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Campo de Concentración para Esclavas (5)

en Sadomaso

Capítulo 5. La profesora

El Señor Bridges era el director del campo de esclavas y uno de los mayores accionistas de la empresa. De hecho, él era el iniciador de la idea y un auténtico pionero en la realización de películas de BDSM. Un lugar como "Campo de Esclavas" no se podía entender sin Geoffrey Bridges, pues él y sólo él había conseguido convencer a los inversionistas de la viabilidad del proyecto, él había seleccionado a la mayor parte del personal, y él dirigía el negocio con habilidad.

Para el señor Bridges, "Campo de Esclavas" era un negocio redondo, pero más que eso, era el marco y la excusa ideal para dar rienda suelta a su personalidad pervertida y sádica.

Es por eso que la entrevista que estaba realizando en su despacho en ese momento le resultara tan agradable, pues delante de él se encontraba sentada una bella profesora rubia de casi veinticinco años vestida de forma sexy y provocativa: un ligero vestido estampado de amplio escote y minifalda. De hecho, en ese momento ella se encontraba sentada en una butaca y como mantenía las piernas cruzadas, la falda del vestido se le había subido hasta la parte superior de los muslos mostrando con generosidad sus bellas piernas.

El director recorría con la mirada esas largas y bien depiladas piernas mientras ella no dejaba de hablar. La profesora hablaba y hablaba pero él era incapaz de retener lo que decía. Sus ojos pasaban de las piernas al rostro, a los ojos azules de la profesora, a su pelo rubio y lacio y a sus labios carnosos. Luego la mirada le llevaba a los pechos redondos y jugosos que parecían moverse con libertad bajo la tela del vestido signo de que ella no llevaba sostén.

Lo que daría por ponerle la mano encima pensaba Bridges.

- ".....es por ello que este campo me parece tan interesante".

Las palabras de la joven Sunset consiguieron finalmente sacarle de sus reflexiones.

- Perdón ¿decía?, no le estaba escuchando.

Sunset se molestó de tener que repetir. Era evidente que ese hombre no le hacía ningún caso.

- Le decía que estoy muy interesada en estudiar su campo, como ya le he dicho, estoy haciendo una tesis doctoral.

- ¿Sobre que?

- Trata de los procedimientos judiciales a lo largo de la historia. Estoy muy interesada en el uso de la tortura como procedimiento judicial y como técnica de interrogatorio de reos.

- ¿A sí?

- Sí, como usted sabrá, en el pasado la tortura era un medio habitual en los procesos judiciales para obtener una confesión inculpatoria . Hoy en día ya no se usa, o eso es al menos lo que nos quieren hacer creer. Pero se ha usado durante siglos y siempre se ha considerado como un medio seguro para descubrir la verdad. Yo defiendo que eso no es cierto y que las confesiones conseguidas bajo tortura no tienen ninguna validez.

- Perdóneme, señorita, no dudo que todo esto es muy interesante, pero no alcanzo a entender qué tiene que ver mi organización con esto.

Sunset cambió de postura volviendo a cruzar los muslos entre sí y haciendo temblar sus senos

- Mucho, si me permite decirlo. De hecho, he diseñado un experimento que podría apoyar mi tesis.

- ¿Un experimento? ¿En qué consiste?

El director no tenía ningún interés en el experimento, pero igual le dejó explicarlo sólo por el placer de seguir deleitándose con la vista de esa mujer.

- Precisamente su institutión es idónea para ello. El experimento consiste en elegir varias esclavas y darles una información anodina y carente de importancia: una combinación de números o unos nombres, eso es lo de menos.

- Continue

- Entonces se les advierte que no deben revelar ese tipo de información y que si lo hacen recibirán un brutal castigo.

- ¿Por ejemplo?

- Algo muy bestia, por ejemplo marcarlas con un hierro candente.

- ¡Señorita!, por favor

- No se haga de nuevas conmigo. Sé perfectamente que aplican ese tipo castigo en este campo.

