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El Penal de los Lamentos (04)

en Sadomaso

El alcaide y su prisionera tardaron en llegar al patio una barbaridad pero las normas no escritas de la prisión impedían que comenzara el castigo antes de que el alcaide diera su visto bueno, por eso Sánchez tuvo la idea de subir a Yulia al patíbulo para que todos pudieran ver bien su bello cuerpo.

El verdugo la hizo mostrarse por detrás y por delante a todo el mundo atada y amordazada como estaba. Además mientras la enseñaba le tocó y sobó todo lo que quiso haciendo comentarios obscenos sobre la firmeza y consistencia de sus pechos y la suavidad y tersura de su trasero.

Los guardias y verdugos reían alborozados festejando las ocurrencias del jefe de los verdugos y disfrutando de la bella gringa desnuda.

Por su parte, la joven se dejaba hacer sumisamente, sin resistirse ni protestar.

En un momento dado Sánchez pasó a mayores y obligándole a dar la espalda a su público le hizo abrir bien las piernas e inclinarse hacia delante. Entonces para regocijo de todos, le apartó las nalgas para que se vieran bien los labios de la vagina y el ano.

Muchos guardianes rieron con ganas y silbaron ante una visión tan innoble, sobre todo porque la muchacha tenía la entrepierna completamente depilada, de manera que entre los jugosos y brillantes labia se percibían perfectamente las gotas de líquido vaginal deslizándose hasta la cara interna de los muslos.

- La has puesto muy caliente Sánchez, esa tía está cachonda perdida.

- Al cepo con ella.

- Si al cepo, vitorearon a coro. 

Otra de las normas no escritas  de la prisión es que las reclusas recién llegadas debían pasar su primer día en el cepo. Allí las inmovilizaban brazos y cuello con el culo en pompa, en una postura muy conveniente para que todos los guardianes que lo desearan las tomaran por el agujero que quisieran…y cuantas veces se les antojara.  Ya podemos imaginar que una chica de la belleza de Yulia pasaría muchas horas en el cepo y disfrutaría muchas de estas lúbricas visitas.

- Siento decepcionaros, dijo Sánchez entre burlas sin permitir que la chica cambiara de postura. El alcaide me la ha regalado a mí así que si yo no quiero ninguno la tocaréis.

Un abucheo de decepción rugió por el patio.

- Vale, vale, estaba bromeando, os dejaré que os la folléis …. si pagáis lo que vale.

Muchos volvieron a protestar, no entendían por qué tenían que pagar por algo que normalmente era gratis. Sin embargo, otros pagarían lo que fuera por tener esa maravilla.

- ¿Cuánto pides Sánchez?.¿Cien? ¿Doscientos?

- No sé, antes habría que comprobar lo que vale, por ejemplo ¿será virgen por el culo?, y diciendo esto se ensalivó el dedo índice y con él empezó a masajearle el ano. Los guardias rieron muy excitados y sus risas se hicieron más evidentes cuando Sánchez pasó de acariciar a penetrar la cloaca de la bella Yulia con su dedo índice.

El verdugo pudo  oir perfectamente como esa jovencita gemía al ser sodomizada por su dedo. El muy cerdo se lo metió hasta el fondo de la segunda falange y enredó en él todo lo que quiso.

- No sé si es virgen pero desde luego lo parece porque me atrapa el dedo con mucha fuerza, yo diría que será una zorra anal de primera, ja, ja, ja.

La ocurrencia de Sánchez fue respondida por más risas, burlas y de un montón de pujas para gozar del cuerpo de la rubia. Cuando por fin le dejaron que se incorporase la muchacha tenía el rostro enrojecido por la postura y por la vergüenza.

En estas estaban cuando apareció el alcaide con Alina, sólo entonces Sánchez hizo bajar a Yulia del patíbulo y la ató a uno de los postes para que pudiera ver la flagelación en primera fila. Alguien escribió con un rotulador sobre su ombligo el precio acordado por follársela y luego colocó una cesta a sus pies que rápidamente se fue llenando de billetes y monedas. Los candidatos para disfrutar de la bella Yulia fueron escribiendo su nombre en el cuerpo de la muchacha. Al de un rato ésta ya había perdido la cuenta.

