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El Penal de los Lamentos (15)

en Sadomaso

Rebeca caminaba desnuda y maniatada por un estrecho camino en un solitario bosque. El coche del viejo cónsul Smith la arrastraba  lentamente entre los árboles cuando de repente se encontraron de frente con un carro. Los dos vehículos pararon al encontrarse entre sí.

- Buenos días, señor cónsul dijo un aldeano enfundado en un mono azul sucio y raído, ¿qué nos trae aquí?.

- Una nueva yegua, Miguel.

El tal Miguel bajó del carro de un salto.

- Qué bonita es. ¿Dónde la ha comprado?

- Es un préstamo, casi un regalo.

- Menudos regalos que le hacen, ¿puedo tocarla?

- Por supuesto Miguel, dijo el cónsul sin salir del vehículo, tócala cuanto quieras.

Rebeca reculó un poco al ver que ese tipejo le iba a tocar con sus sucias manazas.

- Ven aquí preciosa, no te escapes.

El tío la agarró y empezó a sobarle el culo y las tetas.

- Umm, qué piel tan suave y qué carnes tan firmes tiene. Parece joven y sana.

- Lo es Miguel.

Rebeca siguió rebelándose pero cada vez menos. Mientras tanto el aldeano siguió tocándola por todas partes, pellizcándole y lamiendole por todas partes.

- El caso es que necesito una yegua para arar mis campos, se me ha estropeado el tractor, ¿sabe?.

- Siento oir eso Miguel.

El aldeano siguió chupándole y dándole mordisquitos a Rebeca en los pezones mientras le metía el dedo en la raja comprobando que ella estaba muy mojada.

- ¿Me la alquilará señor cónsul?, creo que me servirá para arar y para todo lo demás, ja, ja, ja.

- Por supuesto, por supuesto Miguel, tengo intención de alquilarla a todos los aldeanos que lo deseen pero aún es novata y dudo que sea buena tirando de un arado. ¿Conoces a alguien que la pueda entrenar como ponygirl?.

- Sí claro, el conde Otto.

- ¿Quién es ese?

- Acaba de llegar hace poco. Es un aristócrata europeo que ha tenido que huir recientemente de su país por no se qué asunto y se ha instalado en una enorme casón a las afueras del pueblo. Tiene experiencia con yeguas humanas y me dijo el otro día que siempre suele tener una o dos esclavas para entrenarlas. Además ahora tiene una de su propiedad, es sólo un poco mayor que la suya, señor cónsul y tan guapa como ella.

- ¿Ah sí? Gracias por la información Miguel, mañana  mismo le llevaré a Rebeca a ver qué puede hacer con ella.

- Ah, su yegua se llama Rebeca, ¿y a dónde la lleva ahora?.

- Al carpintero, quiero que me fabrique una cruz y quiero que me la haga a medida.

- ¿Una cruz?, siempre le he oído que quería hacer algo  así ¿Piensa crucificarla, señor cónsul?

- Sí Miguel, uno de estos días celebraré una fiesta y el plato fuerte será la crucifixión de la pequeña Rebeca.  Estais todos invitados.

- Muy acertado señor cónsul, es bellísima y estará preciosa en la cruz. Bien ahora les dejo y no se olvide que ha prometido alquilármela, espero que me haga un buen precio.

- Descuida Miguel, descuida, adiós.

El tipo le dio un cachete en el culo y se montó en su carro. Si la conversación hubiera durado un poco más la joven Rebeca hubiera llegado al orgasmo ante tanto toqueteo..

El vehículo del cónsul reanudó su lento trayecto y Rebeca se vio obligada a seguir caminando a trompicones durante otros dos kilómetros. La esclava comprendió lo terriblemente cansado que era seguir al coche aunque fuera tan lento.

De todos modos le estaba poniendo muy cachonda tener que caminar atada y en pelotas en pleno campo y que cualquiera con el que se cruzaran se sintiera con  derecho a sobarla de la manera que había hecho ese tipo. Además el viejo le prometió que la iba a alquilar “a todos los granjeros pervertidos del pueblo”, como decimos, a pesar de que esa soga le estaba dejando la entrepierna en carne viva Rebeca estaba a punto de correrse.

Tras esa agotadora marcha llegaron por fin al taller del carpintero.

- Buenos días señor cónsul, ¿qué le trae por aquí? Dijo el carpintero dejando sus quehaceres y acercándose directamente a Rebeca. Al parecer nadie se sorprendía de ver mujeres desnudas y maniatadas en ese pueblo.

