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El Penal de los Lamentos (19)

en Sadomaso

Cuando el cónsul despertó por la mañana se encontró a los pies de su cama a Rebeca que le esperaba de rodillas, con las manos sobre los muslos, las palmas hacia arriba y la boca entreabierta. Es evidente que los criados la habían despertado temprano para que el cónsul no notara su falta.

- Buenos días cariño, ¿has dormido bien?

- Muy bien mi amo, ¿tienes ganas de orinar? Y sin decir más ella misma abrió la boca todo lo que pudo.

- Ya veo que eres una esclava entrenada, excelente.

El viejo fue trabajosamente hacia ella y se sacó su pene para el pis de la mañana. Para esto también tenía ciertos problemas prostáticos pero Rebeca aguantó con la boca abierta el largo rato que el viejo necesitó para miccionar.

Al principio y hasta que se despertó del todo, el viejo cónsul no se dio cuenta de nada pero luego pudo fijarse en las marcas que Rebeca tenía sobre la piel.

- ¿Qué es esto Rebeca? ¿Han sido ellos? Dijo señalando con los ojos la cabaña de los negros.

Rebeca bajó la cabeza, no quería chivarse de sus dos rudos y divinos amantes

- Vamos contesta, ¿han sido ellos?, di la verdad..

- Mi señor,…………. la culpa fue mía,….. yo les incité.

- ¿Cómo que les incitaste?.

- La verdad es que ayer me quedé con las ganas y quería un poco de sexo, cuando te quedaste dormido fui donde ellos y les pedí que me follaran, perdóname mi señor.

El cónsul abandonó su gesto de enfado.

- Claro, una hembra como tú necesita algo más que este viejo carcamal.

- Eres muy comprensivo mi señor.

- ¿Y te la metieron por detrás?

- Sí, mi señor, yo se lo pedí,….

- Está bien, ya dije que no me importa que ellos también te tomen, pero no me has pedido permiso y te castigaré por esto.

- Sí señor, dispón de tu esclava como desees.

- De todos modos ahora no me conviene, hoy te quiero entera para que tires de mi carro.

Rebeca se excitó al oír eso.

- Marco, Esteban…

Y el cónsul bajó a ordenar a sus dos criados que pusieran en condiciones el rickshaw mientras la propia Rebeca se duchaba y preparaba el desayuno.

Su primera experiencia como ponygirl la tuvo Rebeca esa fría mañana tirando del rickshaw del cónsul. Este no se hacía ilusiones sobre la capacidad real de Rebeca de tirar de su carricoche así que tomó la decisión de llevarla a un paso lento y moderado hasta la casa del Conde Otto donde pensaba  entrenarla como yegua.

El cónsul juzgó que Rebeca aún no era una auténtica ponygirl por lo que no tenía derecho a ir vestida con los aditamentos de tal. Así pues tuvo que tirar del rickshaw completamente desnuda, calzada con botas para no dañar sus pies y amordazada con gallbag pero sin bocado, tiro, ni riendas. Lo más equino que llevaba era su propia melena realzada en una cola de caballo y curvada para dejar a la vista el mayor espacio posible de la espalda.

Las manos las tenía atadas por detrás con grilletes pero los criados le pusieron  suficientes eslabones para   que pudiera coger con las manos los dos mangos del carricoche.

El viejo tuvo que abrigarse bien pues la mañana era bastante fría, de hecho Rebeca tiritaba delante del carricoche y no podía evitar que le castañetearan los dientes contra la mordaza. Sin embargo soportó el frío muy derecha durante una hora hasta que el viejo apareció y se montó por fin con un látigo en la mano.

- SSShhhacck, ¡Arre!.

Rebeca dobló su cuerpo de dolor al recibir el primer latigazo y de la misma empezó a andar lo más aprisa que podía.

- Así, muy bien, tira preciosa, tira, ssshhhack

Al recibir el segundo latigazo la chica hizo todo lo que pudo por aumentar la marcha.

Evidentemente, sin riendas, el cónsul no podía dirigirla como a una yegua de verdad por lo que le tenía que dar las órdenes a viva voz: “derecha, izquierda, más aprisa, soo”, y cosas así. Hay que tener en cuenta que el cónsul tampoco era más que un aficionado.

Eso sí, el hombre disfrutó como un niño viendo delante  a su joven esclava desnuda y dispuesta afanándose en correr y tirar del carro como una yegua de verdad. La realidad es que el ricksaw era ligero y el propio viejo no pesaba mucho. Además el camino no tenía cuestas pronunciadas y estaba razonablemente bien asfaltado.

El cónsul simplemente se deleitaba viendo cómo movía el trasero y las piernas su pequeña potrilla desnuda y le daba latigazos de tanto en tanto  por el sólo placer de hacerlo. A Rebeca se le agitaba la melena a ritmo y se oían perfectamente su respiración y jadeos.

