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El Penal de los Lamentos (11)

en Sadomaso

Las dos gringas habían confesado el falso cargo de prostitución tras una larga y cruel sesión de tortura. Según les aseguró el juez, eso podía suponer ya una condena de dos años de prisión en el Penal de los Lamentos. Sin embargo el fiscal insistía en achacarles cargos aún más graves y en los siguientes días no pararían de atormentarlas hasta conseguir que firmaran esas confesiones.

En realidad el juez sabía que era cuestión de tiempo y a pesar de la resistencia de las dos mujeres al dolor, al final no tendrían más remedio que confesar esa sarta de mentiras. Así se aplazó el interrogatorio para el día siguiente, de manera que todos abandonaron la cámara de tortura menos el carcelero Matías que se dispuso a abusar de las dos acusadas como tenía costumbre.

Tras enjaular a Alina, el perverso enano se dirigió hacia  Yulia para someterla a sus lúbricas atenciones. Esta todavía lloraba desconsoladamente hecha un ovillo en el suelo. Las sesiones de bondage a las que ella estaba acostumbrada no se parecían ni por asomo a las crueles torturas a las que había sido sometida en el penal.

- Eh, tú de pie.

- Déjamo, sapo.

- Levantate, vamos, le ordenó, y como ella se negó a obedecer el enano la agarró del pelo, la obligó a incorporarse y la llevó así de los pelos hasta el potro de tortura indicándole que se tumbara en él.

- ¿Ahí?, preguntó ella alarmada.

- Sí, preciosa,  es sólo para que estés quietecita mientras te hago el amor.

- No, no.

- Vamos no te resistas, túmbate ahí tú misma o sino llamaré a los verdugos y será peor pues les diré que aprieten bien el cilindro.

- No, eso no, no hagas eso, y diciendo esto una derrotada Yulia se tumbó en el potro y sollozando dejó que Matías la atara extendiendo sus brazos por encima de la cabeza.  El carcelero se apresuró a hacerlo antes de que ella se echara atrás y luego cerró el cepo que retenía los tobillos. Una vez atada de pies y manos el enano empezó a tensar la rueda del potro.

El artilugio se movió pesadamente con un quejumbroso chirrido.

- No, no, has dicho que no ibas apretarlo, dijo ella tratando de liberarse de sus ataduras.

- Yo no he dicho eso imbécil, ja, ja.

Desde su jaula Alina vio cómo el ingenio tensaba y estiraba el precioso cuerpo desnudo de Yulia y a pesar de los tormentos recibidos no pudo evitar mojarse de excitación.

Por su parte Matías reía sádicamente mientras seguía apretando la rueda.

- Para, para, no me hagas daño por favor, follame si quieres pero no aprietes mucho.

- Claro que te voy a follar pero también voy a torturarte  preciosa.

- AAAAYYYY

- Ja, ja, ja, así,…. duele ¿verdad?.

- SSIIIII, SIII duele mucho, por favor, afloja.

- Ni lo sueñes, ahora soy yo quien manda  y también quiero divertirme como los verdugos.

Tras estirar su cuerpo de manera que ella no se pudiera mover ni un milímetro, el enano se desnudó completamente y encaramándose sobre Yulia se puso a lamerle todo el cuerpo como había hecho la noche anterior con Alina. Empezó por sus muslos y luego siguió por su ombligo mientras ella temblaba de grima.

- No, no, que asco, déjame monstruo.

- De eso nada, qué bien sabes.

El repugnante enano siguió lamiendo a Yulia y llenándole de sus asquerosas babas, aún con los ojos cerrados  la joven podía sentir al enano reptando como si una asquerosa babosa se estuviera paseando por encima de su cuerpo. Yulia abrió otra vez los ojos y le gritó iracunda que le dejara en paz de una vez. Por supuesto Matías no le hizo el menor caso.

- Ummm, qué pechos más bonitos tienes, dijo cogiéndole las dos tetas con las manos y comprobando que las tenía duras y consistentes.

- Suéltemelas, suéltemelas le digo, me duelen dios.

- Pero ¿qué veo? ¡te han torturado en tus tetitas!, ¡pobrecita!, ese sádico de Sánchez y sus odiosas agujas. No te preocupes, Matías te las curará a lametones. Y diciendo esto el enano se puso a chuparle la punta de los senos alternativamente.

- No, no,….déjeme, no.

- Ja, ja, las tienes tan sensibles que aún castigadas se ponen tiesas con sólo unas lamidas. Esto se merece algo especial.