Esta vez Smith salió del coche.

- Hola, me gustaría que fabricases una cruz.

- ¿Para ella?

- Sí de hecho te la he traído para que le tomes las medidas.

- Naturalmente señor cónsul pero antes habrá que desatarla.

- Lo que digas. A una señal del cónsul los criados desataron a la bella Rebeca para que el carpintero tomara medidas.

Ella tuvo la tentación de acariciarse la entrepierna para aliviarse pero a una seca señal del cónsul puso las manos en la nuca y abrió las piernas.

- Date la vuelta para que el carpintero te vea bien y calcule tus medidas querida.

- Muy bien, así despacio. ¿Qué tipo de cruz quiere señor cónsul?

- Una cruz baja en forma de tau hecha en dos piezas para montarla con facilidad.

- ¿Baja dice usted?

- Sí, la cúspide tiene que tener la altura de la esclava, así cualquiera que lo desee podrá acceder a su cuerpo una vez crucificada.     

- Comprendo.

El carpintero tomó medidas de la chica, para ello le hizo estirar los brazos sobre su cabeza y a los lados.

- Verá señor cónsul, dijo trayendo un pesado y grueso madero de dos metros de alto. Horadando un agujero transversal aquí en la base de la cruz se podrá colocar un listón horizontal y podrá crucificarla también con las piernas abiertas si usted lo desea.

- Muy buena idea, ah y no te olvides de hacer otro agujero a la mitad del brazo largo para colocar un sedile o un cornu pero de forma transversal.

- ¿Qué es eso señor cónsul?

- Ah sí perdón por ser tan pedante, son piezas para situar bajo la entrepierna de la muchacha y que ella pueda apoyar el trasero, yo lo pondría por aquí más o menos.

- Comprendo, comprendo, así podrá descansar de cuando en cuando. Perdone mi atrevimiento, señor cónsul, pero teniendo en cuenta lo que ha ocurrido otras veces con usted, quisiera un anticipo por mi trabajo.

- ¿Un anticipo?

- Sí, no se ofenda pero tiene que reconocer que usted tiene fama de no pagar bien y de hecho tiene muchas deudas por esta comarca.

- El caso es que no tengo dinero aquí, mintió otra vez el muy tacaño.

- Pues entonces sintiéndolo mucho…

- Bueno, quizá podamos arreglarnos de otra manera. ¿Le gusta la chica?

Decididamente el consul había encontrado un filón con su esclava.

- Claro que me gusta ¿por qué?

- Podría dejársela un rato para que se divirtiera con ella, quizá eso sirva como anticipo.

- ¿A qué se refiere cuando dice que puedo divertirme con ella?

- Ya se lo puede imaginar, la chupa bastante bien e incluso podría tomarla pero eso sí sólo por el agujero de delante, el trasero me pertenece a mí.

- Bien, no me parece mal la idea, dijo el tipo mirando a la chica, pero además me gustaría darle unos latigazos.

- ¿Qué?¿unos latigazos? Ni hablar, pide usted demasiado.

- Señor cónsul, desde hace años sueño con azotar con mis propias manos a una mujer desnuda, y ella es preciosa, o me deja hacérselo a ella  o no hay trato.

- De eso nada, yo aún no le he puesto la mano encima y lo va a hacer usted

- Perdón, dijo Rebeca, ¿puedo hablar mi amo?

- Di lo que quieras, dijo el cónsul cabreado por el abuso.

- ¿Por qué no está usted presente cuando este señor  me azote?. Así usted también gozará de mi flagelación, luego se la chuparé a los dos y podrán hacerme todo  lo que quieran.

- ¿Estás segura?

- Sí mi señor.

- Está bien, siendo así, trato hecho.

- Entremos en el taller, dijo el carpintero muy excitado, allí tengo todo lo que hace falta.

El carpintero llevó a Rebeca y al cónsul a su enorme taller y cerró la puerta mientras los dos negros hacían guardia afuera. Entonces sin más palabras ató a Rebeca de los brazos a una viga del techo con una soga muy tirante y luego le obligó a doblar la  pierna derecha y le ató el tobillo al muslo con varias vueltas de la soga. De esta manera la bella joven quedó basculando sólo sobre las puntas de los dedos de su pie izquierdo.

- ¿Quiere amordazarla?

- No, quiero oir sus gritos cuando la flagele, no se preocupe, nadie vive cerca así que nadie la oirá.

- Antes de empezar quizá deberíamos estipular la cantidad de latigazos.

