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Paraíso de Masoquistas (17)

en Sadomaso

Entre los gritos de aprobación del público, Nadia y Luba ocuparon las otras dos cruces de San Andrés para recibir tormento. Ninguna de las dos ejerció la menor resistencia así que los verdugos las cogieron de los brazos y pudieron colocar los miembros a lo largo de los travesaños de las dos cruces estirándolas al máximo por encima de sus cabezas. Tras esto les cerraron los grilletes en las muñecas. Después hicieron lo mismo con los tobillos de manera que las dos quedaron completamente inmovilizadas. Entonces  les ofrecieron el biberón y las dos chicas aceptaron beber a pesar de que sabían lo que eso significaba. 

Antes de comenzar el brutal tormento acercaron un micrófono a Luba para que pidiera perdón según le habían enseñado, sin embargo cuando le tocó a Nadia ésta volvió a sorprender a todos. Su voz resonó en toda la plaza.

- No creáis que voy a pedir perdón a unos sádicos reprimidos como vosotros, he venido aquí por mi propia voluntad para salvar a mi amante y acepto todo lo que me hagan por ella. Sólo espero que disfrutéis de mi tortura y os matéis a pajas pensando en mí, cerdos.

La gente allí reunida prorrumpió en gritos e insultos hacia la condenada que se atrevía así a insultarles.

A Ismail no le dio tiempo de amordazarla por lo que intentó frenarla dándole un puñetazo en el estómago. Nadia perdió la respiración por unos momentos y el verdugo aprovechó a meterle una ballgag entre los dientes y atarla bien contra la nuca no fuera que siguiera hablando.

- ¿Sabes lo que has hecho, zorra?, dijo dándole una bofetada, ahora el juez alargará tu condena,..... quizá otro año más,...... otro tortazo en la cara....... y a tu amiga contigo. Bueno espero que disfrutes lo que te vamos a hacer ahora, te aseguro que te vas a arrepentir de tener esas tetas.

Ismail se alejó de ella dejando a Nadia indefensa y totalmente expuesta. La joven no tuvo que imaginar mucho lo que le iban a hacer en los pechos sobre todo cuando vio cómo el verdugo avivaba las brasas en las que se calentaban esas largas agujas de acero. Mientras terminaban de preparar su tortura, la muchacha cerró los ojos y se juró a sí misma que intentaría no gritar  mientras  pudiera. Entonces sintió cómo su entrepierna estaba totalmente mojada y las gotas de líquido vaginal se deslizaban por el interior de sus muslos. 

Lo primero que les hicieron a las dos amantes fue darles unos cuantos latigazos por delante. Para ello cada una de ellas fue flanqueada por dos verdugos que usaron para ello látigos de colas con nudos. Tras azotarlas durante diez minutos en los muslos, el vientre las tetas y especialmente en la entrepierna, las dos jóvenes estaban exhaustas de tanto encajar. Entonces los verdugos metieron los látigos en agua salada y volvieron a flagelarlas otro cuarto de hora más.

Tras esa nueva flagelación Nadia y Luba tenían todo el frontal de su cuerpo surcado de latigazos y las dos jadeaban empapadas de su propio sudor sintiendo que la piel les quemaba por la sal. Sin embargo, su estado no despertó la piedad de nadie y  los verdugos las prepararon para algo aún más cruel, así les pusieron unos cinturones de cuero en la base de los pechos cerrando la hebilla en el último agujero.

Mientras lo hacían, el Coronel Ahmed explicó por la megafonía que el juez había recomendado castigar a esas mujeres en las partes de su cuerpo con las que habían pecado, primero serían su pechos y luego su entrepierna. El público aprobó esas palabras con aplausos.

En esos minutos Nadia pudo ver cómo sus pechos cambiaron de aspecto. Ahora semejaban dos esferas que poco a poco se fueron poniendo rojas y después moradas. Sus pezones, ya bastante grandes de por sí, se empitonaron doblando casi  su volumen. Para su desgracia, la joven ya sabía lo que venía ahora y eso hacía que su corazón bombeara al doble de velocidad, entonces miró fugazmente a Luba a la que también habían preparado para la tortura y viendo sus pechos azulados por la falta de circulación se compadeció de ella.

