estos días?

- Con nadie, señor, de verdad, lo dejé en el cuarto cuando vine el último día y allí se quedó, por eso se ha quedado sin batería.

- Ya, y entonces, ¿por qué lo escondiste en la cisterna del baño?, no sé, todo esto me parece muy sospechoso, creo que me estás engañando.

En esto apareció Markus y los dos se quedaron mudos de asombro.

Al contrario que Tom que sólo era un aficionado al BDSM, Markus era un torturador profesional al que faltaba muy poco para llegar a sicópata.

De hecho el tipo traía un extraño disfraz. Venía vestido de latex negro, capuchón de verdugo incluido que le dejaba la cara al aire,  además traía un mandil  de herrero largo hasta los pies y unos guantes que le llegaban casi hasta los codos, también de latex. Ese era su uniforme de tortura. Al parecer  Markus había visto la película “Hostel” y le molaba el uniforme que llevaban algunos verdugos por lo que quiso imitarles. En las sesiones de tortura de esclavas sus hermanos también usaban disfraces similares  con máscaras a cuál más terrorífica.  Eran máscaras eran hasta cierto punto ridículas, con cuernos y rostros bestiales pero que conseguían  a acojonar sus víctimas. El hombre traía además un maletín con el instrumental que iba a utilizar en el cuerpo de la mujer como si fuera un cirujano.

Al verlo así la pobre Valentina tembló de miedo y perdió el control de sus esfínteres hasta el punto de que estuvo a punto de mearse encima.

- Hombre, veo que has encontrado el móvil de la chacha, ¿qué te dije?, seguro que ahí dentro encontramos el número de la hermanita y hasta fotos de ella, ja,ja.

- No, no es cierto creo,… creo que se borró la información, sí se estropeó, se mojó en la cisterna  y desapareció todo….

Pero Valentina era tan poco creíble que ya no le hacían ni caso.

- Dime pequeña dijo Markus mientras abría el maletín y colocaba los instrumentos de tortura sobre una mesa. ¿Cómo se llama tu hermanita pequeña?. Lo digo más que nada para no equivocarme de nombre  cuando folle con ella o la crucifique, ja, ja.

- ¿Hermana pequeña? ¿Por qué sabes que su hermana es más joven que ella? preguntó Tom extrañado.

- Tiene 18 añitos recién cumplidos, Tom, me lo confesó ayer ella misma. Menuda imbécil, ja, ja.

Valentina negaba con lágrimas en los ojos pues efectivamente había sido muy tonta al confesar tan fácilmente lo de su hermana.

Entre tanto podía  ver malamente lo que Markus iba  depositado encima de la mesa. Como decimos aquello podía ser tanto el maletín de un cirujano como el de un dentista pero en realidad era el de un verdugo y su misión era administrar dolor.

- Bueno preciosa, le dijo mostrándole un torno de dentista  que sostenía con su guante de latex, ahora sólo tienes dos opciones, o nos das por las buenas la clave de tu móvil o te torturamos hasta que nos la des, tú eliges.

- No, no, dijo ella sin poder apartar los ojos del torno, nunca, nunca  os la daré.

- Tú verás muñeca, pero nos podemos pasar días sometiéndote a torturas que ni siquiera te imaginas y al final no dudes que terminarás por decírnoslo. He hecho esto muchas veces.

- Oye Markus, dijo Tom, igual no hace falta esto, yo conozco a un tío que nos puede ayudar en eso de la clave del móvil.

- Ya pero así es más divertido y además aprendes, mira, vamos a dejar los dientes de tu sirvienta para más tarde, por ahora vamos a empezar con algo suave: el bastinado, y cogiendo una porra de goma empezó dándole con toda la fuerza en la planta de los pies.

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

- Ja, ja, ¿oyes como grita?, vamos dime la clave zorra.

- NOOOOO

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

- La clave, dime la clave  o te despellejo los pies.

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY. POR FAVOOOOR

Valentina nunca había experimentado ese dolor tan intenso en los pies no dejaba de llorar desesperada mientras ese tipo castigaba sus plantas, sin embargo resistió el tormento por su querida hermanita.

El verdugo se pasó un buen rato dándole caña y tras más de treinta golpes con la porra de goma Markus la cambió por una vara de avellano.

Antes de seguir con los pies de la chica la hizo zumbar un par de veces en el aire.