- ¿Qué le parecen veinte?

- Veinte están bien, ¿cuánto me rebajará el precio de la cruz?

- Un 25 %

- De acuerdo, azótela pues.

El carpintero cogió un single tail y haciéndolo zumbar en el aire a pocos centímetros de su piel desnuda le hizo imaginarse la fuerza de los impactos sobre su piel.

Rebeca respiraba agitadamente con el corazón a cien, al menos ahora le daban permiso para gritar.

- Escúchame esclava, cada vez que te dé un latigazo quiero que lo cuentes, que me des las gracias y que me pidas por favor otro latigazo, ¿me has oído?

- Sí señor.

- Comprobémoslo.

- SHHHHHAACCKK

- AAAYYYY…..

- ¿Qué se dice?

- UNO…..gracias señor,… deme …..deme otro latigazo.

- Encantado zorra, si lo pides así.

- SSSSSSHAAAAACK

- DOOOOOS……gracias señor, deme otro latigazo.

- Ja, ja, parece que le gustan, toma otro

- SSSSSHAAACK

- TREESSSS…….gracias señor,….por favor deme otro latigazo.

- Qué suerte tiene usted señor cónsul, ¡cómo me gustaría tener una esclava tan complaciente!, y el carpintero le dio otro latigazo más con toda su fuerza.

Los latigazos adornaron el bello cuerpo de Rebeca con verdugones rojos muy finos  mientras ella los encajaba obedientemente resistiendo el dolor  y sin reprimir sus gritos esta vez para el placer de su torturador.

- SSSSSSHAAACKK

- SIETE…….gracias señor,….por favor deme otro latigazo.

- Es increíble, le gustan los latigazos mírele la cara., toma otro

- SSSSSSHAAACKK

- OCHO…….gracias señor,….por favor deme otro latigazo

Cuando le había dado doce latigazos el carpintero se acercó a ella que estaba empapada en su propia transpiración y empezó a toquetearle en su entrepierna.

- Lo que yo le diga, señor cónsul, si quiere que esta niña se ponga a cien lo único que tiene que hacer  es darle unos latigazos.

- Lo tendré en cuenta je, je. El cónsul estaba completamente entrampado a pesar de que normalmente le costaba un triunfo tener una erección.

- Vamos a seguir que aún tienes mucho que sufrir esclava.

- SSSSHAAAAACK

- TRECE….gracias señor, por favor deme otro latigazo.

- Dígame señor juez, cuando la crucifique ¿se limitará a dejarla colgar de la cruz?

- SSSSHAAAAACK

- CATORCE….gracias señor, por favor deme otro latigazo.

- Por supuesto que no, los invitados podrán tener sexo con ella y aplicarle diversas torturas.

- SSSSHAAAAACK

- QUINCE….gracias señor, por favor deme otro latigazo.

- ¿Invitados, señor cónsul?

- Claro, todos los vecinos estáis invitados.

- Entonces tendré que esmerarme y hacer una cruz de calidad.

- SSSSHAAACK

- VEINTE……, gracias señor, por favor deme otro latigazo.

Rebeca había sufrido un fuerte castigo y estaba agotada en un baño de sudor y con múltiples marcas sobre su piel, sin embargo, aún estaba bastante entera y cachonda de cómo hablaban esos dos de su crucifixión mientras la martirizaban con tanta frialdad.

- Desgraciadamente hemos llegado al tope pequeña dijo él acariciándole otra vez el sexo y comprobando que estaba aún más mojado. Me ha sabido a poco la verdad.

- Dígame señor carpintero, ¿me rebajará otro 25 % si le dejo darle otros veinte latigazos?

- Que sean treinta señor cónsul.

- Adelante  pues, treinta.

- SSSSHHAACCKKK

- AAYYYY

- Vamos zorra, ya sabes lo que tienes que decir.

- UNO….gracias señor deme otro latigazo.

………………

Tras darle otros treinta latigazos Rebeca estaba esta vez completamente desfallecida. A pesar de eso cuando la soltaron se la mamó a los dos hombres y luego se dejó follar por el carpintero tres veces.

- ¿Para cuando tendrás la cruz?, dijo el cónsul viendo cómo el carpintero le eyaculaba a ella en la boca por tercera vez

- Deme dos días señor cónsul, ¿quiere que se la lleve a su casa?

- No hace falta, la esclava la llevara a cuestas a fuerza de latigazos, ja, ja y diciendo esto el viejo cogió a Rebeca de la mano y con su pañuelo volvió a limpiarle la cara de esperma.