- Sólo en casos muy excepcionales

- Pero lo hacen. Es algo terrible y hasta las mujeres más masoquistas se arrepienten de todo cuando tienen que afrontar una prueba tan terrible como ser quemada con un hierro al rojo. Venderían a sus madres con tal de librarse de eso.

- Puede que tenga razón y puede que no, pero ¿cómo conseguiría hacerles confesar?.

- Pues como se ha hecho siempre, mediante la tortura. Está comprobado que toda persona que sufre la tortura tiene un límite al sufrimiento y desesperación y si se insiste mucho llega un momento en el que hace o dice lo que sea sólo para que dejen de torturarla.

- ¿Incluso aunque las consecuencias de confesar sean mucho más dolorosas?

- Incluso así, la mente humana no es capaz de tanto y la carne es débil.

- Y si sabe todas esas cosas ¿por qué es necesario experimentarlas?

- Porque sí, la ciencia es así, la ciencia necesita pruebas y demostraciones, no se conforma con hipótesis.

- ¿Y cuantas esclavas necesitaría para su experimento?.

- No sé, cuarenta o cincuenta serían suficientes

El director arqueó las cejas sorprendido.

- ¿Me está diciendo que mandaría torturar a cuarenta o cincuenta esclavas y las haría marcar con hierros al rojo sólo para justificar su tesis doctoral?

- ¿Qué tiene de extraordinario?. Son masoquistas, ellas mismas han querido que las traten así y muchas lo hacen también por dinero. ¿Qué hay de malo con que contribuyan con su sufrimiento al avance de la ciencia?

El director la miró fijamente y con dureza.

- Señorita....

- Sunset.

- Señorita Sunset, tengo que decirle que no me interesa su experimento.

- ¿Por qué?, no lo entiendo, si van a martirizarlas igual, la razón es lo de menos.

- Es posible pero usted no me gusta.

- ¿A sí?. ¿No le gusto?, Sunset dejó deslizar uno de los tirantes de su vestido. Dígame, ¿qué opina de mí?

- Pues si quiere que sea sincero, creo que es usted aún más cruel y sádica que yo.

- No me refiero a eso, le pregunto qué opina de mi cuerpo.

Sunset deslizó su dedo índice dibujando las propias curvas de su cuerpo.

El director tragó saliva al comprobar cómo se le ajustaba el vestido a sus redondas formas.

- Pues permítame nuevamente ser sincero. Creo que está usted tan buena que desde que ha entrado en mi despacho estoy todo palote y me gustaría echarle un polvo.

- ¿De verdad?, ¿le gusto tanto?. La joven se levantó de la butaca y se fue abriendo la cremallera del vestido.

- ¿Qué cree que está haciendo, jovencita?.

- ¿Por qué no zanjamos esto aquí mismo señor director?. Sunset dijo eso mientras se quitaba el vestido con estilo y diligencia.

- Le he preguntado que qué está haciendo.

Sunset se quitó las braguitas quedándose totalmente desnuda delante del director y acercándose a él le dijo.

- No estoy haciendo nada, usted ha dicho que quiere pegarme un polvo y yo estoy de acuerdo. Total, el favor que le estoy pidiendo no le cuesta nada y estoy segura de que si soy buena con usted, terminará por concedérmelo.

- Yo no estaría tan seguro.

Sunset se arrodilló ante él y se puso a desabotonarle el pantalón.

- Vamos, señor director, es usted un hombre atractivo y me agrada mucho, si me deja hacer el experimento pasaré semanas o meses aquí y en las horas de descanso podremos relajarnos como lo estamos haciendo ahora, yo estaré encantada de hacerlo.

Mientras le decía esto, Sunset le hurgaba dentro de los calzoncillos y con delicadeza empezó a masajearle el miembro.

- ¿Qué me dice?. ¿se lo pensará?.

El señor Bridges se recostó en su butaca cerrando los ojos.

- Hazme una mamada mientras me lo pienso.