La forma en la que Alina fue obligada a comparecer en el patio de la prisión atrajo la atención de todos, tanto de guardianes como de prisioneras. Algunas de éstas ya habían experimentado sobre su cuerpo los “placeres de los dragones”, pero no muchas la  verdad pues ese era considerado un tipo de tormento más bien “duro”. La verdad es que era muy sorprendente que una recién llegada fuera sometida desde el primer momento a ese tipo de castigos. Además estaba lo de ese alto capirote en la cabeza. Cierto que entre las internas eran frecuentes todo tipo de humillaciones  como disfrazarlas de payasas, obligarlas a llevar máscaras infamantes, orejas de burro, hocicos de cerdo, colas de animales metidas en el ano y cosas así, pero lo del capirote era la primera vez.

El alcaide ofreció a uno de los guardianes la cadena que tiraba de los cuatro dragones y le ordenó que paseara a la condenada por todo el patio tirando de ella entre las filas de reclusas. Además dijo a otros dos expertos verdugos que la fueran azotando por  detrás con un látigo de colas y que la espolearan con el mismo tenedor que habían utilizado minutos antes con Yulia. Los tres aceptaron encantados.

Mientras la joven experimentaba ese atroz tormento, el director de la prisión cogió un megáfono  y subiéndose al cadalso se puso a hablar.

- Ante todo pido disculpas por el retraso. Hoy estaba previsto flagelar sólo a la prisionera número 154: veinte latigazos por delante y veinte por detrás por mastubarse sin permiso. Sin embargo, en el último momento ha habido un cambio de planes y por culpa de la nueva reclusa del capirote hoy recibireis el castigo de la flagelación veinte más de vosotras. Las candidatas serán elegidas a suertes.

De repente un murmullo se levantó entre las presas.

- Así es, la mujer que veis ha pedido ser trasladada a esta prisión sólo para ver como os atormentan a las demás,…. es una sádica pervertida.

Nuevamente  un murmullo aún más airado se oyó entre las filas de presas.

- Evidentemente no he tenido más remedio que atender a su petición pues como sabéis soy hombre de palabra, pero coincidiréis conmigo que esta mujer malvada merece los tormentos del infierno. Es por ello que he ordenado que la flagelen y martiricen desde el primer día de su internamiento, y…. francamente no os podría reprochar que le mostreis vuestra indignación insultándola o escupiéndole a la cara cuando pase a vuestro lado…..de hecho os doy permiso.

Mientras el alcaide hablaba, Alina estaba sufriendo un doloroso suplicio. Como si fueran tres sádicos demonios arrastrándola a los infiernos, los tres hombres que la obligaban a caminar se estaban ensañando con ella  sin ahorrarle dolorosos tirones en sus tetas, sexo y lengua. El de atrás le daba fuertes  latigazos sin pausa y sin piedad, y el otro le pinchaba en las nalgas urgiéndola  a caminar. A causa de las esposas de los tobillos la condenaba andaba a trompicones, con pasitos cortos  y apresurados que hacían temblar  sus carnes desnudas de forma ridícula y provocativa.

En su lento vía crucis, la pobre Alina no paraba de echar lágrimas y babas por la cara mientras pedía piedad inútilmente y gritaba de dolor a causa de los latigazos y las otras torturas. Por si eso fuera poco, las reclusas empezaron a insultarle y escupirle en la cara y dentro de la boca al pasar por su lado.

- Así, muy bien, que pase por delante de todas la filas, y luego cuando termine que vuelva a hacer el mismo recorrido…. se merece esto y mucho más, yo haré que esta prisión sea para ella el preludio del infierno que merece.

El resto  de las presas vitorearon al alcalde y éste agradeció el gesto con la mano. Durante media hora eterna Alina fue paseada entre las presas de esa manera tan humillante y finalmente la subieron al cadalso para que el alcaide la mostrara bien.

La joven  tenía la cara surcada de lágrimas secas y toda la parte anterior de su cuerpo brillaba de sus propias babas y de los salivazos de las presas, hasta tal punto que ya no se podía leer lo que el alcaide había escrito sobre sus senos.

La joven estaba humillada y sumisamente bajaba la mirada ante los insultos y obscenidades de todos. La lengua la tenía exageradamente fuera de la boca y le dolía como el infierno. El alcaide se fijó entonces en los pezones de la chica intensamente enrojecidos e hinchados, eso por no hablar del clítoris que en ese momento era una tremenda fuente de sufrimiento para su joven dueña. Sin embargo no por eso mostró piedad y le quitó los dragones.

