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Diario de un Consentidor (3)

en Intercambios

Juegos

Cuando surgió la posibilidad de asistir a aquel curso de verano, no lo dudé ni un segundo. Llevaba dos años intentando cuadrar mis vacaciones con las fechas del curso y por fin este año todo encajaba, incluso Carmen, que disponía de unos días por librar, propuso venirse conmigo a Sevilla y hacer turismo mientras yo asistía a las clases. Para tener más margen de maniobra decidimos ir en coche, disponíamos de un dia completo antes de que comenzase el curso y viajamos sin prisas.

Paramos a la altura de Puerto Lápice a repostar, mientras yo llenaba el depósito Carmen se acercó a la tienda de la gasolinera a comprar unas botellas de agua; La vi alejarse y me quedé embobado mirando sus andares, llevaba un short blanco, camiseta azul y sandalias de medio tacón, su pelo recogido en un moño bajo dejaba su cuello desnudo. Observé al conductor de una furgoneta que se volvía a mirarla mientras repostaba, una punzada de excitación me recorrió, la supuse comprando en la tienda, mientras los hombres que esperaban en caja la deseaban.

Cuando acabé de repostar miré hacia la tienda; Carmen estaba haciendo cola en la caja y me buscaba con la mirada, le hice una seña de que había terminado y esperé a que pagara sentado en el coche espiándola; A través de los cristales destacaba su altura sobre los demás hombres, el que estaba situado delante de ella se volvió varias veces simulando buscar algo, cuando en realidad lo único que quería era echarle una ojeada; me estaba excitando por momentos. La vi regresar al coche andando pausadamente, sus caderas se balanceaban, sus muslos brillaban al sol, un mechón se soltó y cayó sobre su frente y ella lo retiró con un gracioso gesto; detrás avanzaba sin quitarle ojo un hombre. En una fracción de segundo, se construyó una imagen en mi mente y, como un relámpago, fragüé el juego.

"Casi te comen" – le dije mientras arrancaba, ella sonrió.

"Parece que no han visto nunca a una mujer" – dijo con fastidio

"Como tu, seguro que han visto pocas" – me lanzó una mirada llena de cariño

"¿Sabes? No conozco a nadie de la lista de asistentes" – le dije a Carmen cuando llevábamos unos kilómetros recorridos

"¿A nadie? ¡que raro!"

"Imagínate, nadie nos conoce, no pueden saber si somos matrimonio, pareja, o…" – Carmen volvió su rostro hacia mi esperando que continuase, pero me callé; por el rabillo del ojo vi como una sonrisa nacía en su cara

"¿Qué maldad está pensando esa cabeza?" – sonreí, me seguía el juego

"¿Maldad? Ninguna… solo… alguna travesura" – se arrellanó en el sillón del coche

"¿Sí? ¿cómo de traviesa?" – su voz se tornó sugerente

"Muy, muy traviesa… imaginemos que te presento como una amiga… imaginemos que me vas a buscar a la salida del curso y te presento a alguno de los asistentes, a alguno con el que haya establecido conversación durante el curso… nos vamos a tomar algo y tu no te comportas como mi mujer sino como mi amiga…"

"¿tu… amiguita?" – Carmen recalcó la palabra dándole el matiz que yo buscaba

"Eso es, una chica de Madrid, compañera, colega y… muy amiga mía ¿entiendes?

"Con claridad… eres un pervertido" – su protesta era falsa, sabía que le apetecía jugar

¿Y si aparece alguien que nos conoce? No puedes estar seguro.

"Observaré el terreno antes, naturalmente" – Carmen no había dicho hasta ahora que no.

"¿Y si volvemos a coincidir alguna vez? Imagínate, este mundillo es muy pequeño"

"Intentaré echarle el anzuelo a alguien de fuera"

"¿Y que esperas que haga yo?" – El plan iba adelante, no había planteado ninguna objeción seria

"Jugar, imaginar que eres una chica que ha aceptado irse de viaje con un colega, compartiendo habitación y cama, claro" – Carmen sonrió de nuevo

"¿Y eso lo va a saber nuestra víctima?"