Dado el nivel de cansancio de Rebeca el cónsul fue por una vez misericordioso y dejó que ella viajara en el asiento trasero recostada en su regazo. Mientras tanto él le miraba las huellas de los latigazos que ahora adornaban su piel.

- ¿Os ha gustado verme sufrir mi señor?, dijo ella sentándose en el asiento y abriendo las piernas.

- Me ha gustado mucho pequeña, le dijo él besándole en la mejilla.

- ¿Me da permiso para aliviarme la entrepierna?, dijo ella chupándose los dedos.

- Si pequeña, hazlo, además quiero que te acaricies y te corras para mí antes de llegar a casa.

- Rebeca lo hizo así, se chupó los dedos y se frotó el sexo de modo que tuvo un orgasmo mientras se aliviaba el escozor.

La casa del señor cónsul tenía un amplio jardín con varios árboles y cantidad de lugares para practicar con Rebeca el bondage al aire libre. No obstante fueron directamente a la casa.

Allí salió a recibirle Manuela, la vieja  ama de llaves que aunque no vivía con él le había estado esperando al cónsul para prepararle la cena. La mujer no pareció sorprenderse mucho cuando el viejo hizo salir a la muchacha desnuda de su coche y con signos de haber sido flagelada. Al parecer Manuela ya estaba familiarizada con las sórdidas aficiones que el dueño de la casa tenía desde hacía muchos años.

La que sí se vio sorprendida fue la propia Rebeca a la que si bien no parecía importarle mostrarse en pelotas delante de todo tipo de hombres, sentía una enorme vergüenza de que esa mujer mayor la viera así desnuda y con signos de tortura y quiso taparse lo más posible con los brazos en su presencia. Es como si aquella mujer le recordara a su abuela recriminándole su lascivia.

El cónsul estaba un poco cansado del viaje y ordenó a Manuela que le hiciera un enema y le diera un baño a la pequeña esclava.

De hecho Manuela lo hizo amorosamente tras administrarle el enema y esperar a que ella hiciera de vientre. Luego  la bañó con sales perfumadas y le secó con la toalla. Tras esto la hizo tumbarse en una cama y allí le administró un ungüento para los verdugones de los latigazos y  para la irritación de su entrepierna.

Para cuando se la llevó al cónsul que ya estaba cenando en el salón, Rebeca estaba desnuda,  limpia y perfumada y para su sorpresa, la propia  Manuela le esposó los brazos a la espalda.

- Espero que le guste la cena señor cónsul dijo la obediente criada.

- La esclava cenará conmigo, por favor, traele su plato al salón.

Manuela así lo hizo  y para sorpresa de Rebeca, en lugar de traerle un plato y dejarlo sobre la mesa le depositó un comedero de perro en el suelo, al pie de la silla del viejo.

La joven esclava comprendió al momento lo que tenía que hacer, así que se arrodilló, inclinó el torso y con los pechos rozando las frías baldosas de cerámica se puso a comer la cena solamente usando su boca.

El cónsul sonrió satisfecho de la sumisión de la muchacha y bebió un poco de vino mientras le palmeaba el trasero.

- Señor cónsul, si no me necesita para nada más me voy a mi casa.

- De acuerdo, Manuela, buenas noches. 

- Buenas noches.

Una vez sólos el viejo siguió cenando mientras miraba orgulloso su bella adquisición. Por su parte Rebeca siguió comiendo del suelo como una perrita  y sin que nadie se lo dijera proyectó su trasero directamente hacia el cónsul para no ocultarle nada. En la postura que estaba mostraba perfectamente sus dos agujeros totalmente depilados a ese hombre.

El experimentado cónsul Smith pudo ver entonces una gota blanquecina asomando entre los labia de Rebeca y dedujo que ella volvía a estar muy caliente, así que para que se calentara aún más, cuando terminó de cenar se puso a acariciarle el sexo.

Rebeca no tardó en gemir de placer, dejó lo que quedaba en el plato y depositó su cara y sus tetas directamente en el frío suelo mientras se agarraba las nalgas con las manos esposadas e intentaba separarlas para facilitar el trabajo de su amo.

- ¿Qué es lo que te pone tan cachonda, pequeña zorra?, dijo el cónsul sin dejar de acariciarla.

Ella hablaba entre suspiros.

- Todo,… mi señor,…. me gusta que me den latigazos ….aunque me duela, pero sobre todo me gusta que mi amo me use como desee….. Por cierto señor, ¿qué es una ponygirl?

