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Paraíso de Masoquistas (y 18)

en Sadomaso

Ahmed lo anunció por megafonía e Ismail cogió  un hierro  de marcar. Otro verdugo  quitó la chapa del brasero  y removiendo las brasas utilizó un fuelle para avivarlas. Entonces cuando volvieron a adquirir un color rojizo metió la punta del hierro dentro de ellas.

Cuando las tres chicas vieron lo que les esperaba empezaron a suplicar desesperadas que por favor no les hicieran pasar por una prueba tan terrible.

Entre tanto Ahmed se colocó bajo las cruces y se puso a discutir con Ismail cuál era el mejor lugar para ponerles la marca: ¿una nalga, la parte interna del muslo, el monte de venus?. Ellas podían oir perfectamente la discusión mientras los hombres hablaban fríamente de eso y les acariciaban la zona de la que hablaban, describiendo con los dedos cómo quedarían la marca. Al final decidieron que cada una lo llevara en un sitio distinto.

Tras un buen rato que siguió calentándose en el brasero, Ismail extrajo finalmente el hierro mostrando que la punta estaba al rojo, entonces se acercó con él en ristre  hacia Luba que iba a ser la primera en probar su mordedura.

La pobre mujer se puso a negar histérica intentando soltarse de sus ataduras  pero eso no movió a piedad al sádico verdugo que tras un momento de indecisión le aplicó el hierro candente en una de sus nalgas. Allí dejó el hierro unos segundos para asegurarse de dejar una buena marca. Luba gritó y aulló desesperada y continuó haciéndolo aún cuando le quitaron el hierro.

Ismail volvió a meter el hierro de marcar en el brasero y se acercó a inspeccionar la marca desoyendo los lloros inconsolables de Luba. La marca era muy pequeña, de un par de centímetros y el verdugo quedó satisfecho pues según él cicatrizaría bien.

Entre tanto la gente volvió a aplaudir satisfecha de que esas criminales recibieran su merecido.

Los sádicos verdugos esperaron aún un buen rato a que el hierro se calentara otra vez y entonces se dispusieron  a marcar a María en el monte de venus. La pobre muchacha se orinó mientras le aplicaban el hierro, pero tuvo la suerte de perder el sentido.

  

La última en probar ese horrendo tormento fue Nadia. Ismail tenía la intención de marcarla en la parte interna de uno de sus muslos, donde la piel es más suave y donde resaltaría más la marca sobre su piel blaquecina. Imaginó que la joven no se dejaría marcar ahí y mantendría las piernas cerradas. Por eso obligó a dos verdugos a que le cogieran de las dos piernas y las separaran a la fuerza.

Sabiendo lo que le iba  pasar Nadia intentó resistirse por todos los medios. En ese momento tenía el cornu penetrándole el trasero y los verdugos le impidieron que se lo desclavara. Entonces aprovechando eso le separaron las piernas  a la fuerza. Nadia pudo ver desesperada cómo se acercaba Ismail con el hierro al rojo.

- No, mi amo, espera, por favor, ahí nooooo, ahí NOOOOOOAAAAAAGGG

La joven lanzó un agudo grito al cielo temblando de dolor cuando el hierro candente tocó su sensible piel. Ismail mantuvo el hierro unos segundos  y al final lo separó de la pierna comprobando que le había dejado una pequeña herida rojiza.

Satisfecho, el verdugo  se alejó con el hierro echándolo al suelo mientras detrás se oían los sollozos desesperados de Nadia.

Una vez marcadas, las tres condenadas permanecieron en sus cruces dos horas más. Al cabo de ese tiempo estaban totalmente desfallecidas y ya no luchaban sino que colgaban de sus brazos con la cabeza caída sobre el pecho. Lógicamente el público se dio cuenta de que se había acabado la diversión y lentamente se fue marchando de allí.

Al de ese tiempo, un médico examinó a las tres mujeres y recomendó que se les bajara de las cruces para evitar un accidente fatal.