Sunset sonrió y sacando la polla al aire se acarició con ella los carrillos y la nariz.

- Mmmhh, ¡qué bonita la tiene!, ¡y qué limpia!, dijo Sunset al oler el miembro del pulcro director y percatarse que no olía nada a orina.

El director sintió en ese momento que algo muy suave y húmedo le acariciaba la polla. La chica empezó chupándole poco a poco y delicadamente y lo siguió haciendo durante unos minutos.

- Tengo ganas de meterme esto en la boca y chuparlo bien, dijo Sunset con el pene agarrado con la mano, pero antes quisiera preguntar si ya ha encontrado una solución para mí, señor director.

- Sí creo que sí.

- Mmmmmh, lo celebro.

Y al decir esto Sunset se metió la polla hasta dentro de la boca

Al señor Bridges le dio un escalofrío cuando su pene entró en la calida y húmeda caverna de la profesora.

- Así, preciosa, así, cómemela.

La joven rubia empezó a bajar y subir la cabeza lenta y cadenciosamente y el director se abandonó a esa lenta y progresiva excitación. Había que reconocer que la chica la mamaba de primera, con sus labios y su boca se la chupaba mientras sus suaves pechos le acariciaban la parte interior de los muslos. Sunset era profesora de muchas cosas pero sobre todo, era una maestra de la mamada.

El señor Bridges siguió disfrutando de la larga felación durante unos interminables diez minutos y finalmente, tras mucho insistir, Sunset notó que ya le venía , entonces, dejó de mamarla y empezó a masturbarla con un poco más de intensidad.

- Abre... la boca... preciosa , deja que me corra dentro.

Y Sunset siguió masturbándole y lamiendo la punta del glande con la lengua mientras mantenía la polla apuntando a su boca

- Aaaah, asíiii, asíiii, el director empezó a disparar su esperma al interior de la boca de Sunset, que cerró los ojos disfrutando de cómo los cálidos chorros de semen impactaban contra su campanilla.

El señor Bridges se alivió completamente tras varias descargas, mientras Sunset escupía el semen que ahora se deslizaba por su barbilla y caía sobre sus pechos sus muslos y a la alfombra del piso.

- ¿Le ha gustado?, le dijo ella mientras volvía a chuparla para limpiarla bien.

- Sí.

- Pues ya sabe, si quiere más sólo tiene que dejarme que pase aquí un tiempo le haré esto y otras cosas... todos los días.

Sunset hablaba sin dejar de acariciarle el miembro delicadamente, por experiencia sabía que a los hombres les gusta que sus amantes sigan jugando con su miembro tras eyacular.

- Mira creo que eso podrá arreglarse.

- ¿De verdad?, estaba segura.

Era evidente que Sunset estaba acostumbrada a conseguir ese tipo de cosas de rodillas. Sunset era una chupapollas profesional y una trepa de cuidado. Así había conseguido aprobar algunas asignaturas difíciles, así había conseguido la beca para su tesis doctoral y cuando esa mañana se había puesto ese vestido tan sexy ya tenía pensado cómo conseguir lo que quería del director en el probable caso de que él se negara.

El fallo de Sunset fue pensar que el Señor Bridges era un hombre temeroso de la ley como lo eran los profesores de universidad. Realmente la joven no sabía con quién se estaba jugando los cuartos.

- Si pequeña, le dijo acariciándole los senos, he pensado que claro que puedes quedarte aquí, y estaré encantado de gozar todos los días de tu cuerpo,.... sólo tienes que firmar el contrato de esclavitud.

- ¿¿¿Qué???, Sunset soltó el pene al momento.

- Pues eso, que lo mejor es que entres en el campo y seas una esclava más, preferiblemente durante tres meses.

Sunset apartó sus pechos de las manos de él y se los tapó con las suyas.

- ¿Está loco?, ni lo sueñe.

- No estoy loco, al contrario, es perfectamente lógico, si quieres experimentar el efecto de la tortura, lo mejor es que tú misma seas torturada.