"Por supuesto, si no, no tiene gracia" – Carmen no contestó, continuamos unos kilómetros sin hablar, ella iba pensativa, probablemente imaginando la escena, de pronto exclamó

"¡Estás loco!"

Continuamos nuestro viaje jugando a desarrollar nuestra historia, Carmen limaba detalles que le parecían excesivos, al final el acuerdo se cerró en simular que ella era una colega soltera con la que tenía una buena relación desde hace tiempo y que era la primera vez que estábamos juntos. Se negó en redondo a mi idea de presentarla como una casada adúltera.

Llegamos a Sevilla al caer la tarde, nos registramos en el hotel y, después de una buena ducha, salimos a cenar; Durante la cena yo seguí perfilando el juego, Carmen participaba con ganas y entre ambos nos montamos una historia sobre nuestra relación, como nos habíamos conocido, como surgió el rollo, etc.

Al día siguiente llegué al recinto del curso con un cuarto de hora de antelación, recogí mis credenciales y me dirigí a la cafetería a tomar otro café, distinguí a varias personas que llevaban en sus manos una carpeta idéntica a la mía y comencé a seleccionar a quienes podían ser mi objetivo. Era curioso: todo el interés que había acumulado durante dos años por este curso había quedado en un segundo plano, mi atención se centraba en encontrar las personas adecuadas para exhibir a Carmen como mi amante.

Comenzó el curso y conseguí centrarme en la temática del mismo, al llegar el coffee break salimos a una pequeña sala en la que habían preparado unas mesas con pastas, bollería, jarras de zumo, café y leche, me serví un zumo y tomé un par de pastas y comencé a deambular por la sala, se habían empezado a formar corrillos de conocidos y me sentí un poco desplazado. Me acerqué de nuevo a una mesa a rellenar mi vaso de zumo y coincidí con el colega que se sentaba a mi lado en el curso, nos saludamos con la mirada e inicié una frase de compromiso

"¿Qué tal?"

"Bien, el curso parece interesante"

"Si, me gusta como lo están planteando"

Así comenzó una conversación intrascendente mientras yo calibraba a Carlos. Tendría unos treinta y pocos años, treinta y cinco a lo sumo, más o menos de mi estatura, delgado y con pelo abundante, largo, bien cuidado, se notaba que apreciaba su cabello por como se lo colocaba con la mano con cierta frecuencia; unas gafas de montura de pasta le daban un aire intelectual. Malagueño afincado en Córdoba, era de conversación agradable, quizás demasiado bromista para mi gusto, el clásico andaluz con mucha "guasa".

La conversación pasó de temas profesionales a personales, aficiones, intereses… así supe que estaba soltero, yo le conté que estaba casado.

"¿Has venido solo?" – le pregunté

"Si, claro, ¿y tu?"

"No, he venido con… una amiga" – sonreí – "una colega con la que tengo una muy buena relación" – el mensaje estaba lanzado, lo suficientemente ambiguo para dar a entender lo que yo quería sin caer en lo explicito.

"vaya, entonces no te vas a aburrir cuando acabemos la jornada" – dijo sonriendo

"Con Carmen es imposible aburrirse, es una mujer increíble" – le había estimulado la curiosidad morbosa, quería saber mas

"¿Sois muy amigos, entonces?" – le miré directamente a los ojos antes de contestar

"Mas que amigos, aunque es la primera vez que se atreve a hacer un viaje conmigo, no lo tenía fácil pero al final pudo arreglarlo"

"Por trabajo, supongo" – pensaba en otra cosa pero no se atrevía a exponerlo, yo recogí el envite

"Hay un marido por medio, ya sabes" – ambos sonreímos

"Que arriesgado"

"La mujer lo merece"

Volvimos al aula y seguimos el curso hasta la hora del almuerzo, disponíamos de dos horas, yo había quedado con Carmen en la entrada para comer juntos.

