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El Penal de los Lamentos 29

en Sadomaso

Dos semanas después el barquero guiaba su pequeña embarcación a través de las agitadas aguas de la bahía en dirección al Penal de los Lamentos.

Como un Caronte que llevara las almas de los condenados al Hades, nuestro viejo barquero conducía una nueva víctima al penal. Se trataba de una chica joven y bonita que venía custodiada por varios guardias armados y a la que tenían sentada en la popa de la embarcación con las manos atadas a la espalda.

El barquero no se atrevió esta vez a mirarla mucho pero el caso es que no le era del todo desconocida. De hecho juraría que ya la había llevado en su barca en otra ocasión y eso sí que le resultaba raro, pues que él recordara ninguna convicta que hubiera entrado había salido nunca de esa cárcel infernal.

La chica venía vestida con unos shorts vaqueros muy cortos y un ajustado top. Era delgada y bonita pero el top le exageraba un poco los senos que parecían tiesos y redondos.

En ese momento el hombre pensó que daría lo que fuera por tener en su casa a esa chica tan bonita. Estaría desnuda y maniatada todo el día como imaginaba que la tendrían los guardias del penal para abusar de ella cuando se les antojase. Por unos momentos el barquero se evadió de la realidad y mentalmente conjuró a todos los demonios del averno para que obraran un prodigio  y que ella terminara prisionera en su casa poniendo fin a su solitaria y triste vida.

- ¡Eh barquero!, mira lo que haces, te estás desviando.

- Sí, sí señor.

Esa voz autoritaria que le había reconvenido provenía del general que comandaba el pelotón de guardias que custodiaban a la chica y al que acompañaba otra bella gringa. Sin embargo, ésta última  no parecía venir detenida.

El barquero escupió al agua.

- ¡Que me aspen si lo entiendo!, dijo para sí.

- ¿Tardaremos mucho en llegar, general?, preguntó ella.

- Una media hora, hoy hay buena mar y no tendremos problema, ¿no es así barquero?

- Sí general, contestó sin mirarles y con desgana, … más o menos media hora.

Esta vez el pasajero era muy poderoso de manera que el barquero se mostró más respetuoso y no hizo ninguno de sus acostumbrados comentarios fuera de lugar.

En cambio se limitó a mirar a hurtadillas a la segunda mujer.

También era muy joven y atractiva pero venía vestida de forma seria y formal con jeans largos, zapatos de tacón, camiseta sin escote,  chaqueta y gafas de sol. A pesar de que no enseñaba nada se notaba también que tenía un cuerpo bello y proporcionado.

- Ya verá Jane, le dijo el general con respeto y deferencia, el Penal le va a gustar mucho, seguramente le servirá de fuente de inspiración.

- Eso espero, general, el viaje desde mi país ha sido largo y espero que haya merecido la pena.

Como decimos, el mar estaba en calma así que tras una tranquila travesía el barquito llegó hasta el muelle del penal y como el general ya había prevenido de su visita  a R E, éste les esperaba en el mismo acompañado de varios guardias armados.

- Buenos días General y compañía, dijo R. E. mientras ayudaba a la mujer a subir al muelle cogiéndola gentilmente de la mano.

- Buenos días alcaide, venga vosotros, desembarcad a la sobrina del juez. Sánchez, vas a tener trabajo con ella.

El verdugo ni siquiera esperó a que desembarcaran a Rebeca,….. pues la detenida no era otra que ella,………. la cogió de los pelos y brutalmente le obligó a ascender las escaleras de acceso al muelle.

- Aja, puta, por fin eres mía, le dijo dándole una bofetada, y de la misma le arrancó el top dejándola en tetas.

- Vamos Sánchez, dijo el alcaide fingiendo disgusto. Haz las cosas bien. Antes de eso lleva a la acusada a recepción y que se cumpla el protocolo de ingreso como se debe, ah, y llevala después a mi despacho antes de conducirla a la cámara de tortura.

- Lo que usted mande, señor alcaide, vamos puta, ahora no tienes a tu tío para protegerte, y la condujo de los pelos al interior  de la prisión.

- Perdone la brusquedad de mis hombres, dijo el alcaide besando la mano de la otra mujer, es usted Jane, ¿me equivoco?.