A Sunset le asaltó un tremendo escalofrío de terror, se quedó sin habla y tragó saliva.

- Haremos contigo exactamente lo que sugieres, te torturaremos sin parar hasta conseguir algo de ti, entonces serás condenada y sufrirás un suplicio aún peor ¿qué te parece?.

La joven buscó sus ropas con los ojos y no las encontró

- Yo, yo, creo que me he equivocado,...quiero marcharme de aquí.

Repentinamente llamaron a la puerta y para alarma de Sunset el señor Bridges ordenó que pasaran. Eran Harry y el Electricista que traían a Karen cargada de cadenas.

- ¿Qué me traéis aquí?. Pasad, no os quedéis en la puerta.

A la vista de esa mujer, Sunset se quedó paralizada, Karen venía en un estado lastimoso, agotada por tener que andar encorvada más de un kilómetro y con lágrimas en los ojos. Tenía las nalgas marcadas por varios fustazos y las pinzas estiraban cruelmente sus pezones y clítoris de los que ya manaban pequeñas gotas de sangre.

Harry informó al director.

- Es una candidata a esclava, estaba entre el público de la visita y de repente decidió entregarse por las buenas.

- ¿Por qué la habéis atado tan cruelmente si aún no ha firmado el contrato de esclava?.

- Ella misma lo ha pedido.

- ¿Es cierto? Le preguntó el director a Karen.

Esta afirmó con la cabeza

- ¿Quieres que te desate?

Ella volvió a afirmar.

- Claro que sí, ¡pobrecita!, ¿que te han hecho esos bestias?, bromeó el señor Bridges.

El director empezó a desatar a Karen, entonces Sunset intervino.

- Devuelvanme mi ropa, quiero irme, le dijo al Electricista que había cogido el vestido del suelo.

- Espera un poco, ordenó el director tajante, aún no he terminado contigo.

La joven rubia se calló temerosa de provocar a ese hombre. El aparatoso bondage de Karen le había impresionado de veras y en ese momento estaba acojonada y con ganas de estar muy lejos de ese lugar. De este modo la joven profesora se quedó expectante, de rodillas juntando bien las piernas y tapándose de mala manera las tetas con las manos.

Harry y el Electricista no dejaban de mirarla dándose codazos y ella sintió una repentina desazón al ver la erección de ellos bajo la ropa y al notar cómo las gotas frías del esperma del director se deslizaban por su propia piel.

- Aaaaaaaiiiiiii

Repentinamente Karen lanzó un tremendo grito pues el Señor Bridges le había soltado una de las pinzas de los pezones. La joven se puso a gritar de dolor y a agitarse cuando se lo masajeó para que recuperara la circulación.

- Observa y aprende profesora. Cuando te cogen un pellizco con una de éstas te duele mucho pero cuando te la quitan entonces te duele mucho más. ¿Lo ves?

- AAAAAAHH.JJJdderrr

Karen lloró y maldijo al quitarle la otra pinza.

- Vamos, vamos, no llores, ya sólo te queda una.

- MMMMMnnno, mmmmno

- Sí pequeña, ahora le toca a la pinza de tu coñito, grita cuanto quieras, ésta te dolerá de veras.

Esta vez el alarido de Karen fue impresionante, el director la abrió la pinza que mordía su clítoris y la joven cayó al suelo retorciéndose de dolor.

Sunset sudaba aterrorizada por los gritos de la esclava.

Una vez sin pinzas, el director le quitó los grilletes a la muchacha y después la mordaza. Entonces Karen se abrazó a él y se puso a llorar amargamente en su hombro. Este la acogió entre sus brazos mientras le acariciaba la cabeza.

- Vamos, vamos, ya ha pasado todo. ¿Quieres irte a tu casa?, ella negó con la cabeza. Entonces ¿Quieres seguir siendo esclava? Karen dijo que sí sin separar la cara de su hombro

- Así me gusta, eres muy valiente. ¿Lo ves, profesora?, ella tiene más valor que tú, ¿por qué no firmas tú también el contrato?, le dijo a Sunset.