Cuando volvió a mirar al verdugo, éste ya se había puesto unos guantes para no quemarse los dedos y cogió una aguja de las que se estaban calentando sobre el brasero desde hacía rato. Se trataba de agujas de acero muy afiladas de unos quince centímetros de largo. En la cabeza tenían una bola de madera para poder cogerlas sin quemarse.

 El verdugo sacó la aguja y se la mostró a la masa que vitoreó entusiasmada. Entonces se volvió a Nadia y se la enseño cruelmente muy cerca de los ojos. A la joven le recorrió un escalofrío de terror. Tenía el cuerpo marcado de latigazos rojizos y morados, totalmente brillante de babas y sudor y la muchacha jadeaba de cansancio y de ansiedad. Los pechos brillaban ahora turgentes invitando al verdugo a traspasarlos con la aguja, de hecho por eso le habían puesto el cinto pues así todo sería más fácil.  Repentinamente todo el mundo hizo silencio seguramente para oir los alaridos de la bella mujer.

El verdugo actuó despacio pero sin dudar, le cogió del pezón derecho y estirando levemente su pecho se puso a clavarle la aguja por el costado de la mama por su justo medio.

La gente volvió a bramar  al ver al verdugo clavar el alfiler en el pecho ya morado e ir introduciéndoselo poco a poco.

- MMMMMMHHHHH, MMMMMMMMH

El cuerpo de la joven Nadia tembló mientras ella se retorcía  por el tormento. La joven trataba de soltarse desesperadamente de sus ataduras mientras lanzaba al aire un tremendo alarido. Ese grito duró unos interminables segundos hasta que la aguja salió por la otra parte del pecho. La gente vitoreó y aplaudió al verdugo.

Inmediatamente Luba sufrió exactamente el mismo tipo de suplicio y no gritó menos que su compañera arrancando otra ovación a los espectadores.

Nadia tenía la cara surcada de lagrimones y le salían mocos por la nariz y baba por la boca. Jadeante se miró el pecho atravesado por esa fina aguja y al ver que el verdugo había cogido otra empezó a negar pidiendo piedad. En realidad eso no le sirvió de nada y segundos después volvía a berrear mientras le introducían la aguja poco a poco en su otro pecho. Esta vez fue ella la que no pudo evitar orinarse mientras mordía la mordaza y se clavaba las uñas en las manos temblando de dolor y de rabia. 

Por supuesto, inmediatamente le tocó a Luba experimentar lo mismo y ella también gritó a pleno pulmón con el rostro dirigido a lo alto.

La tortura de las agujas candentes fue intencionadamente lenta y cruel. Los verdugos se tomaron su tiempo y a medida que les iban clavando agujas ponían otras en su lugar para que se calentaran sobre la chapa.

Tampoco María se libró de esto, pues la despertaron con un frasco de sales y cruelmente le colocaron los cinturones en la base de sus tetitas. Nada más  despertar, María estaba desorientada pero al ver lo que les estaban haciendo a sus compañeras se puso a gritar y, cuando vio a un verdugo acercarse a ella con una aguja al rojo sus gritos fueron aún más estentóreos. Al fin y al cabo la muchacha tuvo la suerte de que sus pechos fueran más pequeños.

El sádico tormento duró  tres cuartos de hora y los verdugos no pararon hasta que las tres quedaron completamente desfallecidas con los pechos atravesados por esas terribles agujas. Entonces  las dejaron colgando de su ataduras totalmente inmóviles.

El público aprovechó ese momento para descansar un rato, e incluso algunos sacaron viandas que previsoramente se habían traido pues sabían que aquello iba a durar horas.

Entre tanto, Ahmed pasó revista a las condenadas inspeccionando sus cuerpos  y cerciorándose que podían seguir soportando lo que venía ahora.

El tipo obligó a Nadia a levantar la cabeza.

- Te crees muy lista pero no eres más que una estúpida, por lo que has dicho antes tú y tu amiga os pasaréis dos años en el Krak. En ese tiempo os harán estas cosas y otras peores, muchas.... muchas veces.

La joven le miró con odio e insultó al coronel. Este pudo entender el insulto a pesar de la mordaza.