Tras mostrar su cuerpo por delante la hizo volverse para que se vieran bien las huellas de los latigazos en su espalda, trasero y piernas. Luego le hizo agacharse como habían hecho con Yulia y apartando los cachetes de su breve trasero mostró a todos su sexo y ano.

- Después de la flagelación, esta zorra irá al cepo junto a su amiga para que os la folléis todos los que queráis………. pero a ésta se lo podéis hacer gratis.

Esta vez fueron los guardias los que vitorearon al alcaide.

En esto trajeron a la reclusa 154 para recibir su castigo. A la mujer la trajeron con un cepo rígido de violín, otra de esas reproducciones medievales tan del gusto del alcaide. El cepo estaba conectado por una corta cadena a los grilletes de los tobillos lo cual obligaba a la rea a caminar encorvada.

Según subía las escaleras del patíbulo se podía percibir a simple vista que iba temblando de miedo, de hecho sólo llevaba unos días en la prisión y era la primera vez que iba a ser flagelada en público. Desde el primer día había sido testigo de esas brutales flagelaciones en el patio y todas las noches rezaba fervientemente para librarse.

Diligentemente Sánchez empezó a quitarle las restricciones y grilletes para atarla al potro donde la estirarían para darle los azotes.

Entre tanto, y con ayuda de un pequeño bingo de juguete el alcaide iba extrayendo los números de las demás condenadas que recibirían cuarenta latigazos esa misma tarde. A medida que oían su número, las que tenían la desgracia de ser elegidas debían encaminarse voluntariamente desde su sitio hacia el cadalso para que las ataran a los postes que había bajo su base. De hecho casi todas lo hicieron sumisamente pues ya estaban acostumbradas, aunque algunas, al saber lo que les esperaba, prorrumpieron en lloros y se arrodillaron ante los verdugos pidiendo clemencia y prometiendo favores sexuales si se les libraba de esa prueba. Huelga decir que no les sirvió de nada.

Una de las presas se acercó hasta el patíbulo tras pedir permiso a uno de los guardias y pidió clemencia al alcaide, pero no para ella sino para su compañera de celda. Tras seis meses de compartir celda las dos se habían hecho amantes.

- No ha hecho nada, señor alcaide, dijo, ¿por qué merece ser castigada?

- Le ha tocado a suertes, sabes muy bien que esto es así, no obstante si quieres ayudarla te propongo que de los cuarenta latigazos que va a recibir ella, tú recibas veinte.

La chica bajó la cabeza.

- ¿Aceptas?

Tras un momento ella dijo que sí con la cabeza.

- Muy bien, atadla al lado de su novia.     

Dos verdugos se la llevaron y la ataron al lado de su amante con los brazos sobre su cabeza colgando de unos grilletes.

- Gracias, cariño, le dijo ésta, pero ya no pudo decir más pues le metieron una mordaza entre los dientes. A medida que fueron eligiendo a las veinte mujeres, los verdugos las fueron alineando en los postes que rodeaban el patíbulo atándolas con los brazos en alto y amordazándolas con ballgags de modo que ahora todas ellas mostraban generosamente sus cuerpos desnudos. Eso probablemente excitó a  algunas presas y aunque la suerte las había librado de la flagelación por esta vez, cinco de ellas se presentaron voluntarias para sufrir el suplicio de los azotes. Por supuesto el alcaide las aceptó a todas y ocuparon su puesto en los postes de tormento……….. Yulia no era la única masoquista en esa prisión.

Entre tanto ya habían atado a la primera víctima al potro, y a una señal de Sánchez, varios guardias accionaron unas grandes manivelas que había bajo el cadalso. Gracias a unas poleas dichas manivelas permitieron tensar las sogas que sostenían los brazos de la chica y mágicamente tiraron de ella hacia arriba hasta levantarla del suelo. Mientras hacían eso con ella, la joven lloraba a moco tendido, mirando al alcaide y pidiéndole piedad inútilmente.  A pesar de que ella ya formaba una gran equis con sus brazos y piernas, los verdugos siguieron accionando las manivelas para estirarla bien y cuando el cuerpo de la mujer empezó a ejercer resistencia  aún siguieron apretando.

Lógicamente la chica empezó a gritar de dolor mientras los verdugos bufaban y sudaban haciendo toda la fuerza que podían.

- Alto, ordenó Sánchez cuando juzgó que estaban a punto de dislocarle los brazos.  Y acercándose a ella por detrás acalló sus lamentos brutalmente introduciéndole entre los dientes una ballgag roja.

