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Este profe sí que sabe

en Sexo Oral

Me llamo María y tengo 18 años, este año estoy estudiando 4º de ESO. Sí ya sé que no es el curso que me corresponde, pero es que soy muy mala estudiante, así que ya he tenido que repetir curso dos veces. No es que no pueda con las asignaturas, me considero perfectamente capaz de ello, pero es que no la hinco. De todos modos, este último año decidí dejar de hacer el gilipollas y tomármelo en serio. De hecho, aprobé casi todas, pero a pesar de mis esfuerzos me volvieron a quedar las sociales para septiembre, ¡las malditas sociales!.

Bueno, al menos el profe de sociales parece un tío majo, tendrá algo más de cuarenta y aunque es bastante serio, también es educado y respetuoso, no es de esos que ridiculiza a los alumnos cuando no saben algo. Lo que pasa es que exige un montón y como ya he dicho, a mí lo de estudiar no se me da muy bien.

Eran los últimos días de clase, a mediados de junio, y yo aún tenía muchas dudas, me faltaban apuntes y esta vez me quería asegurar de aprobar, así que cuando se ofreció a ayudar a los que la teníamos suspendida ni me lo pensé.

- ¿Una clase particular?, no sé,.... no sé si está permitido.

- Sólo será uno o dos días, es que esta vez quiero asegurarme.

- No, si no me parece mal que busques ayuda, es que no tengo tiempo de darte clase aquí en el instituto.

- ¿Y en su casa?

- Bueno...podría ser,.... pero vivo lejos de aquí, tendrías que coger un autobús.

- No importa, ....si a usted no le parece mal podríamos quedar esta tarde.

- Hombre, hoy pensaba acompañar a mi mujer a hacer unos recados., pero bueno..... Está bien, ven a las cinco.

- Entonces a las cinco, de acuerdo.

Mirándolo retrospectivamente me debí vestir de una manera no muy adecuada. En el momento no era consciente, pero más que a mi profe parecía que iba a ver a mi novio, pues sólo llevaba encima una minifalda vaquera y una camiseta holgada sin nada por debajo. Quiero aclarar que no quería nada raro con él o comprar mi aprobado con malas artes, lo que ocurre es que había quedado con mis amigas para ir a la playa después de clase y solemos quitarnos lo de arriba.

Sin embargo, al llegar a su casa él estaba visiblemente incómodo y creo que era por ir tan ligera de ropa, me da la sensación de que incluso se empalmó un poquito. No obstante fue muy amable conmigo y enseguida se puso a la tarea, me invitó a pasar a una sala en la que había una mesa y nos pusimos a trabajar. Yo me senté y dejé los libros.

- ¿En qué parte tienes más problemas?.

- Lo que peor llevo es la demografía, las pirámides de población y eso.

- Muy bien, vamos a empezar por ahí.

Nos pasamos más de una hora hablando de la población, de las pirámides, la natalidad, la mortalidad y todas esas cosas. El profe era bastante ameno así que la cosa iba bien, sin embargo, en un momento determinado la conversación empezó a derivar por un terreno curioso.

- La natalidad está directamente vinculada a la mujer. Así, por ejemplo, si las mujeres trabajan fuera de casa tendrán menos hijos. Asimismo hay otras variables, por ejemplo el uso de los anticonceptivos o las costumbres sexuales.

Repentinamente la lección captó mi interés.

- ¿A qué te refieres cuando hablas de costumbres sexuales?

- Bueno, es algo complejo de explicar. Las mujeres antes tenían que justificar las relaciones sexuales con la maternidad y estaba muy mal visto el adulterio, sobre todo, si lo cometían las mujeres, incluso se les negaba la posibilidad de tener un orgasmo.

- ¿Me estás diciendo que en época de mi abuela muchas mujeres no sabían lo que era un orgasmo?.

- Más o menos, pregúntaselo a tu abuela.

