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Campo de Concentración para Esclavas (12)

en Sadomaso

Capítulo 12 La Pasión de Yuka (3)

- Quiero quedarme para ver lo que le va a hacer a la esclava japonesa, dijo Ellen muy excitada.

- No es conveniente para las visitas, es demasiado fuerte.

Ellen le miró contrariada

- Pero yo quiero verlo, si se niega se lo diré a mi marido.

Esta vez fue Markus el que se alejó de ella sin responderle y se volvió hacia Daisy y Micaela cogiendo en las manos una larga aguja de metal. Pocos segundos después tenía a Ellen otra vez a su lado.

- ¿A ellas también se lo va a hacer?.

- Sí, por supuesto, contestó Markus y nuevamente volvió a marchar de su lado.

Ellen se quedó mirando a las dos esclavas con una mezcla de compasión y envidia. Las dos muchachas se debatían en un doloroso suplicio colgando de sus cruces con los brazos estirados y abiertos, las piernas dobladas y el ano empalado en el cornu. En ese momento Micaela hacía fuerza con los brazos por enésima vez para respirar mejor pero desistió acto seguido. La joven bramó de dolor y placer con la cabeza dirigida al cielo cuando el cornu la volvió a follar el ano. Ellen se puso cachonda al verla y por un momento quiso estar en su lugar.

Daisy aún tenía las dos agujas clavadas en sus pezones hasta la cabeza, la joven mejicana miró a Ellen y quiso pedirle que le diera de beber del biberón, pero después al verla cómo cogía una larga aguja de acero y comprobaba su afilada punta con el pulgar, apartó el rostro llorando de desesperación.

Mirando sus cuerpos desnudos Ellen pensó que eran dos jovencitas preciosas seguramente nunca habían hecho sado y esa era la primera vez que las torturaban, sobre todo Ellen envidiaba los pechos de Daisy, frescos y tiesos como dos tiernas frutas. Así los tenía ella misma en Rusia cuando empezó de puta. De repente volvió a pensar en esas afiladas agujas largas traspasándolos lentamente y tuvo deseos de levantarse su minifalda y masturbarse allí mismo.

Definitivamente se lo tenía que decir a su marido, la mujer quería ver el suplicio de esas tres chicas, de hecho haría lo que fuera por verlo.

Justo en ese momento Markus mostraba al público una de esas largas agujas de quince centímetros.

- ¿Ven esto?, después cuando ustedes se vayan, calentaremos estas agujas en el brasero y se las clavaremos a estas esclavas en los pechos. Si les gusta el sado les recomiendo que compren el video que vamos a grabar, pues será algo digno de verse. No creo que hayan visto nunca nada parecido..... Aquí no hay trucos todo es real.

La gente se quedó maravillada por lo que oía pero al mismo tiempo decepcionada. Evidentemente les hubiera gustado ver el espectáculo en directo.

- Yo quiero verlo.

De pronto la voz de Ellen interrumpió a Markus y ella se acercó al grupo.

- He dicho que quiero verlo, volvió a repetir un poco alterada, mirando a su marido y buscando su complicidad.

- Mira puta, le cortó Markus, si quieres verlo, puedes quedarte pero será con tres condiciones.

Los otros verdugos se quedaron de una pieza al oír a Markus hablar así. Al fin y al cabo era la mujer de un importante accionista por muy zorra que ella fuese. Sin embargo, Mister Lee no se alteró lo más mínimo, al contrario, se quedó callado con una medio sonrisa esperando a ver a dónde llevaba todo eso.

Ellen se quedó cortada esperando una respuesta de indignación de su marido por el insulto del verdugo. Y al ver que no la respaldaba, se quedó en jarras delante de Markus desafiante y muy nerviosa.

- A ver. ¿Cuáles son esas condiciones?.

Markus sonrió con crueldad.

- La primera es que me la vas a chupar y te vas a beber mi leche, zorra.

Ellen se quedó helada, luego volvió a mirar a Mister Lee que seguía sin intervenir, sin embargo decidió mantener el envite.

- Sí sólo es eso, ¿cuál es la segunda?.

- La segunda es que luego se la vas a chupar a esos quince que han venido contigo y te van a hacer un bukkake en la cara y las tetas, seguro que están deseándolo.

Ellen no entendía cómo ese tipejo se atrevía a tanto, pero no respondió, en su lugar miró de reojo a los visitantes, efectivamente llevaban toda la mañana comiéndosela con los ojos.

La bella mujer estuvo a punto de mandar al verdugo a la mierda, pero se contuvo otra vez.

- Está bien, dijo con la cara enrojecida,...... lo haré. ¿Cuál es la tercera?.

Esta vez Markus no se lo dijo inmediatamente, sino que se quedó repasándola con la mirada esbozando una sonrisa cruel.

- Dime la tercera, ¿Cuál es la tercera condición?.

- La tercera condición es que tú también te dejes crucificar, zorra.

- ¿Qué?. A Ellen se le subieron todos los colores a la cara y se le aflojaron los esfínteres.

- Lo has oído muy bien puta.

Ellen volvió a mirar a su marido en busca de ayuda.

- A mí no me mires, dijo él. Él es quien manda aquí.

Humillada y roja de ira, Ellen volvió su cara a Markus con ganas de arañarle la cara. No podía creer lo que ese cerdo le proponía, pero lo cierto era que la idea de que la crucificaran junto a las otras le puso muy cachonda.

