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Castigo de dos novicias impuras (4a)

en Sadomaso

Capítulo Cuarto Los "placeres" de la cámara de tortura

(Nota he tenido que partir el archivo en dos porque pesaba demasiado, pero es un solo capitulo)

Minutos después de que el tribunal se retirara, Claudia fue llevada a rastras hasta la cámara de tortura. A mandato de Guido, un brutal verdugo fue a buscarla a su celda y la arrancó literalmente de las manos de los lujuriosos guardianes que llevaban un buen rato disfrutando de la pequeña novicia y de sus habilidades orales. Al verlos, el verdugo reclamó su presa airadamente y los guardias no se atrevieron a desafiarle pues por una ley no escrita los verdugos tenían prioridad sobre las prisioneras.

De este modo, agarrada por el cabello y por las dos muñecas cruzadas a la espalda por una mano de hierro, Claudia recorrió casi en volandas los pocos metros que le separaban de ese horroroso lugar de sufrimiento.

Nada más entrar, la joven pudo ver con horror lo que habían hecho con su amante y eso le hizo experimentar un escalofrío de terror. El cuerpo desnudo de Valeria se exponía ante sus ojos, estirado al límite sobre el potro de tortura aún con las agujas clavadas en los pechos, en su sexo y en las uñas de los pies. Su piel brillaba de transpiración y su pecho ascendía y descendía cadenciosa pero agitadamente.

Guido estaba en ese momento extrayendo las agujas del cuerpo de Valeria pero paró con lo que estaba haciendo y sonrió sádicamente al ver entrar a la nueva victima en sus dominios. Se acercó a la joven y se burló de ella porque tenía toda la cara manchada de semen.

- ¡Menuda zorra la monjita, tan joven y ya sabe chupar pollas!.

Riéndose de la ocurrencia de su jefe, los verdugos cerraron las puertas por dentro para que ni el mismo obispo les molestara y se dispusieron a pasar la noche con sus dos bellas invitadas.

- Bienvenida al infierno, preciosa, le dijo Guido a Claudia mientras le retorcía los pezones con los dedos.

Al acercarse a ella la muchacha intentó recular hacia atrás inútilmente y cuando empezó a juguetear con sus pechos ella se puso a llorar.

- No te preocupes, no vamos a empezar contigo todavía, primero vas a ver lo que le hacemos a tu amiga y después te tocará a ti. Colgadla de esos grilletes, vamos.

Los otros dos verdugos ataron a Claudia de unos grilletes que pendían del techo con los brazos abiertos y en alto. En los tobillos le pusieron otras dos cadenas sujetas al suelo. Entonces tiraron de las cadenas fuertemente hasta que la dejaron suspendida en el aire con los miembros estirados. Durante toda la operación la joven no dejó de sollozar.

Entretanto, Guido se acercó a Valeria. Estaba terminando de extraerle las agujas de sus pechos y ella se quejaba gritando sonoramente con cada extracción. Mirándola con lujuria, Guido se desnudó ante la mirada atónita de su prisionera y le puso la polla delante de la cara. Después de torturarla durante horas, el verdugo estaba tan empalmado que de la punta de su pene tieso ya se escapaba líquido preseminal.

Desde la sádica perspectiva del verdugo, Valeria era una víctima ideal. Aparte de su evidente atractivo físico era una muchacha resistente y testaruda, y no confesaría fácilmente por mucho que la torturaran, lo cual significaba que estaría en poder de Guido y sus ayudantes durante mucho tiempo.

Además ahora que ya no estaba el obispo Valeria era completamente suya, la bella joven se exponía ante sus ojos a su merced y le miraba aterrorizada así que el verdugo la acarició con la mano sonriendo con sadismo y lujuria.

- No creas que esto ha acabado monjita, ahora viene lo mejor.

Esto se lo dijo mientras cogía unas pequeñas tenazas curvas y un hierro candente del brasero,

- No por favor más no, no sigas con eso, delante de ella no.

Guido se disponía a calentar las tenazas con el hierro, pero de repente decidió que eso podría esperar un poco.

- Está bien,, te dejaré descansar unos minutos, pero sólo si me la chupas, ayer me gustó mucho cómo lo hacías.

Valeria hizo un maquinal gesto de disgusto, chupársela a ese sádico,..... sería lo último que haría...

Guido ni siquiera se inmutó por el rechazo.

- Está bien será como quieras, y el tipo colocó las puntas de las tenazas en contacto con el hierro candente.