- De ningún modo, a mí no me harán eso, ¿me ha oído?. Quiero marcharme de aquí ahora mismo, ¿por qué no dejan que me vista?

- Tranquila, tranquila, profesora, ahora te marchas, pero no sé si te has visto, estás perdida de esperma. Vete antes al baño, allí te lavas, te vistes y luego te vas, ¿de acuerdo?.

- Está bien

- ¿Queréis acompañarla al sótano, les dijo a los dos guardianes. Ya sabéis a donde.

El director le guiñó el ojo al electricista sin que Sunset se diera cuenta y éste le respondió con una mueca de complicidad.

Sunset salió de la sala insistiendo en taparse el coño y las tetas con las manos

- Hasta nunca hijoputa, dijo enfadada al salir.

- Hasta dentro de un rato, contestó enigmáticamente el director cuando se cerró la puerta. Y volviéndose a Karen, le dijo.

- Ven aquí ojos bonitos, túmbate en la mesa que voy a mirar si la herida es grave.

Karen obedeció y se tumbó de espaldas abriendo instintivamente las piernas. El director se arrodilló ante su coño y separando los labios de la vagina vio que el clítoris estaba muy irritado y enrojecido.

- AAAAAAhhhh

Karen gritó de dolor al contacto con la lengua del director, pero éste la tranquilizó.

- Vamos pequeña, relájate, la saliva es buena para aliviar las heridas, y diciendo esto le volvió a lamer el sexo con delicadeza.

Ella se volvió a quejar, pero sus quejas y ayes fueron cada vez menores hasta que llegó el momento en que Karen cerró los ojos y se puso a suspirar de placer.

El señor Bridges no tenía muy claro si Karen suspiraba de placer o por el alivio que le suponía ese delicado tratamiento en su atormentado clítoris sin embargo siguió y siguió lamiendo insistentemente hasta que la joven tuvo un orgasmo. Lo bueno de las mujeres sumisas, se decía siempre Bridges, es que se dejan hacer de todo y dado que a él le despertaban sentimientos muy diferentes, ora sádicos, ora cariñosos, solía dar rienda suelta a unos y otros con las esclavas sin mayor problema.

Entretanto Harry y el electricista acompañaban a Sunset por la escalera. Todos los que se cruzaron con ellos le dijeron obscenidades y requiebros a la joven pues Sunset no era de las que pasan desapercibidas.

- ¿Dónde coño está el baño?, dijo ella enfadada, quiero quitarme de encima la leche de ese cabrón.

- Por aquí, le señaló uno de los verdugos abriendo la puerta de los sótanos.

Sunset entró confiada y entonces se dio cuenta de que pasaba algo raro. Delante encontró un pasillo con varias celdas a la izquierda y cuatro puertas a la derecha.

- ¿Qué es esto?, preguntó alarmada al oír que Harry cerraba la puerta de fuera, ¿donde está el baño?.

- La segunda puerta a la derecha.

Entonces Sunset abrió la puerta y cuando encendió la luz se le heló la sangre en las venas. Los dos guardianes la habían conducido directamente a una de las cámaras de tortura del sótano.

El electricista tiró las ropas de Sunset a un contenedor del pasillo y entre los dos la obligaron a entrar agarrándole brutalmente de los brazos.

- ¿Qué pasa?, ¿Por qué hacéis esto?, ¿por qué tiras mis ropas?

El electricista cerró la puerta por dentro.

- No necesitas para nada tu ropa profesora, estás mejor así, desnudita.

- ¿Qué, qué queréis?.

Sunset reculó hacia atrás muerta de miedo y se refugió al otro lado de un enorme potro de tortura que había en el centro de la sala.

Sunset intentó valerse otra vez de sus acostumbradas tácticas.

- ¿Que..queréis follarme, verdad? No me importa, si queréis me folláis los dos y luego dejáis que me vaya ¿vale?. No os preocupéis no se lo diré a nadie.