Así terminó la primera de las muchas ordalías que esperaban a Nadia y a Luba. Las dos jóvenes empezaron a cumplir su larga sentencia en el Krak entre humillaciones y tormentos diarios similares a los que habían vivido los primeros días, quizá algo suavizados por el hecho de que ahora no se les tenía que obligar a firmar ningún papel. Además su belleza les hizo convertirse en los juguetes sexuales de decenas de verdugos y guardias que las usaban a su capricho a todas horas.

En cierto modo el Coronel Ahmed envidiaba a Ismail y competía con él por conseguir de Nadia ese grado de sumisión que el verdugo había logrado.

Dos semanas después de su primera crucifixión, el juez volvió al Krak  y ordenó que María fuera liberada. Esta vez la traidora María tuvo más suerte y pudo coger el avión que le alejó de esa pesadilla. Respecto a Nadia y Luba, el magistrado reconsideró su caso y, teniendo en cuenta la testarudez y falta de arrepentimiento  de las condenadas decidió prorrogar su condena  otro año más.

Asimismo cuando supo las insultantes declaraciones de Nadia dictaminó que al día siguiente fuera conducida otra vez a la plaza mayor para volver a ser torturada y crucificada en público. Esta vez Nadia sufrió tormento en solitario a manos de ocho verdugo durante más de doce horas seguidas ante una cruel multitud. En su honor, Ismail hizo que llevaran el “rompe-espaldas” a la plaza para usarlo con ella antes de su crucifixión.

Por su parte, Frederick Vouillé solicitó a Ahmed ser aceptado como verdugo en el Krak cosa que el Coronel aceptó dados los servicios prestados.

Entre tanto, el número de reclusas no dejaba de crecer. Especialmente los días posteriores al suplicio de Nadia y Luba un número creciente de extranjeras se entregó voluntariamente a las autoridades del Kemed. Algunas confesaron bajo tortura que el ejemplo de esas dos masoquistas les había decidido a hacer algo para lo que hasta entonces no se habían atrevído. Llegó un momento en que las instalaciones del Krak no daban a basto para todas la prisioneras y se decidió habilitar nuevas prisiones temporales para ellas en espera de que se construyera otra cárcel mayor que el Krak.

Precisamente una mañana tras la toilette y el ejercicio matutino, el teniente Mahmud recibió la orden de trasladar a Luba y a Nadia fuera del Krak. La orden venía del Coronel Ahmed  que llevaba tres días ausente. Al leer la orden, Mahmud se sonrió para sus adentros pues comprendió que el Coronel Ahmed pretendía llevarse a las dos mujeres a un lugar bastante más discreto. El oficial  ya se imaginaba  para qué y francamente  le fastidió bastante tener que desprenderse de esas dos bellas masoquistas  de las que había gozado repetidas veces en los últimos días. Sin embargo, obedeció como no podía ser de otra manera.

Para el traslado habilitó un furgón y ordenó a cuatro guardias que le acompañaran. El oficial quería llevar por sí mismo a esas dos bellas mujeres y ver así la sórdida cámara de tortura  que según le habían contado  se estaba  preparando Ahmed para divertirse con ellas  a solas.

Rápidamente fue a buscarlas al patio del Krak donde los guardias estaban escogiendo las prisioneras que iban a sufrir tormento ese día.

- Cargada esas dos de cadenas dijo Mahmud, al verlas en la fila, tengo orden de trasladarlas.

Tras un mes en el Krak, a Nadia y Luba les había crecido algo de pelo en la cabeza, las dos tenían marcas de las recientes flagelaciones pero la alimentación había mejorado y el ejercicio les hacía estar en forma de manera que en general tenían buen aspecto. La marca que les hicieron con el hierro al rojo ya había cicatrizado y se veía perfectamente: una pequeña L de “lesbiana”, Luba lo tenía en una nalga mientras Nadia la tenía en el muslo.

Obedeciendo al teniente, los guardias las cargaron de cadenas con grilletes en muñecas y tobillos. Éstos se unían entre sí  por una corta cadena con lo que las dos tenían que andar a pasitos cortos y totalmente encorvadas.