- No, no ¿qué vas a hacer?. No por favor, .....no lo hagas por lo que más quieras, .....eso no. Valeria se dio cuenta de su error demasiado tarde y negaba completamente histérica.

- Tú lo has querido zorra, ahora reza lo que sepas.

Cuando las tenazas se calentaron lo suficiente Guido las dirigió hacia su cuerpo desoyendo sus súplicas y gritos de piedad y tras dudar un momento le cogió un doloroso pellizco en el vientre.

- No, NOOOOO, AAAAAAHHHHH. Valeria terminó su grito de dolor en un lastimero y largo sollozo

Cuando pudo recuperar su ser, la joven levantó la cabeza para mirar la quemadura del vientre, Valeria volvió a echar la cabeza atrás y se puso a llorar otra vez, aquello era como estar en el infierno.

- ¿Me la vas a chupar o quieres que te lo vuelva a hacer?, volvió a decir Guido calentando otra vez las tenazas con el hierro tranquilamente.

- Síii, síii, lo que quieras, haré lo que me digas, todo menos eso.

- Así me gusta, hazlo bien y tendré misericordia de ti..

Guido acercó otra vez la polla a la cara de Valeria y al notar cómo ésta se la empezaba a lamer con sumisión, volvió a sentir un escalofrío de placer y dijo.

- Así, muy bien, así, sigue... te iba a pellizcar con estas tenacillas candentes por todo el cuerpo, pero si consigues que me corra en tu cara en menos de un minuto te perdonaré y haré que torturen a la rubita en tu lugar.

Al oír esas palabras, la reacción de Valeria fue automática y literalmente le succionó la polla levantando la cabeza todo lo que pudo. Lo sentía por Claudia pero la joven Valeria no podía soportar más.

- Ja, ja, menuda zorra, fíjaos las guarradas que es capaz de hacer esta monjita con tal de librarse de la tortura, dijo Guido gozando como un puerco.

- Sí, ja, ja, Succiona con todas sus fuerzas la muy puta, luego me la vas a chupar a mí.

- De eso nada, contestó Guido hilando las palabras entre jadeos, esta noche la morena es sólo mía,..... arreglaos.... con la otra.

La motivación para chupársela a aquel sádico era muy grande, así pues Valeria hizo un enorme esfuerzo para que ese tipo eyaculara rápido, De hecho, tanto empeño puso en la mamada que Valeria consiguió que Guido se corriera en su cara en menos de un minuto. El verdugo se puso entonces a gemir de placer, la pastosa lefa se derramó dentro de su boca y Valeria se la tragó toda lamiendo acto seguido el prepucio de Guido hasta dejarlo limpio y brillante.

Aún mientras terminaba de limpiarle bien el prepucio, Valeria miró a Guido pidiéndole piedad. Éste le sonrió pero le dio un fuerte tortazo en las tetas llamándole zorra y se volvió entonces a Claudia que aún pendía de sus ataduras.

- Lo siento rubita, por culpa de la cobardía de tu amiga ahora te toca gritar a ti, descolgadla y preparadla para la tortura.

Teniendo a su merced a la morena, Guido prefirió dejar a Claudia a sus ayudantes, de este modo, destensó el potro para que Valeria pudiera separar las piernas y amenazándola otra vez con un hierro candente se subió a la tabla con ánimo de follársela a placer.

- A ver cómo te portas, esclava de Satán, esta noche te la voy a meter por todos tus agujeros, procura hacerme gozar o sino te quemaré con esto, ¿has entendido?.

Valeria afirmó muy nerviosa y separó las piernas todo lo que pudo para dejar claro a ese hombre que se dejaría penetrar sin obstáculos, entonces Guido se puso a acariciarle los labios vaginales con la punta de su pene que ya estaba entrampado otra vez.

- Así, así, mójate, le decía él chupandose los dedos y humedeciendo su sexo.

Aunque en este caso lo había hecho el médico, a Guido le gustaba afeitar el coño de sus víctimas para hacer más fácil la tortura.

Muy a su pesar Valeria volvió a sentir placer cuando la violó su sádico amante y nuevamente se mostró receptiva a su violador suspirando cuando la empezó a penetrar fuerte e insistentemente.

- Aaaahh, aaah, la joven volvió a gemir con los ojos cerrados y la boca entreabierta, probablemente exageró un poco para dar gusto a Guido y que no sintiera deseos de utilizar ese hierro en su piel. Eso hizo que los verdugos se mofaran otra vez de la clase de putas que les habían tocado en suerte.