- Ja, ja, pues está muy claro muchacha, la misma palabra lo dice, es una chica que hace de yegua. Tú eres mi ponygirl ahora, mañana te llevaré a que te entrenen pero me llevarás tú misma hasta allí tirando de mi rickshaw, ya sabes uno de esos carritos que usaban los chinos.

Rebeca se puso aún más cachonda al oir eso.

- ¿Y tiraré de su carro vestida como en la tienda?

- Sí o completamente desnuda, así todo el mundo con el que nos crucemos verá lo bonita que eres y yo el primero. El viejo no paraba de masturbarla y eso hacía que Rebeca estuviera a puntito del orgasmo.

- ¿Me dará latigazos si no corro deprisa?

- Te daré latigazos todo el rato cuanto se me antoje.

Eso fue suficiente para que Rebeca tuviera un orgasmo como comprobó el viejo al ver los estremecimientos de su sexo y los gemidos de la chica. Los labia de Rebeca y el esfínter del ano se movieron a ojos vista ante la maravillada mirada del cónsul. No cabía ninguna duda que su pequeña esclava era muy fácil así que en lugar de parar siguió masturbándola a ver si enlazaba un segundo orgasmo.

- Quizá la cruz no te guste tanto, añadió de pronto el viejo. Cuando lleves un rato crucificada delante de toda esa gente suplicarás que te bajen pero nada de eso ocurrirá, tú misma lo has querido y eso tendrás.

- Lo sé mi señor, trataré de soportarlo.

- Me da igual que lo soportes, es mi voluntad y ya nada te librará de eso.

- Gracias mi señor, deseo que ud. y sus invitados disfruten de mis padecimientos. Habéis dicho al carpintero que una vez en la cruz sufriría otras torturas, ¿puede saber esta esclava cuáles serán?.

- Bueno, puede haber una gran variedad, látigazos, varazos, picana eléctrica en cualquier parte de tu cuerpo, pesos colgando de tu sexo y tus pezones. Los invitados podrán sugerir lo que deseen y además tendrán acceso a tu cuerpo para su satisfacción. Lo que si puedo asegurarte es que tu suplicio durará muchas horas.

Rebeca sentía que se acercaba el segundo orgasmo, por eso se animó.

- ¿Puedo sugeriros un tormento para mí para cuando esté crucificada?

El viejo arqueó las cejas

- Adelante, dilo

- Traspasarme los pechos con agujas, preferentemente calientes.

- ¿Con que agujas? ¿eh?, no se me había ocurrido nunca pero ahora que lo mencionas serás complacida.

Y en ese momento Rebeca tuvo su segundo orgasmo para regocijo del Cónsul.

La verdad es que el viejo estaba encantado con la esclava masoquista que le había tocado en suerte. Estaba seguro que ella se arrepentiría en medio del tormento pero era evidente su excitación en imaginárselo.

- Te has corrido otra vez ¿verdad sucia?

- Sí mi amo, tienes unos dedos muy hábiles.

Y de pronto los dedos del viejo pasaron del sexo al agujero del culo de Rebeca.

- ¿Es cierto que nunca te la han metido por aquí, pequeña?

- No mi amo pero si lo deseas serás el primero en sodomizarme, estaré encantada de entregarte mi culo.

El viejo le introdujo la falange del dedo en la cloaca y se puso a hurgarle  lo cual hizo que la joven cerrara los ojos y volviera a gemir de gusto.

Entonces el viejo tocó una campanilla y al de unos momentos apareció uno de sus criados negros. El hombre tampoco se sorprendió mucho de ver a Rebeca en esa postura y al viejo con el dedo metido en el culo.

- Ve a mi habitación y traeme la caja rosa del armario.

- Sí señor.

Rebeca no se movió en ningún momento pues el viejo siguió masajeándole el ano. Al de unos minutos apareció el criado y le dejó la caja en la mesa. Rebeca pudo ver desde el suelo que el negro traía una erección muy potente.

- Ahora retiraos a dormir, me quiero quedar a solas con la esclava.

- Sí señor.

- ¿Sabes lo que es esto pequeña? Le dijo el viejo abriendo la caja ante sus ojos.

Desde su inocencia ella no entendió muy bien al principio pero el viejo le hizo comprender que era un kit para preparar el enculamiento: vaselina, bolas chinas y varios tapones anales de goma de tamaños crecientes.

- Muy bien preciosa, vamos a empezar con las bolas chinas, tú no te muevas y separa bien los mofletes del culo, déjate hacer.