- Está visto que no aprendes, ¿verdad?, ahora verás zorra. Preparadlas para las peras.

Los verdugos sacaron las agujas reanimando así a las tres mujeres. Entonces desataron a las tres condenadas de sus cruces de modo que éstas cayeron agotadas al suelo y se quedaron hechas un ovillo protegiéndose con los brazos los pechos heridos.

Diligentemente los verdugos desatornillaron las cruces de san andrés y tras quitarlas de allí trajeron tres mesas que en su mitad tenían dos postes enhiestos a ambos lados. En la cúspide de éstos colgaban sendos grilletes.

Un verdugo urgió a Nadia a levantarse pues la iban a acostar sobre una de las mesas, pero ella se zafó violentamente y tras ponerse en pie  se encaminó ella misma tambaleándose hacia una de ellas. Los verdugos la ayudaron a acostarse y tras atar sus manos sobre su cabeza le obligaron a subir las dos piernas y ataron sus tobillos a los dos grilletes en alto. Por último, le pusieron una cinta de cuero muy prieta a lo largo del vientre.

A las tres jóvenes las ataron igual, con las piernas en alto y separadas, de modo que ahora mostraban ante la concurrencia la parte posterior de sus muslos y su entrepierna obscenamente dispuesta. Dado que no tenían un solo pelo ahí, todo el mundo podía ver con detalle de ginecólogo sus sexos y cloacas dispuestos para el siguiente tormento. Éste iba a ser tremendamente cruel: las peras.

La pera (the pear of anguish le llaman los ingleses) es un espeluznante instrumento de tortura de origen medieval  que debió ser inventado por el mismo Satán. Decididamente el diablo debe ser un hombre porque si bien la pera anal se destinaba tanto a hombres (por ejemplo a los sodomitas) como a mujeres; en el caso de la pera vaginal, sólo se podía usar con estas últimas.

El infernal artefacto consiste en una pera de metal formada por tres pétalos que ajustan perfectamente entre sí una vez cerrados. La pera cerrada se introduce en la cavidad a torturar y después gracias a un tornillo los pétalos se pueden ir abriendo poco a poco de manera que  la cavidad, sea la vagina, la boca o el ano se puede agrandar hasta varias veces su tamaño. En algunos casos los pétalos de la pera terminaban en pinchos que podían desgarrar las paredes internas de la vagina. Podemos imaginar el tremendo sufrimiento que se podía administrar con semejantes instrumentos de tortura que normalmente conllevaba la muerte inmediata o diferida a causa de la infección.

Por supuesto, las peras utilizadas por Ismail y sus secuaces fueron diseñadas sin pinchos y se usaban  de una manera, digamos,.... moderada. Sin embargo, como iban a experimentar Nadia y sus amigas el tormento sería igualmente atroz.

No obstante y mientras se recuperaban para el castigo en sus sexos, las tres muchachas volvieron a ser folladas, esta vez por los propios verdugos.  Como explicó Ismail a los que pudieron oirle, así tendrían el ano y la vagina bien dilatados y lubricados para las peras.         

Tras volver a follarlas durante cerca de media hora más, las pusieron perdidas de esperma por dentro y por fuera. Sólo entonces se reanudó la tortura.

Esta vez no amordazaron a las mujeres pues Ahmed quería que se oyeran en toda la plaza sus gritos de angustia. Por eso les colocaron en la boca unos aros de metal “de araña” atados con correas que les obligaban a mantener la boca abierta.

Mientras el Coronel Ahmed explicaba a la concurrencia por megafonía en qué consistía el terrible suplicio al que iban a ser sometidas las condenadas, Ismail cogió una pera vaginal y se la mostró al impaciente público que nuevamente lanzó gritos de aprobación.

Esa era la primera vez que utilizaban esos instrumentos de tortura en público por lo que la gente estaba muy intrigada en ver su funcionamiento. La pera en cuestión era de metal dorado lo cual le hacía parecer aún más grande y al otro lado tenía un largo tornillo acabado en un mango plano bellamente calado y decorado. En principio el verdugo mostró la pera cerrada pero acto seguido le dio varias vueltas con la mano y los tres pétalos se abrieron al máximo. Un murmullo de sorpresa se levantó entre la gente y algunas mujeres se llevaron involuntariamente la mano a la entrepierna al comprender aterradas cómo funcionaba eso.