- La misma señor alcaide, no se preocupe por mí,  había oído hablar mucho de usted y de su prisión y ya me imaginaba algo así.

- Ah, bueno….contestó el hombre confundido. Vengan, vengan conmigo, en mi despacho estaremos más cómodos y podremos hablar con tranquilidad.

Efectivamente, minutos después se encontraban en el despacho de R.E. degustando unas copas de oporto.

Como de costumbre el alcaide repasó la anatomía de la recién llegada con sus lujuriosos ojos pero eso no pareció amilanarla.

- ¿Mira usted así a todas las mujeres, alcaide?

- Sólo a las que me gustan.

Ella no respondió ni agradeció el piropo, sino que se limitó a llevarse la copa a los labios para darle un breve sorbo.

- Aquí el general me comunica que es usted directora de cine.

- Productora y directora, corrigió Jane.

- ¿Y qué tipo de películas hace?

- Fundamentalmente porno BDSM, aunque es un mercado cada vez más competitivo y difícil y últimamente he tenido que pasarme al snuff. Los clientes cada vez quieren experiencias  más fuertes y no se conforman con cualquier cosa.

El alcaide se sorprendió de la respuesta.

- ¿Quiere decir Snuff real?, ¿es eso legal en su país?

- Por supuesto que no, por eso he venido al suyo y por eso me dirijo a ustedes.

- Explíquese.

- Al parecer las leyes de su país permiten la pena de muerte y aunque últimamente no la practican, eso está  a punto de cambiar, ¿me equivoco general?

- En absoluto, de hecho tengo que notificarle señor alcaide que desde hoy tiene vía libre para ejecutar cuando desee y como desee a esas dos gringas terroristas, ah….  y también a Rebeca la sobrina del juez. Su tentativa de asesinato ha precipitado sin duda esta decisión del gobierno.

- Ya me he enterado, al parecer se salvó usted por poco.

- Sí, como ella era quien era, nadie sospechó. De este modo, esa zorra terrorista pudo entrar a mi despacho e intentó clavarme un estilete a traición, menos mal que falló y los guardias la atraparon a tiempo.

- Lo celebro general.

- Ahora me las pagará en el cadalso, pero no antes de que haya hablado, por eso la he traído aquí.

- ¿Se propone someterla a tortura?

- Por supuesto, esa zorra será interrogada y torturada hasta que nos dé todos los nombres de sus secuaces y colaboradores.

- Quizá no los tenga,…. quizá actuó por iniciativa propia,….. dijo el alcaide intuitivamente bebiendo de su copa.

- Si es así no perderemos nada y nos divertiremos viendo cómo sufre, además nuestra querida Jane podrá grabar todas las sesiones de tortura y eso le servirá para su película snuff.

- Aún no hemos acordado nada sobre eso. ¿Cree que una película así tendrá beneficios?

- ¿Acaso lo duda?, se venderá muy bien, usted no sabe la cantidad de pervertidos que hay por el mundo dispuestos a pagar por ver algo así.

- Por supuesto la prisión no será mencionada ni identificable desde el exterior. Esté tranquilo por eso, dijo el general.

- ¿Y qué porcentaje me llevaré yo?

- Un diez por ciento de los beneficios, lo mismo que yo, dijo el general.

- Me parece poco, quiero un treinta.

- Eso es demasiado, contestó Jane, un treinta para los dos y se lo reparten.

- Veinticinco cada uno.

- Veinte cada uno y no se hable más

La mujer dudó antes de contestar.

- De acuerdo, veinte, trato hecho y Jane le dio  la mano al alcaide.

- Respecto a la forma de la ejecución no me voy a conformar con algo rápido, añadió el general, esa zorra de Rebeca estuvo a punto de matarme y quiero que sufra todo lo posible.

- ¿En qué está pensando exactamente general?

El general bebió un largo trago antes de  contestar.

- Sugiero que las tres condenadas sean crucificadas,…. con clavos,…. por supuesto. Es un método de ejecución lento y extraordinariamente cruel y además las tres mujeres son muy bellas por lo que lucirán muy bien ante la cámara retorciéndose desnudas en las cruces.  ¿Qué le parece Jane?

Esta no se sorprendió en absoluto de la cruel sugerencia.

- Me parece excelente general.