"¿Comemos?" – me dijo Carlos mientras recogía sus cosas de la mesa

"Carmen me debe estar esperando abajo… ¿Por qué no te vienes con nosotros y comemos juntos?" – Carlos pareció pensarse una negativa amable pero no le di opción – "venga, te gustará conocerla, es una chica encantadora y muy simpática" – como aun dudaba, insistí – "en serio, vente"

"No quiero molestar, habéis quedado los dos, seguro que no espera a nadie mas" – no encontraba argumentos y no quería dejar pasar la ocasión

"Carmen es una mujer muy abierta, estará encantada de que vengas con nosotros, ya verás" – comencé a salir del aula sin dejar de hablarle – "No tiene complejos, ya me entiendes" – no sabía exactamente qué quería decir con aquella frase que acaba de pronunciar, dejaba a la imaginación tanto campo… Carlos me miró y sonrió

"De acuerdo, si me lo pones así…"

Bajamos las escaleras del edificio y a través del antiguo portalón vi a Carmen frente a la entrada, llevaba un vestido veraniego, estampado en tonos rojos y rosa sobre fondo blanco, por medio muslo, de amplio escote en pico y anudado al cuello, un bolso rojo y sandalias a juego, con un tacón medio, su melena suelta y sus gafas de sol la hacían destacar desde lejos; aun no habíamos terminado de bajar las escalinatas cuando hice una seña hacia ella

"Esa es" – Carlos se quedó sorprendido

"¡Joder!" - exclamó sin poder evitarlo

"¡Si, eso!" – dije riendo – "¿qué te parece?"

"Es… ¡chico, es brutal!" – me sentí lleno de orgullo, estaba lanzado y di un paso mas

"Brutal, en todos los terrenos"

Cuando Carmen me vio su rostro se iluminó con una sonrisa, nos acercamos a ella y le di un beso en la boca

"Te presento a Carlos, le he invitado a que nos acompañe en el almuerzo" – Carmen se adelantó y le dio dos besos

"Estupendo, ¿Cuánto tiempo tenéis?" – dijo ella sin dar ninguna muestra de sentirse molesta por la compañía

"Dos horas" – se apresuró a intervenir Carlos

"Bien, he visto un restaurante aquí cerca que tiene muy buena pinta ¿os apetece?"

"Contigo, a donde nos lleves" – dije yo exagerando

Carmen nos sacaba casi la cabeza a los dos, lucía tanto que las miradas eran continuas hacia ella, caminábamos charlando, Carlos le preguntó su especialidad, hablamos algo de la profesión y pronto corté ese tema

"Por favor, o dejáis de hablar de trabajo o me marcho" – ambos rieron

El restaurante, típico sevillano, estaba aun semivacío y pudimos elegir mesa sin problemas, Carmen se ausentó al baño y Carlos aprovechó para seguir con sus halagos

"Desde luego, eres un tío con suerte, vaya hembra" – esa palabra me excitó, la libertad que sentía Carlos hablando de mi mujer, sin los frenos que le hubiera supuesto saber que era mi esposa, me estaba provocando un nivel de excitación insospechado.

"Lo se, no fue fácil hacerme con ella, pero ha merecido la pena…" – estaba lanzado, el morbo de la situación me provocaba una especie de borrachera que me hacia perder los límites – "… es la mujer mas sexual que he conocido jamás" – Carlos no perdía detalle de mis palabras y quería mas – "No dice que no a casi nada, es lanzada como pocas, en fin, una joya"

"¿y su marido? ¿sabe algo?" – improvisé, por un momento me quise poner en el lugar de ese marido cornudo, ¿cómo lo viviría yo?

"Algo intuye, creo que Carmen le cuenta mas de lo que me dice, a mi me parece que ambos disfrutan contándose sus aventuras"

"Joder, encima sin peligro, ¿sabe que esta de viaje contigo?" – le notaba excitado

"No lo se con seguridad, pero yo diría que si"

Vimos avanzar a Carmen atravesando el comedor, acribillada por las miradas de los hombres y Carlos dijo en voz baja

"No hay un solo tío que no se vuelva a mirarla, ¡qué mujer!"