Con una risotada, Ismail cerró otra vez la pera y la depositó sobre la mesa cogiendo una de las pequeñas.

Recordando cómo odiaba María el enculamiento ella fue la primera en experimentar los “placeres” de la pera anal. Antes de proceder con ella, Ismail le mostró cómo se abría y cerraba varias veces lo cual provocó que ella negara histérica. En realidad nada le libró de aquello. Ayudándose con los dedos y dado que la muchacha ya lo tenía abierto de ser sodomizada tantas veces, Ismail le fue introduciendo  la pera por el ano lo cual por el momento no fue muy doloroso, sin embargo, cuando ya estaba dentro, poco a poco fue dando vueltas al tornillo y los gemidos y lloros de la joven fueron lentamente aumentando de volumen. El público pudo ver perfectamente cómo el ano de la muchacha se abría hasta un extremo nunca visto.

- AAAAAYYYYYAAA

La joven María gritaba histérica debatiéndose indefensa en su ataduras pues sentía como si le rompieran el esfínter trasero con un dolor inhumano.

Ismail ya tenía experiencia usando eso así que paró antes de desgarrarle el esfínter, eso sí como no le aflojó la pera María siguió gritando y sufriendo. Tomándose su tiempo Ismail fue a buscar otra pera anal para Luba y tras atormentarla brutalmente la dejó igual mientras iba a por  la tercera para Nadia.

El público estaba ciertamente excitado viendo cómo se debatían las tres mujeres a la vez sobre las plataformas en las que estaban acostadas. Los agujeros traseros de sus anos parecían pequeños volcanes y todos los allí reunidos imaginaban el sufrimiento que tenía que estar provocando aquello en las condenadas.

- A partir de ahora a estas tres las podrá encular un caballo dijo Ismail entre risas.

Sin embargo lo de las peras anales era sólo la preparación, ahora venía la tortura de verdad. Ismail cogió  una de las peras más grandes y se acercó con ella a Nadia que luchaba por soportar ese horrible dolor en el culo. La chica sentía realmente que la estaba sodomizando un caballo.

Ahora la pera que le mostraba el verdugo le parecía enorme y eso la hizo temblar de miedo.

- Vamos saca la lengua y chúpala un poco, así no te dolerá tanto el entrar.

Nadia sacó la lengua a través del aro de metal y se puso a lamer y ensalivar el metal ayudada por Ismail que daba vueltas al objeto.

- Muy bien, preciosa, bienhecho, y ahora reza lo que sepas.

El verdugo se ayudó de los dedos y separando los labios de la vagina le empezó a penetrar con el infernal ingenio.

Nadia dio un brinco al sentir eso tan frío en sus labia. De todos modos, Ismail no se lo quiso introducir a lo bruto e  incluso aceptó aflojar algo la pera anal a lo que Nadia contestó con un gesto de agradecimiento. De este modo, el verdugo le empezó a introducir la pera poco a poco, dejando que se lubricara bien y que las paredes de la vagina se fueran adaptando a la misma.

Pronto el experimentado verdugo percibió la creciente excitación de la muchacha. A Nadia se le puso tieso el clítoris y los labia mientras las aureolas de los pezones se erizaban  y éstos crecían significativamente empitonándose y poniéndose duros. El verdugo quiso ayudarla aún más y mientras seguía introduciendo la pera se humedeció un dedo y empezó a masturbar el clítoris  muy lentamente.

La sensual respuesta de Nadia fue un tenue gemido de placer. Eso fue suficiente para terminar de lubricar la pera y que ésta le entrara hasta tocar el cérvix. Ismail movió la pera adentro y afuera lentamente pero el objeto era tan grande que tampoco le permitía un gran recorrido. A pesar de todo Nadia se puso a gritar pues sentía que se acercaba el orgasmo.