- ¿Y usted alcaide?

- Yo por mi parte conforme, seguro que esto hará muy feliz al Cónsul Smith, le invitaremos para que venga a verlo.

- Entonces trato hecho y Jane volvió a darle la mano al alcaide.

En ese momento tocaron a la puerta.

- Adelante.

Y por ella entró Sánchez que traía a Rebeca con él.

Jane se quedó impresionada por lo que vio pero no se escandalizó en absoluto. Sánchez traía a la muchacha completamente desnuda y amordazada, las muñecas las llevaba  esposadas por un cepo rígido de metal al cuello y conectadas por una cadena más larga a los dos tobillos que a su vez estaban esposados entre sí. La chica estaba amordazada con una ballgag roja y babeaba siguiendo a Sánchez a pasitos cortos y torpes. Aún tenía la piel y el cabello empapado de la ducha que le habían dado.

- ¿Está todo preparado verdugo?, dijo el general impaciente mientras acariciaba la carne desnuda de la bella joven.

- Sí, he mandado que preparen la cámara de tortura número 3, podemos empezar con ella cuando quieran.

Jane se sorprendió al ver la actitud de Rebeca, lejos de estar nerviosa o atemorizada la muchacha parecía tranquila e incluso algo excitada. Al parecer los guardias ya se habían propasado con ella mientras le limpiaban por dentro y por fuera y ella había experimentado un orgasmo mientras la violaban.

- ¿Podemos retrasar un poco el interrogatorio general?, dijo Jane sin poder apartar la vista de la muchacha.

- ¿Por qué?

- Así podría llamar a parte de mi equipo y empezar a grabar inmediatamente,…. la chica es una auténtica belleza.

El general se quedó dudando un momento y miró al alcaide antes de hablar.

-Sí, ¿por qué no?, no hay ninguna prisa, pero entre tanto esta zorra podría entretenernos, dijo él bajándose la cremallera del pantalón.

- De acuerdo, pasaremos un buen rato con la sobrina del juez, dijo el alcaide desabrochándose a su vez los pantalones.

Por su parte Jane cogió su movil mientras Sánchez le quitaba la mordaza a Rebeca para desocupar su boca.  

- Mike, ¿eres tú? traete un par de cámaras y el equipo de iluminación, tenemos trabajo….

Y mientras esperaban al equipo, el alcaide y el general abusaron a placer de Rebeca y le obligaron a hacer el amor con ellos: mamadas, penetración vaginal y anal, doble penetración…la chica no sólo se dejó sino que aceptó participar sumisamente.

Lejos de tomar parte  en la orgía, Jane les ignoró y se puso a mirar por la ventana el patio y las torres de la fortaleza.

- ¿Qué ocurre?, ¿le desagrada lo que le hacemos a la prisionera?, dijo el alcaide deseando que la bella mujer se uniera a la fiesta. Ella ni siquiera les miró.

- No, no es eso, sigan con lo que están haciendo y no se preocupen por mí, estoy planificando dónde pondré las cámaras………… Esas torres tienen una buena panorámica.

- ¿Cámaras?, ¿es que usted no descansa nunca?.

- Puede que para ustedes esto sea una diversión, general, pero para mí es sólo un trabajo.

- No le creo, ja, ja,.. y el general siguió sodomizando a la pobre Rebeca mientras el alcaide la penetraba por delante.

Tras un par de horas vinieron algunos miembros del equipo de filmación y entonces decidieron llevar a Rebeca a una de las cámaras de tortura que Sánchez había preparado.

Los muy sádicos se pusieron manos a la obra inmediatamente.

Esta vez no estaba el juez para frenar al sádico verdugo que dio rienda suelta a sus más bajos instintos con la pequeña masoquista.

Así Rebeca fue interrogada durante tres días con sus noches y salvajemente torturada por él. Solo paraban cuando la acusada perdía el sentido  o cuando los interrogadores necesitaban descansar.

Y sin embargo, a pesar de martirizarla de esta manera, el verdugo  no consiguió sacarle ninguna información ni ella mencionó a ningún cómplice. En un momento dado el general llegó a insinuar que su tío el juez podía haber sido el instigador del atentado pero Rebeca soportó las más terribles torturas sin mencionar su nombre ni inculparle en ningún momento.