- Ya habrá tiempo de follarte esclava.

- Sí de follarte y de hacerte otras cosas, dijo el Electricista.

- Pero esto es un secuestro, no tenéis, derecho, yo no he firmado nada, no soy una esclava.

- Bueno basta de chorradas, dijo uno de ellos blandiendo un látigo que cogió de una pared, ponte inmediatamente estas esposas o te doy con esto.

Harry le tiró las esposas por el suelo

- Vamos cógelas.

- Vale, pero no me hagáis nada, dijo ella agachándose a cogerlas.

- Póntelas en las muñecas con los brazos por delante.

Sunset empezó a llorar,

-¿Por que no queréis...snif...que os la chupe? No me atéis las manos, os lo pido por favor, seré buena.

- Ponte las esposas de una vez puta llorona.

Sunset se las cerró en las muñecas una detrás de otra sollozando, entonces Harry se fue hasta ella y cogiéndola de las esposas la arrastró hasta donde colgaba un gancho del techo. Enganchó el gancho a la cadena de las esposas y se fue hasta una manivela de la pared.

Sunset miraba todo esto sin reaccionar, paralizada de miedo. Repentinamente una fuerza poderosa le hizo subir los brazos hacia arriba a medida que Harry accionaba la manivela.

En unos segundos Sunset colgaba de sus brazos y apenas era capaz de tocar el suelo con las puntas de los dedos de los pies.

Con rapidez y decisión los dos verdugos le ataron los dedos pulgares de los pies a un anillo que había en el suelo, los tobillos juntos entre sí y las rodillas también con sendos cinturones de cuero.

- Por favor, tened, piedad decía ella mientras la inmovilizaban, no me hagáis daño por favor. Harry se incorporó sudoroso y cogió una ballgag.

- Callate ya y abre la boca.

- No no me amordaces, me callaré.

- Te he dicho que abras la boca.

- No me pongas la mordaza, no gritaré, de verdad.

Harto de tanta resistencia, Harry le agarró del pezón derecho y se lo retorció brutalmente

- AAAAAyyy

Aprovechando que Sunset abrio la boca, le encajó la ballgag y brutalmente se la ató a la nuca con unas correas.

- Así que no ibas a gritar

La joven miró aterrorizada a sus verdugos con lágrimas en los ojos.

Estos se apartaron un par de metros y la miraron a su vez. Allí delante estaba ella y la admiraron en toda su desnudez, estirada como estaba ante sus ojos.

Sunset era una rubia bellísima de piernas largas y bien torneadas, pero con curvas y con un trasero redondo y suave como un enorme melocotón. Sunset llevaba el coño depilado y una pequeña mata de pelo rubio coronaba el monte de venus. Su torso era delgado, la espalda larga, interminable, el vientre plano y por efecto del estiramiento sus costillas se marcaban perfectamente y se hinchaban y deshinchaban intensamente a cada respiración. Los pechos eran marmóreos blanquecinos, y parecían esculpidos por un hábil artista. Eran algo grandes para un torso tan delgado, pero por lo demás redondos y proporcionados. Sería por la excitación pero los rosados pezones de Sunset estaban en ese momento erizados y duros como piedras y las aureolas de los mismos ligeramente hinchadas.

El terror en cambio afeaba en ese momento su rostro.

Los dos hombres se sacaron el miembro y empezaron a masturbarse.

- Yo creo que si nos retrasamos un rato no pasará nada ¿verdad?, dijo Harry.

- Por supuesto que no, el director parecía muy ocupado con la morena.

- Sí, tiene buen gusto el muy cabrón, pero ésta tampoco está mal.

Ni corto ni perezoso, Harry se acercó a su prisionera con la polla fuera y ella le siguió con la mirada. Sunset estaba muy nerviosa y jadeaba inquieta por cualquier movimiento que hacían esos dos. La chica tenía que mantener el cuerpo totalmente estirado y ya le empezaban a doler los hombros y tobillos. A pesar de que hacía un gran esfuerzo era incapaz de controlar la baba que le caída ya de la boca sin ningún control.