- Esta bien cerdo, le dijo muy cabreada, has ganado, pero nada de agujas.

Markus sonrió triunfante con el miembro tieso como una estaca.

- De acuerdo, dijo él, nada de agujas, y ahora... desnúdate.

Ellen no obedeció de la misma. Hasta el último momento se quedó esperando a que su esposo le sacara las castañas del fuego, pero al ver la actitud pasiva de él, decidió darle también una lección. Se bajó los tirantes de su vestido con rabia dejando sus tetas al aire y después se lo sacó por las piernas sacudiendo las caderas animosamente pues lo llevaba bien prieto como si fuera una morcilla. Después se quitó el tanga negro y tras esto los zapatos.

-Ya está le dijo a Markus desafiante y en pelotas, esto era lo que querías, ¿no?

El cuerpo de Ellen no era ni mucho menos espectacular, pero tenía el culo prieto y suave, caderas anchas y pechos carnosos y caídos hacia los lados como si ella ya hubiera sido mamá. Los pezones eran gruesos como pulgares de gorila y en ese momento estaban duros de la excitación. Además la mujer tenía una cara de viciosa que no podía con ella. Tantos años de ejercer la prostitución le habían marcado, pero aún era muy atractiva.

- Ese Mister Lee sí que sabe, dijo para sí Markus al ver a esa hembra como Dios la trajo al mundo

Una vez desnuda, Markus se fue hasta ella con una soga y violentamente la hizo volverse sobre sus talones. Entonces le cruzó los brazos a la espalda, juntó bien sus codos y hábilmente le hizo un fuerte nudo que los dejó incómodamente atados entre sí. Markus siguió dando unas cuantas vueltas a la soga, y con la habilidad de un verdugo experimentado le ató también las muñecas entre sí y éstas a la cintura.

Mientras la ataban con esa brutalidad, Ellen miraba al resto del grupo jadeando, aún enfadada pero también excitada como una perra. Nadie había dicho que estaría atada durante el bukkake, pero el caso es que eso no le importó mucho, al contrario.

Entretanto, muchos de los visitantes ya estaban entrampados al ver ese pedazo de mujer desnuda y maniatada entregándose voluntariamente a los verdugos. Alli había de todo, jóvenes, viejos, guapos y feos y Ellen tendría que chupársela a todos antes de ser crucificada.

Una vez atada, Markus le volvió a dar la vuelta y le dio una bofetada en las tetas haciendo chocar la una contra la otra.

- Menuda mierda de pechos, eso te pasa por no usar sujetador.

- Cabrón, le contestó ella escupiéndole a la cara y entonces Markus la atrapó de uno de los pezones y con sus dedos de hierro se lo retorció

- Aaaaah. hijoputa, ¿es eso todo lo que sabes hacer?

- No, lo que sé hacer te lo demostraré luego cuando estés en la cruz y ahora arrodillate y chupa.

Markus la agarró fuertemente del pelo y la obligó a ponerse en cuclillas, se sacó la polla y dado que estaba ya empalmado empezó a darle con ella en la cara.

Ellen recibió esos golpes en los carrillos con disgusto pero cuando él dejó de hacerlo le atrapó la polla con la boca y se la metió hasta la garganta

- Así zorra, así, chupa fuerte y no pares.

Efectivamente Ellen se metió la polla hasta el gaznate y la mantuvo allí hasta que Markus suspiró de gusto, entonces empezó a mamársela enérgicamente. Se notaba que Ellen había practicado el oficio más viejo del mundo desde jovencita, pues tenía ella más efectividad con la boca que muchas mujeres con su vagina o con su ano.

Algunos de los visitantes se acercaron a la mujer aún reticentes, pero se sacaron sus propios miembros empezando a masturbarse. Otros le acariciaron el culo y las tetas que bamboleaban libres al ritmo de la felación.

El resto se acercaron a las chicas crucificadas y también las empezaron a tocar y acariciar aunque los verdugos les prohibieron expresamente follar con ellas.

Entretanto, Roberto y David se pusieron a preparar otra cruz a la derecha de la de Yuka.

La ex-prostituta rusa estaba cada vez más caliente y no dejó ni por un momento de hacer la mamada a Markus con todas sus ganas. Tras unos cuantos minutos a éste se le pusieron los ojos en blanco pues sentía que le venía.

- Vamos cerdo, córrete en mi lengua, dijo Ellen al notar el liquido seminal fluyendo del pene del verdugo y dicho esto se quedó con los ojos cerrados y la boca bien abierta a pocos centímetros de la punta del pene.

Markus se masturbó enérgicamente y en unos segundos le echó una lechada pastosa en la lengua. Tres o cuatro disparos de lefa y Ellen cerró la boca llena y se lo tragó todo. Acto seguido le limpió los restos de semen de la punta del miembro con su lengua.

Markus le sonrió satisfecho acariciándole la cabeza, hacía mucho que no se la mamaban tan bien.

- Apuesto a que no se te pone dura para follarme en la cruz pichafloja, dijo Ellen con el sabor del acre esperma aún en su lengua.

- Cuenta con ello.

Tras terminar con Markus, Ellen miró a los demás.