Por el contrario la joven declaró una y otra vez que el atentado contra el general lo había perpetrado ella sola con la intención de ser declarada culpable y que la ingresaran en el Penal de los Lamentos. Necesitaba que el crimen fuera suficientemente grave  de tal modo  que ni siquiera su tío  el juez pudiera sacarla de allí.

Al parecer y como le había prometido, el juez se la había llevado a su casa para convertirse en su único amo. Sin embargo, una vez allí lejos de cumplir las expectativas masoquistas de la joven, la encerró en un sótano y se limitó a visitarla de vez en cuando y hacer el amor con ella pero sin aplicarle ningún castigo.

Durante su cautiverio Rebeca rogó al juez que fuera un amo más duro y exigente con ella, pero no consiguió nada.

De este modo, y cuando se convenció que él  la había engañado otra vez, la joven Rebeca aprovechó un descuido y huyó de su casa. Fue entonces cuando decidió atentar contra el general sellando así su destino.

El alcaide oyó esta  historia de labios de la propia Rebeca una y otra vez mientras ésta permanecía en un doloroso trance estirada sobre el potro de tortura y con agujas clavadas por todo su cuerpo. La chica afirmaba eso una y otra vez entre gritos de dolor y desesperadas peticiones de clemencia mientras Sánchez le clavaba las agujas candentes lo más  despacio que podía.

- Creo que es inútil seguir torturándola, está diciendo la verdad, dijo el alcaide.  

Rebeca había perdido el sentido por enésima vez y Sánchez le sacaba las agujas para limpiarlas y volver a calentarlas sobre la chapa.

Sin embargo el general no se conformó en absoluto con  explicación del alcaide y exigió que continuaran los interrogatorios.

- Zorra mentirosa, le dijo cuando despertó. ¿Esperas que nos creamos toda esa sarta de mentiras?. Vamos Sánchez, sigue con ella. Tiene que contarnos quiénes son sus cómplices.

Y Sánchez cogió una pera de la angustia y  mostró a la prisionera cómo se abría y cerraba antes de introducírsela en su sexo.

Para hacerle confesar Rebeca fue sometida a un rosario de torturas a cual más espeluznante: el látigo, el estrapado, el potro, la cama de Judas, el baño, el backbreaker, la pera de la angustia, el bastinado, las alfileres bajo las uñas, los hierros y agujas candentes y muy especialmente a las descargas eléctricas por todo su cuerpo.

Todas la sesiones de tortura de la pequeña Rebeca fueron inmortalizadas por las cámaras de Jane que mostró en todo momento una actitud desapasionada y profesional hacia su trabajo sin conmoverse en absoluto por los sufrimientos que la muchacha soportaba estoicamente.

Por supuesto, en cuanto se enteró que habían detenido a su sobrina, el juez acudió presto al ministerio pero una vez allí también fue detenido como sospechoso y esta vez no pudo hacer nada por ella.

Finalmente tras esos tres días de infierno, pararon de torturarla y tras dejarla descansar y recuperarse un par de días, Rebeca compareció ante el general  y el alcaide. Como público se encontraba también el cónsul Smith que había acudido a la prisión para atender a Yulia y Alina que al parecer habían solicitado una audiencia con él.

Rebeca fue juzgada en la propia cámara de tortura y en este caso el tribunal estaba presidido por el general, hecho insólito pues también había sido la principal víctima del conato de atentado.

- He sido facultado por las autoridades de mi país para hacer las veces de juez en este caso, dijo el general. Se trata de un atentado contra el ejército y debe ser juzgado por un tribunal militar. Dado que tú misma has confesado se te declara culpable de intento de asesinato, y por tus crímenes se te condena a muerte. ¿Qué método ha escogido para ejecutar a la condenada señor alcaide?.

- Esta terrorista asesina sufrirá el suplicio de la crucifixión junto a las otras dos falsas periodistas de modo que las tres serán crucificadas en el patio de esta misma fortaleza mañana por la mañana.

Rebeca inclinó la cabeza y se quedó mirando al suelo mientras el corazón le retumbaba en el pecho, no esperaba que la fueran a ejecutar tan pronto y menos de esa manera.

El alcaide prosiguió.