A partir de ese momento el verdugo decidió empezar a hacer sufrir a su víctima y aunque no dejó de masturbarla le empezó a abrir la pera lentamente accionando el tornillo con lentitud. Al principio la sensación siguió siendo placentera, pero en un momento dado a Ismail el tornillo le empezó a mostrar una leve resistencia. El verdugo sonrió y haciendo fuerza apretó un poco más. Fue automático, el rostro de Nadia cambió del placer a la angustia. La joven miró implorante a su verdugo, pero entonces éste dio otra vuelta apretando el tornillo un poco más.

- AAAAAAAAAYYYY

La joven Nadia se retorció de dolor.

A pesar de eso y mientras seguía apretando el tornillo con la máxima lentitud de que era capaz, el verdugo siguió masturbándola pues quería que la joven tuviera un orgasmo en medio de la tortura. De hecho y aunque resulte increible así fue. Nadia se corrió al de un rato entre espeluznantes aullidos de dolor, y las paredes de su vagina se estremecieron totalmente tensas contra el instrumento de tortura.

Ismail rio alborozado de que ella se hubiera corrido, sin embargo, no por eso dejó de torturarla con las peras. Por experiencia el verdugo sabía que aún podría apretarlas un poco más sin riesgo y eso es exactamente lo que hizo.

Mientras la pobre Nadia daba alaridos golpeándose la cabeza contra la madera con la esperanza de quedarse inconsciente, el Coronel Ahmed comentó tranquilamente que había oído cómo algunas mujeres sometidas a esa tremenda prueba afirmaban que el dolor producido por la pera vaginal era comparable a los dolores de parto. Desde luego Nadia parecía estar dando a luz en ese momento a juzgar por sus gritos.

Ismail aún siguió un rato con ella y cuando creyó que Nadia ya había tenido suficiente  fue a buscar otra pera para Luba. Tras atormentarla despiadadamente de una manera análoga le introdujo otra pera a María. Estas dos últimas también se corrieron en medio del tormento.

Sería largo y tedioso describir toda la sesión de tortura que sufrieron las tres condenadas. Sólo diremos que después de tenerles un buen rato sufriendo, por fin accedieron a aflojar algo la tensión de las peras anales y vaginales pero sólo para colocar unos braseros bajo los mangos de modo que el metal transmitió parte del intenso calor a los órganos internos de las tres jóvenes víctimas provocando otro tipo de sufrimiento.

Entre tanto había llegado por  fin el mediodía y según dictaba la sentencia había que crucificar a las prisioneras.

Cuando les sacaron las peras y las desataron, las tres estaban tan desfallecidas que hubo que llevarlas en brazos hasta la cruz. Los doce verdugos se pusieron manos a la obra y como las cruces ya estaban montadas les fue fácil atarlas a ellas de pies y manos.

Nadia no pudo resistirse mientras la crucificaban. La depositaron sobre la cruz y estirando sus brazos como muertos los ataron por las muñecas con una soga suave que no raspaba y apenas apretaba. Una vez hecho esto le obligaron a doblar las piernas y le ataron los pies al madero.

La joven estaba muy excitada de que por fin fueran a crucificarla, por eso ni se percató de que tras su espalda se clavaba un torzo de madera que tenía un ángulo redondeado. Un historiador le hubiera llamado sedile y esa pequeña pieza de madera serviría para prolongar su sufrimiento durante horas.

Una vez atada de pies y manos, ocho verdugos tuvieron que empeñarse a fondo para levantar la cruz y situar la base de la misma en un hoyo preparado al efecto. La cruz tenía una altura de casi tres metros y los pies de Nadia estaban a un metro y medio  del suelo por lo que la cosa no fue nada fácil. 

Dos verdugos se pusieron en la base de la cruz mientras otros cuatro empujaban hacia arriba del leño horizontal para levantarla. Los hombres bufaban y juraban para levantar aquello mientras la joven sentía como su peso le hacía deslizarse por el leño vertical estirando los brazos. A medida que la cruz se iba inclinando, el cuerpo de Nadia se deslizaba aún más y llegó un momento en que la cruz estaba tan derecha que ella creyó que caería hacia delante. Sin embargo las ataduras de los brazos lo impidieron.

Los hombres tardaron casi dos minutos en izarla y cuando la gente vio el bello cuerpo desnudo de Nadia suspendido del leño empezaron a aplaudir de gozo.