Por su parte la chica iba destilando flujo vaginal que se confundía con sus babas y su sudor. Le excitaba mucho que el viejo se atreviera a  sacarla en pelotas a pleno campo y con ese frío tirando del carro como si fuera una potra de verdad. La chica nunca se había planteado siquiera que existiera la doma de mujeres, pero de haberlo sabido antes esa hubiera sido probablemente una de sus fantasías favoritas.

A pesar de que su dueño no le exigió mucho, al de un par de km de trote Rebeca estaba visiblemente cansada, cubierta de transpiración y con las piernas agarrotadas por el esfuerzo. La chica era sana y ágil pero evidentemente le faltaba entrenamiento.

Fue en ese momento cuando se cruzaron con un tractor que arrastraba un remolque con cuatro temporeros que habían estado recogiendo la cosecha.

- Sooooo, ordenó el cónsul y el del tractor también se paró. Para variar el granjero también conocía al viejo.

- Samuel ¿cómo estamos?

- Muy bien señor cónsul, dijo apeándose del tractor ¡cuánto de bueno por aquí!.

- Ya ves Samuel, dijo señalando a Rebeca que jadeaba y babeaba intentando recuperar el resuello. De su piel desnuda se escapaba una nube de vapor de agua.

- Veo que por fin ha adquirido una yegua, el sueño de su vida ¿no?

- Sí, en cierto modo sí, es una esclava aunque no es de mi propiedad. Solo es un préstamo.

- ¿Puedo?, dijo Samuel haciendo además de tocarla.

- Por supuesto Samuel, tócala cuanto quieras.

- Es una de las esclavas más bonitas que he visto nunca. Puuf  tiene los pezones como piedras, yo creo que es el frío.

- Bueno, el frío y que va cachonda como una perra.

- Pues sí, ahora que lo dice se le nota muy excitada.

- ¿Y quienes son esos?

- Ah son temporeros, trabajan para mí y están recojiendome las patatas.

- Parece un trabajo cansado.

- Sí, lo es, además tienen que ir de finca en finca para ganar lo suficiente.

- Qué vida más dura.

- Ya ve, se ven obligados a  marchar lejos de sus casas y creo que hace casi mes y medio que no ven a sus familias.

- ¿Cómo así?

- No se las pueden traer consigo como es natural. Yo creo que lo que más añoran son sus mujeres y sus novias, estos últimos días les noto muy irascibles y saltan por cualquier cosa.

Mientras hablaba el tal Samuel no hacía más que toquetear a Rebeca por todas partes y ella se dejaba. Los temporeros no perdían detalle y se estaban poniendo todo burros.

- Es natural Samuel, son fuertes  y vigorosos y llevan mes y medio sin hacer el amor. Además imagino que con lo que les das de jornal no se podrán pagar ni una puta barata

- Hombre señor consul, los precios de mercado….

- No hay derecho Samuel, no tienes corazón… mira,…… se me está ocurriendo algo, como bien dices mi yegua va muy caliente, se lo noto, quizá tus cuatro hombres podrían desfogarla.

- ¿Qué?

- Pues eso, que igual se la pueden follar ellos, mírala, se ha puesto  realmente cachonda con los latigazos que le he dado.

Efectivamente Rebeca miraba a esos cuatro visiblemente empalmados y haciendo gestos y comentarios obscenos sobre ella en voz baja. La chica seguía jadeando de cansancio pero notaba su entrepierna muy mojada sobre todo por lo que le estaba oyendo al cónsul y por los tocamientos de ese aldeano.

El tal Samuel se empalmó también solo de pensarlo mientras le enredaba en la raja.

- La verdad es que la chica parec emuy dispuesta ¿De verdad que haría eso por ellos señor cónsul?

- Por supuesto, ya te digo que el animal está muy inquieto y unas cuantas pollas le irán bien.

- ¿Yo también puedo?, dijo el campesino acariciando el trasero a la chica.

- Por supuesto, tú también puedes Samuel,….. pero tú el último, que seguro que ellos tienen más necesidad.

Eso no pareció importarle demasiado.

- A ver vosotros cuatro, bajad del remolque que os ha acaba de tocar la lotería.  Este señor deja que os aliviéis con su potrilla.

Los cuatro tipos estaban mugrientos y sucios y no eran para nada atractivos, pero en cuanto les dijeron que podían disponer de Rebeca a su antojo saltaron rápido del remolque la rodearon y empezaron a tocarla sin ningún recato.

Como decimos los cuatro mostraban una evidente erección que se percibía perfectamente bajo sus monos de faena.