- Vamos pequeña, no vas a poder resistirlo, así que dame la clave y te dejo en paz.

Por toda respuesta Valentina apretó los labios tratando de asimilar el dolor de sus pies.

- Muy bien, tú lo has querido,  y Markus volvió otra vez a la carga pero ahora junto a la planta de los pies le daba también en el culo y en los muslos con toda su fuerza.

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY…

- Como ya te dijo Tom ayer, aparte de la cruz, allí en la granja tenemos una cámara de tortura mucho más completa  que ésta, parece sacada de un museo de la inquisición, ja, ja, ya verás las cosas que le vamos a hacer allí a tu hermanita en cuanto nos des la clave.

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY…

- NO, NUNCA OS LO DIRÉ MI HERMANA NO, NOOOO

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY…

Tras el décimo golpe Valentina empezó a suplicar llorando.

- BASSSTAAA, BAAAAASSTA, POR FAVOR, NO PUEDO MÁS

- ¿Qué no puedes más, pero si apenas hemos precalentado zorra, toma.

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

Y siguió la larga letanía del interrogatorio, la pobre sirvienta gritaba como una loca colgando indefensa de ese palo y sin poder hacer nada por evitar ese martirio.

Entre tanto, Tom empezó a interesarse por los otros instrumentos de tortura que había sobre la mesa.

- Oye ¿qué es esto? le dijo a Markus  jugueteando con un objeto de metal en forma de pera que tenía un elegante tornillo en el mango decorado con una especie de cruz de malta. Tom había accionado el tornillo pero no terminaba de entender.

- Es la pera de la angustia, esa que tienes en la mano es una pera anal y esa otra más grande es una pera vaginal, dos instrumentos de tortura medievales. Mira  voy a aprovechar para explicarle a tu criadita cómo funcionan, igual se caga de miedo y nos dice la clave.

Y Markus dejó la vara y  se arrodilló junto a la cara de la joven para mostrarle la pera anal a su llorosa víctima. Así con estudiada crueldad le explicó su funcionamiento.

- ¿Ves esto preciosa?, es para meterlo por el agujerito del culo y cuando esté dentro no hay más que dar vueltas al tornillo. Y diciendo esto le mostró cómo el diabólico objeto se abría en cuatro pétalos de metal hasta formar los radios de una circunferencia de diez centímetros de diámetro. ¿Te imaginas qué dolor?.

- NOOOOO, POR FAVOR, ESO NO, PIEDAD.

Valentina se puso a llorar como una niña pues entendió perfectamente lo que le esperaba.

- Ja, ja, no habrá piedad puta,  así que si quieres escapar al tormento ya sabes lo que tienes que decirnos: la clave.

- No, no se lo diré, ¿me oye?, no se lo diré por mucho que me torture, y de la misma la joven se arrepintió de esa inútil muestra de valor pues se echó a llorar.

- Bueno eso ya lo veremos y Markus dejó la pera anal por el momento y le volvió a dar varazos en el culo con toda su mala leche.

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

- Dame la clave, zorra,  dame la clave si no quieres que te arranque a latigazos la piel del trasero.

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

- Oye por cierto, esta zorra grita muy fuerte, no hay riesgo de que vengan los vecinos a molestar ¿no?.

- Tranquilo Markus, el garaje está perfectamente insonorizado.

- Bueno, siendo así.,… seguiremos con el tratamiento.

PLLAAAAASS

- AAAAYYYYYY

Valentina estuvo recibiendo varazos durante cerca de una hora y sólo entonces Markus decidió cambiar de tercio. Así se acercó a ella y acariciando su rostro mojado de lágrimas  hizo sonar una caja de alfileres metálica.

- ¿Sabes lo que tengo aquí?

Ella le dijo que no con la cabeza

- Pues si sigues siendo mala me vas a obligar a usarlo ¿Me vas a decir la clave de una puñetera vez?

- NOooooo.

- Pues entonces reza lo que sepas, le dijo mostrándole su contenido.

En aquella caja debía haber doscientos alfileres de metal finísimos y el bestia de Markus se los clavó casi todos a la bella Valentina uno tras otro sin ninguna piedad por sus gritos ni berridos.

Antes de usarlos con ella, el tipo los calentaba sobre una vela y cuando estaban calientes los clavaba en la carne. Primero empezó en las nalgas y fue clavando  un alfiler tras otra hasta que el trasero de Valentina adquirió el aspecto de un gigantesco cactus.