- Bueno, hoy en día tampoco creas que todas saben lo que es eso, si no fuera por los dedos la mayoría ni nos enteraríamos.

- Bueno, bueno..., vamos a seguir que nos estamos desviando del tema. Aparte de la natalidad, hay que investigar sobre las causas de la mortalidad...

- Oye, tú estás casado, ¿se corre tu mujer cuando hacéis el amor?.

- Ejem.., esa es una pregunta muy personal, no creo que venga al caso.

- No, en serio, es que no sabes lo que es hacerlo con un tío y quedarte con las ganas, a mí me pasa continuamente.

- Sí,.... imagino que debe ser muy frustrante,...vamos a seguir si no te importa.

- Yo hago lo que sea para que se corran, si hace falta se la chupo, pero ellos nunca quieren chupármelo a mí, me dicen que les da asco.

- Esto, .... creo que no deberías hablarme de esas cosas, soy tu profesor y estoy casado, en fin, me da no se qué.

- Perdona, es que, a veces pienso que debería tener una experiencia con un tío maduro de tu edad, así igual me resarcía de tanto niñato.

- Oye, ¿me estás llamando viejo?.

- No, no claro que no. Lo que pasa es que los tíos a tu edad tienen más experiencia, seguro que no te importa practicar sexo oral con tu mujer.

- Bueno, yo.

- ¡Que suerte tiene!, seguro que no te importa chuparle el coño.

- Sí, en realidad, sí,....oye, vamos a dejarlo, esta conversación me está poniendo nervioso.

- ¿De verdad?

- Sí, bueno. Estate atenta y deja esas cosas.... Vamos con los factores de la mortalidad.

Mi profe siguió y siguió hablando, pero yo ya no le escuché más. No podía dejar de imaginármelo comiéndome el coño. Me empecé a poner cachonda sólo de pensarlo. Seguro que si se lo ponía en bandeja el tío no me diría que no. Dicho y hecho, de repente se me ocurrió la manera.

- Oye, perdona, ¿puedo ir al baño?.

- Si, al final del pasillo.

Me metí en el baño y allí me quité la braguita del bañador y oriné en la taza, después me limpié bien en el bidet y entonces empezó la comedia, me salpiqué de arriba a abajo toda la ropa y di un grito.

- ¿Qué te ha pasado?.

- Nada, nada, es que me he salpicado entera.

Entonces me quité la camiseta y la falda y cogí una toalla, la más pequeña que había y con ella me tapé malamente la parte de delante. Así, en pelotas, me fui hasta la sala y le dije.

- Perdona, ¿tendrías ropa para dejarme?, es que estoy estoy calada.

El tío se quedó con la boca abierta sin saber qué responder.

- Espera, espera un momento.

Mi profe fue entonces hasta su habitación, pero yo no le esperé sino que le seguí. Una vez dentro, cerré la puerta y tiré la toalla al suelo.

- ¿Qué, qué haces?

Yo no le di opción de escapar, me acerqué a él y le puse las manos en el pecho acariciándole sobre la camiseta.

- ¿Es que no te gusto?

- Sí, digo no, es que va a venir mi mujer y...

- Ya pero no vendrá ahora mismo ¿verdad?, le dije mientras le sacaba la camisa de los pantalones y le metía mano. Él también empezó a acariciarme.

- No aún tardará un par de horas, pero es que. Su voluntad decía no pero sus manos ya estaban en mi trasero.

- ¿Te gusta tocarme?

- Sí, tienes la piel muy suave.

- Tócame donde quieras,... hazme lo que quieras, le dije mientras le desabotonaba la camisa.

Efectivamente él me acarició el culo con más confianza, y con la otra mano me empezó a acariciar las tetas, mientras los dos nos besábamos. Aún las tengo poco desarrolladas, pero creo que le gustaron igual pues los pezones se me erizaron al contacto de sus dedos.