Rebeca cerró los ojos y se dejó hacer sintiéndose sobada y manoseada por multitud de manos ávidas de sexo y lenguas con hambre de mujer. De la misma los tíos se fueron a lamerle sus pechos que efectivamente estaban duros como piedras y le quitaron la mordaza buscando sus besos mientras otras manos le enredaban en la entrepierna, el culo y las piernas.

El cónsul sonreía muy excitado.

- Adelante muchachos no os cortéis, es toda para vosotros, haced que os chupe el pene, lo hace muy bien y además a ella le gusta mucho.

- Muchas gracias señor le decían ellos todo contentos, su yegua está muy buena.

Pronto Rebeca notó cómo unas manos la invitaban a ponerse en cuclillas y entonces sintió el inconfundible olor a semen y orines. La chica abrió instintivamente la boca con los ojos cerrados cuando le tocaron con algo suave en los carrillos. En un momento ya tenía una polla sucia  y maloliente en la boca. Debía ser que estaba acostumbrándose a ser esclava pues hizo un esfuerzo para sobreponerse al mal sabor y lo consiguió durante un par de minutos de mamar. A pesar de eso la chica no pudo aguantarlo mucho así que se la sacó y escupió pero luego se la volvió a meter y siguió mamando metiéndosela hasta dentro, y luego lo hizo con otra y con otra como si ya no le importara el mal olor.

Mientras hacía esto, otros individuos le acariciaban el sexo y el ano masturbándola por delante y sodomizándola con los dedos, de manera que ella se lubricara más aún para la inevitable penetración.

Era cierto que esos individuos llevaban tiempo en dique seco porque dos de ellos tuvieron una eyaculación precoz solo de acariciarla y ver cómo se la chupaba a otros y le echaron en la espalda y las tetas una auténtica cascada de semen caliente. Sin embargo eso dio igual pues en poco tiempo ya estaban recuperados.

Tras mamarla un buen rato con vigor, Rebeca estaba a cuatro patas sobre la carretera con tres de sus orificios llenos y ocupados, el tal Samuel debajo follándosela, otro detrás enculándola y  dos pollas delante de la boca.

El viejo estaba encantado. Le daba casi tanto morbo follar con la chica como hacer de voyeur de ese gang bang.

- Eh cónsul este coñito está bien tieso, seguro que lo ha estrenado usted hace poco, le decía el campesino sin dejar de bombear con Rebeca.

- No creas Samuel, pero casi. Seguro que hace una semana o así esa niña era todavía virgen.

El cónsul se deleitaba también de los gestos de Rebeca que eran una mezcla de dolor y de placer. La chica había sido doblemente penetrada esa misma noche pero ahora tenía  a su serivicio cuatro pollas vigorosas y duras. Esos cinco hombres estuvieron haciendo el amor con ella durante más de media hora y tras ese tiempo le habían eyaculado encima tres o cuatro veces y la dejaron cubierta de semen.

No obstante eran buena gente y una vez habiéndose aliviado de sus necesidades uno de ellos la cogió de las piernas y la levantó en vilo mientras otro le hizo una larga y vigorosa paja con sus dedos hasta que Rebeca explotó en un intenso orgasmo.

No contentos con eso  fueron hasta el remolque y sacando un balde de agua que tenían se lo echaron por encima para limpiarla y refrescarla a un tiempo.  Alguno antes de marcharse incluso le dio las gracias plantándole  amorosamente un beso en la mejilla.

- Adios señor cónsul, muchas gracias, dijo Samuel, seguro que ahora trabajan con más ganas y más contentos. El tractor se puso en marcha mientras los temporeros se despedían alborozados.

- Muchas gracias mi amo le dijo Rebeca agitando su coleta mojada cuando se quedaron solos.

- He notado que lo ibas necesitando. Bueno ya has descansado así que vuelve aquí que te voy a poner otra vez la mordaza para que sigas tu camino.

Ese gang-bang calmó bastante a Rebeca y le permitió concentrarse en la carrera, no obstante el día no había hecho más que comenzar.

El tal Conde Otto vivía desde hacía muy poco en una casa de campo a las afueras de la ciudad. Era un hombre de mucho dinero y la había escogido porque era grande y por el amplio prado tras ella.

- Vaya, llegamos en un buen momento dijo el cónsul espoleando a Rebeca con un par de latigazos para que se apresurara los últimos metros. Mira, ahora mismo está entrenando  a su yegua.

Efectivamente un hombre vestido con pantalones militares de camuflage, botas de montar altas, camiseta militar y chaleco se encontraba en ese momento entrenando a una pelirroja desnuda. Era un hombre alto de unos cuarenta y de complexión fuerte acostumbrado a hacer ejercicio.