El viejo vertió un poco de vaselina en el sumidero y luego hizo lo propio en las cinco bolitas chinas, entonces cogió la primera y se la empezó a meter. Rebeca tenía el esfínter tan dilatado que le entró casi sin problema y ella gimió de placer.

- Esto te ayudará a aflojar el agujero, pequeña, relájate y disfruta.  Y dicho esto le fue metiendo las bolas chinas una  a una. Rebeca separaba frenéticamente sus glúteos para que las bolas le entraran mejor, estaba tan cachonda que si el viejo le hubiera vuelto a tocar el sexo hubiera tenido un cuarto orgasmo.

Una vez con todas la bolitas dentro el cónsul empezó a tirar de la cuerda y las bolas empezaron a salir una detrás de otra con un característico sonido a vacío.

A Rebeca casi le entró la risa por lo ridículo de la situación y el gusto que sentía en su ano.

El experimentado viejo le hizo lo de las bolas varias veces y cuando vio que el esfínter de Rebeca dejaba de cerrarse del todo le empezó a introducir el primer tapón anal, el más pequeño, por supuesto tras embadurnarlo de vaselina.

- AAAAAHHH

La joven sintió que el tapón le presionaba el esfínter algo más de la cuenta pero aún así sintió mucho placer sobre todo cuando el viejo se lo metió entero hasta la base. Luego se pasó un rato follándole el culo con él de manera que ella empezó a sentir gusto por la sodomía pues le daba mucho morbo.

Cuando se cansó le sacó el tapón, y entonces cogió el segundo tapón que era más grueso.

- AAAAAAYYY

Esta vez la joven Rebeca sintió más dolor, sin embargo no cambió de postura e insistió en separar sus nalgas para que el viejo se lo metiera hasta dentro y la follara con él bien follada.

El tercer tapón era con diferencia el más grueso, desde luego bastante más que un pene estándar y tras embadurnarlo bien de vaselina el viejo se lo empezó a introducir a Rebeca.

Esta vez a la chica le dolió de verdad.

- No, NO, mi culo,  dios qué dolor

- Aguanta zorra, ¿no ves que ya casi está?.

- No, no ,siga AAAAAAAAAHHHHH AAAAASSSIIIII

Pero el viejo no se arredró y le metió el tapón anal hasta dentro y lo dejó ahí.

- Vamos pequeña, has sido otra vez muy valiente ven aquí y siéntate en mis rodillas.

Rebeca se incorporó con el tapón metido en el culo y el viejo comprobó que ella tenía lágrimas en los ojos.

- Ven aquí preciosa, ya sé que te ha dolido, le dijo mientras le quitaba las esposas, siéntate en mi regazo y dame un beso.

Ella lo hizo, le echó los brazos al cuello y   empezó a morrearse con el cónsul mientras él acariciaba su suave piel a placer.

- Ahora vamos a mi cama a hacer el amor querida pero antes quiero que pasees un poco con eso metido en el culo así todo será más fácil, y diciendo esto el viejo cogió a Rebeca de la mano y la acompañó hasta el jardín.

La noche estaba fría y como Rebeca estaba desnuda sintió que toda la piel se le ponía de gallina. Se le hacía extraño tener que caminar con eso metido detrás, por un lado era incómodo tener que mantener ahí  ese objeto que quería expulsar, es como si tuviera muchas ganas de hacer de vientre pero se tuviera que reprimir delante del viejo. Era humillante y placentero a la vez

En la otra esquina del jardín separada de la casa había una cabaña donde se adivinaba una luz y se oía a lo lejos el característico ritmo  del hip hop.

- Es la casa de los criados, dijo el viejo, así todos tenemos intimidad, je, je., ven, ven por aquí.

El cónsul condujo a Rebeca hasta una esquina del jardín.

- Aquí es donde serás crucificada, le dijo. Primero te ataremos a la rama de ese árbol para darte una buena tanda de latigazos y la cruz la pondremos allí. En este lado estarán los invitados contemplando tu martirio.

Rebeca lo vio todo emocionada y entonces el viejo le hizo volver a la casa. Una vez dentro le hizo subir las escaleras delante de él y así pudo ver su trasero con ese enorme tapón ridículamente metido en el agujero del culo mientras ella movía la retaguardia sensualmente como si fuera una gata en celo.

En cuanto llegó a su habitación el cónsul se metió en el cuarto de baño para desnudarse. Entre tanto ordenó a Rebeca que le esperara arrodillada e inclinada  a los pies de la cama con las piernas abiertas y las manos separando las nalgas. Aquello parecía una surrealista  luna de miel entre abuelo y nieta.