Entre tanto, los otros descolgaron a Claudia de sus ataduras, muertos de lujuria y muy impacientes. A pesar de ver lo que habían hecho con su amante, la joven Claudia no se resistió, sino que se entregó a los verdugos sumisa y sollozando. ¿Acaso le hubiera valido de algo resistirse?.

Viendo su disposición uno de los verdugos le indicó que se acostara sobre una cruz en aspa que estaba en horizontal y ella misma lo hizo estirando brazos y piernas a lo largo de los leños temblando como una hoja.

Hecho esto la estiraron y apretaron las ataduras con violencia de modo que ella quedó completamente inmovilizada. Entonces los verdugos le preguntaron cuál quería que la violara primero.

La joven les miró confundida y tras dudar un momento señaló al más joven y de aspecto menos desagradable. En cierto modo, Claudia era virgen pues nunca había sido penetrada por ningún hombre. De hecho cuando el tipo la penetró por la vagina la joven novicia gritó de dolor, pues nunca le habían metido nada tan grande y profundo por ahí.

 

- Aaaaah, el gemido de Claudia fue más doloroso que placentero.

- Una virgen menos, dijo el otro verdugo que esperaba su turno masturbándose

- Esta novicia es pura seda, tienes que probarla, dijo el otro sin parar de meterla y sacarla. Claudia se retorcía de placer con ese tipo follando con todas sus fuerzas y acariciando a cada embestida las sensibles paredes de su vagina. Unos momentos antes la joven novicia se la había felado a varios guardianes y sólo sentía que ninguno de ellos la hubiera penetrado como estaba haciendo ese. Consiguientemente estaba tan caliente que se corrió antes incluso de que lo hiciera el verdugo. No obstante éste siguió moviendo la cintura lenta y cadenciosamente disfrutando del húmedo roce en su sexo.

Estaba recuperándose de los estertores del orgasmo cuando Claudia notó sobre su nariz un tacto suave y un olor muy familiar. Era la polla del otro verdugo que le invitaba a mamársela impaciente de que tardaran tanto. Ni siquiera tuvo que ordenárselo, Claudia hizo un esfuerzo y sacando su lengua se puso a lamerle el frenillo. En menos de un minuto la joven volvía a tener su boca ocupada por otro miembro masculino.

Desde su posición en el potro Valeria veía a su amiga como si estuviera empalada por las pollas de los dos hombres que no dejaban de meterla y sacarla animosamente. Ella misma ponía los ojos en blanco por la placentera penetración de Guido, pero de repente su placer se convirtió otra vez en dolor. El sádico verdugo se inclinó sobre ella y mientras la violaba se puso a morderle los pechos con sus afilados dientes.

Los mordiscos de Guido no eran como los leves mordisquitos que a veces se dan los amantes, sino auténticas dentelladas pues el tipo dejaba sus dientes bien marcados sobre la piel.

Valeria lanzó un dolorido gemido que duró una eternidad. Cuando ese animal por fin soltó su presa, la joven tenía la marca de los dientes en su pecho.

- No, por favor, eso, no, susurró ella aterrorizada e inmediatamente lanzó otro gritó y su cabeza se golpeó violentamente contra la tabla cuando Guido le mordió el pezón izquierdo y tiró y tiró con sus dientes hasta casi arrancarlo. Me crean o no, ese día Valeria sufrió tantos tormentos en sus pechos que se arrepintió profundamente de que la naturaleza le hubiera dotado de unos senos tan bellos y sensibles.

Mientras Valeria gritaba de dolor, los dos verdugos empezaron a eyacular sobre el vientre, el pecho y la cara de Claudia. A pesar de haber follado esa noche con la morena, los tipos tenían leche para dar y repartir así que dejaron a la joven Claudia completamente mojada.

Los hombres que también se habían desnudado completamente, estaban ahora sudorosos y se miraron uno al otro satisfechos como si hubieran estado haciendo una carrera. Entonces empezó el propio martirio de Claudia.

Uno de ellos cogió un látigo de tiras de cuero y mirando su vulva depilada y brillante de jugos la utilizó como objetivo de sus azotes.

ZAAAS

- AAAAAAHH

El latigazo impactó de improviso y Claudia respondió con un sonoro grito. El primer contacto de Claudia con el dolor fue especialmente cruel, su vulva estaba muy sensible de modo que los latigazos le dolían horriblemente al rozar y arañar su piel. La joven miró a su verdugo sin comprender por qué le hacía algo tan horrible.