Hecho esto cogió un single tail y sonriendo sádicamente a su víctima se puso delante de ella para que viera como agitaba el látigo en el aire. El verdugo lo hizo zumbar un par de veces de modo que un siniestro siseo se pudo oir por todo el patio. El cuerpo desnudo de la mujer estaba tan estirado que sus brazos y piernas parecían que se iban a descoyuntar en cualquier momento, además se le marcaban todas las costillas en su torso. La pobre negó desesperada, pero eso no le valió de nada pues con toda su rabia Sánchez echó el látigo hacia atrás y le cruzó el ombligo con un sonoro latigazo que restayó por todo el patio.

- SSSSHHAAAACCKK

- MMMMMMHHHH

La mujer gritó y se retorció del espantoso dolor  mientras un verdugón rojo apareció mágicamente en su ombligo y se fue haciendo cada vez más evidente.

- UNO, gritó la voz de un guardia que contabilizaba los latigazos.

- SSSSHHAAAACCKK

- MMMMMMHHHH

- DOS

El segundo latigazo fue aún más violento que el anterior y ahora había dos marcas rojas casi paralelas en el vientre.

- TRES, CUATRO

El tercero le impactó en los dos muslos y el cuarto en el monte de venus, pero con el quinto latigazo    el gemido de la muchacha fue ostensiblemente más alto y lastimoso pues el verdugo le acertó en las dos tetas cruzándolas de parte a parte.

Alina estaba a sólo un par de metros de la víctima pues aún estaba sobre el patíbulo junto al alcaide que no apartaba las manos de su trasero y de vez en cuanto tiraba de los dragones sólo por el placer de martirizarla. Sin embargo, junto a su propio dolor, sentía una excitación creciente al ver cómo torturaban salvajemente a otra hembra en su presencia  y en su fuero interno  animaba a Sánchez a flagelarla más y más fuerte.  

- SSSHHHHAACCCCCKKK

El sexto latigazo le volvió a impactar en las tetas y esta vez la víctima enmudeció tras dar un largo alarido.

- Maldición, masculló para sí el verdugo, al que no había nada que le contrariara más que su víctima se desmayase en plena flagelación. No te escaparás tan fácilmente, dijo con rabia, y cogiendo un cubo de agua fría que tenía preparado se lo echó por encima  haciendo que volviera en sí. La chica agitó su melena mojada y entonces miró hacia esa fuente de escozor y dolor que le venía del pezón izquierdo. Efectivamente el látigo le había impactado en pleno centro como revelaba una pequeña gota de sangre que manaba de él.

Entre tanto Sánchez se tomó un descanso y metió el látigo en otro recipiente que tenía una solución de agua salada y vinagre. Es posible que ahora le diera los latigazos un poco más flojo pero su víctima sentiría fuego en la piel.

Efectivamente volvió a agitar el látigo para quitarle el exceso de líquido y reanudó la flagelación por la parte delantera de su cuerpo. A partir de ese momento aumentó sensiblemente la cadencia de los latigazos de manera que al de cuatro o cinco toda la parte delantera del torso de la mujer estaba intensamente  enrojecida y ella no paraba de llorar ni sacudirse del tremendo castigo.

Entre tanto, el resto de las reclusas vivían la tremenda experiencia de la flagelación de formas muy distintas. Algunas de las que esperaban su turno atadas a los postes sudaban literalmente de miedo y un par de ellas incluso se habían meado encima. Sin embargo otras estaban excitadas y cachondas, impacientes de sufrir otra vez esa descarga de adrenalina que supone ser flagelada. La bella Yulia ya sabía lo que eran los latigazos pero eso era mucho más salvaje y brutal que sus sesiones de bondage. La muchacha tenía en ese momento sus pezones tiesos como piedras y notaba perfectamente el cosquilleo de  las gotas de líquido deslizándose muslos abajo.

Al de unos minutos Sánchez había terminado de propinarle los veinte latigazos por la parte delantera de su cuerpo y decidió tomarse un descanso pues el esfuerzo le estaba haciendo sudar. Así fue otra vez hasta el recipiente del agua salada y volvió a sumergir el látigo en él.

Ese intervalo fue aprovechado por el alcaide.