Finalmente salió el viejo con un ridículo pijama de rayas que le quedaba grande, esa no era precisamente la noche de amor soñada por una chica de la edad de Rebeca.

- Muy bien, muy bien, preciosa dijo él ayudándose con el bastón y contemplándola en esa postura tan humillante. Entonces se fue hasta la cama y se sentó en ella. Y ahora ven aquí pequeña, dijo él sacándose su patético miembro al aire.

Rebeca obedeció al instante, y fue de rodillas hasta las piernas del viejo. Entonces fingiendo deseo le cogió el pene con las manos y se puso a acariciarlo mientras el viejo hacía lo propio con sus senos. El le pidió un par de picos y ella se los dio sin dejar de acariciar ni masturbar su pene ni por un momento  

La chica trató el viejo pene del cónsul lo mejor que pudo pues se compadecía de que le fuera tan difícil tener una erección. Por eso no le negó nada y le besó repetidamente en su boca desdentada. Después, viendo que ni por esas se le ponía dura le frotó la punta del glande contra sus pechos tras echar un poco de saliva sobre la misma. Mientras lo hacía volvía a sonreir al cónsul y le besaba con besos cortos pero con lengua.

Parecía que el anciano empezaba a animarse al rozar los duros pezones de ella contra su polla así que Rebeca se decidió por fin y empezó a chupársela y a mamársela con lo cual tras mucho insistir consiguió que el viejo tuviera una erección relativamente decente.

- Mi señor, dijo ella, estoy deseando que me des  por  culo, ¿puedo quitarme el tapón para que me la metas?

- Sí,… sí pequeña, hazlo, creo que ahora estoy preparado.

Rebeca se apartó un poco del viejo y volvió a inclinarse sobre la cama , entonces llevó su mano hacia el tapón anal y empezó a sacárselo poco a poco.

A la chica no le fue fácil extraerlo pues era bastante grueso, sin embargo tras follarse el culo un poco con él consiguió sacárselo pero no sin dolor.

- AAAAAHHHHH

El dildo salió inmaculado debido al enema que previsoramente le había administrado Manuela.

- Ahora, por favor, metámela, mi amo, por favor, lo estoy deseando.

Decididamente esa pequeña zorra tan dispuesta había conseguido que el cónsul Smith mantuviera su erección lo suficiente para ponerse detrás de ella y torpemente inclinarse para encularla. Sin embargo, ni por esas lo consiguió. Por mucho que quisiera, el viejo cónsul nunca podría forzar el tieso esfínter anal de una chavalita como Rebeca.

Mira que el viejo lo intentó todo lo que pudo y ella le ayudó separándose las nalgas, metiéndose los dedos de vez en cuando para guiar el miembro. Incluso volvió a mamársela y masturbarle un par de veces para ponérsela otra vez dura.

Ni por esas, además a cada fracaso el cónsul estaba se desmotivaba más y viendo que ya no conseguía mantenerla firme ni un momento, el hombre desistió.

- Déjalo, pequeña, hoy no es mi día, y diciendo esto se derrumbó derrotado en la cama.

Sinceramente a Rebeca le dio pena que ese hombre no pudiera cumplir sus ilusiones con ella y se tumbó junto a él para hacerle por lo menos una manola, pero el propio anciano le paró la mano.

- Deja, deja pequeña, veo que eres muy buena,…. ya veremos mañana. Ven, ven quiero que duermas acurrucada aquí a los pies de mi cama como una perrita. Entonces el viejo le dejó caer un almohadón y le dio una pequeña manta para que se cubriera.

Cuando apagó la luz, Rebeca ya se había acurrucado con la manta sobre la alfombra al lado de la cama del viejo y teniendo en cuenta el cansancio acumulado y todas las emociones vividas ese día no tardó mucho en quedarse dormida.

…………………

La joven Rebeca no pudo calcular cuanto tiempo estuvo dormida a los pies del viejo, pero de pronto se despertó sobresaltada al notar que alguien le había puesto una mano enorme en la boca.

Su primer impulso fue gritar pero la manaza le impidió que aquel gemido se convirtiera en un grito de verdad. Entonces Rebeca vio a uno de los criados del viejo que con un dedo en los labios le  decía que guardara silencio. El criado le cogió  de la mano y le invitó a acompañarle sin hacer ruido, de hecho los dos se movieron con tiento comprobando que el anciano dormia profundamente.