Por fin la cruz llegó a la vertical y la base entró en el hoyo provocando una violenta sacudida que repercutió sobre el cuerpo de la condenada. Nadia sintió un agudo dolor en los hombros que le hizo gemir.  Entre tanto los verdugos llenaron el hoyo de tierra y la pisaron bien para apelmazarla.

La joven quedó colgada en alto, crucificada  delante de toda esa gente. Las ataduras no eran dolorosas ni desgradables pero la postura en la que estaba había sido perversamente diseñada. La forma en la que le habían atado le permitía colgar de los brazos en cuclillas o ponerse de pie y superar con la cabeza la cúspide de la cruz. También se dio cuenta de que podía sentarse en ese resalte la madera. Pero no era muy cómodo pues se trataba de un plano corto muy inclinado  y para que el trasero no le resbalara tenía que hacer fuerza con brazos y piernas.

Mientras estaba en éstas vio cómo ponían derecha la cruz de María en tanto  el pueblo daba vítores de alegría. En pocos minutos levantaron también la cruz de Luba. Las tres cruces quedaron a una distancia de unos dos metros entre ellas de modo que casi parecía que las tres muchachas pudieran tocarse las puntas de los dedos con las manos.

Nadia vio cómo toda aquella gente le miraba y oía todo tipo de comentarios sobre su cuerpo lo cual le hizo sentirse humillada otra vez Allí arriba colgada se sentía especialmente expuesta y vulnerable pero al menos podía ocultar su sexo de las miradas juntando bien las piernas.

En realidad toda esa gente estaba esperando que empezara el “baile”. Efectivamente, éste no se hizo esperar. Pasados los primeros minutos Nadia empezó a sentir dolores crecientes en músculos y articulaciones y empezó a cambiar de postura para aliviarlos. Al principio permaneció casi todo el tiempo colgando de los brazos que formaban una y griega muy pronunciada. La joven mantenía las piernas dobladas y proyectadas hacia delante, pero al cabo d eun rato eso le hizo sentir dolor y entumecimiento en brazos y hombros. Por eso se puso a rotar bamboleando el trasero a ambos lados de la cruz.

Muchos sonreían al ver aquello y algunos se masturbaban ante ese movimiento de su culo. Nadia se dio cuenta e involuntariamente se excitó otra vez. Poco a poco las piernas se le pusieron mórbidas por la acumulación de sangre y empezó a sentir hormigue signo de los problemas de circulación.

Entonces empezó a sentir otro de los terribles efectos de la cruz, no podía respirar bien. La joven ya estaba muy cansada de las torturas infligidas, pero además ahora cada bocanada de aire le costaba un triunfo.

Entonces comprendió lo que tenía que hacer. Hizo fuerza con brazos y piernas y la muchacha se puso “de pie” estirando su cuerpo completamente y superando con su cabeza la cúspide de la cruz. La gente prorrumpió en vivas y aplausos burlándose cruelmente de los desesperados esfuerzos de la víctima por respirar a pleno pulmón.

La primera vez que lo hizo a Nadia no le costó mucho e incluso permaneció mucho tiempo de pie pues eso alivió sus brazos. Sin embargo el cansancio terminó llegando a sus piernas y poco a poco la muchacha decidió rendirse. Sin embargo, en lugar de caer otra vez decidió sentarse en el pequeño sedile. Eso sólo era un momentaneo alivio, pues el madero creaba una pequeña plataforma inclinada que obligaba a la mujer a hacer fuerza con brazos y piernas a medio doblar. Por eso tras unos pocos minutos Nadia se rindió y volvió a la postura inicial.

En verdad aquello era una perversa y lenta tortura, pues los efectos de la cruz son acumulativos.  Las jóvenes cada vez aguantaban menos tiempo en una misma postura y los dolores se hacían cada vez más intensos. Eso lo revelaban perfectamente sus gestos de disgusto y sus gemidos. A las chicas cada vez se les hacía más difícil y doloroso cambiar de postura y entonces volvían mostrar desesperadas su incomodidad. De ahí que pareciera todo el rato que estaban “bailando”.