Extrañamente, cuando Harry empezó a acariciarla, Sunset se tranquilizó.

- Mmmmm, qué piel más suave, y qué bien hueles. Harry olisqueó a la mujer y la acarició con la nariz. Además deslizó una mano lentamente por los muslos y el trasero mientras que la otra se fue inevitablemente al pecho izquierdo, primero lo sopesó y después lo acarició apreciando toda su consistencia y suavidad.. Después las manos continuaron su lento viaje por las redondeadas formas de la mujer.

Sunset suspiró cuando las caricias continuaron y sus suspiros se hicieron más intensos cuando Harry se interesó repetidamente por la suavidad aterciopelada de sus pezones. El hombre los cogió con sus dedos y tras comprobar su dureza, le acaricio delicadamente las aureolas con movimientos circulares de la yema de los pulgares.

- ¿Te gusta preciosa, te gusta lo que te hago?.

Sunset afirmó con los ojos cerrados y dejando escapar un largo hilo de baba. Entonces el verdugo pringó su dedo índice y corazón en la saliva de su mordaza y explorando delicadamente en la raja del coño le fue introduciendo los dedos poco a poco en busca de los "botones mágicos " de la chica.

Sunset gimió de placer a través de su mordaza y Harry sonrió complacido.

- Así, así, pequeña, córrete para mí y mientras seguía masturbándola Harry se puso a chuparle uno de los pezones, primero poniendo la lengua dura y moviéndola nerviosamente como un colibrí y luego metiéndose toda la punta de la teta como si fuera un niño mamando. Mientras tanto ya había metido tres dedos dentro de la vagina ya dilatada y dispuesta y creía haber encontrado una zona muy erógena en la parte anterior de su coño.

- Eh tú ayudame, ya verás cómo hacemos que esta tía buena tenga un orgasmo.

El electricista se acercó de mil amores y se ocupó de chupar la otra teta acariciándole el culo con la mano.

Sunset sentía todo su cuerpo temblar y vibrar de placer con sus tres zonas sensibles sabiamente estimuladas. Esa constante sensación de succión en las tetas era maravillosa, sobre todo en combinación con el experto masaje de su vagina.

Harry percibió que la chica no tardaría en correrse cuando su cavidad se inundó por completo de sus propios jugos y sonrió triunfante cuando los músculos interiores de la vagina empezaron a estremecerse contra sus dedos.

- Así preciosa así

Sunset tuvo un profundo orgasmo largo y dilatado agitándose y estremeciéndose medio mareada.

- Muy bien, muy bien, le dijo Harry palmeándole el trasero y tranquilizándola, pero ahora me quiero divertir yo.

Harry se volvió a recostar contra el potro y se masturbó lentamente repasando con la mirada el bello cuerpo de Sunset. Esta le miraba un poco avergonzada y aún excitada por el orgasmo.

- Oye electricista ¿por qué no hacemos que baile un poco?, dale unos latigazos anda.

Sunset miró alarmada a Harry sin dar crédito a sus palabras.

Al electricista no tuvo que decírselo dos veces, cogió de un estante un pequeño látigo de colas y empezó a darle en el culo con todas sus ganas.

- Mmmh, MMMmhh, MMMMMMHHHHH

Sunset se puso a gemir y chillar negando histérica con la cabeza y arqueando el cuerpo con la vana intención de evitar los latigazos.

- Así, así, eso es, dijo Harry mientras su miembro crecía y crecía turgente y duro.

Michel el electricista siguió con el castigo sobre el trasero, pero como Sunset rotaba sobre sí misma para evitar los golpes, el látigo le daba también en las caderas, los muslos, las ingles y la base del vientre. La pobre Sunset apretaba las piernas todo lo posible para que las puntas del látigo no le tocaran en los labia de su vagina ni le dieran en el clítoris.