Me encanta que me acaricien, pero es que ese tío lo hacía con mucha dulzura, se notaba que estaba acostumbrado a acariciar a una mujer.

Le abrí toda la camisa con suavidad y me puse a besarle en el pecho, lo tenía un poco peludo, pero me gustó tanto que empecé a lamerle los pezones.

El profe tenía ya una erección considerable, así que le acaricié un poco el paquete, le cogí de la mano y le acerqué hasta la cama, me tumbé en ella y abriendo las piernas me chupé los dedos y empecé a acariciarme el coño. Él se quedó quieto mirándo boquiabierto cómo me masturbaba. Mis dedos entraban y salían húmedos de mi agujero y después acariciaban con maestría mis labia y mi clítoris. Con tanta hambre que tengo me doy mucho arte en hacer dedos.

Estaba realmente cachonda así que cerré los ojos y gemí mientras seguía con mi entrepierna. Todo mi cuerpo se estremecía de placer y tenía la piel y el pelo erizados.

- Cómemelo, le dije de repente.

- ¿Qué?.

- Cómeme el coño, por favor, no me aguanto más, comémelo.

El profe se quedó de una piedra, pero no me dijo que no, se arrodilló al pie de la cama y suavemente se puso a acariciarme las piernas. Yo me dejé hacer.

- Así, así, cariño, mete la cabeza ahí dentro y chupamelo.

Yo cerré los ojos pues el hombre siguió acariciándome los muslos con las dos manos. Eso también me gusta mucho. Fue entonces cuando lo noté. De repente el profe me dio un beso en medio de mi sexo y acto seguido algo cálido que parecía de terciopelo empezó a recorrer mi raja de abajo a arriba. Era su lengua y me estaba chupando el coño de verdad, -por fin-, me dije, era una gozada. La primera vez lo hizo despacio, muy despacio en un interminable recorrido que me hizo ver el cielo.

- Aaaaah, gemí quedamente poniendo los ojos en blanco. Así, ¡qué gusto!.

Y eso sólo fue el comienzo, pues mi profe se debió pasar un rato largo chupándome bien el coño. No sé cuantos minutos pasaron, pero a mí me pareció que estaba en el paraíso. Incoscientemente mantuve mis piernas completamente abiertas mientras mis manos pasaban de mi cuerpo a su cabeza acompasando a veces sus insistentes lamidas.

No podría decir todo lo que me hizo ni de qué manera me lo hizo. A veces parecía que ponía su lengua dura y me la metía dentro como si me follara con ella, otras veces parecía que me comía todo con labios y lengua a la vez, metiendo toda su cara e incluso su nariz entre mis pliegues. Un rato depués me lamía con una lengua que me parecía gigantesca todo mi sexo arriba y abajo, arriba y abajo una y otra vez sin pausa y sin descanso.

Yo me estremecía de placer, nunca nadie me había hecho sentir aquello.

Al de un rato mi coño segregaba todos los líquidos del mundo, pero a él no parecía importarle pues no dejaba de comérmelo con una glotonería voraz. Yo no dejaba de retorcerme de gusto ni de decir lindezas.

- Así, así, joder, me voy a correr, cómemelo, así.

Y fue entonces cuando entraron en liza sus dientes, el tío me mordió el clítoris aunque no fuerte. De todos modos, me sorprendió di un brinco con la cabeza y abrí los ojos, pero al ver que era muy agradable volví a dejar caer la cabeza y apreté la suya contra mi entrepierna.

- Sí, sí, hazme eso otra vez muérdemelo.

El profe me empezó a succionar el clitoris y a darme pequeños mordisquitos mientras yo veía que estaba a punto de correrme.

- Muerdeme, así, con los dientes, le dije fuera de mí mientras cabalgaba con mi pelvis sobre su cara animándolo a hacerlo más y más fuerte.

- Asssi, sssíi, grite mientras me corría y mi coño se convulsionaba una y otra vez.