- Vamos, no tengáis miedo, no os la voy a morder. Los otros hombres dudaron un momento, pero un chico de unos veinte años cogió su pene que ya estaba tieso y lo colocó al alcance de su boca. Sin siquiera pensárselo Ellen empezó a lamerlo recorriéndolo con su lengua. Al ver eso el resto de los hombres fueron perdiendo la timidez y volvieron a tocar su cuerpo desnudo.

A la chica le daba la sensación de que la tocaban y acariciaban mil manos. La mayor parte de esos tipos eran unos pobres reprimidos que nunca hubieran soñado follarse a una mujer como aquélla, así que la acariciaban como quien acaricia un objeto precioso y frágil.

- Joder que suaves las tiene, dijo un tío que tenía agachado a la espalda y con las dos manos en las tetas. Con el movimiento de éstas, los pezones se rozaban contra los dedos y esas suaves caricias le estaban poniendo supercachonda.

Ellen se volvió hacia atrás y buscó con la boca la picha de ese hombre. Apretó bien los labios y le hizo una mamada enérgica que casi le extrajo toda la leche haciéndole gemir de placer. Pocos segundos después la mujer tenía el pene fláccido de un hombre mayor y después de chupársela un buen rato se lo dejó tieso como el de un chaval. Un rato después ya tenía otro miembro distinto entre los labios. Ni siquiera se fijó de quién era.

- Cerdo, le dijo escupiendo restos sólidos, a ver si te la lavas de vez en cuando.

Sin embargo, le echó un escupitajo y se la volvió a mamar cerrando los ojos y disfrutando ella también de la mamada.

Era evidente que Ellen gozaba tanto como esos hombres, estaba rodeada de pollas desnudas duras y suaves a su disposición que ella dejaba y cogía a placer con su boca. A la mujer le encantaba el tacto y el sabor de un miembro duro y vigoroso. También le agradaba estar atada e indefensa mientras miraba de reojo cómo preparaban su cruz. En un momento dado un tipo se atrevió a agarrarla de los pelos para reclamar su mamada y ella no sólo no le rechazó sino que se la feló con todas sus ganas.

Por su parte, los visitantes se masturbaban alrededor de ella y no faltaba quien le acariciaba la entrepierna enredando con sus dedos en el coño que para entonces estaba inundado de sus propios fluidos.

En un momento dado, otro tipo se atrevió a meterle un dedo por el agujero del culo y eso no le gustó tanto.

- Oye tú dejame en paz el ojete que está mi marido delante.

El típo se echó atrás atemorizado.

Al decir esto, Ellen se rió, cruzó la mirada con su marido y le miró pícaramente, entonces se metió una polla en la boca y sin dejar de mirarle se la mamó enérgicamente durante dos o tres minutos hasta que el tío empezó a correrse en su cara.

Hecho esto enseñó a su marido su lengua llena de semen y tras tragárselo se empezó a comer otro rabo.

Ellen estuvo chupando pollas durante cerca de media hora, pero ya al de cinco minutos algunos hombres empezaron a eyacular sobre ella. Entonces la mujer recibió una lluvia de semen tras otra abriendo la boca y tragando todo el esperma que podía. De todos modos no podía evitar que muchos disparos le dieran en la cara poniéndosela perdida o que la lefa se le cayera de la boca hacia sus tetas y sus piernas en amplios y viscosos goterones.

Los verdugos se descojonaban vivos viendo a la ex puta en su elemento gozando como una perra y con la cara y las tetas grotescamente manchadas de goterones blancos.

El bukkake siguió y siguió y ya estaba en su momento álgido cuando de repente apareció el Señor Bridges. Todo el mundo estaba tan pendiente de la múltiple felación que nadie se percató de su llegada. Por supuesto el director iba acompañado de Sunset la profesora, sólo que ella iba completamente desnuda con las manos esposadas a la espalda y amordazada con una ballgag de color rojo brillante. Bridges la traía con un dogal atado a un collar de perro.

- Hola Henry, dijo el director a Mister Lee, ¿no es esa tu mujer?.

- Sí, contestó éste sorprendido de verlo y más con aquella bella mujer rubia.

- Vaya, vaya casi no la reconozco con todo eso en la cara. ¿Y por qué lo hace?

- Pues porque le gusta. Además cuando acabe con todas esas pollas tus verdugos la van crucificar, ella misma lo ha pedido.

- ¿De verdad?. Bridges fingió cara de sorpresa. O sea que por fin se ha decidido.

- Sí así parece, ya sabes que mi mujer es muy puta y la cabra siempre tira al monte. ¿Y ésta? ¿quién es esta preciosidad?

- Oh ¿ésta?, sólo es una esclava, ¿te gusta?.

- Y tanto, ¿puedo?

- Por favor.

El viejo de Mister Lee no se cortó ni un pelo y con sus manos temblorosas y huesudas empezó a tocar a Sunset.

La bella joven miró angustiada a Mister Bridges haciendo por apartarse. ¡Pero si era un asqueroso viejo!.

- Obedece esclava y estate quieta, le ordenó Bridges.

- ¡Qué maravilla!, decía el viejo con una mano temblorosa en las nalgas y otra acariciándole las tetas. La vieja polla de Mister Lee empezó a ponerse dura a medida que sobaba a Sunset.

Esta permaneció quieta pero apartó el rostro y cerró los ojos de puro asco.