Tras una buena tanda, el electricista que era un poco bestia le cogió de los pelillos del coño y la atrajo hacia sí arrancándole algunos.

- Vamos, preciosa, bésame.

Sunset lloraba y sollozaba desconsolada aparatando el rostro. Entonces el electricista cogió un pecho con su mano y se puso a darle tortazos en las tetas provocándole fuertes dolores.

- Zass, zass.

- Así, así, puta estúpida, baila para nosotros.

La ocurrencia del electricista no se la esperaba Harry que se puso a pelársela con más intensidad aún.

Aún le dio unas cuantas veces con la mano abierta, hasta que se las dejó enrojecidas. Entonces se alejó de ella un paso y se puso a darle de latigazos en los pechos y la espalda.

- Mmmmh, MMMHH

Sunset arqueaba su cuerpo de dolor cuando el látigo le golpeaba los dos pechos a la vez, dejando unas líneas rojizas.

- Dale, otra vez, en las tetas, así, decía Harry mientras notaba que le venía, y tras masturbarse enérgicamente terminó por correrse. Pero antes de eso se acercó a la chica y la regó el vientre y los muslos de semen.

Sunset tenía a esas alturas grandes manchas rojizas en pecho, trasero, espalda y alrededor de la entrepierna, y lloraba desconsolada.

- Muy bien preciosa, le dijo el electricista obligándola a mirarle a los ojos. Y dándole el látigo a Harry le dijo: tu turno.

Los dos guardianes siguieron "intimando" un buen rato con Sunset a base de golpes y latigazos, finalmente decidieron dejarla a solas.

- Bueno, lo hemos pasado bien, pero ahora te tenemos que dejar, supongo que dentro de poco vendrá el director en persona a torturarte, de todos modos, y para que no te aburras te ponemos la tele.

En realidad, los verdugos fueron muy crueles con Sunset, pues lo que le pusieron en el televisor no era otra cosa que una tremenda sesión de tortura que el electricista había aplicado a otra esclava en esa misma habitación unos días antes.

Sunset tuvo que permanecer en esa misma postura varias horas mientras veía esa horrible película y reconocía en las paredes los instrumentos de tortura que le aplicaban a la esclava del video. La pobre mujer se meó encima de miedo.

(continuará)

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El Mariscal del Infierno (08)

El Mariscal del Infierno (07)

El Mariscal del Infierno (06)

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El Mariscal del Infierno (03)

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El Mariscal del Infierno (01)

Silvia la sádica (13)

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El secuestro de mi mujer

Club X (y 3)

Club X (02)

Club X (01)

Castigo de dos novicias impuras (y 5)

Castigo de dos novicias impuras (4b)

Castigo de dos novicias impuras (4a)

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Castigo de dos novicias impuras (1)

Sakura y el Señor Ito (5)

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Sakura y el señor Ito (3)

Campo de Concentración para Esclavas (14)

Sakura y el señor Ito (2)

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Campo de concentración para esclavas (13)

El Sacrificio

Campo de Concentración para Esclavas (12)

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Campo de Concentración para esclavas (1)

Alba (6)

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Alba (1)

Este profe sí que sabe

Vacaciones de Semana Santa (y 5)

Vacaciones de Semana Santa (4)

Sadismo en el internado

Quien tiene una amiga tiene un tesoro (y 04)

Quien tiene una amiga tiene un tesoro (03)

Quien tiene una amiga tiene un tesoro (02)

Quien tiene una amiga tiene un tesoro

Model Call (02)

Model Call

Esclavas Crucificadas (8 y final)

El Capitán Trueno. Sigrid en peligro

Esclavas Crucificadas (7)

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Esclavas Crucificadas (5)

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Esclavas Crucificadas (3)

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El Museo (6 y final)

El Esclavo (2)

Vacaciones de Semana Santa (3)

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El Museo (5)

Vacaciones de Semana Santa (1)

Otra vez Heidi

El Museo (4)

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El Museo (1)