Primero empezó clavándoselas cerca de los muslos, pero poco a poco se fue acercando a las partes más sensibles, es decir, los labios vaginales, el esfínter anal y el clítoris.

De este modo el cerdo de Markus consiguió que el sufrimiento y desesperación de su víctima fuera in crescendo y que ella no parara de agitarse ni de soltar alaridos..

- AAAYYY, NOOOO, BAAAAASTA, POR FAVOR, BASTA, NO PUEDO MAAAS

Le estaba clavando alfileres en los labia y ella no paraba de gritar ni de llorar, entonces se puso a dialogar con ella como si pudiera convencerla con palabras.

- No sé por que te empeñas en sufrir de esa manera, Valentina, piensa que si nos das la clave del móvil y traemos a tu hermanita aquí al menos podrás descansar la mitad de tiempo mientras le torturamos a ella.

La chica le miró incrédula y volvió a negar desesperada.

- No, ¿me oís? no, os diré nada, nada…AAAAYYY

Valentina era tonta pero había que reconocer que también era valiente pues soportó la tortura de las alfileres calientes sin traicionar a su hermanita. Lo del clítoris sin embargo, ya no pudo soportarlo y cuando Markus se puso a clavarle alfileres en el sensible órgano la joven puso los ojos en blanco y se desmayó.

- Ja, ja, se cree que así va a escapar, dijo el verdugo al ver que ella perdía el sentido,  y con toda su mala leche Markus cogió una pala y empezó a darle golpecitos en el culo pinchándole a la vez con decenas de alfileres.

Eso la despertó entre más gritos de dolor.

- AAAYYYYY AAAYYYY, NOOOO POR FAVOOOR

- ¿Por qué no nos dices la clave del móvil y así te dejamos descansar?. Tu actitud me parece un poco imbécil…… Mira, ….. te prometo que si eres buena y nos lo dices podrás dormir en una cama de sábanas limpias y te dejaré en paz, vamos piénsalo.

- Vayase al diablo hijoputa.

Markus enarcó las cejas y miró divertido a Tom. La salida de Valentina le había sorprendido.

- Hay que reconocer que tu chacha tiene mucho valor, Tom, dijo Markus con la pala en la mano, pero no por eso voy a tener piedad con ella. Por cierto ¿sabías que los extremos de los dedos tienen muchas terminaciones nerviosas?

- No, contestó Tom como si la pregunta fuera para él.

Markus cogió unas tenazas y atrapó con ellas una uña del pie de Valentina.

- En todo interrogatorio que se precie se amenaza a los reos con arrancarles las uñas de las manos y de los pies pero no quiero estropearte la mercancía así que recurriré a esto.

- AAAAAYYYYYY

El alarido de la joven le puso los pelos de punta a Tom. No era para menos pues el hijoputa de Markus cambió las tenazas por un alfiler y se la metió bajo la uña del dedo pequeño del pie presionando bien con el pulgar hasta perforar la carne e introducir un tercio del alfiler bajo la uña.

La joven se miraba el dedo con lagrimones saliendo de sus ojos.

- ¿Lo ves pequeña?, duele mucho ¿Verdad? pues tienes diecinueve uñas más, ¿me dices ahora la clave?

- Nooooo, piedad, por favor piedad, no me hagan más daño, duele mucho, por favor, por favor.

- Tú di la clave y paramos, ya te he dicho que es la única manera, y como ella le dio la callada por respuesta Markus procedió con la segunda uña.

- IIIIIIIIAAAAAYYYYY. PARAAAAD, PARAAAAAD DUELE MUCHO, y la chica se puso a llorar desconsolada.

- ¿Nos vas a decir la clave de los cojones?

Y como ella dio otra vez la callada por respuesta le clavó otro alfiler.

- AAAAAYYYYYY.

Los aullidos de Valentina ponían los pelos de punta. Tom estaba sobrecogido pero al mismo tiempo tomaba nueva nota de cómo aplicaba Markus la tortura de uñas. El tipo introducía la punta del alfiler cuidadosamente bajo la uña y luego presionaba sobre la cabeza con el pulgar provocando un efecto devastador.