El Señor Bridges se dio cuenta y al ver ese gesto de repulsión tuvo una de sus ideas perversas.

- ¿Sabes Lee?, te propongo un cambio, tú nos dejas a tu mujer una semana como esclava y a cambio te llevas a ésta a tu casa, ¿qué te parece?.

Sunset miró aterrorizada al director y negó con la cabeza totalmente desesperada.

- Hum, no sé, bromeó Mister Lee. Antes tendré que examinarla. Date la vuelta preciosa.

Mister Lee le separó los magros mofletes del culo y chupándose el dedo se lo introdujo directamente en el agujero del ano.

Sunset pegó un brinco ante esa asquerosa intrusión.

- Parece que esta niña tiene el culito entero, dijo hurgándole en el trasero, ¿Cómo es posible? ¿cuánto tiempo lleva en el campo?.

- Ayer mismo llegó y nadie la ha sodomizado aún. Te cedo ese placer Henry.

- Oh, gracias. Mister Lee sonrió agradecido sin dejar de tocar a esa mujer preciosa, pero entonces se acordó y miró a su mujer.

- Pero Bridges, me da no se qué aceptar tu propuesta, dijo el muy hipócrita, si dejo a Ellen aquí toda una semana..... ¿qué le vais a hacer?

- Ya te lo puedes imaginar

El señor Lee se lo imaginó perfectamente y se relamió de gusto.

- ¿Harás que lo graben todo?

- Por supuesto.

- ¿Me darás una copia?

- Cuenta con ello

- Muy bien, trato hecho, dijo dando la mano al director. Ya eres mía, masculló con sadismo mirando a la profesora.

A Sunset le dio un escalofrío de terror y asco al oír eso.

Entretanto Ellen que no había podido oír cómo su marido la entregaba como esclava, seguía recibiendo las descargas de esperma tibio en su cara y sus tetas. Muchos de los hombres eyacularon un par de veces sobre ella y la mujer estaba completamente pringada de esperma que ahora frío y viscoso se deslizaba por su cuerpo desnudo y goteaba de su cara y de la punta de sus pechos hacia sus piernas.

- Ya es suficiente, dijo de repente Markus apartando a todos aquellos hombres a empujones. Ven conmigo puta, le dijo cogiéndola del brazo, tu cruz te espera, y le obligó a incorporarse para desatarle las sogas.

A Ellen le dio un escalofrío de gusto al oír eso.

- Puff, menuda puerca, hueles a semen que das asco.

Markus le fue desatando las manos y los brazos mientras toda ella goteaba esperma.

Justo delante de Ellen estaba la mesa con el instrumental de tortura. Cierto que había puesto como condición que no le clavaran agujas, pero no se había dicho nada del resto. Además ella vio que también habían colocado en la cruz un largo cornu igual que a las otras esclavas. La mujer sintió como un mareo y casi tuvo un orgasmo allí mismo.

Una vez desatada, los verdugos la cogieron brutalmente de los brazos y la arrastraron hasta la cruz, la colocaron de espaldas a ésta y le obligaron a subir los brazos para que Markus se los atara otra vez. Ni siquiera le dejaron que se limpiara la cara de lefa. Los verdugos la ataron apresuradamente, apretando bien las sogas impacientes de follársela.

A pesar de la brutalidad, o quizá precisamente por ella, Ellen estaba muy cachonda, y cuando le empalaron el cornu por el agujero del culo, se puso a gritar, pues se estaba corriendo..

Nadie tuvo muy claro si la mujer gritaba de dolor o de placer, pero de todos modos a nadie le importó, los verdugos estaban tan ocupados que tras que ese falo la sodomizara más de diez centímetros le ataron los tobillos al stipe con las piernas flexionadas.

Ya eran cuatro las mujeres crucificadas en la misma posición y Markus estaba encantado de la sádica visión de esos cuatro cuerpos desnudos en tan grotesca postura: Yuka y Ellen a un lado del camino y Daisy y Micaela al otro. La negra piel de Micaela contrastaba con la blanca de las otras tres. Por su parte, Mister Lee se adelantó para ver a su joven esposa en la cruz. Por supuesto, llevaba del dogal a Sunset que miró a las cuatro mujeres también muy excitada.

- Hola querida, ¿estas cómoda?

Ellen hizo fuerza con los brazos para mejorar su incómoda postura y sonrió afirmando al notar cómo el falo volvía a penetrar en su ano.

- Muy bien cariño, te comunico que he hecho un trato con Mr Bridges y te he cambiado por esta esclava.

Al oír eso Ellen mudó completamente el gesto.

- Sí querida, me llevaré a esta joven a casa durante una semana y tú te quedarás aquí como esclava. Bueno ya sabes lo que eso significa.

A Ellen se le cayó el mundo encima, ¡una semana en aquel lugar!, ella sólo quería probar durante un par de horas

- Pero, pero Henry....

- Cállate, ya está decidido.

Ellen protestó aún más con lágrimas en los ojos.

- Pero,...pero ahora me clavarán agujas en los pechos.

- Lo sé y no pienso perdérmelo.

Ellen aún intentó protestar, pero entonces Markus le introdujo por sorpresa una ballgag en la boca y la amordazó violentamente convirtiendo sus protestas en sonidos incomprensibles.