De primeras no se percibía que la pelirroja fuera una pony pues no llevaba aditamentos de tal. Sin embargo, tras verla evolucionar un rato, era evidente que se trataba de una yegua bien entrenada pues se movía con mucha gracia y ligereza.  El hombre la tenía agarrada del cuello por un largo lazo de tres metros de largo  y la hacía correr alrededor de él en círculo animándola con un largo látigo.

- Sooooo. ¡Buenos días!, dijo el consul en voz alta y en cuanto el rickshaw se detuvo se bajó del carricoche todo lo deprisa que podía con su escasa movilidad.

En ese momento el Conde Otto se dio cuenta de que tenía visita y se sorprendió de ver a alguien con una pony en ese pueblo de mala muerte. Por eso detuvo el entrenamiento de su yegua y cogiéndola del lazo se fue con ella hacia el inesperado visitante.

- Buenos días, ¿con quién tengo el gusto?

- Soy el cónsul Smith

- Ya había oído hablar de usted, yo soy el conde Otto.

- Me dicen que acaba de llegar a este pueblo ¿qué le parece?

- Es muy acogedor, la verdad. Allí en mi tierra ya había oído hablar de él y lo escogí precisamente porque al parecer a sus habitantes no les llaman la atención estas aficiones que yo tengo.

- No, por supuesto, aquí llevan años practicando la esclavitud de mujeres por lo que una esclava más o menos casi no se nota.

- Por cierto, es un bellísimo animal el que usted tiene,…. pero no está entrenada, ¿me equivoco?

- No se equivoca, ni ella es una pony ni yo he tenido  nunca ninguna. Sé que no lo tenía que haber hecho venir así, pues aún no está preparada para tirar de mi rickshaw, pero francamente tenía ganas de verla como ponygirl.

- Bueno, no importa, de todos modos no todo es tirar de un carro. Una verdadera pony debe ser sobre todo bella y elegante, que su dueño se enorgullezca de ella y disfrute mostrándola en su compañía. Que tire de su carro es secundario.

- Sí, es cierto, estoy de acuerdo con usted.

- Además la pony debe disfrutar siéndolo y parece que a la suya le gusta, no hay más que verla.

- Me alegra oírle hablar pues precisamente quisiera pedirle unas nociones de doma para ella o en su defecto que me aconseje sobre la manera de domarla yo mismo.

- Por supuesto, por supuesto, es realmente bonita, será un placer.

- ¿Cuánto pide?, lo digo porque no tengo mucho dinero.

- Por eso no se preocupe, tratándose de usted y teniendo en cuenta la belleza de su yegua le haré precio de amigo, además, como usted sabe, el entrenador tiene ciertos derechos sobre la potrilla.

El conde Otto se acercó a Rebeca y cuando hizo ademán de tocarla ella tuvo el instinto de retroceder pues su amo no le había dado permiso, pero Otto la calmó con su voz suave y sus caricias.

- Quieta, quieta, bonita,.. quieta, …..no te voy a hacer daño,… así, así, buena chica.

Ella obedeció quedándose totalmente quieta mientras él la tocaba y palmeaba. El entrenador se fijó sobre todo en sus piernas y sus gluteos y los repasó varias veces con las manos como si estuviera palpando una yegua de verdad.

- Sí, está un poco fofa y tendría que muscular toda esta parte aunque es muy joven y no será difícil ponerle en forma con un entrenamiento adecuado. Dime pequeña ¿te gusta ser pony? le dijo pellizcándole los pezones y acariciando sus mamas.

La muchacha respondió que sí con la cabeza sin poder evitar que se le cayeran las babas.

- Eso me parecía, dijo él mojando sus dedos con la saliva y acariciándole uno de los pezones haciendo círculos con los dedos.

Rebeca se estremeció de gusto.

- Desde luego parece que estás muy caliente potrilla, te ha excitado la carrera ¿eh?...... Señor Cónsul es muy importante recompensar a la yegua sobre todo si ha corrido bien, dijo acariciándole el otro pezón con los dedos mojados. No todo se consigue a base de latigazos, ¿verdad querida?......El Conde le hablaba a Rebeca como si fuera un animalillo. Quieres tu ración de sexo ¿no es así?, ahora mismo te voy a presentar a Lana para que os conozcais.

- ¿Lana? Así se llama su pony?. Veo que no tiene nada que envidiar a Rebeca ¿es suya’

- Sí desde hace un par de años es mi esclava. Era la hija de un hombre que me debía una buena cantidad de dinero y ella se entregó a mí a cambio de la deuda. Sin embargo después de todo este tiempo creo que lo suyo no fue ningún sacrificio pues disfruta mucho siendo una ponygirl.

Mientras decía eso el tal Otto había dejado en paz a Rebeca y ahora acariciaba la bella anatomía de Lana a dos metros delante del cónsul.