- Vamos putas, a caminar y les dio un par de fustazos

- ¿A dónde nos llevan?

- Ya lo veréis, el Coronel os ha preparado algo especial.

Las dos jóvenes siguieron andando espoleadas por los fustazos mientras el teniente se deleitaba de cómo les temblaban los pechos y las nalgas.

Los soldados se subieron al furgón, pero en el último momento el teniente, que ya estaba empalmado de verlas así, decidió que con que fueran dos guardias en la parte delantera sería suficiente. El se subió en la parte trasera con las dos mujeres y cerró por dentro, era evidente que quería estar a solas con ellas y sin testigos.

Efectivamente, cuando el furgón se puso en marcha, el teniente se bajó los pantalones y exigió de las dos muchachas un “último servicio”......

Llevaban  media hora de trayecto pero era evidente que para Mahmud aquel estaba siendo un viaje muy agradable pues en ese momento las dos prisioneras le estaban haciendo una doble felación.    

De repente y sin previo aviso el vehículo paró.

- ¿Qué pasa? Aún no hemos llegado, ¿por que paráis?

- Mi teniente, hay un cuerpo en la carretera, vamos a ver.

El teniente oyó las puertas del vehículo y quiso subirse los pantalones para salir y ver, sin embargo repentinamente sonaron dos tenues disparos.

- ¿Qué diablos?.

Mahmud se ató malamente sus pantalones y al abrir la puerta del furgón Nadia y Luba oyeron un tercer disparo. Repentinamente el teniente se quedó  como petrificado, se volvió hacia ellas y entonces pudieron ver el dardo en su pecho. El oficial las miró a su vez,  se tambaleó  y cayo de bruces ante ellas. Las dos muchachas se miraron sin comprender.

De repente un tipo vestido de militar entró dentro del furgón armado con un fusil de aire comprido. El hombre iba con un trapo en la cabeza que junto a unas gafas oscuras le tapaban toda la cara.

Nadia y Luba sintieron miedo y pensaron que serían las siguientes.

Sin embargo el hombre se llevó el dedo a los labios, cerró la puerta y tras dar un par de golpes en la parte delantera del vehículo éste se puso otra vez en marcha.

En ese momento, el hombre dejó el arma y tras quitarse las gafas empezó a desliar el trapo.

- No tengáis miedo,..... sólo son dardos tranquilizantes, ese dormirá un buen rato.

- ¡Frederick!, ya era hora, dijo Nadia esbozando una sonrisa.

Tras un corto recorrido, el furgón paró y después de abrirse la puerta, las chicas vieron maravilladas  que les esperaba un enorme helicóptero. Los mercenarios de Frederick les sacaron  del Kemed en cuestión de una hora.

Ya a salvo en el helicóptero y aún cargadas de cadenas las dos mujeres estaban tan excitadas que ni siquiera se acordaron de cubrirse, en su lugar se sentaron desnudas en las piernas de Frederick Vouillé y le cubrieron de besos.........

Epilogo

Meses después el aventurero recibía en su despacho a cierta rubia a la que conocía muy bien.

- Veo que has cambiado tu estilo.

- ¿Te gusta? Dijo ella girando sobre sí misma.

Nadia exhibía su precioso pelo corto intensamente rubio que contrastaba vivamente con un mono de látex negro brillante que se le pegaba al cuerpo resaltando sus bellas curvas. La joven parecía aún más esbelta con esos zapatos de tacón tan alto. Entonces miró con deseo a frederick y al tiempo que se sentaba frente a él cruzó las piernas.

- ¿Has traido lo que faltaba?, dijo él comprobando que la chica se había vuelto a repasar los labios con carmín tras su último servicio.

- Por supuesto, ahí lo tienes, lo mío me ha costado ganarlo.

      

Nadia se bajó la cremallera del mono hasta mostrarle las rosadas aureolas de sus pezones y de un bolsillo interno sacó un abultado fajo de billetes. En el escote se le adivinaba la huella de un latigazo reciente.