ZAAAAS

Ignorando esa mirada, los cueros del látigo volvieron a golpear su entrepierna con una diabólica insistencia, dejando a su paso unas marcas que se fueron enrojeciendo por momentos.

El verdugo sonrió cruelmente viendo a Claudia temblar de dolor, luchar por liberarse de las ataduras y lanzar alaridos sin control.

ZAAAS

- Toma novicia, grita para mí

- AAAAAHH, BASTA

ZAASS

Transido de sádica lujuria el hombre golpeaba con una crueldad inusitada ajeno a los lloros y protestas de la joven que no paraba de gritar.

Entre tanto unos ojos miraban la escena ocultos tras el ventanuco. Era el obispo que se deleitaba viendo como violaban y azotaban a su pequeña Claudia. El depravado viejo se sacó su pequeño pene y se puso a masturbarse como un vulgar mirón. Esta vez el viejo impotente sí que consiguió que se le pusiera dura.

ZAAAS

- AAAAh, AAAAAYYYY, PIEDAAAD.

Las cintas de cuero del látigo le acertaron en pleno clítoris y Claudia emitió un grito aún más agudo, su cabeza se agitaba pero la joven estaba tan bien atada que no podía hacer nada por evitar los latigazos.

Por fin tras más de un cuarto de hora de cruel flagelación el verdugo paró sudando satisfecho.

 

- No llores bruja, esto no ha sido nada, dijo retorciéndole uno de sus pezones. Los hierros ya están al rojo vivo y pronto "acariciarán" tu piel.

El cuerpo de Claudia brillaba de transpiración y su entrepierna era fuego marcada por heridas radiales que escocían terriblemente. Cuando la muchacha vio que el verdugo cogía un hierro al rojo del brasero se puso a llorar desesperada.

- Espera un momento, dijo Guido, que seguía follándose a Valeria, antes de eso tengo una idea mejor.

Diciendo esto liberó por fin a Valeria del potro y agarrándola del cabello la obligó a levantarse y la llevó hasta donde estaba Claudia.

Valeria cruzó su mirada con la de Claudia. -Pobrecilla, pensó-, casi era una niña y la rubia no paraba de llorar pensando en lo que le iban a hacer. Valeria apartó la mirada avergonzada, pero Guido la obligó a volver a mirarla agarrándola del cabello.

- ¡Mírala bien!, mira cómo sufre por tu culpa.

- No es cierto, no es culpa mía, sois vosotros los que....

- ¿Ah no, no es culpa tuya?, ¿prefieres que te vuelva a acostar en el potro y que te lo hagan a ti?

- No, no eso no.

- Y dices que no es culpa tuya, ¡qué rápido has vendido a tu amante, zorra!.

- No es mi amante, dejadla en paz, por lo que más queráis.

- Sí que lo es, estáis aquí por fornicar entre vosotras. Por eso tenéis que sufrir, y por eso seréis ejecutadas en la rueda, pero aún falta tiempo para eso. Antes me vais a hacer una demostración de cómo hacéis el amor una con la otra, vosotros sacad el "cinturón".

Al oír lo del "cinturón" los otros verdugos sonrieron muy excitados y para horror de las dos muchachas trajeron un cinturón de cuero con un enorme falo colgando de él. Uno de los verdugos sacó un extraño frasco de un estante y con buen cuidado de no tocar el líquido con los dedos introdujo el falo para que se empapara de la sustancia.

Ni Claudia ni Valeria lo sabían en ese momento pero se trataba de una solución abrasiva e irritante obtenida de ortigas y otras plantas. Mientras preparaban ese pene abrasador para Claudia, Guido obligó a Valeria a agacharse agarrándola por los brazos.

Así agachada, la joven novicia tenía delante la entrepierna de Claudia ahora enrojecida y marcada por el látigo. Un olor muy familiar y agradable le llenó las fosas nasales.

- Vamos, chúpale ahí , oyó como le decían agarrándola del pelo y obligándola a besar su entrepierna, ¿no ves que le duele?.

- No, no.

- Vaya, ahora resulta que tienes remilgos, ya sabes perfectamente a qué sabe el coño de tu amiga, así que no te hagas la estrecha.

- No por favor, no me obliguéis.

- ¿Otra vez?, creo que voy a tener que ponerte esto otra vez para que obedezcas. Guido dijo esto mostrándole otra vez los "dragones dentados".

- No, no otra vez no, dijo ella protegiéndose instintivamente las tetas con las manos.

- Pues entonces haz lo que te ordeno.