Lana era un año o dos mayor que Rebeca y tenía un cuerpo más de mujer: muslos tiesos y bien torneados, caderas redondas, talle delgado y fibroso en el que se adivinaban los abdominales y unos pechos redondos y bellísimos que desafiaban a la fuerza de la gravedad. Como si fuera un trofeo Otto resaltaba la redondez de las curvas de sus caderas con sus propias manos sin dejar de hablar de ella.

- La gente piensa que las ponys son meros animales sin un gramo de cerebro, pero mi pequeña Lana no es así,…. es muy inteligente. ¿Sabía que cuando se me entregó a mí era la primera de su clase en la facultad?.

Lana miraba al cónsul fijamente con sus bellísimos ojos claros e intensamente azules. La chica estaba transida de lujuria y dejaba escapar la saliva de su mordaza en un largo hilo de baba. Efectivamente su mirada transmitía viveza e inteligencia.

- Es muy conveniente para un amo tener una yegua lista y despierta, eso acentua su belleza y la hace más atractiva, ¿verdad pequeña? Y el hombre le besó en el carrillo cosa que ella aceptó orgullosa.

Rebeca les miraba con envidia, hubiera querido tener ese tipo de relación y compenetración con su tío…..

- ¿Ha visto alguna vez unos senos así?, continuó el Conde Otto  sujetándole las dos mamas desde detrás de su espalda y levantándolas con sus manos. El Cónsul no pudo evitar una involuntaria erección viendo esas dos masas de carne al tiempo trémulas y consistentes que parecían modeladas por un experto escultor. Los senos de Lana eran redondos y ligeramente caídos pero su juventud los hacía mantenerse aún firmes.

 A base de acariciarle de esa manera delante de un desconocido a Lana se le pusieron los pezones muy duros y tiesos. La chica tenía ligeramente descoloridas las aureolas pero al erizarse y salirles arrugas  se hicieron muy evidentes.

- Veo que su yegua tiene muy sensibles los senos, ¿puedo?

- Naturalmente, tóquelos.

Al contrario que Rebeca, Lana se los dejó tocar y no hizo ademán de huir a pesar de la repulsión que le inspiraba el viejo.

- Mmmmmh qué suaves y qué duros a la vez.

- Si se los mete en la boca sentirá cómo se le ponen aún más duros en la lengua, hágalo por favor, dijo el conde ofreciéndole el seno derecho de la joven.

El viejo se acercó y con su mandíbula temblorosa empezó a chupar torpemente los pezones de Lana mientras el conde le mantenía las mamas levantadas con sus manos.

- MMmmmmm

- ¿Lo ve?

Lana se estremeció de placer  pero de pronto apartó el rostro pues no pudo evitarlo. Ese viejo era repulsivo.

- Tranquila, tranquila, bonita, obedece y dejate chupar,…. así,…. ahora el otro. Lana se sobrepuso y se dejó lamer los senos disciplinadamente…….Aparte de todo, creo que la presencia de su yegua la ha alterado, llevaba mucho tiempo sin compañera de juegos ¿sabe?

- ¿Compañera de juegos?

- Sí, la mejor manera de domar ponygirls es tener siempre más de una. No sólo porque es mejor que tiren del carro en pareja sino porque así se pueden desfogar mejor la una con la otra.

- ¿Se refiere a que hay que dejarlas hacer el amor entre ellas?

- Todo lo posible, siempre que se lo merezcan, claro, luego les dejaremos que follen una con la otra, ya verá qué espectáculo.

Rebeca y Lana intercambiaron en ese momento miradas y se pusieron aún más calientes.

- Pues sí que tiene sensibles sus pezones, mire cómo se han puesto dijo el viejo limpiándose sus propias babas con la mano.

- Así es, yo se los castigo con frecuencia para aumentar su sensibilidad. Ja, ja, ella insiste en que se los anille para castigarla mejor, pero yo no soy partidario, me gusta verlos así naturales.    

- Sí tiene razón en eso, estoy con usted.

- Bueno, vamos a la faena, me dice usted que quiere que le enseñe a domar a su ponygirl, pues empecemos. Por supuesto todas la mañanas tienen que empezar con una tabla de ejercicios normal para calentar y ponerse en forma: flexiones y cosas así. Luego tienen que correr una distancia. Si su yegua no está acostumbrada le recomiendo que empiece corriendo unos tres kilómetros  y luego que vaya aumentando.

- De acuerdo.

- Tras esto comienza la doma propiamente dicha. Aunque también las acostumbro a tirar de un carro o de un arado, principalmente las preparo como ponies de parada o de desfile, es decir les enseño a andar de forma elegante y marcial.

- Hágame una demostración, por favor.

- Precisamente para eso ayuda mucho enseñarlas por parejas. Ya verá, Rebeca entrenará al mismo tiempo que Lana y así aprenderá observándola cómo lo hace.