Entonces el enano se bajó otra vez del potro pero sólo para  ir a buscar una vela de color rojo.  Mientras la encendía se la mostró perversamente a su víctima y ésta le devolvió una mirada llena de odio.  En unos segundos se había formado cera líquida y colocándola sobre los pechos de Yulia el enano empezó a verter gotitas de cera líquida muy caliente.

- AAAHHHU AAAYY

Yulia se retorcía sensualmente al sentir esas gotas  hirvientes que caían sobre su delicada piel. Mientras hacía eso Matías reía estúpidamente al tiempo que masturbaba delicadamente a la chica.

- Vamos preciosa, se nota que te gusta, le dijo echándole más gotas, la pepita se te está poniendo como una piedra al sentir cómo quema la cera.

Alina seguía viéndolo todo desde la jaula y las sensuales contorsiones de Yulia sobre el potro de tortura la estaban poniendo a cien pero como tenía las manos atadas  a la espalda no podía ni siquiera masturbarse.

- AAAYYY, no más no más por favor, me voy a…

- Sí preciosa te vas a correr, pero todavía no, y el enano dejó de masturbarla por un momento dejándola a medias. Te correrás cuando yo quiera, y será cuando te meta esto, le dijo mientras le enseñaba su miembro empalmado y exageradamente curvado hacia arriba.

Yulia se quedó de una pieza al ver que semejante viejo podía tener esa tranca y se excitó más aún pensando que se la iba a follar en ese momento. Pero Matías era un individuo perverso por naturaleza así que antes de penetrarla quiso que la delicada rubia le hiciera un rimjob.

- Ja, ja, ja, rió encaramándose  otra vez al potro  y sentándose sobre la cara de Yulia,  nunca me limpio esa parte, siempre dejo que lo hagan las esclavas con su lengua.

- MMMPPPPPFFF

Yulia estaba a punto de vomitar con el asqueroso culo de ese monstruo tapándole toda la cara e impidiéndole respirar. Por supuesto se negó al rimjob, pero entonces el enano empezó a darle latigazos entre las piernas.

- Vamos, zorra, quiero sentir esa lengua, cómeme el culo o te despellejo el coño, ¿vamos, no me oyes?, obedece.

Pero Yulia aguantó los latigazos como pudo.

- Zorra estúpida y terca, dijo Matías al ver que no la convencía, y bajándose del potro se puso a los mandos con intención de apretar otro diente.

- Por favor, piedad decía Yulia desesperada escupiendo los restos de su lengua.

- No hay piedad para una furcia como tú.

- Crack

- AAAAAAAAYYYY. NOOOOO, dios que dolor.

- Dime que me quieres comer el culo, vamos, dilo.

- NNNOOOO, NOO, dijo ella llorando.

- CRACK

- AAAAAYYY; mis brazos, me los vas a rompeeeer.

- Di que me comerás el culo o te saco los brazos de los hombros.

- Sí, sí lo haré, afloja esto por favor.

- Dilo, dilo con todas las palabras y te aflojo un diente.

- Quiero comerte el culo, por favor, y Yulia se echó a llorar

- Ja, ja, todas la putas sois iguales, dijo el enano soltando un diente del potro, lo estabas deseando y no sabías como pedirlo. En esto se volvió a encaramar  y sentándose otra vez sobre la cara de la muchacha ésta empezó a chuparle el culo aguantando su profundo asco.

- Sí, sí qué gustito, así, así ahora métela dentro, decía el enano mientras se masturbaba en cuclillas con los ojos cerrados.

Esa era la manera en que el carcelero Matías domaba a sus esclavas condenadas a la “vigilia”, humillándolas desde el primer momento y obligándolas a hacer los actos más aberrantes. Así se aseguraba una sumisión total durante los días o semanas que ellas pasaban recluidas en ese infierno particular en el qué él era el rey.

 ………

En cuanto finalizó el interrogatorio, todos los demás asistentes abandonaron la cámara de tortura, el propio juez desató a su sobrina de la cruz y tras quitarle las pezoneras y la mordaza la cogió en brazos como si fuera una niña.

- Querido tío, dijo ella antes de que le subiera las escaleras. Me has hecho  muy feliz, como ves ya eres mi dueño aunque no lo quieras y yo deseo ser tu esclava desde hace años.

Su tío se sintió muy halagado por esas palabras que equivalían a una declaración de amor.

- Está bien, dijo el juez dejándose llevar, acepto, desde ahora serás mi esclava para siempre.

- Gracias tío, dijo ella echándole los brazos al cuello, pero como esclava tengo que confesarte que hoy me he comido un montón de pollas en las letrinas y he hecho de urinario humano. He perdido la cuenta de los tíos que se han meado en mi boca.

- ¿Qué?

- Lo que oyes, y además me ha gustado, creo que deberías castigarme por ello.