Cuando llevaban media hora crucificadas Ahmed se acercó a ellas y les dijo el tiempo que llevaban. Nadia le miró alucinada pues pensaba que había permanecido en la cruz varias horas. Ese es otro de los efectos de la crucifixión, el tiempo se ralentiza y los minutos parecen siglos.

Al de una hora de permanecer en la cruz hasta la condenada más valiente empieza a llorar desesperada y eso fue lo que le pasó a Nadia. Los músculos de los brazos estaban ya tan entumecidos y le dolía tanto la espalda que la joven no podía poners en pie con facilidad. Levantarse le costaba ahora muchísimo e incluso en algunas ocasiones que lo intentaba, fallaba y tenía que sentarse en el sedile o volver a ponerse de cuclillas llorando de desesperación.

Por enésima vez Nadia inició su ascenso para respirar y la gente se puso a animarla entre risas y burlas. Con el gesto crispado y haciendo fuerza con brazos y piernas intentó ponerse en pie. Mientras hacía el titánico esfuerzo toda ella temblaba de dolor y tras varios minutos consiguió con un enorme esfuerzo que su cabeza superara la cúspide de la cruz. Sin embargo,  cuando estaba a punto de conseguirlo las fuerzas le fallaron y volvió a caer desesperada. La pobre muchacha empezó a pedir llorando que la bajaran de ese infernal tormento.

- Ahora ya no eres tan valiente, ¿verdad lesbiana?, dijo Ahmed. No te preocupes porque ahora vamos a traerte algo para que respires mejor. Ismail, trae el cuerno.

Nuevamente un historiador hubiera llamado a aquello el “cornu”, un aditamento especial para mujeres crucificadas que podía hacer las veces de sedile. Ismail se puso a desatornillar el taco de madera y lo sustituyó por el cuerno. Este era un largo falo negro de forma curvada que atornillaron tras la espalda de Nadia.

En la posición original con las piernas en cuclillas y los brazos estirados, el cuerno le quedaba a ella a mitad de la espalda y era ciertamente molesto pues le obligaba a curvar el torso hacia delante. La joven pensó que podría colocar su entrepierna sobre el dorso superior del cuerno cabalgando  sobre él y evitando su punta que quedaría por delante del pubis, pero aquello estaba diseñado para que el cuerpo de la mujer no cupiera entre el cuerno y la madera. Como comprobó dolorosamente tras auparse sobre el cuerno la única opción era colocar una nalga o un muslo sobre la punta del cuerno y así mantenerse y respirar libremente un buen rato.

La punta del cuerno no era puntiaguda pero tampoco roma de modo que al final también era doloroso hacer descansar todo el peso del cuerpo sobre el culo o sobre un muslo. Finalmente a la mujer sólo le quedaba una perversa opción para que ese infame sedile le ayudara a respirar: introducirse el cuerno por la vagina o por el ano.

Ismail lo sabía perfectamente y sabía que todas las mujeres que crucificaba terminaban tarde o temprano follando con el cuerno, era sólo cuestión de tiempo.

Lógicamente eso también era lo que el público estaba esperando y cuando Nadia se dejó penetrar por el cuerno la gente se empezó a reir de ella tildándola de lesbiana y de zorra. La joven no pudo evitar gemir, pues el cuerno era bastante grueso y rozó las paredes de su vagina ya doloridas por la pera. Por fin pudo respirar un buen rato con eso metido en su sexo. Sin embargo, al descansar todo su peso sobre él,  el cuerno terminaba presionando también el cérvix de una manera dolorosa de modo que la chica terminó sacándolo y metiéndolo en su coño y su ano de forma alternativa.

Por supuesto, Luba y María también fueron obsequiadas con otros cuernos similares y finalmente se vieron obligadas a follar con ellos delante de todos aquellos sádicos.

Llevaban ya dos horas en la cruz y los cuernos permitieron respirar mejor a las condenadas, pero a costa de tremendos dolores en el sexo y el ano.

A esas alturas las muchachas ya permanecían mucho tiempo inmóviles y estaban empezando a dejar de luchar cosa que Ismail no iba a permitirde ninguna manera. Por eso, y, como dictaba la sentencia, decidió  que había llegado el momentode marcarlas con un hierro al rojo.

(continuará)

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