Creo que grité desaforadamente y de repente me di cuenta de dónde estaba de modo que me puse la mano en la boca y la mordí mientras todo mi cuerpo se convulsionaba libre de todo control.

Todavía con los últimos espasmos levanté la cabeza y le miré segura de que había terminado conmigo, pero para mi sorpresa, mi profe me miró satisfecho sin dejar de chuparme el coño, sus manos me acariciaron el torso hasta llegar a mis pechos invitándome a la vez a volver a tumbarme y disfrutar de ese cunnilingus interminable.

Le hice caso, ¿qué otra cosa podía hacer?, volví a cerrar los ojos y relajarme mientras me pellizcaba los pezones y me los retorcía clavando bien las uñas. Creo que di gracias a dios y a todos los santos mientras notaba como un segundo orgasmo llegaba raudo a mi sensibilizada entrepierna entre los lametones de mi profe. Recuerdo también que fugazmente reparé en la foto de su mujer que estaba sobre la mesilla. Era una pelirroja sonriente de más de treinta, de ojos bonitos y bastante guapa a pesar de unas incipientes arrugas.

- ¡Qué suerte tienes!, cabrona, pensé para mí, seguro que te hace esto todas las noches.

Dios, parecía que le habían dado cuerda, el tío no paraba ni un segundo de hacerme de todo por ahí abajo y todo muy bueno, ahora ya no sólo utilizaba su boca sino que se animó a acariciarme con una mano y a introducir sus dedos dentro de mi coño adentro y afuera tocándome y acariciándome toda por dentro, y otra vez a la carga, chupándome y chupándome sin cansarse y mordiendome sin llegar nunca a hacerme daño.

Fue inevitable, me volví a correr en cuestión de minutos y creo que incluso le llegué a tirar del pelo de la cabeza. No era dueña de lo que hacía. Por fin, tras el segundo orgasmo mi profe paró. Separó su cara de mi entrepierna y se limpió con las sábanas. Entonces me miró y me sonrió. Yo también a él. Nos quedamos un rato mirándonos como tontos y entonces me dispuse a devolverle el favor pues tampoco se me da mal eso de chupar pollas.

Sin embargo, cuando me incorporé y me dispuse a buscar su abultado miembro dentro de sus pantalones el me rehusó.

- Esto... no creo que debamos ir más lejos.....perdóname pero no he podido contenerme, ¡eres tan bonita!.

Yo me quedé de una pieza. El quiso decir algo más, pero salió de la habitación y fue a buscar mis ropas, entonces me las trajo y me dijo.

- Vístete, por favor, mi mujer puede llegar en cualquier momento.

La verdad es que me quedé con un palmo de narices, pues me hubiera gustado demostrarle a mi profe que yo también sé hacer cosas con la lengua, pero entendí por qué lo hacía y me puse la ropa, me arreglé el pelo e incluso puse en orden las sabanas de la cama que no habíamos llegado a deshacer. Mientras hacía esto miré maliciosamente la foto de su mujer y pensé para mí.

- Esta noche te espera una buena, que te aproveche.

Cuando salí de la habitación, él ya estaba totalmente vestido y extrañamente tranquilo, no parecía enfadado ni avergonzado lo cual me desconcertó un poco, pero hasta en eso fue agradable conmigo.

- Espero no haberte molestado, me ha gustado mucho lo que hemos hecho pero entiéndeme, yo quiero mucho a mi mujer.

No pude por más que acariciarle la cara con el dorso de mi mano y darle un beso en la mejilla.

- Eres un cielo, le contesté. Entonces recogí mis libros y abrí la puerta, estaba a punto de salir cuando él dijo.

- Por cierto.

- ¿Sí?

- Quiero los ejercicios de demografía para mañana y espero que te esfuerces ya sabes que soy muy exigente.

- Sí profe, hasta mañana, le dije con una sonrisa.

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