El Conde Otto se puso manos a la tarea y en poco tiempo se puso a entrenar a las dos potrillas. Para eso las hizo caminar a ritmo lento y solemne una junto a la otra levantando las piernas hasta formar una perfecta horizontal con el muslo.

- UN, DOS, UN, DOS

Otto les espoleaba dándoles latigazos en nalgas y piernas.

- UN, DOS, así, así, más arriba, las piernas en perfecta horizontal, Rebeca,….. mírale a Lana, UN, DOS, eso es, muy bien.

- Sssshacckk

- Ahora las dos juntas, a ritmo

Lana aguantaba los latigazos casi sin inmutarse pues ya estaba acostumbrada. Rebeca por su parte no quería quedarse atrás  de manera que intentaba soportarlos como si no le dolieran. Así les tuvo cerca de una hora, al cabo de la cual Rebeca lo hacía razonablemente bien.

- Debe insistir en este ejercicio, dijo el conde, es una forma de andar muy elegante que resalta más la belleza de las yeguas sobre todo si marchan en pareja y lo hacen sincronizadamente.

Lo siguiente fue  arrastrar una pesada piedra entre las dos formando una yunta. Para ello, el conde les puso unos arneses de cuero de manera que las dos podían usar todo su cuerpo para hacer fuerza. Era increible que dos chicas con un aspecto tan frágil fueran capaces de arrastrar esa piedra tan grande  sobre la hierba, las dos inclinaban todo su cuerpo hacia delante y mantenían en tensión sus piernas jadeando y tirando sin parar. El conde les hizo arrastrarla por todo el prado e incluso las entrenó para dar vueltas con un corto radio de giro.

Mientras les daba latigazos para espolearlas seguía explicando al cónsul que eso era muy conveniente por si tenían que tirar del arado.

- En este caso es más importante la fuerza que la velocidad.

- Ahora que lo menciona, Miguel, un campesino del pueblo me ha pedido alquilar a Rebeca para que tire del arado.

- No creo que ella sola pueda hacerlo, son necesarias dos yeguas al menos.

- Oh, Miguel tiene una hija de la edad de Rebeca.

- ¿Una hija?

- En realidad es una hijastra pero la tiene esclavizada, es muy normal por aquí,  ya sabe que hay muchos granjeros del lugar que tienen esclavas jóvenes. En este sitio  tan apartado es difícil que vengan mujeres voluntariamente, así que la mayor parte han optado por comprar esclavas.

- Comprendo. Bueno, entre dos chicas podrán tirar del arado sin problemas todo depende de cuánto quiera profundizar en los surcos.

Las muchachas siguieron recorriendo todo el campo tirando de la piedra de modo que al final estaban visiblemente agotadas. Sin embargo, el Conde Otto apenas las dejó descansar. Lo siguiente fue llevar pesos colgados de diferentes partes del cuerpo.

Empezaron colgándoles pesos de los pechos, el conde Otto se acercó a las dos chicas y les puso unas pinzas mordiendo sus pezones. Al ponérselas procuró morder una buena porción de carne del pecho  para evitar que las pinzas se resbalaran por la piel de las aureolas. Las chicas por supuesto protestaron cuando las pinzas mordieron sus sensibles pezones pero aguantaron estoicamente el dolor y permanecieron derechas todo el rato.

Entonces el conde les hizo inclinarse hasta que el torso formaba una perfecta horizontal y les colgó unas latas vacías de pintura de las pinzas hasta que reposaban en el suelo. Entonces empezó la prueba de verdad pues el tipo les obligaba a levantar el torso hasta que las latas colgaban en vilo.

- MMMMMHHH, MMMM

Las chicas crispaban el gesto y gemían de dolor pero mantenían las latas en el aire todo lo que les era posible, así hasta que no podían soportarlo y volvián a posarlas en el suelo. Entonces el conde les daba en el trasero y otra vez para arriba. Más tarde les obligó a volver a hacerlo pero echándoles piedras dentro de las latas.

Rebeca y Lana ponían un indescriptible gesto de sufrimiento aguantando con las latas llenas de piedras colgando en vilo mientras sentían que se les reventaban los pezones.

Cuando las tetas les dolían ya como el infierno les colgó las latas de los labios vaginales con un efecto similar. Así les tuvo otra media hora.  Más tarde les colocó  dos dildos a cada una, uno dentro del sexo y el otro dentro del culo de los que colgaba una lata similar.

Las chicas tenían que ir caminando con eso entre las piernas torpemente y en cuclillas. Mientras lo hacían, el conde no hacía más que echarles piedras dentro de la lata. A medida que aumentaba el peso ellas tenían que hacer más y más fuerza con los esfínteres para evitar que se les cayera al suelo.