- IIIAAAAYYYYYY

Parecía mentira que algo tan pequeño provocara tal sufrimiento. Casi dos  horas tardó ese bestia en clavarle sesenta alfileres, tres en cada uña de los pies y de las manos y sesenta veces insistió para que le diera la clave de su teléfono móvil pero todo ello sin ningún resultado como no fueran los alaridos desesperados de la joven.

La sesión de tortura ya iba para tres horas y los dos hombres decidieron tomarse un descanso pero la que no pudo descansar fue Valentina a la que introdujeron un dildo metálico en el coño con un temporizador que emitía una fuerte descarga eléctrica de cinco segundos cada minuto. Por supuesto el temporizador estaba conectado a un cronómetro con marcha atrás que la chica podía ver perfectamente para saber cuántos segundos le quedaban para la próxima descarga.

Esos sádicos sin corazón la dejaron así y tras cerrar la cámara de tortura esperaron unos segundos.

- AAAAAYYYYYY

El lastimero alarido de la chica demostró la dureza de la descarga. Los dos hombres salieron entonces del garaje y ya en el piso superior pegaron la oreja a la puerta.

Efectivamente pasó el tiempo y no oyeron absolutamente nada signo de que el lugar destinado al tormento estaba perfectamente insonorizado como ya había dicho Tom.

Este invitó entonces a Markus a comer y le sacó uno de sus mejores vinos para celebrarlo.

- ¿Crees que traicionará a su hermanita?, preguntó mientras le servía una copa.

- Estoy seguro, contestó Markus. Tu chacha es muy brava pero a este ritmo no creo que pueda resistir la tortura más allá de dos o tres días.

- Ya, ¿y si la hermanita pasa de ella o se huele algo y no viene?

- Bueno, es un riesgo que hay que correr, también podemos ir a por ella nosotros, la secuestramos y la traemos aquí. Luego le hacemos chantaje con la hermana mayor y listo.

Tom arrugó el ceño.

- No, conmigo no cuentes para eso, aunque no te lo creas por el momento no he hecho nada ilegal.

- ¿Ah no?. Tienes secuestrada a una mujer en tu garaje y le estamos haciendo cosas mucho más bestias que violarla. Desde luego parece bastante ilegal.

- Te recuerdo que Valentina está aquí por su propia voluntad.

- ¡Venga hombre!, si quieres vamos ahora, la soltamos y entonces tú le dices eso de que es libre de marcharse o de quedarse, ¿qué te crees que va a hacer?

- Pues marcharse, pero es que ahora has metido a la hermana por medio,….. pero te digo que poco a poco se ha ido convirtiendo en una auténtica esclava y está aquí porque quiere.

- Bueno, pues lo mismo podemos hacer con la hermana, la emputecemos hasta que se convierta en una esclava sumisa, igual lo llevan en la sangre, ja,ja, por algo son hermanas. Y los tipos siguieron descansando y hablando durante un par de horas mientras Valentina sufría las dolorosas descargas eléctricas en su sexo completamente a solas.

Markus,  experto  torturador e interrogador, había adivinado con sorprendente precisión lo que aguantaría Valentina antes de desvelar la clave de su teléfono móvil. La joven soportó tres días de suplicios y torturas crueles hasta que ya no pudo más y no tuvo más remedio que confesar.

Sería tedioso describir y narrar minuto a minuto los largos y duros interrogatorios a las que le sometió el bestia de Markus para hacerle confesar. Bastará decir que el primer día la joven pasó ocho horas en la percha del loro y que tras clavarle todas esas alfileres en las uñas el verdugo se entretuvo calentando las alfileres con unas tenazas previamente pasadas por  un soplete.

Después de una hora más de berridos y aullidos desesperados, le volvieron a administrar descargas eléctricas en la vagina y en el clítoris y por último le abrieron el coño con un especulum y empezaron a verter dentro agua muy caliente. Luego le hicieron lo mismo en el ano con ayuda de un embudo. Tras esta última tortura la pobre muchacha perdió el sentido de puro sufrimiento.

Cuando vieron que Valentina no soportaba más, la liberaron de la percha del loro y la llevaron al jardín.