- ¿Te gusta lo que ves, zorra?, esto era lo que querías ¿no? le dijo a Alina tirando de los dragones a cada frase. Te propongo algo, yo te quito la pinza de la lengua pero con una condición,.. que le comas el coño a esa mientras la flagelan.

Alina dudó un instante, pero en seguida aprovechó la oportunidad de que le quitaran eso que le estaba matando. De este modo dijo que sí con la cabeza insistentemente.

- Estaba seguro, sólo eres una furcia, y de un golpe el alcaide le abrió el dragón que mordía su lengua.

- AAAAAYYYY

El alarido de Alina puso a todos los pelos de punta y ella estuvo a punto de perder el conocimiento del tremendo dolor. Sin embargo, cuando se le pasó el mareo miró agradecida al alcaide. Este la cogió del brazo y sin siquiera quitarle el capirote la llevó hasta la mujer que aún sollozaba amargamente y obligandole a arrodillarse entre sus piernas le dio una nalgada para que comenzara el cunnilingus. En realidad no hubo que insistirle nada pues Alina comprendió que una de las cosas que podía aliviar su dolorida lengua era precisamente lamer insistentemente los labios vaginales de otra mujer.

Entre la concurrencia de verdugos hubo quien rio a carcajadas por lo que veía, aunque algunas de las prisioneras insultaron a Alina poniéndola de puta y zorra para arriba.

La mujer flagelada miró hacia abajo pues no le resultaba placentera esa atención en medio del tormento, sin embargo al de un rato su semblante se dulcificó y empezó a respirar más pausadamente e incluso se puso a gemir de placer. Alina se lo chupó tan bien que estuvo a punto de provocarle un orgasmo, lamentablemente Sánchez reanudó la flagelación por detrás de su víctima y el placer se trocó en dolor.

Al sentir el impacto del latigazo Alina estuvo a punto de apartarse pero el alcaide le obligó a seguir con lo que estaba haciendo a riesgo de que un latigazo se escapara y le impactara a ella.

El resto de la flagelación fue tan brutal que la mujer no pudo correrse a pesar de las insistentes lamidas de la del capirote, e incluso en los dos últimos latigazos ni siquiera gritó pues había perdido la consciencia otra vez. Cuando finalmente aflojaron el potro y la desataron el propio Sánchez se la tuvo que poner al hombro y la bajó del patíbulo para que la llevaran a la enfermería de la prisión.

Quitándose el sudor de la frente aprovechó para palmear el trasero de Yulia y entonces decidió quien sería la segunda en ser flagelada, una morena alta y escultural a la que se apresuraron a desatar de su poste. La mujer en cuestión era presa del pánico y se resistió lo indecible para que no la hicieran subir a ese patíbulo infernal. Al final tuvieron que obligarla entre Sánchez y otros tres verdugos. Ya arriba la joven intentó patear a Alina a la que culpaba de su flagelación, pero los hombres se lo impidieron y la llevaron hasta el potro para atarla. Mientras la ataban y estiraban su cuerpo escultural la morena no ahorró insultos para ella hasta que el potro empezó a apretar sus hombros más de la cuenta y los insultos se convirtieron en alaridos de dolor.

Nuevamente Sánchez la amordazó con la misma bola de plástico y el alcaide obligó a Alina a arrodillarse y a iniciar el nuevo cunnilingus….

…..Lo de los latigazos aún duró dos horas y Sánchez tuvo que ser relevado por otros verdugos de puro agotamiento. Finalmente la fiesta terminó, sonó la sirena y las presas rompieron filas para volver a sus celdas.

Al alcaide le hubiera gustado llevarse en ese momento a Alina a su siniestro cubil de los sótanos pero en ese momento vino el oficial que le dijo algo al oido.

- Le espera en su despacho el juez, el presidente de la audiencia local, ya sabe….

- Está bien, el juez es un hombre muy importante y no se le puede desairar, dijo el alcaide mirando a Alina con pena. Sánchez ocupate tú de  formalizar el ingreso en la prisión de las dos nuevas y de que que se cumplan todas las normas.

- Sí señor, a sus órdenes.

- Espere señor alcaide hay algo más, añadió el teniente. El juez no ha venido solo, una chica muy joven y muy guapa ha venido con él…dice que es su sobrina.

- ¿Su sobrina?

- Sí, viene vestida con el uniforme del colegio

- ¿Qué? Eso sí que es raro…. traer a un sitio como éste a una colegiala….., en fin, voy ahora mismo.

(continuará)

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