- ¿Castigarte?

- Sí sólo tienes que escoger el medio, estás en una cámara de tortura dotada de infinidad de aparatos para causar dolor.

- No, no podría,….. una cosa es hacer el amor contigo y otra es hacerte daño.

- Bueno, pues llama otra vez a los verdugos y que me lo hagan ellos, entrégame a Sánchez y mientras tanto tú disfrutas viendo cómo me lo hacen.

- ¿A esos bestias?, no de ninguna manera. Vamos te pediré unas ropas, te vienes conmigo a casa ahora mismo.

Entonces Rebeca hizo que el juez la volviera a depositar en el suelo.

- Tío, si no me tratas como una esclava de verdad y no me castigas a diario haré lo que sea porque me condenen y me traigan a esta prisión, ya te lo he dicho.

El juez estaba desesperado, ahora se daba cuenta de que no podría tenerla como esclava si no traspasaba ciertas barreras.

- Está bien, salgamos de aquí y vayamos donde el alcaide.

- Tío, dijo ella juntando las manos. No olvides que tengo que ir atada. El juez cogió una soga y le hizo un rápido nudo atando las muñecas por delante, entonces llamó al carcelero para que le abriera las puertas. ¿Y el capuchón?

- ¿Qué importa ya?  Ahora solo eres una esclava

…………………

Mientras el juez sacaba a su sobrina de la cámara de tortura el alcaide recibía una llamada inesperada en su despacho.

- ¿Señor alcaide?

- Sí, soy yo dígame.

- Soy el cónsul  Smith, ¿me recuerda?.

- Por supuesto, ¿qué se le ofrece?

- Es sobre las dos periodistas extranjeras que están internadas en su penal.

El alcaide se quedó de una pieza, ¿cómo diablos podía saber él….?

- ¿Qué ocurre señor cónsul?, dijo disimulando.

- Han llegado a mis oídos que se están cometiendo ciertas irregularidades en el procedimiento que se sigue contra ellas.

- No hay ninguna irregularidad, que yo sepa todo se está haciendo conforme a la ley.

- No lo dudo, pero entienda que tengo que asegurarme. Son dos compatriotas mías y en cierto sentido tengo una responsabilidad con ellas. Además días antes de ingresar en su prisión la tal Alina me llamó a  mi despacho y me comunicó lo que pensaban hacer ella y su amiga. Precisamente como temía que la cosa pudiera complicarse me pidió protección como autoridad de mi país en el suyo. Ahora me encuentro que un juez que frecuenta su penal digamos, ……..con perversas intenciones, las ha encausado y pide para ellas nada menos que la pena de muerte, ¿cuáles son los cargos si puede saberse?.

De pronto el alcaide se dio cuenta de quién era el famoso protector de las gringas, ¡nada menos que el cónsul Smith!. Seguramente alguno de los miembros del tribunal o algún verdugo se había ido de la lengua o estaba compinchado con el diplomático, pero eso importaba poco, el alcaide creía que podría controlarlo.

- Entiendo lo que dice señor cónsul y estoy dispuesto a colaborar con usted. Insisto en que todo esto es perfectamente legal, se les acusa de prostitución y extorsión. De hecho, el primer cargo  ya lo han confesado voluntariamente, está por demostrar el segundo. Además no se descarta que sean culpables de conspiración y terrorismo.

- Eso son cargos muy serios señor alcaide.

- Sí por eso mismo las estamos interrogando y seguiremos haciéndolo en los próximos días….hasta que confiesen.

- Ya imagino en qué consisten esos interrogatorios, en mi país son completamente ilegales.

- Ya, pero aquí son perfectamente legales  Cónsul Smith, además tenemos el beneplácito de su señoría el juez.

- Bueno, en el fondo seguro que usted tiene la razón y si el juez lo aprueba  no creo que haya ningún problema, pero en caso de que lo hubiese ….

- ¿Qué?

- Bueno si hubiera algún problema  quizá podría pasarlo por alto,…. quiero decir que podría cooperar con ustedes…………….. siempre que se me compense de un  modo adecuado..

El alcaide comprendió por fin y sonrió más tranquilo

- Dígame usted en qué está pensando señor cónsul y si está en mi mano no dude que le daré lo que me pida.

- ¡Ya sabía yo que nos ibamos a arreglar de un modo u otro!. El caso es que….

- Hable, hable usted, confíe en mí y diga lo que desea.

- Como sabe, desde hace años tengo ciertos intereses en su prisión ….. en las internas, quiero decir… pero siempre me encuentro con dificultades económicas.

- Siga, siga, creo que sé  por dónde va.