El hombre no pudo evitar empalmarse ante la lasciva sonrisa de Nadia y ni siquiera se molestó en contar el dinero. Era evidente cómo había conseguido reunir tanta pasta.

- ¿Está todo listo?, dijo ella.

- Esta misma noche van a preparar el paquete, mañana estará en el Kemed.

- Tengo ganas de verlo, ¿me lo enseñarás?

- Mhh, no sé, ya veremos,... por cierto, ¿Cómo está Luba?

Nadia se estiró  cambiando de postura, debía escocerle algo en el trasero.

- Muy bien, ahora vivimos juntas.

- Lo celebro ¿Sabes? Aún me impresiona  lo que hiciste por ella, te entregaste y sufriste todos aquellos tormentos sólo por salvarla.

- Bueno no todo fue un sacrificio, no creas,... a veces echo de menos aquel mes en el Krak.

- Y además fuiste muy inteligente, engañaste a todos con la historia de que yo te había traicionado, ja, ja, nadie sospechó de mí. Luego... luego sólo hubo que esperar el momento propicio.

- Sí, ese cerdo lujurioso de Ahmed nos lo puso en bandeja, eso le pasa por pensar con la polla, nos quería sólo para él, ja, ja.

- También me sorprendió cómo pusiste a Luba en contra de María, eso fue maquiavélico...

- Con tu inestimable colaboración, no lo olvides. Tú convenciste a Ahmed de que María debía actuar como verdugo.

- De todos modos, hay una cosa que no me termina de cuadrar. Luba y María fueron detenidas por la policía a causa de  una denuncia anónima.

- Efectivamente así fue, al parecer el Coronel Ahmed les seguía muy de cerca.

- Sí, sí, al principio yo también crei que les había denunciado Ahmed, pero allí en el Kemed hice mis pesquisas y mira por dónde me enteré que el autor de la llamada anónima no fue un hombre sino una mujer.

Nadia se revolvió incómoda, el trasero aún le escocía bastante.

- ¿Y?

- Era una mujer extranjera,...con acento francés.

Nadia bajó la mirada, le habían pillado.

- Tú les denunciaste, ¿verdad? Luba y María fueron detenidas por tu culpa.

- Era....era la única manera de recuperarla, esa puerca de María le tenía sorbido el seso.

- Ya y tenías que demostrar que ella no la quería y tú sí.

- Más o menos.

- De ahí tu “sacrificio”

- Sí se puede llamar así, pero al final he conseguido lo que quería.

- ¿Te das cuenta que ahora puedo hacerte chantaje? Me bastaría con contárselo a ella.

- ¿Qué quieres?, ¿dinero?

- ¿Dinero?, no, tú sabes que de ti sólo quiero otra cosa, El aventurero abrió un cajón y sacó unas esposas que puso encima de la mesa.

Nadia sonrió aliviada y se puso en pie.

- ¡Por favor Frederick!, tú sabes que para eso no necesitas chantajearme, me gustas mucho. Y mientras le hablaba se fue quitando los zapatos y bajándose la cremallera del mono. Además te entrenaste en el Krak y sabes dar latigazos como nadie, .....te enseñó ese bestia de Ismail.

Ya completamente desnuda Nadia mostró a Frederick su cuerpo marcado por algunos latigazos recientes. De hecho, pocas horas antes había estado con un ricachón sádico que le había pagado muy bien por un par de horas.

La joven cogió las esposas sin dejar de sonreir al aventurero, entonces  se las cerró  en una muñeca y poniéndo las manos a la espalda le ofreció su trasero a Frederick.

- Cómo extraño a Ismail, él sí que sabía tratar a una mujer.

Al aventurero le encantaba cómo se movía la bella Nadia. Esta tía se la levantaría a un muerto, pensó mientras le cerraba las esposas en la otra muñeca.

Nadia se arrodilló delante de Frederick y esperó ansiosa a que éste se la sacara de los pantalones para ella, cosa que él hizo poníendole ante la cara su pene ya tieso.

Ella aspiró su olor y le dio un primer lametón.