Antes de la crucifixión las condenadas serán flageladas como dicta la tradición y una vez crucificadas su agonía se alargará hasta que expiren. Entre tanto mientras estén en la cruz podrán sufrir otras torturas adicionales al arbitrio de los verdugos. La ejecución será pública y el resto de las prisioneras formarán en el patio para verla, así les servirá como ejemplo.

Al oír la sentencia Rebeca ni siquiera se inmutó, al fin y al cabo ella misma se lo había buscado al atentar contra el general.

Esa noche en espera de  su ejecución, Rebeca fue entregada a una veintena de guardias que serían los encargados de custodiarla hasta el día siguiente. Huelga decir que aprovecharon bien el tiempo y abusaron de la joven toda la noche.

Entre tanto, el Cónsul Smith pidió ver a sus dos compatriotas que también iban a sufrir el doloroso suplicio de la cruz al  día siguiente.

El alcaide le llevó a donde tenían a Alina, pues Yulia iba   a pasar la noche en las garras de Sánchez que quiso prolongar sus sufrimientos hasta el amanecer.

El bestia de Sánchez ni siquiera dejó en paz  a la rubia en su última noche pues quería probar con ella un nuevo aparato que había diseñado él mismo. Se trataba de un extraño sostén metálico formado por una retícula de delicadas cadenillas formadas por pequeños eslabones. El sostén parecía inofensivo a primera vista pero por su parte interior estaba erizado de decenas de pinchos de dos centímetros de largo destacando entre éstos uno de unos tres centímetros y medio de largo en el centro de cada una de las copas del sostén.

Una vez atada a una estructura de madera y totalmente inmovilizada Sanchez le puso a Yulia el infernal sostén en torno a sus pechos haciendo que ella gritara de dolor. Entonces se lo cerró en la espalda y empezó a accionar un torniquete que hacía que las copas del sostén le apretaran y constriñeran lentamente los senos.

Si no hubiera sido por la mordaza Yulia le habría dejado sordo con sus gritos y alaridos, pues los pinchos se fueron clavando lentamente más y más profundo en la carne de sus pechos. Luego, cuando no pudo apretar más el sujetador metálico le colocó por encima unas copas también de metal que se ajustaban a la perfección y que previamente había calentado en agua hirviendo. La física hizo su trabajo y todo el sostén aumentó su temperatura varias decenas de grados y con él las puntas que ya estaban clavadas en la carne. Huelga decir que la rea volvió a soltar berridos como una loca por el bárbaro tormento. Cuando las copas s enfriaron Sánchez volvió a sumergirlas en agua hirviendo y vuelta a empezar.

Mientras tanto a Alina la tenían en una mazmorra cercana. La chica estaba de pie, desnuda  y con los brazos atados sobre su cabeza al techo en una postura incómoda pues los pies los tenía de puntas atados a una argolla del suelo y le dolían horriblemente los dedos. Cuando fue a verla el cónsul, cuatro guardias se divertían con ella pinchándola con punzones y dándole descargas eléctricas con picanas de manera que la joven no dejaba de bailar acosada por los cuatro a la vez.

De pronto la puerta se abrió y cuando vieron que era al alcaide junto al cónsul Smith dejaron por fin de martirizar a la muchacha.

- Dejadle sólo con la chica diez minutos, dijo el alcaide, luego podréis seguir divirtiéndoos con ella. Y tras salir los guardias cerró la puerta tras de sí.

La joven miró agradecida al viejo aunque sólo fuera porque su visita significaba que la dejaban en paz por un momento.

Por su parte el rijoso cónsul se empalmó sólo de ver lo que tenía delante. El hombre ya había visto a Alina desnuda  en fotos e incluso el alcaide le había permitido ver alguna de las sesiones de tortura que tenía grabadas. A juicio del viejo cónsul la joven tenía un cuerpo perfecto cuya belleza quedaba aún más resaltada por la postura forzada en la que le habían atado.

- Por fin te conozco en persona, eres Alina ¿verdad? Dijo el viejo sin poder impedir que se le cayera la baba.

Ella venció su repulsión por ese viejo baboso  y empezó a  hablar

- Sí, sí, señor Cónsul tenía que hablar con usted, llevo reclamándolo desde que nos detuvieron, pero hasta ahora no me lo han permitido.