- Si usted me facilitase ciertos servicios de manera, digamos….gratuita, yo lo tendría muy en cuenta y estaría en deuda con usted, ¿me comprende?

- Sí, por supuesto que le comprendo, pero  creo que esto es mejor hablarlo aquí en persona y no por teléfono.

- De acuerdo, ¿cuándo podemos reunirnos?

- Precisamente mañana estaré muy ocupado interrogando a sus compatriotas pero ¿por qué no viene pasado mañana para discutirlo?

- Perfectamente, allí estaré.

- De acuerdo, hasta pasado mañana.

El alcaide se quedó pensativo tras la conversación.

- Ja, ja, esas estúpidas han ido a buscarse un seguro con un cónsul corrupto y putero, ¡menudo seguro!.

Sin embargo, también calculó que convenía tener contento a ese hombre o si no, podía encontrarse con problemas muy graves. El cónsul podía denunciarle a su país y se vería envuelto en un conflicto diplomático en el qué él mismo podía acabar de cabeza de turco.

En estas estaba cuando llamaron a la puerta y tras darles paso entró el juez con su sobrina arrastrándola de sus ataduras.

- Oh señor juez, no me diga que finalmente se ha decidido.

- Sí señor alcaide,  desde hoy Rebeca será mi esclava

El hombre se sentó enfrente del alcaide un tanto enfadado y Rebeca se quedó de pie y sin que nadie le dijera nada adoptó la postura de sumisión con las piernas abiertas y las manos en la nuca.

El alcaide no entendía el enfado del juez y siguió hablando.

- Le felicito, señor juez, es una esclava bella y dispuesta, no dudo que gozará de ella muchos años.

- Gracias, pero sigue habiendo un problema.

-¿Cuál?

- Ella dice que debo castigarla todos los días.

- ¿Y? es su esclava y a todos nos consta que ud es un sádico, seguro que a ambos les gustará.

- No me atrevo, a ella no.

- Bueno, claro, es su sobrina. Recurra a otros por el momento, en el penal hay muchos verdugos que estarán encantados de ponerle la mano encima, yo mismo si usted quiere.

- Gracias, precisamente  ella me dice que la entregue a Sánchez y él se encargará de castigarla, pero no sé.

Al alcaide ya le empezaban a molestar tantos remilgos.

- ¿Tú que dices pequeña?

La joven Rebeca recordó la promesa de Sanchez de clavarle agujas en los pechos y un escalofrío de miedo recorrió su cuerpo… sin embargo, tenía que decidirse, si no no sería una esclava de verdad..

- Soy culpable pues he gozado al chupar  todas esas pollas  y me lo merezco, entréguenme ahora a Sánchez y que él decida mi castigo dijo roja de verguenza.

- ¿Ahora mismo?

- Cuanto antes mejor, quiero decir, antes de que me arrepienta.

- Eres muy valiente muchacha ¿Está usted de acuerdo, señor juez?

En realidad el juez estaba más bien confundido.

- Sí, sí, si ella lo acepta…

- ¿Puedo pedir una cosa, mi amo?

- Adelante pequeña.

- Quiero que ambos sean testigos de mi tortura y gocen de mi sufrimiento. Asimismo desearía ser desvirgada por mi tío durante la sesión.

Los dos hombres se miraron.

- De acuerdo.

Entonces el alcaide llamó a Sánchez a su despacho y éste como era su costumbre tardó muy poco en llegar.

-¿Qué desea señor alcaide?, dijo el verdugo mirando a la bella Rebeca desnuda y en postura de sumisión.

- Escúchame, el juez ha ordenado que su sobrina sea convenientemente castigada por su lascivia e indecencia, así que reserva una de las cámaras de tortura y prepárala para el tormento, el juez y yo iremos más tarde y sólo entonces procederás a realizarlo en nuestra presencia.

A Sánchez le brillaban los ojos.

- ¿Por cuánto tiempo reservo la cámara señor?

- Sin límite.

- Está bien, ¿alguna tortura en especial?

- Sorpréndenos Sanchez, ella misma te ha elegido como verdugo para su primera vez y dice que elijas tú.

Sanchez la miró sádicamente sobre todo cuando se dio cuenta de que ella tenía los senos totalmente erizados, mientras ella bajaba la mirada sumisamente

De este modo y sin que se resistiera lo más mínimo, el jefe de los verdugos se llevó a la pequeña Rebeca a la cámara de tortura n. 12, la misma en la que Yulia había soportado el tormento de las agujas. Una vez allí la ató a la cruz de San Andrés con los brazos y piernas muy abiertos como había hecho con la rubia. Luego le dio un beso que ella no rechazó y entonces le metió una ballgag entre las mandíbulas.

(continuará)

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