- Te lo hago con una condición,.... me tienes que  prometer que me vas a enseñar el paquete.

En ese momento Frederick no pudo decir otra cosa, por nada del mundo hubiera renunciado a ese placer y afirmó con desgana.

Sólo entonces Nadia empezó a mamársela. Cómo ella siempre decía “ si se la chupas bien será tuyo”....

Frederick y Nadia estuvieron haciendo el amor un buen rato y luego ella le pidió que le midiera el trasero con una fusta.

Tras esto los dos volvieron a vestirse y montaron en el automóvil de Frederick. El aventurero llevó a Nadia hasta un aeródromo privado a las afueras de la ciudad. Allí les recibió un tipo fuerte y con cara de pocos amigos. Aunque lo disimulaba se notaba que llevaba una pistola en el sobaco.

El hombre reconoció a Frederick.

- Seguidme, dijo sin hacer preguntas, y les condujo al interior de un cobertizo.

Allí dentro había dos tipos matando el tiempo con  una baraja  y bebiendo cerveza.

- Ya era hora, Frederick ¿traes la pasta?

- Aquí la tienes.

- HHmmm, creo que habrá bastante, esto no va ser barato, ya lo sabes.

- ¿La tenéis aquí? Dijo Frederick mirando una gran caja de madera llena de paja de esa para embalar. Sácala

El otro sicario se fue hasta la puerta de un escobero y corriendo un pasador la abrió. De su interior sacó una chica en pelotas atada y amordazada. Además le habían puesto una capucha de cuero negro que la cegaba completamente.

La chica respondió protestando tras su mordaza y resistiéndose a que la arrastraran fuera

- ¡Qué prisa os habéis dado en desnudarla!.

- La pillamos en la ducha, nos lo puso muy fácil.

- ¿Os habéis asegurado que nadie os ha visto?

- ¿Por quién me tomas Frederick?, soy un profesional, sino no me hubieras contratado.

La chica no paraba de luchar y agitarse pero la tenían cogida entre dos

- Bueno no perdáis más el tiempo, preparadla.

- Un momento, antes quiero ver cómo la enculáis.....los cuatro, dijo Nadia secamente.

- ¿Quién es esa?

- La que paga.

- Bueno, siendo así habrá que obedecer.

- Sí, de mil amores.

Uno de ellos cogió a la chica por el cuello mientras los otros la sodomizaban por turno.

La pobre muchacha gimió y gimió de dolor por el enculamiento mientras Nadia miraba con cara de satisfacción.

Cuando terminaron con ella y le llenaron de semen como si fuera y una tarta de crema, la llevaron hasta una mesa y empezaron a prepararla. Para inmovilizarla completamente la extendieron a lo largo de una tabla rígida y luego la ataron a la misma con bandas anchas de cinta de embalar muy fuerte a la que le dieron varias vueltas. Las bandas se las pusieron  por todo su cuerpo a intervalos en la frente, los hombros, el vientre, las caderas, los muslos, las rodillas, las tibias y los tobillos. Por contra le dejaron al aire la nariz para que pudiera respirar, las tetas, el ombligo y la entrepierna.

Así atada la chica no podía moverse ni golpear las paredes de la caja con los pies o las manos. Sin embargo, ahora había que evitar que hiciera ruido. Para ello le metieron un dildo electrificado por el agujero del culo y otro en el coño y se los fijaron con cinta aislante dejando espacio para los cables que terminaban en unos imperdibles. Estos a su vez se los fueron pegando al cuerpo con más cinta aislante y finalmente se los pusieron en los pezones y el clítoris.

Esta vez no le colocaron los pernos con cinta aislante sino que le perforaron los pezones con los mismos imperdibles. Cuando le clavaron los imperdibles en los pezones la mujer gritó de dolor y se agitó estremeciendo todo su cuerpo pero apenas se pudo mover un milímetro. Luego hicieron lo mismo con el clítoris obteniendo una reacción incluso más intensa.

A Nadia eso le estaba poniendo muy cachonda y sintió que se le mojaba la entrepierna.   