Nuevamente la amenaza fue suficiente y Valeria se puso a lamer los labios de Claudia hinchados e irritados por los latigazos.

- AAaaaah.

El primer contacto de la lengua de Valeria fue doloroso y desagradable pero no por eso dejó la novicia de hacerle el cunnilingus. Valeria empezó dudando muy avergonzada de tener que hacer eso tan íntimo delante de aquellos bestias. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo la joven superó su vergüenza y se puso a hacerlo con más pasión.

Paulatinamente los gemidos de Claudia se fueron haciendo más tenues y a medida que su amante le chupaba el coño, la joven Claudia empezó a excitarse.

- Síii, sigue, que alivio,..... qué gusto, sigue.

Claudia se estremecía de placer con la cara de Valeria enterrada en su mojado sexo y no pudo evitar decir aquellas cosas entre gemidos.

Por supuesto esta reacción hizo que los verdugos volvieran a burlarse de las dos novicias. Muerta de vergüenza y humillación Valeria levantó la cabeza y dejó por un momento lo que estaba haciendo pero eso le valió un latigazo que le cruzó el trasero,

- No te he dicho que pares, sigue con eso.

- Sí señor.

Después de tanta tortura y humillación, Valeria casi se comportaba como una esclava sexual completamente domada, por eso, y a pesar de la humillación no levantó la cara del coño de Claudia y siguió chupándole hasta que su amante se corrió en sus labios.

Entonces Guido le restregó bien la cara contra su mojada entrepierna y cogiéndola de los cabellos la obligó otra vez a incorporarse.

- Bueno zorra, ya vemos que sabes utilizar la boca, pero ahora te la vas a follar con esto. Los verdugos le colocaron el cinturón y ajustaron bien las correas, acto seguido le ataron los brazos a la espalda para que ella no se lo pudiera quitar. Mientras lo hacían, Valeria miraba preocupada el enorme falo que colgaba delante de su entrepierna y por supuesto no se atrevía ni a mirar a Claudia a los ojos.

- Ya está, ahora fóllatela como es debido.

Aquello era una nueva humillación, pero a esas alturas Valeria se contentaba con que no les hicieran más daño. De este modo empezó a introducir el falo en el sexo de Claudia como hacían en la celda del convento. Inexplicablemente para ella, Claudia no suspiró de gusto como solía sino que se puso a gritar como una loca y a agitar la cabeza.

Era lógico, el líquido abrasivo entró por sus heridas abiertas e hizo que el escozor y la quemazón convirtieran su entrepierna en un fuego ardiente.

Ante los alaridos de Claudia, Valeria dejó de follarla y sacó el pene.

- ¿Que habéis puesto ahí?, ¿por qué grita así?

- Eso a ti no te importa, fóllatela o te acordarás.

- No, habéis puesto algo, no lo haré.

Uno de los verdugos estuvo a punto de darle una hostia en la cara, pero Guido hizo gala una vez más de su perversa crueldad.

- Vamos a ver bruja asquerosa, o te la follas bien follada o vuelvo a ponerte en el potro y nos ponemos a jugar otra vez con las tenazas.

- No, no piedad.

- Entonces ya sabes lo que tienes que hacer.

Y como vio que dudaba, el verdugo le dio un latigazo en el culo y le gritó.

- Vamos, ¿ a qué esperas?

Valeria se puso a llorar pero siguió follando a su amante y esta vez no la sacó a pesar de sus tremendos gritos.

Desde su escondite, el obispo veía toda la escena sin dejar de meneársela, aquello era mucho mejor que estar presente, ese Guido y sus ayudantes eran especialmente bestias cuando no tenían testigos. De pronto el obispo reparó en el gesto de la angelical Claudia deformado hasta lo irreconocible a causa del dolor y empezó a eyacular una patética espumilla. Tras esto cerró el ventanuco y se volvió a sus habitaciones.

Tras un buen rato de aquella cruel penetración los verdugos se terminaron aburriendo y dejaron que Valeria sacara el falo, entonces la morena se arrodilló llorando amargamente arrepentida por lo débil que había sido y por los sufrimientos que había provocado a su amiga.

- Por favor, dejadla, es casi una niña, dijo con lágrimas en los ojos. Valeria se sentía responsable de su amiga más joven que ella, pero sus ruegos no fueron escuchados.

Satisfechos de su hazaña los sádicos verdugos llevaron a Valeria hasta otra parte y tras quitarle el cinturón la ataron de pie con los brazos en alto para que no se perdiera nada del espectáculo.

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