- Esto sirve para que aprendan a mantener cualquier objeto metido en sus intimidades sin que se les caiga le dijo al cónsul sin preocuparse de los sufrimientos de ellas. Así refuerzan sus esfínteres y músculos de la vagina. También les hace mejores amantes, ja, ja.

- Dígame, Rebeca tiene también bastante aguante, dijo el cónsul pero ¿Cómo soporta su yegua los latigazos sin inmutarse?.

- Con entrenamiento, por supuesto. Es muy importante que la yegua reciba el castigo impasible como si no fuera con ella, pues no hay nada más feo que una ponygirl que llora, pide piedad o incluso que pone gestos de disgusto.

Precisamente teniendo a dos yeguas a nuestra disposición le voy a mostrar cómo se pueden entrenar entre ellas para soportar el látigo.

Para ello, el Conde les quitó los grilletes a las dos chicas luego ató la muñeca izquierda de Rebeca a la de Lana de manera que quedaran separadas por una soga de dos metros de largo una de la otra. En la otra mano les dio un látigo de cuero a cada una.

- Bien señor cónsul, el siguiente ejercicio consiste en los siguiente. Las dos yeguas se darán los latigazos la una a la otra alternativamente. La primera que se rinda y no pueda soportarlo más se arrodillará en el suelo, entonces se convertirá en la perra de su compañera durante una hora y estará a su merced para todo lo que quiera hacer con ella.

 - Ja, ja, que divertido, que empiecen.

Las dos chicas tensaron el lazo que las separaba y se separaron entre sí cerca de dos metros, entonces se observaron fijamente durante un rato dando vueltas y mirándose fijamente a los ojos.

A Rebeca correspondió dar el primer latigazo, la chica llevó el látigo hacia atrás y le propinó el primer golpe a la espalda de Lana con toda su fuerza. Sin embargo la pequeña Rebeca no sabía dar latigazos  así que Lana lo encajó casi sin que se le notara.

Por el contrario cuando le tocó a ella misma, se hizo evidente que Lana ya había participado en ese juego pues Rebeca se retorció de dolor al recibir el latigazo  y tardó unos segundos en recuperarse.

Rebeca intentó darle con más fuerza esta vez, pero apenas afectó a su adversaria que volvió a plantarle un señor latigazo como respuesta.

- AAYYYYY

Otto sonrió con orgullo al cónsul que veía muy interesado la desigual pelea.

A pesar de todo Rebeca los devolvió y soportó casi treinta latigazos antes de rendirse. Quizá podría haber aguantado un poco más pero el castigo no era tan terrible. A medida que las dos chicas se movían en círculos Lana le parecía cada vez más bella y atractiva pues se movía con una cadencia extraordinariamente hermosa mostrándole su bello cuerpo en movimiento. Cada vez que hacía fuerza para darle un latigazo los senos le temblaban de forma muy insinuante y luego estaba  esa mirada felina inyectada de deseo.

Rebeca se rindió ante el dolor de los latigazos y ante la singular belleza de su adversaria  de modo que, tirando el latigo lejos de ella, se arrodilló a los pies de Lana pidiendo tregua. Ésta sonrió jadeando pero triunfante. Tiró a su vez el látigo y desatándose su propia mano se fue hasta Rebeca y aprovechando la soga le ató las dos manos por delante sin dejar de sonreirle y mirándole a los ojos.

- Ahora eres mía zorra, le dijo en voz baja.

Entonces y sin pedir permiso a nadie la agarró de los pelos y con cierta brusquedad la obligó a incorporarse y se empezó a besar con ella. Las dos chicas se besaron un buen rato locas de lujuria. Luego la volvió a coger de los pelos y la obligó a arrodillarse otra vez y apoyando una pierna en un banco le dijo.

- Vamos, ocupate de esto, le dijo abriendo sus labios vaginales con los dedos.

Rebeca la miró como un cordero degollado y empezó a lamerle la raja con su lengua de seda.

Los hombres pudieron ver cómo a Lana se le ponían los ojos en blanco.

- Eso, eso es, así chúpame, chúpamelo bien, cómetelo todo zorra.

Rebeca siguió y siguió comiéndole el chumino con la lengua pero también con los labios, la barbilla y con toda la cara.

Muerta de lujuria, Lana la cogió de la cabeza y la presionó con deseo contra su pocha, mientras Rebeca le hacía un impresionante cunnilingus la pelirroja se acariciaba sus prominentes tetas y gemía con los ojos cerrados.

Al viejo se le puso como una piedra viendo cómo se amaban esas dos beldades desnudas delante de sus ojos.

La pelirroja la volvió a agarrar del pelo y la obligó a incorporarse otra vez entonces la besó como si fuera a comérsela. Lana y Rebeca se estuvieron morreando abrazadas como dos amantes durante un buen rato hasta que Lana le ofrecío las tetas para que se las lamiera su compañera.