Por supuesto su marido se desentendió de ella, en su lugar le quitó la mordaza de bola a Sunset y sacando su asquerosa lengua le dijo.

- Dame un beso preciosa quiero hacer el amor contigo mientras torturan a mi mujer.

Cuando estuvo a punto de darle un beso en la boca, la bella profesora apartó la cara de golpe. Mister Lee le dio una bofetada.

- ¿Acaso quieres que te crucifiquen a ti también estúpida?. He dicho que me des un beso.

Sunset le miró muerta de miedo y haciendo un supremo esfuerzo aceptó besar a aquel viejo.

El muy degenerado se demoró un buen rato besando a Sunset y chupándole los labios y la lengua consciente de la repulsión que le producía. Mientras tanto le acarició las tetas con las dos manos aprovechando para pellizcar sus pezones.

Sunset le besó sacando la lengua pero con los ojos cerrados, completamente asqueada.

- Muy bien querida, así me gusta, y ahora te voy a decir lo que vas a hacer. Vas a ir donde mi mujer y con esa lengüita tan suave le vas a lamer el cuerpo hasta que le quites todo el semen de encima.

La pobre Sunset miró a Ellen con un escalofrío y vio los restos de lefa que cubrían su piel y que se deslizaban hacia abajo goteando hasta el suelo como un repugnante brebaje viscoso. A la joven profesora le dio una arcada y se le revolvió el estómago sólo de pensarlo.

- No por favor, le dijo a su nuevo amo, no me obligue a hacer eso.

- Veo que eres una esclava testaruda, tú verdugo, prepara otra cruz para esta puta desobediente pero antes dale unos latigazos.

Sunset se arrodilló.

- Se lo pido por favor, haré lo que quiera, fólleme si quiere pero no me haga hacer eso, me da mucho asco.

Repentinamente Roberto y otro la cogieron de los brazos para flagelarla, Sunset se revolvió de ellos.

- ¡Está bien, está bien!, gritó, lo haré.

Tambaleándose, Sunset se acercó lentamente a Ellen y cuando estuvo a un metro de ella tuvo que hacer un esfuerzo para no vomitar.

Como veía que no se decidía, Roberto la cogió del pelo y le obligó a agachar el torso para empezar a lamer las piernas de Ellen.

Sunset se quedó con la cara a escasos centímetros de la piel con los ojos y la boca cerrados, temblando de grima, entonces Roberto le dio un fuerte cachetazo en el trasero.

- Vamos, saca la lengua de una vez.

Muerta de asco y humillación, Sunset accedió y empezó a lamerle los muslos. A cada pasada de su lengua la profesora se llevaba una buena cantidad de esperma por delante y cerraba la boca, entonces la joven escupió todo el semen que pudo con gesto de desaprobación.

- Haz que se lo trague verdugo, dijo Mister Lee, de repente.

- Tragátelo puta, le dijo Roberto dándole otro cachetazo, si veo que escupes una sola gota te daré con esto.

Sunset afirmó muy nerviosa y a partir de ese momento se fue tragando toda la lefa que recogía con su lengua. La pobre mujer ponía un indescriptible gesto de asco al hacerlo.

Los visitantes estaban alucinados por la escena, amenazada y espoleada pòr los cachetazos de Roberto, la joven Sunset lamió lentamente todo el cuerpo de Ellen. La profesora acabó con sus piernas en unos minutos y continuó por su vientre y pronto llegó a sus tetas. Los goterones de semen más densos se habían acumulado en los pezones de Ellen y Sunset tuvo que succionarlos con repulsión.

- Limpiaselos bien, dijo Roberto riéndose y dándole otra vez en el culo, vamos vuelve a chuparlos. Esta vez Ellen suspiró de placer por los lametones de la esclava.

Sunset aún tardó diez minutos más en limpiarle todo el cuerpo con la lengua y terminó por su cara, lamiendo con todo cuidado, su cuello, carrillos, nariz e incluso los párpados.

Cuando creyó haber terminado Sunset se volvió hacia Mister Lee y el director relamiendo sus labios, y éstos iniciaron un aplauso que fue contestado por el público.

Entonces Sunset se sintió sucia y humillada y bajó la cabeza ante toda aquella gente.

A un gesto del director el guía indicó a los visitantes que tenían que continuar la visita y éstos se fueron marchando muy a su pesar. El Señor Bridges y Mister Lee, en cambio se quedaron a ver el morboso espectáculo. Para ello hicieron que les trajeran dos sillas y algunas bebidas para verlo con toda comodidad. Mientras Markus y el resto de los verdugos continuaban torturando a las esclavas, Sunset se encargaría de amenizarles la fiesta.

Los verdugos avivaron las brasas y colocaron una plancha de metal sobre las mismas. Entonces Markus situó dieciséis largas agujas sobre la chapa con la punta hacia dentro y el mango hacia afuera.

Entretanto se calentaban la agujas Mister Lee quiso que su mujer Ellen empezara a disfrutar de los placeres de la crucifixión.

- Vamos Markus, quiero ver cómo torturas y te follas a mi mujer.

El verdugo obedeció de mil amores, se fue hasta la mesa y trajo dos enormes tenazas llenas de pinchos en su cara interna. Se trataba de dos desgarradores de senos, una imitación de los que usaba la Inquisición en la Edad Media con las mujeres adúlteras.