La comida transcurría en medio de una conversación agradable en la que a veces Carlos introducía algún comentario halagador hacia ella, yo disfrutaba de la libertad que se concedía para flirtear abiertamente y creí detectar en Carmen que también lo estaba disfrutando. Antes de los postres Carlos se excusó y fue al baño, Carmen aprovechó para cambiar impresiones conmigo

"¿Qué tal va la cosa?" – le dije, Carmen me miró con ese brillo en los ojos que delata su excitación

"Joder Mario, está ligando descaradamente"

¿Y… te gusta?" – sonrió antes de contestar

"Es una sensación extraña, hacia años que no me sentía así y menos contigo cerca, es como si diera por hecho que puede tantearme

"Claro, aquí no eres mi mujer, solo eres…"

"Tu amante, no?" – atajó ella

"Eso es… por cierto, antes de que llegue, no vaya a ser que te pille en un renuncio…" – Carmen me miró atenta, pero no me dio tiempo a continuar, no habíamos visto llegar a Carlos

"¿Interrumpo algo?" – dijo al vernos hablando tan juntos, se sentó justo cuando llegaba el camarero con la carta de postres.

Aun nos quedaban tres cuartos de hora para el comienzo del curso y pedimos otros cafés, la conversación cada vez estaba mas dirigida por Carlos, le notaba envalentonado, Carmen usaba con fuerza el poder de su mirada profunda y sonreía cada vez que Carlos le lanzaba algún piropo, muy al estilo andaluz. Tras uno de esos comentarios, Carlos cruzó la línea entre el atrevimiento y la vulgaridad

"Tu marido tiene que ser una persona muy especial, no debe ser fácil tener una esposa tan… solicitada" – Carmen congeló su sonrisa y me dirigió una mirada glacial, Carlos entendió inmediatamente que había metido la pata e intentó arreglarlo – "Quiero decir que levantas pasiones a tu paso y eso no siempre debe ser fácil de sobrellevar, no ser celoso contigo no es tarea sencilla, seguro" – yo intenté recuperar el buen clima

"Los celos son algo anacrónico, somos personas adultas, responsables y libres, los tiempos de los celos y la posesividad pasó, al menos a un cierto nivel" – la conversación derivó hacía la incidencia que la moral y las costumbres de los inmigrantes estaba teniendo en nuestro país, detecté un conato de xenofobia en Carlos que corté inmediatamente y que éste, al intuir mi posición en este tema, evitó. Carmen seguía seria, aunque progresivamente se había ido reintegrando a la conversación, sus miradas hacia mi destilaban cabreo. Carlos, una vez que creyó superado el impacto de su primera frase, volvió al ataque

"En fin Carmen, envidio a tu marido" – Carmen se volvió hacia él y antes de que comenzase a hablar, yo intuí que algo se preparaba

"Mas bien deberías envidiar a Mario ¿no crees?" – me pilló tan de sorpresa que no supe como reaccionar, algo parecido le pasó a Carlos que titubeó un segundo

"Eh… claro, claro…" – inmediatamente creyó ver una puerta abierta y se lanzó – "ya se lo había dicho esta mañana cuando me contó vuestra… relación"

"Así que te ha contado nuestra relación, eh?" – dijo Carmen mirándome retadora a los ojos

"Poca cosa Carmen, poca cosa" - dije yo

"Entre hombres, poca cosa significa…" – e hizo un gesto con las manos indicando abundancia, todos reímos, pero yo sabía que se acababa de cruzar un umbral, Carmen se sentía tocada por mi indiscreción, por mi violación del acuerdo al que habíamos llegado y me retaba, la conocía bien y ahora estaba lanzándome un mensaje: "¿no querías que jugase, pues ahora voy a jugar"

Carlos, ante la actitud abierta de Carmen se relajó, si hasta ese momento se había mantenido como el invitado de la pareja, a partir de entonces consideró que tenía alguna oportunidad con ella, mi inhibición ante sus avances no hacía sino confirmarle su idea.

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