 Ambos salieron de la habitación sigilosamente y entonces Rebeca vio sobresaltada que en el pasillo le esperaba el otro criado con unas esposas. El tipo  le sonreía con lujuria mientras insistía con el dedo en que ella no hiciera ruido.

(continuará)

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El Penal de los Lamentos (20)

El Penal de los Lamentos (19)

El Penal de los Lamentos (18)

El Penal de los Lamentos (17)

El Penal de los Lamentos (16)

El Penal de los Lamentos (14)

El Penal de los Lamentos (13)

El Penal de los Lamentos (12)

El Penal de los Lamentos (11)

El Penal de los Lamentos (10)

El Penal de los Lamentos (09)

El Penal de los Lamentos (08)

El Penal de los Lamentos (07)

El Penal de los Lamentos (06)

El Penal de los Lamentos (05)

El Penal de los Lamentos (04)

El Penal de los Lamentos (03)

El Penal de los Lamentos (02)

El Penal de los Lamentos (01)

Paraíso de Masoquistas (y 18)

Paraíso de Masoquistas (17)

Paraíso de Masoquistas (16)

Paraíso de Masoquistas (15)

Paraíso de Masoquistas (14)

Paraíso de Masoquistas (13)

Paraíso de Masoquistas (12)

Paraíso de Masoquistas (11)

Paraíso de Masoquistas (10)

Paraíso de Masoquistas (09)

Paraíso de Masoquistas (08)

Paraíso de Masoquistas (07)

Paraíso de Masoquistas (06)

Paraíso de Masoquistas (05)

Paraíso de Masoquistas (04)

Paraíso de Masoquistas (03)

Paraíso de Masoquistas (02)

Paraíso de masoquistas (01)

El Mariscal del Infierno (y 11)

El Mariscal del Infierno (10)

El Mariscal del Infierno (09)

El Mariscal del Infierno (08)

El Mariscal del Infierno (07)

El Mariscal del Infierno (06)

El Mariscal del Infierno (05)

El Mariscal del Infierno (04)

El Mariscal del Infierno (03)

El Mariscal del Infierno (02)

El Mariscal del Infierno (01)

Silvia la sádica (13)

Silvia la sádica (11)

Silvia la sádica (10)

Silvia la sádica (09)

Silvia la sádica (08)

Silvia la sádica (07)

Silvia la sádica (06)

Silvia la sádica (05)

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Silvia la sádica (03)

Silvia la sádica (02)

Silvia la sádica (01)

El secuestro de mi mujer

Club X (y 3)

Club X (02)

Club X (01)

Castigo de dos novicias impuras (y 5)

Castigo de dos novicias impuras (4b)

Castigo de dos novicias impuras (4a)

Castigo de dos novicias impuras (3)

Castigo de dos novicias impuras (2)

Castigo de dos novicias impuras (1)

Sakura y el Señor Ito (5)

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Sakura y el señor Ito (3)

Campo de Concentración para Esclavas (14)

Sakura y el señor Ito (2)

Sakura y el señor Ito (1)

Campo de concentración para esclavas (13)

El Sacrificio

Campo de Concentración para Esclavas (12)

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Campo de Concentración para Esclavas (6)

Campo de Concentración para Esclavas (5)

Campo de Concentración para Esclavas (4)

Campo de Concentración para esclavas (3)

Campo de Concentración para esclavas (2)

Campo de Concentración para esclavas (1)

Alba (6)

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Alba (1)

Este profe sí que sabe

Vacaciones de Semana Santa (y 5)

Vacaciones de Semana Santa (4)

Sadismo en el internado

Quien tiene una amiga tiene un tesoro (y 04)

Quien tiene una amiga tiene un tesoro (03)

Quien tiene una amiga tiene un tesoro (02)

Quien tiene una amiga tiene un tesoro

Model Call (02)

Model Call

Esclavas Crucificadas (8 y final)

El Capitán Trueno. Sigrid en peligro

Esclavas Crucificadas (7)

Esclavas Crucificadas (6)

Esclavas Crucificadas (5)

Esclavas Crucificadas (4)

Esclavas Crucificadas (3)

Esclavas Crucificadas (2)

Esclavas Crucificadas (1)

El Museo (6 y final)

El Esclavo (2)

Vacaciones de Semana Santa (3)

El Esclavo (1)

Vacaciones de Semana Santa (2)

El Museo (5)

Vacaciones de Semana Santa (1)

Otra vez Heidi

El Museo (4)

El Museo (3)

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El Museo (1)