Excelente, excelente, gran conocedor y coleccionista de instrumentos de tortura, Mister Lee dio su aprobación mientras hacía que Sunset se sentara en su regazo y le acariciaba las piernas.

Markus ofreció las tenazas a Harry y a Roberto que sonrieron sádicamente mirando los pechos de Ellen.

Esta a su vez sintió un escalofrío de terror y negó con la cabeza pidiendo piedad inútilmente cuando las dos tenazas rodearon sus pechos y empezaron a hincarse en la tierna piel de éstos.

Por su parte, Markus se sacó el miembro y la penetró de una sola embestida.

- Ya ves, puta, tiesa como una estaca.

- MMMMMMHHHH

Ellen empezó a gritar cuando los verdugos apretaron las tenazas contra sus pechos y se los empezaron a retorcer. Las tetas de Ellen eran grandes y maleables y eso permitía a los verdugos sacudirlas y retorcerlas a placer.

Mientras la torturaban, su marido seguía acariciando a Sunset deleitándose de la sádica escena. En un momento dado le metió la mano por la cara interna del muslo, poco a poco le separó las piernas y empezó a masturbarla acariciándole el clítoris. Sunset tenía la entrepierna caliente y húmeda y ya no rechazó aquello.

- Así, así, Markus follatela, decía Mister Lee disfrutando de cómo atormentaban su mujer.

Ellen sentía como si le le arrancaran los pechos. De hecho si los hubieran utilizado como se hacía en la Edad Media se los hubieran desgarrado de verdad. Cuando tras un buen rato de gritos y protestas, los verdugos abrieron las tenazas se veían perfectamente dos aureolas de pinchazos rodeando las tetas de Ellen, algunas incluso dejaron unas pequeñas heridas por las que se escapaban pequeñas gotas de sangre.

Después de esas siniestras tenazas, los verdugos cambiaron de tercio y cogieron otras tenazas con las puntas rectangulares planas y erizadas de pequeñas pirámides de metal como una especie de grill. Los verdugos dirigieron los nuevos instrumentos de tortura hacia los pechos de la mujer para desesperación de ésta, pero nada le libró de aquello. Casi a la vez los dos le atraparon ambos pezones y toda la punta de los senos y se los aplastaron hincando con fiereza las puntas.

Ellen volvió a derramar lágrimas y babas sin dejar de dar alaridos. Tras aplastarlos esos bestias le estiraron de los dos gruesos pezones hasta casi arrancarlos.

Markus lo veía todo de cerca y no dejaba de follársela completamente fuera de sí. Los torturadores estaban siendo especialmente brutales con esa mujer y eso le excitaba.

- Así, ahora retorcedlos vamos.

Mister Lee daba las órdenes a distancia y con toda tranquilidad, completamente empalmado mientras seguía masturbando a Sunset. Esta se resistía a que un viejo pervertido como ese le excitara sus genitales, pero de hecho, la escena de tortura que se estaba desarrollando delante de ella le estaba poniendo muy cachonda y de hecho la chica tenía su clítoris ya muy engrosado y a punto de correrse.

Mientras se los retorcían con saña a Ellen le dio la sensación de que le arrancaban los dos pezones de cuajo, entonces ella también tuvo otro orgasmo y empezó a correrse gritando como una loca y con fuertes sacudidas de su cuerpo. Markus sintió cómo la entrepierna de la mujer se estremecía y eso mismo hizo que él también se corriera en poco segundos.

Cuando por fin la dejaron esos bestias, Ellen tenía marcadas las mamas, los pezones enrojecidos e hinchados y la entrepierna y el clítoris completamente erizados. La mujer tenía lágrimas en los ojos pero miró desafiante a sus verdugos sin cerrar las piernas esperando a ver quién iba a ser el siguiente en follársela.

En lugar de eso le ataron un palo entre las dos rodillas para que no pudiera cerrar las piernas y sin más tardanza se pusieron a darle de latigazos.

Roberto por un lado y Harry por el otro la flagelaron cruel y brutalmente con látigos trenzados de una sola cola propinándole los golpes alternativamente y dándole en todos los rincones de su cuerpo excepto en la cara.

Mister Lee veía complacido los gestos de sufrimiento de su mujer por los golpes del látigo. A pesar de sus años, el viejo estaba totalmente empalmado así que cogió a Sunset que hasta el momento había estado sentada en su regazo y la invitó a que empalara su entrepierna en su pene enhiesto. Sunset lo hizo dando la espalda al viejo y agachando las piernas encajó su coño en el miembro del anciano. Trabajosamente la joven se puso a follar sin dejar de mirar cómo flagelaban a Ellen.

Mister Lee colocó sus manos en las caderas de Sunset y le ayudó a mantener el ritmo haciendo que éste fuera pausado y lento. La vagina de Sunset era cálida y húmeda y acariciaba sensualmente el miembro de Mister Lee. Es difícil que un hombre de su edad tuviera un orgasmo sólo con eso, pero para Sunset la cosa era muy distinta. Con su lento movimiento el pene de Mister Lee entraba y salía entero, una y otra vez estimulando su entrepierna. De todos modos, más que eso, lo que excitaba a Sunset era ver cómo sufría Ellen en la cruz.