- Así, así, chúpame las tetas preciosa, están buenas ¿verdad?. Prefiero que me las chupes tú que ese viejo asqueroso, vamos, dios cómo me pones.

Rebeca disfrutaba también comiéndole esas tetas preciosas, más abultadas y tiesas que las suyas, le daba un poco de envidia la verdad que fuera tan atractiva pero en pocos minutos sentía que Lana le atraía muchísimo y deseaba hacer el amor con ella por encima de nada.

- Que bonitas las tienes lana, le dijo ella en bajo.

- Te gustan ¿verdad?, pues no te pares, así métetela entera en la boca y succiona como si fuera un biberón. Assiii, assiiii, joder qué zorra eres, que lengua, y ahora la otra.

Lana le obligó que se las comiera hasta que se le pusieron como piedras y entonces cogiéndola por los pelos la obligó a arrodillarse otra vez.

- A ver si esto te gusta tanto.

Y dándole la espalda se puso de puntillas y se abrió las nalgas mostrándole el agujero del ano totalmente depilado.

- Venga, chupa,  ¿a qué esperas zorra?.

Rebeca vio cómo el ano de su compañera se movía como si tuviera vida propia y dudó por unos momentos. Eso le valió un sopapo.

- Vamos zorra, cómemelo, mi dueño me ha dicho que esta noche me va a sodomizar y quiero tenerlo preparado, cómemelo ¡ahora!

Rebeca le obedeció de inmediato mientras Lana separaba sus nalgas todo lo que era humanamente capaz.

- Así, así,…. eso esta mejor,…. con la lengua,….. así zorra, así………haz que me corra.

Así, así, chuupamelo, metemela adentro, asíiiiii.

Lana se agachó e instintivamente se agarró los senos con las manos. En esa postura ofreció sus intimidades a Rebeca que consiguió que se corriera de placer en cuestión de minutos,

- AAAAAHHHHHH.

En cuanto se recuperó, Lana la volvió a coger de los pelos a Rebeca y tras besarla y abofetearla se la llevó de los pelos hasta dos postes separados entre sí cinco metros para que “caminara sobre la cuerda”. Entre ambos postes  había una soga tensa situada a la altura de la entrepierna. La soga tenía nudos cada quince centímetros aproximadamente.

Obligada por la otra yegua, Rebeca se puso a horcajadas sobre la soga

Entonces Lana le obligó a caminar a lo largo de la cuerda. Para ello le puso dos pinzas en los pezones y gracias a una manivela que había junto a uno de los postes enrrollaba las cuerdas que tiraban de dichas pinzas. Lógicamente Rebeca tuvo que caminar hacia delante torpemente. La única manera que tenía de no desollarse la entrepierna era caminar de puntillas.

Al principio Rebeca tuvo muchos problemas para “caminar la cuerda” pues perdía el equilibrio constantemente hiriéndose la entrepierna.

Más que un método de entrenamiento ése era un método de tortura y el viejo se excitó mucho pensando en que se lo aplicaría a su esclava por el puro placer de atormentarla.

- Así aprenden a caminar derechas sobre las puntas de sus pies, dijo Otto al cónsul, no hay nada más elegante que una pony que sepa caminar así adornada como una yegua de parada y con zapatos de tacón.

El viejo estaba encantado con lo que veía.

Cuando terminó de hacer un recorrido completo Lana soltó la soga y obligó a Rebeca a volver atrás para caminar una segunda vez. Sólo que en esta segunda tanda puso una pesada piedra de contrapeso lo cual hizo que la soga estuviera aún más arriba y quedara más tensa. Además cogió un bote de tabasco y embadurnó bien la soga ante los aterrorizados ojos de Rebeca.

Sonriendo cruelmente Lana empezó a enrrollar la manivela y Rebeca no tuvo más remedio que caminar hacia delante contra su voluntad. En pocos segundos la joven sintió que se le despellejaba la entrepierna y que un terrible fuego le abrasaba el sexo y el culo.  Lajoven negaba y lloraba pero se abstuvo de gritar o protestar.

Al de un rato de “caminar sobre la cuerda”, Rebeca estaba completamente desfallecida. No obstante la chica era orgullosa y resistió todo el tiempo sin pedir piedad. Esto debió impresionar también a Lana que no le obligó a caminar esta vez toda la longitud.

Cuando por fin le permitió descabalgar de la cuerda el conde se mostró compasivo y ordenó a Lana que se agachase entre las piernas de Rebeca y le aliviara el quemazón lamiéndole el sexo con su lengua. Huelga decir que Rebeca suspiró de gusto y placer mientras su compañera se lo chupaba pero el Conde Otto no le dejó llegar al orgasmo.

(continuará)

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