- Muy bien, ahora me tienes delante, aprovecha para decir lo que quieras, pero dilo rápido, sólo tenemos diez minutos.

El tío no le miraba  a la cara.

- Señor cónsul, desde que ingresamos en la prisión mi compañera y yo hemos sido sometidas a torturas y violaciones continuas.

- ¿Y qué? La tortura es un procedimiento judicial perfectamente admitido en este país.

- Sí, pero es que nosotras somos inocentes. Nos han condenado por terroristas y no lo somos en absoluto, sólo queríamos hacer nuestro trabajo como periodistas.

- Por lo que yo sé todo se ha hecho de forma completamente legal, habéis tenido un abogado y un juicio justo, de hecho así lo pondré en mi informe cuando seáis ejecutadas.

- ¿Qué?

- Ah, ¿no lo sabíais?, las dos seréis ejecutadas mañana por la mañana.  Hoy mismo se lo ha notificado el general al alcaide.

- No, no puede ser, no puede ser, somos inocentes, protestó la joven completamente impotente.

- Nadie cree ya en vuestra inocencia así que yo que tú me prepararía para morir.

Alina siguió llorando desesperada, mientras el cónsul hacía que la consolaba acariciándole la cara.

- Mi pobre niña, tampoco sabéis cómo os van a ejecutar, ¿verdad?

- No, ¿cómo será?

 Aquí el Cónsul Smith hizo una cruel pausa.

- Seréis crucificadas.

- ¿QUEEEE?

- Lo que oyes, vosotras dos y esa asesina sobrina del juez sufriréis uno de los tormentos más espantosos ideados por la mente humana, la muerte en la cruz, y diciendo esto el viejo empezó a acariciar el cuerpo desnudo de  Alina aprovechando que estaba indefensa.

De pronto Alina se dio cuenta de a qué había venido ese hombre depravado.

- No me toques, cerdo.

- Ja, ja, ¿sabes a quién se le ha ocurrido lo de la crucifixión?. A mí, yo se lo sugerí al alcaide y al general y ambos están encantados con mi idea.

- No, no déjame sapo repugnante, traidor.

- Probablemente no sabe slo que significa morir en la cruz, permíteme que te cuente los detalles, le dijo lamiéndole sus pechos y acariciándole en la entrepierna con sus dedos huesudos. Tras una larga flagelación os clavarán a la cruz con clavos enormes de hierro y luego alzarán la cruz delante del público para que todos vean cómo sufrís durante horas.

- NOO, no puede ser verdad.

- Pero no se conformarán con eso, una vez crucificadas os dejarán  varias horas al sol y entonces empezarán a aplicaros descargas eléctricas, hierros candentes, desollación, en fin lo que se les ocurra.

Alina se retorcía sacudiéndose rabiosa por los incesantes toqueteos y lamidas de ese viejo, pero el cónsul siguió y siguió siendo muy cruel con ella.

- Justo antes de la ejecución os inyectarán en vena un cóctel de estimulantes que impedirán que perdáis el sentido, ja, ja, yo estaré viéndolo todo y disfrutando de vuestro tormento.

- Déjeme, déjeme, no me toque puerco.

- Si los verdugos son hábiles y os dan de beber podéis durar vivas varios días, finalmente os terminarán de devorar los pájaros.

Alina recordó su experiencia de la torre con esos asquerosos bichos y peleó inútilmente porque el Cónsul la dejara en paz.

Estaba en éstas cuando se volvió a abrir la puerta y entró el alcaide con los soldados. Estos pillaron al viejo abusando de la joven.

- Qué señor cónsul, ¿ya ha terminado?, dijo el alcaide mirando el abultado paquete del viejo.

- Sí, dijo el viejo quitándose la saliva de la boca con el dorso de la mano, ya he terminado con mi labor, he notificado a la rea en qué consistirá su ejecución.

- Ja, ja, qué cruel es usted.

- Bueno preciosa, ahora te dejo con estos señores, espero que pienses en lo que te espera.

- Vayase a la mierda viejo impotente, asqueroso, ojalá se ahogue con sus propias babas.

Y el cónsul Smith salió de la habitación con el alcaide mientras los cuatro guardias volvían a rodear a Alina con sus punzones, látigos y picanas….

Continuará

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