Los cables los conectaron a una transformador y batería que también pegaron a su cuerpo con cinta aislante. Por último le quitaron el ballgag para colocarle otro aparato en la boca.

Aprovechando que le quitaron la mordaza por un momento, María (pues la mujer no era otra que la antigua amante de Luba) empezó a protestar.

- ¿Quiénes son ustedes?, ¿qué quieren?, ¿por qué hacen esto?

- Hola zorra ¿no me reconoces?

- Nadia, ¿eres tú?

- Sí puerca, ¿sabes lo  que va a pasar?, te vamos a meter en esa caja y luego te vamos a mandar por correo urgente al Kemed.  Te faltó tiempo para echarte otra amante, ¿verdad?, tengo fotos que lo demuestran, van a ser tu perdición.

- Noooo, noooo, por favor, noooommmm

Pero a María la volvieron a amordazar y ya no pudo decir nada más. Esta vez como mordaza le habían puesto un micrófono que también conectaron a la batería.

- ¿Valdrá esa mordaza para mantenerla callada?

- Pruebe usted misma le dijo uno de los sicarios pasándole elcigarro que estaba fumando.

Nadia sopló un poco la punta y cuando se puso incandescente le quemó la aureola de uno de sus pezones.

- Mmmmhh mMMMMMMMMMHHHH

El gemido de María provocó una descarga eléctrica que le recorrió todo el cuerpo haciéndola temblar durante unos interminables segundos.  

- Si no quieres que te vuelva a pasar tendrás que estar totalmente callada, encanto, le dijo uno de los sicarios.

- Muy bien, ahora metedla en la caja, el avión va a salir dentro de unos minutos.

Los hombres cogieron la tabla sobre la que habían atado a María y la metieron en la caja de madera que estaba totalmente forrada de paja y corcho blanco. Nadia se fijó que la caja estaba llena de pequeños agujeros para que María pudiera respirar. Asimismo llevaba las consabidas flechas para mantenerla siempre en la misma posición y la leyenda “MUY FRAGIL”.

- No te preocupes por nada preciosa, le dijo Frederick a Nadia dándole un besoen la mejilla, todo está dispuesto, dentro de unas diez horas llegará sana y salva al Krak.

- Sí, volverá a caer  manos de Ahmed y todos esos sádicos, le va a parecer que ha sido condenada al infierno.

- En cierto modo es así, si has mirado la legislación del Kemed, a las reincidentes les está reservada  una pena de cinco años.

- Qué se joda, se lo merece.  

Una vez metieron su cuerpo dentro le pusieron la tapa y la clavetearon bien.

Ya se llevaban la caja hacia el avión cuando Nadia agarró del brazo a  Frederick.

- ¿Sabes?, me he puesto toda cachonda mientras la preparábais para el viaje y me han entrado unas ganas locas de estar con Luba,....hmmm  quizá algún día te pida que me metáis a mí en una caja igual y me mandéis al Kemed....

....Diez horas después el Coronel Ahmed recibió en el Krak una enorme caja proveniente de un servicio de paquetería privado. Se la trajeron en un camión.

El extrañado oficial firmó el albarán de entrega e hizo que sus hombres llevaran la caja hasta el cuerpo de guardia y la abrieran mientras él leía los documentos adjuntos.

“A quien pueda interesar. Quiero denunciar a esta mujer como reincidente de lesbianismo y como prueba le adjunto las fotografías y documentos que lo demuestran. Confío en la justicia del Kemed y se la encomiendo para que le enseñen el camino correcto. Para ello les ruego encarecidamente que le apliquen la condena máxima que prescriben las leyes y que la cumpla íntegramente en su país. Atentamente.....”

El Coronel miró la caja que ya estaba abierta y quitándole la capucha vio el aterrorizado rostro de María.

Ahmed sonrió sádicamente.

- Hola preciosa bienvenida al Krak, vosotros, preparad la camara de tortura n. 5, esta prisionera tiene que firmar cierto papel....

Fin.

  

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