Los latigazos caían una y otra vez chasqueando ruidosamente sobre la piel de la mujer y dejando su cuerpo enrojecido e intensamente irritado. Lógicamente ella no dejaba de gritar ni de retorcerse sin poder evitar el salvaje castigo. Muchos de los latigazos se desviaban de su objetivo y le daban en la entrepierna haciéndole aullar aún más fuerte.

Sin embargo, en un momento dado los gritos y gemidos de Ellen empezaron a ceder y Sunset sintió cómo el orgasmo le llegaba. La joven aumentó la cadencia de su movimiento y de repente se quedó quieta estremeciéndose de placer.

Mister Lee estuvo a punto de llegar también mientras Sunset se corría sobre su viejo pene, pero finalmente no pudo. De todos modos no le importó mucho, se agarró a los pechos de Sunset y se puso a morderle en la espalda.

- Así, así, pequeña, te has corrido, ¿verdad?.

La bella profesora se avergonzó inmediatamente de haberse corrido en esas circunstancias, de este modo, se desclavó del pene aún erizado del viejo y le miró.

- Sí, amo, le dijo con rabia.

- Pues ahora agáchate y chúpamela.

Después de haberse tragado el bukkake de Ellen a la profesora pocas cosas le daban ya grima, además negarse significaba la cruz, así que Sunset se arrodilló delante de él. Lentamente se metió el pene en la boca y saboreó sus propios fluidos vaginales de la polla del viejo que además ya estaba otra vez fláccida. A base de mucho insistir con su lengua se volvió a endurecer y en pocos segundos la bella profesora subía y bajaba su cabeza rítmicamente.

Entretanto el ruido de los latigazos y los gemidos de Ellen aún continuaban a su espalda.

- Basta, dijo Mister Lee cuando vio que su mujer ya había tenido suficiente.

Los verdugos pararon con los látigos y la pobre Ellen bajó la cabeza llorando desconsoladamente.

Markus la cogió entonces del cabello y le obligó a levantar la cabeza.

- Y ahora, zorra, lo verás todo como tú querías. Fíjate bien porque tú serás la última.

La mujer miró implorante a su marido, pero éste no tuvo piedad.

- Empieza por la japonesa, dijo a duras penas excitado como estaba por la mamada de Sunset.

Entonces el verdugo se calzó unos gruesos guantes en las manos y cogió una aguja del brasero. Miró a Yuka con crueldad y se acercó a ella con la aguja enhiesta.

Aunque al principio la aguja estaba de color rojo, Markus dejó que se enfriara.

Ese era uno de los trucos de Markus para la cámara. Para los espectadores la aguja estaba al rojo, pero si se la hubiera introducido así le habría provocado una lesión irreversible. El experimentado verdugo prefería algo menos agresivo. El delgado metal se enfrió rápido y para cuando se lo empezó a clavar en el turgente pecho ya sólo provocó una quemadura leve, pero eso sí muy dolorosa.

Yuka creía estar en el infierno cuando la fina aguja aún caliente le empezó a traspasar el pecho de parte a parte y se puso a lanzar aullidos de dolor. La pobre muchacha se retorció como un animal al que estuvieran desollando.

Al ver aquello, Daisy y Micaela luchaban desesperadamente por soltarse de sus ligaduras con la piel brillante de sudor y a punto de darles una taquicardia. Las muchachas estaban aterrorizadas, harían lo que fuera para librarse de ese suplicio horroroso.

Tras unos interminables segundos la punta de la aguja asomó por la otra parte del pecho y Yuka dejó de gritar y se miró el pecho erizado de agujas. Acto seguido Markus trajo otra aguja y Yuka se preparó para ello. Curiosamente mientras le clavaban las agujas largas Yuka no pidió piedad en ningún momento, sino que se limitó a aguantar sin gritar. No obstante el gesto de sufrimiento de la japonesa era muy revelador. Markus le clavó las agujas cruzadas entre sí, primero en un pecho y luego en el otro y en todo el proceso tardó casi diez minutos.

Totalmente distinto fue el comportamiento de Daisy ante la tortura. La chica pidió piedad en todo momento y se meó incluso antes de que la punta de la aguja tocara su piel. Pero cuando la aguja le empezó a perforar el pecho, el dolor era tan insoportable que la mujer se puso a gritar como una loca y empezó a dar cabezazos contra la madera con la esperanza de perder el sentido, para su desgracia eso no ocurrió.

Cuando Markus fue a buscar la segunda aguja Daisy retorció su cuerpo desnudo intentando escapar gritando histérica y totalmente enloquecida de pánico pero evidentemente no pudo hacer nada. Con cara de sádico, el verdugo agarró su bello pecho con los dedos y le fue clavando la larga aguja poco a poco entre los alaridos y lloros desesperados de la chica. Como había hecho con Yuka, Markus le cruzó las dos agujas formando una equis con ellas a pocos centímetros de la aureola de los pezones. La punta de la aguja sólo tuvo que recorrer unos centímetros por dentro del seno, pero fue suficiente para que a la chica mejicana se le saturara el sistema nervioso y se desmayara.

A Markus eso no le importó nada pues mientras esperaba a que Daisy volviera a despertarse cogió otra agua y miró sonriendo a Micaela para desesperación de ésta. Micaela tuvo suerte de tener unos pechos pequeños, pues a Markus le costó menos atravesarlos con las agujas. No obstante la joven negrita también se desmayó después de que le clavaran las cuatro agujas y de gritar y llorar como su compañera.