Tom clavó cuatro estacas de madera en tierra y ataron a Valentina desnuda con los brazos y piernas totalmente estirados y descansando encima directamente de la hierba. Allí en esa postura la obligaron a pasar toda la noche. Teniendo en cuenta que la temperatura bajó a cerca de doce grados y que pusieron en funcionamiento los aspersores de riego justo sobre ella, imaginamos el tremendo sufrimiento de pasar casi diez horas completamente mojada, helada y tiritando. Y eso sin contar el tormento de soportar todos los bichitos de la hierba recorriendo su cuerpo.

Si por la noche usaron el frío helador, al día siguiente utilizaron el calor intenso del mediodía con un fin similar. Así para presionarla encerraron a Valentina en posición fetal dentro de una caja de metal que usaron como “mala mansio” y la colocaron a  pleno sol cuando había treinta grados a la sombra.

El segundo día  por la mañana antes de lo de la caja de metal Valentina fue conducida otra vez a la cámara de tortura y allí Markus se tomó su tiempo pues colocada sobre una mesa con los brazos y las piernas abiertos le hizo sufrir la tortura del agua. Esta  consistía en simular ahogamiento con un trapo mojado encima de la cara sobre el que vertían agua una y otra vez con una jarra. La pobre muchacha sentía que se ahogaba, con ese trapo mojado sobre la cara.  La sensación era angustiosa  y sólo muy de cuando en cuando levantaban el trapo para que respirara una breve bocanada de aire. Después le clavaron imperdibles atravesando pezones y clítoris y conectando los pernos a los mismos la sometieron a una brutal sesión de descargas eléctricas en las tetas y el sexo. Cuando la electricidad recorría su cuerpo la chica se retorcía de dolor sobre la tabla pues literalmente sentía que le abrasaban las tetas y el coño por dentro.

Para la segunda noche y por encargo de Markus, Johnny el jardinero había construido una cruz en forma de T de dos metros de alta y Valentina pasó la noche crucificada también a la intemperie y convenientemente amordazada para que no despertara a nadie con sus gritos.

Para evitar que se asfixiara durante las diez horas de crucifixión le colocaron como apoyo una madera rugosa en cuña entre sus piernas de modo que ella no tenía más remedio que descansar el peso de su cuerpo presionando su sexo dolorosamente contra la cuña lígnea. Podía hacer fuerza con brazos y piernas y auparse sobre la cuña pero eso sólo duraba unos minutos. Finalmente el cansancio podía con ella y se veía obligada a hacer descansar todo su peso sobre su dolorido sexo. Además le pusieron varios focos de luz alumbrándola en la  oscuridad para que los mosquitos se congregaran junto a la luz y  le picaran toda la noche……

Y a pesar de todas estas torturas Valentina no habló y siguió siendo fiel a su hermanita.

Al tercer día la joven ya daba claros signos de agotamiento, seguramente  no tardaría en ceder pues empezó por dar el nombre de su hermana.

- GINEBRA, SE LLAMA GINEBRA, dijo ella a voz en grito cuando Markus empezó a estirar sus sensibles pezones con unos artilugios que parecían saca-corchos.

Apretando unas palomillas el verdugo se los iba estirando milímetro a milímetro  deformándolos  lentamente hasta que llegaron a dilatarse casi tres centímetros de longitud. Por supuesto una vez estirados al límite se los perforó de parte a parte con agujas candentes. La pobre Valentina lloraba y gritaba como una loca sin parar de soltar lágrimas y babas y temblando espasmódicamente con los ojos en blanco. La chica tenía los pezones tan sensibles que nuevamente perdió el conocimiento cuando le clavó la novena aguja.

Sin embargo lo que hizo que Valentina se derrumbase  definitivamente fue el brutal tormento con las peras de la angustia. Markus le introdujo primero la pera pequeña por el agujero del culo y luego hizo lo mismo con la pera vaginal. Hecho esto las fue accionando y abriendo alternativamente dilatando dolorosamente tanto un orificio como el otro. Después una vez abiertas hasta la mitad  les aplicó en los mangos tenazas candentes que calentaba en un brasero. En honor a la chica hay que decir que soportó la inhumana tortura de las peras cerca de dos horas antes de confesar. Sin embargo  finalmente tuvo que decir entre alaridos la maldita clave del móvil que había conseguido callar tanto tiempo sólo para que dejaran de martirizarla de esa espantosa manera.

Tom escribió al momento la clave y efectivamente pudo acceder por fin al ansiado contenido almacenado en la memoria del teléfono. No le costó ni un minuto encontrar el contacto de la hermana.

Continuará

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