Entre tanto, Sunset seguía con la felación y Roberto y los demás verdugos se turnaban para follar con Ellen. En la práctica, ésta experimentaba una doble penetración pues el movimiento de su trasero hacía que el cornu le follara el culo. Sin embargo, la puta rusa ya no disfrutaba, pues no podía apartar los ojos de las chicas que gritaban como condenadas. Ese sufrimiento sería suyo en pocos momentos y la mujer no le podía quitar de la cabeza.

Mientras todo esto ocurría a su alrededor, el señor Bridges disfrutaba de la escena y calculaba mentalmente los beneficios que le reportaría ese video, sin embargo tampoco se pudo reprimir, así que le quitó el sedile a Yuka y se puso a follar con ella.

Entretanto, Markus despertó a Daisy dándole calambrazos con la picana. Esta despertó confundida, pero en cuanto vio cómo el verdugo se dirigía hacia ella con otra de esas odiosas agujas volvió a gritar histérica pidiendo piedad.

Por supuesto nadie hizo caso de sus ruegos, Markus le atrapo el pecho y esta vez le clavó la aguja de abajo hacia arriba.

Todos los músculos de la mejicana se tensaron y toda ella tembló poniendo los ojos en blanco y sintiendo que se le iba la cabeza, pero esta vez no se desmayó. Dirigió la cara al cielo y lanzó un largo y lastimero alarido hasta que la aguja traspasó completamente su pecho

Ante la infernal escena al sádico de Mister Lee se le endureció el miembro mejor que lo hubiera hecho la viagra, así que decidió sodomizar a Sunset. Hacía muchos años que Mister Lee no había conseguido una hazaña de tal calibre así que muy ilusionado obligó a la pobre muchacha a arrodillarse y a inclinar su torso hasta apoyar la cara en el suelo.

Entonces e inspirándose en el gesto de sufrimiento de Daisy, Mister Bridges empezó a penetrar analmente a la profesora. A Sunset nunca le habían dado por el culo, pero le pareció especialmente humillante ser sodomizada por aquel viejo despreciable en presencia de los verdugos que se reían por los inútiles esfuerzos de ese pervertido y no dejaban de hacer comentarios obscenos sobre la profesora.

En realidad, y a pesar de sus denodados esfuerzos, Mister Lee no pudo hacerlo pues la profesora era virgen por el ano y su vieja polla no podía vencer la resistencia, así que al ver a David riéndose le pidió que la enculara en su lugar.

David si que fue capaz de romperle el culo y Sunset gritó de dolor al ser desvirgada por el orificio trasero.

De pura rabia, Mister Lee, pidió que Markus le clavara las agujas a su mujer y mientras la torturaban, se puso a masturbarse compulsivamente.

En el caso de Ellen, la tortura de las agujas fue especialmente cruel, no sólo porque Markus tardó más de la cuenta en traspasarle sus mamas generosas, sino porque después de eso, cogió unas tenazas al rojo y con ellas atrapó el metal de una de las agujas. Lógicamente el metal sólo tardó unos segundos en calentarse en el interior del pecho de Ellen y esta se retorció de dolor entre aullidos que ponían los pelos de punta. Fue en ese momento cuando Mister Lee consiguió correrse por fin echando una patética gota de espuma blanca de su viejo pene.

Para cuando se acercó a Ellen, ésta lloraba desconsoladamente. Mister Lee apartó el pelo sudoroso de su cara.

- Bueno, querida, te dejo, espero que disfrutes de tu experiencia como esclava, dentro de una semana pasaré a buscarte.

Cualquiera pensaría que Ellen le iba a responder con un desaire, pero sumisamente dijo que sí a su marido. Éste se limitó a acariciarle el carrillo y la dejó en la cruz para coger a Sunset y llevársela a su casa.

Mister Lee hizo que a la profesora le pusieran una claustrofóbica capucha de cuero que le impedía todo tipo de percepción sensorial y se la llevó atada de pies y manos en el maletero de su coche. Por supuesto, antes de irse se llevó consigo el vestido, los zapatos y la ropa interior de su esposa.

Sería largo y tedioso narrar los siete días de esclavitud de Sunset en casa del viejo Mister Lee. Cuando no dormía con ella, Sunset pasaba la noche con los dos criados de color del viejo que sí que la sodomizaron todas las noches. Durante el día ella tenía que hacer de chacha, e incluso Mister Lee preparó una fiesta en la que ella tuvo que hacer de camarera con un ridículo vestido de látex. Cuando volvió Sunset era una sumisa bien entrenada.

Aún dejaron a las cuatro mujeres en sus cruces una hora más, pero a eso de las cuatro de la tarde se oyeron a lo lejos unos truenos, el cielo se puso gris y repentinamente cayó una violenta tormenta. En cuanto empezó a llover, el director y los verdugos corrieron a refugiarse entre los árboles, pero las cuatro esclavas se quedaron en sus cruces soportando esa tromba de agua durante un cuarto de hora.

Cuando por fin escampó se las encontraron empapadas y muertas de frío, Yuka incluso había perdido el conocimiento, así que decidieron dar por finalizado el castigo y las bajaron de sus cruces.

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